divendres, de gener 19, 2007

EL ELIXIR DE LA INMORTALIDAD I

PEREGRINOS DE UNA NUEVA ERA.



De la manera que nos toca vivir en el mundo de hoy, la mayoría de entre nosotros encuentra serias dificultades en el momento de decidir los caminos a transitar,o sobre como desarrollar todas las potencialidades, tanto físicas, como psíquicas o espirituales de las que somos protadores. Esta falta de orientación o de guía, es la causa de no pocos de nuestros errores, imputables en mayor medida a nuestra ignoráncia, que no a un malsano deseo de perjudicar a los demás. En consecuencia, buena parte de los hombres y mujeres de nuestra sociedad, sufrimos de angustia, fustración y desmotivación.
Esta insatisfacción, no afecta tan sólo a aquellos que centran su vida en torno a la adquisición y posesión de los bienes materiales, de una posición social sólida, o de una buena reeputación; sino que, afecta tambien a aquellos, que por diferentes motivos, hemos descubierto el carácter inestable e insustancial de las “cosas del mundo”, que ahora vienen y luego necesariamente se van; y que nos hemos hecho el firme propósito de edificar nuestras vidas sobre los cimientos de aquello que es inmutable y permanente.
Desgraciadamente, en determinado nivel de evolución personal, querer no significa aún poder, aunque tengamos que recordar que querer es, sin lugar a dudas, la condición primera y la más importante de las condiciones previas. Demasiado a menudo, las circunstancias nos arrastran, sin que sepamos como podríamos evitarlo, y con mucha más frecuencia de la que nos gustaría reconocer, nos encontramos inmersos en una multitud de circunstancias, problemas, situaciones, que nos alejan, distraen, incluso hacen olvidar, aquello que consideramos verdaderamente importante para nosotros mismos, de aquello que amamos más profundamente y que, como bien sabemos, debería de concentrar todas nuestras energías disponibles.
Es éste un viejo problema. Tan viejo como la humanidad misma, pero que en nuestros dias se vé agravado por el vertiginoso ritmo de los acontecimientos, por la brillantez y el colorido de los objetos que nos rodean, y por la locura colectiva en que se han sumido las civilizadas sociedades en que vivimos.
Muy posiblemente no existan soluciones mágicas, instantáneas o definitivas, o por lo menos el que suscribe éstas líneas no ha sido capaz de encontrarlas, aunque deba confesar que lamentablemente no cree que existan fórmulas igualmente válidas para todo el mundo.
En éste como en la mayoría de los casos, cada uno, ha de saber encontrar su propia verdad, su propio camino.
A pesar de ello, la Tradición Perenne ha construido verdaderas “autopistas” que hacen relativamente posible que cualquier ser humano, pueda, con la ayuda de una abundante dósis de constáncia, paciencia y tenacidad, plantearse iniciar el largo recorrido hacia su propio destino personal. Una de estas “autopistas”, por no decir, la más importante y concurrida, es aquella que conocemos como camino de la oración, o de la meditación, que como trataremos de mostrar al lector, puede aportar no pocas sorpresas y enseñanzas.




Los primeros pasos.






Cuando un ser humano siente en su interior la LLAMADA de la Verdad y no la rechaza, su vida empieza a cambiar. Se rodeará de aquello que le recuerde en todo momento lo Inmutable y Permanente. Por extraño que pueda parecerle en estos momentos iniciales, le conviene hacerse a la idea de que tiene por delante un largo y muy difícil viaje. Se ha convertido en un Peregrino y le esperan el desierto y el vacío.


“Durante nuestra peregrinación sobre la tierra, a través de nuestro ser-en-el-tiempo, no somos en realidad otra cosa que un nudo temporal, en espera de devenir, de llegar a devenir, de llegar al final del tiempo y de SER finalmente.
Entretanto, la VERDAD tiene que ser buscada, tiene que ser analizada, y sobre todo, tiene que ser hecha. Para llegar a conocer la verdad, ha hacerse partícipe de la verdad, conviene recordar la importáncia que en todas las tradiciones espirituales de la humanidad se dá a la oración, considerada en su concepción metafísica, llámese meditación, yoga o mejor aún, contemplación pura y simple”. (Raimundo Panniker: La verdad en los Vedas).






Es necesario además que sepa que éste es un viaje muy especial; las dificultades y las contradicciones, las dudas y la sin razón le acompañaran en todo momento, desde los primeros pasos e, irán aumentando, conforme el Peregrino se aleja del punto de partida. Una de las primeras de estas dificultades, surge incluso antes de iniciarlo, en muchas ocasiones, para los tébios, indecisos o que carezcan de una buena dósis de valor, puede resultar definitivo, insalvable... El futuro Peregrino siente la LLAMADA en su interior, la ha reconocido, pero al mismo tiempo, su cuerpo, la mente, el peso de la costumbre, las consideraciones sociales, o familiares, las circunstancias perosonales, o cualquier otro motivo, le hacen decirse: “¿A dónde crees que puedes ir tú?”, o “¡Déjate de tonterias y sigue con lo tuyo!”. En general, estos argumentos tienen un peso casi insoportable, además, al fín y al cabo, aquello que nos es habitual, cotidiano, nuestro mundo, lo que “tenemos” tampoco está del todo mal, uno se acostumbra y después, no quiere prescindir de él. Otra de las argumentaciones a las que recurrimos para justificarnos y postergar sine die nuestra partida es “¿Porqué diantres quieres aventurarte en la oscuridad de la Noche, exponiéndote a las inclemencias e incomodidades, correr riesgos, asumir peligros que seguramente destrozarán tu vida, acabarán por aniquilarte?”. De ahí que en muchos casos, los Peregrinos no se deciden a emprender el viaje, aplazándolo para mañana, o para pasado mañana, o para el año que viene, cuando sea mayor, cuando me jubile, etc. Si a pesar de todo se decide a arrancar, no debería olvidar nunca, de aquellos que por su debilidad, no fueron capaces de dar el primero de los pasos,quedando apresados para siempre en la duda.
Si a pesar de todo, te decides a partir -permíte que a partir de aquí te tutee, pues en estas circunstancias somos los dos somos igualmente compañeros-, recuerda que la contradicción, la duda, te acompañará en todas y cada una de las diversas etapas, hasta las mismas puertas de tú destino y quizás incluso más allá. Habrá momentos en los que te sentiras irremediablemente perdido, desorientado, enmedio de paisajes totalmente desconocidos y desolados, cansado y desanimado, alejado de todos y de todo, rechazado... Sólo en la fría Noche, sin siquiera un amigo, un ser humano con quien compartir la helada oscuridad, nadie te tenderá la mano afectuosa, nada consolará el terror de tu mente o de tu alma, en un universo desolador. En más de una ocasión, te asaltarán pensamientos y sensaciones que creías ya superados, del tipo “¿que hago yo aquí?”, “¿quien me ha mandado meterme en este berenjenal, en éste viaje tan absurdo?”, “¡Con lo bien que podría estar haciéndo lo mismo que todos los demás!”.




“Todos los apoyos han sido retirados;todas las seguridades se han colapsado; el viajero se encuentra desnudo y sin ayuda; sólo el Amor está allí para iluminar el camino”.




Es absolutamente cierto que los seres humanos, si dependiese tan sólo de su voluntad o de sus fuerzas, no llegarían jamás a Su destino. Pero no es menos cierto que la LLAMADA será cada vez más fuerte y poderosa, sólo su propia fuerza té impedirá renunciar, empujándote siempre a avanzar, más allá, más allá, mucho más lejos.


“En el siglo pasado, Motovilov, un laico atormentado por el problema de la identidad cristiana fué a visitar al monje Serafín de Sarov y éste le respondió: La verdadera meta de la vida cristiana consiste en la adquisición del Santo Espíritu de Dios”.(Anónimo: Relatos de un peregrino ruso.)




Supongo que no será necesário que te diga, que utilizo la imagen de un viaje, en un sentido doble, a la vez simbólico y real. De hecho, puedes realizarlo, incluso si trabajas, estudias o vives inmerso en un determinado ambiente familiar, o círculo de amistades, con unas obligaciones materiales que cumplir... No te es imprescindible abandonarlas, puedes continuar con ellas, pero tendrás que buscar un tiempo, un momento entre tus diversas actividades, pueden ser tan sólo unos cuantos minutos al día, para reempreder tu viaje, siempre hacia el interior, hacia adentro, en dónde se esconde el Gran Misterio, la Verdad, el Amor, el Yo Absoluto, el Om, el Espíritu, Dios o como sea que quieras llamarlo. Y muy pronto, el viaje irá provocando cambios en tu mundo y en tí mismo... provocará cambios en tu manera de analizar, juzgar, valorar las cosas, el mundo que te rodea, adquiriendo una particular perspectiva, tan alejada de la de tus amigos, familiares, compañeros, que fácilmente se les ocurrirá pensar que te has vuelto loco. No te comprenderán y, muy posiblemente, ni tú mismo consigas entenderte, ni a los demás. Y, no te quepa duda, esta incomprensión te ocasionará nuevos dolores, nuevos problemas, conflictos y contradicciones.
En éste, como en todos los largos viajes que se han de hacer paso a paso, sin más ayuda que el propio esfuerzo, se ha de poder caminar ligero, para ello hay que estar dispuesto a dejar de lado todo aquello que sea innecesário, superficial o excesivamente pesado. Puede suceder, que a estas alturas del viaje, aún no estés preparado para prescindir de todas las cosas, pero debes dedicar una parte de tus energías a aprender a vivir sin ellas. Es preciso dejar atrás, la afición y la dependencia a las cosas. Sin lugar a dudas, éste será otro de los grandes obstáculos que deberás salvar para poder seguir tú camino. Como nos dice el gran obispo brasileño Helder Cámara:


“Si quieres ser, perdona que te diga, que primero deberas liberarte del exceso de poseer que te llena tanto, de arriba a abajo, que no te deja espacio ni para tí mismo, y mucho menos para Dios”.


De entre las muchas cosas de las que debes desprenderte lo antes posible, figuran en primer lugar el miedo y la ansiedad. Has de aprender a no preocuparte por el futuro, a no sentirte culpable, ni nostálgico del pasado. Estos sentimientos no te sirven de nada. Vive única y exclusivamente el momento presente, el precioso instante, el ahora y aquí, lo único real. Si, ya sé que estarás pensando que ésto es mucho más fácil de decir que de hacer..., ciertamente, así es...porque en cierta medida, nos guste o no reconocerlo, tenemos apego a nuestras pequeñas angustias y sufrimientos, y nos cogemos a ellos con fuerza. Pero tú, querido hermano y compañero de viaje, no desesperes. Ten confianza. Conforme avanzamos, nos vamos liberando del miedo.
La siguiente cosa de la que nos hemos de desprender, es la dependéncia al pensar continuamente; al pensamiento discursivo, al parloteo incesante de la mente, al torrente de imágenes, conceptos que incontroladamente se posesionan de nuestras pantallas interiores, asi como, del deseo de poseer una buena cantidad de conocimientos y experiencias. En este viaje hemos de estar dispuestos a no atarnos a nada, ni siquiera a los buenos pensamientos, o a las buenas obras, a los más elevados sentimientos, al deseo de Dios, el Amor o lo que sea... pues no deberías olvidar, que todas esas cosas no son Dios. Recuerda que en esta vida, mientras nos encontremos sometidos a los imperativos de nuestra materialidad, al tiempo y al espacio, Dios será para nosotros tan sólo la Nada, el vacío absoluto, la “Nube-del-no-saber”, o cualquiera de las muchas imágenes que en éste sentido, nos aportan la infinidad de tradiciones de la humanidad. Ten en cuenta que se muestran coincidentes en señalar que ningún hombre ha visto con sus ojos, o con su mente a Dios.
Es por todas estas razones que el viaje es tan inseguro, pues nada hay donde cogerse, nadie en quien descansar, con quien compartir y comentar las experiencias, ningún guía o experto gurú dirigirá tus pasos, o te mostrará el camino correcto. El único apoyo con el que contarás, será el que tu mismo seas capaz de procurarte, tu propia fe y confianza en lo que se encuentra al final (?) del camino. En la misma medida en que tu avanzas, el Amor, la Verdad, el Espíritu, Dios se despertará en tu corazón de Peregrino, y lenta pero inexorablemente, te irás transformando por el efecto del “fuego que quema sin consumirse” que se halla en el interior de tu pecho.


“El Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir porque no le vé ni le conoce. Pero vosotros lo conoceis porque mora con vosotros y en vosotros está.... Y no habrá que buscarle ni encima, ni fuera de vosotros, sino en el fondo de vuestro corazón”.(San Juan 14, 17)


En muchas de las tradiciones de la humanidad, pero muy especialmente en el taoísmo, se nos explica que hay dos tipos de actitudes posibles en la conducta del Peregrino, y que determinan así mismo, dos vías o caminos :
· El camino del esfuerzo consciente.
· El camino de la no acción.




El camino del esfuerzo consciente se dá principalmente en las primeras etapas del viaje, o cuando la LLAMADA no es lo suficientemente poderosa aún, o porque no la queremos seguir de momento. En este camino, el Peregrino piensa, analiza, se hace preguntas, reflexiona cuidadosamente las opiniones y experiencias, propias y ajenas. Está convencido de que son necesarias decisiones muy serias y transcendentes, definitivas, que ha de ponerse cabeza abajo, levitar a un palmo del suelo, o conseguir que el mundo gire de izquierda a derecha. Estos pensamientos, éstas acciones, van creando su personalidad, conduciéndole a nuevas situaciones, pues es de esta manera que nos hacemos a nosotros mismos.
El otro camino, el de la no acción, exige un cambio radical en la perspectiva. Cuando el Peregrino decide abandonar la confortabilidad de su vida quotidiana, la seguridad de su casa, iniciando el camino hacia el interior de uno mismo, se ha de preocupar mucho menos por la manera en que deben hacerse las cosas. Ha de aprender el dificilísimo arte de dejar a las cosas seguir sus propios ritmos, su propio camino. No intervenir, despreocuparse de las decisiones una vez adoptadas, ni preocuparse anticipadamente por las que se habrán de tomar en un futuro más o menos próximo, o lejano. Dejar que las acciones, decisiones, etc., surgan irreprimibles de nuestro interior, cuando ya no nos queda más remedio, antes de que sea demasiado tarde sí, pero sólo cuando sea la acción inevitable, la justa. Esta actitud de no-acción, no significa en absoluto, pasotismo, indiferencia, despreocupación, en el sentido de “tanto me da, no me importa”, por el contrario, cuando en realidad nos decidimos a no-hacer, permitimos que una fuerza muy profunda que subyace en nosotros mismos actúe, realice alguna cosa. Sin duda lo mejor sería que fuésemos capaces de dejar que ella lo hiciese todo. Por eso se dice que “el hombre del Tao es aquel que deja actuar al Tao -siendo el Tao, el Misterio Innombrable que rodea a la vida humana- sin poner ningún impedimento en su camino”.
Dejar que actúe el Tao, sin interferir, en la confianza de que el Tao actuará beneficamente en mi interior y por todas partes.


“Sentarse, sólo sentarse,
y la hierba verde,
crece por sí misma”












El gran círculo del vacío.










Los principiantes seguramente pensarán en las obligaciones impuestas por las escrituras, tales como la Biblia, o el Corán, o realizarán largas y graves plegarias a Dios con fervor y devoción, con un esfuerzo considerable, incluso puede que consideren más conveniente realizar buenas obras. Pero antes o despues, llegará un momento en el que han de dejar la meditación-oración discursiva y el esfuerzo activo, para que aquellas realidades que se encuentran en el interior del ser humano puedan comenzar a actuar. Dicho de otra manera, habrán de pasar del esfuerzo consciente a la no-acción, que por paradójico que nos parezca, en última instáncia, es un nivel de acción mucho más poderoso.
En la práctica esto conlleva el abandono deliberado del razonamiento, del pensamiento y de cualquier tipo de esfuerzo.¡Que las cosas sucedan!¡Que actúe el espíritu! Dios es el Gran Artista y nosotros somos tan sólo el barro a moldear. Así pues permanezcamos en paz.
“Sólo lo que aquí han de hacer es dejar el alma libre y desembarazada, descansada de todas las notícias y pensamientos, no teniendo cuidado de lo que allí pensarán o meditarán, contentándose sólo con la advertencia amorosa y sosegada en Dios, y estar con cuidado y sin eficacia, sin ganas de gustarle o de sentirle; porque todas esas pretensiones desquietan y distraen el alma de la sosegada quietud y ocio suave que aquí se dá” (San Juan de la Cruz: Noche oscura).


Pero conseguir este estado resulta muy difícil para los occidentales, pensamos que estamos perdiendo el tiempo, que somos unos gandules, que deberíamos estar haciendo otras cosas -el camino del esfuerzo consciente-. Incluso puedes llegar a pensar que te estás quedando impotente, que te falta energía y que no podrás hacer nunca más nada. En las primeras ocasiones en que uno se pone en meditación, se produce la sensación de una oscura y lejana presencia que se encuentra en el límite de nuestra percepción, parece como si continuando un poco más, esforzándonos un poco más, se pudiese llegar a encontrar al mismísimo Dios, pero finalmente eso no sucede. La experiencia meditativa resulta al principio singularmente transcendente, pero con mucha facilidad, en las siguientes sesiones uno se queda esperando y no sucede nada de extraordinário, de ahí que resulte doloroso, hasta triste y fustrante. De ahí que según todas las tradiciones, la experiencia se vuelva mas “secreta”, “escondida”, por eso otros peregrinos nos hablan de tinieblas, vacío, desierto, soledad, etc. A pesar de todo, la experiencia no tiene nada de negativa, sencillamente hemos de tratar de dejar de caminar para ser llevados en los brazos del Espíritu, del Amor.




“Si soy capaz de liberarme del miedo y de la angústia, dejo que Dios me estire. No se trata ahora de que yo le quiera a El, sino sencillamente, de reconocer que El siempre me ha querido, desde mucho antes, pues El se ha cuidado siempre de mí”.


Cuando me encuentro en el vacío, sotenido por las virtudes de la fe y de la confianza, sin hacer absolutamente nada, brota en mí interior el Amor divino sin límites, si me entrego a éste Amor, dejo que posea mi vida, que me indunde, que hable a mi interior... Cuando ésto sucede, el amor con el que amamos a los otros hombres deja de ser nuestro propio amor, para convertirse en el Suyo; sólo con éste tipo de amor podemos llegar a amar a los otros como a nosotros mismos, y a nuestros enemigos, como si fueran amigos.
No puede sorprendernos que nuestra mente, nuestro cuerpo, opongan una tenaz resistencia a dejar que el Amor nos posea. El Ego, el “yo” saben perfectamente que el Amor nos transmutará, y nadie quiere ser cambiado, nos aferramos a nuestra personalidad, nos empeñamos en seguir siendo quienes somos, con todos nuestros defectos e ignoráncia... En cierta manera, cambiar es morir... pero tambien resucitar.


“Sí, os lo aseguro, si el grano de trigo cae a tierra y no muere, queda infecundo; en cambio si muere dá fruto abundante. Quien tiene apego a la propia existencia, la pierde, quien desprecia la propia existencia en el mundo, éste la conserva para una vida sin término.” (San Juan 12, 24-25)


Y al cambiar, podemos perder nuestro pequeño centro para ir a caer en aquel centro inmenso y profundo que es Dios que vive en nosotros. De ésta manera, aquel Peregrino que lleno de dudas, arrastrado por la poderosa LLAMADA inició el viaje, se pierde completamente. No queda ya ningún viajero, ni camino, ni destino, tan sólo el gran círculo de la nada.


“Trata pues en tu intento de practicar la contemplación mística, de dejar atrás todos los sentidos y las operaciones del intelecto, así como todas las cosas que pueden percibir los sentidos y el intelecto, y todas las cosas, las que son y las que no son. Lánzate a lo desconocido en la medida de tus posibilidades, hacia la unión con Aquel que está por encima de todas las cosas y de todo conocimiento. Sólo por una incesante y absoluta negación de tí mismo y de todas las cosas en pureza, abandonando todo y liberándote de todo, serás transportado al Rayo de la Divina Oscuridad que supera todo ser. (Dionisio Aeropagita: Teología Mística)


Pero la nada no es el final, y el Peregrino regresa a la vida, eso sí, transformado, cambiado, vuelve al mudo lleno del Amor Divino y de compasión hacia todos los seres sensibles. Su amor es ahora, un nuevo amor y él es tambien, un hombre nuevo. Alguna cosa ha muerto y algo nuevo ha nacido.
Es la Luz que surge de la oscuridad.


La práctica de la meditación.


Vamos a dar por sentado que el lector de éstas líneas, siente en su interior el sincero deseo de encontrar una verdad que no puede ser demostrada ni por palabras, ni por razonamientos de ningún tipo, que no puede ser probada de ninguna otra manera que por la experiencia propia. Que el lector parte del convencimiento de que no basta con la simple curiosidad, que sabe que el conocimiento del que vamos a hablar, de aquí en adelante, comporta el compromiso personal de no tomárselo a broma, sino que debe intentar con total sinceridad practicarlo de acuerdo con las estrictas normas establecidas por una tradición multisecular.
En casi todas las tradiciones de la humanidad, pero particularmente en aquellas del extremo oriente, los ejercicios de meditación empiezan siempre con una atención particular a una área determinada del propio cuerpo denominada HARA, que se encuentra a unos cuatro centímetros por debajo del ombligo y, aproximadamente, en el centro de nuestro cuerpo. En HARA se sitúa el centro de gravedad del cuerpo humano, y su nombre significa literalmente “el mar de la energía”, como muy bien saben los practicantes de las denominadas artes marciales.
La palabra energía es entendida aquí como una especie de energía cósmica o fuerza vital que corre por todo el universo, de uno al otro confín, nutriendo a todos los seres, cuando atraviesa el cuerpo de un ser humano lo carga de ésta energía cósmica. En las personas sanas ésta energía (Ki) se acumula en HARA y no deja de crecer hasta el momento de la muerte. Es una energía que favorece las actividades espirituales tales como la oración o la meditación, así como, ayuda a restablecer el orden físico, psíquico y espiritual. Es sabido que cuando un ser acumula una gran cantidad de Ki puede llegar a curar a otros por la simple imposición de manos.
Un concepto intimamente ligado a Ki es muga que literalmente quiere decir no-mente, y es el arte de perder la noción del “yo”, de vaciar la propia mente de todo concepto, sensación o pensamiento, entrando en un estado de relajación, de concentración profunda en la que la mente queda liberada, no sólo de razonar o pensar, sino tambien de odio, pasión, miedo... sólo desde éste estado, la energía puede fluir por nuestro interior o traspasarse a otro ser más necesitado, pues Ki se bloquea con la ansiedad, el odio, la tensión o el rencor. Es por ésto, que un auténtico buscador, ha de tener muy en cuenta sus propias intenciones, actuando siempre impulsado por la confianza, la fe y el amor, hacia sí mismo, y hacia el universo entero.
La escalera que conduce al objetivo de una consciencia superior y, a descubrir la infinita maravilla que se encuentra en el interior de todo ser humano, tiene tres escalones:
1.—El control del cuerpo.
2.—El control de la respiración.
3.—El control de la mente.
1.- El Peregrino ha de sentarse comodamente en una silla, con la espalda recta, las manos en los muslos de las piernas, sencillamente experimenta, siente las sensaciones del cuerpo; el contacto de la ropa sobre la piel, la presión de la espalda en la silla, las plantas de los pies, las manos, no se trata de pensar en el cuerpo, sólo de experimentarlo, sin ningún tipo de idea, concepto o imagen, solo la sensación misma... de ésta manera, se produce la concentración de la mente en el cuerpo, se llega al espíritu a través del cuerpo, es la unión con uno mismo y por lo tanto, con Dios.
En las escuelas de meditación, sobre todo las orientales y en el Hatha Yoga, se recomienda muy especialmente la posición del loto. Es una postura perfectamente equilibrada, con la pierna izquierda encima del muslo derecho y, el pie derecho encima del muslo izquierdo, la espalda recta, la barbilla un poco erguida, la fuerza concentrada en el abdomen, con ésta postura, uno llega -cuando puede superar el insoportable dolor de las primeras ocasiones- fácilmente al SILENCIO, y a la unipolarización cuerpo-mente. Sea cual sea, la posición que, finalmente, desees adoptar, lo principal es estar atento a captar el momento presente en su totalidad, más allá del tiempo y del espacio, sin angustia y sin miedo.
2.- La medicina occidental sabe bien que respirar con el abdomen profundamente, es un ejercicio sano y vigorizante; el pensamiento oriental añade que la respiración, o el aire, son la fuente principal del prana o Ki. Si mantenemos la espalda recta, sin forzarla, la respiración se vuelve inmediatamente abdominal.
Un ejercicio podría comenzar contando las respiraciones abdominales, tranquilamente, simplemente siguiéndolas con atención, en su sucesión, en la entrada del aire por las fosas nasales, o en el subir o bajar de la respiración desde el abdomen, hasta conseguir ser consciente únicamente de la respiración. Con ésto se ha conseguido concentrar la mente en un único acto, o pensamiento -la respiración, produciéndose la unificación de la que hemos hablado en el punto anterior. Con la suficiente práctica, cualquier persona llega a controlar el ritmo de su respiración, abriéndole la posibilidad de controlar otras áreas de su sistema nervioso autónomo como la digestión, el sueño, el rítmo cardíaco, sus emociones, estados de ánimo, etc.
El libre fluir del Ki por todo nuestro cuerpo,con sus benéficos efectos para el cuerpo, mente y el espíritu, ha contribuído ha hacer que muchas personas en todo el mundo, práctiquen una técnica de meditación tan sencilla como sentarse a respirar, sin palabras, sencillamente en SILENCIO.
3.- Sabemos por experiencia personal que la mente humana es inquieta, incontrolable e indisciplinada. Contínuamente se produce nuestro parloteo interior, nos asaltan pensamientos sobre el futuro, el pasado, expectación, miedo, nostalgia, sentimiento de culpa, de manera que nos es virtualmente imposible captar el momento presente, el “aquí y ahora”, por lo que dificilmente nos damos cuenta de lo que somos y de Lo que és. Una forma adecuada de empezar la difícil lucha por el control de los pensamientos que continuamente nos bombardean, sería practicar cualquiera de los ejercicios señalados en los puntos 1 y 2. Recordando lo esencial de ellos se trataba de unipolarizar la atención en una sóla cosa, el cuerpo, la respiración, un sonido, o una vista; pero evidentemente, tambien puede ser un pensamiento : Amor, Jesús, Al.lâh, Om, Amén, Yo. Algunas escuelas sostienen la idea de que, no importa mucho cual de los pensamientos elijamos, lo importante es que sea representación de las más elevadas cualidades, para cada uno de nosotros, una persona muy querida, o de gran bondad, un santo determinado, o un maestro espiritual, etc..
Esta unificación cuerpo-mente, esta unipolarización en una sola cosa, nos hace totalmente conscientes de nuestro verdadero ser, de la realidad del presente. En los momentos en que esta concentración es perfecta o profunda, se entra en el estado de no-mente, podemos pues disponer de toda la energía de nuestro Ki en bien propio y de toda la humanidad.
El resultado inmediato de esta concentración en un sólo punto, es la rápida y clara supresión de todas las distracciones y automatismos que nos dominan y que, hablando con propiedad, componen nuestra consciencia ordinária o habitual. El hombre pasa gran parte de su vida dejándose dispersar en una u otra dirección, por una infinidad de momentos discontínuos que le son externos. Los sentidos y el subconsciente aportan constantemente a su conciencia una multitud de objetos que le dominan y alteran. El primer deber de todo Peregrino que aspira a deleitarse con el elixir de la inmortalidad, es pensar, es decir, no dejarse pensar. Cuando consigue detenerse a voluntad el flujo mental se constituye una “masa psíquica”, una continuidad sólida y unifi-cada.
Mediante la práctica de la concentración, el Buscador, el Peregrino, logra, aunque sólo sea durante el breve espacio de tiempo que duran sus ejercicios suprimir la condición humana. Inmóvil, respirando rítmicamente, con la atención en un sólo punto, experimenta un tránsito que le lleva más allá de la modalidad común de la existencia. Empieza a sentirse autónomo respecto al cosmos, y al mismo tiempo integrado -fusionado- en la totalidad; las tensiones exteriores ya no le turban; como se ha situado más allá de los opuestos, se muestra insensible por igual al frío y al calor, a la luz y a la oscuridad; la actividad de los sentidos ya no le arrastra hacia el exterior, hacia los objetos propios de la actividad sensorial; los automatismos y la memoria ya no son capaces de invadir o dirigir la corriente psicomental. El Peregrino está ya concentrado o unificado. Se adentra en su propio Yo, con un avance directamente proporcional a los progresos con que es capaz de “ retirarse” del mundo que le rodea, se vuelve hacia si mismo, se hace invulnerable. Aún desprendido de los fenómenos sigue contemplándolos, pero no conoce ya, como anteriormente, por las formas y estados de la mente, sino que contempla directamente la esencia de todos los objetos, de manera que se hace cierta la sentencia del Corán que nos dice: “Hacia dondequiera que se vuelva tu vista, allí encontrarás la Faz de Al.lâh.”


“Y cuando ores, no seas como los hipócritas;porque ellos aman el orar de pié en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Más tú, cuando ores, entra en tú aposento y cerrada la puerta, ora a tú Padre que está en secreto... Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagais semejantes a ellos, pues vuestro Padre sabe de que cosas teneis necesidad, antes de que vosotros lo pidais.”(San Juan)






El método de Sabazius.




Como has podido comprobar la práctica totalidad de las tradiciones coinciden plenamente, en la forma y en el fondo, a pesar de que muchos “expertos” continuen afirmando la superioridad de ésta o aquella, todas son una y la misma ¿cómo iba a ser de otra forma?.
Hace un tiempo pasó por mis manos un librito mágico, que en razón de unas circunstáncias sumamente dolorosas, muy probablemente no volveré a recuperar. Este libro era una novela en torno a un misterioso personaje denominado Sabazius, un maestro de nuestro tiempo que enseñaba en el Sur de California. Sabazius conocía perfectamente los métodos tradicionales de la meditación yóguica, budista zen y otras, pero él elaboró un método particular que paso a describirte, por considerarlo sumamente adecuado, especialmente para todos aquellos que, como yo mismo, no hemos creado aún una fuerza de voluntad suficiente, como para habituarnos a unos ejercicios meditativos más ascéticos, en la forma, que no en el fondo. Sabazius recomienda ponerse cómodamente estirado en un sofá, en la cama, sobre la alfombra, donde sea y en la posición que cada uno considere más cómoda, en el sentido de que le sea más fácil despreocuparse del cuerpo -por cierto, los monjes budistas recomiendan a los chelas o novicios que para dormir adopten la postura de estirarse sobre el lado izquierdo del cuerpo, con los tobillos y las rodillas de la pierna derecha encima de los tobillos y rodillas de la pierna izquierda, el brazo derecho extendido sobre el cuerpo y el brazo izquierdo extendido hacia adelante, en esta posición la respiración penetra facilmente por la fosa nasal derecha y el corazón se beneficia mejor-.
Una vez adoptada la posición preferida, cerrar los ojos y disponerte a dormir. Antes pero, has de hacer un recorrido por tu cuerpo, manos, piernas, espalda, cuello, cara, pecho, cabeza, no importa en absoluto el orden, simplemente recórrelo con la “visión interior”. Realizado este preliminar, déjate asaltar por el torbellino de pensamientos que se producirán en tu cabeza, ésto, aquello, he hecho, mañana tengo que, llueve, el coche que pasa, el resultado de la última quiniela, pero tu no te enganches a ellos, sencillamente déjalos que se proyecten en las pantallas interiores, no les des continuidad.
Verás que conforme te vaya viniendo el sueño, el ritmo de los pensamientos disminuye, así como la lógica interna de los mismos desaparece. Tu cerebro es como un receptor de radio o de televisión que capta unas ondas que están en el éter, pero no debes prestarles atención. Aún así, si un determinado pensamiento o imagen te arrastra y crea una cadena de nuevos pensamientos, no te preocupes, sencillamente trata de romper con ellos.
Verás como lentamente, tus sentidos exteriores se desconectan del mundo, los sonidos, las luces, los movimientos, se van alejando de tí, y tú te hundes cada vez más en el estado de sueño, el cuerpo se relaja, la respiración se acompasa rítmicamente, pero tu atención debe seguir ahí alerta, observándolo todo, pero sin ningún tipo de intención o finalidad. Alerta ¿hasta cuando?, hasta que el sueño te venza.
De lo que se trata, aquí como en las formas más tradicionales, es de mantenerse en el punto de encuentro de vigilia y sueño, en la frontera entre los mundos, pues en esa frontera no hay mente, no hay pensamientos, no hay ningún “yo”, ningún cuerpo, sólo SER.


“Entre tú y yo persiste un “soy yo” que me atormenta.¡Ay! Por tu gracia, quita este “yo” de entre nosotros.Yo soy aquel a quien amo, y mi amado es yo, somos dos almas en un solo cuerpo. Si me ves, le estás viendo, y si le ves, nos ves a los dos”.(Al-Hal.laj)
“Ahora ya conozco, Señor, lo que se oculta en mí corazón. En secreto, retirado del mundo, mi lengua habló con mi Adorado. De modo que nosotros, unidos estamos, somos uno, y con todo, la desunión es nuestro estado eternamente. Aunque de mi mirada profunda hondo temor tu rostro ha ocultado, en gracia maravillosa y extática siento que tocas lo íntimo de mi ser”.(Al-Junaid)