"No ser nada es
la condición necesaria para ser"
Rumi
“Varias son las sendas que conducen a Dios;
yo he elegido la senda de la danza y de la música”
Hazrat Maulaná Yalaluddín Rumí (1207-1273)
Rumi
“Varias son las sendas que conducen a Dios;
yo he elegido la senda de la danza y de la música”
Hazrat Maulaná Yalaluddín Rumí (1207-1273)
Éste verano, hemos podido realizar el viaje a Turquia en autocaravana, que llevávamos algún tiempo deseando hacer. No, no hemos ido solos, sino en grupo, organizado por Arac Travel. El viaje, una especie de recorrido por nuestros orígenes culturales, comprendió en nuestro caso, un largo periplo: de Pompeia en Italia, a Chatal Huyuk en el interior de Anatolia, pasando por Macedonia, Tracia, la Turquia europea, Istambul, Ankara, Capadoccia, Konya, las ciudades griegas de Asia Menor: Pergamo, Efeso, Troya y tantos otros lugares, de los que talvez deba hablaros en otras entradas.
Uno de nuestros destinos más esperados y deseados, era visitar la tumba del gran poeta sufí Yayal al-Din, más conocido como Rumi; uno de los lugares de peregrinación predilectos dentro del Islam y sin duda, el corazón del Islam turco. Conforme nos aproximábamos al Mausoleo del Mevlana,
en mi interior, iba creciendo una gran ansiedad, tenía pensado leer unos versos ante su tumba - de acuerdo a la tradición sufí - lo que me hacía una gran ilusión, pero al mismo tiempo estaba preocupado por como se aceptaría en aquel lugar sagrado, el que un "giri" se detuviese ante ella, para efectuar ese rito. Además era viernes, el día de fiesta religiosa para los musulmanes y el recinto estaría hasta los topes de devotos.
El edificio rodeado de jardines de gran belleza, capaces de albergar a una buena multitud, destaca sobre todo por la ornamentada y bellísima cúpula de color verde, recubierta de cerámicas e inscripciones -al estilo persa de donde era originario Rumi- que se alza directamente sobre la tumba.
El conjunto, Mausoleo-Monasterio -convertido ahora en Museo- y la mezquita próxima, son obra del gran arquitecto otomano Mimar Sinan del que podéis conocer algo en la siguiente entrada:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2011/12/el-mimar-sinan.html
Efectivamente, el recinto estaba abarrotado de fieles,
teníamos que avanzar casi en fila india, deprisa, deprisa, sin poder detenernos a abservar con atención, los detalles, la decoración, etc. El auge de los islamistas, desde que está Erdogan en el poder, ha colocado una sala de plegarias en el interior, con lo que la sensación de rigor religioso es aún mayor; a pesar de todo, al llegar frente a la tumba una de las vigilantes, al ver que me disponía a leer un texto,
me invitó a colocarme en un pequeño cuadrado y allí, en catalán, leí el siguiente poema:
El Poema dels Àtoms
Oh dia, desperta!
Els àtoms ballen.
Tot l’univers balla gràcies a ells.
Les ànimes ballen posseïdes per l’èxtasi.
Et xiuxiuejaré a l’oïda… a on els empeny aquesta dansa.
Tots els àtoms en l’aire i en el desert… semblen posseïts.
Cada àtom, feliç o trist… està encantat pel Sol.
No hi ha res més a dir.
Res més.
Els àtoms ballen.
Tot l’univers balla gràcies a ells.
Les ànimes ballen posseïdes per l’èxtasi.
Et xiuxiuejaré a l’oïda… a on els empeny aquesta dansa.
Tots els àtoms en l’aire i en el desert… semblen posseïts.
Cada àtom, feliç o trist… està encantat pel Sol.
No hi ha res més a dir.
Res més.
Os pongo un vídeo con éste poema, cantado en persa y con traducción en castellano.
A lo largo del breve recorrido por el interior del Mausoleo, a pesar de todo, aún tuve ánimo suficiente, cómo para captar el ambiente de fervor con que los fieles entraban a visitar la tumba de ese gran maestro espiritual.
Sólo ésta visita, justificaría el largo viaje hasta Konya.
Pero bueno, dejémonos de historias personales y vayamos a estudiar al Mevlana. Cómo sea que la magnitud del trabajo supera en mucho mis conocimientos y posibilidades, en la medida que lo he necesitado, no he tenido reparos en utilizar algunos textos de diversos autores, su autoría queda recogida generalmente en color verde para que sea bien visible. Además, como en otras ocasiones, he dividido el trabajo en tres partes o mensajes:
* El primero, dedicado fundamentalmente a la biografía de Rumi.
* El segundo, a la descripción física y moral, cómo era personalmente.
* El tercero a su obra escrita y, muy especialmente a su ceremonia de Samâ, o danza de los derviches giróvagos que caracteriza a sus seguidores, la Tariqa de los mevlevis.
Comenzemos.
Dice Marià Corbí en el prefacio a sus comentarios sobre el Mathnawî, la principal obra de Rumi - ideas que compartimos totalmente - :“En escritos anteriores he propugnado la necesidad de leer los textos de los grandes autores de todas las tradiciones, desde nuestra condición de occidentales, sin renunciar a ella, pero haciendo nuestras todas esas otras tradiciones, para aprender de ellas y poder extraer la sabiduría que tanto necesitamos para las nuevas sociedades industriales de innovación y cambio. Eso es lo que intento en este escrito.
Pero bueno, dejémonos de historias personales y vayamos a estudiar al Mevlana. Cómo sea que la magnitud del trabajo supera en mucho mis conocimientos y posibilidades, en la medida que lo he necesitado, no he tenido reparos en utilizar algunos textos de diversos autores, su autoría queda recogida generalmente en color verde para que sea bien visible. Además, como en otras ocasiones, he dividido el trabajo en tres partes o mensajes:
* El primero, dedicado fundamentalmente a la biografía de Rumi.
* El segundo, a la descripción física y moral, cómo era personalmente.
* El tercero a su obra escrita y, muy especialmente a su ceremonia de Samâ, o danza de los derviches giróvagos que caracteriza a sus seguidores, la Tariqa de los mevlevis.
Comenzemos.
Dice Marià Corbí en el prefacio a sus comentarios sobre el Mathnawî, la principal obra de Rumi - ideas que compartimos totalmente - :“En escritos anteriores he propugnado la necesidad de leer los textos de los grandes autores de todas las tradiciones, desde nuestra condición de occidentales, sin renunciar a ella, pero haciendo nuestras todas esas otras tradiciones, para aprender de ellas y poder extraer la sabiduría que tanto necesitamos para las nuevas sociedades industriales de innovación y cambio. Eso es lo que intento en este escrito.
El Mathnawî -que comentaremos en la tercera y última de las entradas dedicadas a Rumi- es uno
de los más grandes textos espirituales de la historia de la humanidad. Le han llamado
creo que con justicia,“el Corán persa”.
Djalâl-od-Dîn
Rûmî, apodado Mawlana (“nuestro maestro”),enseñaba jurisprudencia en Konya, Turquía,
cuando su vida dio un giro a raíz de su encuentro con un derviche errante, Shams
de Tabrîz. De ese encuentro surgió el Rûmî poeta, el místico, y a su alrededor
se originó la tarîqa Mawlawîya (la orden Mewleví), que se extendió rápidamente
por todo el imperio otomano. Se la conoce fuera de los círculos sufíes por la
danza en círculos de sus derviches (el sama’), emulando el giro de los
planetas alrededor del sol.
A mi
criterio, Rûmî, reúne dos grandes cualidades, muy difíciles de conjuntar: es
cálido como un poeta y es un muy profundo pensador. Estos dos aspectos no son
dos estratos de su colosal escrito, sino una fecunda unidad. Su poesía es
altamente intelectual y su especulación es altamente poética.
Conjunta
además otros dos estilos espirituales también muy difíciles de conjuntar. Es un
musulmán,por consiguiente, rigurosamente teísta, y es, a la vez, un pensador
vedanta, no dual.
Su
obra no es nada fácil, como podrá deducirse de los aspectos tan diversos y casi
opuestos que concilia. Es una mina de diamantes. Pero para conseguir esas joyas
hay que adentrarse en la oscuridad de la mina con un pico y una pala para
extraerlas una a una. Cuando lo logras y tienes la preciosa piedra en tus
manos, la riqueza de sus caras no tiene límite.
Hay
una lectura creyente de Rûmî; hay una lectura incrédula en la que sólo se ve al
poeta; hay una lectura laica, aunque espiritual, que se maneja mal con la
noción de Dios por las resonancias, todavía poderosas, que esa noción tiene con
los sistemas de creencias y, por último, hay una lectura laica, también con
voluntad espiritual, que ya no tiene dificultad con la noción de Dios porque
ésta se toma como puro símbolo expresivo de la dimensión absoluta de la
realidad.
Es
preciso que las nuevas sociedades puedan leer los grandes textos y escrituras
de las tradiciones religiosas teístas, sin que la noción de Dios les provoque
ningún tipo de rechazo, porque llegan a entenderlo como puro elemento
lingüístico expresivo de esa dimensión, que es inefable, pero que da fundamento
para poder usar esa imagen del absoluto con claros rasgos antropomorfos. El
símbolo Dios, Él, son potentes modos expresivos y orientativos para trabajar en
la vía interior. No hay razón alguna para no utilizarlos y sí muchas para
emplearlos cuando convenga.
Hemos
de poder conseguir leer los textos que hablan de la dimensión absoluta de la
realidad, y dejarnos orientar por ellos, para aprender de ellos su sabiduría,
corregir nuestros errores en el camino, etc., tanto si se trata de textos de
expresión teísta como no teísta. Esas dos grandes categorías son sólo
diferentes modos de expresión y trabajo para despertar a esa dimensión, en los
que se utilizan preponderantemente unas facultades u otras.
Para aprender
y heredar esa sabiduría no es preciso ser creyente, ni pertenecer a ninguna
religión, sólo se precisa ser un buscador honrado, silencioso y sin ningún tipo
de prejuicios”.
Como
queda claro en las páginas de éste blog, considero mías todas las tradiciones, también
las tradiciones teístas, y no me queda ningún prejuicio contra ellas. Sólo así
podremos heredar el rico legado cristiano, musulmán y judío.
Continúa
Marià Corbí: “La línea de fondo es la central de la gran intuición islámica: Él
es el Único, nadie ni nada hay frente a Él. En esto no hago más que adaptarme,
en lo posible, a la sutilidad del procedimiento de exposición del mismo Rûmî.
Rûmî
pocas veces llama a la dimensión absoluta de lo real “Dios”, es más frecuente
que lo apunte llamándole “el que es”. En esto también procuraré seguirle,
aunque preferiría referirme a Ese Algo como “lo que sea”. Sin embargo Rûmî
vivió en un ambiente teísta; por esta razón le llama “el que es” y no “lo que
es”. Aunque no por ello deja de insistir constantemente en el carácter
innombrable “del que es”. En lenguaje de nuestros días podríamos decir que
comprende con toda claridad que el término “Dios” o “Al·lâh” son sólo
metáforas, símbolos para hablar de lo que no se puede nombrar.
Vease en éste sentido la entrada:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2009/01/per-comprendre-l-islam.html
Vease en éste sentido la entrada:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2009/01/per-comprendre-l-islam.html
El
término con que más se refiere a la dimensión absoluta de lo real es “Él”. Lo
aceptaré y lo asumiré, porque para un sujeto en camino, el Absoluto se presenta
como externo, como fuera de uno mismo.Y eso Absoluto que fingimos como frente a
nosotros, por nuestro todavía no pleno convencimiento demuestra nada,lo
fingimos, lo representamos como un “Él”.
Pero
el error a que pueda inducir el término, mera metáfora, puro símbolo, está
corregido continuamente por la afirmación de que es el Único, de que nada ni
nadie hay frente a Él; y por la insistencia continua de que está más allá de
todas nuestras posibilidades de conceptualización y representación.
Pero
Rûmî insiste, como ya lo hizo el Profeta, que “el que es ”acepta la forma en la
que lo concibamos, aunque sea una forma claramente antropomorfa”. Autor: Sefik Can
Aproximación biográfica
Mevlana
Yalal al-Din Muhammad جلالالدین محمد بلخى nació el 30 de septiembre de
1207 en la ciudad de Balj, en lo que es hoy en día el moderno estado de
Afganistán. Existen diferentes opiniones en relación a su fecha de nacimiento.
Mientras Aflaki (fallecido en 1360), el autor de Manaqib al-Arifin aboga
por la fecha antes citada, Rumi en su libro Fihi Ma Fih escribe: "Nos hallabamos en Samarcanda. Jawarzmshah
ha sitiado la ciudad, ha desplegado sus fuerzas alrededor de la ciudad y está
luchando. En las cercanías había una muchacha extraordinariamente guapa. Era
tan bella que no había una chica dotada de su hermosura en la ciudad. La oí
rezar: “¡Oh Dios mío! No me dejes en manos de estos tiranos”". Estos
pequeños detalles sugieren que la fecha de Aflaki es incorrecta ya que
Jawarzmshah sitió Samarcanda en 1207, la fecha que cita como el año de
nacimiento de Rumi. Para que Rumi recordase los alrededores y la belleza de la
chica, debía haber cumplido al menos los cinco o seis años de edad.
Probablemente por esta razón, el historiador Will Durant cita la fecha de
nacimiento de Rumi como 1201, mientras que Maurice Barres la fija en 1203.
La ciudad de Balj, en aquellos días era un centro de estudios muy conocido, antes de ser conquistada por los destacamentos mongoles. Célebre por sus mezquitas, madrazas y palacios, era una de las capitales en la Ruta de la Seda, con un excelente desarrollo económico y siempre repleta de comerciantes y de mercaderes.
La ciudad de Balj, en aquellos días era un centro de estudios muy conocido, antes de ser conquistada por los destacamentos mongoles. Célebre por sus mezquitas, madrazas y palacios, era una de las capitales en la Ruta de la Seda, con un excelente desarrollo económico y siempre repleta de comerciantes y de mercaderes.
Títulos
Su nombre es Muhammad y su título es "Yalal
al-Din". Todos los historiadores le conocen por este título. Además del
calificativo Yalal al-Din, se le nombra también como "Hudavendigar".
En algunos comentarios del Mesnevi, se le hace referencia como
"Mevlana Hudavendigar". El término "Hudavendigar" se emplea
frecuentemente en el Manaqib, el libro de Faridun bin Ahmad
Sipahsalar, quien sirvió a Rumi y a su padre durante casi medio siglo. En lo
que respecta a las expresiones "Mevlevi" y "Mevlana", hoy
en día con "Mevlevi", en general, hacemos referencia a individuos que
han ofrecido sus corazones a Mevlana. Sin embargo, anteriormente entre los
sufíes, este título era reservado a los enamorados de Dios, a hombres y mujeres
de verdad, cuyos corazones estaban despiertos. Por lo tanto, ha habido gente
que recordó a nuestro "Mevlana", Rumi, con el nombre de Mevlevi.
Entre ellos, el gran poeta sufí Qasim-i Envar de Tabriz (fallecido en 1432)
recuerda a Rumi como Mevlevi en su pareado: "¡Oh Qasim,
si deseas buscar y encontrar el espíritu de los significados, lee el Mesnevi de
Mevlevi que es la fuente de los significados!". A Rumi también se le
nombra como "Mevlana Yalal al-Din" precediendo su nombre con el
título de Mevlana, o "nuestro maestro" y en ocasiones tan sólo
Mevlana, el título más común para referirse a los santos en el Islam.
Ya que Rumi pasó la mayor parte de su vida en la Anatolia, en aquel tiempo antiguos territorios de los romanos (como se denominaban a sí mismos los bizantinos, continuadores en oriente del Imperio Romano), también se le conocía como Mevlana Rumi, "Mevlana Yalal al-Din Rumi" o sólo "Rumi".
Ya que Rumi pasó la mayor parte de su vida en la Anatolia, en aquel tiempo antiguos territorios de los romanos (como se denominaban a sí mismos los bizantinos, continuadores en oriente del Imperio Romano), también se le conocía como Mevlana Rumi, "Mevlana Yalal al-Din Rumi" o sólo "Rumi".
Linaje
La ascendencia de Rumi se remonta a Abu Bakr, el
primer califa del Islam. Sultán Valad escribe lo siguiente en su Ibtidaname acerca
de su abuelo Baha al-Din Valad: "Su título era “Baha al-Din Valad”. Sus
devotos eran innumerables. Sus antecesores se remontan a Abu Bakr. Por lo
tanto, obtuvo el nivel espiritual más elevado, tal como lo hizo Hadrat Siddiq
Abu Bakr". Determinó la sucesión en el linaje de modo siguiente,
comenzando en orden cronológico decreciente: Baha al-Din Valad — Huseyin Jatibi
— Ahmed Jatibi — Mahmud — Mavdud — Husayyib — Mutahhar — Hammad — Abdurrahman —
Abu Bakr.
El padre de Rumi se llamaba Muhammad, hijo de
Huseyin Jatibi. Se le conoce como Baha al-Din Valad. Se le dio el título de
"Sultán al-Ulama", —rey de los eruditos—. Hay otro relato que cuenta
que el Profeta concedió a Baha al-Din Valad el título de Sultán al-Ulama. Una
noche el padre de Rumi tuvo un sueño: El Profeta estaba sentado, hablando con
sus Compañeros más cercanos en una tienda majestuosa en un campo de batalla,
cuando de repente el padre de Rumi, Baha al-Din Valad, entró en la tienda y se
acercó con respeto al Profeta. El Profeta lo saludó y le mostró a su derecha un
sitio para sentarse. Después, dirigiéndose a los presentes, señaló: "A
nuestros ojos Baha al-Din Valad es una persona inestimable. De ahora en
adelante, nombradlo con el título de “Sultán al-Ulama”". Al día siguiente
trescientos estudiosos que habían tenido el mismo sueño se dirigieron a la
escuela de Baha al-Din Valad. Querían revelarle su sueño. Pero antes de que
pudieran empezar a contarlo, Baha al-Din Valad se lo había narrado a ellos. Se
mostraron completamente asombrados. Así, con motivo del amor que le profesaba
al Profeta, al padre de Rumi se le conocería como el "Rey de los
Eruditos" hasta el Día del Juicio Final.
De hecho, Baha al-Din Valad no estaba considerado tan sólo como el "Rey de los Eruditos", sino que era a su vez el rey de todas las virtudes. Fue un modelo perfecto a imitar y un ser humano sin faltas. Además de su amplitud de conocimientos poseía la moralidad y las virtudes características del profeta Muhammad. Solía hacer el bien a todo el mundo y se abstenía del mal. Compartía sus conocimientos con aquellos que se encontraban a su alrededor, los avisaba para protegerlos de la incredulidad y de extraviarse. Era un orador elocuente y aquellos que le escuchaban quedaban extáticos, inundados con amor y fe.
No era un erudito cobarde. Incluso señaló los errores cometidos por los sultanes. Así como Sheij Sadi le gritó a la cara a Hulagu "¡Eres un tirano!" cuando devastó Bagdad, Sultán al-Ulama le expresó en público y sin tapujos a Jawarzmshah que la senda en la que se hallaba no era la de Muhammad. No era un erudito que se guardaba sus opiniones por miedo, y nunca elogió a los sultanes ni se comportó hipócritamente por interés material. Advirtió asimismo tanto a eruditos como a sultanes, los cuales se hallaban bajo una influencia excesiva de la filosofía clásica griega y por lo tanto, los fieles piadosos le valoraban sobremanera. La población de la ciudad de Balj, que era un centro de estudio y de la gnosis en aquella época, le mostró mucho amor y respeto, lo que atemorizó al sultán Jawarzmshah. De acuerdo con Aflaki, Husayin, el padre de Sultán al-Ulama, e hijo a su vez de Ahmed Hatibi, era uno de los eruditos más conocidos y uno de los más virtuosos hombres de su tiempo. Enseñó a Razi al-Din Nishaburi, un prominente académico jurídico del S.XII. La madre de Muhammad Baha al-Din era un miembro de la dinastía Jawarzm.
La emigración de Baha al-Din Valad desde Balj
Sultán al-Ulama emigró desde Balj debido a algunas
diferencias de opinión y creencia. La relación de Jawarzmshah con los miembros
de la orden Kubrawiyya no era buena y Baha al-Din estaba al servicio de Najm al-Din
Kubra (fallecido en 1221). En sus sermones, públicamente proclamó que los
estudiosos que se habían dejado llevar por la filosofía y la razón
sobrevalorada no estaban siguiendo el camino del Profeta. De este modo, los
eruditos que no estaban de acuerdo con él hicieron que el sultán se volviese en
su contra.
Por una parte, Sultán al-Ulama era envidiado pero
por otra parte, se hallaba bajo una gran presión psicológica. En realidad,
Sultán Valad escribió que su abuelo había emigrado porque la población de Balj
le ofendió, rompiéndole el corazón. Por lo tanto, no fue sino en esta situación
que Sultán al-Ulama decidió emigrar para no causar ninguna instigación. No se
sabe con exactitud, sin embargo, en qué momento Baha al-Din Valad abandonó
Balj.
Baha al-Din Valad partió junto a sus discípulos más
cercanos, sus emisarios y su familia, incluyendo a su mujer Mumine Hatun, la
hija del sultán de Balj, su hijo mayor Ala al-Din Muhammad y su hijo me-nor
Yalal al-Din Muhammad. Después de abandonar Balj, viajaron de una ciudad a
otra, fueron a La Meca con motivo del hayy, la peregrinación,
deteniéndose posteriormente en Bagdad, continuando en dirección hacia la
Anatolia y tras pasar el invierno en Akþehir cerca de Erzincan, llegaron a
Konya bajo la invitación del sultán selyúcida Ala al-Din Kay Qubad.
¿Cuántos años tenía Rumi cuando inició la
emigración? Se puede considerar que la fecha de partida de Sultán al-Ulama para
el peregrinaje es, a su vez, aproximadamente en 1221 y que cuando empezó la
emigración Rumi tenía 21 años.
El encuentro de Baha al-Din con Attar
La primera parada importante de la caravana
migratoria fue la ciudad de Nishapur, otro centro gnóstico importante de la
época. Por otra parte, Farid al-Din Attar (fallecido en 1220),
un discípulo de Sheij Kubrawi tal y como lo fue Sultán al-Ulama, vivía allí. Ambos se encontraban entre los prominentes representantes de Najm al-Din Kubra (fallecido en 1221), el fundador de la orden Kubrawiyya o Zahabiyya que murió mártir junto con sus discípulos mientras luchaban contra los mongoles. Cuando Attar escuchó informaciones de la llegada de Sultán al-Ulama a Nishapur fue a visitarlo. Los dos santos alcanzaron el secreto del versículo del Corán: "Ha dado libertad a las dos grandes masas de agua, para que puedan mezclarse y fluir". Se ha dicho que durante este encuentro Farid al-Din Attar, presintiendo la grandeza espiritualidad del joven Rumi, le dijo a su padre: "Se espera que este hijo tuyo inflamará pronto los corazones que arden con Amor Divino". Y fue un placer para Attar regalar a Rumi su libro Asrarname. A Rumi le agradó sobremanera la obra Asrarname y siempre la guardó consigo. A medida que los años pasaron y cuando se encontraba dictando su Mesnevi no sólo introdujo historias del Asrarname sino que también expresó en cada ocasión su amor por Attar. En su Diván-i Kabir Rumi escribe: "Attar era el espíritu. Y Sanai era sus dos ojos. Vinimos al reino de la verdad tras Attar y Sinai. Los seguimos".
un discípulo de Sheij Kubrawi tal y como lo fue Sultán al-Ulama, vivía allí. Ambos se encontraban entre los prominentes representantes de Najm al-Din Kubra (fallecido en 1221), el fundador de la orden Kubrawiyya o Zahabiyya que murió mártir junto con sus discípulos mientras luchaban contra los mongoles. Cuando Attar escuchó informaciones de la llegada de Sultán al-Ulama a Nishapur fue a visitarlo. Los dos santos alcanzaron el secreto del versículo del Corán: "Ha dado libertad a las dos grandes masas de agua, para que puedan mezclarse y fluir". Se ha dicho que durante este encuentro Farid al-Din Attar, presintiendo la grandeza espiritualidad del joven Rumi, le dijo a su padre: "Se espera que este hijo tuyo inflamará pronto los corazones que arden con Amor Divino". Y fue un placer para Attar regalar a Rumi su libro Asrarname. A Rumi le agradó sobremanera la obra Asrarname y siempre la guardó consigo. A medida que los años pasaron y cuando se encontraba dictando su Mesnevi no sólo introdujo historias del Asrarname sino que también expresó en cada ocasión su amor por Attar. En su Diván-i Kabir Rumi escribe: "Attar era el espíritu. Y Sanai era sus dos ojos. Vinimos al reino de la verdad tras Attar y Sinai. Los seguimos".
Baha Al-Din en Bagdad
La segunda parada en importancia del periplo de
Sultán al-Ulama fue en Bagdad, la capital del estado abasí. Tal y como narra
Yami, cuando la caravana de Baha al-Din Valad llegó a Bagdad, la gente
preguntó: "¿Quién es esta gente? ¿De dónde vienen? ¿Adónde se
dirigen?" Sultán al-Ulama contestó: "Venimos de Dios y nos dirigimos
de nuevo hacia Él. No tenemos fuerza a menos que Él nos la proporcione".
Cuando le comentaron esta respuesta a Sheij Shihab al-Din Suhrawardi (fallecido
en 1235), el autor de Awarif al-Maarif, señaló: "Nadie a
excepción de Baha al-Din Valad de Balj podría haber dicho esto".
Inmediatamente fue a verle. Cuando le vio llegar con su caravana, se bajó de su
caballo en señal de respeto, se acercó a la caravana y besó la rodilla de Baha
al-Din Valad. Les pidió que se alojasen en sus cenobios para derviches y le
honrasen con ello. Pero Sultán al-Ulama se quedó en una madraza, diciendo:
"Es más apropiado para los eruditos quedarse en una madraza".
Suhrawardi no dejó solo a su honorable invitado, estuvo con él y atendió en
todo momento sus necesidades.
El califa de Bagdad quiso efectuar un donativo en
la persona de este gran santo y le envió tres mil dinares egipcios de oro. Baha
al-Din no aceptó este regalo afirmando: "Es ilícito y discutible". El
califa quiso personalmente darle la bienvenida y tenerle como invitado en su
palacio. El padre de Rumi negó este deseo del califa porque había oído que el
gobernante continuamente bebía y se dedicaba a actividades ilícitas, sin
ninguna consideración por el significado espiritual y el valor de su importante
posición. No era apropiado para un sufí alojarse en el palacio de tal persona y
aceptar el oro que le había enviado.
El sermón que ofreció en la mezquita más grande de
Bagdad fue magnífico. Innumerables creyentes, entre los que se hallaba el
propio califa, llenaron la mezquita. Estaba tan llena que era imposible
encontrar un sitio para sentarse. Todo el mundo estaba de pie, escuchando a
este gran santo. La congregación al completo estaba entusiasmada y muchos de
ellos derramaron muchas lágrimas. Este esplendoroso y devoto santo que emigró
de Balj y que iba a visitar a nuestro Profeta en el Hijaz con su familia y
discípulos hablaba perfectamente árabe y fascinaba a todo el mundo, incluyendo
al califa. Este santo que practicaba lo que creía y voluntariamente emigró y
sobrellevó el dolor de la separación de su ciudad natal, conquistó con su
conducta y palabras los corazones de todos los habitantes de Bagdad. Antes de
visitar la Kaba, visitó la "Kaba de los corazones" de innumerables
creyentes, les había hablado desde el corazón, les había permitido darse cuenta
de las calamidades a las que se enfrentaba el Islam y les había avisado.
Mencionó que la bonita ciudad de Balj había sido destruida por los mongoles y
el gobernador de Jawarzmshah, el Sultán Tekish, derrocado. El califa así como
los creyentes que lo escuchaban se convirtieron en sus admiradores. Le pidieron
que se estableciese en Bagdad pero no estuvo más de tres días y continúo su
peregrinación. Tras efectuar los rituales de la peregrinación, Sultán al-Ulama
tocó con su rostro el santo sepulcro del Profeta en Medina,
la luminosa ciudad del Mensajero de Dios. El padre, junto con sus hijos y sirvientes, derramaron lágrimas de amor en la tumba (Rawda al-Mutahhara —"El Jardín Puro"—) de Muhammad Mustafa que había sido enviado como misericordia para todos los mundos. Después emprendieron su camino y tras pasar por numerosos lugares llegaron a Jerusalén. Allí visitaron Masyid al-Aqsa, la primera alquibla del Islam.
Más tarde llegaron a Damasco. Al escuchar que un gran santo estaba a punto de entrar en la ciudad, la población de Damasco se agrupó a las fueras de la ciudad para dar la bienvenida a Baha al-Din Vadad. Tras encontrarse con célebres estudiosos en Damasco continuaron su camino a la Anatolia. Al dejar atrás la ciudad de Damasco, la caravana fue a Alepo. Estuvieron allí unos días antes de continuar su camino. Pronto ingresaron en el territorio que en aquellos días era denominado "La Tierra de los Romanos". La caravana prosiguió sin permanecer más de unos pocos días en cada lugar. Al llegar a Malatya se dirigieron a Erzincan. En aquellos días Erzincan era la capital de la Dinastía Mangujak. Cuando el Sultán Mangujak Fahr al-Din Bahramshah (fallecido en 1218) y su mujer Ismati Hatun supieron que Sultán al-Ulama iba a venir a su ciudad viajaron a Akþehir, cerca de Erzincan, para darle la bienvenida a él y a su caravana. El sultán deseó llevárselos consigo a su palacio y hospedarlos allí, pero Baha al-Din Valad se alojó en la madraza tal y como había hecho en todos los anteriores sitios. Permaneció allí durante algún tiempo. El sultán Fahr al-Din Bahramshah apreciaba el conocimiento y a los eruditos, y por lo tanto apoyó a eruditos y poetas valorando sus obras, y como incentivo donaba dinero para los libros que le eran dedicados. Tal generosa dinastía que tenía en alta estima a los eruditos quiso conceder su estilo de vida al santo de Balj. Pero, como en todos los demás sitios, no quiso vivir aquí bajo los favores de los demás. Después de estar en Erzincan por un tiempo, llegó a Larende o Karaman como es conocida hoy en día, viajando a través de Sivas, Kayseri y Niðde.
la luminosa ciudad del Mensajero de Dios. El padre, junto con sus hijos y sirvientes, derramaron lágrimas de amor en la tumba (Rawda al-Mutahhara —"El Jardín Puro"—) de Muhammad Mustafa que había sido enviado como misericordia para todos los mundos. Después emprendieron su camino y tras pasar por numerosos lugares llegaron a Jerusalén. Allí visitaron Masyid al-Aqsa, la primera alquibla del Islam.
Más tarde llegaron a Damasco. Al escuchar que un gran santo estaba a punto de entrar en la ciudad, la población de Damasco se agrupó a las fueras de la ciudad para dar la bienvenida a Baha al-Din Vadad. Tras encontrarse con célebres estudiosos en Damasco continuaron su camino a la Anatolia. Al dejar atrás la ciudad de Damasco, la caravana fue a Alepo. Estuvieron allí unos días antes de continuar su camino. Pronto ingresaron en el territorio que en aquellos días era denominado "La Tierra de los Romanos". La caravana prosiguió sin permanecer más de unos pocos días en cada lugar. Al llegar a Malatya se dirigieron a Erzincan. En aquellos días Erzincan era la capital de la Dinastía Mangujak. Cuando el Sultán Mangujak Fahr al-Din Bahramshah (fallecido en 1218) y su mujer Ismati Hatun supieron que Sultán al-Ulama iba a venir a su ciudad viajaron a Akþehir, cerca de Erzincan, para darle la bienvenida a él y a su caravana. El sultán deseó llevárselos consigo a su palacio y hospedarlos allí, pero Baha al-Din Valad se alojó en la madraza tal y como había hecho en todos los anteriores sitios. Permaneció allí durante algún tiempo. El sultán Fahr al-Din Bahramshah apreciaba el conocimiento y a los eruditos, y por lo tanto apoyó a eruditos y poetas valorando sus obras, y como incentivo donaba dinero para los libros que le eran dedicados. Tal generosa dinastía que tenía en alta estima a los eruditos quiso conceder su estilo de vida al santo de Balj. Pero, como en todos los demás sitios, no quiso vivir aquí bajo los favores de los demás. Después de estar en Erzincan por un tiempo, llegó a Larende o Karaman como es conocida hoy en día, viajando a través de Sivas, Kayseri y Niðde.
Baha Al-Din en Larende
Incluso en una época como esta en la que no existía
un equipo de telecomunicaciones como los empleados en la telefonía y
telegramas, la llegada a las ciudades de grandes santos y estimados eruditos se
sabía por adelantado y la población se congregaba en las afueras de la ciudad
para darles la bienvenida con amor y enorme ilusión, una expresión del valor
atribuido a la gnosis y al conocimiento en aquel tiempo. Estas alegres noticias
se extendían de boca en boca pareciera que las noticias alcanzaban su destino
mediante la intervención del viento y los pájaros. En aquellos tiempos no
existía el teléfono pero sí había respeto, sentimientos y amor en los corazones
de los creyentes que amaban el conocimiento, a la humanidad y a Dios. Como en
otras ciudades, en Larende la llegada de Baha al-Din Valad se conocía con unos
días en adelanto. El sultán de Larende, Emir Musa Bey, un enamorado de Dios y
un hombre de virtud, junto con otros funcionarios de alto rango de la ciudad
salió a pie fuera de la misma. Dieron la bienvenida al "Rey de los
Eruditos" con respeto y entusiasmo.
El sultán con insistencia le invitó a su palacio. Pero como en otros lugares, rechazó educadamente el ofrecimiento del Emir Musa. "Necesitamos quedarnos en una madraza, no en un palacio". Pidió que se le asignara un lugar, pues, en dicha escuela religiosa islámica. Su petición fue aceptada y se le hospedó en una madraza. Sin embargo, Emir Musa inmediatamente ordenó que se construyera un nuevo centro de enseñanza de las ciencias islámicas o madraza para este gran santo. En un sitio apropiado edificó una bonita madraza y Sultán al-Ulama se estableció al poco tiempo en las instalaciones de dicho centro del saber con su familia y discípulos. Allí empezó a enseñar y proporcionar consejos. El sultán de los eruditos era feliz en Larende. Emir Musa y los ciudadanos del lugar apreciaban mucho a este gran santo. Sus discursos eran una fuente de abundante beneficio espiritual y fe. Mientras tanto, Mevlana Yalal al-Din Rumi, era todavía joven pero asimismo un derviche con grandes conocimientos, atendía las clases de su padre y nunca se perdió ninguno de sus sermones. También destinaba su tiempo a leer las obras de otros estudiosos y aumentando su conocimiento sobre el Islam.
El sultán con insistencia le invitó a su palacio. Pero como en otros lugares, rechazó educadamente el ofrecimiento del Emir Musa. "Necesitamos quedarnos en una madraza, no en un palacio". Pidió que se le asignara un lugar, pues, en dicha escuela religiosa islámica. Su petición fue aceptada y se le hospedó en una madraza. Sin embargo, Emir Musa inmediatamente ordenó que se construyera un nuevo centro de enseñanza de las ciencias islámicas o madraza para este gran santo. En un sitio apropiado edificó una bonita madraza y Sultán al-Ulama se estableció al poco tiempo en las instalaciones de dicho centro del saber con su familia y discípulos. Allí empezó a enseñar y proporcionar consejos. El sultán de los eruditos era feliz en Larende. Emir Musa y los ciudadanos del lugar apreciaban mucho a este gran santo. Sus discursos eran una fuente de abundante beneficio espiritual y fe. Mientras tanto, Mevlana Yalal al-Din Rumi, era todavía joven pero asimismo un derviche con grandes conocimientos, atendía las clases de su padre y nunca se perdió ninguno de sus sermones. También destinaba su tiempo a leer las obras de otros estudiosos y aumentando su conocimiento sobre el Islam.
Los esponsales de Rumi
Sharif al-Din Lala de Samarcanda, quien había
emigrado desde Balj con Sultán al-Ulama y era uno de sus discípulos favoritos
tenía una hija de gran belleza que se llamaba Gevher Hatun.
Además de poseer una hermosura única, esta joven tenía un carácter y una moral como ninguna otra persona. Dios había combinado la belleza física y espiritual en la persona de Gevher Hatun. Baha al-Din Valad consideró casar a esta bella muchacha con su hijo menor Yalal al-Din Muhammad. ¿Existía alguna razón oculta para querer encontrar una esposa para su hijo menor antes que para su hijo mayor Ala al-Din Muhammad? Por supuesto, había una razón. Hasta los siete años Gevher Hatun había sido una estudiante de Sultán al-Ulama. El carácter de su hijo menor y esta bella estudiante eran muy parecidos, y así pues pensó que este matrimonio sería apropiado. Cuando reveló sus deseos al padre de la chica, Sharif al-Din Lala se alegró sobremanera e indicó: "Este matrimonio nos aportará honor y felicidad en abundancia". Y de este modo los dos padres acordaron el matrimonio.
Además de poseer una hermosura única, esta joven tenía un carácter y una moral como ninguna otra persona. Dios había combinado la belleza física y espiritual en la persona de Gevher Hatun. Baha al-Din Valad consideró casar a esta bella muchacha con su hijo menor Yalal al-Din Muhammad. ¿Existía alguna razón oculta para querer encontrar una esposa para su hijo menor antes que para su hijo mayor Ala al-Din Muhammad? Por supuesto, había una razón. Hasta los siete años Gevher Hatun había sido una estudiante de Sultán al-Ulama. El carácter de su hijo menor y esta bella estudiante eran muy parecidos, y así pues pensó que este matrimonio sería apropiado. Cuando reveló sus deseos al padre de la chica, Sharif al-Din Lala se alegró sobremanera e indicó: "Este matrimonio nos aportará honor y felicidad en abundancia". Y de este modo los dos padres acordaron el matrimonio.
En la primavera del año 1225, estas dos bellas e
incomparables personas se casaron en una modestísima y simple ceremonia de
matrimonio. Al poco tiempo transcurrido tras estos esponsales Mumine Hatun, la
esposa de Sultán al-Ulama, dotada de nobleza en sangre y espíritu así como fiel
y devota haciendo honor a su nombre, murió. Desde que habían llegado a Karaman
desde Balj, Mumine Hatun había soportado las penas a causa de la separación de
su ciudad natal y había sido una fuente de consolación para su amado esposo en
aquellos turbulentos días. En su sensible corazón, había mantenido viva la pena
y la añoranza por su amada, devastada, incendiada y arruinada ciudad natal Balj
y por los parientes que habían dejado allí. La felicidad que sintió por la
magnífica bienvenida que recibió Sultán al-Ulama en las grandes ciudades, la
riqueza espiritual y la alegría de su visita a La Meca y Medina la habían
convertido en una Mumine Hatun , que era asimismo su nombre en
vida.
La muerte de Mumine Hatun fue seguida por la de Ala
al-Din Muhammad, el hermano de Mevlana Yalal al-Din Muhammad. Perder a su fiel
y leal mujer y después a su querido hijo causó en Baha al-Din una pena
indescriptible. No mucho tiempo después la suegra de Mevlana Yalal al-Din
Muhammad, esposa de Sharif al-Din Lala de Samarcanda falleció. Fue enterrada en
Karaman al lado de Mader Sultán ("la reina madre") y
de la madre de Rumi y su hermano. Así pues, Rumi, quien había perdido ya a su
querida madre y a su estimado hermano, a su vez, perdió también a la madre de
su mujer. Después de que a tres de sus seres queridos les fuese dada sepultura
en la tierra de Karaman, Dios le concedió dos preciosos niños. Sultán al-Ulama
y Mevlana Yalal al-Din, ambos por igual, estaban muy contentos por este favor y
bendición de Dios. Rumi nombró a su primer hijo como su padre Sultán Valad y
puso por nombre Ala al-Din Çelebi a su segundo hijo, el nombre de su difunto
hermano. Estos dos niños les consolaron y les hicieron olvidar sus penas.
Sultán al-Ulama permaneció en Karaman aproximadamente siete años. Educó a
muchos estudiantes. Guió a un gran número de personas al camino de la Verdad.
El número de sus discípulos se incrementaba constantemente y sus sermones y
esfuerzos morales se extienden.
El gobernador selyúcida en el poder durante este período era el sultán Ala al-Din Kay Qubad. En una época en la que el Imperio Selyúcida en Anatolia se hallaba al borde del derrumbamiento, este sultán de gran valía desempeñó un liderazgo extraordinario con sus grandes habilidades, virtudes y enorme coraje, y permitió que el estado experimentase un período brillante en la historia. Aunque de manera temporal, consiguió éxitos militares y desempeñó una gran labor en pos del conocimiento y la gnosis invitando a académicos y a una gran variedad de importantes personalidades a Konya. Fue también un sultán sabio, amante de las artes poéticas y no pudo aceptar que una gran personalidad como Sultán al-Ulama se instalase en Karaman, lejos de él. Envió un mensaje a Emir Musa, a quien quería y admiraba muchísimo, en el que decía que estaba un poco ofendido porque el Emir Musa había bloqueado el camino del gran santo de Balj y le había retenido en Karaman. Cuando el Emir Musa informó a Baha al-Din Valad de la ofensa del sultán, Baha al-Din Valad le aconsejó que fuese inmediatamente a Konya y que le explicase todo al sultán.
El Emir Musa, que se encontraba al servicio del sultán y al que el sultán apreciaba muchísimo, se marchó con celeridad hacia Konya. Inmediatamente fue al palacio y explicó que Sultán al-Ulama se había instalado en Larende de acuerdo siempre a sus propios deseos. El sultán, hombre de buen corazón, le escuchó con cuidado, y tranquilizándole le dijo que no le había molestado. Después invitó al "Rey de los Eruditos" a Konya diciendo: "Si Sultán al-Ulama se aventurara a honrar nuestra Konya, esto me haría muy feliz. Seré su siervo y discípulo y caminaré en el Camino de la Verdad que está enseñando. La ciudad de Konya esta esperándole con todos sus sultanes y emires". Con esta intención, dieron regalos a Emir Musa y se dirigió a Larende.
El gobernador selyúcida en el poder durante este período era el sultán Ala al-Din Kay Qubad. En una época en la que el Imperio Selyúcida en Anatolia se hallaba al borde del derrumbamiento, este sultán de gran valía desempeñó un liderazgo extraordinario con sus grandes habilidades, virtudes y enorme coraje, y permitió que el estado experimentase un período brillante en la historia. Aunque de manera temporal, consiguió éxitos militares y desempeñó una gran labor en pos del conocimiento y la gnosis invitando a académicos y a una gran variedad de importantes personalidades a Konya. Fue también un sultán sabio, amante de las artes poéticas y no pudo aceptar que una gran personalidad como Sultán al-Ulama se instalase en Karaman, lejos de él. Envió un mensaje a Emir Musa, a quien quería y admiraba muchísimo, en el que decía que estaba un poco ofendido porque el Emir Musa había bloqueado el camino del gran santo de Balj y le había retenido en Karaman. Cuando el Emir Musa informó a Baha al-Din Valad de la ofensa del sultán, Baha al-Din Valad le aconsejó que fuese inmediatamente a Konya y que le explicase todo al sultán.
El Emir Musa, que se encontraba al servicio del sultán y al que el sultán apreciaba muchísimo, se marchó con celeridad hacia Konya. Inmediatamente fue al palacio y explicó que Sultán al-Ulama se había instalado en Larende de acuerdo siempre a sus propios deseos. El sultán, hombre de buen corazón, le escuchó con cuidado, y tranquilizándole le dijo que no le había molestado. Después invitó al "Rey de los Eruditos" a Konya diciendo: "Si Sultán al-Ulama se aventurara a honrar nuestra Konya, esto me haría muy feliz. Seré su siervo y discípulo y caminaré en el Camino de la Verdad que está enseñando. La ciudad de Konya esta esperándole con todos sus sultanes y emires". Con esta intención, dieron regalos a Emir Musa y se dirigió a Larende.
Familia e hijos
Rumi se había casado con la hija de Jodya Sharif
al-Din Samarqandi, Gevher Hatun (fallecida en 1229) mientras se hallaban en
Karaman antes de que viniese a Konya con su padre. El hijo mayor de Rumi Sultán
Valad y su segundo hijo Ala al-Din nacieron de este matrimonio. Después de que
Gevher Hatun falleciera, Rumi se casó con una viuda, Karra Hatun (fallecida en
1292). Karra Hatun, cuyo nombre podría hacernos presumir que poseía un linaje
bizantino aunque en realidad tenía ascendencia turca, era madre de un hijo,
Shams al-Din Yahya, en el momento de contraer matrimonio con Rumi. Su primer
marido se llamaba Muhammad Shah. Rumi tuvo un hijo y una hija con Karra Hatun,
el hijo se llamaba Amir Muzaffar al-Din Alim Çelebi y su hija Malika Hatun. Por
lo tanto, Rumi tuvo tres hijos y una hija, aunque su segundo hijo, Ala al-Din
Çelebi, falleció en 1262 y fue enterrado a la derecha de la tumba de su abuelo
Sultán al-Ulama. El hijo menor de Rumi con Karra Hatun, Muzaffar al-Din Alim
Çelebi (fallecido en 1277), estuvo empleado en el palacio selyúcida y escaló posiciones
hasta alcanzar el puesto de tesorero. Fue enterrado enfrente de la bendita
tumba de Rumi. La hija de Rumi, Malika Hatun, se casó con un comerciante
llamado Shihah al-Din, originario de Konya. Malika Hatun fue sepultada junto a
la tumba de su hermano, Amir Alim Çelebi.
Su morada en Konya
El "Rey de los Eruditos" aceptó la
invitación del gobernador selyúcida Ala al-Din Kay Qubad. Pidió a su familia y
amigos que empezasen inmediatamente los preparativos para el viaje. Iba a
abandonar Karaman, lugar donde había vivido durante siete años. En la primavera
de 1229, partieron en un viaje hacia Konya acompañados de las lágrimas de los
habitantes de Karaman. Baha al-Din Valad había aceptado la invitación del
sultán para poder ser aún más beneficioso a la gente. Si no hubiese sido por
esta invitación, no habría abandonado nunca Karaman, donde sus seres queridos
se hallaban enterrados. Sabía muy bien cuanto le querían los habitantes de
Karaman. Las lágrimas por su separación no se derramaron en vano. Vio como las
lecciones y discursos que había ofrecido y el conocimiento que había
transmitido habían producido un gran cambio en la población de Karaman. Ahora
se dirigía a una ciudad más grande, a la capital de un gran sultán que amaba y
respetaba a los estudiosos. Konya iba a ser su último destino. Un santo dotado
de una fuerza vital inconmensurable, el "Rey de los Eruditos", iba a
venir a Konya, el punto de encuentro de los santos de Turkistán, Irán, y otras
tierras islámicas. Rumi, maduro de espíritu, se encontraba de nuevo al lado de
su querido padre, su mayor guía y maestro. Había enterrado a su madre y a su
hermano en Karaman. Pero ahora tenía con él a su fiel esposa, a sus dos hijos y
a su padre, la familia que lo era todo para él.
La pequeña caravana prosiguió lentamente su viaje
hacia Konya. La población de Konya se hallaba preparándose para dar la
bienvenida no sólo a Sultan al-Ulama, el "Rey de los Eruditos", sino
también al rey de los gnósticos (Sultán al-Arifin) y al rey de los
santos (Sultán al-Awliya). Esta pequeña caravana espiritual de entre
cinco a diez personas que había dejado Balj hacía años y que había viajado a
ciudades como Nishapur y Bagdad, esta caravana que no se había establecido en
ciudades como Alepo, Damasco, o incluso Bagdad, la "fortaleza de los
santos", se establecería e instalaría finalmente en Konya. La población de
Konya había oído de este gran santo que iba a honrar su ciudad y por lo tanto
estaban agrupados con gran alegría y entusiasmo. Dirigidos por el sultán Ala
al-Din Kay Qubad, todos los notables de Konya, los individuos de más alto rango
del estado, funcionarios religiosos, académicos, sheijs y toda la población de
Konya fueron a dar la bienvenida al "Rey de los Eruditos".
Un bonito día de primavera en la parte externa de las murallas de la ciudad de Konya, en el camino que venía desde Karaman, se iban a encontrar dos grandes sultanes. Uno era el más grande sultán de su época, Ala al-Din Kay Qubad que hizo resurgir el gran estado selyúcida de Anatolia cuando éste parecía destinado a derrumbarse.
El otro era el sultán de los eruditos y de los gnósticos, Baha al-Din Valad, que luchaba contra la ignorancia y los nuevos valores anti-islámicos, y era un ejemplo de humanidad, virtud y fe que soportaba voluntariamente la separación de su ciudad natal en beneficio de sus ideas y su fe. Ala al-Din Kay Qubad se hallaba hastiado de batallas sin fin y comprendió que no tenía significado ser un sultán en este mundo sin recompensa. Decidió que se inclinaría ante el sultán de los espíritus con la esperanza de convertirse en su derviche o discípulo. Es por esta razón que el gran sultán Ala al-Din Kay Qubad, de noble espíritu se encontraba más entusiasmado que nadie cuando esperaba al gran santo.
La modesta caravana se podía apreciar en el horizonte. Sultán al-Ulama con su barba blanca y su rostro luminoso apareció montado en su caballo al frente de la caravana. Rumi seguía a su honorable padre. Se podía ver también a sus derviches, discípulos y familia y detrás de ellos unos cuantos camellos cargando bultos llenos de libros. Cuando la caravana se aproximó, el sultán, que se hallaba esperando en su caballo desmontó inmediatamente. Corrió y tomó las riendas del caballo de Sultán al-Ulama y le ayudó a desmontar. Los dos sultanes se saludaron con respeto y Sultán al-Ulama fue ayudado, para volver a montar en su cabalgadura. Sin embargo, el gobernador selyúcida, el gran sultán Ala al-Din Kay Qubad no montó su caballo. En lugar de esto caminó al lado del gran santo, en ocasiones tirando de las riendas de la cabalgadura, a veces sujetando su silla de montar, siempre al lado de Baha al-Din Valad. El Sultán del Mundo se había convertido en el siervo del Sultán de los espíritus. Las personas que contemplaron esto permanecían asombradas. Se encontraban fascinadas por la modestia de su sultán y le quisieron y admiraron todavía más. Cuando entraron en la ciudad las calles se encontraban llenas de gente. Los asistentes miraban esta escena única desde sus ventanas y tejados. El sultán selyúcida quiso trasladar a su estimado invitado a la habitación del palacio que le había preparado. Le pidió que se quedase y viviese allí. Baha al-Din contestó: "¡Oh poderoso sultán! Comprendo tus intenciones. Pero las madrazas son para los imanes, las residencias de derviches para los sheijs, los palacios para los reyes, los caravasares para los mercaderes y las posadas para los pobres. Con su permiso, me gustaría quedarme en una madraza". El sultán aceptó su petición.
Fueron
hospedados en la mayor madraza de la ciudad, Altun Aba. Como era costumbre
entre los sultanes, emires y hombres de elevada posición de aquel tiempo, el
sultán Ala al-Din ofreció a su querido huésped muchos regalos. Aunque envió
dinero, comida y muchas otras ofrendas, Baha al-Din Valad educadamente devolvió
todos estos regalos. Como en el resto de ciudades, en Konya no aceptó ningún
regalo de nadie, ni siquiera por parte de los sultanes y señaló: "No
tenemos aspiraciones por la riqueza de este mundo. Lo que nos dejaron nuestros
abuelos como herencia es suficiente. El sultán no debe molestarse en enviarnos
cosas que no nos merecemos".
Años más tarde el nieto de Sultán al-Ulama describiría en su libro Ibtidaname la llegada de su abuelo a Konya del modo siguiente: "Toda la población, hombres, mujeres, jóvenes, mayores, todos extremaron su amabilidad con él hasta cotas infinitas. Contemplaron sus karamat ("los poderes milagrosos de un santo"). Oyeron sus secretos. Progresaron espiritualmente gracias a su favor y abundancia. Continuamente hablaban de él y de su grandeza. Los días transcurrieron de este modo. Después todos los jóvenes, mayores, hombres y mujeres pasaron a ser sus discípulos. No mucho después Sultán Ala al-Din vino a mostrarle sus respetos junto a sus comandantes. Cuando el Sultán Ala al-Din contempló su luminoso rostro, se convirtió en su discípulo con amor y extrema sinceridad. Cuando escuchó sus discursos teológicos y sus lecciones se convirtió en su admirador, le reservó un lugar en su corazón y encontró en él muchos signos de Sultán al-Ulama".
Baha al-Din Valad ocupó unas cuantas habitaciones en la madraza de Altun Aba y se estableció allí con sus hijos y nietos. Enseñó en la mezquita de Ala al-Din que todavía se puede contemplar hoy en día en Konya. Donde quiera que fuese una gran multitud de personas le seguía. Y el sultán frecuentemente venía con sus comandantes a escuchar sus discursos.
Baha al-Din Valad había decidido instalarse y quedarse en Konya como el más grande de los "santos de Jorasan" que había llegado a la "Tierra romana". Tras unos días, Sultán Ala al-Din Kay Qubad celebró una gran ceremonia en su palacio. Invitó junto a Baha al-Din Valad a los mejores estudiosos, sheijs, visires y comandantes de Konya. El gran sultán selyúcida dio la bienvenida a Baha al-Din Valad en la puerta del palacio. Le acompañó en persona a la gran sala donde iba a tener lugar la ceremonia. Todo el mundo en la habitación se levantó y saludó a los dos sultanes. El poderoso sultán, máximo mandatario de un gran imperio y el sultán del mundo espiritual se hallaban de pie, el uno junto al otro. Todas las miradas estuvieron dirigidas a ellos. El sultán Ala al-Din Kay Qubad se dirigió a Sultán al-Ulama, alzando su voz para que aquellos que se hallaban presentes pudieran oírle: "Oh sultán de la religión. He estado pensando y he llegado a una decisión. Desde hoy, dejaré para ti este trono que he heredado de mis abuelos. Desde ahora, tú serás el sultán y yo seré tu siervo. El sultanato del mundo físico que se ve y el otro mundo que no se aprecia son pues, para ti". Habiendo dicho esto, se levantó y le coronó con su corona. Al oír estas palabras, el sultán de los eruditos se levantó, abrazó al sultán, le besó en los ojos y dijo: "¡Oh sultán de carácter angélico y de gran dignidad. Has conseguido la riqueza de este mundo y la de la otra vida. Nadie duda esto. Siéntate en tu trono cómodamente. Hace mucho tiempo que has cerrado tus ojos a la riqueza de este mundo. Ahora estamos venerando a Dios e intentando seguir sus mandatos".
Las habitaciones de la madraza en Altun Aba no eran espaciosas ni para Rumi que estaba casado y tenía dos hijos ni para sus derviches y discípulos. Debido a su humildad, Sultán al-Ulama no podía hacer saber esta situación ni a Ala al-Din Kay Qubad ni a los otros, por lo que rezó con todo su corazón. Cierto día cuando estaba enseñando en la mezquita de Ala al-Din, acudieron el sultán, sus comandantes y todos los notables de Konya. Amir Badr al-Din Govhartash, el maestro constructor de palacio y tutor del sultán se encontraba allí también. Se había convertido en uno de los discípulos de Sultán al-Ulama. Se hallaba fascinado con sus discursos. Ese día, mientras escuchaba al gran santo, se quedó extático y sintió el deseo apremiante de estar a su servicio. ¿No era él el arquitecto del palacio? Decidió, pues, construir una madraza para la familia de Baha al-Din Valad y para Rumi y sus hijos. Poco tiempo después empezó la construcción de la madraza en la zona más bella de la ciudad, en los alrededores del palacio del sultán.
Esta madraza, que cumplía las mismas funciones que una universidad moderna, se completó en unos meses. Sultán al-Ulama junto con su hijo Rumi y su familia se trasladó a esta nueva residencia. Residieron en esta madraza hasta el final de sus vidas.
Varias fuentes narran que el sultán selyúcida había dedicado a Baha al Din Valad el jardín de rosas del palacio, que se encontraba al este de la fortaleza de Konya. Cuentan que en cierta ocasión Sultán al-Ulama señalando esta pequeña montaña dijo: "Mi tumba y la tumba de mis nietos estará allí. De ahora en adelante ese lugar es el jardín del alma y el corazón, un lugar firme para los santos"
Un bonito día de primavera en la parte externa de las murallas de la ciudad de Konya, en el camino que venía desde Karaman, se iban a encontrar dos grandes sultanes. Uno era el más grande sultán de su época, Ala al-Din Kay Qubad que hizo resurgir el gran estado selyúcida de Anatolia cuando éste parecía destinado a derrumbarse.
El otro era el sultán de los eruditos y de los gnósticos, Baha al-Din Valad, que luchaba contra la ignorancia y los nuevos valores anti-islámicos, y era un ejemplo de humanidad, virtud y fe que soportaba voluntariamente la separación de su ciudad natal en beneficio de sus ideas y su fe. Ala al-Din Kay Qubad se hallaba hastiado de batallas sin fin y comprendió que no tenía significado ser un sultán en este mundo sin recompensa. Decidió que se inclinaría ante el sultán de los espíritus con la esperanza de convertirse en su derviche o discípulo. Es por esta razón que el gran sultán Ala al-Din Kay Qubad, de noble espíritu se encontraba más entusiasmado que nadie cuando esperaba al gran santo.
La modesta caravana se podía apreciar en el horizonte. Sultán al-Ulama con su barba blanca y su rostro luminoso apareció montado en su caballo al frente de la caravana. Rumi seguía a su honorable padre. Se podía ver también a sus derviches, discípulos y familia y detrás de ellos unos cuantos camellos cargando bultos llenos de libros. Cuando la caravana se aproximó, el sultán, que se hallaba esperando en su caballo desmontó inmediatamente. Corrió y tomó las riendas del caballo de Sultán al-Ulama y le ayudó a desmontar. Los dos sultanes se saludaron con respeto y Sultán al-Ulama fue ayudado, para volver a montar en su cabalgadura. Sin embargo, el gobernador selyúcida, el gran sultán Ala al-Din Kay Qubad no montó su caballo. En lugar de esto caminó al lado del gran santo, en ocasiones tirando de las riendas de la cabalgadura, a veces sujetando su silla de montar, siempre al lado de Baha al-Din Valad. El Sultán del Mundo se había convertido en el siervo del Sultán de los espíritus. Las personas que contemplaron esto permanecían asombradas. Se encontraban fascinadas por la modestia de su sultán y le quisieron y admiraron todavía más. Cuando entraron en la ciudad las calles se encontraban llenas de gente. Los asistentes miraban esta escena única desde sus ventanas y tejados. El sultán selyúcida quiso trasladar a su estimado invitado a la habitación del palacio que le había preparado. Le pidió que se quedase y viviese allí. Baha al-Din contestó: "¡Oh poderoso sultán! Comprendo tus intenciones. Pero las madrazas son para los imanes, las residencias de derviches para los sheijs, los palacios para los reyes, los caravasares para los mercaderes y las posadas para los pobres. Con su permiso, me gustaría quedarme en una madraza". El sultán aceptó su petición.
Años más tarde el nieto de Sultán al-Ulama describiría en su libro Ibtidaname la llegada de su abuelo a Konya del modo siguiente: "Toda la población, hombres, mujeres, jóvenes, mayores, todos extremaron su amabilidad con él hasta cotas infinitas. Contemplaron sus karamat ("los poderes milagrosos de un santo"). Oyeron sus secretos. Progresaron espiritualmente gracias a su favor y abundancia. Continuamente hablaban de él y de su grandeza. Los días transcurrieron de este modo. Después todos los jóvenes, mayores, hombres y mujeres pasaron a ser sus discípulos. No mucho después Sultán Ala al-Din vino a mostrarle sus respetos junto a sus comandantes. Cuando el Sultán Ala al-Din contempló su luminoso rostro, se convirtió en su discípulo con amor y extrema sinceridad. Cuando escuchó sus discursos teológicos y sus lecciones se convirtió en su admirador, le reservó un lugar en su corazón y encontró en él muchos signos de Sultán al-Ulama".
Baha al-Din Valad ocupó unas cuantas habitaciones en la madraza de Altun Aba y se estableció allí con sus hijos y nietos. Enseñó en la mezquita de Ala al-Din que todavía se puede contemplar hoy en día en Konya. Donde quiera que fuese una gran multitud de personas le seguía. Y el sultán frecuentemente venía con sus comandantes a escuchar sus discursos.
Baha al-Din Valad había decidido instalarse y quedarse en Konya como el más grande de los "santos de Jorasan" que había llegado a la "Tierra romana". Tras unos días, Sultán Ala al-Din Kay Qubad celebró una gran ceremonia en su palacio. Invitó junto a Baha al-Din Valad a los mejores estudiosos, sheijs, visires y comandantes de Konya. El gran sultán selyúcida dio la bienvenida a Baha al-Din Valad en la puerta del palacio. Le acompañó en persona a la gran sala donde iba a tener lugar la ceremonia. Todo el mundo en la habitación se levantó y saludó a los dos sultanes. El poderoso sultán, máximo mandatario de un gran imperio y el sultán del mundo espiritual se hallaban de pie, el uno junto al otro. Todas las miradas estuvieron dirigidas a ellos. El sultán Ala al-Din Kay Qubad se dirigió a Sultán al-Ulama, alzando su voz para que aquellos que se hallaban presentes pudieran oírle: "Oh sultán de la religión. He estado pensando y he llegado a una decisión. Desde hoy, dejaré para ti este trono que he heredado de mis abuelos. Desde ahora, tú serás el sultán y yo seré tu siervo. El sultanato del mundo físico que se ve y el otro mundo que no se aprecia son pues, para ti". Habiendo dicho esto, se levantó y le coronó con su corona. Al oír estas palabras, el sultán de los eruditos se levantó, abrazó al sultán, le besó en los ojos y dijo: "¡Oh sultán de carácter angélico y de gran dignidad. Has conseguido la riqueza de este mundo y la de la otra vida. Nadie duda esto. Siéntate en tu trono cómodamente. Hace mucho tiempo que has cerrado tus ojos a la riqueza de este mundo. Ahora estamos venerando a Dios e intentando seguir sus mandatos".
Las habitaciones de la madraza en Altun Aba no eran espaciosas ni para Rumi que estaba casado y tenía dos hijos ni para sus derviches y discípulos. Debido a su humildad, Sultán al-Ulama no podía hacer saber esta situación ni a Ala al-Din Kay Qubad ni a los otros, por lo que rezó con todo su corazón. Cierto día cuando estaba enseñando en la mezquita de Ala al-Din, acudieron el sultán, sus comandantes y todos los notables de Konya. Amir Badr al-Din Govhartash, el maestro constructor de palacio y tutor del sultán se encontraba allí también. Se había convertido en uno de los discípulos de Sultán al-Ulama. Se hallaba fascinado con sus discursos. Ese día, mientras escuchaba al gran santo, se quedó extático y sintió el deseo apremiante de estar a su servicio. ¿No era él el arquitecto del palacio? Decidió, pues, construir una madraza para la familia de Baha al-Din Valad y para Rumi y sus hijos. Poco tiempo después empezó la construcción de la madraza en la zona más bella de la ciudad, en los alrededores del palacio del sultán.
Esta madraza, que cumplía las mismas funciones que una universidad moderna, se completó en unos meses. Sultán al-Ulama junto con su hijo Rumi y su familia se trasladó a esta nueva residencia. Residieron en esta madraza hasta el final de sus vidas.
Varias fuentes narran que el sultán selyúcida había dedicado a Baha al Din Valad el jardín de rosas del palacio, que se encontraba al este de la fortaleza de Konya. Cuentan que en cierta ocasión Sultán al-Ulama señalando esta pequeña montaña dijo: "Mi tumba y la tumba de mis nietos estará allí. De ahora en adelante ese lugar es el jardín del alma y el corazón, un lugar firme para los santos"
La muerte de Rumi
No podría atreverme a emplear expresiones como «muerte», «fallecimiento» o «reunión con Dios» para Rumi, quien alcanzó el secreto
del hadiz «Muere antes de
morir» y que se evadió a sí mismo en Dios mientras estaba vivo, así
que elegí considerar la partida de Rumi de este mundo mortal al mundo de la
eternidad como un éxodo.
Los sesenta o setenta años de bendita, sagrada y honorable vida de
Hudavendigar, nuestro maestro, Sultan al-Ashiqin («sultán de los enamorados de Dios») habían
venido y se habían marchado. Las contadas inspiraciones y espiraciones
determinadas para cada mortal habían llegado a su término. El distinguido Mesnevi estaba completo y Rumi se hallaba
cansado. El dolor de su infancia junto a su padre Sultán al-Ulama, los años de
emigración en dificultades físicas y espirituales, sus años de educación en
Damasco y Alepo apartado de su familia, las pérdidas de su madre, su padre y de
su estimado Sheij Sayyid Burhan al-Din habían hecho mella en él. Además, la
pérdida de sus amigos íntimos Shams y Salah al-Din, la falta de respeto que
había recibido por parte de su cercano hijo Ala al-din Çelebi, las críticas de
algunos, las habladurías que habían alcanzado sus oídos, sus continuos
esfuerzos, la veneración y el ascetismo lo habían fatigado. Estaba pasando sus
últimos momentos en continua reflexión. Este gran santo se concentraba en sí
mismo y estaba encontrando la tranquilidad eterna y la paz interior que buscó
en sí mismo.
Cierto día la esposa de Rumi señaló: «Sería necesario que se le concediera a Hudavendigar una
preciada vida de trescientos o cuatrocientos años para que colmara este mundo
con verdad y significado». Al oír esto Rumi contestó a su mujer: «¿Por qué, por qué si no somos el
Faraón ni asimismo Nimrod? ¿Qué tenemos que hacer en este mundo terrenal? ¿Cómo
podemos conseguir paz y estabilidad en este mundo mortal, el mundo material?
Nos han alojado en la prisión del mundo para que se liberen a unos pocos
prisioneros. Se espera que volvamos pronto ante la presencia del más estimado
amigo de Dios, nuestro Profeta».
Permanecí en esta prisión del mundo por el bien de los demás.
Pero, ¿dónde se halla la prisión? ¿dónde me encuentro?
¿Qué sustraje para que llegaran a enviarme a prisión?
Pero, ¿dónde se halla la prisión? ¿dónde me encuentro?
¿Qué sustraje para que llegaran a enviarme a prisión?
Rumi sintió que su preciosa vida estaba llegando a su fin y
recita-ba de cuando en cuando poemas conmovedores sobre la muerte, haciendo
llorar a todos aquellos que se hallaban a su alrededor. No podría continuar sin
compartir algunos de dichos poemas con el lector:
¡Oh pájaro
que te fuiste volando de esta estrecha jaula del cuerpo! Te llevaste todas tus
posesiones y ascendiste a las alturas de los Cielos. Tras esto, contempla un
nuevo y fresco rejuvenecimiento, una nueva vida vendrá, ¿hasta cuándo vas a
continuar esta vida desorganizada, esta miserable vida en la Tierra? La muerte
es en realidad la vida de este mundo. La muerte que nos asusta es la misma
vida, de hecho. Pensar lo contrario, es decir, considerar que la muerte es
aniquilación en lugar del nacimiento en un mundo diferente es falta de fe.
Si Dios derriba la casa del cuerpo, no os lamentéis, no os
quejéis. Sabed bien que estáis en realidad encarcelados en la prisión del
cuerpo. Cuando llegue la muerte y ese lugar se derrumbe os liberaréis. «Oh alma mía, se da una alegría
oculta, una vida feliz escondida más allá de esta cubierta de tierra».
Detrás de la cubierta ocultando todo hay cientos de bellos Josés. Cuando la
existencia material, este cuerpo físico desaparece, el espíritu que es tu ser
real permanece. ¡Oh espíritu que eres infinito, Oh cuerpo que eres mortal! Si
quieres saber cómo acontece esto, mírate a ti mismo cada noche. Cuando duermes
tu cuerpo parece que está muerto. Pero tu espíritu está extendiendo sus alas
sobre los jardines del Paraíso. ¿Cómo no puede el espíritu elevarse hacia
los Cielos cuando se le está diciendo, «¡Oh mi siervo, ven!», con una llamada
muy dulce del Creador de este Universo y de cada ser vivo, el poseedor de
Majestad y Belleza? Cuando el sonido de las olas alcanza los oídos de un pez
apartado del limpio mar y que ha caído en la seca tierra no saltaría este pez
inmediatamente al mar, su verdadera tierra natal. Bajo la luz del Sol de la
eternidad que salva su alma de la aniquilación, ¿cómo no podría un sufí
estremecerse como un átomo y bailar? ¡Cuán desafortunado, cuán apenado y cuán
perdido es aquel que no puede encontrar, conocer y amar al Ser Supremo que es
tan Benevolente, tan Bello, tan Hermoso y fuente de la vida! ¡Oh pájaro del
espíritu! Te han purificado de tus ambiciones y pecados. Te han liberado de la
jaula de tu ego (nafs).
Tus alas espirituales se han extendido, ¡ven! ¡vuela otra vez al lugar de donde
has venido, vuela a tu tierra natal, vuela! ¡Oh aquellos que ahora estáis
separados de vuestras jaulas, enseñad vuestra faz de nuevo, apareced y decir
dónde habéis estado! El barco de tu cuerpo ha naufragado en ese mar. ¡Oh
aquellos que han sido arrojados al mar de la muerte como un pez, si tan sólo
por un momento, salierais del agua y os mostrarais!
¿Se os ha machacado en el mortero de los días y os habéis
convertido en sal como perlas que se han molido? Pero esta sal es el bálsamo
del ojo de aquellos que están buscando la verdad. Para ver bien colocaros ese bálsamo
en vuestros ojos, ponéroslo. ¡Oh aquellos que vinisteis a este mundo naciendo
en el mundo de los espíritus! ¡No tengáis miedo cuando venga la muerte! Esto no
es la muerte, es el segundo nacimiento, naced, naced para el Más Allá».
Enamorados de Dios que morís sabiendo la verdad derretida como
azúcar en presencia del Amado.
Aquellos que bebieron el Agua de la Vida en la Asamblea del Alast, en el mundo de los espíritus, mueren
de una forma diferente.
Aquellos que saben del Más Allá, aquellos que se reúnen en el amor
de Dios no mueren como el resto de las multitudes.
Los enamorados de Dios sobrepasaron incluso a los ángeles en
claridad y pureza. Por lo tanto, morir en otra categoría que no sea ésta se
halla lejos de ellos.
¿Piensas que los leones mueren enfrente de la puerta como los
perros? Si los enamorados de Dios mueren en el camino del amor, el rey de los
espíritus les da la bienvenida.
Los enamorados de Dios que se convierten en el espíritu de cada
uno y que se saben poseedores el mismo espíritu, el mismo regalo, mueren con el
amor de cada uno.
Los enamorados vuelan hacia los Cielos mientras que los que no
creen mueren en las profundidades del Infierno.
Cuando están muriendo, los ojos de los corazones de los enamorados
de Dios se abren y contemplan el mundo oculto.
Otros mueren ciegos y sordos con miedo a la muerte.
Cuando llega la hora de morir aquellos que pasaron las noches en
devoción y sin dormir por miedo a Dios mueren sin temor y placenteramente.
Aquellos que se centran tan sólo en cosas materiales y se
preocupan sólo de comer y beber se convierten en algo parecido a bueyes y
burros, y mueren de la misma forma.
Aquellos que no quieren apartarse del campo de visión de Dios
mientras están vivos y buscan su protección mueren con alegría sonriendo a
dicha visión divina.
El rey del espíritu les lleva al regazo del favor. No mueren de un
modo normal o en último extremo vil.
Aquellos cuyo carácter y morales se asemejan a los de Mustafa
sucumben como Abu Bakr y Omar.
En realidad, la muerte está lejos de los enamorados de Dios. Ni
mueren ni se aniquilan. Estoy expresando estas palabras para describir como
morirían si hubieran muerto.
Finalmente, el fatigado cuerpo de Rumi cayó en manos de su última
enfermedad. La fiebre nunca abandonó a Rumi. Entre sus estimados amigos, los
galenos Akmal al-Din y Gazanferi estuvieron a su lado todo el tiempo. Aun así
nunca pudieron entender su enfermedad. Su cuerpo estaba ardiendo. Solía poner
su mano en la taza llena de agua que había cerca de su cama y se llevaba algo
de agua a la frente.
Durante el tiempo que estuvo postrado en la cama, acontecieron
terremotos durante siete días y noches. Las paredes de muchas casas y jardines
se derrumbaron. Había caos en el mundo. Después del séptimo terremoto, la gente
corrió hacia Rumi y le pidieron que rezase. Rumi sonrió y dijo: «No tengáis miedo, la pobre tierra
tiene hambre. Quiere un bocado grande. Es necesario que se lo demos».
Y empezó a decir su último deseo a aquellos presentes: «Os aconsejo que tengáis miedo de
Dios en público y en secreto. Os aconsejo comer y dormir poco, absteneros de
pecados, continuar ayunando y rezando, apartaros de la lujuria, persistir y sed
pacientes en contra de toda extorsión y maltrato llevada a cabo por los demás,
evitad estar con gente ignorante y con aquellos que están preocupados con
satisfacer sus deseos, permaneced en compañía de gente generosa y buena. Puesto
que las mejores personas son aquellas que son provechosas a otra gente. El
mejor de los dichos es aquel breve y conciso». Rumi se estaba
preparando para su éxodo. Era necesario abandonar la casa y dirigirse al Más
Allá. Rumi se estaba preparando para dejar la casa de este mundo.
Ese día Sheij Sadr al-Din Konavi llegó a visitar a Rumi con sus
derviches más prominentes. Mostró gran respeto a Rumi. Lo sentía mucho, y
expresando sus deseos señaló: «¡Qué
Dios te cure pronto! ¡Que esta enfermedad sea la causa para que tu nivel en el
Más Allá aumente! Si Dios quiere, tendrás pronto buena salud. Rumi es el
espíritu de los mundos. Merece estar sano». Rumi contestó: «Después de esto,
que Dios te cure. Entre el enamorado y el Amado queda sólo una camisa con un
revestimiento muy fino. ¿No quieres que la luz sagrada se reúna con la luz
sagrada?» y empezó a recitar esta oda:
¿Cómo sabrías
qué clase de compañía majestuosa albergo dentro de mí? No mires a mi pálida
cara, poseo fuertes pies de hierro. He girado mi rostro completamente ante al
Rey que me creó y me envió a este mundo. Ya que Él me ha creado tengo que
agradecerle miles de veces.
En ocasiones me asemejo al sol y a veces al mar repleto de perlas.
Incluso si parezco un ser insignificante que ha sido creado de tierra por
fuera, por dentro soy la criatura más honorable y más noble. En la aldea del
mundo, emito zumbidos cual abeja. Mas no contemples tan sólo mi zumbido, pues
poseo una colmena repleta de miel. ¡Qué miedo da el agua que hace rodar la
noria! pero, soy la rueda de esa agua, sigo dando vueltas en dicho medio
liquido con dulces sonidos. Todas mis partículas están floreciendo, ¿Por qué
debería extinguirme, porque debería decaer? El Buraq que se halla debajo de mí,
tiene su silla de montar colocada y me está esperando. ¿Por qué debo ser el
esclavo del burro? El escorpión no me clavó su aguijón en el pie. ¿Por qué debo
estar lejos de la Luna? Tengo una vara fuerte. ¿Por qué no debería salir del
pozo? Por la paloma del espíritu me convertí en paloma. ¡Oh pájaro de mi
espíritu! ¡Vuela! Tengo cientos de fortalezas que son incluso más fuertes que
está.
Incluso si alcanzo hogares y doy con mis huesos en casas, soy la
luz del Sol del significado (la sabiduría). Nací de tierra y agua. Mi madre es
el barro mas soy ágata, oro y rubí. Siempre y cuando veas una perla, dentro de
esa perla, en su otra cara busca otra perla. Porque todos los átomos exclaman:
«Tengo un tesoro escondido dentro de mí». Cada perla te está diciendo: «No
estés contento con mi belleza. La luz que está brillando en mi rostro proviene
de la luz que hay dentro de mi». Permaneceré callado, parece que no entiendes
la verdad. No muevas la cabeza diciendo, «Tengo un ojo espiritual que ve y
comprende». ¡No te engañes a ti mismo!
El sábado 16 de diciembre de 1273, se puede decir que Rumi se
hallaba mejor. Conversó con aquellos que vinieron a verle hasta el anochecer.
Pero cada una de sus palabras era un deseo. Después, llegó la noche y Konya se
sumergió en la oscuridad. Rumi estaba con sus amigos íntimos Husam al-Din
Çelebi, su hijo Sultán Valad y los médicos. En aquellos días, Sultán Valad
estaba débil porque comía y dormía muy poco. Esa noche estaba también muy
cansado. Un poco antes de que llegase la mañana, Rumi miró a los llorosos ojos
de su hijo y en voz baja le dijo: «Baha
al-Din, estoy bien, ve y duerme un poco».
Sultán Valad no pudo contenerse. Sin poder casi controlar sus lágrimas
se levantó. Cuando estaba abandonando la habitación Rumi miró hacia atrás con
ojos de pena y recitó su última oda:
Ve y pon tu cabeza en la almohada. Déjame solo. Abandona a la
persona triste que camina en los alrededores por la noche en sumo ardor.
Seguimos luchando entre las olas del amor toda la noche, solos hasta el
amanecer. Si quieres, vienes y nos perdonas. Si quieres, nos puedes atormentar
con tu separación. Te alejas de mí para que no tengas que enfrentarte a los
mismos problemas que yo me enfrento. Dejaste el camino de los problemas y
elegiste el camino de la salvación. Estamos arrastrándonos y lamentándonos en
la esquina de la tristeza y derramando lágrimas. Si lo deseas, ven y construye
cien molinos de agua con nuestras lágrimas. Tenemos un Amado inmisericorde cuyo
corazón es tan duro como el granito. Mata a los enamorados pero nadie puede
considerarle responsable. Para el rey de la belleza cumplir los acuerdos no es
necesario. ¡Oh enamorado cuya faz se volvió pálida, ten paciencia y cumple tu
acuerdo! Albergo una enfermedad dentro que sólo la cura la muerte. Me pregunto
cómo puedo decir «¿Ven y cúrame de esta enfermedad?» Anoche en mi sueño vi a un
anciano en las cercanías del amor. Me hizo señales con la mano queriendo decir,
«Ven aquí, a nuestro lado». Si existe un dragón en el camino de la verdad,
también concurre el amor cual esmeralda. Vence al dragón con la luz que emite
la esmeralda del amor. Basta por ahora, no hables más, estoy inconsciente. Si
posees algún talento conversa acerca de la historia de Abu Ali Sinan o menciona
el consejo de Abu al-A’la al-Mu’arri.
Rumi estaba en su lecho de muerte. Había tomado su primera
inspiración cuando honró este mundo mortal en Balj años atrás y ahora iba a
efectuar su última exhalación en Konya. Sus contados alientos medidos en
bendiciones, amor y fe estaban a punto de terminar. Todavía se hallaba
completamente consciente y tenía buena memoria. Probablemente, Husam al-Din
Çelebi debió haber escrito en un trozo de papel de su puño y letra, con la
sangre de su corazón, derramando lágrimas, esta última oda que Rumi recitó en
el lecho de muerte. Sipehsalar narra los acontecimientos posteriores:
Tras esto, la salud de Rumi empeoró. Todas las personalidades
notables le visitaron día y noche. Los galenos Akmal al-Din y Garanferi eran
los mejores médicos de aquel tiempo y estaban tratando a Rumi. Ambos tomaban su
bendito pulso, abandonaban la casa, revisaban sus libros de medicina, trataban
de diagnosticar y de nuevo volvían a su bendita presencia, tomaban su pulso y
analizaban. Esta vez el pulso estaba latiendo de un modo diferente. Les pedí
que viesen y que comprendieran el honorable estado de Hadrat Hudavendigar.
Comprobaron que la diagnosis no era posible e intuyeron que la verdad del
asunto era otra cosa. Comprendieron que la voluntad de Rumi se dirigía a otro
mundo. Aquellos ocupados con el tratamiento junto con los otros presentes
entristecieron. No podían dejar de lamentarse. Todo el mundo estaba angustiado
e inquieto. La población de Konya había parado de trabajar y gente de las
aldeas de sus alrededores llegaron a Konya. El sábado 17 de diciembre de 1273
cuando el sol salía por el horizonte, Rumi, el Sol del reino de los
significados, también salía al mundo de la eternidad. Los ojos de Rumi se cerraron
a este mundo mortal en Konya, la ciudad que había honrado durante cuarenta y
cuatro años.
Esa noche los amigos de Rumi hicieron sus obligaciones finales.
Toda la población de Konya, jóvenes y ancianos, estaba presente en el funeral.
Ya que Rumi fue un gran santo tolerante y amante de la paz que hizo siempre el
bien y deseó siempre lo bueno a todo el mundo, no sólo asistentes musulmanes
sino también judíos y cristianos caminaron en su procesión, derramando lágrimas
juntos por la perdida.
Todo el mundo estaba llorando y afanándose por encontrarse
enfrente del ataúd así como detrás. La calle principal estaba completamente
llena. Para tocar el ataúd aunque fuera una vez, la gente surgía desde incluso
caminos poco frecuentados.
Los funcionarios y sirvientes encargados de la protección de las
calles apenas podían establecer un poco de orden entre toda aquella
muchedumbre. Las calles se hallaban tan llenas que el ataúd que salió de la
casa por la mañana no pudo llegar al lugar donde se llevaba a cabo el rezo
hasta el anochecer. Cuando se ubicó el ataúd sobre la piedra musalla,
donde el rezo del funeral se llevaba a cabo, el responsable Mu’arrif llamó a
Sadr al-Din Konavi: «¡Oh
rey de los sheijs! Por favor ven, dirige el rezo del funeral, así lo pidió Rumi».
Incapaz de controlarse, Tabip Akmal al-Din gritó: «Oh Mu’arrif muestra buenos modales. El rey de los
sheijs es sólo Rumi».
Sadr al-Din dejó la multitud y se colocó enfrente del ataúd para
dirigir los rezos. Tan pronto como empezó el rezo con la alabanza Allahu
Akbar —Dios es
el Más Grande—, la pena le embargó, derramó con gran aflicción lágrimas y cayó
al suelo. Qadi Siraj al-Din vino y dirigió el rezo. Según el informe de
Sipehsalar, cuando le preguntaron a Sheij Sadr al-Din el motivo de su desmayo
respondió: «Cuando estaba
enfrente del ataúd para dirigir el rezo, vi que los ángeles habían formado una
línea delante del ataúd. En aquel momento, perdí la conciencia».
Tras los rezos, el ataúd fue portado de nuevo sobre las cabezas y
se enterró en el lugar preparado, frente a las tumbas del padre de Rumi, Sultán
al-Ulama y Salah al-Din Zarqubi. El sol había empezado a ponerse. Fue una noche
triste para Konya.
El ser material de Rumi se había perdido de vista pero su ser
espiritual estaba presente en los corazones y se iba a quedar allí.
Comprendiendo muy bien esta verdad Rumi señaló: «Después de que fallezcamos, no busquéis nuestra tumbas
en la Tierra. Nuestra tumba está en el corazón de los gnósticos».
Al bendito cuerpo de Rumi se le dio sepultura al lado de la tumba
de su padre, Sultán al-Ulama. Pero está vivo como Sultan al-Arifin («el sultán de los gnósticos»)
y Sultan al-Ashiquin («el
sultán de los enamorados de Dios») en cada hogar, en cada asamblea,
en el corazón de cada uno. Rumi se había escondido de los ojos y se había
quedado en los corazones. Todo el mundo, rico o pobre, organizó ceremonias sema
según sus posibilidades. Una noche, en el palacio del Visir Muin al-Din
Pervane, el sultán de los poetas y literato Bard al-Din Balji empezó a girar.
Cuando estaba girando, sintió la presencia de Rumi tan poderosamente en su
corazón que no pudo controlar sus lágrimas.
Llorando y girando recito este cuarteto:
Llorando y girando recito este cuarteto:
¡Oh nuestra
alma, Oh nuestro sultán! No queda ojo que no haya llorado con tu pena
No queda collar alguno que no se haya roto en pedazos con tu llanto.
Juro por tu luminoso rostro que en la faz de la Tierra,
Nadie mejor que tú marchó bajo tierra.
No queda collar alguno que no se haya roto en pedazos con tu llanto.
Juro por tu luminoso rostro que en la faz de la Tierra,
Nadie mejor que tú marchó bajo tierra.
Konya lloró la muerte de Rumi durante cuarenta días. Durante
cuarenta jornadas de luto, hubo siempre visitantes en la tumba de Rumi.
Quizás sea sorprendente para algunos comprobar que incluso hoy en
día un gran número de personas visite la tumba de Rumi, a pesar de que su tumba
se haya convertido en un museo y su entrada no sea gratuita. Cierto día Qadi
Siraj al-Din visitó la tumba de Rumi. Recitó este cuarteto, estando de pie
cerca de la tumba:
¡Oh querido
Rumi! El día que la espina de la muerte penetró tu pie,
Desee que los Cielos golpeasen mi cabeza con la espada de la muerte
para que no viese el mundo sin ti.
Hoy estoy ante tu tierra bendita. Este soy yo, ¿no?
¡Qué pena, qué pena, tierra sobre mi cabeza!
Desee que los Cielos golpeasen mi cabeza con la espada de la muerte
para que no viese el mundo sin ti.
Hoy estoy ante tu tierra bendita. Este soy yo, ¿no?
¡Qué pena, qué pena, tierra sobre mi cabeza!
En otra ocasión, en aquellos días de duelo, un derviche recitó
estas líneas sobre la muerte de Rumi, haciendo llorar a todos aquellos a su
alrededor:
¡Oh Tierra!, debido al dolor de mi corazón no puedo indicar qué
tipo de perla te ha concedido hoy la muerte y qué clase de perla estás
escondiendo. La trampa que ha estado en el corazón de todo el mundo está hoy
atrapada. El querido ser que solía atraer la simpatía y admiración de toda la
gen-te está ahora durmiendo en tu regazo.
Tal y como Sipehsalar lo narra por escrito, después de que Rumi
emigrase de este mundo mortal, siempre que alguien tuviera el corazón roto, se
hallare colmado de un ardor apasionado y estuviera lleno de triste derramaría
lágrimas y recitaría dísticos como estos:
Ese Sol de los corazones se ha puesto, y está escondido en la
tierra.
¿Por qué debería derramar tierra en mi cabeza todo el tiempo?
Ese pájaro del manantial de la verdad ha volado desde las llanuras
mortales. ¿Por qué no debería llorar y lamentarme como las nubes de
primavera?
¿Por qué debería derramar tierra en mi cabeza todo el tiempo?
Ese pájaro del manantial de la verdad ha volado desde las llanuras
mortales. ¿Por qué no debería llorar y lamentarme como las nubes de
primavera?
La luz que iluminó el Universo se consumió, derritió y terminó.
¿Por qué no debería mi día volverse noche de inmediato?
¿Por qué no debería mi día volverse noche de inmediato?
También en aquellos días sucedió otro acontecimiento que
entristeció a la familia y amigos de Rumi, y les hizo llorar un poco más. El
gato de Rumi no comió ni bebió nada tras su fallecimiento y sobrevivió
únicamente siete días. La hija de Rumi, Malika Hatun envolvió el gato en un
paño y lo enterró en los alrededores de la tumba de Rumi derramando lágrimas.
Cocinó un postre y lo distribuyó entre aquellos que amaban a Rumi. Asimismo
Aflaki narra que, poco antes de que falleciese Rumi, este gato se acercó a Rumi
y le maulló tristemente. Rumi sonrió e indicó a aquellos más cercanos a él: «¿Sabéis lo que dijo este gato?»
Respondieron: «No»,
a lo que Rumi señaló: «Sin
duda pronto marcharás a los Cielos, tu tierra natal. ¿Qué haré sin ti?».
Ya que Rumi era un santo completamente maduro en el camino de Muhammad,
no le gustaba la ostentación y no estaba de acuerdo con los magníficos
sepulcros que se construían encima de las tumbas. La capital del Imperio
Selyúcida, Konya, había aceptado muchos santos. Pero hoy en día cuando la gente
habla de sepulcros en Konya, el primero que nos viene a la mente es el sepulcro
de Rumi bajo una gran cúpula verde. Bajo esta cúpula yace no sólo Rumi sino
también su padre Sultán al-Ulama, sus hijos, sus amigos Salah al-Din Zarqubi y
Husam al-Din Çelebi, sus nietos y otros parientes de Rumi, en un número
superior a cincuenta. Unos meses después del éxodo de Rumi al mundo de la
eternidad, Amir Alam al-Din Kayseri, un prominente funcionario gubernamental en
Konya empezó, con el consentimiento de Sultán Valad, la construcción del sepulcro
que fascina a los visitantes por su material y magnífica espiritualidad. El
sepulcro se construyó bajo la supervisión de un arquitecto, Badr al-Din de
Tabriz, con la ayuda monetaria y el apoyo moral de Gürcü Hatun, la hija de Ala
al-Din Josraw II y la esposa de Muin al-Din Pervane. Otro arquitecto, Abd
al-Wahid, construyó el magnífico sarcófago de madera de nogal de 2’65 metros de
altura que se considera una de las obras de arte del Imperio Selyúcida en
madera tallada. Ese sarcófago se hallaba desde un principio en la tumba de Rumi
pero más tarde se trasladó a la tum-ba de su padre, Sultán al-Ulama, por orden
del sultán Süleyman «el Magnífico». Se construyó un sarcófago de mármol en las
tumbas de Rumi y Sultán Valad. Esta obra maestra que es el sarcófago de madera
cubierto con un encaje de tela de oro se construyó inicialmente para Rumi. ¿Por
qué Süleyman «el Magnífico»
lo reemplazó más tarde por uno de mármol? Süleyman «el Magnífico», que Dios lo acepte en su
Paraíso, era un admirador de Rumi como su padre, el sultán Yavuz Selim.
Era un poeta y admirador de la poesía de Rumi. Con la intención de honrar al
santo que amaba, reemplazó el sarcófago de madera de nogal por uno de mármol
construido por el más famoso artesano de su tiempo. En esto se puede ver
también una manifestación del poder espiritual de Rumi.
Rumi era un hombre santo al que no le gustaba aparentar en demasía
y pensó que el elevado y magnífico sarcófago que había sido emplazado en su
tumba era más apropiado para la tumba de su padre, Sultán al-Ulama. El Sultán
del Mundo, Süleyman «el
Magnífico», llevó a cabo el deseo de Rumi sin saberlo. El sarcófago
parece que se alza en pie cuando entramos en el sepulcro y los visitantes que
lo observan creen que el padre de Rumi se ha puesto de pie y está mostrando
respeto a su hijo. En realidad, todos aquellos enterrados allí se levantaban
cuando Rumi llegaba.Autor: Sefik Can
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