dilluns, de setembre 15, 2014

YALAL AL-DIN MUHAMMAD "RUMI" EL ENAMORADO DE DIOS / 2 de 3

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Como éra Rumi






Podemos encontrar numerosas imágenes, retratos y miniaturas de Rumi. Se menciona incluso a pintores que dibujaron a Rumi. Y asimismo otros artistas, como Aflaki, describieron sus características físicas. Por ejemplo, alguien indicó a Muin al-Din Pervane que Rumi tenía la cara pálida por su continuo ayuno mientras que Sultán Valad tenía las mejillas sonrosadas. ¿Podemos imaginarnos la apariencia física de Rumi basándonos en estos relatos y pinturas? Rumi tenía un cuerpo delgado, esbelto y piel pálida. Se ha dicho que en cierta ocasión fue a un hamam, el tradicional baño turco. Cuando se miró al espejo se dio cuenta que estaba muy delgado. Se compadeció de sí mismo y dijo: "En mi vida nunca he tenido pena de nadie, sin embargo hoy cuando vi mi delgado cuerpo en el espejo tuve pena de mí". Aunque Rumi tenía la piel pálida era de apariencia benévola e imponente. Los ojos de este santo eran muy atractivos. 





Eran penetrantes, repletos de una exuberancia sin par. Las miradas de sus luminosos ojos eran tan poderosas que cuando una persona que desconocía el poder de los ojos de Rumi miraba directamente a estos luminosos ojos caía bajo tal influencia que tenía que desviar su mirada. Todos estos relatos y descripciones hacen referencia a las características físicas de Rumi. Pero, ¿cuáles eran sus características internas? En el Mesnevi señala:
¿Cómo, me pregunto, debería contemplar mi rostro para comprobar qué aspecto tengo y para ver si soy como el día o como la noche? Durante largo tiempo busqué la imagen de mi alma, (pero) mi imagen no era reflejada por nada ni por nadie "Después de todo —dije— ¿Para que sirve un espejo? Para que todo el mundo sepa cómo y quién es" El espejo de hierro es (sólo) para cáscaras (formas externas), el espejo que enseña el aspecto del corazón es muy caro. El espejo del alma no es sino el rostro del amigo, la faz de ese amigo que es de aquél país (la tierra espiritual).




¿Dónde se puede encontrar al Amado que puede reflejar el mundo y el carácter interno de Rumi? ¿Quién puede describir las características internas del hijo de Sultán al-Ulama? ¿Cómo se puede representar aSultan al-Ashiqin, "el Sultán de los Enamorados"? Nadie puede comprender o describir completamente a este santo que se había nutrido de la sabiduría, los modales y el carácter de su padre, el "Rey de los Eruditos" y que se quemó y derritió en el recipiente del Amor Divino. Era un ser humano superior que a través de la experiencia del Amor Divino se había purificado del rencor, el odio, la maldad, el egoísmo, la ostentación y de toda debilidad humana. Era un hombre de bondad, perfección y un hombre de amor y gnosis. Cuando se sumergió en el océano del amor se liberó de todas las ideas contradictorias. Se separó de lo bueno y lo malo. De nuevo en el Mesnevi señala: "Ya que lo que no tiene color (la Pura Unidad) se convirtió en el cautivo del color (la manifestación en el mundo de los fenómenos), Moisés hizo las paces con Faraón". La fluctuación, las olas, la espuma, y los colores verde y azul, todos confluyeron en la superficie del océano. Pero en las profundidades del océano, no permanece ola o color alguno. 

Esta es la razón por la cual Rumi contemplaba con la misma perspectiva a todas las naciones y hermandades. Su actitud hacia la gente y las cosas fue siempre desde este punto de vista. Trató a todo el mundo del mismo modo. Contempló a todo el mundo con los mismos ojos. En su opinión, musulmanes, cristianos, judíos y seguidores zoroástricos eran todos iguales. Por lo tanto, recordó a la gente que era esencial no mirar con desprecio a los que no eran musulmanes, y respetar las religiones y creencias de los demás. En países musulmanes es normal encontrar iglesias y sinagogas al lado de las mezquitas. Los musulmanes respetan todas las religiones. Esta opinión de Rumi que es completamente islámica, no debe malentenderse. 





El Profeta del Islam es el último profeta y no acontecerá ni aparecerá otro profeta tras él. La opinión de Rumi sobre el resto de religiones no debe hacernos pensar que consideraba que el Islam era equiparable a las otras religiones. En cuanto a su idiosincrasia como religión, engloban el mis-mo concepto de devoción y elevada moralidad, en pos de la bendición de un ser supremo, Dios. Se diferencian en las prácticas que prescriben, aunque su esencia es la misma. 

Rumi consideraba todas las religiones, hermandades y naciones como olas del océano de la Unidad, ya que Dios considera a todos los profetas como uno, como aparece en el Corán: "No hacemos distinción entre ninguno de Sus mensajeros". En el mismo capítulo Él indica que considera a algunos profetas superiores a los otros: "A algunos mensajeros les damos regalos y les hacemos superiores a los otros". De esta forma mientras todas las religiones y hermandades son una, se diferencian en las prácticas que trajeron. Rumi abarca este asunto en otro fragmento del Mesnevi cuando señala: "En este mundo, hay escaleras que se extienden hasta los Cielos escalón a escalón. Para cada grupo hay una escalera distinta. Para cada paseo (de la vida) hay un cielo diferente que hay que subir. Cada una de estas escaleras no sa-be de las otras. El destino es una tierra infinita. No tiene ni comienzo ni final". Estos pareados ilustran esta bella tradición del Profeta: "Los caminos que llevan a Dios son tantos como las almas de las criaturas" El modo de contemplar a todo el mundo y a cada cosa como uno (wahdat al-wujud) y la indulgencia se hallaban en su máximo apogeo en Rumi. Se dice que cierto día durante una ceremonia sema mientras Rumi estaban girando en éxtasis, un borracho se colocó entre los derviches que llevaban a cabo los espirituales giros. No pudo controlarse. Durante la ceremonia se tambaleaba y de vez en cuando empujaba a Rumi. Los amigos de Rumi le reprendieron. Al ver esto Rumi expresó "Oh amigos, él es el que bebe vino, pero vosotros sois los que aparentáis estar borrachos. ¿Por qué le estáis amonestando?" 





Todo el mundo estaba asombrado ante la paciencia de Rumi, su tolerancia y su ternura. Nunca contestó negativamente a las calumnias y habladurías de sus adversarios cuyos ojos espirituales estaban ciegos. Sus buenos y gentiles modales así como sus opiniones tolerantes le ayudaron a hacer comprender a esta gente los puntos de vista correctos.

Se cuenta también que Rumi dijo un día: "Me hallo junto a setenta y dos congregaciones y creencias diferentes". Siraj al-Din de Konya era un hombre de rencor. Para herir y desacreditar a Rumi delante de la gen-te, envió a uno de sus religiosos amigos con la intención de preguntar a Rumi en público si había dicho realmente esto. Le dijo que le insultara, maldijera y le blasfemase si Rumi admitía haber dicho esas palabras. Ese hombre vino y preguntó a Rumi: "Se dice que has dicho: “Estoy con setenta y dos sectas y creencias, ¿es verdad?" Rumi no negó lo que dijo. Contestó: "Si, eso es lo que he dicho". Ese hombre inmediatamente empezó a blasfemar y a maldecir a Rumi. Rumi sólo le sonrió y dijo: "A pesar de todo lo que estás diciendo, también estoy contigo". 
Aunque era un gran erudito y un santo, Rumi era muy modesto. Trató a todos, jóvenes, mayores, individuos de elevada posición y a personas sencillas con modestia. No se encuentran vestigios de arrogancia, soberbia o altivez en la vida de Rumi. No consideraba que hubiese ninguna diferencia entre los mayores y jóvenes, creyentes y no creyentes.






Es narrado asimismo que en aquellos días un renombrado erudito y sacerdote cristiano ortodoxo de Constantinopla (Estambul), al que había llegado a sus oídos la grandeza de Rumi, viajó a Konya para conocerle. Los sacerdotes bizantinos de Konya le dieron la bienvenida y le honraron. El sacerdote deseó visitar a Rumi. Por casualidad, encontraron a Rumi en el camino. El sacerdote se inclinó con reverencia y puso su cabeza en el suelo. Treinta veces realizó el mismo movimiento en señal de respeto ante Rumi. Cuando levantó su cabeza se asombró al ver que Rumi también había puesto su cabeza en el suelo ante él. Se dice que Rumi puso su cabeza en el suelo treinta y tres veces. El sacerdote empezó a exclamar y a despojarse de su ropa. Después dijo: "¡Oh rey de la religión, qué modestia, qué humildad! ¿Se merece un pobre sacerdote como yo este respeto?" Rumi contestó: "El profeta Muhammad que es nuestro Maestro y Sultán dijo: “Bendita sea la persona a quien Dios otorga salud, belleza, honor, el respeto a los demás, es generosa con su riqueza, protege su dignidad y mantiene su humildad a pesar de albergar honor y respeto”. Cuando me hallo entre los seguidores de tal Profeta ¿Cómo no podría mostrar humildad a los siervos de Dios? ¿Por qué no debería ser humilde? Y si no hago eso, ¿Hacia qué y a quién debo mostrar bondad?" 




Al oír estas palabras, ese sacerdote y sus compañeros inmediatamente abrazaron la fe y pasaron a ser discípulos de Rumi. Cambiaron su vestimenta de sacerdotes por la vestimenta musulmana. Cuando Rumi regresó a la madraza donde estaba enseñando y viviendo, dijo a Sultán Valad: "Baha al-Din, hoy un pobre sacerdote intentó llevarse de nuestras manos nuestra humildad, pero gracias a Dios, con Su amparo y con la ayuda de nuestro Profeta, no dejamos que se la llevase". Esto es así porque los creyentes heredaron la humildad y la modestia del profeta Muhammad. Ya que Rumi estaba plenamente inmerso en el camino y carácter de Muhammad, siempre se consideró una persona insignificante y siempre se abstuvo de la arrogancia y el orgullo. Deberíamos leer este cuarteto de Rumi y aprender: "Han valorado mi turbante, mi túnica y mi cabeza, las tres cosas en un dirham (una pequeña unidad monetaria) o algo menos. ¿No has oído mi nombre en este mundo? No soy nada, nada, nada".

La verdad es que estamos enamorados de nosotros mismos, pero no podemos admitirlo sin tapujos. En otro cuarteto, Rumi indica: "Mientras permanezcas contigo mismo, mientras te adores no conseguirás un camino para escapar del obstáculo de ti mismo. Mientras tu existencia, el error de que eres algo se halle contigo no pienses que encontrarás paz porque estarás todavía adorando el ídolo de tu "yo interno". Ciertas personas se enorgullecen de sus riquezas o de su cargo mientras otros hacen ostentación de sus habilidades y profesiones. Los que no piensan y están caminando en el camino de la Verdad se consideran por encima de la gente debido a sus rezos, la oración con el tesbih (una sarta de cuentas con la que se reza Subhanallah, "¡Alabado sea Dios!", así como otras alabanzas) y peregrinajes. Dicho cuarteto que muestra la inmensa humildad de Rumi así como también muchas de sus otras virtudes y cualidades es muy curioso. ¿Cuánto valor atribuye Rumi a su cabeza, que es la suma de inspiración, a su turbante que da vueltas como una aureola y es un símbolo del conocimiento y de la gnosis, y a su túnica que es una cubierta para la joya de la belleza de Dios? Así como estamos fascinados con la humildad y la modestia de Rumi, el respeto que mostró a los que no eran musulmanes es también prodigioso. 




La tolerancia que mostró Rumi a los cristianos y sus sacerdotes que derramaron la sangre de innumerables musulmanes, y arruinaron ciudades durante las cruzadas es una evidencia extraordinaria de su grandeza y su lado humano. Durante aquella época en la que aún se podía apreciar los rescoldos de las mezquitas que los cristianos fundamentalistas habían prendido fuego, Rumi lo consideró todo una manifestación y una predestinación de Dios y no trató negativamente a los cristianos. Según el relato de Aflaki cierto día un carnicero armenio que vivía en Konya encontró a Rumi. Puso su cabeza en el suelo con respeto. Rumi, también puso su cabeza en el suelo y le mostró respeto. 
Rumi enseñó amor, respeto y afecto a todo el mundo, mujeres, niños y hombres. Cierto día Rumi estaba caminando por un arrabal donde los niños se hallaban jugando. Cuando vieron pasar a Rumi, vinieron corriendo y se inclinaron ante él con reverencia. Rumi los saludó con amor y afecto. Mientras tanto uno de los niños que estaba todavía corriendo hacia él exclamó: "Espera, espera, yo también vengo". Rumi esperó hasta que llegó el niño y le saludó, después acarició al muchacho y le hizo muy feliz. 
Un día el visir Pervane organizó para Rumi una sema en su palacio. Cuando Rumi llegó al palacio, esperó largo tiempo en la puerta hasta que todos los derviches y amigos entraron en el palacio. Después de que todos sus discípulos entrasen en el palacio, entró él. En cuanto se terminó la ceremonia sama, todos los invitados se mar-charon. Sólo Rumi se quedó allí esa noche. El visir Pervane le mostró respeto a Rumi y agradeció a Dios que tal santo fuese su invitado. Una vez, Husam al-Din Çelebi preguntó a Rumi: "¿Por qué esperaste tanto tiempo en la puerta del palacio antes de entrar?". Rumi contestó: "Si hubiese entrado el primero en el palacio, a lo mejor el portero no hubiese permitido entrar a algunos de nuestros amigos que llegaron después que nosotros. Así pues, no habrían podido disfrutar de nuestra compañía. Si no podemos dejar entrar a nuestros amigos en el palacio del visir de este mundo, en la próxima vida, ¿cómo vamos a permitirles entrar en el Palacio del Más Allá, el Paraíso más elevado?".



Como su padre Sultán al-Ulama, Rumi obtuvo el amor y respeto de los sultanes, visires y reyes. Estos hombres de alta alcurnia se alegraban sobremanera al verle. Sin embargo, como ha sido mencionado anteriormente, Rumi raras veces aceptaba sus invitaciones. Pasaba la mayoría de su tiempo con los pobres y los necesitados. Tenía discípulos que eran sultanes y visires pero también tenía muchos discípulos entre los pobres y la gente sencilla. Había cerrado su puerta a los sultanes. Mientras se apartaba de los visires del sultán Izzeddin Kaykavus, mostraba simpatía a la gente normal y al pobre y se esforzaba mucho por ayudarles a encontrar el camino de la verdad, y guiarles. Aquellos que no podían apreciar el trato de Rumi hacia el pobre y la gente con dificultades y que sólo miraban la apariencia de las cosas le criticaban y decían: "Los discípulos de Rumi son gente extraña. La mayoría de ellos son trabajadores y poseen pequeños negocios. Los individuos adinerados y con estudios raramente se ven con él. Donde quiera que haya un sastre, un verdulero o un pañero Rumi le acepta como discípulo". Y esas eran las habladurías, Rumi las ignoró aunque oyó algunas de ellas y no se ofendió. No escatimó su ayuda a aquellos en necesidad. No se enfadaba con aquellos que le objetaban y siempre les contestaba con delicadeza y con respuestas consoladoras. Solía decir: "Si mis discípulos fueran gente que no me necesitase, yo sería su discípulo. Ya que me necesitan, les acepto para disciplinarles. Haciendo es-to, quiero que cambien, que obtengan la Presencia Divina y que sean buena gente". 



Rumi siempre intentó estar al servicio de todo el mundo, bueno o malo, solía hacer a la gente todos los favores que estaban en su mano. Un día mientras Rumi estaba rezando en soledad se hallaba tan concentrado que ni siquiera percibió que alguien había entrado y así, este último dijo: "Soy muy pobre, no tengo nada". Cuando vio a Rumi totalmente inmerso en el rezo, le robó su pequeña alfombra de rezar y se marchó. Cuando Jodya Majd al-Din Maraghi supo de esto, inmediatamente se levantó y empezó a buscarle. Le encontró intentando vender la pequeña alfombra en el bazar Tiz. Le arrastró ante la presencia de Rumi, pero Rumi dijo: "Debe haber tomado esta alfombra porque se halla en necesidad. Perdónale, debemos comprársela".
Según un relato de Aflaki, cierto día Rumi se hallaba narrando a sus estimados discípulos lo siguiente: "Todos los santos han abierto la puerta de la mendicidad para aplastar el orgullo de sus discípulos y reprimir sus egos (nafs). Con lámparas de aceite en sus manos y cestas a sus espaldas se ponen en camino para recibir limosnas y caridad del rico. Nosotros, por otra parte, hemos cerrado la puerta de la mendicidad a nuestros amigos. Cumplimos el hadiz: "Abstenéos de pedir tanto como podáis, para que nuestros amigos puedan ganarse la vida con un salario a través del comercio, la Administración Pública, la fabricación de artículos de primera necesidad y cualquier negocio fruto del trabajo de sus manos y el sudor de sus frentes. Quienquiera que no si-ga este camino por sus discípulos, en nuestra opinión, tiene menos valor que la moneda más devaluada".




Rumi distribuyó entre los pobres y los necesitados todo el dinero en limosnas y caridad que le concedían los sultanes y visires. Se solía apañar con el dinero que ganaba de su asesoramiento jurídico y su trabajo como maestro en la madraza, sin tener que precisar de nadie o verse obligado a pedir favores. En un cuarteto indica: "Mientras ten-ga mi tazón de leche de mantequilla frente a mi, por Dios, no me inclinaré hacia la miel de nadie, incluso si la pobreza me amenazará con la muerte, no puedo vender la libertad por la esclavitud". Rumi rechazó el mundo y las cosas del mundo. Mantuvo una vida de derviche. Cuando no había nada en su casa, estaba contento y decía: "Gracias a Dios, hoy nuestra casa se parece a la casa del Profeta". Aunque no era rico ayudaba al pobre dándole limosna. Solía también esconder su ayuda financiara a los estudiantes de la madraza de la siguiente manera: ponía el dinero debajo de la esterilla de cada estudiante según se lo merecía y necesitaba, sin dejar que nadie le viese y sin decir nada a nadie. Cuando los estudiantes levantaban las esterillas para sacudir el polvo se sorprendían de encontrar el dinero. 
El respeto de Rumi por la gente es también indescriptible. Cuando entraba a una asamblea, la gente se levantaba para honorarle y darle la bienvenida. Cuando forzaban a alguien a que dejase su sitio para que Rumi pudiese sentarse se ponía muy triste. Aflaki narra que cierto día Rumi fue a un hamam (casa de Baños). Entró en los baños e inmediatamente salió, se puso su ropa y se preparó para salir. Sus amigos le preguntaron: "Oh Maestro, ¿por qué saliste tan pronto?" Rumi contestó: "Cuando el encargado del hamamme vio entrar hizo mover a alguien que estaba en el borde del baño mayor para hacerme un sitio. Me dio tanta vergüenza haber causado a esa persona sentirse incomoda por mi culpa, que me puse muy triste".




Los buenos modales de Rumi, su misericordia, su educación, en resumen, su carácter humano no se pueden describir adecuadamente en una obra como ésta con un objetivo limitado. Aunque vivió en una época en la que los esclavos se compraban y vendían como animales, y se empleaban en casas, jardines, campos y en cada puesto de trabajo, no sólo en los países musulmanes sino también en todo el mundo conocido, expresó que: "Tengo fe en un Dios que no ha creado esclavos". Y consideró a todos los seres humanos uno, así como seres iguales según el siguiente versículo del Corán: "Crearos y resucitaros cuesta a Dios tanto como si se tratara de una sola persona". En su opinión no había concepciones como la esclavitud o la autoridad. 
Un día Rumi entró en su casa y encontró a su hija Malika Hatun regañando a su esclava y le dijo: "¿Por qué estás pegando a esta esclava? ¿Con qué derecho la golpeas? ¿Qué harías si tu fueses la esclava y ella tu dueña? ¿Te gustaría que emitiese una orden religiosa que diga que nadie en este mundo tiene esclavos y siervos a excepción de Dios? De hecho, todos los esclavos son nuestros hermanos y hermanas". Su hija entendió su error, se disculpó y la liberó. Todo lo que llevaba encima como adorno se lo ofreció a la esclava. Durante el resto de su vida nunca pegó a ningún esclavo y siguió la tradición del Profeta. Rumi mostró misericordia y ayuda no sólo al pobre, y a los seres necesitados sino también a los animales. Según un relato de Sheij Nafis al-din de Sivas, "Cierto día Rumi me pidió que comprase algunos pasteles con dos dirhams. En aquellos días el precio de un plato de paste-les era un dirham. Inmediatamente compré los pasteles. Tras tomar los pasteles, Rumi los envolvió en un trozo de paño y empezó a caminar. Finalmente, llegó a unas ruinas. Allí observé a una perra que había dado a luz. Rumi le proporcionó los pasteles. Estaba perplejo de la compasión y la misericordia de este gran santo. Rumi me dijo: "Esta perra no ha comido nada durante siete días. No podía abandonar este lugar por sus cachorros".



Se narra también que en cierta ocasión Shihab al-Din Guyanda estaba montando un burro cuando de repente el burro empezó a rebuznar. Shihab al-Din se enfadó por los rebuznos del burro y lo golpeó en la cabeza varias veces. Al ver esto, Rumi dijo: "Este burro te está llevando. En vez de quererle y tener compasión de él porque tú eres el que lo monta y él es el que te está llevando, estás pegando al pobre animal. Por el amor de Dios, si se diese lo contrario, ¿qué habrías hecho?". 
Se cuenta que un artesano cristiano estaba construyendo una chimenea en la casa de Rumi. Los amigos de Rumi se quisieron reír del artesano y le dijeron: "¿Por qué no te haces musulmán? El Islam es la mejor religión". Contestó: "He permanecido en la religión de Jesús cincuenta años. Tengo miedo de abandonar ahora mi religión, me daría vergüenza obrar así delante de Jesús". Al oír esto Rumi dijo: "La esencia de la fe es el miedo. Quienquiera que muestre temor de Dios, incluso si esa persona es un cristiano, es un hombre de Dios". Tal artesano cristiano se conmovió al oír estas palabras y abrazó el Islam. 
Cierto día Rumi indicó: "Hace ya cuarenta años que estoy luchando día y noche para deshacerme de esta enfermedad de la “erudición” y retirar esta cortina. Pero todavía veo que me quedan vestigios. Cuanto más puro es el espejo del corazón, más fácil es estar cerca de la Verdad". Y continuó diciendo luego: "Mi padre Baha al-din Valad, que era el Rey de los Eruditos solía decir: “Si no tuviera el conocimiento que he obtenido con el estudio, mi gnosis sería más fuerte que mi conocimiento”".
Cuando limpié mi corazón del conocimiento y del estudio del mundo, obtuve un conocimiento y un acercamiento más grande a la Verdad. Escapé de la oscuridad de la existencia y alcancé la luz.



El conocimiento en sí, no nos acerca más a la Verdad ni nos enseña más acerca de ella, no es un conocimiento genuino. Yunus Emre expresa, "La sabiduría es saber, es saber acerca de la Verdad". Además, como se señaló previamente, cuando el conocimiento lleva al que lo posee al egoísmo y al orgullo, aparta a esa persona de la Verdad y la lleva a la sospecha y al escepticismo. Es por esto que uno de nuestros poetas escribe: "¿No es mejor ser un iletrado pero unido íntimamente a la religión que ser una persona con conocimiento y sufrir castigo?". En otras palabras, un iletrado que se encuentra cautivado por la atracción de la fe y de este modo encuentra la Verdad en su corazón tiene más valor que una persona con conocimientos que está atormentada por la sospecha y el escepticismo.
Un día Rumi estaba ofreciendo perlas de sabiduría a una persona de elevada posición: "En un cargo como el vuestro, sois como el oro. Pero necesitas ser más oro que el oro. Durante algún tiempo te meterás en un tarro, hervirás muchas veces, sufrirás los golpes del martillo en el yunque del ascetismo para que puedas convertirte en el anillo de Salomón o en el pendiente en la mejilla del sultán. Todas estas personas son musulmanes pero únicamente se purificaron y pasaron a ser hombres y mujeres de verdad tras haber ingresado en el tarro del amor, haber sufrido los fuertes golpes en el yunque de la paciencia, soportado cosas inaguantables así como el dolor e incomodidades del profano".





En cierta ocasión mientras caminaba Rumi se detuvo enfrente de una curtiduría cerca del río que fluía a través de la ciudad. El agua pasaba primero por la ciudad y después alcanzaba la curtiduría, entraba dentro y volvía a fluir afuera. Rumi vio que esta agua estaba muy sucia y turbia. Tras mirarla durante largo tiempo dijo: "¡Oh pobre agua!, da gracias que no estás pasando por los corazones de la población de la ciudad. Si hubieras pasado por sus corazones, verías cuán sucia y contaminada estarías. No obstante, espero que la Verdad —que es lo más puro— te liberé de tu suciedad con Su pura claridad". Rumi también dijo que el agua contaminada, corre en los jardines, se introduce en la tierra y realiza numerosas cosas buenas. Alimenta las plantas, se eleva en el aire con el Sol, se convierte en una nube y finalmente en forma de lluvia limpia y clara, regresa de nuevo a la tierra como misericordia de Dios. "Cuando esa agua contaminada vuelve al año siguiente le preguntan: “Oh agua que te hallas en el mar de lo agradable, ¿Dónde has estado?”, a lo que responde “Estaba contaminada aquí, pero vistiendo ropa bonita vine a la tierra. ¡Oh tú que estás sucio! Ven a mí. Mi comportamiento está de acuerdo con el de Dios. Te quitaré toda tu fealdad, haré la maldad tan pura como un ángel. Cuando me ensucio aquí, de nuevo regresó allí. Vuelvo a mi esencia, la esencia de toda limpieza. Se lleva mi ropa sucia y me otorga ropa nueva y limpia. Eso es lo que hace y esto es lo que hago. El Señor de los mundos decora y embellece el mundo”".




Cierto día uno de los prominentes hafices (alguien que ha aprendido el Sagrado Corán en su totalidad de memoria) de Konya pidió a Rumi que explicase el hadiz: "Existen muchos recitadores del Corán, considerados malditos por el propio Corán". Rumi dijo: "La mayoría de los versículos del Corán incluyen mandamientos y prohibiciones, buenos modales internos y externos. Una persona que recita el versículo: "Refrenad vuestras manos, sed constantes en la oración, y pagad el impuesto de purificación" y tras ello, ni reza ni da la limosna obligatoria o alguien que también lee el versículo: "Dios ordena justicia y bondad" pero es un opresor, una persona avara, tacaña y zalamera, por supuesto que el Corán maldice a esa gente con su lengua de disposición (lisan al-hal), los considera como personas malditas y se convierten en su peor enemigo en el Día del Juicio Final".
Pregunta sobre los significados del Corán sólo al Corán y a la persona que ha mortificado todos sus deseos corporales y ha aplastado bajo sus pies todos sus malos hábitos.
Igualmente en cierta ocasión, los eruditos de Konya preguntaron a Rumi el significado del hadiz: "Los hechos, la veneración y las acciones se juzgan según sus finales". Rumi explicó la razón de este hadiz del modo siguiente: "En la época del Profeta había un joven conocido por sus malas acciones. Este joven al que se le conocía por sus pecados murió repentinamente. Ya que sus parientes sentían mucha vergüenza por todo lo que había hecho, le enterraron por la noche sin que nadie lo supiese. A la mañana siguiente el arcángel Gabriel, el Digno de Confianza, vino al Profeta y le dijo: “Ve y reza en la tumba de ese joven”. El Profeta preguntó sobre la sabiduría de esto. Gabriel le contestó: “Dios indica que este joven declaró su fe en su último aliento y dijo: ‘Atestiguo que no hay más deidad que Dios y que Muhammad es Su siervo y Su mensajero’ y pidió perdón por sus pecados. En ese momento Dios tuvo lastima de él y le perdonó todos sus pecados”. Al oír esto el Profeta se puso muy feliz y dijo: “Los hechos, la devoción y las acciones se juzgan según sus intenciones”".






No mires por encima del hombro a aquél que no cree, a lo mejor puede morir como un creyente. Dios dice: "Incluso si eres alguien que no cree o un idólatra, cuando me reces te contestaré". 

Después de señalar que "no hay nadie como Dios que haga el bien a la gente mala y viciosa". Rumi continuó con esta historia: "Cierto día mientras Asma’i viajaba en peregrinaje a La Meca, le propinó dos puñetazos a un pobre árabe a causa de un charco. Poco después lo lamentó, se arrepintió y con la intención de pedirle disculpas empezó a buscarle. A pesar de todos sus esfuerzos no pudo encontrarlo. Cuando subió la montaña de Arafat durante la peregrinación, encontró al árabe allí rezando por él, "Oh Señor, no le regañes por mí. No sabía lo que hacía". Asma’i inmediatamente cayó a los pies del árabe y dijo: "Yo debería ser el que rezara por ti". Pero el árabe contestó: "No, yo soy consciente en grado sumo de mi humanidad y por lo tanto, me alegra hacer el bien. Deseo vivir como una persona buena. Así pues, es mi deber pedir tu perdón". Piensa ahora lo que hará nuestro Señor de Belleza y Bondad Absoluta el Día del Juicio Final y compara. 
Asimismo, en cierta ocasión los notables de Konya visitaron a Rumi. Estaba explicando el versículo del Corán, "Aquél que Dios ha abierto su corazón al Islam" e indicó: "Cuando este versículo se reveló, preguntaron al Profeta si había señales de este tipo de corazón y pecho abiertos. El Profeta expresó que “Cuando la sagrada luz de la Verdad llega al corazón de alguien, ese corazón se abre y expande. Cuando Dios quiere embellecer y expandir el corazón de alguien y hacerle ‘poseedor de visión’, le abre el corazón con Su luz sagrada. La señal de esto es que el que tiene tal corazón se distancia del mundo, se inclina hacia el Más Allá y se separa de este mundo antes de que este mundo le separe”". 
El día que nuestro Profeta emigró de este mundo, Aisha, la madre de los creyentes, estaba llorando, pero ese llanto no era nada parecido al vuestro o el mío. No estaba llorando como nosotros porque per-demos algo como el dinero o cosas materiales que queremos. Estaba, por el contrario, llorando y exclamando en suma aflicción: "¡Oh tú que nunca dormiste cómodamente! ¡Oh tú que nunca llevaste seda! ¡Oh tú que nunca comiste pan de cebada hasta que estuviste satisfecho! ¡Oh tú que solías dormir en una esterilla áspera!" El día que el Profeta devolvió su codiciada alma a su querido Dios, estaba tumbado en una ca-ma llena de fibra de palmera. Estas fibras habían dejado señales en la bendita piel del Profeta. Al lado de la cama había un tazón de madera con agua. Estaba mojando su mano en el tazón y poniendo algo de agua en su ardiente pecho, decía: "Oh Dios, protégeme del terror de la muerte y sus desagradables cosas". Así es cómo el Gran Profeta se reunió con Dios.








También en esta vida mundana, quien quiere lograr un objetivo soporta ciertas dificultades e inconveniencias. Alguien que no sacrifica su sueño está ahuyentándose del camino, y aquel que no aguanta las dificultades del camino no puede llegar a ningún sitio. Ahora, ¿cómo puede una persona que ama la Verdad y quiere caminar en el camino de la Verdad obtener la Verdad mientras duerme mucho, come hasta que queda satisfecho y vive una vida cómoda?
¡Es asombroso que un enamorado duerma! Porque el acto de dormir está completamente prohibido para el enamorado. ¡Oh David! Si alguien que duerme y no piensa en mí dice que me ama está mintiendo. Cuando oscurece el enamorado se vuelve loco. ¡Oh enamorado! Despiértate y salta de tu sueño. Sufre la incomodidad y aguanta dificultades. Mientras se escucha el ruido del agua, ¿Cómo puede dormir el sediento?
El sultán de los literatos Salah al-Din de Malatya dijo: "Estaba en la ciudad de Ereðli en la casa de Nur al-Din Vefadar, en la asamblea de la cúpula principal de la sociedad y los grandes sheijs. Sheij Janadi llegó con un número de sufíes de Konya. Le dieron la bienvenida y le honraron. Tras los saludos, la comida y la conversación pregunté al Sheij Mu’y al-Din lo que decía el Sheij Sadr al-Din Konavi (fallecido en 1273) sobre Rumi y cómo le describía cuando éste no estaba presente. Sheij Janadi dijo: "Por Dios, un día nos encontrábamos sentados en presencia de Sheij Sadr al-Din con sus amigos más íntimos. También se hallaban presentes Fahr al-Din Iraqi, Sharif al-Din Mavsili y Sheij Said Fargani. El tema de la conversación pasó a ser los estados y el carácter de Rumi. Konavi estaba inspirado y con suma honestidad y profundo entendimiento dijo: "Si Bayazid y Yunayd viviesen hoy, mostrarían respeto y amor a Rumi, el hombre de Dios. Es también el sirviente de la mesa de la pobreza de la religión de Muhammad. Nos hemos estado beneficiando de él como subordinados. Todas nuestras alegrías y éxtasis provienen de la fertilidad de sus sagrados pies". Todos los derviches presentes eran gente muy sabia que aceptaron y admiraron estas palabras. Después de indicar esto, continuó diciendo: "Mi pobre ser, también está entre los suplicantes de este gran sultán", y recitó el siguiente pareado: "Si hay una señal de la manifestación Divina en nosotros, una forma Divina, eres tú. No dudo en decir esto".
Cierto día Rumi estaba enseñando acerca del aniquilamiento, la refracción y la humildad. Indicó: "Los árboles que no dan fruta como el ciprés y el chopo alzan sus cabezas hacia lo alto en el cielo y sus ramas también se extienden a lo largo. Cuando los árboles frutales tienen fruta, sus ramas cuelgan. La gente madura es así de modesta". El Profeta era muy modesto. Sin duda el Profeta era más modesto que todos los profetas y santos. Y así señaló: "Se me ha ordenado ser amable con la gente y tratarlos bien. Ningún profeta ha aguantado tanto maltrato como yo". Cuando hirieron su bendita cabeza y rompieron sus benditos dientes debido a su inmensa misericordia, suplicó a Dios: "Oh Dios, guía a mi gente al camino correcto porque son ignorantes y no saben". Cuando otros profetas fueron insultados, rezaron a Dios que les diera lo que se merecían por sus actos y sus gentes fueron el objetivo de muchas calamidades mientras que nuestro Profeta anheló en sumo grado el bienestar de la gente.
La naturaleza del hombre es de tierra. Si un hombre no es humilde como la tierra, no es un hombre.




En cierta ocasión un barbero estaba recortando la barba a Rumi. El barbero preguntó: "¿Qué desea nuestro Maestro, cuánto le corto?" Rumi dijo: "Sólo lo suficiente para diferenciar un hombre de una mujer". Otro día dijo: "Envidio a los qalandars —asceta musulmán que se caracteriza por su extravagancia y disciplina respecto del Islam— porque no tienen barba". Y tras recitar el hadiz: "Un poco de barba es lo correcto para un hombre, porque la barba es un complemento del hombre. Demasiada barba le lleva a aparentar y le aniquila espiritualmente". Y continuó diciendo: "A los sufíes les gusta tener una barba larga, pero mientras el sufí se mesa la barba, el gnóstico obtiene a Dios".
Un íntimo amigo de Rumi murió. Se dirigieron al encuentro de Rumi y le preguntaron: "¿Debemos enterrarle con ataúd o sin ataúd?" Rumi contestó: "Haced lo que nuestros amigos vean apropiado". Karam al-Din, el hijo de Bektemur, que era un gnóstico de luz sagrada que se hallaba entre aquellos dotados con una capacidad para emitir juicios de provecho, indicó: "Es mejor darle sepultura en la tumba sin el ataúd". Los amigos preguntaron: "¿Por qué?" Karam al-Din di-jo: "Una madre cuida mejor a un niño que un hermano. La naturaleza humana es de tierra, la madera del ataúd es como un niño de la tierra. Por lo tanto, el ataúd es como el hermano del hombre y la tierra es la madre. De ahí que sea mejor dejar al difunto en el regazo de la cariñosa madre". A Rumi le agradó sobremanera estas palabras y dijo: "Este comentario no se ha escrito nunca en un libro". 
Sultán Valad narra acerca de su padre: "Baha al-Din, si quieres amar a tu enemigo y que tu enemigo te quiera, habla positivamente de él durante cuarenta días. Ese enemigo será tu amigo ya que hay un camino de la lengua al corazón tal y como hay un camino del corazón a la lengua. Es posible alcanzar el amor de Dios a través de Sus Gloriosos Nombres. Dios dijo: "Oh siervos, para alcanzar pureza en vuestros corazones, no os abstengáis de mencionarme mucho. Cuanta más pureza, más luminosa es la luz sagrada de Dios en el corazón". 
Cierto día Sheij Sadr al-Din se hallaba atareado ofreciendo una lección sobre los dichos y tradiciones del Profeta —hadiz— en su dergah o residencia espiritual para derviches. También estaba presente en esa asamblea las más notables y famosas personalidades de Konya. De repente entró Rumi. El sheij pidió a Rumi que diera la clase ese día. Mientras explicaba cada hadiz, Rumi hacía referencia a otros hadices relacionados con el tema y ofreció explicaciones dignas de mención. También mencionó en que contexto se dijeron estos hadices. Llamó la atención sobre aspectos tan profundos que la gente estaba asombrada. Sheij Sadr al-Din pensó para sí mismo: "Me pregunto si el significado de este hadiz es como señala Rumi porque no hemos nunca escuchado tales interpretaciones de ninguno de nuestros maestros ni hemos nunca escuchado dicho estilo". Esa misma noche Sheij Sadr al-Din soñó con nuestro Profeta. El Profeta estaba sentado al fondo de una de las salas del cenobio para derviches. Sheij Sadr al-Din se dirigió al Profeta y le besó su bendita mano. El Profeta dijo: "El significado de ese hadiz y mi propósito cuando lo narré es exactamente como lo explicó Rumi. No añadió nada".



Colmado de alegría el Sheij Sadr al-Din se despertó. Antes de que pudiese narrar su sueño a los derviches, Rumi compareció en el salón de los derviches, se sentó en el sofá y recitó el versículo: "¡Oh Mensajero! Te hemos enviado como testigo, portador de buenas nuevas y aquél que advierte". Y luego dijo: "Eso es, el testimonio de un testigo tan honesto acerca de los siervos se puede creer ya que si Dios quiere, ese testimonio pasa a ser fidedigno". Esto aumentó la fe, el amor y la confianza de Sheij Sadr al-Din en Rumi.
Un día alguien estaba interpretando algunas melodías con el rebab (un instrumento musical de cuerda frotada con arco que se toca en posición vertical, como el violonchelo aunque de menor tamaño) en presencia de Rumi. Rumi estaba escuchando con placer. De repente un respetado hombre entró y dijo: "Hemos oído la llamada de la oración del atardecer". Rumi se detuvo por un momento y luego dijo: "No, no, esa voz está llamando a Dios, esta voz también está llamando a Dios. La llamada a la oración invita el aspecto exterior del ser humano a su obligación mientras que la voz del rebab está invitando al espíritu humano, a su lado interno y a su aspecto invisible hacia el amor y la conciencia de Dios".
El visir selyúcida Muin al-Din Pervane quería elegir a alguien como juez para Konya. Esta persona era el hijo del Visir Taj al-Din que estaba dotado de un gran número de virtudes y estaba bien educado pero debido a su conocimiento era arrogante y no tenía modales. Esta persona dijo al Visir Pervane: "Aceptaré el cargo de juez con tres condiciones: La primera condición es que prohíbas el rebab. La segunda condición es que despidas a los viejos funcionarios del juzgado que no son sino como los verdugos. La tercera condición es que pagues buenos salarios a los nuevos para que no tomen nada de la gente". Pervane dijo: "Acepto y me comprometo a cumplir dos de tus condiciones. Pero no puedo prohibir el rebab porque se toca a petición de un gran rey". Por esta razón el hijo de Taj al-Din no aceptó ser juez. Cuando esta historia llegó a oídos de Rumi, dijo "¡Bien hecho, Oh sagrado re-bab! Gracias a Dios que el rebab ha tomado su mano y le ha salvado de la mano del destino". 
Comprobemos lo que Sipehsalar, que fue bendecido con la fortuna de vivir con Rumi durante años, tiene que decir acerca de Rumi en su Risale:28
¡Oh Rumi, el pozo del "Agua de la Vida Infinita" está completamente inundado de vergüenza por su envidia de la belleza y la gracia de tus palabras! No se muestra a nadie. ¡Oh Rumi, que acumulaste todos los buenos modales y la moral del Profeta que honró el mundo para poder completar los buenos modales y la moral! ¡Oh único en explicar los versículos del Corán del modo más correcto y bonito! ¿Qué puedo escribir para describirte? ¿Qué puedo decir? Incluso si empleara todas las palabras a mi alcance tus atributos todavía se quedarían sin expresar pues son infinitos. Tus buenos modales y hábitos son innumerables, no se pueden describir con palabras.
La tolerancia y otros buenos modales de Rumi, tal y como se asocian con todos los santos, son en realidad la tolerancia y el buen comportamiento del profeta Muhammad. Sipehsalar describe a Rumi como el "único que explica los versículos del Corán de la forma más correcta y bonita". Cuando comenta algunos versículos del Corán en el honorable Mesnevi, Rumi aborda algunos aspectos de estos versículos con una inspiración divina que ningún otro célebre comentarista hasta su época ha podido explicar. Es por esta razón que Ismail Hakký Bursevi (fallecido en 1725), explicó algunos versículos del Corán en su comentario Ruh al-Beyanmencionando el distinguido Mesnevi. Sipehsalar, que expresó su admiración por Rumi porque le conoció personalmente, se abstuvo de crear división alguna entre las otras órdenes de derviches porque amó no sólo a Rumi, el santo al que sirvió, sino que también amó a otros santos y ofreció un gran ejemplo a aquellos que aman a Dios y la Verdad.




El grado de admiración de Sipehsalar hacia Rumi se puede comprender en afirmaciones como: "Me he lavado mi boca mil veces con almizcle y agua de rosas, pero todavía sigo pensando que mi boca no merece mencionar tu nombre". Y Sipehsalar continúa: "He observado algunos de los extraordinarios e innumerables atributos de Rumi con mis propios ojos, algunos otros los he encontrado en mi corazón y conciencia. ¿Cómo puedo explicar con mi lengua lo que he visto con los ojos de mi cabeza y lo que he sentido con el ojo de mi corazón? Mi lengua es tan incapaz e inadecuada como mi pluma. No todo lo que se sabe puede contemplarse, no todo lo que se ve puede decirse y no todo lo que se dice puede escribirse". La prueba de esto es lo siguiente: "Cada uno de los santos ha intentado adoptar los atributos de Dios eliminando todo menos a Dios del espejo de sus corazones, curándose completamente de la envidia, el odio y la lujuria por medio de la devoción, las buenas obras y la paciencia ante cualquier cosa que les acontece, sus esfuerzos y luchas contra sus deseos carnales y la debilidad de sus cuerpos. Hay una frase famosa entre los sufíes: "Si alguien quiere encontrar a Dios en su corazón y hallarse junto a Él, debe encontrarse con las personas detasawwuf". Mi sheij Rumi también señala esto en el Mesnevi: "Aquel que anhele la compañía de Dios y sentir a Dios en su corazón, debe hallarse en presencia de los santos. Ya que están completamente a salvo de atributos humanos, estos siervos especiales de Dios tienen que estar vivos por Dios, tienen que hablar por Dios y tienen que oír por Dios. Así como el Gran Profeta, el Maestro del Universo nos indica en un hadizqudsi29: “Dios dice: ‘Cuando amo a mi siervo, me convierto en los oídos con los que oye, los ojos con los que ve y la lengua con la que habla’”". 

Aquellos que se encontraban en la "Asamblea del Alast" ofrecieron su corazón a Dios y todavía están embriagados con el compromiso de Alast. Como esclavos sus pies están atados a este mundo, el lugar de sufrimiento pero son muy generosos dando sus vidas. Estos esclavos especiales de Dios han evadido sus personas en Dios y se sostienen en existencia con el Amigo. Aquello que les sorprende es que real-mente no existen aunque parezcan que están allí en ese momento. Esta es la verdadera gente de la Unidad".
Sipehsalar continúa describiendo a Rumi del modo siguiente: "Hay muchas razones convincentes para que este humilde Sipehsalar hable de las categorías que Rumi ha alcanzado. En primer lugar, permíteme que diga que nuestro honorable Maestro era muy bueno en el árabe. Sabía todos sus entresijos y conocía su complejidad de vocabulario. Se hallaba entre aquellos individuos con un conocimiento más amplio de su tiempo, en campos como la Ley Islámica, los comentarios del Corán y el hadiz, las ciencias lógicas y la narrativa. En Alepo, cuando se encontraba ampliando sus estudios en su primera etapa de juventud, sus amigos le preguntaban sobre aquellos asuntos que contenían ciertas dificultades. Rumi les enseñaba numerosas formas de resolver estos asuntos, que escuchaban atentamente y aquellos que comprendían estos asuntos que parecían complejos sucumbían en un estado de entusiasmo debido al regocijo de oír y comprender. Las bendecidas soluciones que ofreció para la pregunta en cuestión no estaban escritas en ningún libro. Las benditas miradas de Rumi leían y contestaban los asuntos más difíciles y complicados del libro del corazón". Después de escribir estos aspectos acerca de Rumi, Sipehsalar ofrece lo siguiente que expresa las manifestaciones dentro de un enamorado de Dios:
¡Oh corazón, que como el viento de la mañana, ha sentido la alegría
de la temprana mañana y ha comprendido el significado de las mani-
festaciones divinas que suceden durante este tiempo!
¿Te hallas embelesado con lo que has visto o con lo que no has visto?
¿Te ha llevado más allá de ti mismo lo que has visto o lo que no has
visto?
Algunas veces corres hacia los alrededores de las montañas, te esfuer-
zas y ves allí el mineral de la Verdad y el ámbar del amor.
Has ido más allá del ojo y el corazón.
Se han abierto cientos de ventanas para ti, has salido de la Tierra y los
Cielos, volando has visto cientos de Cielos.
Tal embelesamiento, tal niebla ha caído en el mar que con motivo de
la alegría de contemplar esto su cabeza se convierte en un ojo.
Las lágrimas que fluyen de los ojos a causa de la alegría como una
inundación en olas se han unido al mar.
¡Qué sorpresa! ¡Qué asombroso!
Las lágrimas y el mar se convierten en un océano o el mar se convierte en un ojo. En sus ojos ambos mundos son como el grano delante de una gallina. En realidad, un ojo limpio que ha visto la verdad y la majestuosidad es así. En el Universo de la unidad el que aprecia los atributos del que busca y el hallado como dos entidades diferentes no es ni un buscador ni uno que encuentra. ¿Quién conoce a Dios?



Alguien que ha escapado de ("la") falta de fe. Di como respuesta al que pregunta "¿Quien se salva de ("la")?: "El enamorado sufriendo calamidades". El enamorado de Dios ha comprendido el significado real del dicho de Bayazid Bistami: "No hay nadie sino Dios debajo de mi túnica" y ha visto la túnica como un trozo de material simple y sin valor y ha querido quitarse la túnica de sí mismo para manifestarse con su ser real.
Tras citar este poema, Sipehsalar prosigue narrando: "Para obtener la mirada expresada en el poema anterior y sentir la alegría espiritual debemos saber que tan sólo conocimiento no es suficiente". Mantener ese conocimiento escolástico y estudiarlo puede a veces ser un obstáculo y un velo en el camino espiritual. Sipehsalar concluye el apartado mencionando este dístico de Rumi: "Quise purificar el conocimiento del corazón, escapar de mí mismo, no ser consciente de mi ser porque no es correcto ir a la presencia del más codiciado Amado como un erudito".


EL ENCUENTRO DE RUMI CON SHAMS






Escrito por Sefik Can. Publicado en Fundamentos del Pensamiento de Rumi
Después de que Burhan al-Din Tirmizi falleciese, Rumi empezó a dar clases y a instruir estudiantes en la madraza de Konya. Había recibido de su padre, el «Rey de los Eruditos» sus primeras lecciones. Por una parte, Rumi daba clases en la madraza, mantenía conversaciones con aquellos que buscaban la verdad y contestaba a sus preguntas; por otra, guiaba a los enamorados de Dios y les advertía y aconsejaba. 
De este modo, como su padre, Rumi se convirtió en el sultán de los eruditos de las ciencias religiosas y también en el sultán de los gnósticos en el cam­po del sufismo. El pueblo admiraba mucho a Rumi. El sultán, los no­tables y todos los súbditos, la población en general, le conocían como un musulmán notable, un insan al-kamil debido a su devoción en el ac­to de venerar, su dedicación al ayuno y al rezo, sus virtudes, su huma­nidad, su amabilidad, su modestia a pesar de su gran conocimiento, su abstinencia del mundo, su servicio en el camino de Muhammad al igual que su padre y su vida inmaculada libre de toda impureza.
Fue en aquella época cuando ocurrió un acontecimiento que cam­bió la vida de Rumi. Shams al-Din de Tabriz llegó a Konya. Esta hu­milde persona, Shams de Tabriz, extasió a Rumi, al gran erudito ocu­pado con sus clases, al prudente gran sufí y al guía espiritual. Hizo de él un ardiente enamorado de Dios.¿Quién era este Shams al-Din de Tabriz que produjo tal cambio en la vida de Rumi? Aflaki relata por escrito que el padre de Sham al- Din era Ali, el hijo de Malikdad. Ya que nació en Tabriz, podía haber tenido ascendencia turca azeri. Está claro por el Maqalat que era una persona culta y que dominaba las ciencias de su tiempo. Puesto que nunca estuvo en un lugar durante mucho tiempo y viajó a numerosos sitios, se le apodó Shams-i Perende (Shams, «el vola­dor»). También se le nombró Kamil-i Tabrizi («El perfecto de Tabriz»), ya que era un hombre perfecto. Aunque era un gran santo, escondió su persona y sus milagros de la gente. Vivió en ciudades de manera anónima y cuando llegaba a ser conocido abandonaba dicha ciudad. Durante sus viajes, nunca se hallaba en los «dergah» (o resi­dencias de derviches) o en sus madrazas. Se alojaba en posadas ce­rrando su puerta a cal y canto, no tenía dentro de la habitación nada a excepción de una estera para dormir. Vestía como un comerciante cualquiera, nunca llevaba puesta la vestidura suntuosa de los sheijs. Sipehsalar Faridun Ahmad (fallecido en 1284) le describe como aquél que ha alcanzado la gloria de la proximidad de Dios mientras estaba vivo: el sultán de los santos, el polo de los gnósticos, el here­dero de los profetas, la corona de aquellos que aman a Dios y escri­be que Rumi era un insan al-kamil, poseedor de clarividencia y esta­dos espirituales. Shams se asemejaba a Moisés en su conexión cerca­na con Dios y era como Jesús, en su modo de vida solitario y en re­tiro, la paz sea con ellos. Si no hubiera poseído estos atributos, ¿có­mo podría haber entablado amistad con Rumi? ¿Cómo podrían es­tos dos santos, enamorados de Dios, haberse unido como se unen dos mares? En su Ibtidaname, Sultán Valad compara el encuentro de Shams con Rumi con el encuentro de Moisés con el Jidr. Como se sabe, aunque Moisés era un profeta que obtuvo la estación de kalim Allah (alguien que ha hablado con Dios), admiraba a los enamora­dos de Dios y los buscaba. Del mismo modo, aunque Rumi había al­canzado el escalafón más alto como educador en las madrazas y guía espiritual, todavía admiraba y quería a los enamorados de Dios. En contra de lo que piensan algunos, no estaba buscando un guía espi­ritual. Había sido educado con el conocimiento y la gnosis de un pa­dre incomparable, Sultán al-Ulama, y se convirtió en un guía espiri­tual pasando por los niveles del viaje espiritual bajo la guía del más grande guía espiritual, Burhan al-Din Tirmizi.




Shams era también una gran personalidad, amaba a Dios como Rumi así lo hacía, había viajado a muchos sitios y había conocido a un gran número de eruditos y sheijs, y en sus propias palabras, no fue capaz de encontrar lo que estaba buscando en ninguno de ellos. Nadie pudo entender realmente su estado espiritual. Nadie pudo en-tender la verdad de sus secretos. Rumi había logrado alcanzar los ni­veles de la perfección, se había asentado en Konya, se había conver­tido en maestro y en guía espiritual a los cincuenta años de edad. No precisaba ya dirigirse a otros lugares de conocimiento. Shams, sin embargo, tenía más de sesenta años y aún se hallaba de viaje, buscan­do un guía espiritual, todavía incapaz de establecerse en ningún si­tio. En su libro Maqalat, Shams escribe: «Abandoné Tabriz para en­contrar un guía espiritual, dejé la ciudad pero no pude encontrar a dicho guía espiritual. El Universo no está vacío, así pues, debe haber un maestro espiritual en algún sitio... Tuve un sheij en Tabriz, cuyo nombre era Abu Bakr. Hacía cestas y se ganaba la vida con ello. Me favorecí en gran medida de él. Pero tenía algo dentro de mí que mi sheij no apreció. En realidad, nadie podía verlo».
No sabemos con seguridad a qué orden sufí pertenecía Shams. Según algunos eruditos, estaba al servicio de Baba Kamal, uno de los discípulos del gran santo Najm al-Din Kubra —y asimismo guía espi­ritual de Sultán al-Ulama— que falleció en condición de mártir mien­tras luchaba contra los mongoles. Otros dicen que se hallaba integrado en los Ahbariyya de la rama Jalwati. Sin embargo, como ha sido mencionado anteriormente, Shams indica por sí mismo que era un derviche del sheij Abu Bakr de Tabriz. En realidad, Shams no era la clase de derviche que se quedara con un fabricante de cestas que no po­día apreciar lo que había en su interior y que presumía de ser un sheij. Confiesa: «Le dejé y lo sintió mucho». Quién sabe, podría haber con­frontado a su sheij con sus errores y le dejó, nadie lo sabe con seguri­dad. Shams no podía contemplar nada en un sheij que no pudiese apreciar nada en él.
En aquellos días Shams era incapaz de encontrar lo que estaba bus­cando en los sheijs famosos que encontró en diferentes sitios, a los que conoció y a cuyas clases atendió. Fue incapaz de servirles. Estaba buscan­do el guía espiritual perfecto. En su mente, tenía la imagen de un sheij puro, intachable que viviese como un Compañero del Profeta, íntegra­mente inmerso en el camino de Muhammad. Sin embargo, ya que apre­ció fallos en las personas que decían ser sheijs con las que se encontró, no pudo servirles. Se entristecía cuando no podía encontrar el modo is­lámico en aquellos que todo el mundo respetaba y cuyas manos besaban. Dijo en su Maqalat: «Ni siquiera fue ayer cuando abandonó el vientre de su madre y ya hoy señala: “Soy la verdad”. ¿Cómo puede alguien que ha nacido del vientre de tal o cual mujer decir que es la Verdad? La ma­yoría de estos sheijs son bandidos de la religión de Muhammad. Bloquean los caminos de la gente». Shams siempre estaba alejado de los sheijs que estaban buscando alcanzar cierto grado de ostentación y reputación y hasta que encontró a Rumi no se puso al servicio de nin­gún guía. Cuando Shams-i Tabriz conoció a Rumi, cuando vio la verdad en él, señaló: «Encontré lo que estaba buscando en mi Hudavendigar, Rumi» y se quedó en Konya.
Aflaki relata que antes de su encuentro en Konya, Rumi y Shams se habían conocido en Damasco. Escribe que en cierta ocasión, mientras Rumi estaba en el mercado, alguien vestido completamente de negro con un sombrero cónico besó la mano de Rumi y le dijo: «¡Oh juez de la realidad de los significados! ¡Encuéntrame! ¡Entiéndeme!» y luego de­sapareció en la multitud. Narra que este hombre era Shams. Shams lle­gó a Konya en la mañana de un sábado 23 de octubre de 1244. Como era su costumbre, fue directamente a una posada. Se dice que fue a la posada de los Pirinçciler («agricultores del arroz») o Þekerciler («produc­tores de azúcar») y alquiló una habitación. También se dice que para que la gente pensase que era un comerciante rico, puso una cara cerradura en su puerta que costaba tres dinares y ataba la llave al final de su turbante dejándola colgar de su hombro. Sin embargo, no había nada en la habi­tación de Shams a excepción de una estera, una jarra rota y un ladrillo secado al sol que usaba como almohada. No hay información acerca de cuánto tiempo pasó en Konya antes de conocer a Rumi. Los relatos de su encuentro con Rumi son numerosos. 





Según el relato de Aflaki, cierto día Rumi salía de la madraza «Ýplikçi» montando su burro, y acompañado de sus estudiantes y discípulos. En ese mo­mento Shams al Din de Tabriz corrió hacia Rumi y tomó las riendas del burro. Sin embargo, Sipehsalar narra el encuentro de Rumi y Shams del modo siguiente: «Shams al Din de Tabriz llegó a Konya por la noche. Se dirigió a la posada Pirinçciler. Había un sofá decorado en­frente de la puerta de la posada. Normalmente los individuos de ele­vada posición se sentaban en ese sofá. Shams se sentó allí por la maña­na. Para Rumi estaba claro a través de la luz de santidad de la profecía que Shams había llegado. Saliendo de su feliz hogar, fue en esa direc­ción. En el camino, la gente intentó acercarse a él y mostrarle respeto. En ese momento la mirada de Rumi se encontró con la de Shams. Comprendió que la persona que se le predijo en su sueño era esta per­sona. No dijo nada. Mevlana Hudavendigar vino y se sentó en otro so­fá enfrente de Shams. Durante cierto tiempo no se dijeron nada. Después empezaron a conversar:


Shams:—¿Es el profeta Muhammad mejor que Bayazid Bistami? Rumi:—¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto, el profeta Muhammad es mejor.
Shams:—Sí, pero Muhammad indica: «A veces mi corazón se cu­bre. Por lo tanto, setenta veces busco la ayuda de mi Señor y pido perdón» mientras que Bayazid señala: «No tengo nada que ver con los atributos imperfectos. ¡Qué acontecimiento tan importante es mi creación y apariencia!» y «no hay nada debajo del manto que lle­vo sino Dios». Y se considera superior. ¿Qué piensa de este asunto? ¿Qué opina?
Rumi: —Muhammad avanzaba setenta niveles cada día. Y cada vez que avanzaba a un nivel más elevado se avergonzaba de su estado en el nivel anterior y pedía perdón. Por otra parte, Bayazid se sorpren­dió de la grandeza que había alcanzado en el primer nivel. Se perdió a sí mismo y expresó estas palabras.
Tras esta conversación, Rumi y Shams dejaron los sofás, se salu­daron y se abrazaron. Después, en la pequeña habitación de Yalal al-Din Zarqubi, tuvieron distintas conversaciones durante seis meses. En el libro Ibtidaname, Sultán Valad expresa la intimidad y admiración que existía entre ambos: «Cuando Rumi contempló el rostro de Shams, le fueron revelados los secretos. Vió cosas ocultas. Oyó cosas que nunca había oído de nadie. Era casi como si la sombra de Rumi hubiese desaparecido en la bendita luz de Shams».



En esta intimidad, en esta verdadera amistad, en este divino amor, uno no puede reclamar superioridad o enfatizar una diferencia dicien­do quién va a ser el guía espiritual de esa o aquella persona o quién va a ser discípulo de tal o cuál individuo. Este pareado de Amir Jusraw Dahlavi describe la situación de los dos enamorados de Dios: «Me convertí en ti y tú te convertiste en mí. Me convertí en la carne y tú te convertiste en el alma. Después de esto nadie puede decir que estoy se­parado y que tú te hallas separado».El hecho que estos dos santos se encontraran, se amaran como verdaderos amigos de Dios y continua-mente pasaran su tiempo juntos no fue bien recibido por aquellos a su alrededor. Los estudiantes de Rumi, sus discípulos, los notables, los imanes y hombres religiosos, e incluso miembros de su propia familia odiaban a Shams porque no podían ver ni sentir la verdad, el amor y el poder de la fe de Shams que tenía tanta influencia en Rumi. 
La mujer de Rumi, Karra Hatun, narra que antes de la llegada de Shams, Rumi leía el libro Ma’arif, obra de su padre Baha al-Din Valad bajo la luz de una vela hasta el anochecer. Shams no sólo le apartó de la lectura del libro de su padre, sino que tampoco le permitió leer los poemas recopilados de al-Mutanabbi que tanto le gustaban a Rumi, o ningún otro libro. Esto se debía a que concedía suma importancia al conocimiento del corazón, a la Inspiración y la Atracción Divina pero no al conocimiento que iba a olvidarse, que iba a ser un problema pa­ra el hombre y que iba a inflamar el ego del hombre. El conocimiento del corazón no se aprende de los libros. Estaba convencido de que si un hombre viviese seis mil años, incluso si se le diese la vida de Noé multiplicada por seis, lo que obtuviese gracias al esfuerzo durante mil años no sería igual a la Inspiración Divina obtenida por medio de ha­llarse por un momento en unión con Dios. Shams adoptó como con­versación fundamental la Atracción de Dios. Mantuvo que el conoci­miento no era un objetivo en sí mismo sino un medio para que poda­mos percatarnos de nuestra incapacidad, de darnos cuenta de la verdad y comprender a Dios. Por lo tanto, separando a Rumi de las cosas que más quería, Shams estaba intentando llevar a Rumi incluso más cerca de Dios de lo que ya estaba.



Distrajo a Rumi de la devoción total de aquellos libros, que se pa-saba la mayor parte de su tiempo leyendo en el vestíbulo dedicado a las reuniones de la madraza. Tampoco permitió que le viese todo el mundo. Sentándose delante de la puerta de la madraza, preguntaba a aquellos que venían a ver a Rumi, «¿Qué traes como regalo de súpli­cas y agradecimiento? Enséñamelo y te mostraré a Rumi». Cierto día cuando alguien se enfadó con este extraño hombre le preguntó: «¿Qué trajiste tú para que necesitásemos a su vez traer algo?», Shams dijo, «Me traje a mí mismo, sacrifiqué mi cabeza por su causa».
En Ibtidaname, Sultán Valad describe lo próximo que se hallaba Shams de Rumi y lo mucho que le influenció: «Cuando la gente con­templó este vínculo, esta lealtad, este éxtasis y amor tuvieron envidia y empezaron a criticar. Algunos sheijs y cierta gente importante empe­zaron a rumorear sin tapujos: «¿Qué clase de hombre es este que ha cambiado tanto a Rumi? Mientras ninguno de nosotros aprecia nada bueno en Shams, ¿por qué Rumi le considera un hombre superior y le honra? No posee estado espiritual ni conocimiento. ¿Es posible que se le pueda nombrar como un hombre de la Gracia Divina y concluir que el ojo de su corazón se halla accesible?» Cuando Shams vio que las co­sas se estaban descontrolando y que toda la población se estaba vol­viendo en su contra, desapareció de repente un día. Tras quince meses y veinte días, Shams dejó Konya el 15 de febrero de 1246. 
En Ibtidaname, Sultán Valad narra que Rumi estaba muy triste por la partida de Shams y que incluso no miró los rostros de aquellos que ha­bían causado su partida. También indica que estas personas se arrepintie­ron de lo que habían hecho y Rumi les perdonó. Mientras Sultán Valad escribe que Shams fue directamente a Damasco, Sipehsalar cuenta que se desconoce adónde se dirigió Shams. Después de cierto tiempo, Shams envió una carta a Rumi desde Damasco y de esta forma se aclaró que Shams había viajado a dicha ciudad. Rumi contestó, aunque en aquellos días no había servicio postal como hoy en día, las cartas las llevaban men­sajeros especiales y tardaban mucho tiempo. En el libro de Aflaki Manaqibul Arifin se pueden encontrar cuatro cartas de Rumi en verso pa­ra Shams. 









Cito a continuación algunos pareados de estas poéticas cartas como ejemplo de su conversación:
¡Oh luz de mi corazón, ven! ¡Oh propósito de mis luchas, ven! Sabes bien que nuestras vidas se hallan en tus manos. ¡No hagas la dulce vi­da difícil! ¡No atormentes a tus esclavos, ven! ¡Oh amor, oh amado, vence los obstáculos, abandona la tenacidad y ven! ¡Oh gran persona de mundo! Te envío mis saludos. Debes saber que mi salud y enfermedad están a tu discreción. Incluso si no estoy físi­camente contigo y no estoy sirviéndote, mi espíritu y mi corazón se hallan sin duda contigo. ¡Que la vida de nuestro honorable maestro sea larga! ¡Que Dios sea su protector y sustentador! ¡Qué no haya personas sin amor y con co­razones helados de piedra en su alegre y cálida asamblea llena de dul­ce y bella conversación!
Tras recibir una carta de Shams, Rumi llamó a Sultán Valad. Le su­ministró algo de dinero y le dijo: «Ve como mensajero. Extiende este di­nero a sus pies y pídele un favor de mi parte. Aquellos que le trataron mal están arrepentidos. Permítele que nos haga un favor y que regrese». Sultán Valad aceptó con entusiasmo esta misión. También quería mu­cho a Shams. Había visto la grandeza de Shams y había entendido su verdad. Describiendo su viaje a Damasco, Sultán Valad relata: «Corrí sin cansarme, crucé las montañas sin considerarlas nada más que unos montones de heno. Las espinas del camino me parecieron rosas».
Aflaki escribe que Sultán Valad viajó junto a veinte personas. Encon­traron a Shams en Damasco. Sultán Valad hizo lo que se le pidió. Colo­có el dinero a los pies de Shams. Cuando Shams vio las monedas, sonrió y dijo: «¿Por qué Rumi, aquél de un carácter como el de Muhammad — la paz sea con él—, nos preocupa con dinero? Su petición es más que su­ficiente». Entonces aceptó volver a Konya. Sultán Valad y sus amigos es­tuvieron en Damasco unos días. Tuvieron lugar ceremonias sema —ceremonia giratoria de danza y meditación religiosa llevada a cabo por los derviches de la orden mevlevi de la que hablaremos a continuación— y descansaron para luego dirigirse a Konya con Shams.




Cuando la caravana de Damasco se acercó a Konya, Sultán Valad envió un mensajero a su padre. En el momento en que Rumi recibió las buenas nuevas, salió de la ciudad para darles la bienvenida junto con der­viches, importantes funcionarios gubernamentales y sirvientes de Rumi. El 8 de mayo de 1247 Shams honró Konya una vez más. Cuando Shams vio a Rumi, descabalgó su montura y se abrazaron. Los dos mares de la realidad del significado se reunieron una vez más.
Cuando Shams regresó a Konya, sus adversarios en principio se ha­llaban arrepentidos de lo que habían hecho. De la misma manera que Rumi, Shams les perdonó a todos, Rumi y Shams, ambos por igual, po­seían el carácter de Muhammad, la paz sea con él. Se conoce fehaciente­mente que el Profeta perdonó a aquellos que le arrojaron piedras en Taif, hiriéndole los pies. Rumi había ya perdonado a aquellos que habían obra­do en contra de Shams y que habían extendido rumores sobre él antes de que Shams regresase. Shams hizo lo mismo. Fue indulgente con aquellos que le maltrataron y les perdonó. ceremonias sema empezaron a organizar­se y Rumi y Shams recibieron invitaciones de varias personas. Pero los días de alegría y entusiasmo con las ceremonias sema no duraron mucho. El rencor y el odio surgieron una vez más. Rumores en contra de Shams se propagaron de nuevo. Muy pronto a esto le sucedieron mentiras e instiga­ciones que se prolongaron sin control. Esta vez las provocaciones eran más intensas. En el relato de Sultán Valad, Shams no podía soportar los insultos y las amenazas y dijo: «Esta vez cuando me vaya, me iré de tal modo que nadie encontrará mi rastro. Desapareceré de tal ma­nera que el tiempo pasará y ni el polvo de mi huella será encontrado. Dirán: “Definitivamente, un enemigo suyo debe haberle matado”». Shams había abandonado Damasco junto con Sultan Valad y sus ami­gos con esperanzas y gran anhelo, cruzando montañas y ríos. Ahora estos individuos inmaduros que envidiaban su devoción a Rumi y el respeto e intimidad de Rumi hacia él le estaban molestando continua-mente. Ya que Shams era muy buena persona, hizo caso omiso a los ataques y las habladurías de los malintencionados que le envidiaban y no le hizo saber nada de ello a Rumi. La esposa de Shams, Kimia, a quien Shams quería muchísimo, murió poco después de su boda. No importa lo grande que una persona sea, Shams después de todo tam­bién era un ser humano. La muerte de su mujer por una parte y las habladurías por otra habían acabado con él. No tenía fuerza para enfrentarse a los insultos y las amenazas. Su vínculo con Rumi y la verdad que vio en él eran lo único que le mantenía con vida. Un jue­ves de diciembre de 1247, Shams desapareció.



Según Sipehsalar, la mañana que Shams desapareció, Rumi fue a la madraza y no pudiendo encontrarle se puso muy triste. Inmediatamente fue a la habitación donde Sultán Valad estaba dur­miendo y le llamó para que saliese: «Baha al-Din, ¿por qué estás to­davía durmiendo? Levántate y busca a tu sheij. A nuestros espíritus se les niega una vez más su agradable olor» Sin embargo, Aflaki re­lata dos diferentes relatos de la desaparición de Shams. Según el re­lato de Sultán Valad, cuando Shams y Rumi se hallaban sentados, alguien de fuera llamó a Shams. Shams dijo a Rumi: «Me están con­vocando a la muerte». Tras un breve silencio Rumi recitó el siguien­te versículo del Corán: «¿En verdad son Suyas la creación y la or-den? ¡Bendito sea Dios, Señor de todos los Mundos!». Al oír esto Shams salió fuera; siete personas que le estaban esperando escondi­das, se abalanzaron sobre él y le martirizaron con cuchillos. Shams gritó y todos ellos se desmayaron. Cuando Rumi oyó el grito de Shams dijo: «Dios hace como Él quiere y juzga como Él quiere». Cuando los atacantes de Shams se recuperaron del desmayo, vieron unas pocas gotas de sangre en el suelo aunque Shams había desaparecido. El segundo relato de Aflaki es el siguiente: Shams feneció como mártir y habían arrojado su cuerpo a un pozo. En cierta ocasión Shams apareció en el sueño de Sultán Valad y le enseñó el pozo en el que habían arrojado su cuerpo. Entonces fue con unos pocos amigos, sacó el cuerpo del pozo y lo enterró cerca de la madraza de Rumi pró­xima a la tumba de Emir Badr al-Din Govhartash, quien la había cons­truido.
Bajo la luz de estos relatos decorados con fantasías, debemos pre­guntarnos si Shams desapareció tal y como había predicho: «Me mar­charé de tal modo que nadie me encontrará». ¿Se fue en un viaje sin regreso o le martirizaron? Sólo Dios sabe la verdad. Cuando tenemos en cuenta los relatos de Aflaki, podemos llegar a esta conclusión: En el momento que Shams estaba con Rumi, alguien le llamó para que sa­liese, pero nunca regresó y nunca se le vio después de esto. ¿Le rapta­ron aquellos que le llamaron? ¿Le mataron? ¿Le ayudaron a ir a un lu­gar fuera de Konya? ¿Se dirigió Shams a Damasco, adonde había mar­chado antes? Las respuestas no se saben con seguridad. La única cosa que conocemos a ciencia cierta es que Rumi desconocía por completo el martirio de Shams. ¿Mantuvieron esa tragedia en secreto a Rumi? ¿Ocurrió tal tragedia? ¿Cómo puede mantenerse la verdad en secreto a un gran santo? De la misma manera que se había percatado de la pri­mera llegada de Shams en Konya con la luz divina de la santidad, co­mo Sinpehsalar escribe, así como se dirigió a la posada «Pirinçciler» donde Shams se hospedaba y le encontró, sabría que Shams había si-do martirizado y no iría dos veces a Damasco en su busca. Como es­cribe Abdulbaki Gölpýnarlý (fallecido en 1982), «El versículo del Corán que recitó Rumi, el grito de Shams, el desmayo de los asesinos y las pocas gotas de sangre en el suelo son componentes épicos que muestran cuál pensamiento místico está involucrado en este suceso».




Sultán Valad describe el estado de Rumi tras la desaparición de Shams del modo siguiente: «Después de su partida, Rumi casi perdió la cabe­za. El Sheij que impartía cánones religiosos se convirtió en un ardien­te poeta del amor.
Era un ascético y se convirtió en un camarero, pero no un mesero que bebe y sirve el vino de uva. El espíritu que pertene­ce a la Luz Divina no bebe nada que no sea el vino de la luz». Rumi llevaba a cabo los espirituales giros día y noche y su sollozo lo oían todos, jóvenes y mayores. Cualquier cantidad de oro y plata que recibía se la ofrecía a los músicos; dio todo en caridad. A aquellos que decían haber visto a Shams, les facilitaba su ropa si no tenía dinero. Como Sultán Valad escribe en su Ma’arif: «Alguien dijo a Rumi que había visto a Shams ad-Din. Rumi le ofreció la ropa que llevaba. Le dijeron a Rumi: «Este hombre está mintiendo. Sus noticias no tienen fundamen­to. ¿Por qué le disté tu ropa?» Rumi dijo: «Lo que le di fue sólo por esta mentira. Si lo que dijo fuese verdad le habría entregado mi vida».
En el Ibtidaname, Sultán Valad escribe que Rumi se dirigió a Damasco en búsqueda de Shams y en Damasco muchas personas pasa­ron a ser sus discípulos. La población de Damasco no había visto tal amor desde Adán y admiraban a Shams como un gran santo ya que una perso­na incomparable como Rumi le estaba buscando. Sultán Valad continúa diciendo: «Rumi no pudo encontrar a Shams en Damasco, pero observó que la verdad y el secreto de Shams iluminaban como una Luna en su existencia y dijo: “Físicamente estamos lejos, pero más allá del alma y el cuerpo somos una luz. Mírale a él o mírame a mí, ¡Oh buscador, yo soy él y él es yo!”». En el Ibtidaname, Sultán Valad escribe acerca de la uni­dad de Rumi y Shams en espíritu: «Shams de Tabriz y mi padre, que Dios bendiga los secretos de ambos, se hallaban integrados en la minoría selec­ta de los servidores de Dios más queridos. Eran una persona, una luz di-vina. Separados en apariencia pero uno en realidad». Escribe que tras unos años, Rumi fue a Damasco por segunda vez con sus discípulos. Estuvo allí varios meses. Se desconocen las fechas del primer viaje de Rumi a Damasco así como las de su segundo viaje. Sultán Valad señala que su padre hizo su primer viaje a Damasco unos pocos días después de la desaparición de Shams pero no dice cuánto tiempo estuvo en Damasco en su primer viaje. Su segundo viaje lo hizo un año después.



Rumi perdió la esperanza de encontrar a Shams a pesar de todos sus esfuerzos. También había oído los rumores acerca de su muerte. Ahora sabía que su hijo Ala al-Din Çelebi estaba involucrado en esto. Encontró consuelo expresando sus sentimientos a través de una poesía repleta de amor y anhelo. Compartiré uno de entre los muchos poemas de anhelo que escribió:
¡Oh, amigo del corazón! Qué lástima, nos dejaste con penas y anhelo
y te marchaste.
Sé que no querías dejarnos. Te quejaste y lamentaste. Pero esto no fue
correcto. Obedeciste el juicio inmutable y te fuiste.
Corriste en todas las direcciones. Buscaste remedios (para cambiar la
situación) y así poder quedarte entre nosotros, inventaste excusas.
Pero no pudiste encontrar un remedio y te fuiste sin tenerlo.
¿Qué le pasó a tu regazo colmado de rosas, a tu luminosa faz como la
luna? ¿Cómo sucedió que te dirigiste abajo, bajo la tierra lentamente
y en deshonra?
¿Cómo dejaste las reuniones de amigos y sus categorías que se halla-
ban contigo todo el tiempo, y marchaste bajo la tierra entre hormigas
y serpientes?
¿Qué pasó con aquellas profundas palabras y bellas conversaciones?
¿Qué le pasó a la mente que estaba acostumbrada a los secretos
Divinos?
¿Qué pasó con aquellas manos que estaban tomando nuestras manos?
¿Qué ocurrió con aquellos pies que caminaban en los jardines de
Meram, en las rosaledas?
Eras digno y clemente, sabías cómo ganarte los corazones de la gente
y cómo amar a las personas. Ahora te fuiste a la tierra que desagrada
a los seres humanos y se los traga.
¿Qué ocurrió? ¿Qué clase de idea vino a tu mente para que tomases
un serpenteado y difícil camino?
Cuando empezaste en este camino llorando, los Cielos también em-
pezaron a derramar lágrimas y la Luna se arañó su faz.
Mi corazón se ha llenado de dolor. ¿Qué sé yo? ¿Qué debo preguntar?
Dime, ¿Te marchaste despierto?
Ahora que nos has dejado, ¿Elegiste la compañía de los enamorados
de Dios y los santos? ¿O acaso se te ha sido negado el amor? ¿O te
fuiste en abnegación? 

¿Qué pasó con aquellas dulces respuestas que diste a las preguntas que te hicieron? Ahora has parado de hablar y abandonas la conversación. ¿Qué tipo de fuego es éste? ¿Qué tipo de anhelo es éste? Como un in­vitado, nunca le hiciste saber a nadie y te fuiste. ¿Adónde fuiste? Incluso el polvo de tu camino no se encuentra. La senda que tomaste esta vez es sin duda una senda llena de sangre.




De entre estos dos grandes santos que contemplaron mutuamen­te la verdad en cada uno, que se admiraron, ¿cuál era superior?
Es un error comparar a santos que se han consumido en el Amor Divino. Estas personalidades santas que permanecen limpias de la con­taminación humana, liberadas de los deseos físicos, bendecidas con la manifestación de Dios, sumergidas en el océano de la Unidad y evapo­radas no pueden ser superiores entre sí. ¿No es la misma luz del Sol la que reflejan los espejos que están limpios de polvo y suciedad? ¿Se pueden distinguir estos espejos los unos de los otros?
Cuando Rumi se encontraba buscando a Shams en Damasco, con su corazón ardiendo con el fuego del anhelo, los gnósticos de Damasco se mostraban fascinados con el conocimiento de Rumi, con su gnosis y su amor. Aquellos cuyos ojos se encontraban brillando con la luz bendita de Rumi estaban sorprendidos de ver un guía espiritual buscando un guía espiritual. Así como Rumi estaba buscando a Shams, Shams había estado buscando a Rumi. Shams no podía encon­trar lo que estaba buscando en los famosos sheijs y en los guías espiri­tuales en las ciudades que había visitado, pero cuando encontró a Rumi, dijo: «Desde que dejé mi ciudad natal no he visto otro sheij que Rumi. Encontré lo que estaba buscando en Rumi». ¿Qué habían visto estas dos personas en cada una? ¿Qué habían encontrado? Se convir­tieron en espejos de cada uno. Transcendieron los niveles de sheij, guía espiritual, legado y discípulo, y vieron lo que había dentro de ellos. Por lo tanto, no tiene sentido considerar a uno de ellos como el guía espi­ritual del otro. ¿Por qué debemos preocuparnos con estas preguntas? ¿Por qué debemos decir que existe diferencia alguna entre ellos? Lo que debemos saber es que ambos se hallaban entre los académicos más adelantados, entre los más célebres gnósticos y maestros espirituales de su tiempo. Compartían muchas opiniones y se entendían a la perfec­ción. Es asimismo un gran error pensar que Shams era tan sólo un der­viche nada convencional que estimuló al gran erudito Rumi y le hizo alcanzar el éxtasis espiritual, y no apreciar su conocimiento y gnosis.



Shams era un gran erudito, como así lo fue Rumi. Como se pue­de apreciar en su Maqalat, se comprueba patentemente por sus discur­sos sobre distintos asuntos que se hallaba familiarizado con el tafsir (comentario del Corán), el hadiz, la poesía y las ciencias de su tiempo. Como a Rumi, no le gustaba la filosofía. Según Shams, es posible al­canzar la verdad sólo con unirse al camino del Profeta, apartándose de la ostentación, convirtiéndose en una persona de estados espirituales, practicando lo que uno cree y con Amor Divino. Al igual que Rumi, Shams era un enamorado del Profeta. Tal y como Rumi afirmó: «Soy la tierra bajo de los pies de Muhammad Mustafa», Shams también di-jo: «No cambiaría siquiera un asunto abordado en la Sunna que pare­ciese de la menor importancia por un libro como al-Risalah de Qushayri u otros textos de dicha importancia. Comparados con los hadices todos esos libros son ordinarios y aburridos».

Las opiniones de Rumi y Shams se fusionaban en una sola en re­lación a obrar de acuerdo con la Ley, en progresar en la práctica reli­giosa desde un nivel imitativo a un nivel consciente y caminar en la senda de la fe y del amor lejos de la ostentación. Quizás haya habido pequeñas diferencias entre ellos en cuanto al método. Rumi era pru­dente; Shams era impetuoso y entusiasta. Pero si Shams no hubiera aparecido, Rumi no habría sido un segundo Sultán al-Ulama. A lo me­jor hubiera escrito historias en el Mesnevi similares a aquellas narradas en la obra Mantiq al-Tayr de Farid al-Din ‘Attar (fallecido en 1220). Sin embargo, no habría escrito apasionados poemas de amor. El Diván-i Kabir no se habría escrito. Tal y como Abdulbaki Gölpinarlý escribe, «Si Shams no hubiese llegado, Rumi no se habría convertido en Rumi y habría llegado a ser un sheij que destaca entre las filas de numerosos sheijs, un sufí por encima de innumerables sufíes. Pero es también una realidad que si Rumi no hubiera encontrado a Shams, nunca se habría oído de él. Rumi ya estaba preparado para el éxtasis. Era como una lámpara de aceite que se encontraba limpia, llena de aceite y con su mecha preparada. Para que esta lámpara fuese encendi­da, se necesitaba una chispa. Shams sirvió para dicho propósito. Y cuando Shams se convirtió en una mariposa nocturna cerca de esa lla­ma, le concedió su vida y se unió a la luz. Shams era un espejo para Rumi. Rumi vio en él la verdad comprendiendo todo el Universo y a él mismo. Y se enamoró de sí mismo y se elogió a sí mismo:
Shams de Tabriz es tan sólo un pretexto,
Somos aquellos elogiados en belleza,
Somos aquellos elogiados en gracia,
Pero para ocultar esta verdad de la gente, señaló:
«Él es el digno Rey y nosotros somos los pobres».
Si los seres humanos fueran capaces de apreciar lo que hay en ellos y la verdad en cada uno de nosotros como Rumi y Shams así lo hicie­ron, el mundo se convertiría en un Paraíso. Los seres humanos vivirían en una paz constante, las guerras se desvanecerían, todas las fábricas de armas se cerrarían y no habría hambre en África o en cualquier otro con­tinente. El mundo viviría confortablemente. Rumi indica: «Los cuerpos que vemos en este mundo son en realidad las sombras de nuestra verda­dera existencia. En realidad, vivimos por encima de estas sombras».



En el mundo actual, en esta era atómica, en una época en la que los seres humanos tan sólo se dirigen en pos de los objetivos materia-les, ¿acaso no existen más individuos como Rumi o Shams? Nuevos santos no vienen desde la región de Jorasán a la Anatolia. No vienen, pero los países islámicos no se encuentran vacíos de ellos. Cuán exce­lentemente indicó Baba Kemal Joyandi: «¿Piensas que los enamorados de Dios, los santos, se han marchado todos y que la ciudad del amor ha quedado vacía? El mundo está lleno de personas como Shams de Tabriz pero, ¿dónde se hallan los hombres como Rumi, que ven la ver­dad en ellos?».
Ahora Rumi había perdido la esperanza de encontrar a Shams con vida y se detuvo en su búsqueda. Entendió que no sería capaz de en­contrar a Shams en Damasco ni en ningún otro lugar, pero tal y como Sultán Valad escribe, lo encontró en su corazón. Lo había encontrado pero sus ojos estaban todavía buscando un amigo del corazón como Shams. Aunque su familia, hijos, amigos, estudiantes y discípulos se hallaban a su alrededor, Rumi sentía un vacío interior y se sentía solo. Sin duda alguna el más grande amigo de los seres humanos es Dios. ¿No indica Él, «Estoy con vosotros dondequiera que os encontréis»? Rumi expresa esta verdad del modo siguiente: «Hay alguien escondi­do aquí. No pienses que estás solo».
Pero Rumi necesitaba un amigo de Dios, un espejo y un horizon­te de espíritu como Shams que compartiera sus sentimientos y que le dejara sentir lo que había dentro de él. Sin un amigo así, era incapaz de encontrar la paz. Yahya Kemal Beyatlý, poeta turco de finales del S.XIX y principios del S.XX, expresa esta soledad espiritual en el poema «Horizontes»:
El espíritu no puede vivir sin horizontes, El espíritu busca un horizonte del espíritu, Aquellos grandes profetas cuyos horizontes espirituales eran vastos a pesar de ser excepciones más allá de nuestra conversación Eran muy felices en este mundo Viviendo con sus discípulos y compañeros ¡Cuán hermosos y bellos horizontes y espíritus albergaban, Oh Señor!




Después de esto, Rumi abordaría el asunto del espejo del espíritu en un pasaje del Mesnevi:
El espejo del alma no es nada sino el rostro del amigo, la faz de ese compañero que es de aquel país (la tierra espiritual). Cuando tu ojo se convirtió en un ojo para mi corazón, mi ciego corazón se marchó y se ahogó en la visión. Contemplé que eras el Espejo Universal y sempiterno: Vi mi propia imagen en tu ojo. Dije, pues, «Al fin me he encontrado, en sus ojos he encontrado el camino luminoso». (Pero) mi imagen dio voz desde tu ojo (y dijo), «Yo soy tú y tú eres yo en (perfecta) unidad».


Tras Shams, el íntimo amigo de Rumi, el espejo del espíritu pasó a ser Salah al-Din de Konya. Rumi escapó de la soledad espiritual con este compañero y íntimo amigo y así encontró la paz y la tranquilidad.

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