LA GENERACIÓN BEAT
La Utopía no se pierde, ni se agota, ni se diluye. Mientras haya gente con una mentalidad joven, inconformista, renovadora, creativa existirá la utopía. La utopía no tiene épocas, ni edad, no envejece. Como los sueños, las fantasías, los mitos o las ilusiones, la utopía seguirá siempre buscando un mundo mejor y moviéndonos a actuar para conseguirlo. Su negación conduce a la resignación, la esclavitud y la muerte.
Nazario dibujante
de comic
La época moderna
nació con la esperanza puesta en la liberación de la mente humana por medio de
la razón, y bajo la convicción de que este hombre más racional dejaría atrás la
“barbarie”. Pero la deriva no ha sido hacia la convivencia racional, sino hacia
las guerras, con un momento culminante en las dos conflagraciones mundiales.
Como ya vimos en las entradas correspondientes a Whitman, Emerson que podéis ver aquí:
http://terraxaman.blogspot.com.es/2010/03/tres-autores-norteamericanos-13-walt.html
http://terraxaman.blogspot.com.es/2010/03/tres-autores-norteamericanos-23-rw.html
y muy especialmente la dedicada a Thoreau:
http://terraxaman.blogspot.com.es/2010/02/tres-autores-norteamericanos-33.html
la riqueza de la literatura norteamericana de los siglos XIX i XX se nutrió de las voces y de los ejemplos vitales del romanticismo europeo más radical: Boudelaire, Verlaine, Rimbaud, Novalis, Holderlin, Goethe, William Blake, Byron, Keats entre tantos otros, sentaron las bases para que aquellos otros, unas decenas de años después, iniciaran la que ha sido conocida como generación Beat primer exponente destacado de la llamada contracultura...
Contracultura es
un término que se tomó del inglés, counterculture. Se hizo una traducción
literal y se dijo contracultura. Una lectura inicial, mal hecha,
o sea una dislectura, supondría que la contracultura va contra
la cultura, que es algo anti-cultural, y no es así. Porque la
contracultura no va contra la cultura, sino que se refiere a dos
acepciones distintas en la RAE. Y el Diccionario ya hace algún tiempo
que ha admitido el término contracultura, de modo que ya figura en el léxico oficial
de nuestro idioma.
Contracultura se
refiere al movimiento social surgido en los Estados Unidos en
la década de 1960,especialmente entre los jóvenes, que rechazan los
valores sociales y los modos de vida establecidos. Y este es el primer
significado, la primera acepción de contracultura. Tiene antecedentes en todo
el movimiento beatnik.
Un antecedente también en el famoso libro de
los años 50, el famoso libro de Lawrence Lipton, ‘The holy
barbarian’, (1959) [Los bárbaros santos], y, en fin, en una serie de
otros autores. Pero el movimiento se manifestó en la década de 1960. Era un
movimiento de oposición, un movimiento de rechazo.
La segunda
acepción, de este vocablo, se refiere al conjunto de valores que
caracterizan a estemovimiento contracultural, y por extensión a otras
formas de oposición al sistema de vida vigente.
Ahora bien, lo
central en la contracultura es la DISIDENCIA.
Disidir es
separarse de la común creencia, doctrina u opinión. Al que se separa se la
llama disidente. La disidencia es la acción y efecto de disidir. Disidencia
es también el desacuerdo grave de opiniones. El disidente es el
discordante, el heterodoxo, el disconforme con doctrinas o prácticas
generalmente admitidas. La contracultura es pues disidencia, discrepancia,
disconformidad, disentimiento, discordancia, oposición, iconoclastia,
contestatarismo y heterodoxia. Heterodoxia es la cualidad de heterodoxo.
Y heterodoxo, en
un sentido general, es el disconforme con las doctrinas o con las opiniones o
con las prácticas generalmente admitidas y admisibles.
Iconoclastia es
la cualidad de iconoclasta. Iconoclasta en sentido
etimológico es el que rompe los iconos. O también, como es admitido por la
academia, íconos; prevalece esta acentuación esdrújula pero la acentuación
etimológica es iconos. El rompedor de imágenes, el rompedor de iconos es el
iconoclasta. Icono es imagen (eikón) y clasta viene del verbo
griego ‘klaó’, que significa romper. Por eso el que escribe mal, el
que destroza el idioma, el que lo rompe es el fraseoclasta. E iconoclasta es
el que niega y rechaza la autoridad de maestros, normas y modelos.
El contestatarismo es
un modo de oposición, y de protesta. El contestatario es el que
polemiza, se opone o protesta, y a veces violentamente, contra algo establecido
o en general contra el orden establecido, contra el statuo
quo [locución latina, que se traduce como «estado del momento
actual», que hace referencia al estado global de un asunto en un momento dado.] Los jóvenes
de mayo del 68, los jóvenes franceses de entonces, eran contestatarios,
porque se rebelaron, cuestionaron, polemizaron, alzaron la voz…
El contestatario es el anti-stablishment [Un punto de
vista anti-sistema o creencia es la que se opone a los principios
convencionales sociales, políticos y económicos de una sociedad. El término fue
utilizado por primera vez en el sentido moderno, en 1958, por la revista
británica New Statesman para referirse a su agenda política y social.
El término se puede distinguir de la contracultura, una palabra
que normalmente se utiliza para describir un movimiento artístico en vez de los
movimientos políticos que se ciñen al gusto de la época y los valores de la
época.
Incluímos a continuación el primero de una serie de 6 vídeos, en realidad podscasts con alguna imagen, de la prestigiosa periodista e historiadora Diana Uribe, de Radio Caracol de Colombia. La claridad y penetracion de lo expuesto, hacen que fuera de todo punto innecesario incluir cualquier otro texto, deseamos a nuestros lectores que las disfruten.
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Claro que en esto de la disidencia hay grados y matices. Se aprecian, en efecto, desde los radicalismos más extremos, hasta las discrepancias moderadas. Hay todo un espectro muy amplio de la disidencia.
Alberto Hidalgo, el gran liróforo arequipeño, es decir el gran poeta,
liróforo quiere decir poeta, en su libro, que tiene un excelente título
además, Muertos, heridos y contusos (1920), en la página
102, dice lo siguiente:
Bueno, esto es la iconoclastia radical y absoluta. Entre un extremo así, y la discrepancia firme pero cordial hay toda una gradación, todo un conjunto de matices de disidencia, hay muchas maneras de disentir, hay muchos modos de oponerse.
Lo contrario de una
actitud o de una opinión contracultural es una opinión o
una actitud políticamente correcta. Esto de políticamente correcta, o
políticamente correcto se tomó del inglés. En inglés se dice political
correctness para denotar que una cosa concuerda con el orden establecido,
y la contracultura discuerda del orden establecido. La persona
políticamente correcta defiende el orden establecido, lo apoya, apoya lo
convencional. En inglés la expresión political correctness no se toma
en buena parte, sino en mala parte. La persona políticamente
correcta es la persona rígida, dogmática y recalcitrante. En
inglés la corrección política no es una virtud sino un defecto, una tacha,
un descrédito. Veo que entre nosotros se usa la expresión políticamente
correcto en un buen sentido, como si fuera una gran cosa ser políticamente
correcto, y no es así, es al revés.
Ser políticamente correcto equivale a
ser prácticamente un reaccionario, alguien que se opone a las
innovaciones, lo que se llama un misoneísta, el que odia
las novedades. Del griego ‘miso’ que quiere decir odiar y ‘neos’ que
quiere decir nuevo e ‘ismos’ cualidad, doctrina, sistema. El misoneísmo es la
aversión a las novedades. (tomado de http://culturadisidente.wordpress.com/sobre-una-contracultura/)
Es en este terreno, con una cultura occidental en su
subconsciente temerosa de sí misma tras la Segunda Guerra
Mundial, donde se generan las condiciones sociales para la siembra espiritual
que se gesta desde fines del XIX, y que en los años sesenta del siglo XX
alcanza una expresión cultural de masas a través de la generación joven, los
primeros hijos de la
Segunda Guerra. Son incontables las personas que en los años
60 tuvieron la vivencia breve de la existencia de otro mundo posible. A finales
de los años '50 y a principios de los '60, un tipo de jóvenes llamados hipsters
comenzaron a criticar duramente el gran sueño "americano" y a
reaccionar ante la inauguración de Estados Unidos como la primera potencia. Una
super-potencia, como se puede suponer, soberbia, sujeta a normas. Un estado de
ser en el que seguramente jóvenes se hallaban mejor fuera del sistema.
En este mismo contexto surgen los Beats. Jóvenes sin
actividades, o jóvenes intelectuales, todos coincidían en unir el romance hacia
la vida, los pesares elementales, el existencialismo moderno, junto a una vida
bohemia que representaba la actitud vital. Era su señal de existir, vivir era
explorar. Por esto la filosofía Beat se expresó con más sentido en los
escritores de la época, quienes deseaban desarrollar un imaginario nuevo,
textos e ideas diferentes. La inspiración era lo que más buscaban, por ello
hacían viajes, y vivían en carreteras, entre cafeterías, alcohol y máquinas de
escribir.
Tras la Segunda Guerra
Mundial y la Guerra
de Corea, algunos estadounidenses volvieron de Asia fascinados con la cultura
que encontraron allá: las artes marciales, la comida y, sobre todo, una
filosofía de vida distinta a la que conocían. De manera similar al caso de Roma
y Grecia, Estados Unidos conquistó con las armas y con el American way of life,
pero Asia penetró en el espíritu de los conquistadores.
A finales de los
50, surge el ejemplo más contundente: la Generación Beat ,
con Kerouac y Ginsberg a la cabeza, pues en su crítica al Establishment adoptaron
el budismo y otras tradiciones orientales para oponerse al exceso racional y al
materialismo absurdo de su país. La contracultura se nutrió ampliamente de este
manantial.. No sólo ex combatientes, sino también voluntarios de diversas
organizaciones y estudiantes que emprendieron viajes a la India y otros países por
cuenta propia, contribuyeron a darle vida al movimiento social y cultural que
se avecinaba.
On the Road -En el
camino, 1957- de Kerouac, asumió carácter de manifiesto universal de una
juventud que quería huir de lo establecido. El movimiento beat cuyo grupo
inicial estaba formado por Jack Kerouac, Neal Cassady, William Burroughs,
Herbert Huncke, John Clellon Holmes y Allen Ginsberg, se sentían atraídos por
la naturaleza de la conciencia orientada a la comprensión del pensamiento
oriental, hacia prácticas de meditación, hacia una liberación sexual que hizo
de catalizador en los movimientos de liberación de la mujer y de los negros, e
indirectamente de los homosexuales. Centraron
su lucha en contra de los valores tradicionalistas y puritanos de Estados
Unidos, contra el modo de vida americano, un repudio implícito a los valores
comerciales, para cuyo reemplazo proponían los ideales expuestos por Wait
Whitman en "Hojas de hierba" y més aun, los de HD Toreau en la “Desobediencia
civil”
Los Beat y más
tarde sus herederos, los Hippies,
comparten una serie de rasgos con otros movimientos a lo largo de la historia como por ejemplo
los Surrealistas, los Románticos durante el XIX, los Goliardos en la
Edad Media , los Cínicos en la antigua
Grecia, incluso los Sufíes o los Taoístas,
con respecto a esto Ken Goffman (discípulo de Timothy Leary) tiene una
obra muy interesante llamada "La contracultura a través de los tiempos".
La Generación Beat
Década de los
cincuenta en Estados Unidos. La familia perfecta incluye al padre y cabeza de
familia, un hombre que trabaja duro para comprar un buen televisor en color y
el mejor vehículo para los suyos. Su mujer es una ama de casa modélica, una
esposa que hace bizcochos para los nuevos vecinos y que viste rebeca sobre los
hombros. La hija es la niña ideal: buena estudiante y siempre puntual a su cita
con el coro de la iglesia. La american way of life vive en casas
unifamiliares con el jardín limpio de malas hierbas y lo suficientemente
alejada de los descendientes de aquellos esclavos que recogían algodón. La
rebeldía parece cosa de risa.
Pero sin embargo, a pesar de todo este bienestar
social blanco, surge un hijo díscolo. Un hijo que escupe sobre la tarta de
frambuesa.
El chaval no quiere ascender socialmente. Es escritor, lee a poetas franceses
como Arthur Rimbaud y escribe palabras malsonantes. Escucha jazz, la
música de los otros, los que viven en el país de la libertad pero sin derechos.
Es blasfemo, se acuesta con chicas (y chicos) y abraza el budismo. Se droga:
marihuana, bencedrina y somníferos. No trabaja y lo único que quiere es cruzar
en coche el país acompañado de vagabundos y en busca de lo auténtico (sin saber
qué es lo auténtico). En definitiva, es un beatnik.
Ficha policial de Neal Cassady
Hablar de la Generación Beat, un término acuñado por un periodista, es
hablar de un movimiento contracultural de carácter impulsivo. No en vano la
propia palabra beat (latido, impulso) ya dice mucho de escritores como Jack
Kerouac, Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Gregory Corso o Lucien Carr.
Eran literatos que querían vivir antes que morir de americana mediocridad. Y
empezaron su borrador vital en la Universidad de Columbia, el lugar donde,
entre otros, un joven escritor frustrado, un judío lleno de dudas y un
aspirante a todo menos a los buenos hábitos se conocieron gracias a terceras
personas.
Desde el punto de
vista estrictamente literario Los Beats descubrieron que la prosa en sus libros
podía tener un nuevo ritmo, y ser el concepto responsable de una vida más
honesta, de una crudeza directa. Era el momento de las verdades, de la crítica
y del sarcasmo. Decían que tenían que burlarse del mundo, pues era lástima y
desilusión lo que les producía.
Se rebelaron contra
el movimiento Nuevos Críticos y contra la poesía metafísica. Jack Kerouac
particularmente, uno de sus creadores, acuño el estilo espontáneo como
"spontaneous bop prosod", ya que utiliza siempre un discurso
entrecortado, casi vivencial, crudo y libre de las formas que requiere la
normal dicción. Kerouac quería innovar en todo. Tenía la posibilidad de
escribir a su modo, ¿por qué hacerlo a la manera de otros?
El movimiento Beat
utilizaba en su estilo el realismo, lo experiencial, lo que se ve pero nadie
dice. Por ello critican las elucubraciones etéreas de la metafísica y la
psicodelia. Los beats impusieron un estilo en el que el ritmo no es ajeno a la
idea: la idea es la forma, es el concepto y es el por qué de cada palabra.
Desdeñaban la forma y fortalecieron el contenido. Robert Creeley decía que
"la forma es nada más que una extensión del contenido", el contenido
es lo primero, "(…) pues sin contenido nos quedamos mudos".
El estilo literario
de este movimiento representaba el rescate del coloquialismo, del relato que
utiliza un conversacionalismo ligero y rudo. El texto poético narraba la
cotidianidad, para ello no debía ser un tratado autobiográfico: era más
efectivo un verbo agresivo, aunque lo disimulara bien.
"Almuerzo
Desnudo" ("Naked Lunch", 1959), uno de los libros más insignes
de los beatniks, y escrito por otro de sus precursores William Burroughs, causó
repulsión y admiración.
(Los libros: “Almuerzo
desnudo” de Willian Burroughs, “En el Camino” y los “Vagabundos del Dharma” de
Jack Kerouac y “Aullidos” y “Sanwiches de Realidad” de Allan Ginsberg podéis
bajarlos aquí: http://www.4shared.com/account/dir/_OWWLXlz/_online.html#dir=_OWWLXlz
El término
"beat" lo explica en sí todo. Surgió durante una conversación entre
Jack Kerouac y John Clellon Holmes en 1948. Sus miembros nunca tuvieron la
intención de nombrarse, irreverentes en todo, sólo pudieron
"nombrarla" sin querer hacerlo en un artículo publicado en el New
York Times, en 1952, que fue titulado "This is the Beat Generation".
Captó la atención de la nación entera.
El término comenzó
a utilizarse sin discriminación alguna, hasta que en 1959 Kerouac consideró
necesario corregir el abuso de esta denominación en los medios de comunicación,
donde se utilizaba esta confusa palabra con diversas connotaciones , entre esas
"vencido" (por su traducción fracasado) o era tomada literal en su
concepto de "ritmo". No era un sonido, ni era una frustración, estaba
claro. Kerouac reveló el sentido correcto de beat generation recordando su
relación con las expresiones que escuchaban en los jazzmen "dead
beat" o " beat-up " que equivalía a estar "alienado",
"exilado" de la sociedad actual. Su por qué se encuentra en la
relación que crearon con los ideales orientales, en el que lo más importante
era la reflexión. Además que en todo ese mundo oscuro del jazz encontraron un
punto de coincidencia y de admiración: un mundo underground, un suburbio de los
"diferentes" de la sociedad. Kerouac explicó que el sus vidas
permanecían en una necesaria "oscuridad" para poder entender mejor
cómo llegar a la luz.
Allen Ginsberg,
otro famoso beatnik escribió en el prólogo de "The Beat Book", otro
posible significado: "acabado", refiriéndose a la noche oscura del
alma o a la ceguera ante lo desconocido. Esta era la generación sometida a
cambios abrumadores, a una incertidumbre que sólo los poetas saben beatificar.
Los beats querían
crear una visión renovadora del mundo, y comprometían sus ideas con movimientos
sociales que se gestaban poco a poco en el camino hacia los años '60. La
propaganda que hacían a los alucinógenos, de los cuales narraban abiertamente
en sus textos, obedecía a un interés de que otros quisieran sensibilizarse,
utilizarla como poder de controlar el propio cuerpo y como protesta ante el
capitalismo: compararon metafóricamente la droga con el capitalismo, del cual
se producía una "intoxicación, (…) un parásito extraño que devora" (William
Burroughs dixit).
El ritmo común del
movimiento beat se encuentra en la música del jazz-bop, que tomaron del estilo
de Charlie Parker, entre otros.
Esta influencia musical tiene su origen en las
aficiones que compartían los beats cuando eran sólo desconocidos: eran
escritores de bares, amigos de viajes. Compartían el interés por el
movimiento constante para mantenerse vivos, en el ir sin rumbo, recorriendo
todas las carreteras de Estados Unidos.
El sentido de
improvisación que tenían heredado del jazz y de la vida nómada creó un verbo
que se parecía al contrapunteo jazzístico. Y no en vano, los Beats crearon el
fenómeno de las lecturas públicas. El beat se presentaba en escenario para
demostrar el carácter espectacular y de impacto que debe tener la figura del poeta
y la poesía, valor que para el momento estaba en descenso por culpa de un mayor
interés de la sociedad hacia el consumismo y todo lo que fuera de algún lucro.
Formaron un círculo
literario en el que predominaba la lectura de autores franceses y lo combinaron
con fiestas en las que el jazz se podía escuchar desde el barrio de al lado.
Las chicas, el alcohol y las drogas, claro está, también estaban invitadas al
desmadre. Una noche típica de juerga podía acabar con Jack Kerouac inconsciente
en el suelo por culpa del alcohol. De hecho, así fue como durante años Kerouac
finalizaría la mayoría de sus encuentros sociales.
Por su parte, Ginsberg también
se esforzaba en llamar la atención ya que solía berrear desnudo por el suelo
poemas, insultos y en general, lo primero que se le pasara por la mente. Ya
desde joven adquirió la provocadora afición de despelotarse ante noqueados
desconocidos que acaban concluyendo que aquel tipo estaba chiflado. Aunque lo
único que pretendía cuando se bajaba los pantalones y se quitaba los
calzoncillos era dejar bien claro que él, Allen Ginsberg, se mofaba de
cualquier norma social establecida.
En un rincón de la fiesta, Burroughs tomaba y pasaba bencedrina a todo aquel que se lo pidiese: prostitutas, músicos, estudiantes y chavales que se hacían llamar escritores. Así pues, el alma del festejo la formaban Kerouac, Ginsberg y Burroughs (aunque sus amigos no se quedaban atrás). Y al día siguiente, sus máquinas de escribir siempre intentaban recoger los frutos de las musas y de esa buscada (aunque no del todo impostada) excentricidad.
Jack Kerouac quizás sea el escritor más conocido gracias su obra En El Camino, la madre del cordero de la Generación Beat. La fama le llegó después de desearla durante años y después de muchas decepciones. La primera de ellas, el deporte, ya que una lesión en la pierna le impidió seguir jugando al fútbol americano en la universidad.
En un rincón de la fiesta, Burroughs tomaba y pasaba bencedrina a todo aquel que se lo pidiese: prostitutas, músicos, estudiantes y chavales que se hacían llamar escritores. Así pues, el alma del festejo la formaban Kerouac, Ginsberg y Burroughs (aunque sus amigos no se quedaban atrás). Y al día siguiente, sus máquinas de escribir siempre intentaban recoger los frutos de las musas y de esa buscada (aunque no del todo impostada) excentricidad.
Jack Kerouac quizás sea el escritor más conocido gracias su obra En El Camino, la madre del cordero de la Generación Beat. La fama le llegó después de desearla durante años y después de muchas decepciones. La primera de ellas, el deporte, ya que una lesión en la pierna le impidió seguir jugando al fútbol americano en la universidad.
El segundo de sus fracasos fue la Marina. De
hecho, parecía claro que un tipo cómo él, tan poco dado a la disciplina, iba a
durar bastante poco en un mundo donde las normas y las prohibiciones tienen
tanta relevancia. Y así fue. Kerouac se hartó y mandó la marina a la porra
logrando que sus superiores le expulsaran por una esquizofrenia fingida. No le
costó mucho hacerse pasar por un paranoico.
Una vez liberado del uniforme, el joven Kerouac decidió dedicarse profesionalmente a la escritura. Kerouac esta vez sí, estaba seguro de su triunfo ya que la modestia nunca fue uno de sus puntos débiles y, en consecuencia, se consideraba un genio absoluto. Sin embargo, su primera novela La Ciudad y El Campo (1950) apenas tuvo repercusión y ningún crítico sintió ni escalofríos ni ningún tipo de orgasmo al leerla. Harto de que nadie lo descubriese, tomó la gran decisión de su vida cuando conoció al hiperactivo Neal Cassady y decidió cruzar con él el país.
Neal Cassady había nacido en Denver y era hijo de un barbero. A los 14 años robó su primer coche y descubrió que ésa era una de sus grandes pasiones junto con el alcohol y las mujeres. Cuando Jack Kerouac le conoció supo al instante que había encontrado a una de esas personas que te abducen en su particular torbellino. Y no hay duda de que Cassady lo hizo. Quizás no tenía tanta cultura como Kerouac, ni tampoco poseía el don de la escritura. Sin embargo, Neal tenía una energía descomunal y en lugar de escribir una novela, hizo de su vida una aventura.
Para escribir ya estaba Kerouac y, precisamente, eso fue lo que hizo en En El Camino, su segunda novela: narró sus aventuras junto a Neal a bordo de coches alquilados y carreteras polvorientas. Cassady acabaría siendo el protagonista del libro y, en consecuencia, cuando la obra se hizo famosa, acabó convirtiéndose en un símbolo para muchos jóvenes. Sin embargo, el éxito tardó en llegar básicamente porque a Kerouac le costó años que algún editor publicara un libro, su libro, en el que el esquema clásico de introducción, nudo y desenlace no existe.
Portada diseñada por Kerouac para su obra.
Y es que cuando uno lee En El Camino constata que los cinco viajes que Kerouac nos describe bajo el apodo de Sal Paradise y en compañía de Neal (quien se esconde tras la figura de Dean Moriarty) no tienen ningún objetivo claro. Ese sin sentido suponía un grave escollo para las editoriales. Nadie quería publicar una obra en la que sus protagonistas no saben dónde van ni qué es lo que quieren (y lo cierto es que, en algunos momentos, la novela puede hacerse repetitiva).
El propio Kerouac, en muchas ocasiones, tampoco sabía qué demonios surgiría del tecleado compulsivo de sus aventuras. "Llevaba un libro para el viaje pero preferí leer el paisaje americano. El viaje en sí es el argumento", solía intentar explicar. Su proceso de escritura consistía en ir llenando rollos y rollos de papel ya que se negaba a utilizar folios "para no matar el ritmo de la novela". Tras continuas revisiones, la obra finalmente se publicó en 1957, siete años después de que Kerouac publicara su primera novela. On The Road, en la carretera, fue el acertado título original que resume a la perfección el espíritu de la obra. En España, por ese tipo de misterios que se repiten a menudo, se decidió renombrar la obra como En El Camino, tres palabras que sugieren connotaciones agrarias y rurales en lugar de asfalto y velocidad. Aunque los miles de kilómetros fueran ilógicos, ese acto absurdo de viajar por viajar supone la clave del libro. Mucho más si tenemos en cuenta que esa marcha sin trayecto final desprende por sí misma cierto halo de romanticismo literario que siempre va bien a la hora de acompañar a la figura del rebelde de turno. En consecuencia, a medida que la lectura avanza no resulta descabellado pensar que tú también quieres y puedes rebelarte cogiendo carretera y manta para dejar atrás un trabajo convencional con su horario estipulado y dedicarte, por fin, a vivir con la misma intensidad con la que Dean vive el beso de una mujer.
Trailer de la película, bastante adaptada a la novela del año 2004.
Por
otra parte, la obra también resulta interesante por las vivencias de Sal y
Dean, (Kerouac y Cassady) kilómetro tras kilómetro: chicas, drogas, jazz en
clubs de mala muerte, dudas existenciales, poemas musicales o decepciones como
cuando los protagonistas llegan a Hollywood y se encuentran con una ciudad con
los perdedores más bellos de América, estrellas de cine frustradas que trabajan
en cafeterías de mala muerte. La alternativa existe y está ahí. El tercer
aliciente reside en la figura de Dean Moriarty, un tipo amable, cruel, cómico y
trágico. Todo a la vez, puro nervio. Aunque no está solo. Kerouac retrató en
este libro a todos y cada uno de los escritores que formaron parte de ese
movimiento literario. Así que En El Camino también es el retrato del particular
comportamiento y estilo de vida de estos bohemios de motel.
Y si Kerouac
es el autor más conocido de la Generación Beat, Allen Ginsberg quizás fue el
escritor más político. No en vano dio a los beats el toque reivindicativo que,
por ejemplo, le faltó a Kerouac para ser un contestatario en toda regla. El
autor de En El camino fue acusado de racista por ofrecer una imagen demasiado
idílica y algodonera tanto de los mexicanos como de los negros en su obra más
famosa. Gran parte de la crítica echó en falta que Kerouac mencionase que
además de beber, reír y vivir en un mundo menos racional, esas minorías
sociales también vivían en guetos y sin apenas derechos civiles. En cambio,
Ginsberg sí que supo poner el dedo en la llaga y de hecho mostró su
incondicional apoyo a la minoría negra durante la lucha por la consecución de
sus derechos civiles y también acabó siendo una figura importante durante las
protestas contra la guerra de Vietnam.
A diferencia de
Kerouac y de Burroughs, Allen Ginsberg se dedicaba a la poesía tal y como
también lo había hecho su admirado Arthur Rimbaud en el siglo XIX. El poeta
francés era un símbolo para todos los beats. La razón es sencilla. Rimbaud, no
contento con exaltar los sentidos en sus poemas, también se comportaba de
manera excéntrica: bebía, fumaba marihuana, apenas se lavaba, se desnudaba en
público y, para acabar de redondear su historial contrario a las buenas
costumbres de la época, mantuvo una relación homosexual con el escritor Paul
Verlaine. No hay que olvidar que en por aquellos tiempos la homosexualidad
estaba penada en Francia. Sin embargo, Allen Ginsberg tuvo más problemas
que su admirado Rimbaud a la hora de aceptar y de reconocer su homosexualidad.
Su atracción por los hombres, sin embargo, no fue su único dolor de cabeza. El
primero de ellos fue la esquizofrenia de su madre. Nacido en Nueva Jersey en el
seno de una familia judía, la infancia de Ginsberg estuvo marcada por los
problemas mentales que sufría Naomi, su progenitora. Para colmo y escándalo de
todo buen americano de barras y estrellas en la puerta de casa, Naomi estaba
afiliada al partido comunista americano y solía llevar a sus hijos a los
mítines. Las dudas y los altibajos en el hogar acabaron por conformar una
personalidad algo inestable. Y si bien Ginsberg creció admirando a poetas
como William Blake y Walt Witman, también lo hizo teniendo alguna alucinación
tal y como le sucedió a los 22 años.
Ni más ni menos, Ginsberg creyó que William
Blake en persona le estaba recitando "Ah sunflower" y otros dos
poemas. Este hecho significó un punto y aparte en la vida de Ginsberg y
posteriormente intentaría a través de las drogas revivir aquel éxtasis
existencial. A pesar de tener una infancia complicada, el joven poeta encontró
en la escritura su vía de escape. Aunque sus intereses iban mucho más allá. Uno
de ellos era el budismo. Ginsberg, quien también había viajado por las
carreteras americanas tal y como lo estaba haciendo Kerouac, se trasladó a
mediados de la década de los cincuenta a San Francisco. Por entonces, la ciudad
californiana ya tenía fama de urbe progresista y además contaba con una
incipiente movida poética. Fue allí cuando Allen Ginsberg conoció a Peter
Orlovsky, un joven de 21 años del que se enamoró. Atrás quedaron los intentos
de Ginsberg por reconvertirse en heterosexual (aunque esto tampoco fue un
obstáculo para haber sido el amante de Neal Cassady, una relación que Kerouac
desaprobaba más que nada porque no era demasiado gay-friendly).
La pareja
empezó a leer sutras a todas horas y Ginsberg quedó francamente emocionado por
esas ideas que hablaban de paz espiritual. También en San Francisco,
Ginsberg se animó a realizar recitales en cafés o en otros espacios como la Six
Gallery. En estos acontecimientos, Ginsberg interpretaba sus versos vitales,
críticos, pero sobretodo, directos. Y lo hacía ante una audiencia que poco a
poco iba creciendo. Sus influencias eran en el jazz, las drogas, la política y
el budismo. Y su público eran jóvenes universitarios y bohemios. Puede que
bastante gafapastas. Su recital más famoso fue uno celebrado en 1955 que
se bautizó como "Six poets at the Six Gallery". O lo que es lo mismo,
seis poetas de influencia beat (Ginsberg, Phil Lamantia, Michael McClure, Gary
Zinder y Philip Whalen) recitando poemas en la Six Gallery. En este recital, al
que acudió Kerouac, Ginsberg leyó por primera vez su célebre poema
"Aullido". Y, lógicamente, estalló la locura y el escándalo. Porque
una poesía que empieza diciendo "He visto los mejores cerebros de mi
generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos
arrastrándose de madrugada por las calles de los negros en busca de un colérico
picotazo" tiene que dar que hablar. Ginsberg se convirtió rápidamente en
la nueva gran promesa de la poesía pero, al igual que Kerouac, también tuvo
problemas para editar su obra. Finalmente la pequeña editorial City Lights
publicó en 1957 su obra Aullido, un libro de poemas divido entres partes. Con
esta publicación, City Lights empezaría a publicar las obras de otros beats
como Kerouac, William Burroughs, Lucien Carr e incluso Neal Cassady, quien
también se atrevió con la escritura pero sin lograr demasiado éxito.
La
publicación de Aullido no supuso el fin de los problemas de Ginsberg. Al
contrario, al poco tiempo de salir a la venta la obra fue acusada de obscenidad
por un tribunal. Tras un largo proceso judicial en el que Ginsberg consiguió
movilizar a escritores e intelectuales a favor de la libertad de expresión, la obra
fue declaraba "no obscena". El ruido ya estaba hecho y los beats
ya empezaban a catar la popularidad. Kerouac siguió escribiendo y publicó entre
otras obras Los subterráneaos y Los vagabundos del Dahrma, en mi opinión mucho más representativa del pensamiento de Kerouac
una obra budista
ambientada en San Francisco. Al mismo tiempo, el escritor veía como su obra En
el camino se iba convirtiendo poco a poco en un referente entre los jóvenes. De
hecho, muchos de ellos decidieron imitar a Kerouac y a Cassady y se lanzaron a
cruzar Estados Unidos a bordo de coches alquilados. Por su parte, Ginsberg
escribiría en 1961 Kaddish y otros poemas, un claro homenaje a su madre
recientemente fallecida. Pero si por algo destacó Ginsberg (aparte de por
ofrecerse como cobaya para un experimento a base de LSD) fue por su crítica
política. El poeta estaba en todas las manifestaciones y manifiestos en contra
de la guerra del Vietnam y apoyaba a Martin Luther King. Así que 1973 decidió
publicar otra de sus obras imprescindibles, la crítica La caída de América.
El
título lo dice todo. Por entonces Ginsberg se codeaba con gente como Bob Dylan
y personajes como Tom Waits, Hunter S. Thompson, Ken Kesey y Charles Bukowski
reconocían la influencia de los beats en sus obras. Pero ¿qué hacía William
Burroughs?
Volvamos Ginsberg.
Al mismo tiempo que el poeta publicaba en 1957 Aullido, William S. Burroughs
estaba pasando una temporada bastante agitada en Tánger. Lo de agitada es un
eufemismo para decir que en la ciudad marroquí Burroughs se pasaba el día
drogado a base de bien aunque también le quedaba algo de tiempo para escribir.
Lógicamente, en semejante estado mental y físico, lo que salía de sus textos no
era más que el fiel reflejo de un yonqui en plena fase autodestructiva pese a
que para Burroughs la destrucción fuese su forma de vida durante al menos
cincuenta años.
Peter Orlovsky, William Burroughs, Allen Ginsberg, Alan Ansen, Gregory Corso, Paul Bowles e Ian Sommersville en Tánger 1961
De su período puestísimo en Tánger nació en 1959 su novela más
conocida, El Almuerzo Desnudo, una obra psicotrópica, sin sentido y un
auténtico reto para quien decida leérsela entera.
Años después y más recuperado, Burroughs escribió una introducción en la que comenta su particular proceso de escritura durante aquellos días en Tánger. Burroughs explica: "Desperté de La Enfermedad a los cuarenta y cinco años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese aspecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a La Enfermedad... La mayoría no recuerdan su delirio al detalle. Al parecer yo tomé notas detalladas sobre La Enfermedad y del delirio".
Resulta curioso observar como un hombre que había nacido en Saint Louis y en el seno de una familia acomodada (el abuelo de Burroughs había inventado una calculadora que, con las debidas modificaciones, posteriormente se convirtió en una caja registradora) decidiera vivir rodeado de drogadictos, prostitutas, pequeños delincuentes, escritores medio chalados y, en definitiva, a lado de toda una fauna que escandalizaría al más pijo entre los pijos. Pero Burroughs siempre fue diferente pese a graduarse en literatura inglesa ni más ni menos que en Harvard.
Años después y más recuperado, Burroughs escribió una introducción en la que comenta su particular proceso de escritura durante aquellos días en Tánger. Burroughs explica: "Desperté de La Enfermedad a los cuarenta y cinco años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese aspecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a La Enfermedad... La mayoría no recuerdan su delirio al detalle. Al parecer yo tomé notas detalladas sobre La Enfermedad y del delirio".
Resulta curioso observar como un hombre que había nacido en Saint Louis y en el seno de una familia acomodada (el abuelo de Burroughs había inventado una calculadora que, con las debidas modificaciones, posteriormente se convirtió en una caja registradora) decidiera vivir rodeado de drogadictos, prostitutas, pequeños delincuentes, escritores medio chalados y, en definitiva, a lado de toda una fauna que escandalizaría al más pijo entre los pijos. Pero Burroughs siempre fue diferente pese a graduarse en literatura inglesa ni más ni menos que en Harvard.
Tras que el ejército le impidiera reclutarse porque había perdido la falange de
un dedo, Burroughs se estableció en Nueva York y allí fue donde conoció a
Kerouac y a los demás beats. Por aquel entonces Burroughs ya tenía claro que
era bisexual y que le gustaban los bajos fondos: los trapicheos, la
falsificación de recetas o los pequeños hurtos eran sus compañías habituales.
Cuando William se metía en algún problema, algo común, el dinero de su familia
servía para rescatarle. También le gustaba escribir aunque tardó bastante
tiempo en crear su carrera literaria. Su primera novela Yonqui se publicó en
1953 en parte gracias a que Allen Ginsberg le había animado para que escribiese
algo. Ginsberg seguramente pensó que un tipo tan impredecible como Burroughs
tendría bastantes cosas que contar.
Fue en Nueva York donde conoció a Joan Vollmer, una amiga de la primera mujer de Kerouac que, rápidamente y por influencia de un círculo social bastante narcótico, se enganchó a las anfetaminas y a Burroughs. Fueron pareja, tuvieron dos hijos y ambos se dedicaron a vivir por el lado salvaje de la vida en compañía de Kerouac, Ginsberg, Cassay & Co. Pero en una fiesta celebrada en 1951 en Mexico D.F. William S. Burroughs decidió imitar a Guillermo Tell. No está claro si fue Burroguhs quien puso un vaso sobre la cabeza de su compañera o si fue la propia Joan. Pero lo que si que está claro es que Burroughs no le dio a la diana correcta y pasó 13 días en una prisión de la capital acusado de matar a su mujer. Una vez más, el dinero de su familia compró la libertad del loco Bill quién aprovechó la ocasión para viajar hasta llegar a Tánger.
La muerte de Joan supuso el espaldarazo definitivo para que Burroughs decidiera continuar con su carrera literaria. El escritor consideró que tras la muerte de Joan lo único que podía hacer era plasmar en un papel sus experiencias. Y de ahí nacieron obras como la ya citada El Almuerzo Desnudo, El Exterminador, Las cartas de la Ayahuasca, una obra que recoge la correspondencia entre Burroughs y Ginsberg o Ciudades de la Noche Roja. En los 70, Burroughs volvió a Estados Unidos y fue entonces cuando pasó de ser un tipo marginal y se convirtió en un icono para artistas como Patti Smith, Andy Warhol, la fotógrafa Susan Sontag y o los Sex Pistols entre otros.
Burroughs con Patti Smith
Más adelante, en los noventa, Kurt Cobain, por ejemplo, quiso poner música
a poemas de Burroughs. Y es que Burroughs siempre fue un hombre que arrastraba
tras de sí una leyenda maldita espectacular y, además, nunca dejó de hacer lo
que se esperaba de Burroughs: escribir y tomar drogas. Era un punk por sistema.
La Generación Beat creció en Estados Unidos y fue un referente literario, pero
también en cierto modo cultural, hasta que en 1968 la Era de Acuario se apropió
de muchos de los tabúes y de las ideas de Kerouac y los suyos y se encargó de
eclipsar las largas carreteras estadounidenses a base de florecitas en el pelo.
Segundo vídeo de Diana Uribe:
Los beats, sin embargo, mantuvieron en cierto modo su popularidad. Kerouac
apenas la pudo disfrutar ya que murió en 1969 a causa de unas complicaciones
derivadas de su elevado consumo de alcohol. Ginsberg seguiría dando guerra hasta
1997. Y ese mismo año, unos meses después y quizás como última jugarreta,
William S. Burroughs fue el último de los más famosos beats (a parte de los
padres de Ned Flanders) en despedirse del mundanal ruido. El largo viaje a
través de carreteras polvorientas, sin duda, había dado mucho de sí. (Tomado de
Libros que muerden)
Así, poco a poco, la Generación Beat fué dando paso a un nuevo movimiento revolucionario el Movimiento Hippie, que podremos ver en la siguiente entrada.
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M'han agradat molt aquestes dues entrades. Estan molt completas i es nota que saps el que parles y t'agrada. M'han servit els dos post per a fer un treball. Tot mirat, hagués estat bé tenir aquest blog quan vaig fer el treball de recerca, que anava sobre el tema.
ResponEliminaQue vagi molt bé!
Isabel
Benvolguda Isabel:
ResponEliminaGràcies pel teu comentari; segur que un dia, més endavant en els teus estudis, tornaràs a pensar en aquest tema, tot el que et va quedar per dir, pensar, imaginar...
Aquestes pàgines romandràn en el teu cap i a la xarxa, i si et puc servir d'alguna cosa doncs ja saps on trobar-me.
Terraxaman