La Isla de Creta, en el
extremo oriental del Mare Nostrum, sigue siendo un destino turístico de primer
orden. La mayoría acuden atraídos por el clima, el sol, cielos despejados,
pocos días de lluvia en verano, por las playas,
por el paisaje,
por las
numerosas opciones de trekkings y senderismo por montañas abruptas,
por la belleza y tipismo de los
pueblecitos de costa o del interior,
incluso por la gastronomía.
Otros –menos, entre los
que me incluyo- por el atractivo de su cultura, de sus museos,
de la historia,
de
los monumentos de un pasado muy remoto – el Palacio de Cnossos-
y sobre todo,
por sus raíces mitológicas, por su antigua religión y por aquello que Sir Artur
Evans –el descubridor de la civilización minóica- explicó o se inventó (¿) sobre
la misma.
En las siguientes
entradas, intentaré explicar aquello que constituye lo más relevante, de mi
experiencia cretense, afirmando ya desde éstas primeras líneas que són muchas
más las cosas que me han quedado por ver que las vistas, aunque recorrimos más
de 3.200 Kms, los 19 días de vacaciones eran una limitación insalvable.
Algunas de éstas
impresiones se han publicado ya en estas dos entradas:
Y
En la presente, quisiera
introduciros a la Civilización Minóica, a través de su mitología, pues
curiosamente, aunque los griegos continentales de la época clasica,
consideravan a los cretenses –los hombres rojos- como no helenos, es decir poco
menos que bárbaros, resulta que buena parte de su mitologia y panteón, tienen
relación con la isla, mitos como el del nacimiento de Zeus, alguno de los
trabajos de Heracles, el ciclo de Minos, el de Teseo y el Minotauro, los de
Dédalo e Icaro, suceden en ésta lejana tierra.
Para ello seguiremos los
pasos de Hesíodo y su Teogonía, que podéis descargaros aquí:
http://planetalibro.net/libro/hesiodo-teogonia#descargar
donde se nos explica el origen y geneología de
los dioses griegos y sobre todo al gran escritor Robert Graves.
En el primer
caso, hemos realizado un breve resumen de sus poemas, en bien de un mejor
entendimiento. En el segundo caso, hemos preferido dejar hablar al escritor,
con su fastuosa erudición, limitándome a incluir –en otro color de letra-
aquellos comentarios aclaratorios o complementarios, imágenes, que me ha parecido imprescindible
incluir. A pesar de todo, recomendamos al lector que no intente retener
literalmente la ingente cantidad de nombres e informaciónes aportados por
Graves, sino que se limite a seguir el hilo conductor del texto, suficiente
para comprender laa immensa complejidad de la mitologia griega.
Comprender la mitologia de
una cultura determinada, es conocer en profundidad la manera de ser, de pensar,
de concebir el mundo y el papel que los pobladores de esa cultura se dan a sí
mismos, sus anhelos, deseos, relaciones; ¿que mejor manera pues que intentar
acercarse a Creta, a la Civilización Minóica que aproximarse a través de sus
mitos?
En la entrada sobre el
mito de Prometeo
reproducía una frase de Raimon
Panikkar: “Al Principio y al Final se encuentra el Mito”. Con ésta frase, Panikkar quiere darnos a
entender que el Mito, lejos de
constituir algo irreal, imaginario o fantástico, en verdad se encuentra en el
origen de todas las cosas; que todo lo demás, fenómenos, objetos, situaciones,
están formados de la misma substancia del mito, en otras palabras, no son más
que manifestaciones míticas.
Pues bien, vayamos a ello.
Cosmogonía griega.
El lector interesado,
pronto descubrirá la importancia de la mitología griega, por sus innegables
relaciones tanto con otras mitologías tanto orientales –árias, semitas,
egipcias- como occidentales –celtas, nórdicas-. Sin ser un experto en el tema,
me atreviría a afirmar que todas ellas son adaptaciones locales, de una sola y
misma, muy anterior.
Cuenta Hesiodo –autor de
la Teogonía allá por los s.VIII- VII a.NE- que en primer lugar fue
el Caos
y, después, Gea la de amplio pecho, un nombre que
podríamos traducir como la Madre Tierra.
Más tarde apareció, también por
generación espontánea, Eros, la fuerza del amor que todo lo une, el
más hermoso entre los dioses inmortales.
Parece ser que también surgió por sí
mismo el Tártaro, la región más profunda del Universo, situada aún
más abajo que los infiernos, un lugar terrible donde los dioses enviarán a sus
peores enemigos.
Sin juntarse con nadie
para procrear, de Caos surgieron Érebo(las Tinieblas infernales, es decir,
la Oscuridad) y la negraNoche (Nyx), que no tardaron en amarse y de su
unión nacieron Éter (el Cielo superior, en el que brilla una luz más
pura que en el cielo cercano a la tierra) y el Día (Emera).
Sola, al igual que Caos,
Gea alumbró al estrellado Urano (es decir, al cielo),
a
las Montañas y a Ponto, el inmenso océano.
En fin, concluido este de
lío partenogenético nos encontramos que en estos momentos ya existen: la Tierra
(Gea), el Cielo (Urano) y el Mar (Ponto); así como el Día, la Noche, la
quintaesencia de la luz y la quintaesencia de la oscuridad. Por si fuera poco,
también ha surgido el Amor, el impulso irrefrenable de unirse y engendrar.
Evidentemente, con semejante material de partida resulta sencillo que vayan
apareciendo cuantas cosas hay en el Universo. Veamos cómo ocurrió.
A los dioses griegos no
les importaba en lo más mínimo mantener relaciones incestuosas (entre miembros
de la misma familia), así que Gea y Urano se acostaron juntos y de la unión
entre la Tierra y el Cielo nació una prole tan antigua como poderosa, dioses y
diosas de una fuerza tan extraordinaria que no tardarían en ser suplantados por
otros más asequibles para los mortales. Pero no adelantemos acontecimientos y
vayamos pasito a pasito que esto empieza a complicarse.
Sus primeros hijos
constituyeron una generación de 12 dioses llamados
genéricamente titanes. El primero en nacer fue Océano, señor de
las aguas del mar, al que siguieron Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea,
Temis, personificación de la justicia cósmica, Mnemosina, la
memoria, futura madre de las 9 Musas, Febe, Tetis, diosa de la
fecundidad, que vivía en el último extremo de Occidente, allí donde se pone el
Sol, y, por fin, el más pequeño y terrible de los
hermanos, Cronos, el de mente retorcida, que algunos autores
relacionan con el Tiempo (aunque esto no está del todo claro).
A los titanes, les
siguieron los soberbios e irascibles cíclopes, unos seres gigantescos de un
solo ojo y una fuerza inmensa.
Eran tres hermanos: Brontes,
Estéropes y Arges, el más violento de todos.
A continuación Gea alumbró
otros tres hijos enormes, los gigantes hecatónquiros: Coto,
Briareo y Giges. Cada uno poseía cien brazos y cincuenta
cabezas, lo que les confería una fuerza monstruosa, casi imparable.
Urano no era un buen padre
sino un déspota y cruel progenitor, cuya tiranía le iba a costar perder el
reino de los dioses y una parte fundamental de su anatomía. Por malevolencia,
cada vez que Gea iba a alumbrar un nuevo hijo, Urano lo retenía en su interior,
por lo que la pobre madre estaba ya a punto de reventar ante la cantidad de
criaturas a punto de nacer que guardaba en su vientre.
Sin embargo, no en vano
Gea era una fuerza principal del Cosmos y urdió un plan para desembarazarse del
pesado de Urano. Con brillante acero forjó una hoz de afilados dientes y se la
entregó al más valiente de sus hijos: Cronos. Ignorando lo que le aguardaba,
llegó Urano conduciendo la noche y se echó a descansar cuan largo era.
Aprovechando el descuido, su hijo salió de un escondite y de un solo tajo le
cercenó los testículos
y los arrojó tan lejos como le permitieron las fuerzas.
Privado de su virilidad, a Urano no le quedó más remedio que delegar su mando
en Cronos, no sin antes insultar a tan rebeldes hijos llamándoles «los que por
su intento recibirán su justo castigo», una especie de juego de palabras del
que proviene el nombre de titanes (titaínontās, «en su intento»;
«tísin, castigo»).
De las gotas de sangre que
dejaron a su paso los rebanados genitales nacieron las Erinias, los
poderosísimos Gigantes y las ninfas Melias que viven en los
bosques de fresnos.
Pero, además, cuando
cayeron al mar, los testículos de Urano provocaron una espuma de la que surgió
la más hermosa y seductora de las diosas: Afrodita, diosa del amor,
del placer, de la dulzura y de los engaños.
Cuenta Hesíodo que antes
de llegar a la morada de los dioses, Afrodita viajó por el mar y pasó por las
islas de Citerea y Chipre, de donde provienen dos de sus habituales epónimos,
Afrodita citerea y Afrodita Ciprogénea. En su viaje estuvo acompañada por Eros
y el bello Hímero, personificación del deseo amoroso.
Hoy día la luz eléctrica
ha difuminado nuestros temores nocturnos en la claridad del día; pero, en la
antigüedad, la oscuridad de la noche, tan solo paliada por las tenues caricias
lunares, cobraba mucha más importancia en el devenir cotidiano: cuando caía el
Sol, el trabajo se detenía y tan solo los más osados y los malintencionados se
atrevían a deambular entre las tinieblas, momento en el que también encallan
los barcos y se aproximan los traidores enemigos, entre otros sucesos funestos.
Por tanto, no resulta extraño que los griegos le atribuyesen a la Noche (Nyx)
una descendencia de lo más espantosa.
El primero de los hijos
que alumbró sin intermediación de padre alguno fue a Moros («la
Suerte»), al que siguieron Ker y el alado Tánato («la
Muerte»). Parió también a Hipnos («el Sueño») y a la tribu de los
Sueños. Por si fueran pocos, además fue madre de Momo («la Burla»),
el doloroso Lamento,y las Hespérides, unas ninfas que
custodiaban un jardín, situado en el extremo occidental del mundo, en el que
crecían frutos de oro.
Del vientre de la Noche
también nacieron la Moiras y las Keres. Las primeras se llamaban
Cloto, Láquesis, Átropo y eran la personificación del destino. Con el tiempo,
los poetas las imaginaron como tres ancianas que fijaban la duración de la vida
de los mortales. Cada vida era un hilo que una hermana hilaba, otra devanaba y
la tercera cortaba poniendo fin a la existencia del humano a quien
correspondiese.
Las Keres, por su parte,
son otra deidad abstracta muy compleja. En el mismo Hesíodo aparecen de forma confusa,
ora como una sola persona, ora como varias. En tiempos arcaicos quizá se
imaginaban como unos seres alados, de negra piel y afilados dientes blancos,
que se llevaban a los muertos del campo de batalla. De hecho, parece ser que
personificaban el destino de los héroes o los combatientes.
Así mismo, de la funesta
Noche nacieron Némesis («la Venganza»), Apate («el
Engaño»), Gera («la Vejez»), Eris («la Discordia») y el
único de sus hijos que no me parece terrible: Filote («la Ternura»).
Pero peores aún fueron las
criaturas que alumbró la funesta Eris, quien también sin compañero tuvo al
Olvido, al Hambre, los Dolores, los Combates, las Guerras, Matanzas, Masacres,
Odios, Mentiras, los falsos Discursos, las Ambigüedades, al Desorden, la
Destrucción y al Juramento.
Todas estas abstracciones
representan fuerzas cósmicas que solo volverán a aparecer en los mitos como
figuras metafóricas
El más poderoso de los
titanes, Cronos, se casó con la más grande de las
titánidas, Rea, pero desde un principio el matrimonio fue un
desastre. Como a Cronos le habían vaticinado que algún día perdería el trono a
manos de uno de sus descendientes, en cuanto Rea daba luz a un hijo, se lo
comía.
Así, el brutal Cronos se zampó sucesivamente a Hestia(diosa del
hogar), Deméter (diosa de la agricultura), Hera(diosa del
matrimonio) Hades (señor de los Infiernos) yPoseidón (señor del
mar). Como te puedes imaginar, Rea estaba desolada ante semejante pitanza
caníbal, así que le pidió ayuda a sus padres, la ancestral Gea y el castrado
Urano. Entre todos urdieron un plan tan sencillo como efectivo.
El Nacimiento y ocultación
de Zeus (Robert Graves Mitologia griega) que podéis descargaros aquí, en un solo enlace:
http://www.mediafire.com/view/qldol4l1eif6cw1/Los_Mitos_Griegos_-_Robert_Graves.pdf
Rea se escondió en la isla
de Creta, donde dio a luz a Zeus. Luego engañó a Crono, dándole una piedra
envuelta en pañales que éste tragó en seguida sin desconfiar.
Gea escondió al recién
nacido en una cueva, en Creta, en el monte Dicte.
Protegido por los
Curetes -Los Curetes custodiaron a Zeus cuando era un recién
nacido en la cueva de Dicte y se encargaron de hacer ruido golpeando
sus armas y bailando para que Crono no oyese al niño, al que quería
devorar-
y las ninfas Adrastea e Ida -. Adrastea era
una ninfa cretense, hija de Meliseo, a
quien Rea confió al infante Zeus para que lo protegiese de
su padre Crono y lo criase en la cueva Dictea. En esta tarea
Adrastea fue asistida por su hermana Ida, ninfa del monte Ida -. Allí
lo alimentó Amaltea, un ser híbrido mitad ninfa mitad cabra, y el pequeño dios
se alimentó de su leche y de miel.
Con el tiempo, Zeus recompensaría la fidelidad
de Amaltea concediéndole la constelación de Capricornio.
Poco se sabe de la
educación de Zeus y de su infancia en la isla de Creta. Cuando hubo crecido lo
suficiente, supo por fin del sufrimiento de su madre y de la muerte de sus
hermanos y hermanas, así como del intento de Cronos de acabar con él, y decidió
vengarse por todo ello.
La primera esposa del dios
Zeus fue Metis, una nimfa marina célebre por su sabiduría y astucia, que con el
tiempo se convertiría en la madre de Atenea. Zeus logró convencerla de que
administrase a Cronos una droga que le obligase a regurgitar la piedra
entregada por Rea y, tras ella, a todos los hijos que había tragado
anteriormente. Éstos, agradecidos por su recobrada libertad, se pusieron de
inmediato al lado de Zeus con el objetivo de destronar de una vez a su padre y,
con él, a toda la raza de duros titanes.
Cuando estaba a punto de
parir al último de sus hijos, Zeus, se escondió en Licto, un pueblo de la isla
de Creta, y le confió el dios recién nacido a su madre, quien lo ocultó en una
profunda gruta. A Cronos le dio una enorme piedra envuelta por completo en
telas y, como era un poco ansioso, se la comió de un bocado sin sospechar nada
del cambio. Así, Zeus pudo crecer y desarrollarse tranquilamente hasta que,
pasado un año, fue lo bastante fuerte para vapulear a su padre. Entonces, le
venció con sus simples manos (otras tradiciones dicen que le drogó) y le obligó
a regurgitar a sus hermanos. Más tarde, liberó a Brontes, Estéropes y Arges
(los cíclopes hermanos de los titanes, a los que Cronos había encerrado en el
profundo Tártaro junto con Urano por el temor que le inspiraban), y, como
muestra de gratitud, los enormes cíclopes le regalaron el trueno, el relámpago
y el rayo: unas armas realmente formidables.
Sin embargo, en cuanto se
recuperó de la sorpresa, Cronos reunió a sus hermanos y se lanzó contra sus
hijos dispuesto a echarlos para siempre del Olimpo. Se avecinaba la mayor de
las batallas de todos los tiempos: la titantomaquia.
Durante 10 años los dioses
lucharon los unos contra los otros en la mayor batalla que jamás ha sucedido.
Por un lado se encontraban Cronos y sus hermanos, los ilustres titanes,
asentados en la cima del monte Otris, y por el otro Zeus y sus hermanos, en lo
alto del monte Olimpo. Pasados 10 años, la lucha seguía empatada pero Zeus
rescató del profundo Tártaro a los Hetancoiros –Coto, Briareo y Giges–, los
tres gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas que había encerrado Cronos en
el Tártaro por el miedo que le inspiraban. Pero, quizá lo más sensato, es que
sea el mismo Herodoto quien nos explique lo que sucedió entonces:
« [el gigante Coto le
habla a Zeus] …Paladín fuiste para los Inmortales de una cruel contienda y por
tu sabiduría regresamos de nuevo saliendo de aquella oscura tiniebla, ¡soberano
hijo de Cronos!, después de sufrir desesperantes tormentos entre inexorables
cadenas. Por ello, también ahora, con corazón firme y resuelta decisión
defenderemos vuestro poder en terrible batalla luchando con los Titanes a
través de violentos combates.
»Así habló. Aplaudieron
los dioses dadores de bienes al escuchar sus palabras, y su espíritu anhelaba
la guerra con más ansia todavía que antes. Provocaron aquel día una lucha
terrible todos, hembras y varones, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos
y aquellos a los que Zeus, sumergidos en el Érebo bajo la tierra, trajo a la
luz, terribles, violentos y dotados de formidable vigor. Cien brazos salían
agitadamente de sus hombros, para todos igual, y a cada uno cincuenta cabezas
le nacían de los hombros, sobre robustos miembros.
»Aquéllos se enfrentaron a
los Titanes en funesta lucha, con enormes rocas en sus robustas manos. Los
Titanes, de otra parte, afirmaron sus filas resueltamente. Unos y otros
exhibían el poder de sus brazos y de su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso
ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió estremecido
y desde su raíz vibró el elevado Olimpo por el ímpetu de los inmortales. La
violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el tenebroso Tártaro, así como el
sordo ruido de la indescriptible refriega y de los violentos golpes. ¡De tal
forma se lanzaban recíprocamente funestos dardos! La voz de unos y otros
llamándose llegó hasta el estrellado cielo y aquéllos chocaron entre cánticos
de guerra.
»Ya no contenía Zeus su
furia, sino que ahora se inundaron al punto de cólera sus entrañas y exhibió
toda su fuerza. Al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo, lanzando sin
cesar relámpagos, avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el trueno y el
relámpago, volaban desde su poderosa mano girando sin parar su sagrada llama.
»Por todos los lados
resonaba la tierra portadora de vida envuelta en llamas y crujió con gran
estruendo, envuelto el fuego, el inmenso bosque. Hervía la tierra toda y las
corrientes del Océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los
Titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó la atmósfera divina.
Y cegó sus dos ojos, aunque eran muy fuertes, el centelleante brillo del rayo y
del relámpago.
»Un impresionante bochorno
se apoderó del abismo y pareció verse ante los ojos y oírse con los oídos algo
igual que cuando se acercaron Gea y el vasto Urano desde arriba. Pues tan gran
estruendo se levantó cuando, tumbada ella, aquél se precipitó desde las
alturas.
»Al mismo tiempo, los
vientos expandían con esrépito la conmoción, el polvo, el trueno, el relámpago
y el llameante rayo, armas del poderosos Zeus, y llevaban el griterío y el
clamor en medio de ambos. Un estrépito impresionante se levantó, de terrible
contienda; y saltaba a la vista la violencia de las acciones. Declinó la
batalla; pero antes, atacándose mutuamente, luchaban sin cesar a través de
violentos combates.
»Entonces aquéllos, Coto,
Briareo y Giges insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento
combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y
cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo
la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos
con sus brazos…»
Por fin, tras diez años de
lucha, Zeus arremete contra los Titanes armado con el rayo y el trueno y, por
fin, gracias a la ayuda de los gigantes Hetancoiros que no paraban de lanzar
enormes rocas consigue vencer a Cronos y sus aliados (entre los que no se
encuentran Océano ni los hijos de Japeto). Tras derrotarlos les encierra en lo
más profundo del Tártaro custodiados por sus aliados gigantes. Y después de
semejante batalla, uno se espera que llegue la calma, pero todavía le faltaba
una dura prueba a Zeus para proclamarse rey de los dioses pues la vieja Gea
tramaba su perdición.
Unida con el tenebroso
Tártaro engendró al más joven y bestial de todos sus hijos: Tifón, un
monstruo enorme, con 100 cabezas de serpiente sobre los hombros. Cada una de
las cabezas expulsaba ardientes llamaradas de fuego y en los brazos tenía una
fuerza descomunal.
Tras la derrota de los Titanes, esta mala bestia se lanzó a
por Zeus haciendo temblar a su paso el cielo, la tierra y hasta el Tártaro.
Pero Zeus no se acobardó y tras recoger sus poderosas armas –el trueno, el rayo
y el relámpago– se dirigió contra Tifón para hacerle frente.
El fuego de uno y de otro
los envolvió en terrible batalla, hasta que Zeus consiguió arrinconar a Tifón
golpeándolo con sus rayos y pudo arrojarle desde lo alto de un barranco. Cuando
cayó al suelo, fundió la tierra y Zeus lo sumergió al profundo Tártaro. Para
mayor seguridad, encima suyo colocó una montaña, el Etna,
en cuya cima se
encuentra la fragua de Hefesto, alimentada por el fuego de Tifón. Ahora sí
podía declararse el rey absoluto de los dioses.
Concluidos los esfuerzos
por apoderarse del Olimpo, Zeus comenzó su largo y fecundo periplo sentimental.
De todas maneras, ahora solo vamos a ver los más importantes romances que
reseña Hesíodo. La primera diosa con la que se acostó
fue Metis (la Sabiduría) y de la unión nació Atenea, todo
coraje y sabia decisión, diosa patrona de la ciudad de Atenas.
Luego se acostó
con Temis (la Ley), una Titánide que no luchó al lado de Cronos,
y juntos tuvieron a las Horas, Eunomía, Dike y Eirene.
Con Eurínome, hija
de Océano, Zeus tuvo a las tres Gracias
de hermosas mejillas: Aglaya,
Eufrósine y la exquisita Talia. Son diosas de la Belleza y forman parte del
séquito de las Musas.
A su
hermana Deméter la dejó embarazada de Perséfone.Madre e hija
están relacionadas con la agricultura y protagonizaron un mito muy interesante.
Al parecer, Hades, el rey de los muertos, se enamoró de la hermosa Perséfone y
se la llevó a su lóbrego reino. Disgustada, Deméter se retiró al exilio y los
campos se volvieron estériles. Como la humanidad estaba a punto de morir de
inanición, Zeus le convenció a su hermano para que dejara libre por lo menos
durante la mitad del año a su esposa. Por eso, los humanos disfrutamos de unos
meses de fertilidad (los que pasa Perséfone con su madre) y otros meses de
triste invierno, en los que no crece fruto alguno sobre la tierra.
Con Mnemosine (la
Memoria) también se unió el rey del Olimpo durante 9 noches consecutivas y al
poco nacieron las 9 Musas,
inspiración divina de la creatividad y el
arte de los mortales. Su nombre y cantidad variaron a lo largo del tiempo y las
tradiciones, pero según Hesíodo eran: Clío (patrona de la Historia), Euterpe
(de la música con flauta), Talía (de la comedia), Melpómene (de la tragedia), Terpsícore
(de la danza y la poesía ligera), Érato (de la lírica coral), Polimnia (de la
pantomima), Urania (de la astronomía) y, la más importante, Calíope (patrona de
la poesía épica).
Con Leto, hija
del Titán Ceo y su hermana Febe, también se acostó Zeus y la dejó embarazada de
dos gemelos que fueron muy interesantes: Apolo, el dios del Sol, cuya
importancia irá aumentando con el tiempo (de hecho, quizá hubiera terminado por
arrebatarle el trono a Zeus), y Artemisa, la salvaje diosa de la
caza.
Y como última esposa tomó
a Hera, madre de tres de sus hijos: Hebe, diosa de la Juventud; Ares, el
implacable dios de la Guerra, e Ilitía, una divinidad relacionada con los
partos.
Curiosamente, Hera estaba
tan enfadada por las infidelidades de su esposo que sin trato amoroso alguno
dio a luz al cojitranco Hefesto,
el más diestro de los dioses, el
patrón de los herreros, que vive en su fragua en la cima del Etna, donde forja
sus artilugios al calor de las llamas de Tifón, ayudado por un séquito de
autómatas.
Del resto de su prole
divina, además, conviene recordar aquí al hijo que tuvo con
Maya, Hermes, mensajero de los dioses,
y al
inefable Dionisio,
un dios muy complejo, adalid del vino y el
pensamiento salvaje, cuya madre se llamaba Sémele. (Parcialmente adaptado de un texto de Marcos Méndez)
Pero volvamos nuevamente a Creta.
El Rapto de Europa
Zeus es un incansable
conquistador y sus amores con diosas, ninfas y mortales llenan una
amplia página de la mitología. En el mito que nos ocupa Zeus ha
puesto sus ojos en una bella joven asiática Europa, hija de Agenor, rey de Tiro,
en Fenicia, en la cuenca oriental del Mediterráneo.
Pide ayuda a su
hijo Hermes para la preparación del encuentro y posterior rapto que
va a ser de los más historiados porque el dios ha decidido metamorfosearse en
un bello toro.
Hermes va a ser el encargado de conducir al rebaño de bueyes del rey desde los altos prados hasta la playa cercana donde Zeus sabía que Europa y otras doncellas de Tiro acudían a pasar la jornada de diversión y asueto.
Hermes va a ser el encargado de conducir al rebaño de bueyes del rey desde los altos prados hasta la playa cercana donde Zeus sabía que Europa y otras doncellas de Tiro acudían a pasar la jornada de diversión y asueto.
Zeus toma la forma de
un toro blanquísimo, de facciones nobles, que no infunde miedo y se aproxima
saliendo del rebaño hasta el grupo de las jóvenes. Éstas se asustan al
principio pero poco a poco van cogiendo confianza con el manso toro que acepta
sus caricias y las guirnaldas de flores que las muchachas trenzan para
colocarlas entre los cuernos. Europa llega a sentarse encima del animal, tan
confiada y ajena a lo que le espera. El toro besa los pies de la joven,
mientras sus amigas la adornan, y se dispone a continuar su plan.
El animal se incorpora y
sin demora se lanza al mar con la ansiada carga en su grupa. Las amigas se
quedan en la costa, sorprendidas, levantando las manos en gesto de sorpresa y
el grupo se introduce en mar abierto donde los Vientos ayudan a avanzar y donde
grupos de divinidades marinas surgirán como cortejo.
Llegan a las costas de la
isla europea de Creta. Allí Europa dará a luz a tres hijos, Minos,
Sarpedón y Radamantis dejando así la estirpe divina en la isla.
CICLO DE MINOS Y TESEO
MINOS Y SUS HERMANOS
Cuando Zeus abandonó a
Europa, después de haber engendrado con ella a Minos, Radamantis y Sarpedón en
Creta, ella se casó con Asterio, el rey reinante, Téctamo, hijo de Doro,
había llevado una colonia mixta de eolios y pelasgos a la isla y allí se casó
con una hija del eolio Creteo.
Como este matrimonio no
tuvo hijos, Asterio adoptó a Minos, Radamantis y Sarpedón y los nombró sus
herederos.
Pero cuando los hermanos llegaron a la edad viril se pelearon por el
amor de un hermoso muchacho llamado Mileto, hijo de Apolo y la ninfa Aria, a la
qué algunos llaman Deyone y otros Teia. Habiendo decidido Mileto que quien más
le gustaba era Sarpedón, Minos lo echó de Creta y navegó con una gran flota a
Caria en el Asia Menor, donde fundó la ciudad y el reino de Mileto. Durante las
dos generaciones anteriores esta región, llamada entonces Anactoria, había sido
gobernada por el gigante Anacte, hijo de Urano y de la Madre Tierra, y por su
igualmente gigantesco hijo Asterio. El esqueleto de Asterio, a quien mató
Mileto y luego enterró en un islote situado frente a Lade, ha sido desenterrado
recientemente; tiene por lo menos diez codos de longitud. Pero algunos dicen
que Minos sospechaba que Mileto conspiraba para derrocarle y apoderarse del
reino; pero que temía a Apolo y que por lo tanto se abstuvo, de hacer otra cosa
que amonestar a Mileto, quien huyó a Caria por su propia iniciativa. Otros
dicen que el muchacho que ocasionó la pendencia no fue Mileto, sino un tal
Atimno, hijo de Zeus y Casiopea, o de Fénix.
Cuando murió Asterio,
Minos reclamó el trono de Creta y, como prueba de su derecho a reinar, se jactó
de que los dioses responderían a cualquier ruego que les hiciera. Primeramente
dedicó un altar a Posidón, hizo todos los preparativos para un sacrificio y
luego rogó que saliese del mar un toro.
Inmediatamente un toro de
un blanco deslumbrante llegó nadando a la costa, pero Minos quedó tan
impresionado por su belleza que lo envió con sus ganados y sacrificó a otro en
su lugar.
El derecho de Minos al trono fue aceptado por todos los cretenses excepto Sarpedón, quien todavía afligido por la pérdida de Mileto, declaró que el propósito de Asterio había sido dividir el reino por partes iguales entre sus tres herederos; y, en verdad, Minos mismo había dividido ya la isla en tres zonas, eligiendo una capital para cada una.
El derecho de Minos al trono fue aceptado por todos los cretenses excepto Sarpedón, quien todavía afligido por la pérdida de Mileto, declaró que el propósito de Asterio había sido dividir el reino por partes iguales entre sus tres herederos; y, en verdad, Minos mismo había dividido ya la isla en tres zonas, eligiendo una capital para cada una.
Desterrado de Creta por
Minos, Sarpedón huyó a Cilicia en Asia Menor, donde se alió con Cílix contra
los milios, a los que venció y se convirtió en su rey. Zeus le concedió el
privilegio de vivir durante tres generaciones y cuando por fin murió, el reino
milio recibió el nombre de Licia, por su sucesor Lico, que se había refugiado
allí cuando fue desterrado de Atenas por Egeo.
Entretanto, Minos se había
casado con Pasífae, hija de Helio y la ninfa Creta, llamada también Perseis.
Pero Posidón, para vengarse de la afrenta que le había hecho Minos, hizo que Pasífae se enamorase del toro blanco que se había librado del sacrificio. Confió su pasión no natural a Dédalo, el famoso artífice ateniense que vivía desterrado en Cnosos deleitando a Minos y su familia con las muñecas de madera animadas que tallaba para ellos. Dédalo prometió ayudarla y construyó una vaca de madera hueca que cubrió con un cuero de vaca, le puso ruedas ocultas en sus pezuñas y la llevó a la pradera de las cercanías de Cortina donde el toro de Posidón pacía bajo las encinas entre las vacas de Minos.
Luego, después de enseñar a Pasífae cómo se abrían, las puertas corredizas situadas en la parte trasera de la vaca, y a entrar en ella con las piernas metidas en los cuartos traseros, se retiró discretamente.
El toro blanco no tardó en acercarse y montar a la vaca, de modo que Pasífae vio satisfecho su deseo y a su tiempo dio a luz al Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo humano.
Pero Posidón, para vengarse de la afrenta que le había hecho Minos, hizo que Pasífae se enamorase del toro blanco que se había librado del sacrificio. Confió su pasión no natural a Dédalo, el famoso artífice ateniense que vivía desterrado en Cnosos deleitando a Minos y su familia con las muñecas de madera animadas que tallaba para ellos. Dédalo prometió ayudarla y construyó una vaca de madera hueca que cubrió con un cuero de vaca, le puso ruedas ocultas en sus pezuñas y la llevó a la pradera de las cercanías de Cortina donde el toro de Posidón pacía bajo las encinas entre las vacas de Minos.
Luego, después de enseñar a Pasífae cómo se abrían, las puertas corredizas situadas en la parte trasera de la vaca, y a entrar en ella con las piernas metidas en los cuartos traseros, se retiró discretamente.
El toro blanco no tardó en acercarse y montar a la vaca, de modo que Pasífae vio satisfecho su deseo y a su tiempo dio a luz al Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo humano.
Pero algunos dicen que
Minos, quien sacrificaba anualmente a Posidón el mejor toro que poseía, dejó de
hacerlo un año y sacrificó en cambio el que le seguía en excelencia, y de ahí
la ira de Posidón; otros dicen que fue a Zeus a quien ofendió; y otros más que
Pasífae había dejado durante varios años de propiciar a Afrodita, quien la
castigó haciéndole sentir esa lujuria monstruosa. Más tarde el toro se hizo
salvaje y devastó a toda Creta, hasta que Heracles lo capturó y llevó a Grecia,
donde finalmente lo mató Teseo.
Minos consultó a un
oráculo para saber cómo podía evitar mejor el escándalo y ocultar la deshonra
de Pasífae. La respuesta fue: «Ordena a Dédalo que te construya un retiro en
Cnosos.» Dédalo lo hizo y Minos pasó el resto de su vida en el recinto
intrincado llamado el Laberinto, en el centro del cual ocultó a Pasífae y el
Minotauro.
Radamantis, más sensato
que Sarpedón, se quedó en Creta; vivió en paz con Minos y fue recompensado con
la tercera parte de los dominios de Asterio. Famoso como legislador justo y
recto, inexorable en su castigo de los malhechores, legisló tanto para los
cretenses como para los isleños del Asia Menor, muchos de los cuales adoptaron
voluntariamente su código judicial. Cada nueve años hacía una visita a la cueva
de Zeus y llevaba de vuelta una nueva serie de leyes, costumbre que siguió
luego su hermano Minos. Pero algunos niegan que Radamantis fuera hermano de
Minos y le llaman hijo de Hefesto, así como otros niegan que Minos fuera hijo
de Zeus y dicen que lo era de Licasto y la ninfa del Ida. Legó unas tierras en
Creta a su hijo Gortis, cuyo nombre lleva la ciudad cretense de Cortina, aunque
los tegeos insisten en que Gortis era arcadio e hijo de Tegeates. Radamantis
legó también unas tierras en el Asia Menor a su hijo Éritro, y la isla de Quíos
a Enopión, el hijo de Ariadna, el primero a quien Dioniso enseño a hacer vino;
y Lemmos a Toante, otro hijo de Ariadna; y Cournos a Éniues, y Peparetos a
Estáfilo, y Maronea a Euantes, y Paros a Alceo, y Délos a Anio, y Andros a
Andró.
Radamantis huyó
posteriormente a Beocia porque había matado a un pariente, y vivió desterrado en
Ocálea, donde se casó con Alcmena, madre de Heracles, después de la muerte de
Anfitrión. Su tumba, y la de Alcmena, están en Haliarto, cerca de una
plantación de cañas duras llevadas de Creta y con las que se hacen jabalinas y
flautas. Pero algunos dicen que Alcmena se casó con Radamantis en los Campos Elíseos
después de su muerte. Pues Zeus había nombrado a Radamantis uno de los tres
Jueces de los Muertos; sus colegas eran Minos y Éaco, y residía en los Campos
Elíseos.
La clasificación de Sir
Arthur Evans de los períodos sucesivos de la cultura cretense pre-clásica como
minoica I, II y III, indica que al gobernante de Creta se le llamaba ya Minos a
comienzos del tercer milenio a. de C.; pero esto induce a error. Minos parece
haber sido el título regio de una dinastía helena que gobernó Creta a comienzos
del segundo milenio y cada uno de cuyos reyes se casaba ritualmente con la
sacerdotisa de la Luna de Cnosos y tomaba de ella su título de «ser lunar».
Se hace anacrónicamente a Minos sucesor de Asterio, el nieto de Doro, pues los dorios no invadieron Creta hasta el final del segundo milenio. Es más probable que los eolios y pelasgos (quizás incluyendo a los «jonios del Ática») llevados allá por Tectamo («artífice») —nombre que lo identifica con Dédalo y con Hefesto, el supuesto padre de Radamantis— fueran los compañeros originales de Minos; y que Asterio («estrellado») sea una masculinización de Asteria, la diosa como Reina del Cielo y creadora de las potencias planetarias (véase l.d). Creta es una palabra griega, una forma de crateia, «diosa fuerte o gobernante»; y de aquí Creteo y Cretheo.
Se hace anacrónicamente a Minos sucesor de Asterio, el nieto de Doro, pues los dorios no invadieron Creta hasta el final del segundo milenio. Es más probable que los eolios y pelasgos (quizás incluyendo a los «jonios del Ática») llevados allá por Tectamo («artífice») —nombre que lo identifica con Dédalo y con Hefesto, el supuesto padre de Radamantis— fueran los compañeros originales de Minos; y que Asterio («estrellado») sea una masculinización de Asteria, la diosa como Reina del Cielo y creadora de las potencias planetarias (véase l.d). Creta es una palabra griega, una forma de crateia, «diosa fuerte o gobernante»; y de aquí Creteo y Cretheo.
Las recientes
investigaciones de los señores M. Ventris y J. Chadwick sobre la hasta ahora
indescifrada Escritura Lineal B,
ejemplos de la cual se han encontrado en Pilos, Tebas y Micenas, así como entre las ruinas del palacio de Cnosos saqueado en 1400 a. de C., demuestran que el idioma oficial de Cnosos a mediados del segundo milenio era una forma primitiva del griego eolio. La escritura parece haber sido inventada originalmente para utilizarla con un idioma no ario y adaptada al griego con alguna dificultad. (Todavía no se ha probado si las inscripciones en la Escritura Lineal A
están escritas en griego o cretense.) Gran número de nombres de la mitología griega aparecen en las tablillas cretenses y del continente, entre ellos los siguientes: Aquiles, Idomeneo, Teseo, Creteo, Néstor, Enaltes, Juto, Ayax, Glauco y Éolo; lo que indica que muchos de estos mitos se remontan a una época anterior a la caída de Troya.
ejemplos de la cual se han encontrado en Pilos, Tebas y Micenas, así como entre las ruinas del palacio de Cnosos saqueado en 1400 a. de C., demuestran que el idioma oficial de Cnosos a mediados del segundo milenio era una forma primitiva del griego eolio. La escritura parece haber sido inventada originalmente para utilizarla con un idioma no ario y adaptada al griego con alguna dificultad. (Todavía no se ha probado si las inscripciones en la Escritura Lineal A
están escritas en griego o cretense.) Gran número de nombres de la mitología griega aparecen en las tablillas cretenses y del continente, entre ellos los siguientes: Aquiles, Idomeneo, Teseo, Creteo, Néstor, Enaltes, Juto, Ayax, Glauco y Éolo; lo que indica que muchos de estos mitos se remontan a una época anterior a la caída de Troya.
Como Mileto es un nombre
masculino, al conocido mito de los dos hermanos que se disputan los favores de
una mujer se le dio un aspecto homosexual. La verdad parece ser que durante un
período de desorden que siguió al
saqueo de Cnosos por los aqueos alrededor de 1400 a. de C. numerosos
aristócratas cretenses de habla griega y ascendencia eolio-pelasga o jonia,
para quienes la diosa Luna era la deidad suprema, emigraron con sus subalternos
nativos al Asia Menor, sobre todo a Caria, Licia y Lidia; pues, sin tener en
cuenta la tradición de la dinastía de Sarpedón en Licia, Herodoto constata que
los licios de su época todavía se regían por la sucesión matrilineal (Herodoto:
i.173; Estrabón: xii. 8.5), como los carios (véase 75.5). Miletos puede ser una
palabra cretense nativa, o una transliteración de milteios, «el color de ocre
rojo o de minio»; y por tanto un sinónimo de Éritro, o Fénix, que significan «rojo».
Los cretenses tenían la tez más roja que los helenos, y los licios y carios
eran en parte de raza cretense, lo mismo que los puresati (filisteos), cuyo
nombre significa también «hombres rojos» (véase 38.3).
Los gobernantes gigantes
de Anactoria recuerdan a los anaceos del Génesis (Josué xiv.12), gigantes
expulsados por Caleb del altar oracular que en otro tiempo había pertenecido a
Efrón, el hijo de Heth (¿Tetis?). Efrón dio su nombre a Hebrón ( Génesis
xxiii.16) y se le puede identificar con Foroneo.
Esos anaceos parecen haber
llegado de Grecia como miembros de la confederación de pueblos del mar que
causó a los egipcios tantos trastornos en el siglo XIV a. de C. el cementerio
de Asterio, el hijo de Anacte, tenía probablemente ese nombre en honor de la
diosa Lat, Leto o Latona (véase 14.2), y el hecho de que este Asterio tenga el
mismo nombre que el padre de Minos indica que los milesios lo llevaron consigo
desde la cretense Mileto (véase 25.6). Según una tradición razonable que
aparece en el Libro de las invasiones irlandés, los milesios irlandeses de
origen cretense huyeron a Siria pasando por Asia Menor, y desde allí navegaron
hacia el oeste en el siglo xiii a. de C. hasta Getulia en el norte de África, y
por fin llegaron a Irlanda pasando por Brigantium (Compostela, en el noroeste
en España).
La pretensión de Mileto de
que era hijo de Apolo indica que a los reyes milesios se les daban atributos
solares, como a los de Corinto (véase 67.2).
El triunfo de Minos, hijo
de Zeus, sobre sus hermanos se refiere al dominio final de Creta por los dorios,
pero fue a Posidón
a quien Minos sacrificó el toro, lo que también indica que
los anteriores poseedores del título de «Minos» eran eolios. Creta había sido
durante siglos un país muy rico y, a fines del siglo VIII a. de C. era
compartida por los aqueos, dorios, pelasgos y cidonios (eolios), y, en el
lejano oeste de la isla, por «verdaderos cretenses» ( Odisea xix.171-5).
Diodoro Sículo trata de distinguir a Minos hijo de Zeus de su nieto, Minos hijo
de Licasto, pero dos o tres dinastías de Minos pueden haber reinado
sucesivamente en Cnosos.
El nombre de Sarpedón
(«regocijándose en un arca de madera») indica que llevó consigo a Licia (véase
162.n) el ritual del héroe Sol, el cual, en el Año Nuevo, hace su reaparición
anual como un niño que flota en un arca, lo mismo que Moisés, Perseo (véase
73.c), Anio (véase 160.t) y otros. Una relación cretense con el mito de Perseo
la proporciona Perséis, la madre de Pasífae. La concesión de Zeus a Sarpedón de
que viviría durante tres generaciones significa, quizá, que en vez de los ocho
años habituales —un Gran Año— que era el período del reinado de Minos, se le
permitió conservar el trono hasta el año decimonono, cuando se daba una mayor
sincronización del tiempo solar y el lunar que al final de los ocho; y así
entró en el tercer Gran Año (véase 67.2).
Como «Pasífae», según
Pausanias (iii.26.1), es un título de la Luna, e «Itona» su otro nombre, un título
de Atenea como hacedora de lluvia (Pausanias: ix.34.1), el mito de Pasífae y el
toro indica un casamiento ritual bajo una encina entre la sacerdotisa de la
Luna, que llevaba cuernos de vaca, y el rey Minos, que llevaba una máscara de
toro (véase 76.1). Según Hesiquio ( sub Carten), «Gortis» es el equivalente de
Carten, la palabra cretense que significa vaca; y el casamiento parece haber
sido entendido como realizado entre el Sol y la Luna, puesto que había un
rebaño de vacas consagrado al Sol en Cortina (Servio sobre las Églogas de
Virgilio vi.60).
La retirada discreta de Dédalo de la pradera indica que el
acto no se consumaba públicamente al estilo picto o mesino. A muchos griegos
posteriores les disgustaba el mito de Pasífae y preferían creer que había
tenido un amorío no con un toro, sino con un hombre llamado Tauro (Plutarco:
Teseo 19; Palepato: Sobre fábulas increíbles ii). Los toros blancos, que
estaban consagrados peculiarmente a la Luna (véase 84.1), figuraban en el
sacrificio anual que se realizaba en el monte Albano de Roma, en el culto de
Dioniso Tracio, en el ritual del muérdago y la encina de los Druidas galos
(véase 50.1) y, según el Libro de la Vaca Parda, en los ritos adivinatorios que
precedían a una antigua coronación irlandesa.
Reconstrucción de Sir Artur Evans del Palacio de Cnossos
El palacio de Minos en
Cnosos era un conjunto intrincado de habitaciones, antesalas, vestíbulos y corredores
en el que un visitante del campo podía perderse fácilmente. Sir Arthur Evans
sugiere que éste era el Laberinto, llamado así por la labrys o hacha de cabeza
doble,
emblema familiar de la soberanía cretense en forma de una luna creciente y una luna menguante unidas de espaldas y que simbolizaba tanto el poder creador como el poder destructor de la diosa. Pero el laberinto de Cnosos tenía una existencia separada del palacio; era un verdadero laberinto, como el de Hampton Court, y parece que estaba dibujado en mosaico sobre un pavimento como un patrón de baile ritual, patrón que se da también en lugares tan separados como Gales y el nordeste de Rusia, para utilizarlo en la danza laberíntica de la Pascua de Resurrección. Esta danza se bailaba en Italia (Plinio: Historia natural xxxvi.85) y en Troya (Escoliasta sobre Andrómaca de Eurípides 1139), y parece haber sido introducida en Britania hacia fines del tercer milenio a. de C.
por inmigrantes neolíticos provenientes del África del norte. Homero describe el laberinto de Cnosos ( Ilíada xviii.592) así.
emblema familiar de la soberanía cretense en forma de una luna creciente y una luna menguante unidas de espaldas y que simbolizaba tanto el poder creador como el poder destructor de la diosa. Pero el laberinto de Cnosos tenía una existencia separada del palacio; era un verdadero laberinto, como el de Hampton Court, y parece que estaba dibujado en mosaico sobre un pavimento como un patrón de baile ritual, patrón que se da también en lugares tan separados como Gales y el nordeste de Rusia, para utilizarlo en la danza laberíntica de la Pascua de Resurrección. Esta danza se bailaba en Italia (Plinio: Historia natural xxxvi.85) y en Troya (Escoliasta sobre Andrómaca de Eurípides 1139), y parece haber sido introducida en Britania hacia fines del tercer milenio a. de C.
por inmigrantes neolíticos provenientes del África del norte. Homero describe el laberinto de Cnosos ( Ilíada xviii.592) así.
Dédalo ideó en Cnosos un
suelo para que danzase la rubia Ariadna y Lucitano se refiere a danzas populares
cretenses relacionadas con Ariadna y el Laberinto. ( Sobre la danza 49).
El culto de Radamantis
puede haber sido llevado de Beocia a Creta y no al contrario. Haliarto, donde
tenía un altar de héroe, estaba consagrada, al parecer, a la «Diosa Blanca del
Pan», o sea Deméter; pues Halia, «del mar», era un título de la Luna como
Leucotea, «la Diosa Blanca» (Diodoro Sículo: v.55), y artos significa «pan».
Alcmena («fuerte en la ira») es otro título de la Luna. Aunque se ha dicho que
es una palabra cretense, Radamanto puede significar Rhabdomantis, «adivinando
con una varilla», nombre tomado del cañaveral de Haliarto, donde su espíritu
agitaba las puntas de las cañas oracularmente (véase 83.3). Si es así, la
tradición de que legisló para toda Creta y las islas del Asia Menor
significaría que se consultaba a un oráculo de Creta al comienzo de cada nuevo
reinado, y que sus pronunciamientos tenían autoridad en todas partes en que se
aceptaban los pesos, las medidas y las costumbres comerciales de Creta. Se le
llama hijo de Zeus, más bien que de Hefesto, sin duda porque los oráculos
radamantinos provenían de la Cueva Dictea, consagrada a Zeus (véase 7.b).
En Petsofa, Creta, se ha
descubierto un depósito de cabezas y miembros humanos hechos con arcilla, cada
uno de ellos con un agujero por el que podía pasar una cuerda. Si se los fijaba
a troncos de madera, pueden haber formado parte de las muñecas articuladas de
Dédalo y haber representado a la diosa de la Fertilidad. Quizá las colgaban de
un árbol frutal, con los miembros moviéndose al impulso del viento, para conseguir
buenas cosechas. Una muñeca así se ve colgando de un árbol frutal en el famoso
anillo de oro del Tesoro de la acrópolis de Micenas. El culto del árbol es el
tema de varias obras de arte minoicas, y se dice que Ariadna, la diosa
cretense, se ahorcó de un árbol ( Disputa de Homero y Hesíodo 14), como hizo la
ática Erígone (véase 79.a). Ártemis la Ahorcada, que tenía un templo en
Condilea, Arcadia (Pausanias: viii.23.6) y Helena de los Árboles, que tenía un
templo en Rodas, y de quien se dice que fue ahorcada por Polixo (Pausanias:
iii.19.10), pueden ser variantes de la misma diosa.
LOS AMORES DE MINOS
Minos yació con la ninfa
Paría, cuyos hijos colonizaron Paros y luego fueron muertos por Heracles;
también con Androgenea, madre de Asterio el menor, así como con otras muchas,
pero especialmente persiguió a Britomartis de Cortina,
una hija de Leto. Ella inventó las redes de caza y era una compañera íntima de Ártemis, cuyos sabuesos atraillaba.
una hija de Leto. Ella inventó las redes de caza y era una compañera íntima de Ártemis, cuyos sabuesos atraillaba.
Britomartis se ocultó de
Minos en las vegas, bajo renuevos de encina de hojas gruesas, y luego, durante
nueve meses, él la persiguió por montañas escarpadas y llanuras, hasta que,
desesperada, se arrojó al mar, donde la salvaron unos pescadores. Ártemis
divinizó a Britomartis con el nombre de Dictina, pero en Egina se la adora como
Afea, porque desapareció; en Esparta como Ártemis, apodada «la Dama del Lago»;
y en Cefalonia como Lafria; pero los samios emplean su verdadero nombre en sus invocaciones.
Las numerosas
infidelidades de Minos enfurecieron de tal modo a Pasífae que lo hechizó:
siempre que se acostaba con una mujer eyaculaba, no semen, sino una multitud de
serpiente nocivas, escorpiones y ciempiés que hacían presa en los órganos
vitales de ella. Un día, Procris, hija del rey de Atenas Erecteo y a la que
había abandonado su marido Céfalo, hizo una visita a Creta. Eos, que se había
enamorado de él, había inducido a Céfalo a hacer eso. Cuando él rechazó
cortésmente sus requerimientos alegando que no quería engañar a Procris, con la
que había intercambiado promesas de fidelidad perpetua, Eos protestó diciendo
que Procris, a la que conocía mejor que él, faltaría fácilmente a su promesa a
cambio de oro. Como Céfalo lo negó con indignación, Eos lo metamorfoseó dándole
la apariencia de un tal Pteleón, y le aconsejó que indujera a Procris a
acostarse con él ofreciéndole una corona de oro. Él lo hizo y, al ver que
Procris se dejaba seducir fácilmente, ya no sintió escrúpulo alguno en
acostarse con Eos, de la que ella estaba dolorosamente celosa.
Eos dio a Céfalo un hijo
llamado Faetonte; pero Afrodita
lo robó cuando era todavía un niño para que vigilara por la noche sus templos más sagrados; y los cretenses le llaman Adimno, con lo que se refieren al lucero del alba y el lucero de la tarde.
lo robó cuando era todavía un niño para que vigilara por la noche sus templos más sagrados; y los cretenses le llaman Adimno, con lo que se refieren al lucero del alba y el lucero de la tarde.
Entretanto, Procris no
podía soportar seguir viviendo en Atenas, pues su abandono era el tema de la
comidilla general, y en consecuencia fue a Creta, donde a Minos no le costó más
seducirla de lo que le había costado al supuesto Pteleón. La sobornó con un
sabueso que nunca dejaba escapar su presa, y con una flecha que nunca erraba el
blanco, los cuales le había regalado Ártemis. Procris, que era una cazadora
entusiasta, los aceptó de buena gana, pero exigió que Minos tomase una bebida
profiláctica — una cocción de raíces mágicas inventada por la hechicera Circe—
para que él no la llenara de reptiles e insectos. Esa bebida hizo el efecto
deseado, pero Procris temía que Pasífae la embrujara, por lo que regresó
apresuradamente a Atenas, disfrazada de bello muchacho, después de haber
cambiado su nombre por el de Pterelante. Nunca volvió a ver a Minos.
Céfalo, a quien acompañó
en una cacería, no la reconoció y codiciaba tanto a Lelaps, su sabueso, y la flecha infalible,
que le propuso comprarlos por una gran cantidad de plata. Pero Procris no quería privarse de ellos como no fuera por amor, y cuando él accedió a llevarla a su lecho le reveló llorando que era su esposa. Así se reconciliaron finalmente y Céfalo cazó mucho con el perro y la flecha. Pero a Ártemis le molestó que sus valiosos regalos pasaran así de mano en mano entre aquellos adúlteros mercenarios y preparó su venganza. Hizo que Procris sospechara que Céfalo seguía visitando a Eos cuando se levantaba dos horas después de la medianoche y salía a cazar.
que le propuso comprarlos por una gran cantidad de plata. Pero Procris no quería privarse de ellos como no fuera por amor, y cuando él accedió a llevarla a su lecho le reveló llorando que era su esposa. Así se reconciliaron finalmente y Céfalo cazó mucho con el perro y la flecha. Pero a Ártemis le molestó que sus valiosos regalos pasaran así de mano en mano entre aquellos adúlteros mercenarios y preparó su venganza. Hizo que Procris sospechara que Céfalo seguía visitando a Eos cuando se levantaba dos horas después de la medianoche y salía a cazar.
Una noche Procris, vestida
con una túnica oscura, salió a hurtadillas tras él a media luz. Al poco rato él
oyó un susurro en un bosquecillo situado a su espalda, Lelaps gruñó y se atiesó
y Céfalo disparó la flecha infalible y traspasó con ella a Procris. A su debido
tiempo el Areópago le condenó a destierro perpetuo por asesinato.
Céfalo se retiró a Tebas,
donde el rey Anfitrión, el supuesto padre de Heracles, le pidió prestado el
perro Lelaps para cazar a la zorra Teumesia que estaba causando estragos en
Cadmea.
Esta zorra, destinada por los dioses a no ser cazada nunca, sólo podía ser apaciguada mediante el sacrificio mensual de un niño. Pero como Lelaps estaba destinado por los dioses a hacer presa en todo lo que perseguía, en el Cielo se planteó la duda acerca de cómo se podía resolver esa contradicción. Al final la resolvió airadamente Zeus convirtiendo tanto a Lelaps como a la zorra en piedras, aunque según algunas versiones las convirtióen constelaciones - Canis Major y Canis Minor- para que prosiguieran eternamente su persecución en los cielos.
Esta zorra, destinada por los dioses a no ser cazada nunca, sólo podía ser apaciguada mediante el sacrificio mensual de un niño. Pero como Lelaps estaba destinado por los dioses a hacer presa en todo lo que perseguía, en el Cielo se planteó la duda acerca de cómo se podía resolver esa contradicción. Al final la resolvió airadamente Zeus convirtiendo tanto a Lelaps como a la zorra en piedras, aunque según algunas versiones las convirtióen constelaciones - Canis Major y Canis Minor- para que prosiguieran eternamente su persecución en los cielos.
Céfalo ayudó luego a
Anfitrión en una guerra victoriosa contra los telebeos y tafios. Antes de
emprenderla, Anfitrión hizo jurar por Atenea y Ares a todos sus aliados que no
ocultarían parte alguna del botín; sólo uno de ellos, Panopeo, faltó a su
juramento y se le castigó haciéndole padre de un cobarde, el célebre Epeo. El
rey telebeano era Pterelao, en cuya cabeza Posidón, su abuelo, había puesto un
bucle dorado de inmortalidad. Su hija Cometa se enamoró de Anfitrión y, como
deseaba conquistar su afecto, le arrancó el bucle dorado, por lo que Pterelao
murió y Anfitrión venció rápidamente a los telebeos con la ayuda de Céfalo;
pero condenó a muerte a Cometa por parricidio.
La parte que correspondió
a Céfalo en los dominios telebeos fue la isla de Cefalenia, que todavía lleva
su nombre. Nunca perdonó a Minos el que hubiera seducido a Procris y le hubiera
dado la flecha fatal, pero tampoco podía eximirse de su responsabilidad.
Después de todo, él había sido el primero en faltar a su promesa, porque el
amorío de Procris con el supuesto Pteleón no podía considerarse como
infidelidad. «No, no —se lamentaba—, ¡jamás debí haberme acostado con Eos!»
Aunque purificado de su culpabilidad, le perseguía el espectro de Procris y,
como temía que eso atrajera la desgracia sobre sus compañeros, un día fue al
cabo Léucade, donde había erigido un templo a Apolo de la Roca Blanca, y se arrojó
al mar desde lo alto del risco. Al caer invocó en voz alta el nombre de
Pterelante, pues era con ese nombre con el que había amado más a Procris.
La seducción de ninfas por
Minos al estilo de Zeus recuerda indudablemente el casamiento ritual del rey de
Cnosos con sacerdotisas de la Luna de varias ciudades-estados de su imperio.
A la diosa Luna se la
llamaba Britomartis en la Creta oriental. De aquí que los griegos la
identificaran con Ártemis (Diodoro Sículo: v.76; Eurípides: Hipólito 145 e
Ifigenia en Táuride 127; Hesiquio sub Britomartis), y con Hécate (Eurípides:
Hipólito 141, con escoliasta). En la Creta occidental era Dictina, como sabía
Virgilio: «Llamaban a la luna Dictina por tu nombre» (Virgilio: Ciris 305).
Dictina se relaciona en el mito con dictyon, que significa una red de las
empleadas para cazar o pescar; y Dicte es al parecer una forma desgastada de
dictynnaean, «lugar de Dictina». Después de la introducción del sistema
patriarcal la caza asesina del rey sagrado por la diosa armada con una red se
convirtió en una caza amorosa de la diosa por el rey sagrado (véase 9.1 y
32.b). Ambas cacerías se dan con frecuencia en el folklore europeo (véase
62.1). La persecución de Britomartis por Minos, que tiene su análoga en
Filistia con la persecución de Derceto por Moxo o Mopso, comienza cuando los
robles tienen ya todo su follaje —probablemente en la canícula, que era cuando
Set perseguía a Isis y el Niño Horus en las praderas del delta del Nilo— y
termina nueve meses después en la Víspera de Mayo. La seducción de Europa por
Zeus era también un acontecimiento de la Víspera de Mayo (véase 58.3).
A juzgar por el ritual del
norte celta, donde a la diosa se la llama Goda («la Buena») —Neanthes traduce
la sílaba brito como «buena» ( Greek Hisiorical Fragments iii, ed. Müller)—
originalmente viajaba montada en una cabra, desnuda con excepción de una red,
con una manzana en una mano y acompañada por una liebre y un cuervo, a su
banquete de amor anual. La silla tallada miserere de la catedral de Coventry,
en la que estaba representada así, era un testimonio de las ceremonias
pre-cristianas de la Víspera de Mayo en Southam y Coventry, de las que se ha
desarrollado piadosamente la leyenda de Lady Godiva. En la Alemania celta,
Escandinavia y probablemente también en Inglaterra, Goda tenía una relación
ritual con la cabra, o con un hombre vestido con pieles de cabra: el rey
sagrado que más tarde se convirtió en el Demonio del culto de las brujas. Su
manzana es una señal de la próxima muerte del rey; la liebre simboliza la caza,
durante la cual ella se convierte en un lebrel; su red lo atrapará cuando él se
convierta en un pez; el cuervo pronunciará oráculos desde su tumba.
Parece que en Creta el
culto de la cabra precedió al culto del toro
quizás por ello, en algunas poblaciones del interior de Creta, pudimos observar la colocación de cabezas de machos cabríos en las puertas de algunas fincas (?).
y que Pasífae se casaba originalmente con un rey-cabra. Lafria («la que obtiene botín») título de Dictina en Egina, era también un título de la diosa-cabra Atenea, de la que se dice que fue atacada por la cabría Palas, cuya piel desolló y convirtió en su égida (véase 9.a). «Lafria» indica que la diosa era la perseguidora, no la perseguida.
quizás por ello, en algunas poblaciones del interior de Creta, pudimos observar la colocación de cabezas de machos cabríos en las puertas de algunas fincas (?).
y que Pasífae se casaba originalmente con un rey-cabra. Lafria («la que obtiene botín») título de Dictina en Egina, era también un título de la diosa-cabra Atenea, de la que se dice que fue atacada por la cabría Palas, cuya piel desolló y convirtió en su égida (véase 9.a). «Lafria» indica que la diosa era la perseguidora, no la perseguida.
Inscripciones de Egina
demuestran que el gran templo de Ártemis pertenecía a Ártemis Afea («no
oscura», para distinguirla de Hécate); en el mito se hace que Afea signifique
aphanes, «desapareciendo».
La fábula de Minos y
Procris se ha convertido de mito en anécdota y de anécdota en cuento popular, y
recuerda algunos de los cuentos de El asno de oro. Vinculada con la guerra de
Minos contra Atenas y la caída final de Cnosos, se refiere quizá a la exigencia
del rey cretense de un casamiento ritual con la suma sacerdotisa de Atenas,
exigencia que ofendió a los atenienses. Pteleón («olmedal»), el nombre del
seductor de Procris, puede referirse al culto de la vid que se extendió desde
Creta en la época de Minos (véase 88.h), pues las vides eran puestas en
espaldera en los olmos; pero también puede derivarse de ptelos, «jabalí». En
ese caso, Céfalo y Pteleón habrán sido originalmente el rey sagrado y su
sucesor, disfrazado de jabalí (véase 18.7). Las hechicerías de Pasífae son
características de una diosa Luna airada, y Procris se opone a ellas con las
hechicerías de Circe, otro título de la misma diosa.
El salto de Céfalo desde
la roca blanca en el cabo Léucade
recuerda, como dice con razón Estrabón (x.2.9), que los leucadios acostumbraban a arrojar todos los años a un hombre provisto con alas para amortiguar su caída, e incluso con aves vivas atadas a su cuerpo, desde el risco al mar. La víctima, un pharmacos, o víctima propiciatoria, cuya eliminación libraba a la isla de culpabilidad, parece haber llevado también un parasol blanco como paracaídas (véase 70.7). Había embarcaciones esperándole para recogerlo si sobrevivía y transportarlo a alguna otra isla (véase 96.3).
recuerda, como dice con razón Estrabón (x.2.9), que los leucadios acostumbraban a arrojar todos los años a un hombre provisto con alas para amortiguar su caída, e incluso con aves vivas atadas a su cuerpo, desde el risco al mar. La víctima, un pharmacos, o víctima propiciatoria, cuya eliminación libraba a la isla de culpabilidad, parece haber llevado también un parasol blanco como paracaídas (véase 70.7). Había embarcaciones esperándole para recogerlo si sobrevivía y transportarlo a alguna otra isla (véase 96.3).
El mito de Cometo y
Pterelao se refiere al corte del cabello del rey solar antes de su muerte
(véase 83.3, 91.1 y 95.5); pero el nombre Pterelao indica que el pharmacos
alado arrojado a su muerte era originalmente el rey. La sílaba eláos o elaios
significa el olivo silvestre que, como el abedul en Italia y el noroeste de
Europa, era utilizado para expulsar a los malos espíritus (véase 89.7 y 52.3);
y en el dialecto rodio elaios significa sencillamente pharmacos. Pero los sinos
de Pterelao y Céfalo están vinculados míticamente por haber adoptado Procris el
nombre de Pteralante, y esto indica que ella era realmente la sacerdotisa de
Atenea, la cual lanzó a la muerte al emplumado Céfalo.
La zorra era el emblema de
Mesena (Apolodoro: ii.8.5; véase 49.2 y 146.6); probablemente porque los eolios
adoraban a la diosa Luna como zorra y el mito de la zorra teumesia puede
referirse a las incursiones eolias en Cadmea en busca de niños para el
sacrificio, a las que pusieron fin los aqueos adoradores de Zeus.
Faetonte y Adimno (de
a-dyomenos, «el que no se pone») son nombres alegóricos del planeta Venus. Pero
Faetonte, hijo de Eos y Céfalo, ha sido confundido por Nono con Faetonte, hijo
de Helio que condujo el carro del sol y se ahogó (véase 42.d) y con Atimnio (de
atos e hymnos, «insaciable de elogio heroico»), un héroe solar adorado por los
milesios (véase 88.b).
Epeo, que construyó el
caballo de madera (véase 167.a), aparece en las leyendas primitivas como un
guerrero notablemente valiente, pero su nombre se aplicaba irónicamente a los
fanfarrones, hasta que se hizo sinónimo de cobardía (Hesiquio sub Epeo).
LOS HIJOS DE PASÍFAE
Entre los hijos que tuvo
Pasífae con Minos estaban Acacálide, Ariadna, Androgeo, Catreo, Glauco y Fedra.
También tuvo a Cidón con Hermes y al libio Amón con Zeus.
Ariadna,
amada primeramente por Teseo y luego por Dioniso, dio a luz muchos hijos famosos: Catreo, que sucedió a Minos en el trono, fue muerto en Rodas por su propio hijo.
Fedra
se casó con Teseo y se hizo famosa por su infortunado amorío con Hipólito, su
hijastro. Acacálide fue el primer amor de Apolo; cuando él y su hermana Ártemis
fueron para purificarse a Tarra, desde Egialia en el continente, Apolo encontró
a Acacálide en la residencia de Carmanor, un pariente materno, y la sedujo.
Minos se enfadó y desterró a Acacálide a Libia, donde, según dicen algunos, fue
madre de Garamante, aunque otros pretenden que éste fue el primer hombre nacido.
amada primeramente por Teseo y luego por Dioniso, dio a luz muchos hijos famosos: Catreo, que sucedió a Minos en el trono, fue muerto en Rodas por su propio hijo.
Fedra
Cuando Glauco era todavía
un niño jugaba un día a la pelota en el palacio de Cnosos, o quizá cazaba un
ratón, y de pronto desapareció. Minos y Pasífae lo buscaron por todas partes,
pero no pudieron encontrarlo y recurrieron al oráculo de Delfos. Allí les
informaron que quien pudiera dar el mejor símil para un reciente y portentoso
nacimiento que había tenido lugar en Creta encontraría lo que se había perdido.
Minos hizo investigaciones y averiguó que entre sus rebaños había nacido un
becerro que cambiaba de color tres veces al día: de blanco a rojo y de rojo a
negro. Llamó a sus adivinos al palacio, pero a ninguno de ellos se le ocurrió
un símil hasta que Poliido, el argivo, descendiente de Melampo, dijo: «Este
becerro a nada se parece tanto como a una mora en maduración.» Minos le ordenó
inmediatamente que saliera en busca de Glauco.
Poliido recorrió el
palacio laberíntico, hasta que encontró un buho posado a la entrada de un
sótano espantando a un enjambre de abejas, y tomó eso por un agüero. En el sótano
encontró una gran tinaja utilizada para guardar miel, y a Glauco ahogado en
ella, hundido de cabeza. Cuando informaron a Minos de ese hallazgo, consultó
con los Curetes y, siguiendo su consejo, le dijo a Poliido: «Ahora que has
encontrado el cadáver de mi hijo debes devolverle la vida.» Poliido protestó
diciendo que, como él no era Asclepio, no podía resucitar a los muertos. «Yo sé
lo que debe hacerse —replicó Minos—. Te encerrarán en una tumba con el cadáver
de Glauco y una espada, y permanecerás allí hasta que hayan sido obedecidas mis
órdenes.»
Cuando Poliido se
acostumbró a la oscuridad de la tumba vio que una serpiente se acercaba al
cadáver del niño y, tomando su espada, la mató. Poco después otra serpiente
apareció y al ver que su compañera estaba muerta se retiró, pero volvió en
seguida con una hierba mágica en la boca y la dejó sobre el cadáver de la otra.
La serpiente volvió lentamente a la vida.
Poliido se quedó pasmado,
pero tuvo la paciencia de ánimo suficiente para aplicar la misma hierba al
cuerpo de Glauco, y con el mismo resultado feliz. Entonces él y Glauco se
pusieron a gritar con todas sus fuerzas pidiendo ayuda, hasta que un transeúnte
les oyó y corrió a llamar a Minos, quien rebosaba de júbilo cuando abrió la
tumba y encontró vivo a su hijo. Hizo muchos regalos a Poliido, pero no le dejó
volver a Argos hasta que enseñara a Glauco el arte de la adivinación. Poliido
obedeció de mala gana, y cuando estaba a punto de regresar a su patria le dijo
a Glauco: «Muchacho, escupe en mi boca abierta.» Glauco lo hizo e
inmediatamente olvidó todo lo que había aprendido.
Más tarde Glauco condujo
una expedición hacia el oeste y exigió un reino a los italianos, pero ellos le
despreciaron porque no era un hombre tan grande como su padre; sin embargo, introdujo
en Italia el cíngulo y el escudo militares cretenses y así mereció el nombre de
Labico, que significa «ceñido».
Androgeo hizo una visita a
Atenas y ganó todas las competencias en los Juegos Panateneos.
Pero el rey Egeo
conocía su amistad con los cincuenta rebeldes hijos de Palante y, temiendo que
pudiera persuadir a su padre Minos para que los apoyase en una rebelión franca,
conspiró con los megareses para que le tendieran una emboscada en Énoe cuando
se dirigía a Tebas, donde se proponía intervenir en ciertos juegos fúnebres.
Androgeo se defendió con valor y siguió una feroz batalla en la que resultó
muerto.
Las Panateneas (en griego antiguo Παναθήναια/Panatếnaia) eran unas fiestas
religiosas que se llevaban a cabo todos los años en Atenas dedicadas
a Atenea, diosa Poliada (protectora de la ciudad), y que tenían lugar
entre el 23 y el 30 del mes de hecatombeón (primer mes en el calendario
ático) equivalente a la segunda mitad de nuestro mes de julio actual. Eran las
celebraciones religiosas más antiguas e importantes de Atenas. ...
Por otra parte, y cada cuatro años, se celebraban
las Grandes Panateneas
que duraban cuatro días más que las anuales y
que eran las más prestigiosas y apreciadas por los ciudadanos de Atenas,
similares, en importancia, a los Juegos Olímpicos o los Juegos
Panhelénicos. Además había desfiles militares desde el Cerámico hasta
la Acrópolis pasando por el Ágora.
Las primeras Grandes Panateneas las instauró Pisístrato en 566 a. C. inspirándose
en los Juegos Olímpicos, pero les añadió certámenes de poesía y música (presentes
en los Juegos Nemeos). Los juegos propiamente dicho se dividían en dos:
unos para los atenienses, que comprendían las artes, y otros abiertos para
todos los griegos. Estos últimos eran parecidos a los Juegos Olímpicos,
incluyendo boxeo, lucha, pancracio (forma de lucha griega),
pentatlón
y
carreras de cuadrigas,
siendo éstas las pruebas de más prestigio. El
vencedor de las carreras era premiado con una corona de hojas de olivo y 140 ánforas
panatenaicas de aceite de oliva procedentes de los olivos
sagrados de Atenas. Las ánforas estaban cinceladas por un lado con la
imagen de la diosa y por el otro con un grabado del vencedor de la prueba.
Los juegos reservados a los atenienses eran algo
diferentes. Incluían una carrera con antorchas
desde el santuario de
la Academia, en las afueras de la muralla, donde en su altar se encendían
las mismas, hasta el Partenón (predecesoras de los relevos de
antorcha de los Juegos Olímpicos modernos), batallas de infantería y
caballería, un lancero de jabalina a caballo, el apobotai (una
carrera de cuadrigas, en la que el conductor debía saltar del carro, correr al
lado del mismo y después volver a incorporarse al carro), lapyrriche (aparentemente
ejercicios militares con música) y el euandrion (un concurso de
belleza entre los atletas).
El Estadio Panatenaico,
junto al Leoforos Olgas, se
levanta en una depresión y en él se desarrollaban los concursos gimnásticos de
las Panateneas.
Los vencedores de los certámenes artísticos eran
premiados con una corona de oro. Las pruebas y los concursos estaban
supervisados por unos magistrados especiales que se elegían cada
cuatro años, los athlotétes. Todo ello a imitación de los grandes Juegos
que se celebraban en Olimpia.
Olimpia iba a convertirse en el centro del culto a
Zeus , donde acudían hombres procedentes de las diferentes ciudades o
polis griegas para rendir culto al rey de los dioses, el primer culto
panhelénico compartido por todos los griegos
Nos cuenta el escritor y periodista italiano Indro
Montanelli (1909-2001) en su "Historia de los griegos" que
en Olimpia el dios Apolo disputaba sus encuentros de pugilato y que
también allí se disputaría una mítica carrera de carros que tuvo como protagonista
a Pélope y a Enómao.
Pélope era hijo del rey de
Anatolia , Tántalo, y quería casarse con Hipodamia, hija de Enómao,
rey de Olimpia. Enómao se oponía a este matrimonio porque, según algunas
versiones, una profecía había anunciado que moriría a manos del hombre que se
casara con su hija por lo que a cada pretendiente le desafiaba a una
carrera de caballos y si Enómao obtenía la victoria daba muerte a su
rival. De esta forma había acabado con la vida de una treintena de
pretendientes y lo mismo hizo con Pélope, con la seguridad de que también le
derrotaría. Pero Pélope había sido amante de Poseidón y pidió ayuda a
su antiguo amante para vencer en la carrera, ruegos que fueron escuchados por
el dios enviándole un carro tirado por caballos alados .
Por si eso no fuera
suficiente Pélope sobornó al auriga de Enómao, llamado Mirtilo, para
que se dejara ganar prometiéndole a cambio la mitad de su reino y una
noche de amor con Hipodamia. Al día siguiente Enómao no sólo perdió la
carrera sino que murió al caer del carro ya que Mirtilo había saboteado las
ruedas causando el accidente mortal. Pélope se convertiría no sólo en el nuevo
rey de Olimpia sino que extendería, según el mito, su dominio a toda la
península que en su honor llevaría el nombre de Peloponeso. Si os preguntáis por
la suerte corrida por Mirtilo, fue ejecutado siendo arrojado al mar por orden
de Pélope.
Ya veis que los orígenes de las competiciones
deportivas en Olimpia no eran demasiado limpios pero los griegos
decidieron que en aquella ciudad ,que se había convertido en el santuario
del culto a Zeus para todos los griegos y a la que viajaban peregrinos
desde todos los rincones del mundo helénico para rendir culto al padre de
los dioses, fuera la sede de unos juegos deportivos en honor del dios. Así
nacieron los que serían conocidos como Juegos Olímpicos y la primera
olimpiada de la que se tiene constancia se celebró en el 776 a. C,
que
se convertiría también en la primera fecha que conocemos con exactitud de
la historia griega. Ellos mismos utilizarían la fecha de esta primera
Olimpiada para datar a partir de ella los acontecimientos de la historia griega
como nosotros hacemos con la fecha del nacimiento de Cristo .Sin embargo, los
juegos atléticos que iban a celebrarse en Olimpia ya tenía precedentes más
antiguos en la cultura minoica que se había desarrollado en Creta entre
el 3000 y el 1400 a. C y donde se celebraban unos juegos donde se
competía en lucha, boxeo,
salto del toro, del que hablaremos largamente más adelante
y el Kimistimata,
un
antecedente de la gimnasia actual.
Se estableció que el comienzo de los Juegos coincidiría con la festividad en honor de Zeus y al igual que estos tendrían una duración de cinco días, celebrándose con una periodicidad de cuatro años, entre los meses de junio a septiembre. En ellos sólo podrían participar aquellos griegos que fueran ciudadanos libres debiendo demostrar en el momento de la inscripción en los juegos que nunca habían sido acusados de sacrilegio o de cualquier otro delito, además de jurar el cumplimiento y respeto de las reglas que se establecieron para las diferentes competiciones. Diez meses antes de su comienzo se procedía a la elección de un jurado compuesto por diez hombres, conocidos como los heladónicos, que se encargaban de controlar el entrenamiento de los atletas al mismo tiempo que enviaban embajadores por todo el mundo griego para anunciar las fechas en las que tendrían lugar las Olimpiadasy también señalaban el comienzo de la Paz Sagrada.
Se estableció que el comienzo de los Juegos coincidiría con la festividad en honor de Zeus y al igual que estos tendrían una duración de cinco días, celebrándose con una periodicidad de cuatro años, entre los meses de junio a septiembre. En ellos sólo podrían participar aquellos griegos que fueran ciudadanos libres debiendo demostrar en el momento de la inscripción en los juegos que nunca habían sido acusados de sacrilegio o de cualquier otro delito, además de jurar el cumplimiento y respeto de las reglas que se establecieron para las diferentes competiciones. Diez meses antes de su comienzo se procedía a la elección de un jurado compuesto por diez hombres, conocidos como los heladónicos, que se encargaban de controlar el entrenamiento de los atletas al mismo tiempo que enviaban embajadores por todo el mundo griego para anunciar las fechas en las que tendrían lugar las Olimpiadasy también señalaban el comienzo de la Paz Sagrada.
Durante la
celebración de los Juegos todas las guerras que constantemente enfrentaban a
las diferentes polis griegas se detenían y los miles de peregrinos que
acudían a Olimpia a rezar a Zeus y ver los juegos gozaban de inmunidad y eran
considerados sagrados. Siglos después, incluso el rey de Macedonia, Filipo
II (382-336 a.C), padre del legendario Alejandro Magno (356-323 a.C), tuvo
que pedir perdón y pagar una cuantiosa multa porque sus soldados habían
molestado a unos peregrinos que acudían a contemplar los juegos.
Por primera vez en la historia del mundo griego
existía algo que aglutinaba a las polis griegas y las unía por encima de sus
diferencias, creando un sentimiento panhelénico, de compartir una misma
cultura, lengua y fe que sería decisivo durante el siglo V a.C para salvar
al mundo griego de la amenaza del Imperio Persa. Pero regresemos a Olimpia
donde las multitudes se aproximan a la ciudad para rendir culto al dios y,
sobre todo, disfrutar de las competiciones deportivas. Se reunían en el
Altis, que significa"bosque o recinto sagrado", un antiguo
bosque sagrado en el que se había construido un templo dedicado a Hera .
Una vez en Olimpia elprimer día de los juegos era
consagrado a las ceremonias religiosas en honor de Zeus y no era hasta el
segundo cuando se iniciaban las competiciones deportivas que se prolongaban
hasta el quinto día en el que tenía lugar el desfile triunfal de los vencedores
y los juegos se clausuraban con un gran banquete. Imaginaos ahora el estadio ,
que según Indro Montanelli podía tener capacidad hasta para cuarenta
mil espectadores. Es el amanecer y el publico ya espera con impaciencia la
entrada de los atletas.
A la cabeza van los diez miembros del jurado ,
los heladónicos, y detrás de ellos los atletas que van a participar en las
competiciones. Hoy nos llamaría la atención que estos atletas y sus
entrenadores son todos hombres y van desnudos. Lo primero, que fueran
todos hombres, había sido así desde el comienzo de las Olimpiadas pues las
mujeres tenían prohibido no solo competir sino también asistir como
espectadoras a los juegos bajo pena de muerte en caso de ser sorprendidas
haciéndolo, pero la desnudez de los atletas y entrenadores sería impuesta mucho
tiempo después de la primera olimpiada aunque su origen está relacionado con la
prohibición a la que estaban sometidas las mujeres .
El filólogo clásico y
escritor español Javier Murcia Ortuño (1964) relata la historia en su
libro "De banquetes y batallas" donde nos cuenta como,
desafiando la prohibición, la madre del atleta Pisídoro, llamada Calipatira,
se disfrazó de hombre para asistir a los juegos como entrenador de su hijo. Pisídoro
obtuvo la victoria y tal fue la alegría de Calipatira , que
saltó la valla que separaba a los entrenadores de los atletas con la mala
fortuna de que su ropa quedó enganchada en ella y la dejó desnuda
revelando su naturaleza femenina. Aunque tendría que haber sido condenada
a muerte Calipatira salvó su vida ya que los jueces tuvieron en cuenta que
era hija, esposa y madre de campeones olímpicos, pero a partir de entonces se
estableció que tanto los atletas como los entrenadores debían ir desnudos para
evitar que se repitiera esta situación. Algunos autores indican que los atletas
fueron siempre desnudos y que fue sólo a los entrenadores a los que se obligó a
ir desnudos a raíz del caso de Calipatira.
Las distintas competiciones que formaban parte de los Juegos eran conocidas como agones y existían los agones atléticos, hípicos, luctatorios o de lucha y el pentatlón. El agón atlético estaba compuesto por las carreras, el lanzamiento de disco, el salto de longitud y el lanzamiento de jabalina. Dentro de las carreras estaba el equivalente a lo que hoy sería la carrera de cien metros lisos, aunque en Olimpia la distancia era equivalente a la medida de un estadio, es decir, 192 metros, aunque sobre esto he encontrado distintas medidas , desde los 174 metros hasta los 211 metros que refiere Indro Montanelli. Se incorporaría luego el diaulo, que era una carrera de velocidad pero de ida y vuelta y el dólico, una carrera de fondo que según las fuentes oscilaba entre los 1500 metros , los 4600 metros e incluso los catorce kilómetros. El lanzamiento de disco lo realizaban con un disco de bronce que tenía diferentes pesos y medidas según las categorías , obteniendo la victoria el que lo lanzaba más lejos, al igual que sucedía con el lanzamiento de jabalina. En cuanto al salto de longitud, al igual que ahora los atletas saltaban sobre un foso de tierra y los jueces determinaban la distancia en función de la marca dejada por el atleta en la tierra.
Las distintas competiciones que formaban parte de los Juegos eran conocidas como agones y existían los agones atléticos, hípicos, luctatorios o de lucha y el pentatlón. El agón atlético estaba compuesto por las carreras, el lanzamiento de disco, el salto de longitud y el lanzamiento de jabalina. Dentro de las carreras estaba el equivalente a lo que hoy sería la carrera de cien metros lisos, aunque en Olimpia la distancia era equivalente a la medida de un estadio, es decir, 192 metros, aunque sobre esto he encontrado distintas medidas , desde los 174 metros hasta los 211 metros que refiere Indro Montanelli. Se incorporaría luego el diaulo, que era una carrera de velocidad pero de ida y vuelta y el dólico, una carrera de fondo que según las fuentes oscilaba entre los 1500 metros , los 4600 metros e incluso los catorce kilómetros. El lanzamiento de disco lo realizaban con un disco de bronce que tenía diferentes pesos y medidas según las categorías , obteniendo la victoria el que lo lanzaba más lejos, al igual que sucedía con el lanzamiento de jabalina. En cuanto al salto de longitud, al igual que ahora los atletas saltaban sobre un foso de tierra y los jueces determinaban la distancia en función de la marca dejada por el atleta en la tierra.
En el agón hípico, la competición se trasladaba
al hipódromo, palabra de origen griego que significa "carrera de
caballos" , donde tenían lugar las carreras de carros que
podían ser de carros tirados por cuatro caballos, cuádrigas, o por dos
caballos, bigas. El auriga iba puesto de pie , sujetando las riendas con una de
sus manos y la fusta con la otra y sosteniéndose sobre un pequeño carro de
dos ruedas. Según el viajero, geógrafo e historiador griego Pausanias(siglo
II d. C), el hipódromo tenía una longitud que convertida a nuestro
sistema de medición sería de 770 metros, aunque también en este caso he
encontrado distintas cifras. En estas carreras se podían poner obstáculos,
fosos y vallas que hacían la carrera más peligrosa hasta el extremo de que en
una ocasión, según cuenta Indro Montanelli, de cuarenta carros sólo
uno de ellos logró llegar a la meta. Al igual a que a los atletas
a los caballos vencedores se les alzaban estatuas.
En cuanto al agón luctatorio, comprendía el pugilato opygmachia , termino griego que significa "pelea de puños", similar a nuestro boxeo, en el que los competidores peleaban con los puños desnudos o cubiertos con unasvendas o correas de cuero llamadas himantes que luego derivarían en algo muy parecido a los actuales guantes de boxeo, con resultados demoledores como demuestra estas palabras dedicadas a un púgil llamado Estratofón "Oh, Estratofón, después de veinte años de ausencia de su casa, Ulises fue reconocido por su perro Argos. Pero tú, después de cuatro horas de sopapos, intenta volver a tu casa y verás qué acogida te hace el perro. Ni siquiera él te reconocerá". Debían de ser peleas estremecedoras.
Además del pugilato, que fue incorporado a los juegos en el 688 a. C, estaba el pancracio que se unió a los juegos en el 640 a. C. Parecida a la actual lucha griega, aunque en ella valía casi todo, desde las zancadillas a los golpes bajos y llaves que buscaban la inmovilización o estrangulamiento del contrario, aunque nunca la muerte, ya que estaba prohibido por las reglas de los juegos, aunque accidentalmente en ocasiones se producía alguna. Sólo estaban prohibidos los mordiscos e introducir los dedos en la boca, la nariz o los ojos del contrario y de la dureza de estas peleas nos da buena cuenta Pausanias que describe la técnica infalible del luchador Sóstratos de Sición "Al lado de la imagen de Lisandro está la del pancraciasta Sostratos de Sición, también llamado Acroquersites. Éste siempre intentaba atrapar primero los dedos del oponente para rompérselos. Y lo continuaba haciendo hasta notar que el otro abandonaba la lucha." Romper los dedos al oponente no creo que hoy esté permitido pero sin duda fue una táctica exitosa para Sóstratos, que fue campeón no sólo de los Juegos Olímpicos sino de otros certámenes deportivos. Por último, estaba la Lucha, antecedente de la actual Lucha Libre , modalidad olímpica de los juegos modernos, donde el objetivo era derribar al contrario pero sin dar puñetazos ni patadas.
a los caballos vencedores se les alzaban estatuas.
En cuanto al agón luctatorio, comprendía el pugilato opygmachia , termino griego que significa "pelea de puños", similar a nuestro boxeo, en el que los competidores peleaban con los puños desnudos o cubiertos con unasvendas o correas de cuero llamadas himantes que luego derivarían en algo muy parecido a los actuales guantes de boxeo, con resultados demoledores como demuestra estas palabras dedicadas a un púgil llamado Estratofón "Oh, Estratofón, después de veinte años de ausencia de su casa, Ulises fue reconocido por su perro Argos. Pero tú, después de cuatro horas de sopapos, intenta volver a tu casa y verás qué acogida te hace el perro. Ni siquiera él te reconocerá". Debían de ser peleas estremecedoras.
Además del pugilato, que fue incorporado a los juegos en el 688 a. C, estaba el pancracio que se unió a los juegos en el 640 a. C. Parecida a la actual lucha griega, aunque en ella valía casi todo, desde las zancadillas a los golpes bajos y llaves que buscaban la inmovilización o estrangulamiento del contrario, aunque nunca la muerte, ya que estaba prohibido por las reglas de los juegos, aunque accidentalmente en ocasiones se producía alguna. Sólo estaban prohibidos los mordiscos e introducir los dedos en la boca, la nariz o los ojos del contrario y de la dureza de estas peleas nos da buena cuenta Pausanias que describe la técnica infalible del luchador Sóstratos de Sición "Al lado de la imagen de Lisandro está la del pancraciasta Sostratos de Sición, también llamado Acroquersites. Éste siempre intentaba atrapar primero los dedos del oponente para rompérselos. Y lo continuaba haciendo hasta notar que el otro abandonaba la lucha." Romper los dedos al oponente no creo que hoy esté permitido pero sin duda fue una táctica exitosa para Sóstratos, que fue campeón no sólo de los Juegos Olímpicos sino de otros certámenes deportivos. Por último, estaba la Lucha, antecedente de la actual Lucha Libre , modalidad olímpica de los juegos modernos, donde el objetivo era derribar al contrario pero sin dar puñetazos ni patadas.
Pero la prueba reina de los atletas era el
Pentathlon compuesto por las cuatro competiciones del agón atlético,
es decir, carreras de velocidad, salto de longitud, lanzamiento de disco y
de jabalina y además se añadía la lucha , una competición que
tenía entre sus ilustres seguidores al filósofo Aristóteles (384-322 a.C) que
decía de esta prueba que requería "Todo el cuerpo, todas las fuerzas
empeñadas : elegancia y robustez". El vencedor del Pentahtlon podía
ser considerado como el rey de los juegos, su auténtico vencedor.
Pero al igual que sucede en los actuales Juegos Olímpicos, no todo era competición y también había lugar para la diversión como nos cuenta Indro Montanelli "En torno del estadio se improvisaba una especie de espectáculo con tiro al blanco, sibilas(adivinas) baratas, comedores de fuego, tragadores de sables, teatros, bailes, rincones reservados con hetairas (prostitutas)" El autor de comediasMenandro (hacia 342-292 a.C) escribía sobre el ambiente de los juegos"Muchedumbre, intrigas, saltimbanquis, juerguistas y ladrones". Dos milenios después no parece que demasiadas cosas hayan cambiado.
Entonces los deportistas no eran profesionales como en nuestros días, y el único premio que recibía el vencedor era una corona hecha con ramas de olivo silvestre obtenidas del olivo que crecía en el recinto sagrado de Zeus en Olimpia, ramas que según establecían las reglas tenían que ser cortadas durante los primeros días de competición por un joven que tuviera a sus padres vivos, aunque no he encontrado la razón por la que esto se hacía así. Pero aunque no obtenían un premio en dinero lograban algo no menos valioso, la gloria y la fama y Javier Murcia cita en su"De banquetes y batallas" al poeta griego Píndaro(hacia 518-438 a.C) que escribió sobre los vencedores en los juegos "El vencedor, el resto de sus días, tendrá una dicha con sabor a mieles". En efecto, después de ser coronado con la corona de olivo en la ceremonia de clausura de los juegos y agasajado con un banquete, regresaba a su ciudad donde era recibido como un auténtico héroe. Según cuenta Javier Murcia, algunas ciudades llegaban a abrir una nueva puerta en sus murallas para que el vencedor entrase por ella y se establecía que el campeón fuera mantenido el resto de su vida a costa de la ciudad disfrutando de todo tipo de privilegios como disponer de los mejores asientos en el teatro o en la Asamblea de la ciudad.
A los vencedores se les erigía una estatua en Olimpia como la que pudo contemplar Pausanias de uno de los más conocidos campeones olímpicos, Milón de Crotona (nacido hacia 510 a. C),
que fue campeón Olímpico durante seis veces consecutivas, además de vencer otras seis veces en los Juegos Píticos, diez veces en los Ístmicos y nueve en los Juegos de Nemea, una marca que no sería igualada a lo largo de toda la historia de los Juegos Olímpicos. De él decía Pausanias que podía atarse una cuerda en la frente y conteniendo la respiración lograba que sus venas se hincharan hasta el punto de que lograba romper la cuerda. Escribe Javier Murcia que "La voracidad de gran atleta corría pareja a su fuerza, siendo su ración normal de alimento diario de diez kilos de carne, acompañados de otros tantos litros de vino" Pero no sólo era un gran atleta sino un hombre instruido, ya que fue discípulo de Pitágoras (hacia 580-495 a.C) . Precisamente estando en una clase de Pitágoras mostró su descomunal fuerza cuando al caer una columna el techo comenzó a derrumbarse y él lo sostuvo con sus manos hasta que todos salieron. (tomado del Mentidero de Mielost)
Pero al igual que sucede en los actuales Juegos Olímpicos, no todo era competición y también había lugar para la diversión como nos cuenta Indro Montanelli "En torno del estadio se improvisaba una especie de espectáculo con tiro al blanco, sibilas(adivinas) baratas, comedores de fuego, tragadores de sables, teatros, bailes, rincones reservados con hetairas (prostitutas)" El autor de comediasMenandro (hacia 342-292 a.C) escribía sobre el ambiente de los juegos"Muchedumbre, intrigas, saltimbanquis, juerguistas y ladrones". Dos milenios después no parece que demasiadas cosas hayan cambiado.
Entonces los deportistas no eran profesionales como en nuestros días, y el único premio que recibía el vencedor era una corona hecha con ramas de olivo silvestre obtenidas del olivo que crecía en el recinto sagrado de Zeus en Olimpia, ramas que según establecían las reglas tenían que ser cortadas durante los primeros días de competición por un joven que tuviera a sus padres vivos, aunque no he encontrado la razón por la que esto se hacía así. Pero aunque no obtenían un premio en dinero lograban algo no menos valioso, la gloria y la fama y Javier Murcia cita en su"De banquetes y batallas" al poeta griego Píndaro(hacia 518-438 a.C) que escribió sobre los vencedores en los juegos "El vencedor, el resto de sus días, tendrá una dicha con sabor a mieles". En efecto, después de ser coronado con la corona de olivo en la ceremonia de clausura de los juegos y agasajado con un banquete, regresaba a su ciudad donde era recibido como un auténtico héroe. Según cuenta Javier Murcia, algunas ciudades llegaban a abrir una nueva puerta en sus murallas para que el vencedor entrase por ella y se establecía que el campeón fuera mantenido el resto de su vida a costa de la ciudad disfrutando de todo tipo de privilegios como disponer de los mejores asientos en el teatro o en la Asamblea de la ciudad.
A los vencedores se les erigía una estatua en Olimpia como la que pudo contemplar Pausanias de uno de los más conocidos campeones olímpicos, Milón de Crotona (nacido hacia 510 a. C),
que fue campeón Olímpico durante seis veces consecutivas, además de vencer otras seis veces en los Juegos Píticos, diez veces en los Ístmicos y nueve en los Juegos de Nemea, una marca que no sería igualada a lo largo de toda la historia de los Juegos Olímpicos. De él decía Pausanias que podía atarse una cuerda en la frente y conteniendo la respiración lograba que sus venas se hincharan hasta el punto de que lograba romper la cuerda. Escribe Javier Murcia que "La voracidad de gran atleta corría pareja a su fuerza, siendo su ración normal de alimento diario de diez kilos de carne, acompañados de otros tantos litros de vino" Pero no sólo era un gran atleta sino un hombre instruido, ya que fue discípulo de Pitágoras (hacia 580-495 a.C) . Precisamente estando en una clase de Pitágoras mostró su descomunal fuerza cuando al caer una columna el techo comenzó a derrumbarse y él lo sostuvo con sus manos hasta que todos salieron. (tomado del Mentidero de Mielost)
Retomemos la narración de Robert Graves:
Minos se enteró de la
muerte de Androgeo cuando hacía un sacrificio a las Gracias en la isla de Paros.
Arrojó al suelo las guirnaldas y ordenó a los flautistas que dejaran de tocar, pero terminó la ceremonia; desde entonces en Paros hacen los sacrificios a las Gracias sin música ni flores.
Arrojó al suelo las guirnaldas y ordenó a los flautistas que dejaran de tocar, pero terminó la ceremonia; desde entonces en Paros hacen los sacrificios a las Gracias sin música ni flores.
A Glauco hijo de Minos se
le ha confundido a veces con el Glauco antedonio, hijo de Antedón, o de Posidón,
quien en una ocasión observó la propiedad restaurativa de cierta hierba
sembrada por Crono en la Edad de Oro, cuando un pez muerto (o, según dicen
algunos, una liebre) volvió a la vida al ser colocado encima. Probó la hierba,
se hizo inmortal y se arrojó al mar, donde es ahora un dios marino, famoso por
sus aventuras amorosas. Su residencia submarina se halla frente a la costa de
Délos y cada año hace una visita a todos los puertos e islas de Grecia,
pronunciando oráculos muy apreciados por los marineros y pescadores. Apolo
mismo es considerado como discípulo de Glauco.
A Pasífae como la Luna
(véase 51.A) se le han atribuido numerosos hijos: Cidón, el héroe epónimo de
Cidón, en las cercanías de Tegea, y de la colonia cidónea en Creta; Glauco, un
héroe marino corintio (véase 71.4); Androgeo, en cuyo honor se celebraban
juegos anuales en el Cerámico y a quien los atenienses rendían culto como
«Eurigies» («dando grandes vueltas»), para indicar que era el espíritu del año
solar (Hesequio sub Androgeo); Amón, el héroe oracular del Oasis de Amón,
posteriormente igualado con Zeus; y Catreo, cuyo nombre parece ser una forma
masculina de Catarrea, la Luna como hacedora de lluvia.
Sus hijas Ariadna y Fedra son reproducciones de ella misma; Ariadna, aunque se la interprete como ariagne, «purísima», parece ser un nombre sumerio, Ar-ri-an-de, «madre alta y fecunda de la cebada», y Fedra aparece en inscripciones de la Palestina meridional como Pan.
Sus hijas Ariadna y Fedra son reproducciones de ella misma; Ariadna, aunque se la interprete como ariagne, «purísima», parece ser un nombre sumerio, Ar-ri-an-de, «madre alta y fecunda de la cebada», y Fedra aparece en inscripciones de la Palestina meridional como Pan.
El mito de Acacálide («sin
murallas») registra, al parecer, la toma por los invasores helenos provenientes
de Egialia de la ciudad de Tarra, en el oeste de Creta,
la cual, como otras ciudades cretenses, carecía de murallas (véase 98.1); y la huida de los principales habitantes a Libia, donde llegaron a ser gobernantes de los pacíficos garamantes.
la cual, como otras ciudades cretenses, carecía de murallas (véase 98.1); y la huida de los principales habitantes a Libia, donde llegaron a ser gobernantes de los pacíficos garamantes.
Blanco, rojo y negro, los
colores de la novilla de Minos, eran también los de Io, la vaca Luna (véase
56.1); los de los toros sagrados de Augías (véase 127.1); y en un jarrón
quirite ( Monumenti Inediti vi-vii. p. 77) los del toro Minos que raptó a
Europa. Además, los trípodes de arcilla o yeso consagrados a la diosa cretense
descubiertos en Ninou Khani, y un trípode análogo encontrado en Micenas,
estaban pintados de blanco, rojo y negro; y según el Indica de Ctesias, éstos
eran los colores del cuerno del unicornio; el unicornio, como símbolo
calendario, representaba el dominio de la diosa Luna sobre las cinco estaciones
del año de Osiris, cada una de las cuales contribuía a su composición con parte
de un animal. Que Glauco estuviere cazando un ratón puede indicar un conflicto
entre los atenienses adoradores de Atenea, que tenían a la lechuza ( glaux) por
su espíritu protector, y los adoradores de Apolo Esminteo («Apolo Ratón»); o la
fábula original puede haber sido que Minos le dio un ratón envuelto en miel
para que lo tragase, remedio desesperado que se prescribía para los niños
enfermos en el antiguo Mediterráneo Oriental. Su manera de morir puede
referirse también al empleo de la miel como un fluido embalsamador — muchos
entierros de niños en jarrones se ven en las casas de Creta — y la lechuza era
un ave de la muerte. Las abejas se explican quizás por una interpretación
equivocada de ciertas gemas talladas (Weiseler: Denkmale der Alten Kunst
ii.252), en las que aparecía Hermes llamando a los muertos enterrados en
jarrones mientras sus almas revoloteaban en el aire en forma de abejas (véase
39.S y 82.4).
Poliido es tanto el
multiforme Zagreo (véase como el semidiós Asclepio cuya hierba regeneradora
parece haber sido el muérdago (véase 50.2), o su equivalente de la Europa
oriental, las plantas lorantáceas. La leyenda babilonia de Gilgamesh es análoga
a la resurrección de la serpiente. Una serpiente le roba la hierba de vida
eterna e inmediatamente muda la piel y se rejuvenece; Gilgamesh, incapaz de
recuperar la hierba, se resigna a morir. Se la describe como parecida al
ladierno o tamujo, planta que los griegos tomaban como purgante antes de
realizar sus misterios.
El acto de escupir blanco
en la boca abierta de Poliido recuerda otro acto análogo de Apolo cuando
Casandra no le pagó por haberle dado el don de la profecía; pero, en el caso de
Casandra el resultado no fue que ella perdiera ese don, sino que nadie le creía
(véase 158.q).
Las diosas a las que Minos
hacía sacrificios sin las acostumbradas flautas y flores cuando se enteró de
que su hijo había muerto eran las Parias o Antiguas (véase 89.a), probablemente
las Tres Parcas (o Moiras),
llamadas eufemísticamente las «Gracias». El mito se ha convertido en una anécdota popular.
La muerte de Androgeo es un recurso utilizado para explicar la disputa cretense con Atenas (véase 98.c), basada, quizás, en alguna tradición fuera de lugar de un asesinato cometido en Enoe.
llamadas eufemísticamente las «Gracias». El mito se ha convertido en una anécdota popular.
La muerte de Androgeo es un recurso utilizado para explicar la disputa cretense con Atenas (véase 98.c), basada, quizás, en alguna tradición fuera de lugar de un asesinato cometido en Enoe.
Los dones oraculares del
Glauco antedonio, su nombre y sus amoríos, uno de los cuales fue con Escila
(véase 170.t), indican que era una personificación del poderío marítimo
cretense. Tanto Minos (quien recibía sus oráculos de Zeus) como Posidón,
patrono de la confederación cretense (véase 39.7), habían poseído a Escila
(véase 91.2); y Antedón («el que goza con las flores») era, al parecer, un
título del héroe de la Flor de Primavera cretense
encarnado en todos los reyes minoicos difuntos (véase 85.2).
encarnado en todos los reyes minoicos difuntos (véase 85.2).
El rey Cnosos parece haber
estado relacionado mediante casamientos sagrados con todos los estados miembros
de su confederación (véase 89.1); de aquí la reputación amorosa de Glauco. Es
probable que un representante de Cnosos hiciera un recorrido anual por las
dependencias de Creta al otro lado del mar, al estilo de Talos (véase 92.7),
dando a conocer los últimos edictos oraculares. Délos era una isla cretense y
quizás un centro de distribución de los oráculos llevados desde la Cueva Dictea
en Cnosos.
Pero este Glauco se parece
también a Proteo, el dios marino oracular de la cretense Faros (véase 169.6), y
a Melicertes, el dios marítimo de Corinto, identificado con otro Glauco (véase
71.4).
La hierba de Crono en la Edad de Oro puede haber sido la mágica herbé d'or de los druidas.
La hierba de Crono en la Edad de Oro puede haber sido la mágica herbé d'or de los druidas.
Plinio ( Historia natural
xxl.14) y Nono ( Dionisíacas xxl-451-551) citan una versión del mito de Glauco
tomada del historiador lidio Janto, y se la conmemora en una serie de monedas
de Sardis. Cuando el héroe Tilón o Tilo («nudo» o «falo») fue mordido
mortalmente en el tobillo por una serpiente venenosa (véase 117.1) su hermana
Moira («destino») apeló al gigante Damasen («sojuzgador»), quien lo vengó.
Entonces otra serpiente
trajo del bosque «la flor de Zeus» y la puso en los labios de su compañera
muerta, la cual volvió a la vida. Moira siguió ese ejemplo y resucitó a Tilo
del mismo modo.
91. ESCILA Y NISO
Minos fue el primer rey que dominó el mar Mediterráneo, al que libró de piratas, y en Creta gobernó en noventa ciudades. Cuando los atenienses asesinaron a su hijo Androgeo decidió vengarse de ellos y recorrió el Egeo reuniendo barcos y reclutas armados. Algunos isleños accedieron a ayudarle, pero otros se negaron. Sifnos le fue entregada por la princesa Arne, a la que sobornó con oro, pero los dioses la metamorfosearon en una corneja que ama el oro y todas las cosas que brillan. Concluyó una alianza con los habitantes de Anafe, pero le desairó el rey Éaco de Egina y se marchó jurando venganza; Éaco accedió luego al llamamiento de Céfalo para que se uniera a los atenienses contra Minos.
Entretanto Minos asolaba
el istmo de Corinto. Puso sitio a Misa, gobernada por el egipcio Niso, quien
tenía una hija llamada Escila. En la ciudad había una torre construida por
Apolo [¿y Posidón?]y a su pie se hallaba una piedra musical que, si se
arrojaban desde arriba piedras sobre ella, sonaba como una lira, porque Apolo
en una ocasión había dejado su lira en ella cuando trabajaba como albañil.
Escila solía pasar mucho tiempo en lo alto de la torre en la piedra tocando
melodías con los guijarros que le arrojaba;
y subía allí a diario cuando comenzó la guerra para contemplar la lucha.
y subía allí a diario cuando comenzó la guerra para contemplar la lucha.
El sitio de Nisa se
prolongó y Escila no tardó en conocer los nombres de todos los guerreros
cretenses. Impresionada por la belleza, de Minos y por su magnífica vestimenta
y su corcel blanco, se enamoró perversamente de él. Algunos dicen que Afrodita
lo quiso así, y otros echan la culpa a Hera.
Una noche Escila se
introdujo a hurtadillas en el dormitorio de su padre y le cortó el famoso
mechón de oro del que dependían su vida y su trono; luego le quitó las llaves
de la ciudad, abrió las puertas y salió. Fue directamente a la tienda de Minos
y le ofreció el mechón de cabello a cambio de su amor. «¡Trato hecho!», exclamó
Minos, y esa misma noche, después de entrar en la ciudad y saquearla, yació con
Escila; pero no quiso llevarla a Creta, porque aborrecía el crimen de
parricidio. Sin embargo, Escila nadó detrás de su barco y se asió a su popa
hasta que el alma de su padre Niso se lanzó sobre ella en forma de águila
pescadora con sus garras y su pico curvo. La aterrada Escila se soltó y se
ahogó; su alma voló transformada en ciris, ave conocida por su pecho purpúreo y
sus patas rojas. Pero algunos dicen que Minos ordenó que ahogaran a Escila, y
otros que su alma se convirtió en el pez ciris, y no en el ave de ese nombre.
Nisa se llamó luego
Megara, en honor de Megareo, hijo de Enope e Hipómenes; Megareo había sido
aliado de Niso y se casó con su hija Ifínoe, y, según se dice, le sucedió en el
trono.
Esta guerra se fue
prolongando hasta que Minos, viendo que no podía subyugar a Atenas, rogó a Zeus
que vengase la muerte de Androgeo; y en consecuencia toda Grecia fue castigada
con terremotos y el hambre. Los reyes de varias ciudades-estados se reunieron
en Delfos
para consultar al oráculo, y recibieron instrucciones de hacer que Éaco ofreciera plegarias en su nombre. Hecho esto, los temblores de tierra cesaron en todas partes menos en Ática.
para consultar al oráculo, y recibieron instrucciones de hacer que Éaco ofreciera plegarias en su nombre. Hecho esto, los temblores de tierra cesaron en todas partes menos en Ática.
Entonces, los atenienses
trataron de redimirse de la maldición sacrificando a Perséfone las hijas de
Jacinto, a saber Antéis, Egléis, Litea y Ortea, en la tumba del cíclope
Geresto. Las muchachas habían venido a Atenas procedentes de Esparta. Pero los
temblores de tierra continuaban, y cuando los atenienses volvieron a consultar
con el oráculo de Delfos se les dijo que dieran a Minos cualquier satisfacción
que pudiera pedir; ésta resultó ser un tributo de siete jóvenes y siete
doncellas que debían enviar cada nueve años a Creta para que los devorase el
Minotauro.
Minos volvió entonces a
Cnosos, donde sacrificó una hecatombe de toros
en agradecimiento por su triunfo, pero su muerte se produjo en el noveno año.
en agradecimiento por su triunfo, pero su muerte se produjo en el noveno año.
La base histórica del mito
de Escila es, al parecer, una disputa entre los atenienses y sus señores
cretenses no mucho antes del saqueo de Cnosos en 1400 a. de C. El mito mismo,
que se repite casi exactamente en la fábula tafiana de Pterelao y Cometo,
recuerda los de Sansón y Dalila en Filistia, y de Curoi, Blathnat y Cuchulain
en Irlanda; Llew Llaw, Blodeuwedd y Gronw en Gales: todos ellos variaciones de
un solo modelo. Se refiere a la rivalidad entre el rey sagrado y su heredero
por el favor de la diosa Luna, la cual, en el solsticio de verano, corta al rey
el cabello y le traiciona. La fuerza del rey reside en su cabello, porque representa
al sol, y sus largos bucles amarillos son comparados con los rayos del astro.
Dalila corta el cabello a Sansón antes de hacer entrar a los filisteos;
Blathnat ata el de Curoi a un poste de la cama antes de llamar a su amante
Cuchulain para que lo mate; Blodeuwedd ata el de Llew Llaw a un árbol antes de
llamar a su amante Gronw. El alma de Llew Llaw toma la forma de un águila, y
Blodeuwedd («aspecto de flor bella»), mujer hecha mágicamente con nueve flores
diferentes, se metamorfosea en una lechuza, como quizás se metamorfosea también
Escila en la leyenda griega original.
Un cotejo de estos cinco
mitos demuestra que Escila-Cometo-Blodeuwedd-Blathnat-Dalila es la diosa Luna
en su aspecto primaveral como Afrodita Cometo («de cabello brillante»); en el
otoño se transforma en lechuza, o en ciris, y se convierte en la diosa Muerte
Atenea —que tenía muchas epifanías de aves, incluyendo la lechuza (véase 97.4)— o Hera, o
Hécate. Su nombre Escila indica que el rey era descuartizado después de raparle
la cabeza. Como en el mito de Llew Llaw, el castigo impuesto luego a la
traidora es una adición moral posterior.
Ovidio ( Arte de amar
i.331) identifica esta Escila con una homónima a la que Afrodita transformó en
un monstruo canino porque Posidón la había seducido (véase 16.2), y dice que
introdujo perros feroces en su útero y sus lomos como castigo por haber cortado
el cabello de Niso. Ovidio se equivoca raras veces en su mitología y quizá se
refiera en este caso a la leyenda de que la maldición que Pasífae echó sobre
Minos hizo que él llenase el útero de Escila con cachorros
más bien que con serpientes, escorpiones y ciempiés, Pasífae y Anfítrite son la misma diosa de la Luna y el Mar; y Minos, como gobernante del Mediterráneo, se identificó con Posidón.
más bien que con serpientes, escorpiones y ciempiés, Pasífae y Anfítrite son la misma diosa de la Luna y el Mar; y Minos, como gobernante del Mediterráneo, se identificó con Posidón.
El sacrificio de las hijas
de Jacinto en la tumba de Geresto puede referirse a los «jardines de Adonis»
plantados en honor del rey condenado a muerte; como eran flores cortadas, se
marchitaban en pocas horas. Pero Geresto era un cíclope pre-aqueo (véase 3.b),
y según el Etymologicum Magnum ( sub Geréstidas), sus hijas criaron al infante
Zeus en Gortina; además, Gerestíón era una ciudad de Arcadia en la que Rea fajó
a Zeus. Por lo tanto, las Hiacíntides eran probablemente las nodrizas y no las
hijas de Jacinto, sacerdotisas de Ártemis que en Cnido tenían el título de
«Hiacintotrofos» (nodriza de Jacinto») e identificables con las Geréstidas,
pues el Zeus cretense que moría anualmente (véase 7.1) era indistinguible de
Jacinto. Quizá, por lo tanto, el mito se refiere a cuatro muñecas que colgaban
de un árbol frutal en flor y que estaban encaradas a los puntos cardinales de
la brújula, en una ceremonia fertilizante de la «Ártemis Ahorcada» (véase 79.2
y 88.10).
Los siete jóvenes
atenienses dedicados al Minotauro eran probablemente sustitutos sacrificados anualmente
en lugar del rey de Cnosos. Se consideraría conveniente emplear víctimas
extranjeras más bien que cretenses nativos, como sucedía con el ritual de la
Crucifixión cananeo, en el cual, al final bastaban cautivos y criminales como
sustitutos de Tammuz. «Cada nueve años» significa «al final de cada Gran Año de
cien lunaciones». Después de haber sido sacrificados siete muchachos por el rey
sagrado, moría él mismo (véase 81.8). Las siete doncellas atenienses no eran
sacrificadas; quizás se convertían en ayudantes de la sacerdotisa de la Luna, y
realizaban proezas acrobáticas en corridas de toros, como las que se ven en las
obras de arte cretenses; era un deporte peligroso, pero no necesariamente
fatal.
Un
instrumento de piedras musicales puede haber existido en Megara según el modelo
de un xilófono; no sería difícil fabricarlo. Pero acaso se trate aquí de un
recuerdo de la estatua cantante de Memnón en Egipto: hueca, con un orificio en
el fondo de la boca abierta, a través del cual pasaba el aire caliente al
amanecer cuando el sol calentaba la piedra (véase 164.2).
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