dissabte, de novembre 28, 2009

HERMANN HESSE: ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE.

Ninguno de los libros de este mundo
te aportará la felicidad,
pero secretamente te devuelven
a ti mismo.

Allí está todo lo que necesitas,
sol y luna y estrellas,
pues la luz que reclamas
habita en tu interior.

Ese saber que tú tanto buscaste
por bibliotecas, resplandece
desde todas las páginas,
puesto que es tuyo ahora.




Hacía mucho tiempo que deseaba compartir con vosotros mis impresiones sobre uno de mis más admirados escritores, con quien he pasado deliciosos momentos perdido entre los muchos pensamientos que su obra me ha sugerido.
Buscando información para éstas páginas, encontré casualmente el texto que sigue, del que no puedo daros la referencia pues no he sido capaz de  volver a encontrarl, espero que si su autor lee éstas notas sepa disculparmepero que comparto plenamente y que ilustra a la perfección aquello que siento en mi interior.

"¿Tú lees a Hermann Hesse? ha sido una pregunta que he hecho muchas veces en mi vida porque me parece importante saberlo. Quiero saber algo de la persona a quien pregunto, algo central, una especie de complicidad, de participación de un secreto, de un misterio que no tiene un nombre muy preciso, pero que ahí está: yo sé que tú sabes lo que yo sé, «no para todos, sólo para algunos». Siento un misterio en torno a Hesse, que es central en su vida, en sus novelas y maneras de ver el mundo. No le pregunto a otros si leen a Proust, Mann, Rilke o Eliot, no, no es lo mismo".
Novelista, poeta y pintor alemán, nacionalizado suizo. A su muerte, se convirtió en una figura de culto en el mundo occidental, en general, por su celebración del misticismo oriental y la búsqueda del propio yo. Hermann Hesse nació el 2 de julio de 1877 en Calw, Alemania. 
Hijo de un antiguo misionero, ingresó en un seminario, pero pronto abandonó la escuela; su rebeldía contra la educación formal la expresó en la novela Bajo la rueda  (1906). En consecuencia, se educó él mismo a base de lecturas. De joven trabajó en una librería y se dedicó al periodismo por libre, lo que le inspiró su primera novela, Peter Camenzind (1904), la historia de un escritor bohemio que rechaza a la sociedad para acabar llevando una existencia de vagabundo. 
Durante la I Guerra Mundial, Hesse, que era pacifista, se trasladó a Montagnola, Suiza; se hizo ciudadano suizo en 1923. La desesperanza y la desilusión que le produjeron la guerra y una serie de tragedias domésticas, y sus intentos por encontrar soluciones, se convirtieron en el asunto de su posterior obra novelística. 
Sus escritos se fueron enfocando hacia la búsqueda espiritual de nuevos objetivos y valores que sustituyeran a los tradicionales, que ya no eran válidos. Demian (1919), por ejemplo, estaba fuertemente influenciada por la obra del psiquiatra suizo Carl Jung, al que Hesse descubrió en el curso de su propio (breve) psicoanálisis. El tratamiento que el libro da a la dualidad simbólica entre Demian, el personaje de sueño, y su homólogo en la vida real, Sinclair, despertó un enorme interés entre los intelectuales europeos coetáneos (fue el primer libro de Hesse traducido al español, y lo hizo Luis López Ballesteros en 1930).
Las novelas de Hesse desde entonces se fueron haciendo cada vez más simbólicas y acercándose más al psicoanálisis. Por ejemplo, Viaje al Oriente (1932) examina en términos junguianos las cualidades míticas de la experiencia humana. 
Siddharta (1922), por otra parte, refleja el interés de Hesse por el misticismo oriental —el resultado de un viaje a la India—; es una lírica novela corta de la relación entre un padre y un hijo, basada en la vida del joven Buda. 
El lobo estepario (1927) es quizás la novela más innovadora de Hesse. La doble naturaleza del artista-héroe —humana y licantrópica— le lleva a un laberinto de experiencias llenas de pesadillas; así, la obra simboliza la escisión entre la individualidad rebelde y las convenciones burguesas, al igual que su obra posterior Narciso y Goldmundo (1930).
La última novela de Hesse, El juego de abalorios (1943), situada en un futuro utópico, es de hecho una resolución de las inquietudes del autor. También en 1952 se han publicado varios volúmenes de su poesía nostálgica y lúgubre. Hesse, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1946, murió el 9 de agosto de 1962 en Suiza.



Hermann Hesse a los tres años


“Nací hacia el término de la Edad moderna y poco antes de que el segundo comenzara a retroceder hacia la Edad Media, bajo el signo de Sagitario, con un aspecto favorable de Júpiter. Mi nacimiento tuvo lugar en el atardecer de un cálido día de julio y la temperatura, a esa hora, es algo que he buscado y amado inconscientemente toda mi vida", escribió en una nota autobiográfica Hermann Hesse, el último romántico alemán, quién recibió, en 1946 y concluida la Segunda Guerra mundial, el Premio Nobel de Literatura por una obra realizada, en su parte principal, en vísperas y durante la Iª GM.
Hermann Hesse nació el 2 de julio de 1877, en Calw, en la Selva Negra, de padre alemán- báltico y de una madre semi-francesa, nacida en la India e hija de un misionero. "El origen de mi familia pertenece a dos naciones tan distintas, dio por resultado el que yo fuera perteneciente a dos naciones dio por resultado el que yo no fuera susceptible a sentimientos nacionalistas", ha dicho Hesse. "Dos veces he cambiado mi nacionalidad y hoy día soy un ciudadano suizo. Sin pretender que Suiza sea una nación de semidioses, soy, en el fondo de mi corazón, un admirador y partidario de nuestro estado político".




 
A los 9 años de edad


Hesse se educó en el Gymansium (Liceo) de su población natal, pero, rebelde a la estricta disciplina de la educación alemana, fue expulsado de allí lo mismo que de casi todos los colegios en los cuales estuvo después, incluso del Seminario teológico de Nambronn. En esta última ocasión, y al hallar una vez más la tormenta, huyó del seminario y estuvo perdido por varios días sin atreverse a regresar a su hogar. Cuando lo hizo, ingresó como aprendiz a un taller de mecánica. Pero, como no sintiera allí muy en su elemento, se empleó en una biblioteca, donde devoró todos los libros que tuvo a su alcance, nutriéndose de literatura clásica y moderna".



Hacia los 20 años.


Desde los trece años, Hermann Hesse había anhelado llegar a ser un poeta. Finalmente consiguió este objetivo, a los 26, con su primer volumen de "Gedichte" (Poesías), bien recibido por la crítica y al cual siguió, con un éxito aun mayor, su primera novela, "Peter Camenzind", la historia de un soñador que después de compartir la bohemia de los artistas decadentes de París, descubre, a través de la revelación del espíritu de San francisco de Asís, la vida íntima de la naturaleza que él desea en el fondo llevar. Esta obra obtuvo, entre los años 1904 y 1909, más de cincuenta ediciones consecutivas.
En 1094, Hesse contrajo matrimonio con María Bernuoilli, de Basilea, de la cual tuvo un hijo. En 1905 fundó, y fue codirector de él, el periódico "März", dirigido principalmente contra el gobierno personal del káiser Guillermo II, "aunque sin tomar muy en serio esta finalidad política". Aquel mismo año publicó su segunda novela, "Untern Rad" (Bajo la Rueda), estudio psicológico de un muchacho bajo la tiranía del régimen educacional alemán, a la vez que una sátira contra la inestabilidad de los planes de enseñanza en la instrucción pública. Siguieron "Diesseits", cinco narraciones de amor que revelan profundidad psicológica y emoción, "Nachbarn" (Vecino, 1908), en que describe la vida de un pueblo pequeño, y dos novelas, "Gertrud" y "Rotzhelde" (1914). Por aquella época, Hemann Hesse había llegado a ser uno de los escritores más populares de Alemania. "Durante un tiempo", dice en su ensayo autobiográfico, publicado en 1925 en la "Neue Rundschau" de Bérlin, "mi vida exterior siguió un curso sereno y placentero. Tenía una esposa, hijos y una casa con un jardín. Escribía mis libros, era estimado como un poeta amable y vivía en paz con el mundo... Viajé extensamente por suiza, Alemania, Austria, Italia y la India. Todo parecía estar en orden. Luego llegó el verano de 1914 y, tanto exterior como interiormente, todo adquirió un aspecto distinto".



Con sus padres


La guerra significó efectivamente un enorme trastorno para Hesse, quien se rebeló contra la violencia y la sangre, contra el altisonante patriotismo de los discursos oficiales y la incitación al odio y la violencia. Una pequeña experiencia que le ocurrió en un hospital, lo impresionó fuertemente. Durante el primer año de la guerra trató de enrolarse como voluntario en un hospital militar, donde, para ese objeto, se puso en contacto con una enfermera solterona, quien le habló con entusiasmo de la guerra, que había proporcionado una razón de ser a su existencia hasta entonces vacía, y de la satisfacción que experimentaba ante el hecho de vivir en lo que ella llamaba la Edad Heroica. Mientras oía sus palabras, Hesse no podía apartar sus ojos del espectáculo de los soldados mutilados en torno suyo. Un día, dominado por estos pensamientos, publicó un artículo en el que expresaba las dudas que lo atormentaban y se lamentaba de que los hombres no encontrasen nada mejor que predicar el odio, propagar falsedades y pensar en el infortunio como algo estimables. El artículo provocó un escándalo y Hesse fue declarado traidor a su patria. 




Aquella experiencia trajo consigo la segunda gran transformación de su vida. La primera había ocurrido cuando tomó la decisión de convertirse en un poeta. En aquel entonces se había encontrado en conflicto con el mundo que le rodeaba. Ahora, otra vez todo volvía a fallar y nuevamente se sentía desdichado y solo en un ambiente de hostilidad e incomprensión. Para escapar de él, se fue a vivir a Berna, en Suiza, ciudad que se había convertido en el centro de la diplomacia alemana, de la neutral y enemiga a la vez, y se había superpoblado, de la noche a la mañana, con diplomáticos, agentes políticos, espías, periodistas y especuladores. "El aire en torno mío era una verdadera red de espionaje y contra- espionaje, de informes, intrigas y actividades políticas y privadas... y durante todo aquel tiempo yo no me enteré de nada", cuenta Hesse. "Yo era vigilado y espiado por el enemigo, por los neutrales y por mis propios compatriotas alternativamente. Sólo mucho tiempo después, conocí, por primera vez, algunos detalles, sin llegar a comprender cómo había podido sobrevivir incólume en medio de aquella atmósfera.



Pintura de nuestro autor.

En la primavera de 1919, terminada la Guerra, Hesse, se radicó definitivamente en Montagnola, Suiza, donde vivió a partir de entonces en una especie de retiro budista. Aquel mismo año publicó su célebre "Demian", subtitulada "Historia de la Juventud de Emil Sinclair", especie de novela psicoanalítica resultante de su estada en Berna, centro del psicoanálisis, a la vez que un manifiesto dirigido a las nuevas generaciones de Alemania. "Demian" traza el proceso del desarrollo mental y de la educación que lo hace víctima de un chantaje del cual lo rescata Max Demian, a quien vuelve a encontrar más tarde en su camino y quien le señala el camino final a través de la "Madre Eva". Esta obra, especie de "entiwicklungsromane" (Novela en desarrollo) o poema en prosa, en la que se reconocieron las juventudes alemanas que sobrevivieron a la guerra y en que Hesse trató de realizar la reconciliación de ellas con la precedente, atrajo nuevamente todas las simpatías hacia su persona y lo hizo reconquistar toda su popularidad.





Podéis bajarlo aquí:





http://www.mediafire.com/file/dwz1untzzyh/Hesse__Hermann_-_Demian.pdf






Análisis de la obra “Demian”.


"La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero. Ningún hombre ha llegado a ser él mismo por completo; sin embargo, cada cual aspira a llegar, los unos a ciegas, los otros con más luz, cada cual como puede".
Demian es la primera gran obra de Hesse, a pesar de que ya había publicado Peter Camenzind y Bajo la Rueda. Podríamos decir que la novela nace un 12 de septiembre de 1917, ya que, afirma Hesse que esa noche tuvo un sueño en donde se le había aparecido el protagonista de la novela. Al inicio, el lector, encontrará una especie de declaración de principio: "Quería tan sólo intentar vivir aquello que brotaba espontáneamente de mí ¿Por qué había de serme tan difícil?" Esta breve introducción presenta los grandes temas que se desarrollarán a lo largo del libro. Frase que hace más curiosa cuando notamos que Demian es el libro del despertar de Hesse como artista y como hombre: "es el primer libro que publica Hesse después de su noche oscura" (Alicia Thiele)



En 1919 aparece publicado «Demian», donde se logra ver la influencia del psicoanálisis tanto como el cambio en la imagen que tiene de su vida. El mismo escribe en sus cartas que esta terapia fue para él muy importante en aclarar sus conflictos internos y su visión del mundo, pero que a nivel de la creación artística no cree que tenga una influencia importante, ni que a través del psicoanálisis se pueda comprender lo artístico. Demián es llamada una «novela educativa» porque nos muestra el crecimiento de su personaje, Sinclair, con todas sus dificultades, teniendo como guía cercano o interior, a Demián, un joven más maduro que puede estar dentro o fuera de Sinclair. Muestra la niñez y la adolescencia con todas sus crisis, descubrimientos, incertidumbres y búsquedas. Es un relato «interior» donde desde la intimidad del personaje enfoca sus miedos, sus amores y admiraciones, sus símbolos y creencias, su permanente evolución. El drama inevitable de la soledad del hombre, que constituye el leit motiv en la obra de este escritor genial. En sus escritos surge la eterna contradicción entre el deseo, el ensueño y la vida real; esta oposición impregna de intensa melancolía toda su obra.
Esta novela tuvo mucha aceptación en la juventud de postguerra europea.
Demian es una obra alemana escrita por Hermann Hesse; trata acerca de la vida de Emil Sinclair, un chico con una forma de pensar distinta a la generalidad de la gente, sintiéndose confundido pues no encuentra el objeto de su estancia en vida.

La historia comienza cuando Emil era un niño. Emil siente que posee 2 lados, el bueno y el malo. El lado bueno pertenecía a su casa y su familia, donde todo era agradable hasta el punto del aburrimiento, basado en el amor de su padre y madre. 




El otro mundo, el lado oscuro, estaba fuera de su hogar, era todo lo demás que lo rodeaba, la gente de la ciudad, árboles, animales, etc., esto le causaba mayor emoción que el lado bueno. Con esto Emil se encontraba en una predicación, en uno encontraba amor y comodidad, y en el otro una nueva sensación.
Una tarde estaba con unos amigos hablando de travesuras, impulsado por un deseo pertenecer a un grupo y poder sobresalir invento una historia, en la que él roba manzanas de un huerto, conociendo su comportamiento siempre recto se le llegó a cuestionar, él lo juro por Dios; este hecho lo hizo ser aceptado a aquel grupo; pero, terminada la plática Franz Kromer, el modelo perfecto del lado oscuro se le acerco y lo chantajeó, diciendo que el dueño ofrecía una recompensa al que diera información de quien era el ladrón. Esto fue el comienzo de todo.
Duerante varios días, Franz le pedía dinero o lo obligaba a realizar tareas a cambio de no denunciarlo. La actitud de Emil en esos días desconcertó a sus padres, y sobre todo Emil ya no sentía parte del mundo bueno, ya no sabía si prefería ser un ladrón o un mentiroso.
El calvario acabo cuando Emil conoce a Max Demian, un chico más grande que el que llega al mismo colegio en que estudia. Este chico tenía una madurez impresionante para su corta edad y de igual manera Demian tenia una admiración especial por Emil. Dicha admiración provocó que Demian al darse cuenta del problema en el que estaba Emil simplemente lo ayudara, y de un día a otro Franz dejó de molestar a Emil.
En una de sus primeras conversaciones entre ellos se habla de Caín y Abel, donde la mayoría de la gente se pone del lado de Abel, el hermano asesinado mientras que Demian se coloca a la defensa de Caín, el agresor, argumentando apasionadamente que sus actos están basados en una “superioridad”.
Posteriormente la vida de Emil volvió a ser tranquila y calmada, libre de su martirio, se sentía de nuevo parte del mundo iluminado. Emil creció teniendo una mayor admiración por Demian, aunque pasó mucho tiempo con una verdadera plática entre ellos desde el incidente con Franz Kromer.
Pero la relación entre ambos cambió al colocarse Demian en el mismo salón que Emil, debido a que Demian no había recibido algunas clases religiosas. Pronto surgió una relación muy estrecha entre ellos, lo impresionante es que era sin palabras, todo era a través de miradas y señas. 




Demian poseía la capacidad de manipular a la gente con el pensamiento, haciendo pensar o otros lo que el quería. Con el tiempo tuvieron conversaciones acerca de temas importantes no comunes entre personas de su edad. En base a esto la fe de Emil empezó a disminuir, mientras que la confianza propia aumentaba día con día ya que ahora tenia la manía de cuestionar todo lo que se le impusiera.
Demian empieza a exponerle a Emil como ve toda la gente al mundo y como la ve Demian, donde todo era cierto o falso, no existían puntos intermedios, minuto tras minuto Emil se sentía inmerso en el lado oscuro de la verdad; pero se negaba a aceptarlo.
Después de su confirmación, Emil dió el último paso, dejó por fin la niñez. Emil y Demian se separaron; Emil partió lejos de sus padres, su estancia fue dura y solitaria, no se sentía parte de nada ni nadie, hasta que cayó en el vicio de la bebida logró ser aceptado por sus compañeros, todas las noches se iban a una taberna a beber y a platicar de cosas sin sentido, pero con los comentarios molestos que Emile daba, producía un toque diferente. En esta etapa de soledad comienza Emil con los sueños, parte importante de la historia.
En uno de esos días Emil conoce a Beatrice, aunque solo de vista pues nunca entablaron una conversación, lo que produjo que el amor hacia ella se convirtiera en una obsesión.
La forma en que logró desahogar su sufrimiento, y conjugar a la vez su amor a Beatrice fue con la pintura, con esta logró plasmar sus sentimientos, en una de esas tardes en que se dejaba ir por su inspiración realizó una imagen, de una mujer muy enigmática, crucial en el desarrollo de la historia.
El próximo encuentro con Demian ocurrió en una tarde en la que Emil paseaba por el parque, en este encuentro Demian le reprochó a Emil la vida que estaba llevando últimamente este, lo cual viene a enderezar la vida de este. El encuentro fue muy breve, pero bastante para llenar el vacío que tenia Emile en esos días. 




Beatrice es un hecho representativo, es el ideal de amor imposible de Emile. Como ya había dicho antes, los sueños juegan un papel muy importante, uno de ellos es el de un pájaro; soñaba que Demian lo obligaba a comérselo, y que éste estando dentro comenzaba a devorarle las entrañas para luego emerger de él. Guiado por un deseo se puso a pintarlo, dándose cuenta que era un gavilán emergiendo de un cascarón y que era igual a algo encontrado en su antigua casa.
Emocionado se lo envió a Demian, la respuesta no tardo mucho, el mensaje era corto, pero decía muchísimo más de lo que era en realidad: “El que quiere nacer tiene que romper un mundo”, aquí se encierra el objeto de la búsqueda de la identidad de Emil Sinclair. Por eso esta pintura tiene tal peso en la historia, pues Emil es el gavilán y el cascaron es el mundo, para ello necesita romper todo nexo con ese mundo normal y ordinario. 





En dicho papel se menciona también el nombre de Abraxas, el cual es una especie de Dios que abarca lo bueno y lo malo. En si lo que es este mensaje es una explicación al dibujo de Emile, dice que el pájaro rompe el cascaron y que vuela hacia Dios y que dicho Dios es Abraxas.
Un dato interesante en Demian es la inclusión por parte de Hesse de la doctrina jungiana. La novela está repleta de las teorías de Carl Gustav Jung. "Cada uno de nosotros contiene el ser total del mundo, y del mismo modo que nuestro cuerpo integra toda la trayectoria de la evolución, hasta el pez e incluso más atrás aún, llevamos también en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas de los hombres. Todos los dioses y todos los demonios habidos, sean entre los griegos, los chinos o los cafres, todos están con nosotros, están presentes, como posibilidades, deseos o caminos. Si toda la humanidad muriese con la sola excepción de un niño medianamente dotado, este niño superviviente volvería a hallar el curso de las cosas y podría crearlo otra vez todo, dioses, demonios y paraísos, mandamientos, antiguos y nuevos Testamentos".
Otro sueño importante para la historia, es que Emil regresaba a su casa, era recibido por su madre, pero que no era ella, tenia parecido con la pintura de Emil, y le inspiraba sentimientos.
El próximo hecho importante ocurre en las vacaciones de Emile, cuando va a visitar la antigua casa de Demian, estando ahí se encuentra con una vieja, dueña de la propiedad, la cual le enseña una fotografía de Demian y su madre. Emile se lleva una gran sorpresa, la madre de Demian es la misma mujer de sus sueños.
A partir de entonces comienza una búsqueda desesperada para encontrarla, viajo a muchas partes, siempre pensando en ella; hasta que un día de vuelta en casa se encuentra con Demian.
Es entonces cuando conoce a la madre de Demian, fue que encontró la felicidad que no había tenido, se sentía especialmente atraído por ella, sentía amor, y también pasión, algunas veces la deseaba, y otras le infundía ternura, le provocaba muchas cosas.
Todo lo ocurrido aquí es simplemente la forma en que Emil termina de crecer en la más completa felicidad, por fin le encuentra el verdadero significado a su vida. Por fin rompía el cascaron para poder emerger; su crecimiento había terminado, por fin se aceptaba a el mismo y reconocía su propia identidad.
El libro termina cuando estallada la guerra Demian siendo oficial militar es llamado a incorporarse a las filas del frente de batalla, Emile también es reclutado y al momento de la muerte de Demian los dos se encuentran juntos y se dan cuenta de tener ellos mismos la señal de Caín.
A "Demian" siguió su cuento largo "Klinsgor letzter Sommer" (El último Verano de Klinsgor) recopilado junto con otras dos narraciones en el volumen titulado "Der Weg nach Innen" (La ruta al Interior) y que, como su título lo dice, relata un episodio del último verano vivido por el pintor Klinsgor, quien, a los cuarenta y dos años, pinta su autorretrato. Como Klingsor, Hermann Hesse había comenzado a pintar en su retiro de Montagnola cuadros que, a semejanza de su literatura, no se conformaron a la realidad. "Pero la realidad es algo con lo cual nadie, bajo ninguna circunstancia, puede sentirse contento", dice Hesse a modo de justificación. "En mis poemas, el respeto normal por la realidad está a menudo ausente y cuando pinto, mis árboles tienen rostros y los caballos ríen, bailan o lloran..."



En 1922, Hesse publicó su novela "Siddharta", que él calificó como un "poema hindú" y es una especie de parábola litúrgica, escrita en un estilo cadenciado. Siddharta es hijo de brahmán. Dominado por una inquietud indefinible, abandona a su padre y a su casta para ir en busca de su Yo. Después de vencer la resistencia paterna inicia su peregrinaje, en compañía de Govinda, hacia la selva, donde convive con una secta se ascetas con la que aprende la mortificación, el desprendimiento integral y la meditación en lo absoluto. Pero, cada vez que intenta enfrentarse con lo absoluto, Siddharta tropieza con su Yo limitado, desdichado, atormentado. Por último, encuentra a Gotamma, al que llaman Perfecto, quien le revela la manera de librarse de todas las doctrinas para aspirar a la verdad, de abrirse en vez de cerrarse, de acogerlo todo, en vez de rechazarlo todo. Siguiendo esta lección, Siddharta se marcha a la ciudad, donde es iniciado por una cortesana, se asocia con un rico mercader y se entrega a la vida con frenesí. En medio de la existencia de placeres y refinamientos que lleva, es contagiado por la enfermedad de los ricos: se vuelve ávido y, en su avidez, comienza a sentir el miedo de la muerte. Sigue una época de desgarramientos en que su corazón continúa aferrado a lazos dulces y crueles, como los del amor. Es preciso, sin embargo comenzar a desprenderse de todo, porque ha llegado el inevitable momento de la decadencia. Solamente logrado el desprendimiento final, encuentra, por fin, la paz.
Esta novela contribuyó a que Hermann Hesse fuera definido como un escritor occidental impregnado de filosofía orientalista y como un budista, definición que en un comienzo lo hizo mofarse de sus críticos. Tuvo que reconocer, sin embargo, que había en ello un grano de verdad, como había de aprenderlo después, cuando dijo: "Si le fuera posible a un hombre elegir su propia religión yo sé que personalmente y debido a mis anhelos más íntimos, habría escogido una religión conservadora como el Confucionismo, el Brahmanismo o la Iglesia Católica".




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Análisis de “Siddharta”


Sidharta, publicado en 1922, es una de las novelas más leídas en todo el mundo. Incluso, el escritor Henri Miller dice en su obra Libros de mi vida: “Si yo no hubiese podido encontrar a encontrar a Sidharta en otro idioma que en turco, finés o húngaro, lo hubiera leído y comprendido vivirlo de manera personal. Es la rebelión contra el cientificismo y positivismo; es la misma postura de Nietzsche, que siguen Thomas Mann y Hesse. La novela es como una leyenda llena de símbolos sobre el mundo y el destino del hombre, como el Río, Buda, la Totalidad, la Liberación del Samsara, lo Divino. Es una visión espiritual de la vida, la búsqueda de un sentido y de la interpretación del mundo.

Así como Hesse abandonó el hogar burgués y se convirtió en peregrino del camino espiritual, Sidharta vive todas las experiencias. El encuentro con los samanas del bosque, con el Buda, con la cortesana y el comerciante; las renuncias y los sufrimientos son caminos que debió recorrer para llegar a sí mismo, a la esencia del ser, a la paz del alma después de arriesgar el cuerpo. En “Demian”, “Sidharta” y “El lobo estepario”, el autor señala que el camino hacia el paraíso pasa a través del infierno.



“En esta obra, el mal no es un personaje, sino la equivocación, y el gran problema de la vida es equivocarse”, dice Margarita Stranger.
Sidharta es la respuesta de una utopía humanista que invita al hombre del siglo XX a cuestionar la sociedad que le toca vivir, una sociedad centrada en la modernización y en el individualismo, que ha perdido de vista la felicidad.
Por eso, la peregrinación de Sidharta en busca de sí mismo, de la verdad que se oculta tras las apariencias, de la serenidad interior, es también un llamado a la propia introspección del lector. En este fascinante recorrido por el mundo hindú, por las sectas de los ascetas y por los placeres mundanos, se valoran las obras y las experiencias personales por sobre las doctrinas y palabras.
Sidharta fue calificado por su autor como “poema hindú”. Tanto este texto como “De la India” tienden a buscar y proponer en el mundo sacro una renovación del espíritu indio, que Hesse siente como afín.
Pero si algo no debe buscarse en Sidharta es el exotismo, puesto que para Hesse el mundo hindú era algo familiar: conoció el país a través de sus viajes y a través de los relatos de su madre que había nacido allá.
Sidharta, el protagonista, es hijo de un brahmán y se educa en las leyes de esa casta, pero el afán de encontrar su yo verdadero lo lleva a abandonar a sus padres. Huye en secreto, de madrugada, de su casa, pero su fiel amigo Govinda se niega a abandonarlo, y comienzan juntos el camino en busca de la verdadera perfección espiritual.





En compañía de su amigo se une a los samanas del bosque, y junto a ellos aprende los rigores de la mortificación, la meditación y el total desprendimiento de los bienes materiales. Pero en su camino al absoluto abandono Sidharta se ve atormentado por su yo, con el que tropieza a cada paso.
Por eso, cuando oye hablar de un iluminado, Buda, Gotama, corre a su encuentro, con la esperanza de poder encontrar esta vez el verdadero camino a la perfección.
Una vez frente al Buda, se da cuenta de lo equivocado que estaba: para poder encontrar la verdad debe primero liberarse de todas las doctrinas, debe poder abrirse a acogerlo todo. Siguiendo esta voz interior, deja a Gotama, y con él, a su amigo Govinda, y parte en busca de la verdad.
En su camino se encuentra con Kamala, una hermosa cortesana, de la cual se enamora perdidamente y de la cual aprende las artes del amor, y se introduce en ellos con el mismo desenfreno con que antes los había rechazado.
Kamala le enseña que para poseerla debe tener dinero, que no puede vivir como un mendigo. De este modo, comienza a trabajar con un comerciante, se hace rico y goza de todos los regalos de la sensualidad y el poder hasta hartarse de ellos, llegando incluso a pensar en el suicidio.
Cansado de todo esto, huye hacia un río, donde piensa terminar con su vida. Es aquí donde recuerda la palabra sagrada que llenaba de vida su juventud, el OM, y comienza a repetirlo incesantemente, hasta quedar sumido en un profundo sueño.




Recuperado por el sueño, decide quedarse a orillas de ese río, donde conoce al barquero Vasuveda, quedándose a vivir con él.
Junto al río se encuentra con su antigua amante, Kamala, que ahora ya con el hijo ambos. Ella muere mordida por una serpiente, y debe aprender a renunciar a su hijo, hasta poder encontrar la paz y la iluminación dentro de sí mismo, sin doctrinas.
En este libro, el genio de Herman Hesse nos muestra, a través del personaje central, Sidharta, el eterno camino del hombre en busca de la verdad. La novela nació con el visto bueno de la crítica y los lectores, fue la obra que acercó a Hesse a un público aún más amplio. Nace la moda Hesse entre los jóvenes ya hastiados de la Europa de entreguerras pusieron los ojos, a través de los de Hesse, en Oriente. "El impacto social de la novela fue asimismo muy importante en Estados Unidos, aunque su publicación llegaría a los lectores anglosajones con tres décadas de atraso" (Katinka Rosés Becker). Uno de los escritores estadounidenses que más insistió en la importancia de esta novela fue Henry Miller, quien en 1948 se empeñó apasionadamente en que se tradujera la novela, además de ofrecerse a hacerle una introducción.
Hesse parece inspirarse en la vida del legendario Buda, marcando cierta distancia, ya que en uno de los capítulos estos se encuentran y tienen una conversación fundamental en la historia. El Siddhartha de Hesse no es más que la reformulación de la vida del Siddhartha real. Sobre esto apunta Ziolokowski: "A ambos se les atribuye el haber sido los primeros entre sus prójimos, cuando niños, en todas las competiciones. Buda dejó a su mujer y a su hijo recién nacido para convertirse en un asceta: Siddhartha abandona a su amada Kamala y a su hijo no nacido aún con igual finalidad. Ambos pasan un período entre los ascetas, aprendiendo la práctica del yoga. Buda pasó seis años meditando en la ribera de un río; Siddhartha pasa sus últimos años junto al río, en donde le llega su revelación final... una visión del mundo como simultaneidad y totalidad".





Siendo éste un libro que ya tiene más de setenta años, impresiona su actualidad, su capacidad para interpretar los problemas actuales del hombre, especialmente en esta sociedad en que el ser humano busca otra cosa externa para poder saciar su sed de verdad, el anhelo intrínseco de cada persona por encontrar un motivo de ser, una razón para vivir.
Prosiguiendo su búsqueda de una filosofía o de una verdad que transmitir a su época, durante el caos que siguió a la guerra, Hermann Hesse escribió "Steppen Wolf" (El Lobo Estepario, 1927), especie de acusación contra una época sin cultura, en que los instintos del lobo están próximos al Yo civilizado del hombre. Hesse preconizó, en esta obra, la necesidad de conciliar la naturaleza con el espíritu, de franquear el abismo entre el hombre y el lobo, fusionando la energía primitiva de este último con la espiritualidad del primero, a condición de no dividir al ser humano en dos mitades enemigas.



Aquejado desde largo tiempo por una ciática dolorosa que a menudo lo tuvo postrado en la edad madura, Hesse pasó una temporada en las aguas termales de Baden. Resultado de aquella experiencia fue su libro "Kurgast Augzeichnangen von einer Badener Kur" (Carnet de la estada de un reumático en la aguas de Baden), que contiene un pintoresco análisis de la enfermedad y de los que la padecen, enfermosa menudo caprichosos y vanidosos que se dedican a analizarse mutuamente estableciendo comparaciones, en sus encuentros, sobre el progreso de sus respectivos males o curaciones.




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Análisis de “El Lobo estepario”


Sin embargo, la obra que catapultaría a Hesse a la inmortalidad es su malinterpretado Lobo estepario. Y afirmo malinterpretado debido a un epílogo escrito por el mismo Hesse en 1941: "Siempre me ha parecido que El Lobo estepario es el libro mío peor comprendido de todos y con más frecuencia, y son numerosos precisamente los lectores aprobadores y hasta los entusiastas, y no los recusadores, los que se han manifestado sobre el libro de una manera sorprendente para mí". Con esta introducción se hace cuesta arriba intentar algunas palabras acerca del libro, pero siempre he creído que la interpretación de un libro o una pieza artística es una actividad en donde no se involucra el creador, es algo sumamente íntimo entre la obra y el espectador, bajo este salvoconducto me destino a tejer algunas líneas sobre El lobo estepario.
La novela nace en un momento de esparcimiento espiritual y emocional de Hesse, quien estaba próximo a cumplir los cincuenta años. En ese momento viví una segunda adolescencia en los bares de Zurich, así como muy bien lo aprendieron a hacer Emil Sinclair y Peter Camenzind. En enero de 1927 concluyó el original para aparecer en junio en las principales librerías de Suiza. En ella Hesse se aventura por los caminos de la psicodelia que se pondrá de moda a finales de los años 60, en vista de ello, la novela sería tremendamente difundida dentro del movimiento hippie europeo y norteamericano.
Esta novela conjeturó la ruptura de Hesse con todo cuanto había trabajado hasta ahora, algunos la asumen como su obra más occidental. "Tanto en lo personal como en lo creativo, el autor se había propuesto dejar atrás toda su etapa anterior y partir de cero" (Katinka Rosés Becker) La novela es una aproximación al expresionismo que empezó a influir en la literatura alemana alrededor de 1910 como reacción frente al naturalismo y el impresionismo, que se preocupaban principalmente de la representación realista de la existencia, el nuevo movimiento tenía por objeto la expresión o representación de los sentimientos, experiencias y reacciones interiores del artista o escritor. Defendía el retorno del hombre originario y el nacimiento de una humanidad libre y más reflexiva de sus propias posibilidades. Hesse enjuicia al mundo contemporáneo desde ojos contemporáneos con medios contemporáneos. El paisaje propio de las primeras obras de Hesse que rayaba con sus experiencias románticas fue sustituido por la ciudad, por míseros bares y cabarets donde los últimos bailes eran la prerrogativa. La ciudad se hacía protagonista del relato, bajo su égida, el autor construía y destruía las bases de la modernidad




La obra se sostiene sobre la base ya expuesta por Goethe en el Fausto acerca de la doble identidad que se debate en el alma del hombre. En el caso Hesse, una doble fase licantrópica que lucha por imponerse. Por momentos domina el hombre, pero en otros asume la dirección el lobo. Es la guerra de los mundos de Hesse. Un mundo interior en donde Goethe y Mozart asumen el rol modélico de conductas y un mundo exterior sensual en donde reina jazz y las emociones fuertes, algo similar al doble mundo en la vida de Sinclair.
Un tema que aparece en El lobo estepario y en otros obras de Hesse como, por ejemplo, Bajo la ruda, es el del suicidio. Durante casi toda la obra Harry Haller coquetea con la idea de quitarse la vida no bien arribado a los cincuenta años. Inmediatamente nos viene a la mente el largo historial de escritores que hicieron del suicidio una delicada herramienta literaria, una vena que tiene en Goethe y su Werther el más importante icono, pero que también incluye a poetas de la altura de Hölderlin, Novalis, Heine, entre otros. Alguna vez se le acusó a Hesse de promover el suicidio con sus obras, específicamente El lobo estepario, a lo cual respondió: "Usted ha tenido la comprensible necesidad de endosar a otro parte de la culpa paterna que le corresponde por la muerte de su hijo, y lo hizo en mí mediante una carta que no es cortés, ni prudente... Si se hubiera esmerado en leer y entender ‘El lobo estepario’ hubiese advertido que no es la historia de una decadencia, sino la una crisis y salvación y que Harry no es un decadente, sino un individuo capaz de vivir" Cosa que no hace el protagonista de Bajo la rueda, Harry se mantiene vivo y salvado de su propia miseria burguesa. 





Si en «Siddharta» se nos describe el proceso de la salvación de un hombre en un mundo lejano y místico, en «El Lobo Estepario» (1927), se nos trae a un mundo caótico y despiadado, donde Harry Heller vive su realidad de intelectual a los 48 años, donde apenas puede soportar el estar vivo, a pesar de una formación personal de gran inteligencia, erudición y honores académicos. Era un «lobo entre los corderos de la sociedad burguesa», atrapado en sus propias contradicciones y ambigüedades, deseoso de ser cuidado, protegido y a la vez querer destruir este sistema. Era un intelectual solitario, tenía una idea de hacia dónde podía caminar, pero no lo podía hacer por sí mismo. Estando al borde del suicidio, conoce a una mujer, Armanda, que lo comienza a conectar con sus emociones más primarias y su sensualidad. Por ella comienza una evolución interna hacia otra manera de verse a sí mismo. Por intermedio de otra mujer, María, y de Pablo, un músico, llega al Teatro Mágico, donde tiene una visión y una vivencia de su ser interno real. Se conecta con los Inmortales, seres de un desarrollo superior, que han trascendido el mundo de los conflictos y las polaridades y viven en el espíritu. Ellos son de otra realidad y «condenan» a Harry Heller a la risa, a reírse de sí mismo, de lo que le sucede y del mundo.
El lobo estepario es un libro visionario, tanto como visionarios son La metamorfosis y El proceso de Kafka, ya que describe a la perfección la locura que representaron los años veinte, la alegría y jolgorio que se escondía detrás de una libertad mal disfrutada. Años veinte que escondían en sus intestinos la podredumbre y la más oscura miseria humana, en el corazón de la libertad de los años veinte se incubaban los huevos del basilisco: el fascismo y la guerra.
Además de las obras mencionadas, Hesse escribió en aquellos años: "Knulp" (1915), la historia de un vagabundo que aporta a todos la felicidad y el deseo de libertad y que muere durante una ventisca, después de discutir humildemente con Dios sobre ña futilidad de su vida; "Kurgast" (1915); "Trot der Nacht) (Hacia la Noche, 1929); "Narzissus und Goldmund", publicada en español como "Narciso y Goldmundo", en que contrasta a Narciso, el asceta estudioso que vive en el mudo del pensamiento abstracto, con Goldmundo, su amado discípulo, quien abandona el monasterio para afrontar los peligros del pecado y los placeres; "Die Morgenlandfahrt" (Viaje al Oriente, 1930); "Fabulierbuch" (El Libro de las Fábulas, 1936); "Stunden in Garten" (Horas en el Jardín, 1936); "Neue Gedichte" (Nuevas Narraciones, 1937), y "Gedenkbläter" (Recuerdos del Pasado, 1937).




En 1939 apareció "Das Glasperlensoiel", traducida al español con el título de "Juego de Abalorios", la obra que, concluida la guerra, decidió el Premio Nobel de 1946 en su favor, en los momentos en que el mundo debía aprender nuevamente los valores de la paz y de la confraternidad mundial.
"El Juego de Abalorios" es la biografía de Josef Knecht, el magister ludi (maestro de juego) Josephus III, y se ubica en un futuro indefinido, después que ha tocado a su término "la época follentinesca", como califica Hesse al turbulento siglo XX. A sus devastadoras guerras y revoluciones ha seguido un nuevo Renacimiento del Espíritu gracias a la obra de un grupo de sabios y artistas que fundaron la Orden del Juego de Abalorios para salvar los valores de la civilización. Más que una biografía personal en el sentido en que hoy la entendemos, su biografía es el desenvolvimiento del itinerario espiritual y mental de su héroe, de acuerdo con los nuevos cánones imperantes, porque "lo que hoy entendemos por personalidad", dice Hesse ubicándose como biógrafo en dicho futuro, "es algo muy diverso de lo que comprendieron por ello los biógrafos e historiadores de épocas precedentes. Para ellos, y justamente para los escritores de aquellas épocas que tuvieron netas tendencias biográficas, parece- podría decirse- que lo esencial de una personalidad fue lo discrepante, lo anormal y único, y aún, a menudo lo patológico, mientras que nosotros los modernos hablamos generalmente de personalidades importantes sólo cuando encontramos seres humanos que, más allá de toda originalidad y rareza, lograron la inserción más perfecta posible en el orden general, la prestación más acabada en lo ultrapersonal... A los modernos no nos interesa la patología ni la anamnesis familiar, la vida vegetativa, la digestión y el sueño de un héroe; ni siquiera sus antecedentes espirituales, su formación a través de estudios y lecturas preferidos, etc, no tienen importancia especial para nosotros. Sólo merece nuestro particular interés aquel único personaje que por naturaleza y educación estuvo colocado en condiciones para dejar diluir su persona casi perfectamente en su función jerárquica sin que se perdiera la fuerte, viva y admirable espontaneidad que constituye el valor y la fragancia del individuo".



En su introducción a la biografía de su Héroe, Hesse analiza con ironía, pero sin desdén, las características de la "época folletinesca", que a su juicio no careció de espíritu, pero no supo qué hacer con él ni cómo darle una situación y función adecuadas en la economía de la vida y del Estado; en que la distracción ocupó el lugar del verdadero saber, y que se caracterizó por dos entretenimientos típicos: las conferencias y las palabras cruzadas, sobre las cuales permanecían inclinados los hombres en sus horas libres, buscando un escape a la realidad, "porque se enfrentaban casi sin defensa a la muerte, la angustia, el dolor, el hambre, sin que ya pudieran confortarlos las Iglesias o aconsejarlos el espíritu. Esa gente que leía tantos ensayos y oía tantas conferencias, no se daba tiempo ni ánimo para fortalecerse contra el miedo, para combatir dentro de si misma la angustia de la muerte: se dejaba vivir temblando y no creía en ningún mañana".
En cuanto al juego de abalorios, iniciado en la época de trasposición, como un juego musical contrapuntístico en el que participaban todas las ciencias, principalmente la música y las matemáticas, hasta llegar a abarcar todos los conocimientos que el Jugador de abalorios utilizaba como un órgano, fue realizado en un principio libremente por sabios y artistas, para convertirse luego en una organización pública, primeramente en Francia e Inglaterra, y culminar en la Orden de Castalia, una especie de Estado del espíritu o provincia pedagógica en que no regían lazos de familia ni honores ni bienes materiales y a la que llegaban solamente los más perfectos. El cargo supremos era allí el Magister Ludi, al que llegó, en la madurez y plenitud de su vida, Josef Knecht, cuya vida se convirtió en una leyenda dentro de la Orden. Pero Hesse no se limita a trazar una historia optimista y lírica de un mundo utópico, sino que introduce el conflicto dramático cuando su héroe resuelve bruscamente abandonar honores y glorias para regresar "al mundo" después de despedirse de sus camaradas con una Circular, en al que anuncia la decadencia de la Orden después de haber superado el apogeo del florecimiento y de la felicidad. "Se acercan tiempos de crisis", anuncia, "en todas partes se sienten los signos premonitorios de que el mundo quiere trasladar una vez más su centro de gravedad. Se preparan desplazamientos del poder que no se realizarán sin guerras ni violencias; una amenaza de la paz y también de la vida y de la libertad se levanta en el Lejano Oriente".
Tomada su decisión, Josef Knecht abandona la Orden y encuentra una muerte dramática que cierra la leyenda en torno a su nombre.





Podéis bajarlo aquí:

Análisis de “El Juego de los Abalorios”


Escribir «El Juego de Abalorios» le llevó casi once años de trabajo. Es su última novela En medio de la guerra, el 29 de abril de 1942 Hesse dio remate a El juego de los abalorios,  para algunos su obra de mayor profundidad.
El famoso editor Peter Suhrkamp se esforzó baldíamente en editar la obra, que permaneció inédita en Berlín durante siete meses.
Se publicó por primera vez en Suiza y solamente algunos ejemplares que se transmitieron de mano en mano, como algo precioso, lograron cruzar las fronteras.
Hesse «rememoró» en 1955, en una carta de Rudolf Pannwitz, algunas cosas acerca del «nacimiento» de la obra:
«
La imagen que encendió en mí la primera chispa fue la reencarnación como expresión de lo estable en lo fluyente, en una palabra: como expresión de la continuidad de la tradición y de la vida del espíritu.
»Cierto día, antes de que intentase la redacción de obra alguna, tuve la visión de un "transcurrir la vida" individual, pero supratemporal.
»Imaginé un hombre que a través de varios "renacimientos" vive las grandes épocas de la Historia humana... Vinieron años dolientes tras una crisis grave, años que coincidieron con los de la recuperación y renovación de la alegría de vivir en aquella Europa y aquella Alemania agotadas por la guerra mundial... En medio de estas amenazas y peligros para la existencia espiritual y psíquica de un escritor de lengua alemana, me agarré al medio de la salvación de todos los artistas: la producción. Y reemprendí el viejo plan, que sufrió una fuerte transformación bajo la presión de aquellos momentos. Tenía que (a pesar de la mala estampa que ofrecía el tiempo aquel) hacer visible el reino del espíritu y del alma, mostrándolos como existentes e insuperables. 




»Así fue como mi obra se transformó en utopía, la imagen fue proyectada hacia el futuro, y el desgraciado presente trasladado a un pasado ya superado. Y para sorpresa mía surgió como por sí mismo el mundo castálico. No necesitó ser pensado y construido. Sin que yo lo supiese, hacía largo tiempo que se había preformado en mí.
»Con ello encontré para mí el espacio para respirar.»
Hesse lo que pretendía sobre todo, con su obra, era contraponer a un mundo que se desintegra en la anarquía, una provincia donde reina la mesura, el orden espiritual, la educación y el respeto.
Hesse quería estructurar «panoramas normativos» y Castalia debería representar un panorama de esta índole para un mundo que había perdido su dignidad.
Aunque esta provincia se haya proyectado para un futuro, no es un «lugar futuro» ni una profecía o un postulado utópico, sino una idea cuyo «interior» no posee realidad ligada a ningún tiempo determinado y representa una posibilidad de vida espiritual.
Fue publicada en 1943. El relato se sitúa en el año 2400, en un momento catastrófico de la cultura occidental, de materialismo, guerras, ansiedad, dolor. Es tan grande la decadencia espiritual existente que se forma una provincia llamada Castalia, donde podrán mantenerse estos valores y desarrollar la música, la filosofía, las artes, entre personas que vivirán sólo para eso. Se relata la vida de Joseph Knetch (knetch significa siervo), que ingresa desde niño a esta comunidad y llega a ser Maestro del Juego de Abalorios, (Magister Ludi).



 


Describir el juego de Abalorios no es posible, sólo se nos dan algunas ideas sobre éste. Se trata de una actividad que busca la unión y relaciones, y su posibilidad de intercambio y juego entre los diferentes aspectos del conocimiento espiritual humano. Es un anhelo de totalidad y simultaneidad entre el arte, la filosofía y la vida. Un ejemplo podría ser las relaciones e intercambios posibles entre una música de Bach, las variaciones del latín entre el siglo XIII y XV, y las pinturas de Giotto. Knetch hace un largo recorrido en esta comunidad espiritual, conoce sus problemas, propone cambios. Es influido por un monje benedictino, el Pater Jacobus, en su visión del mundo y de Castalia. Luego de llegar a ocupar el rol más importante y representativo de este lugar, en un acto aparentemente paradójico, por una crisis interna se retira para vivir una vida personal e individual y muere, inesperadamente, al nadar en un lago.
El juego de los abalorios lleva el subtítulo de «Ensayo de descripción de la vida del maestro José Knecht, unido a todos los escritos legados por Knecht».
La vida de la obra transcurre en un tiempo posterior a nuestro presente en algunos siglos. En ella describe la vida de Castalia.
Se han superado el siglo XIX y el XX, con su individualismo sin autoridad, con sus guerras y con su decadencia moral.
Desesperados por el ocaso de la cultura, se junta un grupo de hombres para permanecer fieles al «espíritu», para servir a los altos valores de la tradición y para construir un «nuevo mundo de formación de hombres».
Ello da origen a una especie de orden laica que vive bajo estricta disciplina, renuncia a los éxitos «externos», a la creación artística y se dedica especialmente al cultivo de la música, de la matemática y de la filología. Se persigue como fin una gran síntesis de todas las ciencias y de todas las culturas. 




En medio de la existencia de esta exclusiva y espiritual orden, ésta, el Juego de los abalorios, es un «juego» (La palabra juego (Spiel) en alemán no tiene solamente un significado lúdico, sino también de «desempeño de un papel», de «representación».) que se expresa con una especie de lenguaje secreto de un gran nivel de elaboración, con reglas propias y gramática propia.
El juego es un juego con todos los contenidos y valores de nuestra cultura.
El juego exige largos años de adiestramiento; solamente algunos alcanzan la máxima perfección; solamente uno puede ser «maestro del juego de los abalorios».
La orden de los de Castalia permanece con jerarquía propia, aislada en medio del Estado; sin embargo, es reconocida por éste y sostenida en su aspecto material. Como correspondencia a esta ayuda del Estado surgen las escuelas de la élite, que están abiertas a los hijos mejor capacitados del país.
José Knecht, prodigiosamente dotado para la música, tras exámenes especiales, a la edad de doce años es aceptado en una de dichas escuelas para la élite. Tras los años de enseñanza en los que se manifiesta como uno de los mejores alumnos, ingresa en la orden. Como inmediatamente entra a formar parte del círculo de la verdadera élite, es enviado al monasterio «Mariafels» para que estreche al máximo la ligazón con la orden de los benedictinos. Allí conoce al padre Jacobus (gran historiador), y a través de él, la esencia del mundo histórico y de la realidad. Al regreso del monasterio es elegido «maestro del juego», máximo grado de la Jerarquía espiritual, y se acredita como magnífico pedagogo y sobresaliente maestro del «juego». Pero este hombre, en un tiempo apasionado del mundo castálico, aprende con los años que Castalia tampoco significa un valor absoluto, sino que está sometida al «aparecer» histórico, y por lo tanto sometida a lo transitorio. 





Aprende a ver que lo conseguido está condenado a morir si pierde la capacidad de devenir y cambiar.
Por todo ello decide abandonar la orden, cuyas posibilidades ha agotado y delimitado. Abandona su cargo, entra en la vida del mundo y se hace maestro del hijo del amigo con el que juntamente estudiaron en la escuela de élite, y que desde hace tiempo se dedica a la política.
Pero apenas ha empezado su nueva dedicación halla la muerte al bañarse en un lago de montaña.
La obra pretende ser una síntesis omnicomprensiva de los valores que todas las culturas han aportado a la mente de Hermann Hesse. No olvidemos algo obvio: es una síntesis subjetiva y por lo tanto selectiva.
Pero una síntesis dinámica donde lo «agónico» surge de la misma dinamicidad y de la misma agonía personal de Hermann Hesse.
Es palmario que una síntesis tal encierra series y series de temas casi inacables. Se pues hacer una «selección», que siempre resultará una «elección», pues en definitiva una obra de sincretismo antropológico, filosófico, cultural, pedagógico, etc., exige para comentario una obra más amplia que la misma novela: lo que en ésta es simbólico, en el comentario tendría que ser explanación. Uno de los temas centrales es el «tipo» de hombres que viven esta utopía. Son hombres que luchan «ascéticamente» por el orden, la norma, la razón, la ley, la mesura. Dan al mundo maestros, libros y métodos. Son eficientes en cuanto «inspectores» de la mesura y del peso espirituales. Con todo ello le prestan al Estado un servicio grande y necesario.
Segundo tema podría ser «espíritu y verdad». Para alcanzarlos hay que dedicarse a la meditación, ejercicio psíquico a través del cual la persona individual queda neutralizada y su alma, gracias a la ensimismación, interioriza su participación a la «unidad de la vida».




Tercer tema a tratar puede ser la «Heiterkeit» (En la traducción española de la obra Aufbau der Person, del famoso psicólogo alemán Lersch, el profesor Sarró incluye un apéndice en que la palabra «Heiterkeit» es traducida por «ánimo alegre»). La suprema y más hermosa actitud que puede adquirirse gracias al «juego» es el ánimo alegre. Aquí conviene citar textualmente al autor: «Aunque incluso pueblos enteros y lenguas diversas busquen fundamentar la hondura del mundo en mitos, cosmogonías, religiones, lo último y máximo que pueden alcanzar es este "ánimo alegre"».
Un cuarto tema es el «transcender», el pasar de etapa en etapa, de espacio en espacio, de ritmo en ritmo.
Salta a los ojos que en El juego de los abalorios se reitera y condensa la temática y la problemática de Hesse. 





Respecto al tema de las «etapas» y del «trascender» hay una poesía de Hesse (Ignoro si existe traducción castellana. La que hago aquí es completamente literal. En alemán esta poesía tiene su rima y su ritmo), escrita en 1941, que arroja luz sobre un amplio aspecto de la obra del novelista:
Como toda floración marchita, y toda juventud
con la edad decae, así florece cada etapa de la vida,
florece cada sabiduría y cada virtud
a su tiempo, y no debe durar eternamente.
El corazón, a cada llamada de la vida,
debe estar presto a la despedida y recomienzo,
para entregarse con valor, sin luto,
a otras nuevas ligazones.
Cada comenzar está lleno de un encanto
que nos protege y nos ayuda a vivir.
Hemos de atravesar alegres espacio tras espacio,
no depender de hogar alguno,
el espíritu del mundo no quiere atarnos ni angostarnos,
quiere levantarnos peldaño tras peldaño, ampliarnos.
Apenas nos aclimatamos a un círculo de vida,
y nos acostumbramos confiadamente, cuando ya amenaza el adormecimiento,
solamente el que está preparado al rompimiento y al viaje puede escapar del paralizador acostumbrarse.
Quizá todavía la hora de la muerte
nos envíe espacios nuevos,
nunca tendrá fin en nosotros la llamada de la vida...
¡Bien, pues, corazón, despiértate y sana!

El juego de los abalorios ha tenido, en opinión de los críticos alemanes, una extraordinaria y duradera repercusión. Digo «en opinión de los críticos alemanes», porque en el mundo que podríamos llamar «latino» o «mediterráneo» ha sido otro tipo de novela el que ha influido.
De todos modos, lo que sí es cierto es que la obra ha provocado muchos «combates espirituales» en el mundo germánico.
No es de extrañar, porque siendo una novela tan polifacética fácilmente se presta a la controversia, pues, en definitiva, cada crítico proyectará (en mayor o menor grado) su personalidad según ésta se vea afectada por un conjunto de facetas de la polivalente obra. Digamos, finalmente, que el afán fundamental de Hesse, al escribirla, era hacer plásticas, patentes, las fuerzas que en medio del caos crean el orden.





Fragmento de “El juego de los Abalorios”.
EL DON DE LA LLUVIA. 


...Turu ayudó muy lentamente al niño, no le allanó el camino. Pero el jovencito estaba siempre a su vera, seguía al anciano y él mismo no sabía cómo. A veces, cuando Turu colocaba una trampa en algún lugar en lo más oculto del bosque, del pantano o del matorral, olía el rastro de un animal, arrancaba una raíz o recogía semillas, podía sentir de pronto la mirada del muchacho que lo seguía, callado e invisible, horas enteras y le acechaba. A veces hacía como si no lo advirtiera, a veces refunfuñaba y echaba descortés al perseguidor, pero a veces también le hacía señas de que se acercara y lo dejaba todo el día a su lado; le encomendaba algún servicio, le mostraba esto y aquello, lo hacía pensar, lo ponía a prueba, le decía los nombres de las hierbas, le hacía traer agua o encender el fuego, y para cada labor conocía maneras, ventajas y fórmulas, que enseñaba al muchacho, imponiéndole el secreto más cuidadoso. Y finalmente, cuando Knecht fue más grandecito, lo tomó consigo, lo reconoció como aprendiz, llevándole del dormitorio de los niños a su choza. Con eso el joven Knecht estaba señalado ante todo el pueblo, no era más niño, sino aprendiz del hacedor de la lluvia y esto quería decir que si perseveraba y servía, sería su sucesor.
Desde el momento en que Knecht fue llevado por el anciano a su choza, cayeron entre ellos todas las barreras, no ciertamente la de la obediencia y del respeto, pero sí la de la desconfianza y la reserva. Turu se había rendido, se había dejado conquistar por la corte constante de Knecht; ahora solo quería hacer de él un buen hacedor de lluvia y sucesor en todo. No dio para esta instrucción ni ideas, ni doctrinas, ni métodos, ni escritos o números, sólo muy pocas palabras; fueron más los sentidos de Knecht que su inteligencia lo que educó el maestro. Se trataba no sólo de administrar y ejercer un gran tesoro de tradición y experiencia, todo el saber del hombre de entonces acerca de la naturaleza, sino también de transmitirlo. Ante el joven se fue abriendo lentamente, en claridad creciente, un intrincado sistema de experiencias, observaciones, instintos y hábitos de investigación; casi todo eso no podía expresarse con palabras, casi todo debía ser sentido, aprendido y examinado por los sentidos. Base y centro de esta ciencia era la noción de la luna, sus fases y sus influjos, de cómo crecía periódicamente y periódicamente desaparecía, poblada por las almas de los muertos, dispuesta siempre a enviarlas a un nuevo nacimiento, para dejar lugar a otros muertos.




En forma parecida a la de aquella tarde con su ida desde la recitadora de fábulas a las vasijas en el hogar del anciano, se grabó en la memoria de Knecht una hora entre la noche y la mañana, cuando el maestro le despertó un rato después de la medianoche y salió con él en la profunda oscuridad, para mostrarle la última salida de la luna menguante. Se quedaron -el maestro en callada inmovilidad, el joven un poco asustado y con frío por la falta de sueño- largo tiempo sobre la colina boscosa en la saliente de una roca, hasta el momento preanunciado por el maestro, cuando la delgada luna, apenas una curva delicadamente trazada, apareció en la forma e inclinación por él descriptas. Knecht miró temeroso y hechizado el astro que subía lentamente; se elevaba suavemente, nadando entre tinieblas de nubes hacia una clara isla del cielo.
-Muy pronto, su figura cambiará y volverá a crecer: será entonces el momento de sembrar el alforfón -dijo el hacedor de la lluvia, mientras contaba con los dedos los días que faltaban. Luego se hundió otra vez en el silencio de antes; como si hubiera quedado solo, Knecht se quedó acuclillado sobre la briosa piedra; templaba de frío; desde lo más hondo del bosque llegaba el grito largo de un mochuelo. Mucho meditó el anciano, luego se puso de pie, posó su mano en el cabello de Knecht y dijo en voz queda, como si hablara en un ensueño:
-Cuando muera, mi espíritu volará a la luna. Serás un hombre y tendrás mujer; mi hija Ada será tu esposa. Si tiene un hijo tuyo, mi espíritu volverá y habitará en vuestro hijo y lo llamaras Turu, como yo me llamo Turu.
El aprendiz escuchó asombrado, no se atrevió a decir palabra; la delgada hoz de plata y estaba ya cubierta en parte por las nubes. Milagrosamente, el jovencito tuvo una intuición de muchas relaciones y enlaces, repeticiones y cruzas entre las cosas y los sucedidos; milagrosamente, se encontró con espectador y aun colaborador delante de este extraño cielo nocturno, en el cual, por encima del bosque sin fin y las colinas, había aparecido netamente delineada la delgada hoz, exactamente anunciada por el maestro; el maestro se le apareció maravilloso, envuelto en mil misterios, al pensar en su muerte, al pensar que su espíritu viviría en la luna y volvería de ella para reencarnar en un ser humano, que sería hijo de Knecht y debía llevar el nombre del que fue su maestro...El futuro y el destino parecían maravillosamente abiertos y por trechos transparentes como el cielo nublado, allí ante él, y supo que era posible saber de ellos y nombrarlos y hablar a su respecto; le parecía gozar de una vista en infinitos espacios, llenos de maravillas y, al mismo tiempo, de orden. Por un instante todo le pareció accesible al espíritu, todo cognoscible y acechable, el ligero y seguro paso de los astros allá arriba, la vida de los hombre y los animales, sus asociaciones y sus enemistades, sus movimientos y luchas, todo lo grande y todo lo pequeño, junto con la muerte oculta en cada ser viviente; todo esto vio o sintió en un primer terror de presentimientos, como un conjunto, y él mismo encuadrado y absorto en él, como en un mundo de orden, regido por leyes, accesibles a la inteligencia. Era el primer presentimiento de grandes secretos, de su dignidad y profundidad, como también de la posibilidad de conocerlos, y esto conmovió al jovencito en esa frescura de la selva nocturna y casi matinal, sobre la roca asomada a las mil cimas murmurantes como manos espectrales. No pudo hablar de aquello, ni entonces ni en toda su vida, pero debió pensar en aquello muchas veces; esa hora y su vivencia estaría siempre presentes en su largo aprender y experimentar: "Piensa-le advertía-, piensa que existe todo esto, que entre la luna y tú y Turu y Ada pasan rayos y corrientes, que hay en la muerte, y el país de las almas, y el retorno de él, y que para todas las imágenes y los fenómenos del mundo hay en el fondo de tu corazón una respuesta, y que todo te concierne y de todo debes saber cuanto es posible que sepa un ser humano". Así, más o menos, habló aquella voz. Era la primera vez que Knecht percibía tan clara la voz del espíritu, su seducción, su incitación y su mágica influencia cautivante. Había visto vagar por el cielo muchas lunas ya y oído a menudo el grito nocturno del mochuelo, y de labios del maestro, aunque fuera tan parco en palabras, había escuchado muchos relatos de antiguo saber o solitaria reflexión; pero hoy eso era nuevo y diverso, era la intuición del todo que surgía en él, el sentido de las conexiones y relaciones, del orden, en fin, que lo implicaba también a él y lo hacía corresponsable. Aquel que tuviera la llave para ello, no debía solamente reconocer un animal por su rastro, una planta por sus raíces y semillas; debía abarcar el conjunto del universo, las estrellas, los espíritus, los hombres, los animales, las medicinas y los venenos, todo, y por cada parte y cada signo saber de lo restante. Había buenos cazadores que conocían mejor que otros los que decían una huella, una ligadura, un pelo o un residuo; sabían por un par de pelillos no sólo de qué clase de animal procedían, sino también si ese animal era viejo o joven, macho o hembra. Otros adivinaban el tiempo que haría al día siguiente por la forma de una nube, un olor en el viento, la manera de conducirse y de ser de los animales y las plantas; su maestro era insuperable en esto y casi infalible. 




Otros a su vez poseían una innata habilidad: había chiquillos que podían voltear con una piedra un pájaro a treinta pasos de distancia; no había aprendido a hacerlo, sabían hacerlo simplemente, eso ocurría sin esfuerzo, por magia o gracia; de sus manos la piedra volaba por sí misma, la piedra debía dar en el blanco y el pájaro quería ser alcanzado. Y había quienes podían predecir el futuro: si un enfermo debía morirse o no, si una embarazada tendría niño a niña; la hija de la gran abuela era famosa por eso y también el hacedor de la lluvia -se decía -dominaba esa ciencia. En la gigantesca red de las conexiones, decía existir -le pareció en ese momento a Knecht -un centro en el cual se podía ver y casi leer como en un libro todo lo pasado y lo futuro, todo. El saber debía fluir hacia quien se hallara en ese centro, como corre el agua del valle, la liebre a la berza; su palabra debía golpear aguda e indefectiblemente, como la piedra lanzada por la mano del buen tirador; gracias al espíritu, el debía reunir en sí y dejar actuar cada uno de estos admirables dones, cada una de estas nobles facultades: ¡entonces sería el hombre perfecto, sabio, insuperable! Ser como el maestro, acercársele, ir hacia él: tal era el camino de los caminos, la meta; eso prestaba consagración y sentido a una existencia. Algo así debió sentir, y todo lo que tratemos de decir de él en nuestra lengua que él no comprendía ni conocería, nada puede explicarnos acerca del estremecimiento, y el ardor de sus vivencias. El levantarse en la noche, el ser guiado a través del bosque oscuro y silencioso, lleno de peligro y misterio, el aguardar allá arriba sobre la roca en la fría madrugada, el aparecer del delgado espectro lunar, las parcas palabras del sabio, el estar sólo con el maestro en una hora extraordinaria, todo eso fue vivido y guardado por Knecht como una gloria, como un misterio, como fiesta de la iniciación, como aceptación en un liga, en un culto, en una relación de servidumbre honrosa con lo innombrable, con el misterio del universo.


Aproximación al pensamiento de Hermann Hesse




En cierta ocasión, definiendo se credo político y la razón de su éxito como escritor, Hermann Hesse escribió: Mi fe política es la de un demócrata; mi concepción del mundo, la de un individualista. Lo que ha ocupado, atraído y conformado mi espíritu no han sido los problemas sociales, sino los del individuo, y la tendencia de la nueva historia a subordinar la personalidad al capricho de las masas arbitrarias, es algo que odio a muerte. Mis libros, entre los que se incluyen muchos de naturaleza puramente lírica, no han sido escritos con un propósito determinado. En el curso de los años, no obstante, ellos me han proporcionado un público, compuesto en su mayor parte de jóvenes atraídos hacia mí personalmente y como escritor y para los cuales me he convertido en consejero. Las dificultades que el individuo debe confrontar hoy día en el mundo y la manera como poder construir una personalidad armónica, son experimentados por muchos, principalmente por los jóvenes, dentro de los estados e iglesias autoritarios, y parte de esta juventud es la que parece haber encontrado en mí al poeta con el cual siente mayor afinidad".
El creía que Europa vivía una franca decadencia cultural. Un mundo lleno de polaridades: materia-espíritu, paz-guerra, espíritu-naturaleza, demoníaco-angélico. La obra de Hesse está llena de estas dualidades en sus personajes, que luchan por encontrar un mundo más armónico que supere estos antagonismos, siempre tan dolorosos y llenos de conflictos: Demián-Sinclair, Harry Heller-Armanda, Paulo-Mozart, Siddharta -Govinda, Narciso-Golmundo, H.H.-Leo. Siempre presentes en el mundo de lo imperfecto, lo dificil, lo por realizar, la lucha por existir. Hesse plantea un camino «mágicomístico», una unidad ontológica de la naturaleza y el espíritu, una posibilidad de abarcar los opuestos en lucha, incorporados en un nivel superior de consciencia. Tenía un interés no sólo teórico o de su fantasía creadora, sino ético, de encontrar un mundo de los mejores valores de la humanidad y poder vivirlos. Hay muchos símbolos de unión y totalidad: el agua, el río, el fuego, la idea de la Madre Universal y la Virgen, el Juego de Abalorios, el Buda, el Teatro Mágico, los Inmortales.




 

Las tres etapas del crecimiento
Hesse sostenía, junto con otros autores y tradiciones religiosas, que el hombre nace en la inocencia - primera etapa - luego pasa al conocimiento, a los conflictos y a la desesperación - segunda etapa - y puede lograr, pocas veces, una vuelta a la inocencia - tercera etapa - como un estado espiritual y de servicio a la comunidad. Esta inocencia responsable es el logro del ser humano más evolucionado. El cree que sólo los artistas, los filósofos y los santos pueden llegar a esta etapa, luego de un largo camino de desengaño y crisis con el mundo habitual de la cultura y el conocimiento común. Se lograría una superación de los conflictos, unir los opuestos, encarnar y hacer vida los valores más altos de la cultura. La mayoría de las novelas de Hesse suceden en la segunda etapa, en que los personajes toman consciencia de las contradicciones internas y externas, de la lucha permanente, y buscan un camino de salida, lograr su individuación y abrirse paso a una vida espiritual.
Esta visión en tres etapas también se ha llamado Visión Milenaria: al término del milenio la humanidad se redimiría y podría pasar a un mundo espiritual. También esta idea tiene antecedentes importantes en el cristianismo. En «EI Viaje a Oriente» y «El juego de Abalorios», esta idea espiritual se nos muestra más plena y realizada.
La amistad-dualidad
Es otra constante en la obra de nuestro autor: la presencia de los amigos como una forma muy importante de relacionarse, de influirse mutuamente y de crecer. Son relaciones con un fuerte vínculo que permanecen en el tiempo. Casi siempre nos muestran la polaridad de algún conflicto del ser humano, representado en dos personajes, que muchas veces pensamos que pueden ser dos partes de una misma persona. Por ejemplo: Sinclair y Demián, Narciso y Golmundo, Harry Heller y Armanda, siempre uno aporta al otro lo que le falta, lo que lo completa, lo que lo hace más humano, «mejor ser humano» y le permite otro paso en su crecimiento. Por esto son amistades de mucho compromiso, muy internas, espirituales, y que producen cambios importantes. Cada personaje es como una semilla que germina y crece dentro del otro.








En 1946, el año en que recibió el Premio Nobel en su retiro de Montagnola, donde se hallaba postrado por su vieja ciática, como le fuera solicitada una biografía suya, Hesse desenterró la que había escrito en 1925 para la "Neue Rundschau", combinándola con otra realizada algunos años después en la que preveía su porvenir. "Y como lo que se domina realidad no desempeña ya un gran papel en mi vida", dijo, “porque estoy a menudo tan lleno del pasado como del presente, los acontecimientos de hoy me parecen infinitamente remotos y no puedo distinguir ya el futuro del pasado tan claramente como la mayoría de la gente que vive en gran parte del futuro... Por tanto, no es necesario que ponga al día mi biografía en el presente, sino que puedo dejarla proceder hacia el porvenir...".
Hecha esta aclaración, Hesse a partir de 1930 escribió varios libros más y que concluyó por darle definitivamente la espalda a su profesión de escritor para consagrarse a la pintura y a los métodos de la magia china, al mismo tiempo que lo absorbía, cada vez más, la música. Su gran ambición llegó a ser componer una ópera en que la vida humana fuese despojada de su gravedad y ligeramente ridiculizada. Pero tampoco llegó a escribirla, y ella tuvo el mismo fin que su poesía, a la que había renunciado al darse cuenta de que todo lo que valía la pena decirse había sido escrito ya en el "El Barco Dorado" y en "Enrique de Ofterringen", de Hoffman. Otro tanto le ocurrió con la música, que abandonó al comprender que jamás llegaría a superar la magnificencia de "La Flauta Mágica".
Después de renunciar a ambas cosas, concentró su atención en la práctica de la magia. Al cumplir setenta años y después que le habían sido conferidas dos distinciones honorarias por dos universidades, fue acusado de seducir a una muchacha mediante el arte de la magia, y condenado por ello.
“Jamás me había encantado mi juego tanto como esa vez. A través de este retorno al arte no sólo olvidé que era un prisionero y un acusado, y que tenía pocas perspectivas de terminar mi vida en un lugar que no fuese una prisión, sino que con frecuencia olvidaba incluso mis ejercicios de magia y me parecía ser magia suficiente el que yo, con un fino pincel, crease un árbol diminuto o una pequeña nube clara. A todo esto la llamada realidad, ante la que yo de hecho había sucumbido por completo, hacía todos los esfuerzos por burlarse de mi sueño y por destruirlo una y otra vez.
Casi cada día venían a por mí, bajo vigilancia me llevaban a recintos extremadamente antipáticos, donde en medio de muchos papeles estaban sentadas personas antipáticas que me interrogaban, que no me querían creer, que me gritaban en la cara, que me trataban a veces como a un niño de tres años y a veces como a un taimado delincuente. No hace falta ser el acusado para conocer este extraño y en verdad diabólico mundo de los despachos, del papel y de los expedientes. De todos los infiernos que asombrosamente el hombre ha tenido que crear, éste siempre me ha parecido el más infernal. Basta con que quieras trasladarte de casa o casarte, obtener un pasaporte o un certificado de nacimiento, para estar ya en medio de este infierno, para que tengas que pasar ácidas horas en la habitación sin aire de este mundo de papeles, para que seas interrogado por personas aburridas y, pese a ello, precipitadas y amargadas, que te gritan en la cara, y las declaraciones más sencillas y ciertas no encuentran más que incredulidad, y de pronto eres tratado como un niño de escuela y de pronto como un criminal. En fin, todos lo conocen. Me habría ahogado y podrido mucho antes en el infierno de papeles si mis pinturas no me hubieran consolado y alegrado una y otra vez, si mi cuadro, mi hermoso y pequeño paisaje, no me hubiese dado otra vez aire y vida”.
"Para matar el tiempo en la prisión, se dedicó a pintar. Sus amigos le llevaron colores y materiales y en las paredes de su celda pintó un paisaje en miniatura, un paisaje con ríos y montañas, mares y nubes, campesinos en el período de la cosecha y varias otras cosas hermosas. Un ferrocarril minúsculo corría en el centro del cuadro y subía por la ladera de una montaña, y el tren, semejante a un gusano en una manzana, penetraba a un pequeño túnel. Pero la realidad venía a interrumpir constantemente a Hesse en aquel juego que le apasionaba. Casi a diario era sometido a insistentes interrogatorios en medio de montañas de legajos, expedientes y la complicada e implacable maquinaria de las burocracias. "De todos los infiernos que el hombre en su rareza ha inventado para torturarse a sí mismo", dice, "éste me ha parecido siempre el más diabólico. Uno es interrogado y acosado por hombres aburridos, impacientes y hoscos que no creen en nuestras aseveraciones más simples y verídicas y es tratado o bien como un niño o como un criminal...". "Un día", concluyó, "me hallaba delante de mi cuadro cuando aparecieron los guardias con sus habituales requerimientos, y quisieron arrancarme a mi grata ocupación. Experimenté una sensación de fatiga y una especie de repulsión contra toda aquella actividad, contra aquella realidad desalmada y brutal. Esta vez me pareció llegado el momento de poner término a todo. Puesto que no me dejaban jugar mi inocente de artista en paz, debía recurrir a ese arte serio al cual había consagrado tantos años de mi existencia. Este mundo era intolerable sin la magia. Evocando mis rituales chinos, retuve por un instante la respiración y lentamente me desprendí de la ilusión de la realidad. Supliqué a los guardias, en un tono amistoso, que tuvieran paciencia por un instante mientras me subía a mi pequeño tren del cuadro, pues debía atender allí algo. Ellos rieron según su manera habitual, considerándome como mentalmente desequilibrado.
"Me hice muy pequeño, me subí a mi diminuto tren y con él penetré en el túnel. Por un breve instante pudo verse salir el humo del agujero redondo de la montaña, luego, lentamente, se evaporó y con el humo el cuadro y yo mismo".

"Los guardias totalmente atónitos, se quedaron mirando el muro vacío".
Tras cuatro meses de permanecer en la prisión de Stetten, Hesse salió de la cárcel para volver a su refugio en Montagnola.
Al final de sus días, pidió que lo dejaran a sólas, para prepararse a morir, en la puerta de su finca había un cartel que decía: "Visitas no, por favor". Un día un amigo y colega de Hesse escribio debajo de ese cartel: "Bueno, otra vez será. Saludos, Thomas Mann". Pero si el visitante franqueaba esa primera barrera, en la puerta de la vivienda, la Casa Rossa, colgaba este poema chino de Meng Hsich:
"Cuando uno es viejo y su trabajo está acabado,
tiene derecho, en la quietud, a trabar amistad con la muerte.
No necesita a los hombres. Los conoce; ya los ha visto bastante.
Lo que necesita es tranquilidad.
No está bien buscar a este hombre, abordarlo,
molestarlo con charla.
Lo correcto es pasar por la puerta de su casa
como si nadie viviera aquí".
cosa que sucedió de una hemorragia cerebral el  9 de agosto del 1962, está enterrado en el bonito cementerio de Montagnola bajo un sencillo túmulo gravado con su nombre.




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Bueno, espero que os haya gustado.