dimarts, d’abril 06, 2010

RUEDAS LUMINOSAS EN EL CIELO. 2/2

A continuación, vamos a hacer de "abogado del diablo", es decir, vamos a presentar aquellos argumentos que desmontarían las creencias del mensaje anterior.
"Me llama mucho la atención que después de mil discusiones siga apareciendo gente con el mismo argumento falaz:
"COMO PUEDE UD. SER TAN SOBERBIO DE PENSAR QUE HABIENDO TANTOS PLANETAS EN EL UNIVERSO, SEAMOS LOS UNICOS SERES INTELIGENTES ? POR LO TANTO, TODAS ESAS LUCES QUE VEMOS, SON ELLOS QUE NOS VISITAN"
Es tan escandalosamente falsa la proposición que merecería ponerse en un cuadrito como ejemplo de razonamiento ridículo.
Sí, es muy posible que existan otros seres, inteligentes y no inteligentes, bacterias y sapitos, insectos y cuadrúpedos, pájaros, peces y hombres. No lo digo yo, lo dicen científicos serios que estudian el tema. Que existan es condición necesaria, pero no suficiente para que nos visiten !! Cuántas veces hay que decirlo ? Los científicos NO SON NEGADORES DE LA VIDA EXTRATERRESTRE, NO, NO LO SON. Lo que no aceptan es la teoría de la VISITA, porque sigue sin haber pruebas, y todas las explicaciones parten de una MONTAÑA DE SUPOSICIONES.
Están en las estrellas (porque si estuvieran en el sistema solar hubiéramos captado sus transmisiones), la estrella más cercana está a dos años-luz, entonces empiezan las suposiciones. Hay que suponer que viajan a mayor velocidad que la luz, o viajan a través de huecos en el espacio-tiempo, que manejan la gravedad a su antojo, que no sufren los efectos de la inercia, bueno, entonces tenemos que suponer que no tienen masa, que son pura energía y espíritu. Entonces para qué andan en naves que aterrizan, se elevan y se estrellan de vez en cuando ?
Hay testimonios serios. Tan serios como los testimonios de apariciones de santos y vírgenes, curaciones milagrosas, monstruos jurásicos, fantasmas y demás. El testimonio NO VALE COMO PRUEBA. Los que lo afirman deben enterarse de que están vivos porque los científicos realizaron estudios serios con pruebas concretas antes de darles una simple aspirina. Si se hubieran guiado por testimonios nunca hubieran descubierto nada y la mayoría de nosotros no sólo andaríamos en carretas, sino que estaríamos muertos.
No podemos ser simplemente escépticos esperanzados ? Dispuestos a salir a aplaudir el descubrimiento más grande de la historia, cuando haya una, una sola prueba ?
Creo que éste argumento es en lo esencial el que mejor refleja mi opinión sobre el tema, quizás añadiría como hará a continuación Carl Sagan, que nadie se alegraría tanto como yo mismo de una posible conexión, contacto o como se lo quiera llamar.



Texto de Cral Sagan, extraído del libro "El Mundo y sus demonios":

“La ciencia origina una gran sensación de prodigio. Pero la pseudociencia también. Las popularizaciones dispersas y deficientes de la ciencia dejan unos nichos ecológicos que la pseudociencia se apresura a llenar. Si se llegara a entender ampliamente que cualquier afirmación de conocimiento exige las pruebas pertinentes para ser aceptada, no habría lugar para la pseudociencia. Pero, en la cultura popular, prevalece una especie de ley de Gresham según la cual la mala ciencia produce buenos resultados”.
«Una señal inequívoca del amor a la verdad —escribía John Locke en 1690—, es no mantener ninguna proposición con mayor seguridad de la que garantizan las pruebas en las que se basa.» En el tema de los ovnis, ¿cuál es la fuerza de las pruebas?
La expresión «platillo volante» fue acuñada cuando yo empezaba el instituto. En los periódicos había cientos de historias de naves de otros mundos en los cielos de la Tierra. A mí me parecía bastante creíble. Había otras muchas estrellas y, al menos algunas de ellas, probablemente tenían sistemas planetarios como el nuestro. Muchas eran tan antiguas como el Sol o más, por lo que había tiempo suficiente para que hubiera evolucionado la vida inteligente. El Laboratorio de Propulsión a Chorro de Caltech acababa de lanzar un cohete de dos cuerpos al espacio. Estábamos claramente camino de la Luna y los planetas. ¿Por qué otros seres más viejos y más inteligentes no podían ser capaces de viajar de su estrella a la nuestra? ¿Por qué no?

Eso ocurría pocos años después del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. Quizá los ocupantes de los ovnis estaban preocupados por nosotros e intentaban ayudarnos. O quizá querían asegurarse de que nosotros y nuestras armas nucleares no fuéramos a molestarlos. Mucha gente — miembros respetables de la comunidad, oficiales de policía, pilotos de líneas aéreas comerciales, personal militar— parecía ver platillos volantes. Y, aparte de algunas vacilaciones y risitas, yo no conseguía encontrar argumentos en contra. ¿Cómo podían equivocarse todos esos testigos? Lo que es más, los «platos» habían sido detectados por radar, y se habían tomado fotografías de ellos. Salían en los periódicos y revistas ilustradas. Incluso se hablaba de accidentes de platillos volantes y de unos cuerpecitos de extraterrestres con dientes perfectos que languidecían en los congeladores de las Fuerzas Aéreas en el suroeste.



El ambiente general fue resumido en la revista Life unos años más tarde con estas palabras: «La ciencia actual no puede explicar esos objetos como fenómenos naturales, sino únicamente como mecanismos artificiales, creados y manejados por una inteligencia superior». Nada «conocido o proyectado en la Tierra puede dar razón de la actuación de esos mecanismos».
Y, sin embargo, ni un solo adulto de los que yo conocía sentía la menor preocupación por los ovnis. No podía entender por qué. En lugar de eso, se preocupaban por la China comunista, las armas nucleares, el maccarthismo y el alquiler de su vivienda. Yo me preguntaba si tenían claras sus prioridades.
En la universidad, a principios de la década de los cincuenta, empecé a aprender un poco sobre el funcionamiento de la ciencia, sobre los secretos de su gran éxito, el rigor que deben tener los estándares de prueba si realmente queremos saber algo seguro, la cantidad de falsos comienzos y finales bruscos que han infestado el pensamiento humano, lo fácil que es colorear la interpretación de la prueba según nuestras inclinaciones y la frecuencia con que los sistemas de creencia ampliamente aceptados y apoyados por jerarquías políticas, religiosas y académicas resultan ser no sólo ligeramente erróneos sino grotescamente equivocados.

Me había interesado la posibilidad de vida extraterrestre desde pequeño, mucho antes de oír hablar de platillos volantes. He seguido fascinado hasta mucho después de haberse apagado mi entusiasmo primitivo por los ovnis... al entender mejor a este maestro despiadado llamado método científico: todo depende de la prueba. En una cuestión tan importante, la prueba debe ser irrecusable. Cuanto más deseamos que algo sea verdad, más cuidadosos hemos de ser. No sirve la palabra de ningún testigo. Todo el mundo comete errores. Todo el mundo hace bromas. Todo el mundo fuerza la verdad para ganar dinero, atención o fama. Todo el mundo entiende mal en ocasiones lo que ve. A veces incluso ven cosas que no están.
Esencialmente, todos los casos de ovnis eran anécdotas, algo que afirmaba alguien. Los describían de varias formas, como de movimiento rápido o suspendidos en el aire; en forma de disco, de cigarro o de bola; en movimiento silencioso o ruidoso; con un gas de escape llameante o sin gas; acompañado de luces intermitentes o uniformemente relucientes con un matiz plateado, o luminosos. La diversidad de las observaciones indicaba que no tenían un origen común y que el uso de términos como ovnis o «platillos volantes», sólo servía para confundir el tema al agrupar genéricamente una serie de fenómenos no relacionados.
Había algo extraño en la mera invención de la expresión «platillo volante». En el momento de escribir este artículo tengo delante una transcripción de una entrevista del 7 de abril de 1950 entre Edward R. Murrow, el célebre locutor de la CBS, y Kenneth Arnold, un piloto civil que vio algo peculiar cerca de Mount Rainier, en el estado de Washington, el 24 de junio de 1947 y que en cierto modo acuñó la frase. 


Arnold afirma que: “los periódicos no me citaron adecuadamente... Cuando hablé con la prensa no me entendieron bien y, con la excitación general, un periódico y otro lo embrollaron de tal modo que nadie sabía exactamente de qué hablaban... Esos objetos más o menos revoloteaban como si fueran, oh, algo así como barcos en aguas muy movidas... Y cuando describí cómo volaban, dije que era como si uno cogiera un platillo y lo lanzara a través del agua. La mayoría de periódicos lo interpretaron mal y también citaron esto incorrectamente. Dijeron que yo había dicho que eran como platillos; yo dije que volaban al estilo de un platillo.
Arnold creía haber visto una sucesión de nueve objetos, uno de los cuales producía un «extraordinario relámpago azul». Llegó a la conclusión de que eran una nueva especie de artefactos alados. Murrow lo resumía: «Fue un error de citación histórico. Mientras la explicación original del señor Arnold se ha olvidado, el término "platillo volante" se ha convertido en una palabra habitual.» El aspecto y comportamiento de los platillos volantes de Kenneth Arnold era bastante diferente de lo que sólo unos años después se caracterizaría rígidamente en la comprensión pública del término: algo como un frisbee muy grande y con gran capacidad de maniobra.
La mayoría de la gente contaba lo que había visto con toda sinceridad, pero lo que veían eran fenómenos naturales, si bien poco habituales. Algunos avistamientos de ovnis resultaron ser aeronaves poco convencionales, aeronaves convencionales con modelos de iluminación poco usuales,



globos de gran altitud, 



insectos luminiscentes, planetas vistos bajo condiciones atmosféricas inusuales, espejismos ópticos y nubes lenticulares, 




rayos en bola, parhelios, meteoros, incluyendo bólidos verdes, y satélites, 







morros de cohetes y motores de propulsión de cohetes entrando en la atmósfera de modo espectacular, efectos luminosos, atmosféricos. 



 


Es concebible que algunos pudieran ser pequeños cometas que se disipaban en el aire. Al menos, algunos informes de radar se debieron a la «propagación anómala»: ondas de radio que viajan por trayectorias curvadas debido a inversiones de la temperatura atmosférica.
Tradicionalmente, también se llamaban «ángeles» de radar: algo que parece estar ahí pero no está. Puede haber apariciones visuales y de radar simultáneas sin que haya nada «allí». 

Cuando captamos algo extraño en el cielo, algunos de nosotros nos emocionamos, perdemos la capacidad de crítica y nos convertimos en malos testigos. Existía la sospecha de que aquél era un campo atractivo para picaros y charlatanes. Muchas fotografías de ovnis resultaron ser falsas: pequeños modelos colgados de hilos finos, a menudo fotografiados a doble exposición.
Un ovni visto por miles de personas en un partido de fútbol resultó ser una broma de un club de estudiantes universitarios: un trozo de cartón, unas velas y una bolsa de plástico fino, todo bien preparado para hacer un rudimentario globo de aire caliente.
El 4 de octubre de 1957 se lanzó el Sputnik 1, el primer satélite artificial en órbita alrededor de la Tierra. De las mil ciento dieciocho visiones de ovnis registradas ese año en Estados Unidos, setecientas una, o sea, el sesenta por ciento —y no el veinticinco por ciento que se podía esperar—, ocurrieron entre octubre y diciembre. Es evidente que el Sputnik y la publicidad consiguiente habían generado de algún modo visiones de ovnis.
Quizá la gente miraba más el cielo de noche y veía más fenómenos naturales que no entendía. ¿O podría ser que miraran más hacia arriba y vieran más las naves espaciales extraterrestres que están ahí constantemente? 


Con todo, las pruebas alegadas parecían pocas, y a menudo caían en la credulidad, la broma, la alucinación, la incomprensión del mundo natural, el disfraz de esperanzas y temores como pruebas, y un anhelo de atención, fama y fortuna. Qué lastima, recuerdo haber pensado.
Desde entonces he tenido la suerte de estar involucrado en el lanzamiento de naves espaciales a otros planetas en busca de vida y en la escucha de posibles señales de radio de civilizaciones extraterrestres, si las hubiere, en planetas de estrellas distantes. Hemos tenido algunos momentos seductores. Pero si la señal deseada no llega a cada uno de los escépticos gruñones, no podemos llamarlo prueba de vida extraterrestre, por muy atractiva que encontremos la idea. Simplemente, tendremos que esperar a disponer de mejores datos, si es que algún día llegamos a tenerlos. No hemos encontrado pruebas irrefutables de vida más allá de la Tierra. Pero sólo estamos al principio de la búsqueda. Quizá mañana pueda surgir información nueva y mejor. No creo que nadie esté más interesado que yo en saber si nos visitan o no. Me ahorraría mucho tiempo y esfuerzo poder estudiar directamente y de cerca la vida extraterrestre en lugar de hacerlo indirectamente y a gran distancia. Aun en el caso que los extraterrestres sean bajos, tercos y obsesos sexuales... si están aquí, quiero conocerlos.
Aceptar que en nuestros cielos hay ovnis no es comprometerse a mucho: la palabra «ovni» son las siglas de «objeto volador no identificado».
Es un término que incluye algo más que «platillo volante». Que haya cosas que el observador ordinario, o incluso el experto, no entiende, es inevitable.

Pero ¿por qué, si vemos algo que no reconocemos, llegamos a la conclusión de que es una nave de las estrellas? Se nos presenta una gran variedad de posibilidades más prosaicas.
Una vez eliminados de la serie de datos los fenómenos naturales, los engaños y las aberraciones psicológicas, ¿queda algún residuo de casos muy creíbles pero extremadamente raros, sobre todo casos sustentados por pruebas físicas? ¿Hay una «señal» oculta en todo este alboroto? Desde mi punto de vista, no se ha detectado ninguna. Hay casos de los que se informa con fiabilidad que no son raros, y casos raros que no son fiables. No hay ningún caso —a pesar de más de un millón de denuncias de ovnis desde 1947— en que la declaración de algo extraño que sólo puede ser una aeronave espacial sea tan fidedigna que permita excluir con seguridad una mala interpretación, tergiversación o alucinación. Todavía hay una parte de mí que dice: «Qué lástima.»

A lo largo de los años he dedicado mucho tiempo al problema de los ovnis. Recibo muchas cartas al respecto, a menudo con relatos detallados de primera mano. A veces, el escritor de la carta me promete revelaciones trascendentales si le llamo. Después de dar una conferencia —casi sobre cualquier tema— se me pregunta a menudo: «¿Cree en los ovnis?» Siempre me sorprende la manera de plantear la pregunta, la sugerencia de que se trata de un asunto de fe y no de pruebas. Casi nunca me preguntan: «¿Hasta qué punto son fiables las pruebas de que los ovnis son naves espaciales extraterrestres?»
Por lo que he visto, la manera de proceder de mucha gente está altamente predeterminada. Algunos están convencidos de que el testimonio de un testigo ocular es fiable, que la gente no inventa cosas, que las alucinaciones o tergiversaciones a esta escala son imposibles, y que debe de haber una vieja conspiración gubernamental de alto nivel para ocultamos la verdad a los demás. La credibilidad en el tema de los ovnis prospera cuando aumenta la desconfianza en el gobierno, que se produce de forma natural en todas aquellas circunstancias en que —en la tensión entre bienestar público y «seguridad nacional»— el gobierno miente. Como se han revelado engaños y conspiraciones de silencio del gobierno en tantos otros asuntos, es difícil argumentar que sería imposible encubrir un tema tan extraño, que el gobierno nunca ocultaría información importante a sus ciudadanos. Una explicación común de la razón de tal encubrimiento es evitar el pánico a nivel mundial o la erosión de la confianza en el gobierno.

Yo fui miembro del comité del Consejo Asesor Científico de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos que investigó el estudio de los ovnis llamado «Proyecto Libro Azul», aunque antes, significativamente, se había llamado «Proyecto Grudge [Fastidio]». Nos encontramos con que el esfuerzo que se estaba realizando era desganado y desechable. A mediados de la década de los sesenta, el cuartel general del «Proyecto Libro Azul» se encontraba en la base de las Fuerzas Aéreas Wright-Patterson de Ohio, donde también estaba la base de la «Inteligencia Técnica Extranjera» (dedicada principalmente a averiguar qué armas nuevas tenían los soviéticos). Contaban con una sofisticada tecnología para la consulta de expedientes. Uno preguntaba por un incidente de ovnis determinado y, como si se tratara de jerseys y trajes de la lavandería, le iban pasando resmas de expedientes por delante hasta que la máquina se paraba al llegar ante el demandante el expediente solicitado.
Pero lo que había en esos expedientes no tenía gran valor. Por ejemplo, ciudadanos respetables declaraban haber visto flotar luces sobre una pequeña ciudad de New Hampshire durante más de una hora, y la explicación del caso era que había una escuadrilla de bombarderos estratégicos de una base cercana de las Fuerzas Aéreas en ejercicios de instrucción. ¿Podían tardar una hora en atravesar la ciudad los bombarderos? No. ¿Sobrevolaban los bombarderos la ciudad en el momento en que se decía que habían aparecido los ovnis? No. ¿Nos puede explicar, coronel, cómo puede ser que se describa que los bombarderos estratégicos «flotaban»? No. Las negligentes investigaciones del Libro Azul tenían un papel poco científico, pero servían para el importante propósito burocrático de convencer a gran parte del público de que las Fuerzas Aéreas se aplicaban a la tarea y que quizá no había nada tras las denuncias de ovnis.

Desde luego, eso no excluye la posibilidad de que en alguna otra parte se desarrollara otro estudio de los ovnis más serio, más científico (dirigido, por ejemplo, por un general de brigada en lugar de un teniente coronel). Creo que incluso es probable que fuera así, no porque crea que nos visitan extraterrestres sino porque, ocultos en el fenómeno de los ovnis, debe de haber datos considerados en otros tiempos de importante interés militar.
Desde luego, si los ovnis son como se dice —aparatos muy rápidos y maniobrables—, los militares tienen la obligación de descubrir cómo funcionan. Si los ovnis eran construidos por la Unión Soviética, las Fuerzas Aéreas tenían la responsabilidad de protegernos. Teniendo en cuenta las notables características de actuación que se les adjudicaba, las implicaciones estratégicas de que hubiera ovnis soviéticos sobrevolando impunemente las instalaciones militares y nucleares norteamericanas eran preocupantes. Si, por otro lado, los ovnis eran construidos por extraterrestres, podríamos copiar la tecnología (si pudiéramos apoderarnos de un solo platillo) y conseguir una clara ventaja en la guerra fría. Y, aunque los militares no creyeran que los ovnis fueran fabricados por soviéticos ni extraterrestres, tenían una buena razón para seguir los informes de cerca.

En la década de los cincuenta, las Fuerzas Aéreas utilizaban ampliamente los globos-sonda, no sólo como plataformas de observación meteorológica, como se anunciaba de manera destacada, y como reflectores de radar, algo que se reconocía, sino también, secretamente, como aparatos de espionaje robótico, con cámaras de alta resolución e intercepción de señales. Mientras los globos en sí no eran muy secretos, sí lo eran la serie de reconocimientos que hacían. La forma de los globos de gran altitud puede parecerse a la de un platillo cuando se ve desde el suelo. Si no se calcula bien la distancia en la que se encuentran, es fácil imaginar que llevan una velocidad absurdamente grande. En ocasiones, propulsados por una ráfaga de viento, hacen un cambio de dirección abrupto, poco característico de un avión y en aparente desafío de la ley de la inercia... si uno no atina a ver que son huecos y no pesan casi nada.
El sistema de globos militares más famoso, que fue probado ampliamente en todo Estados Unidos a principios de los cincuenta, se llamaba «Skyhook». Otros sistemas y proyectos de globos se denominaron «Mogul», «Moby Dick», «Grandson» y «Genetrix».

Es fácil imaginar las conclusiones de un observador al reconocer la silueta de algunos de éstos globos sonda espía.

En 1956, globos de reconocimiento estadounidenses empezaron a sobrevolar la Unión Soviética. En su momento culminante, había docenas de lanzamientos de globos al día. A continuación, los globos fueron sustituidos por aeronaves de gran altitud, como las U-2, que a su vez fueron reemplazadas en gran parte por satélites de reconocimiento. Es evidente que muchos ovnis que datan de este período eran globos científicos, como lo son algunas veces desde entonces. Todavía se lanzan globos de gran altitud, incluyendo plataformas que llevan sensores de rayos cósmicos, telescopios ópticos e infrarrojos, receptores de radio que sondean la radiación cósmica de fondo y otros instrumentos por encima de la mayor parte de la atmósfera de la Tierra.
El apogeo de los ovnis corresponde a la época en que comenzaba a cambiarse el principal vehículo de lanzamiento de armas nucleares de los aviones a los misiles. Un problema técnico importante era la entrada en la atmósfera: hacer volver un morro (de cohete) a través de la atmósfera de la Tierra sin que se queme en el proceso (como se destruyen los pequeños asteroides y cometas al pasar a través de las capas superiores de aire).
Algunos materiales, geometrías de morro y ángulos de entrada son mejores que otros. La observación de las entradas (o los lanzamientos más espectaculares) podían revelar muy bien el progreso de Estados Unidos en esta tecnología estratégica vital o, peor, sus defectos de diseño; todo eso podría sugerir a un adversario qué medidas defensivas debía tomar. Como es comprensible, el tema se consideraba altamente delicado.
Es inevitable que hubiera casos en que se ordenara al personal militar no hablar de lo que había visto, o que observaciones aparentemente inocuas fueran clasificadas repentinamente de máximo secreto con criterios limitados a la necesidad de conocimiento. Los oficiales de las Fuerzas Aéreas y los científicos civiles, al pensar en ello años después, podían concluir perfectamente que el gobierno había decidido encubrir los ovnis. Si se considera ovnis a los morros de cohete, la acusación es justa.
También aquí tenemos todas las razones para creer que se debió de ordenar a un equipo investigador técnico de alto nivel, a los observadores de las Fuerzas Aéreas y a los civiles que mantuvieran la boca cerrada, y que se diera no sólo la apariencia sino la realidad de la supresión de datos. Tampoco aquí esta conspiración de silencio tiene por qué tener nada que ver con naves aeroespaciales de extraterrestres.
En vista de todo esto, estoy perfectamente dispuesto a creer que al menos algunos informes y análisis de ovnis, y quizá voluminosos archivos, se han hecho inaccesibles al público que paga los impuestos. La guerra fría ha terminado, la tecnología de misil y de globo ha quedado prácticamente obsoleta o está al alcance de todos, y los que podrían sentirse turbados ya no están en el servicio activo. Lo peor, desde el punto de vista militar, es que sería reconocer de nuevo que se confundió o mintió al público americano en interés de la seguridad nacional. Ya es hora de que los archivos dejen de ser reservados y se pongan a disposición general.
La idea de un encubrimiento para mantener oculto el conocimiento de vida extraterrestre o de las abducciones durante cuarenta y cinco años, sabiéndolo cientos, si no miles de empleados del gobierno, es notable. Es cierto que los gobiernos guardan secretos rutinariamente, incluso secretos de un interés general sustancial. Pero el objetivo ostensible de tanto secreto es proteger al país y sus ciudadanos. Sin embargo, en este caso es diferente. La supuesta conspiración de los que controlan la seguridad es impedir que los ciudadanos sepan que hay un ataque extraterrestre continuo sobre la especie humana. Si fuera verdad que los extraterrestres abducen a millones de personas, sería mucho más que un asunto de seguridad nacional. Tendría un impacto en la seguridad de todos los seres humanos de la Tierra. Con todo eso en juego, ¿es verosímil que ninguna persona con un conocimiento real y pruebas, en casi doscientas naciones, se decida a tocar las campanas y hablar para ponerse del lado de los humanos y no de los extraterrestres? 


 
Pero, si nos enfrentáramos a una invasión extraterrestre, ¿no intentaríamos al menos desplegar defensas en el espacio? El Departamento de Defensa, como los ministerios similares de todas las naciones, prosperan con enemigos, reales o imaginarios. No tiene ningún sentido pensar que la existencia de un adversario como éste sea ocultada por la organización que más se beneficiaría de su presencia. La posición general posterior a la guerra fría de los programas espaciales militar y civil de Estados Unidos (y otras naciones) hablan poderosamente contra la idea de que haya extraterrestres entre nosotros... a no ser, desde luego, que también se oculte la noticia a los que planifican la defensa nacional.

Hasta aquí las serias, responsables y bien intencionadas reflexiones de ese extraordinario divulgador de la ciencia que fué Carl Sagán, evidentemente, los defensores a ultranza de la presencia de extraterrestres en nuestra historia, pueden hacer mil y una objecciones a sus palabras, entre ellas, sencillamente que justamente esas serian las palabras que utilizarían los defensores de mantener en secreto la presencia de extraterrestres.
Pero hay otros argumentos, enrraizados con la psique humana que no son despreciables. Veamos, si le preguntas a cualquiera donde está el cielo, la mayoría levantará la vista, o las manos indicando hacia lo alto. Si ese alguien además forma parte de la tradición judeo-cristiana y/o musulmana, le preguntas donde está Dios, evidentemente también señalará hacia ese mismo cielo. Desde tiempos muy remotos, el cielo, lo alto es el lugar de donde procede lo bueno, lo santo, lo divino, existe una predisposición cultural, una especie de programación en la psique para depositar en las alturas nuestras esperanzas, la consecución de nuestros deseos, la sublimación de nuestras deficiencias individuales y/o colectivas. De ahí que vírgenes, santos, el mismo Jesucristo,  amenudo aparecen en lugares elevados: árboles, cuevas en laderas de montañas, cuando no directamente en el cielo, o subiendo.




Parece lógico que en una época de crisis de valores tan significativa como fueron los dos últimos tercios del S.XX y lo que llevamos de éste, los seres humanos busquemos en el cielo la esperanza que nos hace falta para soportar los males a los que nos conduce el sistema socio económico en el que vivimos.
Y como sea que en occidente, las religiones tradicionales sumamente desprestigiadas, ya no nos sirven de consuelo, pues hemos de crear otra, la de los sabios extraterrestres que nos ayudarán a dar los pasos necesarios para evolucionar espiritualmente y salvar así al planeta y a nosotros mismos.

A Carl Sagan le llegaban cientos de desafíos de gente que supuestamente estaba "en contacto" con los extraterrestres para que "haga cualquier pregunta" y se la responderían. Sagan preguntó cómo resolver el tema de la energía barata, no le respondieron. Cómo viajar a las estrellas, no le respondieron. Cómo lograr la paz mundial, no le respondieron. Cómo resolver el tercer teorema de Fermat (un enigma matemático) : SILENCIO ABSOLUTO. Charlatanes.
La mayoría de las canalizaciones con "Maestros" extraterrestres, nos dan consejos para proseguir nuestra evolución espiritual -por cierto, bastante semejantes en todos los sentidos a lo que ya nos han dicho otros maestros terrestres de las tradiciones occidental y oriental-, incluso nos hablan de remedios contra epidemias y enfermedades, pero ¿porqué no nos avisan con anterioridad a que se produzcan, porque no nos suministran vacunas, o nos ayudan a combatir el hambre, la miseria, la injustícia?...¿No interferencia?... no quieren influir en la evolución de nuestra especie, dicen... pero cientos, quizás miles de canalizaciones, otras tantas abducciones, millones de encuentros en diversas fases, ¿no están ya interviniendo?... No sería mucho más útil dada la tecnología infinitamente superior a la nuestra que se supone tienen y que les permite desplazarse desde lejanas estrellas, presentarse ante todos los gobiernos del mundo en las Naciones Unidas -por ejemplo- y dar a conocer a todo el mundo, abiertamente a través de todas las emisoras de televisión, radio, etc., las soluciones de una civilización superior, más justa, más equilibrada, igualitaria.  ¿Cuantos millones de especímenes humanos han de ser sacrificados, por el sacrosanto ideal de la no interferencia, al hambre, a las enfermedades, a la falta de agua, a la guerra, a las injustícias?... Lo siento. No puedo creerlo. Me gustaria, tanto como a Carl Sagan o al más fervoroso discípulo canalizado, o por canalizar, pero siento que algo falla en todo eso de las canalizaciones y mensajes extraterrestres. Uno no puede sentarse a meditar en el séptimo rayo, en el infinito, mientras las bombas israelianas, o americanas, o rusas, o del último grupo terrorista -para el caso es lo mismo-, caen sobre las cabezas de tus hijos, hermanos, esposa, o padres... Mientras el hambre y la sed, las enfermedades diezman a millones de seres humanos y no precisamente a los que son más responsables de los males que nos aquejan.
 






La opinión de Carl Jung:

Los Objetos Voladores no identificados fascinaban a Carl Gustav Jung, creador de la teoría del "inconsciente colectivo", hasta el punto que en 1959 les dedicó un librito: Platillos volantes.
"Jung, pionero del psicoanálisis, basó buena parte de su trabajo en el concepto de los arquetipos: símbolos cargados de significado, motivos o figuras que representan lo mismo para toda la humanidad. Estos símbolos pueden aflorar espontáneamente desde las profundidades del inconsciente, manifestándose en cualquier creación humana y evocando respuestas ¿emocionales e imaginativas muy poderosas. Para entender su naturaleza y sus implicaciones, Jung reunió una asombrosa cantidad de paralelos provenientes de las zonas de la actividad humana en que domina lo no-racional: la religión, la mitología, los rituales antiguos y primitivos, los sistemas ocultistas como la astrología y la alquimia, etc. Al mismo tiempo, para probar que esos arquetipos estaban muy presentes en el psiquismo del hombre moderno, mostró cómo surgían una y otra vez en los sueños de sus pacientes, así como en el arte, el folklore y los mitos populares del siglo XX. 

La hija de un psiquiatra amigo suyo, por ejemplo, tuvo un sueño en que aparecía un monstruo semejante a una serpiente con cuernos; Jung la identificó como un monstruo de iguales características al que se refiere la literatura alquímica del siglo XVI. La niña tomaba ésta y otras imágenes de su sueño -según Jung- de las "bibliotecas" de símbolos, abiertas a toda la humanidad, a lo largo de la historia, por mediación del inconsciente colectivo.
Jung creía que una de esas imágenes arquetípicas era el disco; los OVNIS constituirían una variante moderna de dicha imagen. La gente cree que ve OVNIS, tal como ha creído en otras visiones "no patológicas", como los ángeles de Mons. Muchos soldados dijeron haber visto estas apariciones durante la lucha que acompañó la retirada británica de Mons, en 1914. Esta comparación resulta reveladora, ya que, aunque fueran imaginarios, los ángeles guerreros eran reales en las mentes de los soldados, a causa de la alteración emocional que los horrores de la guerra les habían causado. La gente que es presa de semejantes emociones, dice Jung, tiende a ver visiones colectivas. Y esas visiones son proyecciones -palabra clave- que toman la forma de una respuesta a sus necesidades emocionales. 


En pocas palabras y, para simplificar: el hombre moderno va "buscando un alma". Y esa búsqueda, con todas las tensiones que la acompañan, con el terror y la desesperación, lleva con frecuencia a proyecciones colectivas.., cuyo resultado son visiones, rumores, pánicos masivos, creencias exóticas. En ellas, Jung adivina el proceso de formación de un mito. (El subtítulo de la obra Platillos volantes es "Un mito moderno de cosas que se ven en el cielo"). En el centro de los mitos aparecen siempre los arquetipos, que proporcionan el motivo y la forma esenciales.
Así pues, Jung sugiere que los OVNIS son una proyección mítica. De hecho, bien podrían ser los heraldos de alguna convulsión de gran alcance que se está preparando en la psique colectiva de la humanidad. Hay quien considera que esta convulsión se ve prefigurada por la pasión actual de Occidente por el ocultismo; otros creen que se trata de la expansión mundial del comunismo; pero también puede ser algo que nadie ha imaginado aún. Esas transformaciones siempre han venido acompañadas, a lo largo de la historia, por la aparición, en religión, arte y literatura, de los arquetipos más poderosos y dominantes.
Los discos o platillos voladores son, desde el punto de vista de Jung, versiones modernas del que quizá sea el mito más poderoso de todos, el que Jung denominó "mandala", palabra de origen sánscrito. 



El arte y la religión hindúes están llenos de mandalas. Pero éstos aparecen en todas partes: desde el arte infantil moderno hasta los antiguos círculos de piedras erguidas, desde el anillo que se usa en el solemne ritual del matrimonio de las iglesias cristianas hasta los círculos del infierno de Dante y los garabatos distraídos de los oficinistas preocupados. El mandala consiste, básicamente, en un circulo, aunque sus variaciones son innumerables. Simplificando, se podría decir que significa la busca de la realización, la culminación, la totalidad.
Esto nos trae bruscamente de nuevo al desorientado hombre moderno. Vivimos en un mundo "disociado", dividido como la mente de un esquizofrénico, con poca o ninguna comunicación entre las partes. Exteriormente, está dividido en dos bloques internacionales que se desafían; paralelamente, la tecnología, cada vez más avanzada, nos amenaza con un holocausto inminente. Los impulsos más oscuros e irracionales de la naturaleza humana, que habían sido rechazados por la razón y que parecían definitivamente vencidos en los siglos XVIII y XIX han regresado -y triunfado- en el siglo XX.
Interiormente también estamos divididos. La ciencia y los valores materialistas nos han proporcionado un elevado nivel de vida, pero han devaluado todas las áreas de lo irracional: las emociones, los instintos, la imaginación, los impulsos religiosos.
Jung no pretende que su visión de un mundo enfermo sea original. Lo que le interesa es el efecto que la disociación provoca: causa tensiones, enfermedades, deformaciones monstruosas. De modo que la mente disociada grita pidiendo la reconstitución de un equilibrio sano y armonioso entre sus partes... es decir, la totalidad. Y a causa de ese deseo inconsciente, el desdichado hombre moderno, hambriento de espiritualidad, proyecta mandalas en todas partes, hasta en el cielo.



Es éste un análisis fascinante. Jung halla mandalas en otras esferas, como los sueños y el arte moderno. Pero tampoco renuncia a posibles explicaciones alternativas. Algunas observaciones de OVNIS, o algunos sueños donde aparecen mandalas, presentan también elementos de simbología sexual. Sin embargo, como siempre, descarta secamente la tendencia freudiana a detenerse en la forma simbólica de órganos sexuales que adoptan las naves espaciales en nuestros sueños. Para Jung son mucho más importantes los elementos distintivos del OVNI-mandala, que considera una variante del arquetipo más adecuado para nuestro tiempo. En esta edad tecnológica en que vivimos, ¿qué imagen puede simbolizar con mayor acierto una "totalidad restaurada" que una máquina misteriosa, un trozo de ingeniería celestial?
Por otra parte, el aspecto "celestial" de la proyección OVNI es también esencial en el análisis de Jung. Le llamaban particularmente la atención la conducta "poco natural" y las pautas de vuelo de los OVNIS. Con frecuencia la visita del OVNI se interpretaba como prueba de la existencia de extraterrestres avanzados, seres celestiales superpoderosos y amistosos que nos observan, y que se preocupan por las actividades autodestructivas del hombre en el planeta Tierra. Jung también notó que en alguna de esas historias el deseo de alcanzar la totalidad había tomado la forma, más precisa y personalizada, de desear un salvador, un ser más que humano que descendería a ayudarnos a encontrar el alivio y la curación que no podemos hallar por nosotros mismos.
En esta parte de su análisis, Jung hace una importante aclaración: a lo largo de la historia siempre se han visto "cosas que se movían por el cielo", mucho antes de que adoptaran el aspecto de misteriosas naves espaciales, escapadas de un mal relato de ciencia-ficción. Esferas volantes que se movían de forma extraña, discos y globos aparecen con frecuencia en los anales de visiones extrañas y fenómenos inexplicables sucedidos en tiempos revueltos del pasado.
 gerente
Otro tema sugerente que trataremos en otro mensaje es el de los supuestos Ovnis Nazis, como el de la imagen.

Una y otra vez, Jung subraya que lo importante no es que realmente haya algo en el cielo. Aunque existan los OVNIS, igualmente pueden ser considerados proyecciones, del mismo modo que proyectamos inconscientemente una intensa carga de simbolismo, con toda la fuerza de los arquetipos, en muchos objetos o individuos que nos rodean, como armas, joyas, artistas de cine o políticos.
En última instancia, Jung no descarta la posibilidad de que pueda existir una base física y objetiva. Las pantallas de radar y las cámaras no sueñan, ni padecen alucinaciones. Como él mismo dice: "O las proyecciones psíquicas pueden provocar ecos en el radar, o la aparición de objetos reales proporciona la oportunidad para proyecciones mitológicas".
Eso, por supuesto, constituye una ironía; no creía que las proyecciones psíquicas afectaran al radar. Pero conviene subrayarlo, a causa del persistente impulso de los medios de comunicación y otros defensores del statu quo racionalista, que aprovechan todas las oportunidades para denunciar a Jung como una especie de charlatán crédulo y desorbitado, metido hasta la cintura en lo que Freud llamó desdeñosamente "el negro lodo del ocultismo". Sus detractores han malentendido y desfigurado insistentemente las investigaciones de Jung acerca de la alquimia, la astrología y lo "irracional" en todas sus formas. 


Como contrapartida, Jung siempre insistió en que hay que mantenerse abierto a una enorme cantidad de temas que, de algún modo, podrán contribuir a aumentar los conocimientos sobre el inconsciente humano. Con esta finalidad, registró y analizó la relevancia simbólica de los OVNIS. Pero también comprendió que, en los continuos informes sobre OVNIS y en los estudios que se hacían sobre ellos había un núcleo de datos "sólidos" que sólo podían concebirse si allá arriba había objetos reales, aunque fueran mal interpretados por quienes los veían." 

Y aunque parezca contradictorio, en ésta segunda parte, me gustaría incluir  para terminar, un video del Dr. Jimenez del Oso, quien como siempre acostumbra a mantener una mente abierta y a aportar argumentaciones interesantes.



 

Bueno como siempre espero que éstas reflexiones os ayuden a comprender algo mejor un tema tan controvertido.

1 comentari:

Anònim ha dit...

Gracias intiresnuyu iformatsiyu