dimecres, d’agost 03, 2005

EL PODER DE LAS PALABRAS

“Hágase la Luz” – dijo, y la Luz se hizo, dando origen al discernimiento y la dualidad...
El Verbo, el Logo uno de los velos de la divinidad. El Gran Sonido que surge del Silencio y que en su eterna vibración -expansión creará todas las cosas. El Gran Vacío oscilando, ondulándose y retorciéndose sobre él mismo en rítmicas repeticiones, modulaciones de infinita variedad de frecuencia e intensidad, de armonías y estridencias simétricamente dispuestas dando origen a la materia, a la vida, a la mente, a la conciencia y quien sabe a cuantas otras cosas más, por unos breves instantes, en una alocada danza perpetua.
Fabuloso espectáculo d’una belleza inefable!.
El Sacerdote con su Amén, el Mago y su Abracadabra, el Yogui con su Aummm, nos hablan de un antiguo conocimiento, hoy casi olvidado pero que sobrevive escondiéndose trás múltiples actividades actuales que podrían considerarse frívolas y superficiales: el canto, la poesía, la música... sino fuera porque...
Con “la mirada mágica” descubrimos un universo que se nos presenta como la caótica vibración sonora del Gran Vacío, donde los fenómenos y los cosas no tienen más existencia que la de ser sencillos fantasmas, una especie de hologramas vibratorios tridimensionales, tal y como los percibe Rupert Sheldrake con su teoría de los campos mórficos; aun cuando desde la perspectiva más tradicional de personas del S.XXI , ciertamente nos cuesta imaginar un universo dónde energía y materia, espacio y tiempo están hechos de la misma materia que el pensamiento, o el sueño...
Afortunadamente, sabemos que la ciencia ha hecho grandes adelantos por tal d’entender cómo es produce el hecho de la percepción y su ligadura con el funcionamiento de nuestro cerebro. Este órgano tan completo y perfecto continua siendo básicamente un gran misterio. Según aquellos que lo han estudiado los seres humanos sólo utilizamos un cinco por ciento de su potencial, el noventa cinco por ciento restante permanece en un estado de potencialidad esperando el momento que seamos capaces de usarlo; qué facultades desconocidas se esconden en los profundidades insondables de millones y millones de neuronas infrautilizadas? No lo sabemos. Con todo, gracias a aquellos conocimientos y a la tecnología de que hoy disponemos hemos sido capaces de dibujar un mapa lo suficiente cumplido de los sus principales áreas y de sus funciones.
Hemisferio Izquierdo Lógica Intelecto Razonamiento Memoria Pensamiento Matemático Música Rítmica
Hemisferio Derecho Emocionas Intuición - Espiritualidad Imaginación Sensibilidad Artística Formas Espaciales Música Melódica
También, hemos sabido reconocer que nuestro cerebro produce continuamente una intensa actividad eléctrica que genera una multitud de tipo d’olas y provoca que determinadas neuronas o grupos de neuronas, fabriquen determinadas substancias químicas – los neurotransmisores – que controlan nuestros estados d’ánimo y nuestros sentimientos y, en consecuencia son los responsables de nuestros actos y comportamientos.
Hoy conocemos cerca de 50 de estas substancias neurotransmisores, entre las cuales las más importantes son: la dopamina, la serotonina, la encefalina, las endorfinas, las peptidinas... Sabemos que estimulando eléctricamente una zona determinada del lóbulo temporal se activan determinados neurotransmisores que en determinadas circunstancias pueden provocar una profunda experiencia mística que puede llegar a sugerirnos la visión de la divinidad. No, todavía no hemos sido capaces de encontrar el lugar preciso dónde es encuentra la felicidad, pero si hemos encontrado las sedes del dolor –físico o anímico-, o de la angustia, entre otras. Si la dopamina, para citar un ejemplo, circula bien por el cerebro nos invadirá una sensación de placer que es mantendrá mientras este neurotransmisor esté activado, cuando deje d’estarlo la sensación y los sentimientos que la acompañan desaparecerán. Cuando estamos ocupados y concentrados, una parte de la amígdala –la encargada de generar los emociones negativas – permanece inactiva, inhibida, si al cabo de un rato perdemos la concentración, se activa y surge el sentimiento de cansancio.
Así, el amor o el miedo, la timidez o el deseo sexual, el odio y la ira, o la serenidad, etc., nacen porque hay una sustancia química que se activa como consecuencia de una pequeña descarga eléctrica en nuestro cerebro, resultado de un estímulo que a menudo es externo, una luz, un color, un olor... o un sonido. Del mismo modo, son estos neurotransmisores los responsables de que nos guste el color azul, el amarillo o cualquier otro, o que tengamos ganas de leer un libro, de escuchar música, de ver los ojos de aquella persona, o de que deseamos llegar a casa para comernos aquella butifarra con setas, el bacalao al pil-pil, o lo que sea.
Este conocimiento no ha sido nunca totalmente olvidado ni en occidente, ni en los tradiciones del pueblos indígenas de casi todos los continentes, y está relacionado con cosas tan diversas como la músicoterapia, las fórmulas e invocaciones mágico-religiosas, las curaciones xamànicas, el carisma de determinados líderes políticos o artistas y una larga lista.
Existe en la India un conocimiento secreto que se funda en los sonidos y en las diferencias de modalidad vibratòria, según planos de conciencia. Si uno pronuncia el sonido OM, por ejemplo, siente que envuelve los centros de la cabeza, mientras que el sonido RAM toca el centro Umbilical, y como cada uno de nuestros centros de conciencia se encuentra en comunicación directa con un plano de conciencia, es posible, por la vía de la repetición (japa) de ciertos sonidos, ponerse en comunicación con el plano de conciencia correspondiente. LAM, VAM, RAM, YAM, HAM, OM, son letras sánscritas que en orden ascendente se corresponden con cada uno de los chakras o centros de conciencia-energía. Estos sonidos esenciales representan la vibración especial que gobierna las fuerzas de cada uno de los planos considerados.
Toda una disciplina espiritual denominada Tantra, se funda en este hecho. Los sonidos básicos, o sonidos especiales que tienen el poder de establecer comunicación con estos planos se denominan Mantras. Los mantras, siempre secretos, y que el guru revela directamente al discípulo, son de toda clase (cada plano de conciencia tiene múltiples grados) y pueden servir para los propósitos más contradictorios.
Mediante la combinación de ciertos sonidos, se puede, en niveles de conciencia inferiores, generalmente en el nivel vital, ponerse en relación con las fuerzas correspondientes y obtener extraños poderes: se dice que hay mantras que matan ( en cinco minutos por obra de vómitos fulminantes), y mantras que atacan con precisión esta o aquella parte del cuerpo, este o aquel órgano, hay mantras que curan, mantras que incendian, que protegen, que hechizan. Esta clase de magia, o de química vibratòria, procede simplemente de la manipulación consciente de las vibraciones inferiores.
Pero asimismo, existe una magia superior, que procede del manejo de vibraciones, pero en planos de conciencia más elevados; los encontramos en la poesía, o en la música, son los mantras espirituales de las Upanishad y de los Vedas, o los mantras que el guru –Maestro- o el xamàn dan al discípulo para ayudarlo a entrar conscientemente en comunicación directa con este o aquel plano de conciencia, con esta o aquella fuerza, o con un ser divino.
El sonido lleva con él el poder de la experiencia y de la realización, es un sonido que hace ver. El mantra, o la alta poesía, o la música sublime, la Palabra sagrada, emanan de la Supermente (denomínala cómo tú quieras). Ella es el manantial de las actividades creadoras o espirituales (sin que sea posible distinguir unas de otras, pues las divisiones categóricas del intelecto se desvanecen en aquel lugar claro en el que todo es sagrado).
Trataremos a continuación de explicar en que consiste la vibración particular o el ritmo particular de aquella Supermente. En primer término, para quien posea la capacidad de entrar más o menos conscientemente en relación con los planos superiores –poeta, escritor, músico..-, es absolutamente evidente, totalmente perceptible, que, pasado cierto nivel de conciencia, ya no son ideas aquello que se ve y lo que se procura traducir.
UNO SENCILLAMENTE, ESCUCHA!.
Hay, literalmente hablando, vibraciones, ondas, o ritmos que se apoderan del buscador, que lo invaden y que después, al descender, se recubren de palabras, ideas, o de música, o de colores. Pero la palabra o la idea, la música o el color, son el resultado, constituyen un efecto secundario; dan cuerpo, forma a aquella primera vibración, terriblemente imperiosa. Y si el poeta, el verdadero poeta, corrige, pule, su obra no es, como suele decirse, para afinar la forma o para expresarse mejor, sino para aprehender eso que vibra, y si la genuina vibración no está expresada de alguna manera, toda su magia se derrumba, como la del sacerdote vedico que en fugaz instante de indecisión ha pronunciado mal el mantra del sacrificio.
Cuando la conciencia es transparente, el sonido se percibe de manera muy clara, es un sonido vidente, por así decirlo, un sonido-imagen, o un sonido-color, o un sonido-idea, que une indisolublemente la visión a la audición y al pensamiento en un mismo cuerpo luminoso.
Todo está allí, contenido en una sola vibración.
En los planos intermedios (mente superior, mente iluminada o intuitiva), estas vibraciones son generalmente fraccionadas –son destellos, impulsos, pulsaciones -, mientras que en la Supermente son vastas, sostenidas, luminosas en sí. No tienen principio ni fin, parecen salir del Infinito y volver al Infinito, no empiezan en alguna parte, llegan a la conciencia con una clase de halo de eternidad, que vibra antes, que continua vibrando mucho tiempo después, como el recuerdo de un viaje anterior.
Y si tenemos un espíritu lo suficiente religioso, podría darse el caso de ver a los dioses que pueblan este mundo. Seres o fuerzas, sonidos, luces o ritmos, constituyen otros tantos aspectos auténticos de una misma Cosa Indefinible, pero no incognoscible, a la que denominamos Dios, supermente, energía, algo o, simplemente “aquello”. Lo hemos denominado Dios, hemos edificado templos, hemos hecho leyes o escrito poemas, siempre tratando de retener una sola pulsación que nos llena de luz, pero es libre como el viento sobre las costas de espuma y se nos escapa una y otra vez.
Acaso entraremos también en el mundo de la música, que no es realmente distinto de los otros, sino como una traducción particular de esa misma gran Vibración Inefable. Y si una vez, una sola vez, cuando menos por unos breves instantes de nuestra vida, escuchamos esta Música, esta Alegría que canta en lo alto, sabremos el que es Dios, porque habremos escuchado a Dios.