¿Culto al diablo o
adoración a la Naturaleza? "(...) ¿Cuántos ardieron en la hoguera, por el
delito de creer que toda la tierra es sagrada? Adorando a la Naturaleza, los
paganos practicaban la idolatría y ofendían a Dios. ¿Ofendían a Dios, o más
bien ofendían al capitalismo naciente?" Eduardo Galeano.
A la memoria de:
Francisca Tremol “Becada”
Maria Joaneta
Esperança Marigó
Antonia Rosquellas
Maria Puig
Elisabeth Marti
Lluïsa Estranya
Margarida Puig “Cassadora”
Beneta Noguera
La Romeua
La Pentinada
La Riffana
La Robina
Margarida Xemenina
Nacidas en Viladrau, asesinadas.
Advertencia: Todas las imágenes han estado extraídas de la web. Algunas de ellas de explícito contenido sexual. Si eres menor de edad, te recomiendo que no las veas en solitario. Házte acompañar de algún familiar.
Si prefieres leerlo en forma de libro online, puedes hacerlo aquí:
http://issuu.com/terraxaman/docs/una_aproximaci__n_al_fen__meno_de_l
Quisiera con ésta entrada
exponeros una tarea con la que he venido trabajando, a lo largo de muchos años.
Es cierto que en otras entradas de estos vuestros blogs, ya me he referido al
tema que nos ocupa, pero hasta el momento, siempre lo había presentado de forma
fragmentaria, bien como narrativa de acompañamiento a una ruta turístico-cultural
por los bellos parajes de éste Montseny en el que vivo, o como información
sobre un caso tardío y sorprendente de ejecución de una “supuesta” bruja, en
pleno siglo de la Ilustración.
Ambas entradas las podéis
ver aquí:
http://terraxamanrutes.blogspot.com.es/2007/01/una-ruta-ensangrentada.html
Y aquí.
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2015/05/maria-pujol-la-napa-la-darrera-bruixa.html
Pero en mi interior sentía
que les debía mucho más a las protagonistas de ésta historia, que las
explicaciones y análisis que inevitablemente introducía en ellas, era siempre
incompletas y aunque no supiera –quizás ahora tampoco- o no pudiera, debía
intentar dibujar, aunque sea en esbozo, un cuadro mucho más completo, total.
Total es una palabra
excesiva, lo sé, pero mi maestro en cuestiones de historia el Dr. Antoni
Jutglar, siempre me decía que aunque una explicación total de un acontecimiento
del pasado –revivirlo- era imposible, el historiador debería enfrentarse a él,
con todas las herramientas disponibles, haciendo uso de todas las ciencias de
que dispusiera.
Otro maestro, el inolvidable Lluís María Xirinachs, con su “Métode Global”, del que podéis haceros una idea aquí:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2009/10/el-metode-global-de-lluis-maria.html
Otro maestro, el inolvidable Lluís María Xirinachs, con su “Métode Global”, del que podéis haceros una idea aquí:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2009/10/el-metode-global-de-lluis-maria.html
Añadía que si bien no se
puede ser especialista en todos los campos de la ciencia –eso se acabó en el
Renacimiento- si que debemos esforzarnos en saber lo suficiente de la mayor
parte posible de ellos, en vez de ser grandes especialistas debemos de tender a
ser “globalistas”. Lo explicaré con un ejemplo prestado de sus explicaciones. Hoy
la medicina tiende a ser muy especializada, endocrinos, cardiólogos,
oftalmólogos, neurólogos, psiquiatras, traumatólogos, oncólogos… no hace falta
seguir verdad?… pero son cada vez más los centros hospitalarios que tienden a
considerar la necesidad de una colaboración –equipo- entre todas esas
especializaciones en bien de la salud de los pacientes. Saber en profundidad
cómo funciona la articulación del dedo meñique, no sirve para curar una
soriasis, por ejemplo.
En el caso de los
acontecimientos históricos, puede ser aún más evidente. Educado en la
universidad en el método del materialismo histórico, aprendí a poner buena
parte de mi atención en las estructuras socio-económicas, condiciones de vida,
medios de producción, incluso sistemas político-religiosos, instituciones, etc.
Todo ello es necesario, muy… muy importante, “casi lo decisivo”, pero
evidentemente, insuficiente.
Enfrentados a un tema tan
poliédrico como el de las brujas y la brujería, debemos además tener nociones
de otras ciencias, no ya auxiliares, sino complementarias, tales como la
geografía, la climatología, la psicología, la filosofía, el estudio de los
mitos, tradiciones, visión del mundo de la época y muchas más y, todo ello, por
descontado, debe ser en la medida de lo posible, contrastado con las fuentes: documentales,
iconográficas, literarias, orales, etc. Etc.
Sin olvidar por ello que
el historiador no deja de ver el pasado como con una especie de binoculares
puestos al revés, mientras más alejado en el tiempo se encuentra el fenómeno a
estudiar, mas difícil es ver los detalles con precisión y el fenómeno al que
vamos a ocuparnos se encuentra a 700 u 800 años de distancia; es decir en un
mundo tan diferente al nuestro que es casi imposible de imaginar.
Pero aún así, sabiendo de
antemano que todos mis esfuerzos están condenados al fracaso, os invito a
acompañarme en éste viaje, tal vez, al final del mismo, hayamos aprendido
alguna cosa que nos pueda ser útil en la vida de cada día, quizás nos demos
cuenta de que en realidad aquellos tiempos, aquellas personas que son
protagonistas de nuestra historia, no sean tan diferentes a los nuestros, a
nosotros mismos.
Y si empezamos, por el
principio. Vamos a hablar de las brujas.
Pero… ¿Qué es una bruja?.
Si tuviera que contestaros de manera sencilla y con pocas palabras, os diría:
Nada. Aunque sea desmotivador para la lectura de ésta entrada, creo que puedo
afirmar que las Brujas no existen. No han existido nunca… Solo existen como una
idea, una idea perversa formada en la mente de aquellos que las inventaron.
Pero entonces, ¿cómo es
que un número indeterminado pero más que considerable de personas fueron
enviadas al cadalso?, eso es lo que vamos a intentar explicar, pero para ello
necesitamos iniciar el viaje al pasado…
Veamos, según el
pensamiento de las autoridades políticas y religiosas que se inventaron eso de
las brujas, un brujo o una bruja es una persona que
practica la brujería. Mientras que el término brujería, se define como: el
grupo de creencias, conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas
personas llamadas brujas (existe también la forma masculina, brujos, aunque es
menos frecuente) que están supuestamente dotadas de ciertas “habilidades mágicas”
(¿?) que emplean con la “finalidad de dañar”.
Retengamos en nuestra
memoria los conceptos “habilidades mágicas” y “finalidad de dañar”, porque son
claves para comprender todo lo que vamos a explicar.
Si bien la imagen típica
de un brujo o de una bruja es muy variable según la cultura, en el mundo
occidental se asocia particularmente a una bruja con una mujer con capacidad
de volar montada en una escoba, así como su asistencia al Aquelarre
(lugar de reunión de las brujas) y con la “caza de brujas” (búsqueda,
identificación y destrucción de brujos y brujas).
Unas brujas nacen y otras
se hacen, porque unas lo son por familia (de madre bruja, hija bruja), otras,
por seguir ciertas tradiciones populares (la séptima hija hembra de una
familia, debe ser forzosamente bruja), además existen otras tradiciones que nos
lo explican: nacer en determinado pueblo (por ejemplo Llers, o Ventalló), cerca
de una determinada montaña (el Pedraforca), algunos defectos físicos al nacer.
La bruja para hacerse,
debe seguir un aprendizaje, llegar a una iniciación, adquirir la condición de
bruja y ejercer como tal, todo ello, más que en la lectura de determinados
libros o tratados, se haya basado en una experiencia vital, en una conversión,
de persona “normal (¿?)” a bruja.
La tradición divide la
brujería en tres grandes grupos; para empezar, la divide entre masculina y
femenina, siendo la primera percibida como algo más intelectual, más cercano a
la alquimia y la medicina, a la astrología, y el contexto donde se enmarcaron
los grandes “magos de la corte”, protegidos y consultados frecuentemente por el
poder. En la brujería femenina distingue entre la bruja rural o barriobajera,
curandera, útil para el pueblo llano de la que hablaremos más adelante con
amplitud en el apartado de las funciones de las brujas y la sofisticada “bruja
de la corte”, maestra en intrigas, venenos y pociones amorosas, de las que
apenas hablaremos en ésta entrada, tenemos por ejemplo a La Voisin (Catherine
Monvoisin),
que en tiempos de Luis XIV se vió envuelta en un escándalo de
envenenamientos y filtros amorosos que llegó a implicar a una de las amantes
del rey, Madame de Montespan, y acabó siendo de las últimas personas condenadas
a la hoguera por brujería. Quizás ella sirviera de inspiración para La Durand,
personaje ficticio –suponemos– del marqués de Sade en “Juliette o las
prosperidades del vicio”, donde la presenta como una mujer absolutamente
amoral, y en su amoralidad, sumamente poderosa: cruel y libertina, practica con
sus visitantes las más obscenas exhibiciones de sexo, tortura y muerte.
Esta brujería sexualizada fascina y obsesiona a autores como el pintor Félicien Rops y Karl-Joris Huysmans, quienes contribuyen enormemente al mito, empezando a definir la figura de la bruja como mujer fatal, arrastrada por pasiones incontrolables; la frase de Pedraza lo define a la perfección: «El hombre es poseído por la mujer, la mujer por el demonio».
Esta brujería sexualizada fascina y obsesiona a autores como el pintor Félicien Rops y Karl-Joris Huysmans, quienes contribuyen enormemente al mito, empezando a definir la figura de la bruja como mujer fatal, arrastrada por pasiones incontrolables; la frase de Pedraza lo define a la perfección: «El hombre es poseído por la mujer, la mujer por el demonio».
Así, el mito, mezclado con
briznas de realidad y por la idea romántica de lo prohibido, y la imagen
romántica que empieza a obtener el propio Lucifer como ángel rebelde castigado
por desafiar lo establecido, acaba llegando al siglo XX y de ahí a nuestros
días.
La brujería a través de la historia
Pero la brujería no és un
fenómeno de la Edad Moderna, o de finales de la Edad Media, no.
Desde la más remota
antigüedad, en el Paleolítico, tenemos evidencia de que los seres humanos
tenían lo que llamamos creencias mágicas, las representaciones parietales en
algunas cuevas, nos muestran la existencia de brujos que en su contexto
denominamos chamanes y que quedan fuera de nuestro actual trabajo.
Podéis leer una aproximación
a los chamanes prehistóricos aquí:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2009/11/moments-de-lart-la-prehistoria-etapa.html
En el mundo antiguo, en
Egipto, en Caldea, en Babilonia, en Persia, las prácticas mágicas que podrían
incluirse de entrada en lo que denominamos brujería, eran algo habitual,
normal, formaban parte de la vida, de la religión oficial,
también en la Antigua Grecia, como en el Imperio Romano. Las mujeres de algunas zonas como Tesalia, las sacerdotisas de Hécate, o de Isis, las Sibilas de los Santuarios de Delfos,
de Delos, o de Amón, eran reconocidas, respetadas, se les concedía un enorme prestigio...
también en la Antigua Grecia, como en el Imperio Romano. Las mujeres de algunas zonas como Tesalia, las sacerdotisas de Hécate, o de Isis, las Sibilas de los Santuarios de Delfos,
de Delos, o de Amón, eran reconocidas, respetadas, se les concedía un enorme prestigio...
Incluso en los primeros
tiempos del cristianismo –más tarde también- grandes Padres de la Iglesia,
incluso Papas de Roma, fueron practicantes de la magia, de la astrología, de la
alquimia, etc.
El primer episodio serio
de caza de brujas que conocemos, lo llevó a cabo el Emperador Romano Valerio en
el año 367 –bajo la presión cristiana- pero fue breve y de poca repercusión.
Las persecuciones un poco
más en serio, empezaron al comienzo del Medioevo, Clodoveo I, rey de los
francos del año 481 al año 511, promulgó la llamada Lex Salica condenando a las
brujas a pagar fuertes multas. Carlomagno, en su código de leyes
establecido entre los años 780 a 782, contemplaba la prisión para los adeptos a
la brujería.
Los primeros “informes”
sobre las actividades de las brujas datan del siglo X, a encargo del Obispo de
Tréveris. Este texto, para uso disciplinario de los obispos, trata la brujería
con desdén racionalista; como San Agustín, considera que las autodenominadas
brujas o las que la población consideraba como tales no eran más que mujeres
fantasiosas herederas de los antiguos cultos a diosas de la tierra o la
fertilidad.
No obstante, hasta el año
1050, podemos afirmar que la Iglesia fue tolerante con la brujería, baste
recordar que aún poco antes de esa fecha el Obispo de Glastonbury acudía a las
grandes celebraciones druídicas que se celebraban en el bosque sagrado en su
diócesis, en compañía de druidas.
No es hasta el siglo XIII,
que se empieza a perseguir realmente a la brujería a través de la inquisición;
en el siglo XIV, se sustituye el concepto de la bruja como seguidora de
deidades paganas por el de adoradora del diablo; es en el XV, con la aparición
del infame Malleus Maleficarum de Jacob Sprenger y Heinrich Kramer.
A
partir de aquí, en parte gracias a este tomo y a la manipulación eclesiástica
que sigue, que la figura de la bruja empieza a relacionarse con los aquelarres,
el infanticidio y el canibalismo; el intento de crear un villano, una cabeza de
turco para todos los desastres que asolaban el pueblo es evidente, y la opción
lógica para la iglesia, en su misoginia, era usar a la mujer; y en particular a
la mujer con poder, la bruja.
A partir de ese año y
hasta el S.XIX, la caza de brujas se extendió con mayor o menor intensidad por
todas partes de Europa, teniendo su punto álgido entre los siglos XIV y
XVI-XVII.
Aquí convendría recordar
que el primer proceso contra una bruja de los que tenemos documentación data
del 1258 y que la primera quema de una bruja se produjo en Tolosa –Navarra- en
el 1275. Sin duda de todos los juicios llevados a cabo en la Península Ibérica,
el más destacado fue el de Zugarramurdi celebrado entre 1609, 1611 y 1620, con
más de 1802 confesiones de brujería de las cuales 1384 son de niños/as menores
de edad...
Pero no penséis que eso se
acabaría con el Siglo de las Luces y los avances científicos de los S.XVII y
XVIII, no, a finales del S.XIX, aún se ajustició en Galicia a un hombre al que
cientos de vecinos “vieron convertirse en hombre lobo”!!!, para lo que aquí
tratamos, no es relevante si ese hombre fue o no, un asesino en serie,
seguramente lo fuera, lo sorprendente y terrible, es que cientos de personas
afirmasen que era un licántropo, y aún lo es más que los sabios, doctos y
cultos miembros del Tribunal, lo aceptasen y lo recogiesen en la
sentencia...que le llevó al garrote vil. Humanísima y carpetobetónica forma de
aplicar la pena de muerte en nuestro país, consistente en aplicar al condenado
una especie de collar de hierro que en la parte posterior incorpora una especie
de tornillo que el verdugo va apretando y que provoca la muerte por asfixia y
por rotura del cuello.
Por cierto, el dictador Franco, lo mantuvo en vigor hasta los últimos momentos de su régimen, con las ejecuciones de Peter Heinz y de Salvador Puig Antic, en el 1974.
Por cierto, el dictador Franco, lo mantuvo en vigor hasta los últimos momentos de su régimen, con las ejecuciones de Peter Heinz y de Salvador Puig Antic, en el 1974.
No existen datos fiables
sobre los resultados de todos esos siglos de esquizofrénica persecución de
brujas, autores consagrados como Jules Michelet, o Caro Baroja y otros muchos
nos hablan de unos seis millones en toda Europa, hasta de ocho millones de
víctimas, me parece una cifra algo inflada –personalmente y aunque no soy un
experto en éste tema, creo que la cifra de más de 500.000 personas es
suficientemente expresiva -, pero no deja de ser perversa la ironía, al
reconocer esa cifra de seis millones como la misma cantidad de víctimas
producida por otra brutal, irracional e igualmente esquizofrénica persecución,
la llevada a cabo por los nazis en sus campos de exterminio, claro que eso
sucedió en el transcurso de tan sólo unos pocos años...
LA CAZA DE BRUJAS AL FINAL DE LA Edad Media y comienzos de la Edad moderna
En esos primeros días, en
los que el cristianismo empezaba a ganar fuerza como religión, la Antigua
Religión, los denominados paganos, eran algunos de sus rivales. Es natural que
ellos quisiesen deshacerse de sus rivales, y la Iglesia Católica no escatimó
esfuerzos en ello. Es sabido que los dioses de una antigua religión se
convierten en los diablos de la nueva. Esto precisamente ocurrió con la antigua
religión, ya que su dios tenía cuernos, por lo tanto era el diablo del
cristianismo.
Obviamente, para la iglesia católica, los paganos eran adoradores del diablo. Este tipo de razonamiento es usado aún hoy por la Iglesia Cristiana en general. Misioneros eran enviados a las tribus denominadas paganas, a quienes ellos llamaban adoradores del diablo, por el simple hecho de no adorar al mismo Dios del Cristianismo. No importaba si las personas eran buenas, felices o si el nivel moral de ellos era bueno, o inclusive mejor que el que muchos cristianos. Tenían que ser convertidos.
Obviamente, para la iglesia católica, los paganos eran adoradores del diablo. Este tipo de razonamiento es usado aún hoy por la Iglesia Cristiana en general. Misioneros eran enviados a las tribus denominadas paganas, a quienes ellos llamaban adoradores del diablo, por el simple hecho de no adorar al mismo Dios del Cristianismo. No importaba si las personas eran buenas, felices o si el nivel moral de ellos era bueno, o inclusive mejor que el que muchos cristianos. Tenían que ser convertidos.
Mis amigos
hispano-americanos, comprenden perfectamente de lo que estamos hablando, el
genocidio de los pueblos de Cen-anahuac y del Tiwantisuyo, son junto a la
cristianización de África un buen ejemplo de lo que queremos decir.
Crisis General del S.XVII
En la primera mitad del
S.XVII la Monarquía Española iniciaba a pasos agigantados una decadencia que la
conduciría de ser la más influyente potencia mundial en los S.XV-XVI, a la
pérdida de todo su prestigio e Imperio colonial, a finales del S.XIX, con la
pérdida de Cuba y Filipinas, en aquel terrible año de 1898.
La llegada en grandes
cantidades del oro y la plata americanos a partir del 1580 en adelante,
provocaron un proceso inflaccionario de gran magnitud, los precios de los
productos básicos –en particular el trigo- se multiplicaron a un ritmo muy
superior al de los salarios, eso generó hambrunas entre las clases populares,
conflictos entre éstas y los señores, pero también entre éstos últimos que
viendo reducidas sus rentas y ahogada la gallina de los huevos de oro –el
pueblo-, se dedicaron al provechoso ejercicio de desvalijar a los señores más
débiles –crisis señorial-.
También se produjeron
grandes conflictos entre los estados europeos –Monarquía Hispánica y Francia,
la separación de los Países Bajos, las llamadas guerras de religión,
debidas a la Reforma Luterana, etc.– sumiendo a toda Europa en lo que se ha llamado la Crisis General del S.XVII y que se alargaría hasta bien entrado el S.XVIII.
debidas a la Reforma Luterana, etc.– sumiendo a toda Europa en lo que se ha llamado la Crisis General del S.XVII y que se alargaría hasta bien entrado el S.XVIII.
Como es lógico ésta crisis
seria más grave allí donde la estructura económica fuera más atrasada y como es
el caso de la monarquía de los Austrias que había delegado la administración de
sus finanzas en los grandes banqueros –imagino conocéis la historia de las
relaciones de Carlos I y Felipe II endeudados hasta el más mínimo doblón con el
banquero alemán Anton Fugger - y con los comerciantes extranjeros –principalmente
genoveses-, a los que evidentemente les importaban un pimiento las necesidades
de la Corona o del país, de ahí aquellos versos de Quevedo :
“Poderoso caballero es Don
dinero,
Que nace en las indias
honrado,
Donde el mundo le
acompaña,
Viene a morir en España
Pero es en Génova
enterrado...”
Ésta crisis general que se
extendió por toda Europa fue aún más notoria en los antiguos territorios de la
Corona de Aragón, apartados de los beneficios del comercio americano,
arrastrando una crisis demográfica ocasionada por las pestes de un par de
siglos atrás, con unas autoridades desinteresadas en unos territorios poco
productivos y generalmente poco sumisos y muy rebeldes.
La pugna entre las
autoridades tradicionales heredadas de tiempos pretéritos Generalitat, etc., y
las nuevas, impulsadas por una Monarquía que intentaba centralizar y modernizar
sus reinos, se reflejaban a todos los niveles, muy particularmente - en el caso
que nos ocupa- entre los tribunales civiles y/o religiosos, así los
eclesiásticos que dependían de los Obispos, los de la Inquisición que dependía
de la Monarquía y los tribunales civiles que dependían de los grandes señores,
se encontraban abiertamente enfrentados.
El intento de obtener un mayor prestigio por parte cada uno de éstos tres poderes será, una de las claves para entender el porqué de lo que llamaremos “la caza de brujas” que se produjo en aquellos años, en diversas partes de la península –Euzkadi, Galitza, Navarra, etc.-.
El intento de obtener un mayor prestigio por parte cada uno de éstos tres poderes será, una de las claves para entender el porqué de lo que llamaremos “la caza de brujas” que se produjo en aquellos años, en diversas partes de la península –Euzkadi, Galitza, Navarra, etc.-.
Esa crisis, tenía
particular gravedad en el seno de la Iglesia Católica, seriamente amenazada por
la Reforma Protestante que ya le había arrebatado la práctica totalidad de la
Europa del norte y del centro, incluso en Castilla – la muy católica-, Aragón y
Catalunya se habían producido brotes pro-luteranos –los iluminados- que fueron
brutalmente arrancados de cuajo. Además, cabe recordar aquí, la larga, terrible
y brutal persecución que se llevaba en la Monarquía contra los mal llamados
herejes: moriscos, conversos y judíos. Ella fue pues la principal impulsora de
la caza de brujas, pero no penséis que fue algo anecdótico, algo lamentable,
pero puntual, irrelevante, un pequeño error, por el que es suficiente hacer
acto de contrición y pedir perdón, no, fue toda una estrategia muy bien
organizada para enfrentarse a una crisis muy profunda.
Fijaros, entre el 1580 y
1600 el Inquisidor Nicolás de Remi escribía una carta al Papa en la que
afirmaba sin vacilar que en su diócesis –la Lorena- “más de un tercio de la
población tiene tratos con el diablo”,
durante quince años llevó a término una persecución implacable, condenando a muerte a más de 800 personas... en su opinión la situación era tan crítica que llegó a afirmar: “el mismo infierno parece un abrigo, un asilo, contra el infierno en la tierra...” quizás no se daba cuenta, pero con sus palabras expresaba mejor que nadie, la situación que vivían las clases populares de la época y el porqué de su alejamiento de la Iglesia Católica.
durante quince años llevó a término una persecución implacable, condenando a muerte a más de 800 personas... en su opinión la situación era tan crítica que llegó a afirmar: “el mismo infierno parece un abrigo, un asilo, contra el infierno en la tierra...” quizás no se daba cuenta, pero con sus palabras expresaba mejor que nadie, la situación que vivían las clases populares de la época y el porqué de su alejamiento de la Iglesia Católica.
Sí, las instituciones
dominantes –Estado, Iglesia, nobleza- se sentían gravemente amenazadas ante
unos cambios que no podían parar. El feudalismo propio de la Alta Edad Media
había desaparecido, en su lugar, un nuevo sistema socio-económico se iba
instalando: el capitalismo, en su fase inicial de capitalismo comercial –el
Antiguo Régimen- . Nuevas formas de producir los bienes económicos, el paso de
una agricultura de autoconsumo a una agricultura para el mercado, de una
artesanía doméstica a una producción en manufacturas, la especialización, la
transformación de una sociedad agraria y rural, a otra en la que la ciudad y
sus habitantes –la burguesía- van ganando importancia económica y luchan por
obtener derechos políticos, conllevan inevitablemente cambios de mentalidad,
nuevas formas de ver y vivir en el mundo. Pero también conflictos.
Crisis de percepción
En Cataluña, como en el
resto de zonas de Europa donde surge el fenómeno de la brujería, la población
era eminentemente rural se agrupaba en pequeñas comunidades que, en las zonas
montañosas cercanas al Pirineo, debido a las bajas temperaturas, la nieve, los
malos caminos de montaña… hacía que en invierno permanecieran prácticamente
aisladas, y más aisladas aún, las casas que quedaban fuera del núcleo de la
población. La economía de estas poblaciones se centraba en la agricultura y algo
de ganado que les aportaba leche y ayuda en las tareas del campo. Durante el
invierno estas tareas disminuían o desaparecían y los lugareños debían vivir de
lo recolectado en el verano y la leche que les proporcionaban sus animales.
Estas sociedades que,
durante el invierno, permanecían cerradas, con la llegada del buen tiempo
aumentaban su vida social, no sólo en relación a los vecinos de la misma
población, sino también a nivel regional e, incluso, internacional, mediante
los pasos fronterizos de los Pirineos que fomentaban un intercambio cultural
muy importante.
Nos encontramos ante una
sociedad predominantemente campesina, basada principalmente en la agricultura,
llevada a término mediante el trabajo familiar. La división del trabajo está
relacionada con la estructura familiar, según sexo y edad. La unidad familiar
formaría una unidad de producción-reproducción-consumo, esto hace que el
matrimonio sea una condición necesaria para los campesinos ya que la familia es
la que va a sacar adelante la producción, los hombres solteros o las viudas
eran considerados perjudiciales por los problemas económicos y mal vistos por
la comunidad rural.
La mujer ha participado
desde siempre en las tareas agrícolas, sobre todo en las épocas de más trabajo,
como la siega o la vendimia, pero también tenía ocupaciones especificas de su
sexo a parte de las labores domésticas como: hacer la colada, hilar y tejer la
ropa, recoger leña y encender el fuego, amasar y hacer pan o vender en los
mercados los exiguos excedentes, la contribución femenina a las tareas
agrícolas era cuidar del huerto y las gallinas y, si tenían ganado, ordeñar,
hacer queso, hacer embutidos… Por descontado a todo ello habría que añadir lo
de cuidar a los niños más pequeños, a los ancianos, a los enfermos…
Según las leyes de
aquellos momentos, las niñas dependían del padre y las mujeres del marido. Sin
un padre, un marido o un hermano, la mujer no tiene posición social ni
dignidad.
En esta época, la tasa de
mortalidad infantil era muy alta (de cada 1000 nacimientos, morían de 200 a 400
antes de cumplir el año, y muchos más antes de los 7, las mujeres tenían que
tener muchos hijos para poder salvar 2 o 3, y estos hijos eran muy importantes
para la unidad familiar ya que aseguraban mano de obra en las tareas agrícolas,
que era la base de su subsistencia. Resulta por lo menos “curioso” –sino
sospechoso- ver cómo, en una época donde la mortalidad infantil es tan alta,
muchas “brujas” fueran acusadas precisamente por infanticidio.
La mujer sin familia
(soltera o viuda) debía buscar otros medios de subsistencia que la abocarían
directamente a la marginación social: prostitución, mendicidad o delincuencia.
El hecho de nacer en una
familia miserable, estar desamparada en la vejez, agravarse la situación
económica, sufrir una larga enfermedad o un defecto físico, hacia aumentar el
número de mujeres marginadas ya que no podían vivir por sus propios medios.
Estas mujeres marginadas
son acusadas de infanticidios, de provocar tormentas y granizadas, de pudrir
las cosechas, de matar el ganado… son las que culparán con todas las
desgracias, tanto económicas como personales.
Las acusaciones de
brujería son la excusa para descargar el odio, el afán de venganza, el deseo de
encontrar un culpable a tantas desgracias y, de paso, sirven para acabar con un
sector marginal, improductivo y que, en la sociedad del s. XVII, era visto como
peligroso.
Por ello y no sin razones,
muchas historiadoras feministas, hablan de la persecución contra las brujas,
como de un auténtico ginocidio o feminicidio.
A todo esto, debemos
añadir las largas temporadas de sequía alternadas con fuertes inundaciones y
riadas. El período que va de 1600 a 1630 es muy lluvioso y las cosechas se
pudren; los inviernos fueron muy rigurosos, con heladas muy fuertes, lluvias
torrenciales y fuertes granizadas, los especialistas en climatología nos hablan
de una mini edad de hielo, o mini glaciación.
«Y començó con una forma
de diluvio que durando el llover ultimo de octubre, primero, y segundo de
Noviembre 1617 con extraordinaria impetuosidad, vinieron los Rios a parecer
Mares, y los torrentes tan grandes riberas, que entre ellos, y estos causaron
notabilissimas ruhinas; en muchas partes, se puso señal, como en Manresa,
Cervera, Tarrega, y otras Villas; para passar aquella crecida por unica, y
Monstruosa ala posteridad, y mas por el daño que dio universal a todo el
principado.»
Los desbordamientos
debidos a las lluvias torrenciales de noviembre de 1617 ocasionaron, como
mínimo, la destrucción completa de 389 edificios, 17 molinos hidráulicos, 22
puentes, 7 acequias y el hundimiento parcial de las murallas de 6 ciudades.
Entre el 30 de Octubre y
el 2 de Noviembre una depresión mediterránea (ahora lo denominaríamos una
llevantada) desencadena lo que es conocido como el año del diluvio en
Catalunya, y que Mariano Barriendos, en su libro “El temps a Catalunya
dia a dia”, nos describe así:
“Todas las condiciones
climáticas y meteorológicas fueron favorables para que durante la primera
semana de Noviembre de 1617 las lluvias provocaran el desbordamiento con
efectos catastróficos en casi todos los cursos fluviales principales de
Catalunya. Es una tragedia de la que se guarda una escasa memoria pero que en
un contexto de cambio climático podemos pensar que se puede volver a dar.”
No hubo quejas ni
reclamaciones ni actitudes violentas contra ninguna autoridad a la que se
pudiera considerar responsable, y en esta actitud moderada jugó un papel muy
importante la Iglesia al interpretar la catástrofe natural como la respuesta a
unos comportamientos pecaminosos apartados de la fe católica.
Asociar el mal tiempo con
la presencia del demonio y el castigo divino era un hecho habitual en el
antiguo régimen. Estamos en un contexto en el que el elemento religioso
impregnaba la vida social y cultural de la gente. Se luchaba contra la sequía
con rogativas y la lluvia con procesiones que invocaban a los santos.
Y dentro de esta
cosmovisión popular, inculcada por la Iglesia, las brujas (servidoras del
diablo) tenían el poder de generar tempestades. Para combatirlas se utilizaba
el sonido de las campanas y los “comunidors” (esconjuraderos).
Estas pequeñas construcciones, instaladas al lado de las iglesias para guarecer al sacerdote de las inclemencias del tiempo, se construían para conjurar y exorcizar algo que en aquel tiempo aterrorizaba a la población: el mal tiempo.
Estas pequeñas construcciones, instaladas al lado de las iglesias para guarecer al sacerdote de las inclemencias del tiempo, se construían para conjurar y exorcizar algo que en aquel tiempo aterrorizaba a la población: el mal tiempo.
Nos encontramos ante una
sociedad familiarizada con las desgracias y la muerte, pero que no podía
entender el por qué de tantas encadenadas, por lo cual lo relacionaban
con los maleficios y la brujería. La desconfianza se infiltraba en las mismas
familias y cualquier desavenencia se contemplaba desde este punto de vista,
explotando ante una desgracia inexplicable, como pudiera ser una enfermedad,
que ya no era algo privado de la familia porque era la sociedad la que estaba
enferma y había que solucionar el problema con medios sociales. Atribuir las
desgracias a la brujería era una sistematización de esta situación social.
No se puede decir que la
Iglesia tuviera la culpa de esta persecución, hubo muchos que quisieron parar
este fanatismo incontrolado, pero si que podemos decir que contribuyeron en
épocas anteriores con sus sermones a fanatizar a los fieles contra los
supuestos tratos de las brujas con el diablo, convirtiendo en bruja a cualquier
persona que, a sus ojos, era contraria a las leyes y mandamientos de la
Iglesia. De ahí a la declaración de “hereje” –el que piensa mal- hay un solo
paso.
Para luchar contra las
artes mágicas y maléficas de las brujas, el pueblo se defendía mediante otros
“rituales mágicos”, realizados por el cura con agua bendita y oraciones. Y,
como todo tiene un precio, los parroquianos, incluidos los propietarios de
casas abandonadas, deberían pagar una parte fija de sus cereales.
Reconstruir todo lo que
las inundaciones y riadas habían destruido, era otro problema añadido a la
precaria e insostenible situación que se estaba viviendo en estas zonas
rurales. Sin poder contar con financiamiento para las reconstrucciones, había
que endurecer el sistema tributario subiendo impuestos o creando tributos
específicos. La recuperación era difícil y muy desigual entre poblaciones
grandes con más recursos y poblaciones pequeñas, para las cuales la destrucción
de las infraestructuras limitaba su capacidad para recuperarse y les llevaba a
un empobrecimiento casi irreversible.
Es normal que entre las
personas y entre las poblaciones surgieran rencores y envidias, agravadas por
la incertidumbre del siguiente aguacero.
El cargo de Adoradores del
Diablo, tantas veces dado a los brujos y brujas, es ridículo. El diablo es una
invención del cristianismo. Los seguidores de la antigua religión no tenían el
concepto del diablo en la religión. La tendencia a dividir el poder en “bueno”
y “malo”, es característico de civilizaciones avanzadas y complejas. Los
Antiguos Dioses, a través de su evolución, siempre fueron muy “humanos”, en el
sentido de que ellos tenían su lado bueno y su lado malo.
Fue la idea del dios “todo
bondad y amor” la que generó la necesidad de un antagonismo. Esta idea del dios
“todo bondad” fue creada por Zoroastro, en Persia, alrededor del siglo VII a.C.
Esta idea se extendió al oeste y fue adoptada por el mitraismo y más tarde por
el cristianismo.
Cuando el cristianismo empezó a ganar fuerza, la antigua religión fue empujada lentamente hacia fuera. En la antigüedad, hasta la época de la Reforma, sólo existía fuera de los límites de las ciudades. Los no-cristianos de aquella época fueron conocidos como paganos. El término Pagano, proviene del latín pagani, que significa los que viven en los pagos, o en el campo. Como los que vivían fuera de las ciudades eran mayormente pertenecientes a la antigua religión, fue por ello que los no cristianos fueron conocidos con el término paganos. Este término era apropiado para los no católicos de esa época, pero hoy día sigue siendo utilizado por ellos para referirse a los que no comparten sus creencias, de una manera derogatoria lo cual es bastante incorrecto.
Cuando el cristianismo empezó a ganar fuerza, la antigua religión fue empujada lentamente hacia fuera. En la antigüedad, hasta la época de la Reforma, sólo existía fuera de los límites de las ciudades. Los no-cristianos de aquella época fueron conocidos como paganos. El término Pagano, proviene del latín pagani, que significa los que viven en los pagos, o en el campo. Como los que vivían fuera de las ciudades eran mayormente pertenecientes a la antigua religión, fue por ello que los no cristianos fueron conocidos con el término paganos. Este término era apropiado para los no católicos de esa época, pero hoy día sigue siendo utilizado por ellos para referirse a los que no comparten sus creencias, de una manera derogatoria lo cual es bastante incorrecto.
Y, ya que había que
echarle la culpa a alguien, era más lógico pensar que eran “los de fuera” los
que acrecentaban sus males.
Era costumbre atribuir
características de bruja a todas las mujeres de “otro pueblo”, como si fuera
diferente. Y dio la casualidad de que, en esta misma época hubo una migración masiva
de franceses que veían España como una tierra de oportunidades. A principios
del XVII se decía que en Cataluña: “había una tercera parte más de
franceses que de naturales, que casi todos viven sin hacer nada” (J.
García Mercadal, 1959)
Lluvias torrenciales,
crisis económica, hambrunas, malas cosechas y, para rematar, la peste, conocida
por el nombre de la epidemia milanesa, todo era culpa de los
franceses, como dice Jeroni Pujades.
Y si añadimos a todo este
malestar que, como ha ocurrido siempre y en todas las épocas, los inmigrantes
suelen reunirse entre ellos, celebrar sus propias festividades, rendir culto a
sus dioses, hablar un idioma incomprensible y, en definitiva, hacer cosas
“extrañas” ante una sociedad que ya no los miraba muy bien, les faltó tiempo
para ver en ellos las “brujas” causantes de todas sus desgracias, las que
hacían aquelarres en parajes solitarios, bailaban danzas endemoniadas,
recitaban sortilegios incompresibles y fabricaban ungüentos y venenos que
acababan con su ganado, sus cosechas y sus familias.
Es por esto que la
brujería la encontramos primero en las zonas más próximas a la frontera, antes
del 1619 en Urgell y Cerdanya, entre 1619 y 1627 se extiende al Berguedà,
Bages, Solsonés, Anoia, Vallés y Montseny.
Cuando la cantidad de
alimento disminuye mucho, las tensiones en el sistema social no son solo
nutricionales, sino que afectan a sentimientos, símbolos y evaluaciones de las
relaciones sociales, y en estas situaciones, las élites son capaces de
aprovecharse para fortalecer su posición a costa de los más pobres. Y esto fue
lo que sucedió en el caso que hemos expuesto, un caso muy extremo, en el que se
dieron muchos factores, pero toda la historiografía existente sobre este tema
admite que el primer tercio del s. XVII fue el periodo culminante de la caza de
brujas en un contexto de malestar social, conflictos políticos y ortodoxia
religiosa, además de soportar una pequeña glaciación caracterizada por
inviernos largos y fríos, veranos frescos y húmedos, y una gran cantidad de
fenómenos atmosféricos.
Todo esto generó una
actitud de rechazo hacia cualquier práctica que fuera considerada diferente o
extraña. Las rivalidades locales y el odio generado por el malestar
social hicieron recaer sobre las victimas la responsabilidad de los males o las
calamidades naturales, fueron los chivos expiatorios de los males de aquella
época.
Es interesante ver cómo la
presencia de brujas juega un papel muy importante en las plagas de la sociedad
campesina, convirtiéndose en la principal causa de las calamidades climáticas y
proporcionando una interpretación a los procesos medioambientales que, para los
campesinos de aquella época, eran inexplicable. Extraído de Magis
quam a die, aeternum…
Las causas psicológicas de
la demonologia de la Edad Moderna.
Durante la Edad Media,
antes de la institucionalización de los gremios, los gobiernos municipales y
las universidades, las mujeres fueron ocupando espacios en todos los terrenos,
fueron además de campesinas, maestras de diversos oficios, pobladoras,
abadesas, escritoras, y también se dedicaron a diversos campos del conocimiento
humano, entre ellos los comprendidos dentro de la denominación de “ciencia”.
Una ciencia que para las mujeres se concentraba en esa época principalmente en
el campo de la medicina. Las mujeres fueron más allá de los límites impuestos
para ellas en los modelos de género dominantes y se convirtieron en un problema
para la élite masculina feudal y patriarcal.
Como reacción, a partir de
los siglos XIII y XIV toma cuerpo entre sacerdotes y eruditos, hombres
privilegiados, una corriente de opinión misógina, que fue contestado por
mujeres como Christine de Pizan, dando lugar a la llamada “querella de las mujeres”.
Durante el Renacimiento la
corriente misógina se afianza, dando lugar a un período de regresión para las
mujeres en todos los terrenos. Es también entonces cuando la lucha por el
control masculino del conocimiento, de la ciencia, se recrudece, comenzando
entonces la caza de brujas.
Carmelo Lisón, dice:
"Algo que parece tan fantástico y absurdo como la brujería ha conquistado
y dominado la mente humana en la mayor parte del mundo ayer y hoy y,
posiblemente —no encuentro razón para dudarlo— mañana”. Tanto las prácticas de
brujería como la misma creencia en ésta, explícita o no (el “haberlas,
haylas”), constituyen un ejemplo notable de los comportamientos extremos de que
es capaz el ser humano por desconocimiento de su psicología profunda.
Voltaire pensaba que el
raciocinio y la educación habrían bastado para erradicar de Europa la
extravagancia brujeril.
Sin embargo, desde la
perspectiva moderna podemos juzgar que las opiniones de estos hombres de la
Ilustración pecaban de simplistas, porque ni la ignorancia ni la necedad dan
debida cuenta de la complejidad psicológica de la brujería. En la época
anterior a la psicología psicoanalítica resultaba muy difícil pensar en la
existencia intrínseca de un mundo de fantasías sádicas y macabras, entre otras
razones, porque esta idea habría despertado la alarmante sospecha de que quizás
todos tengamos un fuero interno poblado de “demonios”. Fue Freud quien
expondría que éste era precisamente el caso, para mortificación de la vanidad
humana.
En las circunstancias
socioculturales del pasado, todo lo que resultaba desfavorable y parecía
misterioso (y siglos atrás había muchas cosas misteriosas), tendía a ser
atribuido al influjo del demonio o de las brujas, sus secuaces en este mundo.
Muchas de las fuerzas
primitivas y ocultas que el hombre presiente en su corazón implican,
efectivamente, una amenaza psicológica. Contra estas fuerzas, los humanos nos
hemos defendido inventando ritos diversos, ceremonias mágicas, sortilegios,
fórmulas esotéricas y amuletos que proporcionasen una sensación, ilusoria,
claro, de seguridad. Para comprender el fenómeno de la brujería es esencial el
reconocimiento del poder de la sugestión, incluida la autosugestión.
Una de las manifestaciones
más extremas de la sugestión es aquel trance autohipnótico en que se revelan
contenidos que el sujeto no posee en su sistema consciente y que parecen
incomprensibles o contrarios a su personalidad ostensible. Esto fue lo que sin
duda ocurrió en tantos casos de confesiones públicas de brujas, en las que en
una atmósfera de acusaciones mutuas acababan convenciéndose – por miedo- de su
participación en imaginarios aquelarres, verbalizando sus fantasías, al
principio sin coerción física alguna. Tenían alucinaciones visuales de
naturaleza conversiva.
La brujería siempre ha
producido intensa ambivalencia: miedo y odio, por una parte, y fascinación y
secreta admiración, por otra. El poder que ostentan las brujas en nuestras
leyendas y tradiciones es enorme. Pero este poder nunca ha existido fuera de
nuestra imaginación, fuera de ese funcionamiento mental primitivo que, en mayor
o menor grado, compartimos todos los seres humanos y que late escondido debajo
de nuestra racionalidad.
Aquello que, por
inaceptable, se relega inconscientemente al inconsciente (valga la
redundancia), acaba manifestándose después de alguna manera. La idea del
demonio representa uno de los más típicos ejemplos del retorno de lo reprimido,
fenómeno muy conocido por los psicoanalistas. Curiosamente, en la figura del
demonio acaba viéndose tanto a un malvado instigador a la satisfacción de los
instintos, como a un ser sobrenatural que nos castiga cruelmente por dicha
satisfacción, esto es, por los pecados. Es muy significativo que el demonio sea
interpretado como tentador y como punitivo a la vez; que represente tanto la
incitación al desenfreno como el castigo atroz por ceder a la tentación.
Claramente, se trata de una fantasmagoría proyectiva de nuestros conflictos
intrapsíquicos entre las pulsiones instintuales, por una parte, y la censura moral
del Superyó, por otra. Aunque parezca extraño, la creencia en los demonios
constituyó un progreso en la evolución psicológica de la Humanidad, porque
permitió que muchos de los peligros proyectados que el hombre de la Antigüedad
sentía que le acechaban por doquier, se concentraran en sólo uno o unos
personajes míticos terribles. La sensación de amenaza se circunscribió,
resultando entonces la situación más fácil de tolerar mentalmente. Además, con
esto se consiguió ver al demonio, defensivamente, como una entidad
completamente ajena a lo humano.
A este personaje de
ficción, cúmulo de proyecciones, se atribuyen los propios impulsos malévolos,
culpabilizantes y vergonzantes. Dichos impulsos se perciben luego como
impuestos desde fuera (las "tentaciones del diablo"), lo que resulta
psicológicamente mucho más manejable, por lo menos a corto plazo, que si son
identificados como propios. No nos es fácil reconocer la maldad, las
aberraciones, la crueldad que, en mayor o menor grado, llevamos escondidas en
nuestro ser.
Al demonio se atribuían
también las catástrofes de origen ignoto y todas las enfermedades de etiología
desconocida, antaño la mayoría. El psiquismo humano tolera mal la sensación de
ignorancia ante los fenómenos naturales. Al igual que se creía que el
omnipotente Dios era la causa de aquellos de naturaleza favorable, se pensaba
que el casi omnipotente Satán lo era de aquellos de signo desfavorable. Estas
creencias son vestigios universales de la percepción maniquea de los
progenitores en la infancia. Para el niño pequeño existe, por una parte, la
madre o el padre bueno y, por otra, el malo, ambos todopoderosos (y ambos el
mismo, claro). Estas imágenes escindidas perduran introyectadas en la psique
del adulto, y son las que luego acaban proyectándose. Comprensiblemente,
preferimos pensar que las fuerzas del bien son más poderosas que las del mal.
Lo contrario resultaría demasiado terrorífico. Luzbel era sólo
quasi-omnipotente; por eso no es un dios sino un ángel caído.
Las brujas, emuladoras de
Satán, eran "culpables" de toda suerte de desgracias: de plagas, de
aojamientos, de monstruosidades, de horrendos homicidios, es decir, de la
supuesta actualización de tendencias ocultas en la mente de sus semejantes. La
mayor parte de las brujas de tiempos pasados serían probablemente personas
bastante elementales, sin control voluntario sobre su psiquismo trastornado. No
abundarían las simples simuladoras. Con seguridad, serían víctimas de su propia
sugestión. Además, una vez aisladas socialmente, hubo de actuar sobre ellas el
factor de la privación sensorial, capaz de inducir estados psicóticos sobre
todo en las mentes inmaduras. Las supuestas brujas de antaño sentirían de
verdad lo que decían haber experimentado y esto habrá hecho más verosímiles
tanto sus conjuros como sus declaraciones. Por asombroso que parezca, las que
eran jóvenes, en su autosugestión, podían estar convencidas, por ejemplo, de
haber tenido coito con el diablo, a pesar de su doncellez.
Una manifestación tan
antisocial como la de la brujería también debió servir de medio de expresión a
la rebeldía propia de adolescentes proclives a oponerse escandalosamente a las
costumbres cristianas de sus mayores. En el caso de las viejas, la brujería
activa —no la simplemente asumida por los lugareños— debió vehiculizar
sentimientos de venganza ante su apartamiento social. Además, siendo el núcleo
central de la psicología de la bruja su supuesta posesión de poderes
especiales, se entiende que esta identidad resultase compensatoriamente
atractiva sobre todo a las personas con sentimientos de inferioridad basados en
deficiencias o situaciones desfavorables, o en una inmadurez general.
Claramente, la identidad brujeril de estas mujeres se prestó también a la
satisfacción de tendencias masoquistas, por su calidad de perseguidas.
Ciertamente, los delirios
de las brujas fueron igualados por las fantasías de sus perseguidores
religiosos. La compilación de éstas más notable e influyente fue, sin duda, el
Malleus Maleficarum, enciclopedia demonológica escrita a finales del siglo XV
por dos monjes dominicos alemanes, Kramer y Sprenger, con bula papal de
Inocencio VIII, que tuvo como finalidad el asistir a los inquisidores en su
exterminio de las brujas. Este tratado ha sido acertadamente considerado por el
psicoanalista John Nemiah (1980) como "uno de los grandes libros de la
psicopatología".
La estructura del discurso
del Malleus Maleficarum es la siguiente:
1.Este crimen (la
brujería) es el más grave de todos los conocidos hasta ahora y la frecuencia de
las brujas es tan alarmante en la actualidad que estamos ante una emergencia
que sólo podrá combatirse mediante una guerra.
2.Todo aquel que dude de
la existencia de esta emergencia será considerado hereje, cómplice, hechicero.
3.Los inquisidores son
infalibles y puros y los enemigos son inferiores.
4.La condena es prueba
suficiente de culpabilidad.
5.Cualquier cosa que se
salga de lo usual resultará sospechosa. Se garantiza la continuación de la
masacre mediante la tortura que apunta a delatar cómplices que a su vez serán
torturados para delatar.
El resultado es que
termina reduciéndose el poder jurídico o derecho jurídico a la coerción directa
o derecho administrativo policial porque contra el Mal, contra el enemigo, todo
vale y si se cometen excesos son perdonables en aras de ese objetivo superior a
todo que es salvar a la humanidad.
En efecto, muchos de los
casos descritos parecen historias clínicas sacadas de textos de Psiquiatría
(obsesiones, conversiones histéricas, delirios esquizofrénicos, etc.) Habría
que añadir que la psicopatología que salta a la vista en dicha obra no es sólo
la de las "posesas". En el Malleus Maleficarum puede leerse ejemplo
tras ejemplo de las proyecciones que configuraron los prejuicios oscurantistas
de aquella época, justificados con la lógica más burda. A una anciana que no
había sido invitada a una boda de prosapia en su pueblo, la observan unos
pastores en el monte orinando en un agujero y mojándose los dedos con la orina.
El cielo se nubla y cae un granizo que arruina la ceremonia nupcial. ¡Post hoc,
ergo propter hoc!, (sucede después de esto, luego es por esto). El pueblo
adivina malevolencia en la mujer o le atribuye la que ellos habrían
experimentado en su situación de exclusión. La pobre vieja es acusada de
practicar brujería y sentenciada a morir en la hoguera.
Los elementos eróticos y
misóginos eran fuertes como puede esperarse de una sociedad reprimida
sexualmente, dominada por varones, con inquisidores procedentes de la clase de
los curas, nominalmente célibes.
- Aproximadamente el
85% de los acusados de la brujería fueron mujeres,
- La actividad
sexual ocupaba un lugar privilegiado en los delitos que se les imputaban. En
los juicios se prestaba atención minuciosa a la calidad y cantidad de los
orgasmos en las supuestas copulaciones de las acusadas con demonios o el diablo
y a la naturaleza del "miembro" del diablo (frío, según todos los
informes).
Según los inquisidores, el método del diablo para reclutar adeptos era la seducción, y las orgías y los aquelarres periódicos eran la recompensa para sus fieles servidores. Los jueces sentían una curiosidad insaciable por los detalles de esas relaciones sexuales, y su diligencia en forzar los interrogatorios se veía recompensada con todo tipo de sucias fantasías, lo que demuestra que el celo puesto en perseguir a las brujas tenia motivos bastante carnales.
Según los inquisidores, el método del diablo para reclutar adeptos era la seducción, y las orgías y los aquelarres periódicos eran la recompensa para sus fieles servidores. Los jueces sentían una curiosidad insaciable por los detalles de esas relaciones sexuales, y su diligencia en forzar los interrogatorios se veía recompensada con todo tipo de sucias fantasías, lo que demuestra que el celo puesto en perseguir a las brujas tenia motivos bastante carnales.
- Las mujeres que fueron
acusadas de practicar la brujería eran por lo general jóvenes y muy
atractivas, todo lo contrario de la imagen estereotipada de una bruja.
-
Las "marcas del diablo" se
encontraban "generalmente en los pechos o partes íntimas", según
el libro de 1700 de Ludovico Sinistrani. Como resultado, los inquisidores,
exclusivamente varones, afeitaban el vello púbico de las acusadas y les
inspeccionaban cuidadosamente los genitales.
En los siglos de psicosis
antibrujeril, a las distintas modalidades de herejes les tocó jugar en España
ante el Santo Oficio el papel antonomástico de víctimas propiciatorias,
reservado en otros países para los acusados de brujería, aunque hay que añadir
que la Iglesia llegó a considerar que eran brujos todos los herejes. El
religioso Del Río, doctor por Lovaina, aseguró en su obra Disquisiciones
mágicas de 1599 que, incuestionablemente, los herejes eran magos, recomendando
que se les diese tormento. Apoyándose en estudios de numerosos "eruditos
demonógrafos", expuso la tesis de que Martín Lutero fue engendrado en una
mujer por un macho cabrío. De todo esto se saca la enseñanza de que hasta las
teorías más peregrinas y el odio más enloquecido pueden encontrar justificación
y sortear la racionalidad aun en personas instruidas.
Las alucinaciones e ideas
delirantes de los esquizofrénicos, naturalmente, giraban en torno a temas
diabólicos. Los sociópatas argüían que sus acciones delictivas eran producto de
la coerción irresistible de Satán.
Estaba claro que había que eliminar a las abogadas del demonio en la tierra, las brujas, mujeres fálicas con la escoba entre las piernas, supuestas perpetradoras de tanto mal. Dio esto pie, a su vez, a que la mitomanía, la credulidad pueril, la sugestión tendenciosa, el masoquismo y, sobre todo, el sadismo, campasen por sus respetos. Filósofos reconocidos como Montesquieu y Bodin, contribuyeron activamente a la propagación de las creencias brujeriles. Jean de Meung calculó que la cantidad de brujas que en los sabbaths volaban por los cielos de Francia ascendía ¡a una tercera parte de la población femenina! San Agustín también creyó en las brujas. Caro Baroja (1966), en uno de sus estupendos libros sobre la brujería, cita que este insigne padre de la Iglesia, en La ciudad de Dios, afirmaba que "ciertas mesoneras imbuidas de aquellas malas artes, dando de comer queso a los viajeros, luego los convertían en jumentos que servían para transportes".
Estaba claro que había que eliminar a las abogadas del demonio en la tierra, las brujas, mujeres fálicas con la escoba entre las piernas, supuestas perpetradoras de tanto mal. Dio esto pie, a su vez, a que la mitomanía, la credulidad pueril, la sugestión tendenciosa, el masoquismo y, sobre todo, el sadismo, campasen por sus respetos. Filósofos reconocidos como Montesquieu y Bodin, contribuyeron activamente a la propagación de las creencias brujeriles. Jean de Meung calculó que la cantidad de brujas que en los sabbaths volaban por los cielos de Francia ascendía ¡a una tercera parte de la población femenina! San Agustín también creyó en las brujas. Caro Baroja (1966), en uno de sus estupendos libros sobre la brujería, cita que este insigne padre de la Iglesia, en La ciudad de Dios, afirmaba que "ciertas mesoneras imbuidas de aquellas malas artes, dando de comer queso a los viajeros, luego los convertían en jumentos que servían para transportes".
Como hemos visto, ni la educación
ni la vocación religiosa fueron obstáculo para la psicosis brujeril compartida.
Hasta papas hubo, como Silvestre II, León III o Bonifacio VIII, acusados de
practicar la magia negra. En el siglo XIV, el papa Juan XXII mandó a la hoguera
al obispo de su ciudad natal sospechando que había urdido un maleficio
hechiceril contra él.
Los votos de castidad y obediencia, represores a ultranza de los impulsos sexuales y agresivos —biológica y psicológicamente imposibles de eliminar— hacen que las personas que los profesan se hallen más expuestas a explosiones incontroladas de los instintos. Por ejemplo, en los siglos XVI y XVII, algunos directores espirituales de las congregaciones de mujeres corrieron un riesgo serio de ser acusados por éstas de haberlas incitado con confesiones demasiado inquisitivas a revelar pormenores inmencionables, haciéndolas tomar consciencia de un mundo insospechado de fantasías y sensaciones sexuales. Varios de estos sacerdotes, sobre todo los jóvenes y apuestos, fueron oficialmente acusados de haber creado con artes diabólicas un convento de posesas. Más de uno fue ejecutado. La historia de la brujería es un caso social más del retorno de lo reprimido, fenómeno que, no por elemental, deja de ser espectacular.
Los votos de castidad y obediencia, represores a ultranza de los impulsos sexuales y agresivos —biológica y psicológicamente imposibles de eliminar— hacen que las personas que los profesan se hallen más expuestas a explosiones incontroladas de los instintos. Por ejemplo, en los siglos XVI y XVII, algunos directores espirituales de las congregaciones de mujeres corrieron un riesgo serio de ser acusados por éstas de haberlas incitado con confesiones demasiado inquisitivas a revelar pormenores inmencionables, haciéndolas tomar consciencia de un mundo insospechado de fantasías y sensaciones sexuales. Varios de estos sacerdotes, sobre todo los jóvenes y apuestos, fueron oficialmente acusados de haber creado con artes diabólicas un convento de posesas. Más de uno fue ejecutado. La historia de la brujería es un caso social más del retorno de lo reprimido, fenómeno que, no por elemental, deja de ser espectacular.
Imaginémonos ahora lo que
serían las reacciones de la población de los medios rurales de hace
cuatrocientos o quinientos años ante la fenomenología brujeril. Por lo que nos
dicen las crónicas y a juzgar por lo que conocemos de la psicología de personas
ignorantes y analfabetas, los allegados y vecinos de aquéllas tomadas por
brujas sucumbirían fácilmente a una psicosis histérica. Se sabe, en efecto, que
solían ver imágenes diabólicas por doquier. También se sabe que, de los que no
compartieron estas alucinaciones, se supuso a menudo que ¡el demonio les había
hecho algún hechizo para impedírselo! Hay que intentar comprender la ominosa
sensación de extrañeza de aquella gente simple de pobres recursos cognitivos y
verbales ante unas manifestaciones siniestras de origen completamente desconocido
y tan alejadas de la impresión que habitualmente les causaban aquellos vecinos
y familiares, ahora seguidores de Satán... Algunos actos sobrenaturales de
brujería fueron "presenciados" por numerosos testigos. Mencionemos
dos testimonios del siglo XVI recogidos por Lisón (1992): "Y luego la
dicha mujer se bajó por la pared abajo, andando de pies y manos, como una
lagartija; y cuando llegó a media pared levantóse en el aire a vista de todos y
se fue volando por él después de haberse todos admirado", y,
"Acompañado [el inquisidor] de una veintena de testigos, soldados la mayor
parte de ellos, para que pudieran dar fe, un viernes, a eso de la medianoche,
instalaron [a la bruja] a que se untara con el ponzoñoso ungüento mágico para
volar al aquelarre; la mujer accedió gustosamente. Una vez embadurnada subió a
una ventana a tal altura que si un gato cayera quedaría hecho pedazos; invocó
al demonio que vino inmediatamente y la condujo por el aire, a vista de
todos". Estos ejemplos estrambóticos de “folie à plusieurs” (locura
conjunta), hoy raros en Europa pero no inexistentes del todo (ovnis, apariciones marianas) ilustran el inmenso,
contagioso y temible poder de la sugestión.
Centrémonos ahora en un
caso particular, el del torturador. No nos referimos sólo al verdugo –que
también- sino muy especialmente a aquel que tiene la responsabilidad directa de
la tortura.
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