diumenge, de maig 02, 2010

LA FASCINACIÓN DEL PODER: DIEGO ABAD DE SANTILLÁN EN EL OJO DEL HURACÁN.



Muy pocos son los personajes de nuestra historia que han tenido una influencia tan transcendente como el leonés Diego Abad de Santillán. Menos aún, han pasado tan desapercibidos, o son tan desconocidos como él. Repudiado por unos, magnificado por otros, silenciado por casi todos, su incidencia en unos acontecimientos de capital importancia para Catalunya, para el conjunto del estado español, incluso para el posterior desarrollo de la historia europea, ha quedado oculta, tras los numerosos mitos -para no llamarlos sencillamente mentiras- que se han ido tejiendo alrededor de los principales protagonistas de los hechos más destacados de aquella verdadera Revolución Social, que tuvo lugar en los meses de aquel verano de 1936.
Sinesio Baudilio García Fernández (Reyero, León; 20 de mayo de 1897 – Barcelona; 18 de octubre de 1983), conocido bajo el pseudónimo de Diego Abad de Santillán, militante anarquista, escritor y editor español, figura prominente del movimiento anarcosindicalista en España y la Argentina.
No es éste el lugar adecuado para plantearse la larga serie de eslabones que unen indisolublemente a Abad de Santillán, con las titánicas y heroicas luchas del movimiento obrero, especialmente con el de filiación anarco-sindicalista en Catalunya, o del resto del estado. Permítasenos hacer referencia a algunos gestos y actitudes decisivos de nuestro protagonista, y que guardan relación directa con lo que nos proponemos explicar. 


Abad de Santillán alrededor de 1917

Recordemos que su contacto con los medios anarquistas y anarco-sindicalistas, se inicia en 1917, a consecuencia de su encarcelamiento con motivo de haber participado activamente en la intentona revolucionaria de aquel año. En el presidio, Abad de Santillán, quedó impresionado por la “calidad moral de los obreros anarquistas”. Después de su retorno a la Argentina, país en el que había pasado sus años de infancia y juventud a causa de la emigración de sus padres, huyendo de la prestación del servicio militar, pasó a colaborar activamente en la organización del movimiento anarquista en aquel país, destacando especialmente en la dirección de la revista “La Protesta”, considerada como una de las mejores revistas libertarias de todos los tiempos, y que tenía una gran aceptación en los medios anarquistas de nuestro país. 


Posteriormente, se trasladaría a Alemania a estudiar medicina, allí entraría en contacto con tres de las grandes figuras del movimiento anarquista internacional, como por ejemplo Max Nettlau, Rudolf Rocker y Anton Pannekoek, con ellos, y juntamente con Agustín de Souchy, contribuiría a la refundación de la A.I.T. en 1922, auténtico intento del movimiento libertario de desbancar a la poderosa IIIª Internacional, demasiado vinculada a los intereses de la política exterior soviética.


Rudolf Rocker

Nuevamente regresará a la Argentina, dirigiendo desde “La Protesta” duros ataques contra los anarquistas del grupo “Nosotros” Durruti, Ascaso y García Oliver, que en opinión de Abad de Santillán, con sus acciones -intento de atentado frustrado contra el rey Alfonso XIII, eliminación del Arzobispo de Zaragoza, numerosos atracos a bancos tanto europeos como iberoamericanos, etc.- “estan confundiendo el anarquismo con la violencia y el terrorismo”.
Esta oposición radical a la violencia será una de las constantes del pensamiento de Diego Abad de Santillán, pues se impuso como obligación personal, dar a conocer una visión del anarquismo en el que no fuera posible confundir el ideal ético, de elevación moral humana, así como su profunda significación revolucionaria, con unas barricadas o una imposición violenta.

Integrantes del Grupo anarquista los "Solidarios", ex Nosotros.

Otro aspecto significativo, fue su decisiva participación en la elaboración de la denominada “trabazón”, según la que los grupos de afinidad anarquistas, o mejor aún, los militantes anarquistas de la FAI o no, afiliados a la CNT, debían convertirse en la vanguardia y fuente de inspiración de los sindicatos obreros. Fue esta trabazón, la que permitió a la CNT eludir los intentos de Angel Pestaña primero y del “treintismo” después, de formar un sindicalismo neutro, o si se prefiere, no específicamente anarco-sindicalista, con unas posiciones más moderadas y progubernamentales, tal y como sucedió con los Sindicatos de Oposición a la CNT, con los que Joan Peiró y otros destacados sindicalistas, pretendieron alejarse de la hegemonía de los grupos de afinidad en los sindicatos. 



La “trabazón” por otra parte, se encuentra en la misma esencia de la FAI, nacida en una playa de Valencia en 1927, y de la que Diego Abad de Santillán, llegaría a ser Secretario del Comité Peninsular. 

En los años finales de la Dictadura de Primo de Rivera, así como en los primeros años de la década de los treinta, la obra de reflexión intelectual del movimiento libertario fue extraordinaria. Contribuyó nuestro autor en buena medida a esta reflexión, con la publicación de obras sumamente importantes, tales como “El organismo económico de la revolución”, o “La bancarrota del sistema económico y político del capitalismo”. Abandona definitivamente la Argentina en 1933, para venir a instalarse en Barcelona, en donde lleva a cabo una actividad propagandística impresionante; redactor de “Solidaridad Obrera”; fundador de “Tiempos Nuevos”; colaborador de “Tierra y Libertad” el principal órgano de la FAI, así como en “El Luchador”, la revista crítica dirigida por Federico Urales. 



Desde sus artículos, obras y ensayos, contribuiría como pocos a clarificar y a profundizar el ideario de la CNT, a pesar de que sus planteamientos no siempre fueran los mayoritarios o los aceptados oficialmente por la organización. En este sentido, cabe resaltar su decidida oposición a la “Resolución sobre el Comunismo Libertario” adoptada en el Congreso de Zaragoza de mayo de 1936, según parece inspirada por Joan García Oliver, en línia con los postulados expresados por Federico Urales, Isaac Puente, Pierre Besnard y Artur Cornelissen entre otros, en los que se defendía una visión koprotkiana del comunismo libertario, y que constituye un auténtico programa revolucionario, sobre la base de las colectivizaciones industriales y agrarias, y que fue adoptado por la CNT en vísperas del golpe militar. Nuestro autor, en este como en casi todos los aspectos, se sentía mucho más próximo al colectivismo bakuninista. En la opinión de Félix García, en los meses que siguieron al 18 de julio del 36, hubo una tendencia entre los militantes de las empresas colectivizadas a ir adoptando las posiciones de Abad de Santillán, quien por otra parte, influiría de manera decisiva en el “Decret de Col.lectivitzacions” adoptado por la Generalitat de Catalunya, en los meses que siguieron.

Obras de Abad de Santillán:



*La Lucha, 1914.
*El derecho de España a la revolución, 1916.
*Ricardo Flores Magón; el apóstol de la revolución social Mexicana, 1925.
*El Anarquismo en el movimiento obrero (con E. López Arango), 1925.
*El movimiento anarquista en la Argentina. Hasta el año 1910. 1930.
*La F.O.R.A. Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina. 1933 
*El organismo económico de la revolución. 1936.
*After the Revolution, Greenberg, 1937
*La revolución y la guerra de España 1938
*Bibliografía anarquista Argentina. 1938.
*¿Por qué perdimos la guerra? 1940
*Gran Enciclopedia Argentina, 1957.
*Contribución a la historia del movimiento obrero español, 1962 – 1971.
*Historia Argentina, 1965-1971.
*Estrategia y Táctica, 1971.
*De Alfonso XII a Franco, 1974.
*Diccionario de argentinismo, 1976. Estrategia y táctica: ayer, hoy y mañana 1976
*Memorias (1897-1936) ,1977.
*Historia del movimiento obrero, 1977.
*El pensamiento de Rudolf Rocker, 1982.



Lo cierto es que a pesar de la magnitud y transcendencia de los acontecimientos que venimos relatando, todos ellos quedarían empequeñecidos si los comparamos con aquellos en que se verá envuelto inmediatamente después de las jornadas de julio -18, 19 y 20- del 1936, cuando un cúmulo de circunstancias, enormemente complejas, llevaron a Diego Abad de Santillán, a encontrarse en el momento y lugar precisos para escribir con su personalidad una de las páginas más significativas de nuestra historia. Pero no nos adelantemos. Conviene comenzar por el principio de tal manera, que el lector interesado pueda sacar sus propias conclusiones.


El primer acto: la batalla de Barcelona.


En otros trabajos ha quedado sobradamente demostrado que el movimiento libertario empezó a preparar desde mucho antes de febrero del 36, la defensa de la ciudad ante el inminente y seguro “alzamiento” de los militares. A tal efecto, existía un Comité de Defensa Confederal, formado inicialmente casi exclusivamente por miembros del prestigioso grupo anarquista “Nosotros”, en los que los Jover, Ascaso, García Oliver, Aurelio Fernández, “Valencia” y algunos pocos más, prepararon un plan de defensa de la ciudad, coordinando la acción de los también clandestinos grupos de defensa de barriada y de sindicato. 


Aurelio Fernandez y Durruti en una excursión a Las Planas

Aunque pobre, dados los medios de que se disponía, la aplicación de éste plan defensivo permitió, a la CNT-FAI, enfrentarse con alguna posibilidad a los militares sublevados, y a la postre, con la colaboración entusiasta del POUM, de algunos destacamentos de la Guardia Civil, Carabineros y de Asalto que se integraron de forma espontánea en los grupos de la CNT, así como la no tan entusiasta de las otras fuerzas políticas no fascistas, vencer a la sublevación de un ejército que, sistemáticamente desde el 1909 - Semana Trágica- se había interpuesto violentamente, entre los trabajadores y la conquista de sus reivindicaciones.



El grito de “¡Si se puede con el ejército!” que resonó por primera vez en la confluencia entre el Paralelo y Tapias, incendió Barcelona, recorrió como un vendaval toda Catalunya y llegó a Valencia y otras ciudades del estado republicano, dando alas a las multitudes, iniciando una revolución social de enormes proporciones que, cogió desprevenidas a todas las fuerzas políticas y sindicales, incluidas la CNT y la FAI. Pero como acostumbra a suceder, nadie se había preocupado de pensar en lo que se tendría que hacer una vez derrotados los militares facciosos. Este desconcierto, esta desorientación es más evidente en aquellos partidos y organizaciones electoralistas, como la ERC y otras, disimulándose un poco más, en aquellas en las que la participación popular es mayor, pero las afectó a todas profundamente. Desorientación, de la que en el caso de las organizaciones anarco-sindicalistas ya no se recuperarían más.


Jaume Miratvitlles, de ERC i colaborador de Lluís Companys

Uno de los intelectuales más capacitados de la izquierda republicana nacionalista, Jaume Miratvilles, preguntó en una ocasión a dos de los miembros más destacados en aquellos días de julio de la CNT que ¿quien había realizado la revolución en Barcelona, puesto que ninguna fuerza política o sindical podía arrogarse la iniciativa?, pregunta a la que Aurelio Fernandez respondió:”los piojosos”. Con éste calificativo, que en su contexto no tiene ningún carácter despreciativo, sino todo lo contario, se hace referencia al conjunto del pueblo, obreros, trabajadores de servicios, a sus familias, pero también a todos los marginados y oprimidos, a los sin trabajo, a los parias, es decir, a todos aquellos que a lo largo de tantos y tantos años, por medio de continuas luchas revolucionarias, se habían ido ejercitando en lo que con tan buen criterio, la FAI había denominado como “gimnasia revolucionaria”. 



Desde ésta perspectiva, 1909, 1917,1931, 1933 -incluso 1934- son el entrenamiento imprescindible, que permitiría en julio del 36, de una forma natural, un tanto espontánea, pero ni automática ni irreflexivamente, los trabajadores se lanzaran a la calle. Si, en defensa de la República, pero también para hacer la revolución, esperada por el pueblo desde el 1808, soñada el 14 de abril del 1931 y que permitiera a España, salir de su retraso multisecular.
El surgimiento instantáneo de multitud de Comités, de defensa, de sindicato, de barriada, de pueblo, de fábrica, de taller, de barricada, su inmediata coordinación en una denominada “Federación de Barricadas”, así como la puesta en marcha de una serie de medidas urgentes, necesarias y eficaces, tales como hospitales de campaña, comedores populares, incautaciones de abastos, etc., nos dan una primera muestra de lo que estaba empezando a suceder: la construcción desde la calle de un nuevo orden, de un nuevo mundo. No se trata de una ñoña idealización de lo popular, ni de la creencia en el genio que se esconde en todo bruto, pero difícilmente podemos comprender aquel periodo de nuestra historia, sin entender que la clase trabajadora de los años treinta, tenía una larguísima experiencia de duros combates, y una preparación intelectual y moral, adecuada para enfrentarse a esa situación, nueva sí, pero largamente esperada. Y todo ello, al margen, incluso en contra, de los deseos de sus dirigentes tradicionales, quienes tanto desde el gobierno, como desde el resto de los partidos y organizaciones del Front d’Esquerres, o desde los sindicatos, observaban con asombro y sorpresa, el nacimiento de una revolución a la que nadie había llamado, y a la que todos querrán controlar.


FRancisco Ascaso, poco antes de morir en el Asalto a les Drassanes

Mientras aún humea la pólvora, cuando se empiezan a limpiar las calles de cadáveres. Cuando el sol de la nueva era, justo asoma por el horizonte, estando el panorama dominado por la amenaza de los militares, que si bien han sido vencidos en Barcelona, pueden lanzarse desde Zaragoza en cualquier momento, los dirigentes, los líderes, los hombres representativos y todos aquellos que se sienten conductores del rebaño humano están desbordados. El terror a la revolución, el temor de verse apeados de su posición, les hará concebir un plan desesperado, irracional a primera vista y en función de las circunstancias, que contradecía todo lo pasado hasta el momento de las jornadas de julio, pero al que se acogerán como a un madero flotante en un naufragio en mar abierta.

El nacimiento del Frente Antifascista.

A primera hora del día 20 de julio, Companys después de dos días de continuas pesadillas, en los que se encuentra sólo, los teléfonos del Palau de la Generalitat sonando a todas horas sin que haya nadie para contestarlos, pues “nadie está en su sitio”, se reúne con los principales dirigentes del Front d’Esquerres de Catalunya. Después de analizar la gravedad de la situación, con Zaragoza y Sevilla en poder de los militares insurrectos, y la suerte de otras importantes ciudades como Valencia y Madrid en el aire, Companys les propone la formación de un gobierno de emergencia, que reuniese a representantes de todos los partidos, incluido el POUM.

Será precisamente Andreu Nin, ex-secretario de León Trotsky, y ahora convertido en dirigente circunstancial de su partido, tras la desaparición de Joaquim Maurín que como se sabrá más tarde, se encuentra detenido en Galicia en manos del enemigo y que curiosamente salvará la vida a pesar de ser bastante conocido, quien hará recapacitar a los reunidos que no se puede tomar ninguna resolución sin consultar previamente con la CNT-FAI. En numerosas ocasiones nos hemos preguntado ¿porqué Nin hace una propuesta como ésa?. Sería erróneo suponer que las relaciones entre la CNT-FAI y el POUM habían sido buenas, en realidad ni siquiera habían sido pasables. La práctica del entrismo seguida a pies juntillas por los militantes del BOC y de E.C., había llevado a la adhesión de la CNT a la III Internacional en 1920, y trabajo costó a los militantes anarcosindicalistas enmendar el entuerto; 


Joaquim Maurin

también la polémica entre J.Maurín y Joan Peiró sobre el porqué la clase obrera catalana era mayoritariamente anarquista había contribuido no poco a enrarecerlas 4. Enfrentamientos entre cenetistas y trotskistas se habían producido tanto a nivel ideológico, como práctico, y no fueron los acontecimientos de la Alianza Obrera y Octubre del 34 los únicos.
Nin no se equivocaba en ésta ocasión, cuando afirmaba que las jornadas de julio habían propiciado una situación excepcional. Les hará ver a todos que de nada va a servir un nuevo gobierno, que no tendría ninguna autoridad de momento sobre nadie. El poder no se hallaba entonces entre las ilustres paredes del despacho presidencial, ni siquiera entre los hombres allí reunidos. 



El poder está en la calle. Y en la calle, sólo se oye una consigna, que se pinta en las paredes, en los coches, en los taxis, en los tranvías, a la entrada de los cuarteles en manos de los militantes confederales, en las fábricas y mercados, que las bocinas repiten sin cesar, que la gente vitorea en todas partes “¡CNT!¡CNT!¡CNT!”, éstas siglas, como un nuevo ¡Ábrete, Sésamo! permiten acceder a todas partes, son ahora “salvoconducto y refugio”.
Pero Nin, al igual que le sucedió a Companys, a los dirigentes del Front d’Esquerres, así como a la práctica totalidad de dirigentes “históricos” de la CNT, se equivocaba del todo al atribuir la revolución a la CNT. No era la revolución de los anarcosindicalistas, ni mucho menos de los anarquistas. 


El poder no lo tenía en sus manos ni individual ni colectivamente, ninguno de los que desde el despacho del Comité Regional de la CNT -ahora instalado en el lujoso edificio del ex-Foment Nacional del Treball, la patronal catalana, también llamada casa Cambó, contestaron a un Companys un tanto sumiso y conciliador, que les invita a una reunión para “parlamentar”.
Nos explica García Oliver que “la situación en la Casa - llamada desde ahora hasta el final de la guerra - CNT-FAI, no era muy diferente, por lo que se refiere a desconcierto, de la que se producía en el Palau de la Generalitat. La sede se había convertido en el lugar más concurrido de la ciudad. Cientos de comités revolucionarios de todo tipo acude allí a buscar consignas, a comunicar hechos, a recabar información, a coordinarse, a exigir decisiones de los comités teóricamente responsables, es un auténtico maremagnum”. 


Sigue explicándonos “no se había podido hacer aún ni un traslado. Todo se improvisa, una actividad frenética, caótica emanaba desde allí en todas direcciones. Ese caos en contacto con las situaciones va generando algo a lo que no deberíamos llamar orden, sino un nuevo estado, en todo caso, un orden fluido, cambiante. En esa situación de desorientación general, y de cansancio físico extremo -algunos llevan tres días sin dormir o descansar-, la llamada de Companys produce el efecto de una bomba. Nadie sabe que responder.

Marià R. Vazquez, secretari del Comité Regional de la CNT

“Marianet” en aquel entonces Secretario del Comité de la Regional Catalana convoca urgentemente a una reunión. ¿De qué? ¿de los Comités orgánicamente constituidos?, ¿quizás de los Comités revolucionarios que dominan la calle?; ¡no!, de “hombres representativos” de las diversas tendencias y grupos que por entonces se reparten el control de la CNT y de la FAI. Asisten a esa primera reunión, además de “Marianet” -Mariano R. Vazquez-, Durruti, García Oliver y Federica Montseny -armada con una pequeña pistolita de cachas anacaradas-, nuestro Diego Abad de Santillán -también armado con una enorme pistolota mauser reglamentaria del ejército -, que según la opinión siempre mordaz de García Oliver no habían sido utilizadas en los combates callejeros por sus poseedores, por la sencilla razón de no haber participado en ellos. La reunión de “hombres representativos” decide enviar una numerosa y fuertemente armada delegación, aunque sólo sea “para recabar información”, pues no se descartaba totalmente una emboscada, que por otra parte, hubiese sido de esperar, dadas las tradicionales relaciones entre la Generalitat y las fuerzas del Front d’Esquerres con la CNT-FAI, a lo largo de muchos años, y como efectivamente pudo suceder ya en aquellos instantes.

Conviene detenerse un momento para analizar ésta decisión; el procedimiento seguido no es en absoluto habitual, ni siquiera para una organización tan anti burocrática como la CNT. Una reunión de “hombres representativos” carece de toda autoridad, de toda representatividad. Años y años de lucha antiautoritaria, de proclamas contra los líderes y dirigentes de todo tipo, de reproches a las organizaciones burguesas y obreras, de condenas contra los pastores de ovejas, todo ello, para actuar exactamente igual en el momento de la verdad. Este es un momento decisivo. Tal vez no hubiera en aquellas agitadas horas ninguna otra posibilidad, pero con el paso de los años, todos los protagonistas de aquellos días coinciden en señalar las funestas consecuencias de ésta decisión, que condicionará el devenir de los acontecimientos en los siguientes días, semanas, afectando al futuro de la guerra y de la revolución. Años más tarde, Abad de Santillán confesará que la revolución les vino grande a los dirigentes de la CNT, que no tenían tiempo de pensar en las decisiones que tomaban.
Algunos de los “hombres representativos” se dirigen pues hacia el Palau de la Generalitat, en una larga caravana de automóviles -para recorrer los menos de trescientos metros que les separaban de el-. Curiosamente, el grueso del grupo lo forman los hombres del grupo “Nosotros”, con el añadido de Diego Abad de Santillán, y no menos significativa es la ausencia de Mariano R. Vazquez –el Secretario del Comité Regional de la CNT-, así como de Federica Montseny, al “parlamento” que se va a desarrollar. Es una verdadera lástima no disponer del espacio suficiente como para reproducir la detallada relación de ésta entrevista entre Companys y los “representantes” de la CNT con “el fusil entre las piernas”- en la versión de J.García Oliver-. 


Político hábil como pocos, Companys, no sólo consiguió convencer a los de la CNT de que “solo vosotros habéis vencido a los militares fascistas” y de que “si no me necesitáis, o no me queréis como President de la Generalitat, decídmelo ahora, que yo pasaré a ser un soldado más en la lucha contra el fascismo” y de que “podéis contar conmigo y con mi lealtad como hombre y de político que desea fervientemente que Catalunya marche a la cabeza de los países más adelantados en materia social”. Con éstas palabras Companys logró convertir a los aguerridos militantes confederales en cándidas palomitas, convencidas de la sinceridad de un Companys, presentado como ejemplo de “liberal avanzadísimo que no temía a las más audaces realizaciones de tipo social”, con ello, además de la desorientación se evidenció una falta de memoria histórica decisiva.

Tras éste recibimiento, les invita a reunirse con los delegados de los partidos políticos del FEC, pues como President de la Generalitat les “haría una proposición con vistas a dotar a Catalunya de un organismo apto, para proseguir la lucha revolucionaria hasta afianzar la victoria”. En otras palabras, les propondría la creación de un Comité de Milicias que tuviera como cometido el encauzar la vida de Catalunya, profundamente transformada por el levantamiento fascista.
Ciertamente, los hombres de la CNT se retirarán, sin darle una respuesta, pues sólo han acudido para recabar información. Pero de hecho, ya han mordido el anzuelo. Está gestándose el Frente Antifascista.
Al negar los tradicionales principios de acción directa, de antiestatismo, al prestarse a la colaboración con el Estado, permitiendo que Companys continúe haciendo de President de una Generalitat de la que prácticamente no quedaba nada en pie, lo mismo que de la antigua administración, o del ejército, o de las fuerzas del orden público, ni de nada, los anarcosindicalistas han perdido totalmente la orientación y la guía, que les permitió convertirse en la principal organización obrera de Catalunya y en la esperanza de miles de hombres y mujeres que en toda España, soñaban con una revolución que por primera vez acabase con la España de la sinrazón, con la España de la injusticia, el abuso y el privilegio, es decir, con la España negra.

Cuando Companys se queda solo con los dirigentes del FEC, Camorera de la USC propone a Companys, la creación de unas milicias de la Generalitat para que “disputen el dominio de la calle a la CNT-FAI”. Será nuevamente Andreu Nin, quien haga comprender a los allí reunidos, que dada la correlación de fuerzas, el resultado es por lo menos dudoso. Según refiere el propio Nin, Companys pierde definitivamente el dominio de sí y le impreca:”¿porqué los del POUM y la CNT-FAI no toman el poder de una vez, con toda responsabilidad y hasta las últimas consecuencias?”.
El Frente Antifascista nace como una realidad absurda, con las tareas propias que nadie quiere, pero que de alguna manera se intuye como inevitable. Se levantará sobre múltiples errores de apreciación, así mientras que para Companys se trata exclusivamente de un organismo de tipo militar, para la opinión de los hombres representativos de la CNT-FAI se trataba de un organismo que asumiría el papel de “encauzar” la vida de la sociedad barcelonesa y catalana, pero sobre todo, y en un primer momento, se convirtió en instrumento para neutralizar los “transtornos” ocasionados por el levantamiento fascista. 


Abad de Santillan con su esposa Elisa Katter

Veamos, los hombres de la CNT-FAI están sorprendidos, tanto que Abad de Santillán, a pesar de los años transcurridos escribiría:  “Espectáculos como el del 20 de julio, después de la caída de Atarazanas, se ven muy pocas veces en la vida de una generación y las registra raramente la historia: Con que sinceridad se fraternizaba. No había partidos, no había organizaciones, ¡había solamente un pueblo en la calle!, un pueblo con un solo pensamiento, con una sola voluntad, un solo brazo” y continúa: ”Para llegar hasta allí, habían sido necesarios partidos y organizaciones, doctrinas, propaganda; ahora no hacía falta más que llevar, cada cual, lo que tuviese al pueblo”. Resulta sorprendente, prodigioso, como de repente se pueden olvidar decenas de años de luchas, de persecuciones, de enfrentamientos incluso armados, en unas pocas horas, al calor de una acción excepcional, eso sí, se dejan de lado convicciones profundamente arraigadas, todo un ideario (?). 


Es sin lugar a dudas un auténtico misterio, el cómo aquellos hombres confraternizaban, uno llegaría a creer leyendo a D. Abad de Santillán y a otros, que los trabajadores revolucionarios de la CNT estaban colaborando con los hombres de negocios de la ERC, que apenas una semana antes los dejaban sin trabajo, o los denunciaban a la policía, o con los socialistas que aún a finales de mayo, inicios de junio, con motivo de la huelga de la construcción de Madrid, se resolvían a tiros unos enfrentamientos entre ugetistas-comunistas-guardias de asalto y hombres de la CNT-FAI. Una cosa muy diferente son los militantes de base, los simples afiliados a la UGT, o votantes de las formaciones políticas del Front d’Esquerres, esos si podían confraternizar, porque ellos son el pueblo -los dirigidos, los piojosos-. Pero ya hemos visto como las organizaciones no dejaron de lado ni por unos días sus disputas y agresiones, y si bien, el 20 de julio, Nin consigue impedir un enfrentamiento suicida de las organizaciones del Front d’Esquerres con la CNT, su ingenuidad será pagada muy cara, cuando los estalinistas del PCE-PSUC se sientan lo suficientemente fuertes y arropados, como para plantearse la aniquilación del POUM y el definitivo alejamiento de la CNT del protagonismo social y revolucionario, tal y como evidenciaron los acontecimientos de Mayo de 1937 en Barcelona, Aragón y otros lugares de la geografía peninsular republicana. 


La revolución que surgirá de las llamas de aquellos días de julio del 36, fue la obra del pueblo trabajador, encuadrado mayoritariamente -por lo menos en Barcelona- en la CNT, lo cual no debe hacernos creer que la revolución es la revolución de la CNT o anarquista. Lamentablemente, los quinientos últimos años de nuestra historia parecen conducir inexorablemente, una y otra vez, hacia una revolución necesaria, pero hasta aquel momento frustrada.



Fascinados por el poder.

Cuando regresan a la sede del Comité Regional de la CNT, la desorientación, el olvido y el anzuelo de Companys, ya han dado sus frutos. A pesar de todo, se convoca a una asamblea de la Federación local de sindicatos, en la que por necesidades del momento se permite la entrada a federaciones de otras comarcales y grupos. Allí, por primera vez, el movimiento libertario de nuestro país deberá enfrentarse de forma decidida con la cuestión del poder, ya no de una manera teórica, sobre el papel, sino de manera absolutamente práctica. No insistiremos nuevamente, en la precariedad de la legalidad organizativa, en el procedimiento, es de suponer, que en aquellas extraordinarias circunstancias no se hilase muy fino, en cuestiones de representatividad, tampoco creemos que el resultado hubiese sido muy diferente en el caso contrario. Lo verdaderamente importante y significativo, fue el contenido de los debates, que se iniciaron inmediatamente y que se prolongarían a lo largo de los meses posteriores, mucho más allá del entusiasmo inicial, cuando ya el esfuerzo y el ardor revolucionario se hubieron consumido.

Aunque lamentablemente, no existen actas que guarden la memoria de aquella interesante y trascendente reunión, se ha podido reconstruir con bastante precisión el desarrollo de los mismos, o por lo menos en la intervención de los protagonistas más destacados. En síntesis, la reflexión se planteó en los siguientes términos: “Somos los dueños de Catalunya. Tomamos el poder prescindiendo de los republicanos, socialistas y comunistas, o colaboramos con la Generalitat”. En torno a éste dilema se manifestaron dos posiciones encontradas. Por un lado, Marianet, García Oliver, Durruti y Aurelio Fernández, se mostraron contrarios a la toma del poder, tal y como era de esperar por parte de los integrantes del grupo “Nosotros”, para García Oliver, no era viable la toma del poder, a la que se identificaba con la dictadura (?), dada la verdadera correlación de fuerzas, puesto que “si tomamos el poder, el Gobierno central y los gobiernos extranjeros se opondrán a nosotros”, el corolario natural de ésta argumentación era lógicamente, la colaboración con la Generalitat en el Comité Central de las Milicias Antifascistas de Catalunya. 


En el otro extremo, se encontraban Federica Montseny, Germinal Esgleas y Diego Abad de Santillán, para ellos el problema del poder ya estaba resuelto, se encontraba en manos de la CNT-FAI, que dirigía las milicias, controlaba el orden público, y la economía “¿para que pactar con el gobierno?”. 


Antonio Escorza, con muletas.

Antonio Escorza de la FAI, decía: “Tenéis la gallina en el gallinero y discutís sobre la propiedad de los huevos. Esta cuestión ya ha sido resuelta hace tiempo... Debemos utilizar el poder del gobierno de la Generalitat para colectivizar el campo y sindicalizar la industria... Así desalojaremos a las antiguas organizaciones y partidos. El sindicalismo se convertirá en la base de una nueva sociedad”.
Aquel 21 de julio se decidió finalmente postergar la cuestión del comunismo libertario, hasta que se venciera a los fascistas, y aceptar la colaboración propuesta por Companys. Tan sólo la Federación Local del Baix LLobregat se manifestó en contra. Según nos cuenta Santiago Cánovas Cervantes, que fue director de “Solidaridad Obrera”, los hombres representativos de la CNT, aceptaron aquella decisión a regañadientes, pero se sentían tan seguros de su poder, tan llenos estaban de confianza en sí mismos, que exageraron su generosidad, permitiendo que la revolución social que los militantes de la CNT habían realizado, y que sólo ellos podían continuar, fuera controlada por unos organismos e instituciones en las cuales ellos estarían en minoría, se justificaban diciéndose “ésta vez no queremos que se diga que el pez grande se come al chico”, pero en la práctica de la política, esa ingenua frase se convirtió en un arma para neutralizar a los hombres de la CNT-FAI, y cumplido el tiempo, para aniquilar a la revolución.

El dilema de “o dictadura anarquista” o “colaboración y democracia”, era en realidad un falso dilema, existía sólo para esos “hombres representativos”, que interpretaron abusivamente sus propias funciones de delegados, o de hombres de acción, de líderes naturales, arrogándose la función de dirigir la revolución popular. En el fondo, tal y como señala Vernon Richards:  “sufrían del mal de todos los mandamases: cautela, temor al desenfreno de las masas, distanciamiento de los anhelos de las mismas, y un sentimiento mesiánico de que todo saber e iniciativa proceden de lo alto y que a las masas no les cabe otro papel que el de acatar las órdenes sin discusión, las órdenes dictadas por ellos naturalmente, los superhombres”. 
No puede pues extrañarnos que con semejante mentalidad, los líderes de la CNT-FAI, hayan sucumbido a la fascinación del poder, colaborando con los restos del aparato gubernamental, en la ardua tarea de su reconstrucción, la cual comportaba -y eso es lo más grave- la destrucción de los organismos del poder revolucionario, que "los piojosos" estaban construyendo siguiendo con gran aproximación, los planteamientos y criterios de la CNT.

Por arte de birlibirloque, la construcción del Comunismo Libertario, se identificaba a dictadura anarquista; de la misma manera, colaboración con las fuerzas políticas del Front d’Esquerres quería significar democracia. Suponiendo que el momento no fuera el adecuado para la profunda transformación que se estaba llevando a cabo en la calle, tampoco puede pensarse que la colaboración con los partidos políticos era la única alternativa posible. De hecho, la CNT-FAI eligen el peor de los momentos de la historia para iniciar una colaboración con unas fuerzas e instituciones, que no habían hecho hasta el momento, otra cosa que perseguir, difamar y combatir a la CNT-FAI, precisamente cuando aquellos están prácticamente sumergidos, arrollados, por la oleada revolucionaria. El argumento clave era que “ahora España luchaba contra el fascismo internacional, y teníamos que ganar primero la guerra y después proceder a la revolución social. Y para ganar la guerra era necesario colaborar con todos los partidos opuestos a Franco”.

Goering y otro alto general alemán, observan el mapa de la Península Ibérica.

El error de éste planteamiento, se produce casi en los primeros momentos de la lucha en las calles, cuando los trabajadores mostraron su arrojo y decisión de ofrecerse como voluntarios en gran número para liberar las zonas ocupadas por los militares fascistas. La iniciativa siempre permaneció entre las filas del pueblo, mientras que los políticos de todo tipo, se encontraban absolutamente desorientados y perdidos, incluso algunos, fueron más allá, al negarse a dar armas al pueblo, o por lo menos a disolver un ejército anticonstitucional, con lo que muchos de los soldados hubiesen podido desertar, o incumplir las órdenes emanadas de sus superiores directos, desautorizados por el gobierno. En consecuencia, ¿cómo podía beneficiar al pueblo la colaboración con los políticos?. La consigna de los líderes de la CNT-FAI “primero ganar la guerra y después hacer la revolución” no fue el primero, pero quizás sí fue el de mayor gravedad de los cometidos, en una larga serie de errores que se fueron sucediendo uno tras otro, y los políticos no dejaron pasar la oportunidad de explotarlo en provecho propio.

Abad de Santillán se dio cuenta del error, pero sólo cuando ya era demasiado tarde: “Sabíamos que no era posible triunfar en la revolución si no se triunfaba en la guerra, y por la guerra lo sacrificamos todo. Sacrificamos la revolución misma sin advertir que ese sacrificio implicaba también el sacrificio de los objetivos de la guerra”.
No comprendemos como para aquellos “avezados” militantes, curtidos en cien batallas, era posible identificar anarquismo y dictadura, evidentemente, cuando los anarquistas hubiesen intentado imponer sus criterios al pueblo, hubiesen dejado de ser automáticamente anarquistas. Puesto que la sociedad anarquista nunca podrá ser instaurada por la fuerza de las armas, la CNT-FAI no podía utilizar las armas para imponer en Catalunya el Comunismo Libertario; pero sí que podían utilizarse en defensa de la revolución y de las libertades conquistadas por su militancia, a base de luchas, esfuerzo y sacrificio. Hasta aquel preciso momento, el papel de los anarquistas en cualquiera de las revoluciones había sido el mismo, incitar al pueblo a abolir la propiedad capitalista y las instituciones por medio de las cuales ésta manifestase su poder que permite que una minoría explote a la mayoría.



A poco que observemos la realidad de aquellos días se hace evidente que aunque la revolución social anarquista no era aceptada por la totalidad de la población, los trabajadores catalanes, habían demostrado su resolución de llevar a cabo una amplia y profunda revolución social, que tal y como se desarrollaron los acontecimientos, parecía encaminarse hacia algo bastante parecido a una sociedad por lo menos libertaria, de ahí que la función de los anarquistas tuviera que ser otro, muy diferente a la colaboración, a saber, “apoyar, incitar y estimular el desarrollo de la revolución social, haciendo fracasar todo intento de reorganizarse por parte del Estado burgués”.
El poder descansa siempre sobre tres supuestos principales: que tenga una fuerza armada y unos medios de represión de masas , que disponga de un aparato de información y que controle la economía, ninguna de éstas cosas estaba en manos de los gobiernos, ni de la Generalitat, ni de la República. Los tres, se encontraban en manos del pueblo. El gobierno, sólo controlaba por lo menos de nombre, las reservas de oro, aspecto éste que no debería pasarnos por alto, dada su gran transcendencia. 



Buenaventura Durruti, ideó un plan para apoderarse de las reservas de oro del Banco de España, toda vez que ni el gobierno de Madrid ni la Generalitat querían dar dinero para comprar armas para el frente, pero su proyecto fue paralizado, por la insistente negativa de Abad de Santillán y otros “hombres representativos”, asustados por las consecuencias que dicha acción podía generar en el frágil Frente Antifascista.
Una vez más, pasados los años, Abad de Santillán reconocería: “Había de ser nuestra la primera guerra que se perdiera por falta de armamento, cuando había en el tesoro nacional con qué comprarlo”.
La colaboración de la CNT-FAI, en las instituciones del Frente Antifascista, tales como el Comité Central de las Milicias Antifascistas de Catalunya, como en todos los Comités Revolucionarios que se vieron sometidos a aquel: CENU, Patrulles de Control, industrias colectivizadas, Tribunales Revolucionários, etc., o más tarde en los diferentes gobiernos, tanto de la Generalitat de la que Abad de Santillán llegó a ser “Conseller”, o de la República, del que fueron ministros García Oliver (!), Federica Montseny (!), Joan Peiró y Juan López, a juzgar por los testimonios y, desgraciadamente, también por los resultados, no redundó en absoluto en la mejora de la situación militar, ni siquiera en una mayor eficiencia a la hora de solucionar la multitud de problemas existentes, o en un mayor sentimiento de unidad real, como la de los que se ven obligados a compartir la mayor de las desgracias -la guerra-, o a disminuir los abismos y recelos existentes entre los integrantes del bando antifranquista. 


No hay ninguna duda, lo único que salió beneficiado del deslumbramiento sufrido por aquellos militantes confederales, con todas sus consecuencias, fue el prestigio del gobierno, del poder, de la autoridad, de las jerarquías sociales, del mando único, y con ello, los ideales anarcosindicalistas, la CNT como organización al servicio de la revolución, del pueblo, quedaron absolutamente desprestigiados. 

León Trotsky, una de las mentes más profundas y aceradas del pensamiento socialista, no desaprovechó la ocasión de evidenciar parte de la verdad: “Los anarquistas revelaron su fatal incomprensión de las leyes de la revolución... Si hubiesen sido verdaderos revolucionarios habrían propuesto ante todo la formación de soviets y consejos en los que estuviesen representados los obreros de la ciudad y del campo, incluso los más pobres. Por supuesto los obreros revolucionarios hubiesen ocupado una posición predominante en ellos. El proletariado se hubiera hecho consciente de su fuerza invencible. El aparato del estado burgués habría quedado suspendido en el aire. Un solo golpe lo habría pulverizado... Demostraron ser la quinta rueda en el carro de la democracia burguesa. Pronto perdieron también esa posición, porque nadie necesita una quinta rueda...ésta es prueba suficiente de que el anarquismo es una doctrina contra-revolucionaria. Quien renuncia a la toma del poder se lo da a quienes lo han tenido siempre, es decir a los explotadores.... pero sus propios dirigentes ya no creían que su programa fuera realizable”. 
Ciertamente el texto de Trotsky incluye también una buena dosis de falacia e ignorancia de lo que estaba sucediendo, pero en lo fundamental parece acercarse bastante a la realidad de lo sucedido. Lo confirma el estudio detallado del retroceso revolucionario; cada paso en el sentido de la colaboración antifascista tiene un efecto de retroceso inmediato en la sociedad, en la vida, pero también en el frente... Buenaventura Durruti fue de entre ellos el primero que no pudo resistir la contradicción, marchándose al frente con su columna dedicándoles a los demás frases evidentes:”Yo me cago en vuestras responsabilidades de burócratas”, o la más lacónica de todas ellas “renunciamos a todo..., menos a la victoria”. 

En la confusión subsiguiente todo quedó trastornado, quienes criticaban la colaboración con el gobierno, acaban investidos de la dignidad ministerial, los que parecían más dispuestos, son los que antes reconocen su error: “Se equivocan los que creen que sin la colaboración en la responsabilidad gubernamental, la CNT hubiese perdido posiciones harto legítimas. La materialidad de la fuerza no tienen sus raíces en la fuerza misma, sino en la autoridad moral, y la autoridad moral de la CNT, fuera ahora inmensamente mayor de haber colaborado, noble y abnegadamente, como siempre lo hiciera, sin apetecer ni aceptar carteras, ni conserjerías, ni cargos... Con una conducta así, la CNT hubiera mantenido una autoridad tan fuerte como para que nadie hubiera dejado de tenerla en cuenta”.

La guerra fue de mal en peor, más tarde, cuando las fuerzas del gobierno, fueron lo suficientemente fuertes, y se encontraban en manos de los comunistas, sencillamente de un manotazo se desprendieron de todo lo que les recordaba la revolución, y evidentemente, la CNT, la FAI y ¡como no!, el POUM cogido en medio, o fueron eliminados físicamente, o perdieron toda opción y protagonismo -la quinta rueda-.
Ya hemos mencionado la opinión de Diego Abad de Santillán, así como su análisis de los efectos ocasionados por la fascinación del poder. No debiéramos concluir por ello, que los “hombres representativos” merecieran la suerte del olvido o la ignominia, por no saber estar a la altura de las circunstancias. Máxime si tenemos en cuenta que por ejemplo, él mismo fue autor de unas frases como las que siguen, que sin lugar a dudas, se encuentran a años luz de sus actuaciones tras aquellos terribles días de julio del año 36.

“La revolución es algo integral que debe modificar todos los aspectos de la vida humana...El simplismo de la rutina ha hecho surgir la ilusión de las revoluciones milagrosas, totalitarias...La revolución es algo más que el control obrero sobre los medios de producción, o que la autogestión, es creadora de nuevas formas de vida... la revolución no se hace en las barricadas, aunque éstas puedan ser inevitables, sino en el terreno de la conciencia. La revolución exige un hombre nuevo y una sociedad nueva, ya que no habrá anarquía, sino hay hombres capaces de vivirla, de demostrar que no hacen falta amos ni tiranos... Una revolución permanente es desde ahora mismo, sin esperar a esa insurrección, a esas barricadas, la condición más importante...La justicia y la libertad son la esencia de la revolución, habrá que defenderlas siempre, incluso después de hecha la revolución, porque incluso el organismo económico de la revolución puede degenerar en un burocratismo que mate la libertad... El contenido de la revolución no está en los credos políticos y sociales, sino en lo que la humanidad doliente ha hecho germinar en su espíritu de acuerdo con su nivel de cultura y sus necesidades. Una revolución, no nos dará más grado de libertad que aquella a que seamos acreedores, ni nos hará avanzar más allá de donde seamos capaces de ir... La verdadera revolución es la que llevamos dentro de cada uno...Mas allá del ideal que nosotros proponemos, surgirá otro ideal de progreso y libertad, que ahora no podemos ni imaginar.
Esperemos que éstas palabras y frases se graben profundamente en la mente y en el corazón de aquellos, que en ésta o en la siguiente generación, se encuentren en circunstancias semejantes, de manera que, a la fin nos veamos libres de la FASCINACION DEL PODER.
Artículo aparecido en la Revista Antrophos nº138.