dissabte, d’octubre 10, 2015

MEMORIAS DE UN VIAJE A CRETA 1: RAÍCES MITOLÓGICAS





La Isla de Creta, en el extremo oriental del Mare Nostrum, sigue siendo un destino turístico de primer orden. La mayoría acuden atraídos por el clima, el sol, cielos despejados, pocos días de lluvia en verano, por las playas, 







por el paisaje, 







por las numerosas opciones de trekkings y senderismo por montañas abruptas,







 por la belleza y tipismo de los pueblecitos de costa o del interior,




incluso por la gastronomía.






Otros –menos, entre los que me incluyo- por el atractivo de su cultura, de sus museos, 





de la historia, 





de los monumentos de un pasado muy remoto – el Palacio de Cnossos-





y sobre todo, por sus raíces mitológicas, por su antigua religión y por aquello que Sir Artur Evans –el descubridor de la civilización minóica- explicó o se inventó (¿) sobre la misma.
En las siguientes entradas, intentaré explicar aquello que constituye lo más relevante, de mi experiencia cretense, afirmando ya desde éstas primeras líneas que són muchas más las cosas que me han quedado por ver que las vistas, aunque recorrimos más de 3.200 Kms, los 19 días de vacaciones eran una limitación insalvable.
Algunas de éstas impresiones se han publicado ya en estas dos entradas:



Y


En la presente, quisiera introduciros a la Civilización Minóica, a través de su mitología, pues curiosamente, aunque los griegos continentales de la época clasica, consideravan a los cretenses –los hombres rojos- como no helenos, es decir poco menos que bárbaros, resulta que buena parte de su mitologia y panteón, tienen relación con la isla, mitos como el del nacimiento de Zeus, alguno de los trabajos de Heracles, el ciclo de Minos, el de Teseo y el Minotauro, los de Dédalo e Icaro, suceden en ésta lejana tierra.
Para ello seguiremos los pasos de Hesíodo y su Teogonía, que podéis descargaros aquí:



http://planetalibro.net/libro/hesiodo-teogonia#descargar


donde se nos explica el origen y geneología de los dioses griegos y sobre todo al gran escritor Robert Graves. 
En el primer caso, hemos realizado un breve resumen de sus poemas, en bien de un mejor entendimiento. En el segundo caso, hemos preferido dejar hablar al escritor, con su fastuosa erudición, limitándome a incluir –en otro color de letra- aquellos comentarios aclaratorios o complementarios, imágenes, que me ha parecido imprescindible incluir. A pesar de todo, recomendamos al lector que no intente retener literalmente la ingente cantidad de nombres e informaciónes aportados por Graves, sino que se limite a seguir el hilo conductor del texto, suficiente para comprender laa immensa complejidad de la mitologia griega.
Comprender la mitologia de una cultura determinada, es conocer en profundidad la manera de ser, de pensar, de concebir el mundo y el papel que los pobladores de esa cultura se dan a sí mismos, sus anhelos, deseos, relaciones; ¿que mejor manera pues que intentar acercarse a Creta, a la Civilización Minóica que aproximarse a través de sus mitos?
En la entrada sobre el mito de Prometeo


reproducía una frase de Raimon Panikkar:  “Al Principio y al Final se encuentra el Mito”.  Con ésta frase, Panikkar quiere darnos a entender que  el Mito, lejos de constituir algo irreal, imaginario o fantástico, en verdad se encuentra en el origen de todas las cosas; que todo lo demás, fenómenos, objetos, situaciones, están formados de la misma substancia del mito, en otras palabras, no son más que manifestaciones míticas.
Pues bien, vayamos a ello.

Cosmogonía griega.

El lector interesado, pronto descubrirá la importancia de la mitología griega, por sus innegables relaciones tanto con otras mitologías tanto orientales –árias, semitas, egipcias- como occidentales –celtas, nórdicas-. Sin ser un experto en el tema, me atreviría a afirmar que todas ellas son adaptaciones locales, de una sola y misma, muy anterior.





Cuenta Hesiodo –autor de la Teogonía allá por los s.VIII- VII a.NE- que en primer lugar fue el Caos 






y, después, Gea la de amplio pecho, un nombre que podríamos traducir como la Madre Tierra. 







Más tarde apareció, también por generación espontánea, Eros, la fuerza del amor que todo lo une, el más hermoso entre los dioses inmortales. 








Parece ser que también surgió por sí mismo el Tártaro, la región más profunda del Universo, situada aún más abajo que los infiernos, un lugar terrible donde los dioses enviarán a sus peores enemigos.
Sin juntarse con nadie para procrear, de Caos surgieron Érebo(las Tinieblas infernales, es decir, la Oscuridad) y la negraNoche (Nyx), que no tardaron en amarse y de su unión nacieron Éter (el Cielo superior, en el que brilla una luz más pura que en el cielo cercano a la tierra) y el Día (Emera).
Sola, al igual que Caos, Gea alumbró al estrellado Urano (es decir, al cielo), 






a las Montañas y a Ponto, el inmenso océano.




En fin, concluido este de lío partenogenético nos encontramos que en estos momentos ya existen: la Tierra (Gea), el Cielo (Urano) y el Mar (Ponto); así como el Día, la Noche, la quintaesencia de la luz y la quintaesencia de la oscuridad. Por si fuera poco, también ha surgido el Amor, el impulso irrefrenable de unirse y engendrar. Evidentemente, con semejante material de partida resulta sencillo que vayan apareciendo cuantas cosas hay en el Universo. Veamos cómo ocurrió. 
A los dioses griegos no les importaba en lo más mínimo mantener relaciones incestuosas (entre miembros de la misma familia), así que Gea y Urano se acostaron juntos y de la unión entre la Tierra y el Cielo nació una prole tan antigua como poderosa, dioses y diosas de una fuerza tan extraordinaria que no tardarían en ser suplantados por otros más asequibles para los mortales. Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos pasito a pasito que esto empieza a complicarse.
Sus primeros hijos constituyeron una generación de 12 dioses llamados genéricamente titanes. El primero en nacer fue Océano, señor de las aguas del mar, al que siguieron Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea, 








Temis, personificación de la justicia cósmica, Mnemosina, la memoria, futura madre de las 9 Musas, Febe, Tetis, diosa de la fecundidad, que vivía en el último extremo de Occidente, allí donde se pone el Sol, y, por fin, el más pequeño y terrible de los hermanos, Cronos, el de mente retorcida, que algunos autores relacionan con el Tiempo (aunque esto no está del todo claro).
A los titanes, les siguieron los soberbios e irascibles cíclopes, unos seres gigantescos de un solo ojo y una fuerza inmensa. 






Eran tres hermanos: Brontes, Estéropes y Arges, el más violento de todos. 
A continuación Gea alumbró otros tres hijos enormes, los gigantes hecatónquiros: Coto, Briareo y Giges. Cada uno poseía cien brazos y cincuenta cabezas, lo que les confería una fuerza monstruosa, casi imparable.
Urano no era un buen padre sino un déspota y cruel progenitor, cuya tiranía le iba a costar perder el reino de los dioses y una parte fundamental de su anatomía. Por malevolencia, cada vez que Gea iba a alumbrar un nuevo hijo, Urano lo retenía en su interior, por lo que la pobre madre estaba ya a punto de reventar ante la cantidad de criaturas a punto de nacer que guardaba en su vientre.
Sin embargo, no en vano Gea era una fuerza principal del Cosmos y urdió un plan para desembarazarse del pesado de Urano. Con brillante acero forjó una hoz de afilados dientes y se la entregó al más valiente de sus hijos: Cronos. Ignorando lo que le aguardaba, llegó Urano conduciendo la noche y se echó a descansar cuan largo era. Aprovechando el descuido, su hijo salió de un escondite y de un solo tajo le cercenó los testículos 






y los arrojó tan lejos como le permitieron las fuerzas. Privado de su virilidad, a Urano no le quedó más remedio que delegar su mando en Cronos, no sin antes insultar a tan rebeldes hijos llamándoles «los que por su intento recibirán su justo castigo», una especie de juego de palabras del que proviene el nombre de titanes (titaínontās, «en su intento»; «tísin, castigo»).
De las gotas de sangre que dejaron a su paso los rebanados genitales nacieron las Erinias, los poderosísimos Gigantes y las ninfas Melias que viven en los bosques de fresnos.
Pero, además, cuando cayeron al mar, los testículos de Urano provocaron una espuma de la que surgió la más hermosa y seductora de las diosas: Afrodita, diosa del amor, del placer, de la dulzura y de los engaños.




Cuenta Hesíodo que antes de llegar a la morada de los dioses, Afrodita viajó por el mar y pasó por las islas de Citerea y Chipre, de donde provienen dos de sus habituales epónimos, Afrodita citerea y Afrodita Ciprogénea. En su viaje estuvo acompañada por Eros y el bello Hímero, personificación del deseo amoroso.
Hoy día la luz eléctrica ha difuminado nuestros temores nocturnos en la claridad del día; pero, en la antigüedad, la oscuridad de la noche, tan solo paliada por las tenues caricias lunares, cobraba mucha más importancia en el devenir cotidiano: cuando caía el Sol, el trabajo se detenía y tan solo los más osados y los malintencionados se atrevían a deambular entre las tinieblas, momento en el que también encallan los barcos y se aproximan los traidores enemigos, entre otros sucesos funestos. Por tanto, no resulta extraño que los griegos le atribuyesen a la Noche (Nyx) una descendencia de lo más espantosa.
El primero de los hijos que alumbró sin intermediación de padre alguno fue a Moros («la Suerte»), al que siguieron Ker y el alado Tánato («la Muerte»). Parió también a Hipnos («el Sueño») y a la tribu de los Sueños. Por si fueran pocos, además fue madre de Momo («la Burla»), el doloroso Lamento,y las Hespérides, unas ninfas que custodiaban un jardín, situado en el extremo occidental del mundo, en el que crecían frutos de oro.
Del vientre de la Noche también nacieron la Moiras y las Keres. Las primeras se llamaban Cloto, Láquesis, Átropo y eran la personificación del destino. Con el tiempo, los poetas las imaginaron como tres ancianas que fijaban la duración de la vida de los mortales. Cada vida era un hilo que una hermana hilaba, otra devanaba y la tercera cortaba poniendo fin a la existencia del humano a quien correspondiese.





Las Keres, por su parte, son otra deidad abstracta muy compleja. En el mismo Hesíodo aparecen de forma confusa, ora como una sola persona, ora como varias. En tiempos arcaicos quizá se imaginaban como unos seres alados, de negra piel y afilados dientes blancos, que se llevaban a los muertos del campo de batalla. De hecho, parece ser que personificaban el destino de los héroes o los combatientes.
Así mismo, de la funesta Noche nacieron Némesis («la Venganza»), Apate («el Engaño»), Gera («la Vejez»), Eris («la Discordia») y el único de sus hijos que no me parece terrible: Filote («la Ternura»).
Pero peores aún fueron las criaturas que alumbró la funesta Eris, quien también sin compañero tuvo al Olvido, al Hambre, los Dolores, los Combates, las Guerras, Matanzas, Masacres, Odios, Mentiras, los falsos Discursos, las Ambigüedades, al Desorden, la Destrucción y al Juramento.
Todas estas abstracciones representan fuerzas cósmicas que solo volverán a aparecer en los mitos como figuras metafóricas
El más poderoso de los titanes, Cronos, se casó con la más grande de las titánidas, Rea, pero desde un principio el matrimonio fue un desastre. Como a Cronos le habían vaticinado que algún día perdería el trono a manos de uno de sus descendientes, en cuanto Rea daba luz a un hijo, se lo comía. 



Así, el brutal Cronos se zampó sucesivamente a Hestia(diosa del hogar), Deméter (diosa de la agricultura), Hera(diosa del matrimonio) Hades (señor de los Infiernos) yPoseidón (señor del mar). Como te puedes imaginar, Rea estaba desolada ante semejante pitanza caníbal, así que le pidió ayuda a sus padres, la ancestral Gea y el castrado Urano. Entre todos urdieron un plan tan sencillo como efectivo.


El Nacimiento y ocultación de Zeus (Robert Graves Mitologia griega) que podéis descargaros aquí, en un solo enlace:




http://www.mediafire.com/view/qldol4l1eif6cw1/Los_Mitos_Griegos_-_Robert_Graves.pdf

Rea se escondió en la isla de Creta, donde dio a luz a Zeus. Luego engañó a Crono, dándole una piedra envuelta en pañales que éste tragó en seguida sin desconfiar.
Gea escondió al recién nacido en una cueva, en Creta, en el monte Dicte.




Protegido por los Curetes  -Los Curetes custodiaron a Zeus cuando era un recién nacido en la cueva de Dicte y se encargaron de hacer ruido golpeando sus armas y bailando para que Crono no oyese al niño, al que quería devorar- 






y las ninfas Adrastea e Ida -. Adrastea era una ninfa cretense, hija de Meliseo, a quien Rea confió al infante Zeus para que lo protegiese de su padre Crono y lo criase en la cueva Dictea. En esta tarea Adrastea fue asistida por su hermana Ida, ninfa del monte Ida -. Allí lo alimentó Amaltea, un ser híbrido mitad ninfa mitad cabra, y el pequeño dios se alimentó de su leche y de miel. 




Con el tiempo, Zeus recompensaría la fidelidad de Amaltea concediéndole la constelación de Capricornio.
Poco se sabe de la educación de Zeus y de su infancia en la isla de Creta. Cuando hubo crecido lo suficiente, supo por fin del sufrimiento de su madre y de la muerte de sus hermanos y hermanas, así como del intento de Cronos de acabar con él, y decidió vengarse por todo ello.






La primera esposa del dios Zeus fue Metis, una nimfa marina célebre por su sabiduría y astucia, que con el tiempo se convertiría en la madre de Atenea. Zeus logró convencerla de que administrase a Cronos una droga que le obligase a regurgitar la piedra entregada por Rea y, tras ella, a todos los hijos que había tragado anteriormente. Éstos, agradecidos por su recobrada libertad, se pusieron de inmediato al lado de Zeus con el objetivo de destronar de una vez a su padre y, con él, a toda la raza de duros titanes.
Cuando estaba a punto de parir al último de sus hijos, Zeus, se escondió en Licto, un pueblo de la isla de Creta, y le confió el dios recién nacido a su madre, quien lo ocultó en una profunda gruta. A Cronos le dio una enorme piedra envuelta por completo en telas y, como era un poco ansioso, se la comió de un bocado sin sospechar nada del cambio. Así, Zeus pudo crecer y desarrollarse tranquilamente hasta que, pasado un año, fue lo bastante fuerte para vapulear a su padre. Entonces, le venció con sus simples manos (otras tradiciones dicen que le drogó) y le obligó a regurgitar a sus hermanos. Más tarde, liberó a Brontes, Estéropes y Arges (los cíclopes hermanos de los titanes, a los que Cronos había encerrado en el profundo Tártaro junto con Urano por el temor que le inspiraban), y, como muestra de gratitud, los enormes cíclopes le regalaron el trueno, el relámpago y el rayo: unas armas realmente formidables.
Sin embargo, en cuanto se recuperó de la sorpresa, Cronos reunió a sus hermanos y se lanzó contra sus hijos dispuesto a echarlos para siempre del Olimpo. Se avecinaba la mayor de las batallas de todos los tiempos: la titantomaquia.





Durante 10 años los dioses lucharon los unos contra los otros en la mayor batalla que jamás ha sucedido. Por un lado se encontraban Cronos y sus hermanos, los ilustres titanes, asentados en la cima del monte Otris, y por el otro Zeus y sus hermanos, en lo alto del monte Olimpo. Pasados 10 años, la lucha seguía empatada pero Zeus rescató del profundo Tártaro a los Hetancoiros –Coto, Briareo y Giges–, los tres gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas que había encerrado Cronos en el Tártaro por el miedo que le inspiraban. Pero, quizá lo más sensato, es que sea el mismo Herodoto quien nos explique lo que sucedió entonces:
« [el gigante Coto le habla a Zeus] …Paladín fuiste para los Inmortales de una cruel contienda y por tu sabiduría regresamos de nuevo saliendo de aquella oscura tiniebla, ¡soberano hijo de Cronos!, después de sufrir desesperantes tormentos entre inexorables cadenas. Por ello, también ahora, con corazón firme y resuelta decisión defenderemos vuestro poder en terrible batalla luchando con los Titanes a través de violentos combates.
»Así habló. Aplaudieron los dioses dadores de bienes al escuchar sus palabras, y su espíritu anhelaba la guerra con más ansia todavía que antes. Provocaron aquel día una lucha terrible todos, hembras y varones, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos y aquellos a los que Zeus, sumergidos en el Érebo bajo la tierra, trajo a la luz, terribles, violentos y dotados de formidable vigor. Cien brazos salían agitadamente de sus hombros, para todos igual, y a cada uno cincuenta cabezas le nacían de los hombros, sobre robustos miembros.
»Aquéllos se enfrentaron a los Titanes en funesta lucha, con enormes rocas en sus robustas manos. Los Titanes, de otra parte, afirmaron sus filas resueltamente. Unos y otros exhibían el poder de sus brazos y de su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió estremecido y desde su raíz vibró el elevado Olimpo por el ímpetu de los inmortales. La violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el tenebroso Tártaro, así como el sordo ruido de la indescriptible refriega y de los violentos golpes. ¡De tal forma se lanzaban recíprocamente funestos dardos! La voz de unos y otros llamándose llegó hasta el estrellado cielo y aquéllos chocaron entre cánticos de guerra.




»Ya no contenía Zeus su furia, sino que ahora se inundaron al punto de cólera sus entrañas y exhibió toda su fuerza. Al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo, lanzando sin cesar relámpagos, avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el trueno y el relámpago, volaban desde su poderosa mano girando sin parar su sagrada llama.
»Por todos los lados resonaba la tierra portadora de vida envuelta en llamas y crujió con gran estruendo, envuelto el fuego, el inmenso bosque. Hervía la tierra toda y las corrientes del Océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los Titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó la atmósfera divina. Y cegó sus dos ojos, aunque eran muy fuertes, el centelleante brillo del rayo y del relámpago.
»Un impresionante bochorno se apoderó del abismo y pareció verse ante los ojos y oírse con los oídos algo igual que cuando se acercaron Gea y el vasto Urano desde arriba. Pues tan gran estruendo se levantó cuando, tumbada ella, aquél se precipitó desde las alturas.
»Al mismo tiempo, los vientos expandían con esrépito la conmoción, el polvo, el trueno, el relámpago y el llameante rayo, armas del poderosos Zeus, y llevaban el griterío y el clamor en medio de ambos. Un estrépito impresionante se levantó, de terrible contienda; y saltaba a la vista la violencia de las acciones. Declinó la batalla; pero antes, atacándose mutuamente, luchaban sin cesar a través de violentos combates.
»Entonces aquéllos, Coto, Briareo y Giges insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos con sus brazos…» 
Por fin, tras diez años de lucha, Zeus arremete contra los Titanes armado con el rayo y el trueno y, por fin, gracias a la ayuda de los gigantes Hetancoiros que no paraban de lanzar enormes rocas consigue vencer a Cronos y sus aliados (entre los que no se encuentran Océano ni los hijos de Japeto). Tras derrotarlos les encierra en lo más profundo del Tártaro custodiados por sus aliados gigantes. Y después de semejante batalla, uno se espera que llegue la calma, pero todavía le faltaba una dura prueba a Zeus para proclamarse rey de los dioses pues la vieja Gea tramaba su perdición.
Unida con el tenebroso Tártaro engendró al más joven y bestial de todos sus hijos: Tifón, un monstruo enorme, con 100 cabezas de serpiente sobre los hombros. Cada una de las cabezas expulsaba ardientes llamaradas de fuego y en los brazos tenía una fuerza descomunal. 





Tras la derrota de los Titanes, esta mala bestia se lanzó a por Zeus haciendo temblar a su paso el cielo, la tierra y hasta el Tártaro. Pero Zeus no se acobardó y tras recoger sus poderosas armas –el trueno, el rayo y el relámpago– se dirigió contra Tifón para hacerle frente.
El fuego de uno y de otro los envolvió en terrible batalla, hasta que Zeus consiguió arrinconar a Tifón golpeándolo con sus rayos y pudo arrojarle desde lo alto de un barranco. Cuando cayó al suelo, fundió la tierra y Zeus lo sumergió al profundo Tártaro. Para mayor seguridad, encima suyo colocó una montaña, el Etna, 





en cuya cima se encuentra la fragua de Hefesto, alimentada por el fuego de Tifón. Ahora sí podía declararse el rey absoluto de los dioses.
Concluidos los esfuerzos por apoderarse del Olimpo, Zeus comenzó su largo y fecundo periplo sentimental. De todas maneras, ahora solo vamos a ver los más importantes romances que reseña Hesíodo. La primera diosa con la que se acostó fue Metis (la Sabiduría) y de la unión nació Atenea, todo coraje y sabia decisión, diosa patrona de la ciudad de Atenas.
Luego se acostó con Temis (la Ley), una Titánide que no luchó al lado de Cronos, y juntos tuvieron a las Horas, Eunomía, Dike y Eirene. 
Con Eurínome, hija de Océano, Zeus tuvo a las tres Gracias 







de hermosas mejillas: Aglaya, Eufrósine y la exquisita Talia. Son diosas de la Belleza y forman parte del séquito de las Musas.
A su hermana Deméter la dejó embarazada de Perséfone.Madre e hija están relacionadas con la agricultura y protagonizaron un mito muy interesante. Al parecer, Hades, el rey de los muertos, se enamoró de la hermosa Perséfone y se la llevó a su lóbrego reino. Disgustada, Deméter se retiró al exilio y los campos se volvieron estériles. Como la humanidad estaba a punto de morir de inanición, Zeus le convenció a su hermano para que dejara libre por lo menos durante la mitad del año a su esposa. Por eso, los humanos disfrutamos de unos meses de fertilidad (los que pasa Perséfone con su madre) y otros meses de triste invierno, en los que no crece fruto alguno sobre la tierra.
Con Mnemosine (la Memoria) también se unió el rey del Olimpo durante 9 noches consecutivas y al poco nacieron  las 9 Musas, 





inspiración divina de la creatividad y el arte de los mortales. Su nombre y cantidad variaron a lo largo del tiempo y las tradiciones, pero según Hesíodo eran: Clío (patrona de la Historia), Euterpe (de la música con flauta), Talía (de la comedia), Melpómene (de la tragedia), Terpsícore (de la danza y la poesía ligera), Érato (de la lírica coral), Polimnia (de la pantomima), Urania (de la astronomía) y, la más importante, Calíope (patrona de la poesía épica).
Con Leto, hija del Titán Ceo y su hermana Febe, también se acostó Zeus y la dejó embarazada de dos gemelos que fueron muy interesantes: Apolo, el dios del Sol, cuya importancia irá aumentando con el tiempo (de hecho, quizá hubiera terminado por arrebatarle el trono a Zeus), y Artemisa, la salvaje diosa de la caza.




Y como última esposa tomó a Hera, madre de tres de sus hijos: Hebe, diosa de la Juventud; Ares, el  implacable dios de la Guerra, e Ilitía, una divinidad relacionada con los partos.
Curiosamente, Hera estaba tan enfadada por las infidelidades de su esposo que sin trato amoroso alguno dio a luz al cojitranco Hefesto, 






el más diestro de los dioses, el patrón de los herreros, que vive en su fragua en la cima del Etna, donde forja sus artilugios al calor de las llamas de Tifón, ayudado por un séquito de autómatas.
Del resto de su prole divina, además, conviene recordar aquí al hijo que tuvo con Maya, Hermes, mensajero de los dioses, 






y al inefable Dionisio, 









un dios muy complejo, adalid del vino y el pensamiento salvaje, cuya madre se llamaba Sémele. (Parcialmente adaptado de un texto de Marcos Méndez)
Pero volvamos nuevamente a Creta.


El Rapto de Europa


Zeus es un incansable conquistador y sus amores con diosas, ninfas y mortales llenan una amplia página de la mitología. En el mito que nos ocupa Zeus ha puesto sus ojos en una bella joven asiática Europa, hija de Agenor, rey de Tiro, en Fenicia, en la cuenca oriental del Mediterráneo.
Pide ayuda a su hijo Hermes para la preparación del encuentro y posterior rapto que va a ser de los más historiados porque el dios ha decidido metamorfosearse en un bello toro. 






Hermes va a ser el encargado de conducir al rebaño de bueyes del rey desde los altos prados hasta la playa cercana donde Zeus sabía que Europa y otras doncellas de Tiro acudían a pasar la jornada de diversión y asueto.
Zeus toma la forma de un toro blanquísimo, de facciones nobles, que no infunde miedo y se aproxima saliendo del rebaño hasta el grupo de las jóvenes. Éstas se asustan al principio pero poco a poco van cogiendo confianza con el manso toro que acepta sus caricias y las guirnaldas de flores que las muchachas trenzan para colocarlas entre los cuernos. Europa llega a sentarse encima del animal, tan confiada y ajena a lo que le espera. El toro besa los pies de la joven, mientras sus amigas la adornan, y se dispone a continuar su plan.





El animal se incorpora y sin demora se lanza al mar con la ansiada carga en su grupa. Las amigas se quedan en la costa, sorprendidas, levantando las manos en gesto de sorpresa y el grupo se introduce en mar abierto donde los Vientos ayudan a avanzar y donde grupos de divinidades marinas surgirán como cortejo.
Llegan a las costas de la isla europea de Creta. Allí Europa dará a luz a tres hijos, Minos, Sarpedón y Radamantis dejando así la estirpe divina en la isla.




CICLO DE MINOS Y TESEO

MINOS Y SUS HERMANOS

Cuando Zeus abandonó a Europa, después de haber engendrado con ella a Minos, Radamantis y Sarpedón en Creta, ella se casó con Asterio, el rey reinante, Téctamo, hijo de Doro, había llevado una colonia mixta de eolios y pelasgos a la isla y allí se casó con una hija del eolio Creteo.
Como este matrimonio no tuvo hijos, Asterio adoptó a Minos, Radamantis y Sarpedón y los nombró sus herederos. 









Pero cuando los hermanos llegaron a la edad viril se pelearon por el amor de un hermoso muchacho llamado Mileto, hijo de Apolo y la ninfa Aria, a la qué algunos llaman Deyone y otros Teia. Habiendo decidido Mileto que quien más le gustaba era Sarpedón, Minos lo echó de Creta y navegó con una gran flota a Caria en el Asia Menor, donde fundó la ciudad y el reino de Mileto. Durante las dos generaciones anteriores esta región, llamada entonces Anactoria, había sido gobernada por el gigante Anacte, hijo de Urano y de la Madre Tierra, y por su igualmente gigantesco hijo Asterio. El esqueleto de Asterio, a quien mató Mileto y luego enterró en un islote situado frente a Lade, ha sido desenterrado recientemente; tiene por lo menos diez codos de longitud. Pero algunos dicen que Minos sospechaba que Mileto conspiraba para derrocarle y apoderarse del reino; pero que temía a Apolo y que por lo tanto se abstuvo, de hacer otra cosa que amonestar a Mileto, quien huyó a Caria por su propia iniciativa. Otros dicen que el muchacho que ocasionó la pendencia no fue Mileto, sino un tal Atimno, hijo de Zeus y Casiopea, o de Fénix.
Cuando murió Asterio, Minos reclamó el trono de Creta y, como prueba de su derecho a reinar, se jactó de que los dioses responderían a cualquier ruego que les hiciera. Primeramente dedicó un altar a Posidón, hizo todos los preparativos para un sacrificio y luego rogó que saliese del mar un toro.
Inmediatamente un toro de un blanco deslumbrante llegó nadando a la costa, pero Minos quedó tan impresionado por su belleza que lo envió con sus ganados y sacrificó a otro en su lugar. 





El derecho de Minos al trono fue aceptado por todos los cretenses excepto Sarpedón, quien todavía afligido por la pérdida de Mileto, declaró que el propósito de Asterio había sido dividir el reino por partes iguales entre sus tres herederos; y, en verdad, Minos mismo había dividido ya la isla en tres zonas, eligiendo una capital para cada una.
Desterrado de Creta por Minos, Sarpedón huyó a Cilicia en Asia Menor, donde se alió con Cílix contra los milios, a los que venció y se convirtió en su rey. Zeus le concedió el privilegio de vivir durante tres generaciones y cuando por fin murió, el reino milio recibió el nombre de Licia, por su sucesor Lico, que se había refugiado allí cuando fue desterrado de Atenas por Egeo.
Entretanto, Minos se había casado con Pasífae, hija de Helio y la ninfa Creta, llamada también Perseis. 





Pero Posidón, para vengarse de la afrenta que le había hecho Minos, hizo que Pasífae se enamorase del toro blanco que se había librado del sacrificio. Confió su pasión no natural a Dédalo, el famoso artífice ateniense que vivía desterrado en Cnosos deleitando a Minos y su familia con las muñecas de madera animadas que tallaba para ellos. Dédalo prometió ayudarla y construyó una vaca de madera hueca que cubrió con un cuero de vaca, le puso ruedas ocultas en sus pezuñas y la llevó a la pradera de las cercanías de Cortina donde el toro de Posidón pacía bajo las encinas entre las vacas de Minos. 







Luego, después de enseñar a Pasífae cómo se abrían, las puertas corredizas situadas en la parte trasera de la vaca, y a entrar en ella con las piernas metidas en los cuartos traseros, se retiró discretamente. 






El toro blanco no tardó en acercarse y montar a la vaca, de modo que Pasífae vio satisfecho su deseo y a su tiempo dio a luz al Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo humano.







Pero algunos dicen que Minos, quien sacrificaba anualmente a Posidón el mejor toro que poseía, dejó de hacerlo un año y sacrificó en cambio el que le seguía en excelencia, y de ahí la ira de Posidón; otros dicen que fue a Zeus a quien ofendió; y otros más que Pasífae había dejado durante varios años de propiciar a Afrodita, quien la castigó haciéndole sentir esa lujuria monstruosa. Más tarde el toro se hizo salvaje y devastó a toda Creta, hasta que Heracles lo capturó y llevó a Grecia, donde finalmente lo mató Teseo.
Minos consultó a un oráculo para saber cómo podía evitar mejor el escándalo y ocultar la deshonra de Pasífae. La respuesta fue: «Ordena a Dédalo que te construya un retiro en Cnosos.» Dédalo lo hizo y Minos pasó el resto de su vida en el recinto intrincado llamado el Laberinto, en el centro del cual ocultó a Pasífae y el Minotauro.






Radamantis, más sensato que Sarpedón, se quedó en Creta; vivió en paz con Minos y fue recompensado con la tercera parte de los dominios de Asterio. Famoso como legislador justo y recto, inexorable en su castigo de los malhechores, legisló tanto para los cretenses como para los isleños del Asia Menor, muchos de los cuales adoptaron voluntariamente su código judicial. Cada nueve años hacía una visita a la cueva de Zeus y llevaba de vuelta una nueva serie de leyes, costumbre que siguió luego su hermano Minos. Pero algunos niegan que Radamantis fuera hermano de Minos y le llaman hijo de Hefesto, así como otros niegan que Minos fuera hijo de Zeus y dicen que lo era de Licasto y la ninfa del Ida. Legó unas tierras en Creta a su hijo Gortis, cuyo nombre lleva la ciudad cretense de Cortina, aunque los tegeos insisten en que Gortis era arcadio e hijo de Tegeates. Radamantis legó también unas tierras en el Asia Menor a su hijo Éritro, y la isla de Quíos a Enopión, el hijo de Ariadna, el primero a quien Dioniso enseño a hacer vino; y Lemmos a Toante, otro hijo de Ariadna; y Cournos a Éniues, y Peparetos a Estáfilo, y Maronea a Euantes, y Paros a Alceo, y Délos a Anio, y Andros a Andró.
Radamantis huyó posteriormente a Beocia porque había matado a un pariente, y vivió desterrado en Ocálea, donde se casó con Alcmena, madre de Heracles, después de la muerte de Anfitrión. Su tumba, y la de Alcmena, están en Haliarto, cerca de una plantación de cañas duras llevadas de Creta y con las que se hacen jabalinas y flautas. Pero algunos dicen que Alcmena se casó con Radamantis en los Campos Elíseos después de su muerte. Pues Zeus había nombrado a Radamantis uno de los tres Jueces de los Muertos; sus colegas eran Minos y Éaco, y residía en los Campos Elíseos.
La clasificación de Sir Arthur Evans de los períodos sucesivos de la cultura cretense pre-clásica como minoica I, II y III, indica que al gobernante de Creta se le llamaba ya Minos a comienzos del tercer milenio a. de C.; pero esto induce a error. Minos parece haber sido el título regio de una dinastía helena que gobernó Creta a comienzos del segundo milenio y cada uno de cuyos reyes se casaba ritualmente con la sacerdotisa de la Luna de Cnosos y tomaba de ella su título de «ser lunar». 







Se hace anacrónicamente a Minos sucesor de Asterio, el nieto de Doro, pues los dorios no invadieron Creta hasta el final del segundo milenio. Es más probable que los eolios y pelasgos (quizás incluyendo a los «jonios del Ática») llevados allá por Tectamo («artífice») —nombre que lo identifica con Dédalo y con Hefesto, el supuesto padre de Radamantis— fueran los compañeros originales de Minos; y que Asterio («estrellado») sea una masculinización de Asteria, la diosa como Reina del Cielo y creadora de las potencias planetarias (véase l.d). Creta es una palabra griega, una forma de crateia, «diosa fuerte o gobernante»; y de aquí Creteo y Cretheo.
Las recientes investigaciones de los señores M. Ventris y J. Chadwick sobre la hasta ahora indescifrada Escritura Lineal B, 






ejemplos de la cual se han encontrado en Pilos, Tebas y Micenas, así como entre las ruinas del palacio de Cnosos saqueado en 1400 a. de C., demuestran que el idioma oficial de Cnosos a mediados del segundo milenio era una forma primitiva del griego eolio. La escritura parece haber sido inventada originalmente para utilizarla con un idioma no ario y adaptada al griego con alguna dificultad. (Todavía no se ha probado si las inscripciones en la Escritura Lineal A 






están escritas en griego o cretense.) Gran número de nombres de la mitología griega aparecen en las tablillas cretenses y del continente, entre ellos los siguientes: Aquiles, Idomeneo, Teseo, Creteo, Néstor, Enaltes, Juto, Ayax, Glauco y Éolo; lo que indica que muchos de estos mitos se remontan a una época anterior a la caída de Troya.
Como Mileto es un nombre masculino, al conocido mito de los dos hermanos que se disputan los favores de una mujer se le dio un aspecto homosexual. La verdad parece ser que durante un período de desorden que siguió al saqueo de Cnosos por los aqueos alrededor de 1400 a. de C. numerosos aristócratas cretenses de habla griega y ascendencia eolio-pelasga o jonia, para quienes la diosa Luna era la deidad suprema, emigraron con sus subalternos nativos al Asia Menor, sobre todo a Caria, Licia y Lidia; pues, sin tener en cuenta la tradición de la dinastía de Sarpedón en Licia, Herodoto constata que los licios de su época todavía se regían por la sucesión matrilineal (Herodoto: i.173; Estrabón: xii. 8.5), como los carios (véase 75.5). Miletos puede ser una palabra cretense nativa, o una transliteración de milteios, «el color de ocre rojo o de minio»; y por tanto un sinónimo de Éritro, o Fénix, que significan «rojo». Los cretenses tenían la tez más roja que los helenos, y los licios y carios eran en parte de raza cretense, lo mismo que los puresati (filisteos), cuyo nombre significa también «hombres rojos» (véase 38.3).
Los gobernantes gigantes de Anactoria recuerdan a los anaceos del Génesis (Josué xiv.12), gigantes expulsados por Caleb del altar oracular que en otro tiempo había pertenecido a Efrón, el hijo de Heth (¿Tetis?). Efrón dio su nombre a Hebrón ( Génesis xxiii.16) y se le puede identificar con Foroneo.
Esos anaceos parecen haber llegado de Grecia como miembros de la confederación de pueblos del mar que causó a los egipcios tantos trastornos en el siglo XIV a. de C. el cementerio de Asterio, el hijo de Anacte, tenía probablemente ese nombre en honor de la diosa Lat, Leto o Latona (véase 14.2), y el hecho de que este Asterio tenga el mismo nombre que el padre de Minos indica que los milesios lo llevaron consigo desde la cretense Mileto (véase 25.6). Según una tradición razonable que aparece en el Libro de las invasiones irlandés, los milesios irlandeses de origen cretense huyeron a Siria pasando por Asia Menor, y desde allí navegaron hacia el oeste en el siglo xiii a. de C. hasta Getulia en el norte de África, y por fin llegaron a Irlanda pasando por Brigantium (Compostela, en el noroeste en España).
La pretensión de Mileto de que era hijo de Apolo indica que a los reyes milesios se les daban atributos solares, como a los de Corinto (véase 67.2).
El triunfo de Minos, hijo de Zeus, sobre sus hermanos se refiere al dominio final de Creta por los dorios, pero fue a Posidón







a quien Minos sacrificó el toro, lo que también indica que los anteriores poseedores del título de «Minos» eran eolios. Creta había sido durante siglos un país muy rico y, a fines del siglo VIII a. de C. era compartida por los aqueos, dorios, pelasgos y cidonios (eolios), y, en el lejano oeste de la isla, por «verdaderos cretenses» ( Odisea xix.171-5). Diodoro Sículo trata de distinguir a Minos hijo de Zeus de su nieto, Minos hijo de Licasto, pero dos o tres dinastías de Minos pueden haber reinado sucesivamente en Cnosos.
El nombre de Sarpedón («regocijándose en un arca de madera») indica que llevó consigo a Licia (véase 162.n) el ritual del héroe Sol, el cual, en el Año Nuevo, hace su reaparición anual como un niño que flota en un arca, lo mismo que Moisés, Perseo (véase 73.c), Anio (véase 160.t) y otros. Una relación cretense con el mito de Perseo la proporciona Perséis, la madre de Pasífae. La concesión de Zeus a Sarpedón de que viviría durante tres generaciones significa, quizá, que en vez de los ocho años habituales —un Gran Año— que era el período del reinado de Minos, se le permitió conservar el trono hasta el año decimonono, cuando se daba una mayor sincronización del tiempo solar y el lunar que al final de los ocho; y así entró en el tercer Gran Año (véase 67.2).
Como «Pasífae», según Pausanias (iii.26.1), es un título de la Luna, e «Itona» su otro nombre, un título de Atenea como hacedora de lluvia (Pausanias: ix.34.1), el mito de Pasífae y el toro indica un casamiento ritual bajo una encina entre la sacerdotisa de la Luna, que llevaba cuernos de vaca, y el rey Minos, que llevaba una máscara de toro (véase 76.1). Según Hesiquio ( sub Carten), «Gortis» es el equivalente de Carten, la palabra cretense que significa vaca; y el casamiento parece haber sido entendido como realizado entre el Sol y la Luna, puesto que había un rebaño de vacas consagrado al Sol en Cortina (Servio sobre las Églogas de Virgilio vi.60). 






La retirada discreta de Dédalo de la pradera indica que el acto no se consumaba públicamente al estilo picto o mesino. A muchos griegos posteriores les disgustaba el mito de Pasífae y preferían creer que había tenido un amorío no con un toro, sino con un hombre llamado Tauro (Plutarco: Teseo 19; Palepato: Sobre fábulas increíbles ii). Los toros blancos, que estaban consagrados peculiarmente a la Luna (véase 84.1), figuraban en el sacrificio anual que se realizaba en el monte Albano de Roma, en el culto de Dioniso Tracio, en el ritual del muérdago y la encina de los Druidas galos (véase 50.1) y, según el Libro de la Vaca Parda, en los ritos adivinatorios que precedían a una antigua coronación irlandesa.






Reconstrucción de Sir Artur Evans del Palacio de Cnossos



El palacio de Minos en Cnosos era un conjunto intrincado de habitaciones, antesalas, vestíbulos y corredores en el que un visitante del campo podía perderse fácilmente. Sir Arthur Evans sugiere que éste era el Laberinto, llamado así por la labrys o hacha de cabeza doble, 







emblema familiar de la soberanía cretense en forma de una luna creciente y una luna menguante unidas de espaldas y que simbolizaba tanto el poder creador como el poder destructor de la diosa. Pero el laberinto de Cnosos tenía una existencia separada del palacio; era un verdadero laberinto, como el de Hampton Court, y parece que estaba dibujado en mosaico sobre un pavimento como un patrón de baile ritual, patrón que se da también en lugares tan separados como Gales y el nordeste de Rusia, para utilizarlo en la danza laberíntica de la Pascua de Resurrección. Esta danza se bailaba en Italia (Plinio: Historia natural xxxvi.85) y en Troya (Escoliasta sobre Andrómaca de Eurípides 1139), y parece haber sido introducida en Britania hacia fines del tercer milenio a. de C. 







por inmigrantes neolíticos provenientes del África del norte. Homero describe el laberinto de Cnosos ( Ilíada xviii.592) así.






Dédalo ideó en Cnosos un suelo para que danzase la rubia Ariadna y Lucitano se refiere a danzas populares cretenses relacionadas con Ariadna y el Laberinto. ( Sobre la danza 49).
El culto de Radamantis puede haber sido llevado de Beocia a Creta y no al contrario. Haliarto, donde tenía un altar de héroe, estaba consagrada, al parecer, a la «Diosa Blanca del Pan», o sea Deméter; pues Halia, «del mar», era un título de la Luna como Leucotea, «la Diosa Blanca» (Diodoro Sículo: v.55), y artos significa «pan». Alcmena («fuerte en la ira») es otro título de la Luna. Aunque se ha dicho que es una palabra cretense, Radamanto puede significar Rhabdomantis, «adivinando con una varilla», nombre tomado del cañaveral de Haliarto, donde su espíritu agitaba las puntas de las cañas oracularmente (véase 83.3). Si es así, la tradición de que legisló para toda Creta y las islas del Asia Menor significaría que se consultaba a un oráculo de Creta al comienzo de cada nuevo reinado, y que sus pronunciamientos tenían autoridad en todas partes en que se aceptaban los pesos, las medidas y las costumbres comerciales de Creta. Se le llama hijo de Zeus, más bien que de Hefesto, sin duda porque los oráculos radamantinos provenían de la Cueva Dictea, consagrada a Zeus (véase 7.b).
En Petsofa, Creta, se ha descubierto un depósito de cabezas y miembros humanos hechos con arcilla, cada uno de ellos con un agujero por el que podía pasar una cuerda. Si se los fijaba a troncos de madera, pueden haber formado parte de las muñecas articuladas de Dédalo y haber representado a la diosa de la Fertilidad. Quizá las colgaban de un árbol frutal, con los miembros moviéndose al impulso del viento, para conseguir buenas cosechas. Una muñeca así se ve colgando de un árbol frutal en el famoso anillo de oro del Tesoro de la acrópolis de Micenas. El culto del árbol es el tema de varias obras de arte minoicas, y se dice que Ariadna, la diosa cretense, se ahorcó de un árbol ( Disputa de Homero y Hesíodo 14), como hizo la ática Erígone (véase 79.a). Ártemis la Ahorcada, que tenía un templo en Condilea, Arcadia (Pausanias: viii.23.6) y Helena de los Árboles, que tenía un templo en Rodas, y de quien se dice que fue ahorcada por Polixo (Pausanias: iii.19.10), pueden ser variantes de la misma diosa.


LOS AMORES DE MINOS


Minos yació con la ninfa Paría, cuyos hijos colonizaron Paros y luego fueron muertos por Heracles; también con Androgenea, madre de Asterio el menor, así como con otras muchas, pero especialmente persiguió a Britomartis de Cortina, 






una hija de Leto. Ella inventó las redes de caza y era una compañera íntima de Ártemis, cuyos sabuesos atraillaba.
Britomartis se ocultó de Minos en las vegas, bajo renuevos de encina de hojas gruesas, y luego, durante nueve meses, él la persiguió por montañas escarpadas y llanuras, hasta que, desesperada, se arrojó al mar, donde la salvaron unos pescadores. Ártemis divinizó a Britomartis con el nombre de Dictina, pero en Egina se la adora como Afea, porque desapareció; en Esparta como Ártemis, apodada «la Dama del Lago»; y en Cefalonia como Lafria; pero los samios emplean su verdadero nombre en sus invocaciones.
Las numerosas infidelidades de Minos enfurecieron de tal modo a Pasífae que lo hechizó: siempre que se acostaba con una mujer eyaculaba, no semen, sino una multitud de serpiente nocivas, escorpiones y ciempiés que hacían presa en los órganos vitales de ella. Un día, Procris, hija del rey de Atenas Erecteo y a la que había abandonado su marido Céfalo, hizo una visita a Creta. Eos, que se había enamorado de él, había inducido a Céfalo a hacer eso. Cuando él rechazó cortésmente sus requerimientos alegando que no quería engañar a Procris, con la que había intercambiado promesas de fidelidad perpetua, Eos protestó diciendo que Procris, a la que conocía mejor que él, faltaría fácilmente a su promesa a cambio de oro. Como Céfalo lo negó con indignación, Eos lo metamorfoseó dándole la apariencia de un tal Pteleón, y le aconsejó que indujera a Procris a acostarse con él ofreciéndole una corona de oro. Él lo hizo y, al ver que Procris se dejaba seducir fácilmente, ya no sintió escrúpulo alguno en acostarse con Eos, de la que ella estaba dolorosamente celosa.
Eos dio a Céfalo un hijo llamado Faetonte; pero Afrodita 






lo robó cuando era todavía un niño para que vigilara por la noche sus templos más sagrados; y los cretenses le llaman Adimno, con lo que se refieren al lucero del alba y el lucero de la tarde.
Entretanto, Procris no podía soportar seguir viviendo en Atenas, pues su abandono era el tema de la comidilla general, y en consecuencia fue a Creta, donde a Minos no le costó más seducirla de lo que le había costado al supuesto Pteleón. La sobornó con un sabueso que nunca dejaba escapar su presa, y con una flecha que nunca erraba el blanco, los cuales le había regalado Ártemis. Procris, que era una cazadora entusiasta, los aceptó de buena gana, pero exigió que Minos tomase una bebida profiláctica — una cocción de raíces mágicas inventada por la hechicera Circe— para que él no la llenara de reptiles e insectos. Esa bebida hizo el efecto deseado, pero Procris temía que Pasífae la embrujara, por lo que regresó apresuradamente a Atenas, disfrazada de bello muchacho, después de haber cambiado su nombre por el de Pterelante. Nunca volvió a ver a Minos.
Céfalo, a quien acompañó en una cacería, no la reconoció y codiciaba tanto a Lelaps, su sabueso,  y la flecha infalible, 







que le propuso comprarlos por una gran cantidad de plata. Pero Procris no quería privarse de ellos como no fuera por amor, y cuando él accedió a llevarla a su lecho le reveló llorando que era su esposa. Así se reconciliaron finalmente y Céfalo cazó mucho con el perro y la flecha. Pero a Ártemis le molestó que sus valiosos regalos pasaran así de mano en mano entre aquellos adúlteros mercenarios y preparó su venganza. Hizo que Procris sospechara que Céfalo seguía visitando a Eos cuando se levantaba dos horas después de la medianoche y salía a cazar.
Una noche Procris, vestida con una túnica oscura, salió a hurtadillas tras él a media luz. Al poco rato él oyó un susurro en un bosquecillo situado a su espalda, Lelaps gruñó y se atiesó y Céfalo disparó la flecha infalible y traspasó con ella a Procris. A su debido tiempo el Areópago le condenó a destierro perpetuo por asesinato.
Céfalo se retiró a Tebas, donde el rey Anfitrión, el supuesto padre de Heracles, le pidió prestado el perro Lelaps para cazar a la zorra Teumesia que estaba causando estragos en Cadmea. 





Esta zorra, destinada por los dioses a no ser cazada nunca, sólo podía ser apaciguada mediante el sacrificio mensual de un niño. Pero como Lelaps estaba destinado por los dioses a hacer presa en todo lo que perseguía, en el Cielo se planteó la duda acerca de cómo se podía resolver esa contradicción. Al final la resolvió airadamente Zeus convirtiendo tanto a Lelaps como a la zorra en piedras, aunque según algunas versiones las convirtióen constelaciones - Canis Major y Canis Minor- para que prosiguieran eternamente su persecución en los cielos.







Céfalo ayudó luego a Anfitrión en una guerra victoriosa contra los telebeos y tafios. Antes de emprenderla, Anfitrión hizo jurar por Atenea y Ares a todos sus aliados que no ocultarían parte alguna del botín; sólo uno de ellos, Panopeo, faltó a su juramento y se le castigó haciéndole padre de un cobarde, el célebre Epeo. El rey telebeano era Pterelao, en cuya cabeza Posidón, su abuelo, había puesto un bucle dorado de inmortalidad. Su hija Cometa se enamoró de Anfitrión y, como deseaba conquistar su afecto, le arrancó el bucle dorado, por lo que Pterelao murió y Anfitrión venció rápidamente a los telebeos con la ayuda de Céfalo; pero condenó a muerte a Cometa por parricidio.
La parte que correspondió a Céfalo en los dominios telebeos fue la isla de Cefalenia, que todavía lleva su nombre. Nunca perdonó a Minos el que hubiera seducido a Procris y le hubiera dado la flecha fatal, pero tampoco podía eximirse de su responsabilidad. Después de todo, él había sido el primero en faltar a su promesa, porque el amorío de Procris con el supuesto Pteleón no podía considerarse como infidelidad. «No, no —se lamentaba—, ¡jamás debí haberme acostado con Eos!» Aunque purificado de su culpabilidad, le perseguía el espectro de Procris y, como temía que eso atrajera la desgracia sobre sus compañeros, un día fue al cabo Léucade, donde había erigido un templo a Apolo de la Roca Blanca, y se arrojó al mar desde lo alto del risco. Al caer invocó en voz alta el nombre de Pterelante, pues era con ese nombre con el que había amado más a Procris.
La seducción de ninfas por Minos al estilo de Zeus recuerda indudablemente el casamiento ritual del rey de Cnosos con sacerdotisas de la Luna de varias ciudades-estados de su imperio.






A la diosa Luna se la llamaba Britomartis en la Creta oriental. De aquí que los griegos la identificaran con Ártemis (Diodoro Sículo: v.76; Eurípides: Hipólito 145 e Ifigenia en Táuride 127; Hesiquio sub Britomartis), y con Hécate (Eurípides: Hipólito 141, con escoliasta). En la Creta occidental era Dictina, como sabía Virgilio: «Llamaban a la luna Dictina por tu nombre» (Virgilio: Ciris 305). Dictina se relaciona en el mito con dictyon, que significa una red de las empleadas para cazar o pescar; y Dicte es al parecer una forma desgastada de dictynnaean, «lugar de Dictina». Después de la introducción del sistema patriarcal la caza asesina del rey sagrado por la diosa armada con una red se convirtió en una caza amorosa de la diosa por el rey sagrado (véase 9.1 y 32.b). Ambas cacerías se dan con frecuencia en el folklore europeo (véase 62.1). La persecución de Britomartis por Minos, que tiene su análoga en Filistia con la persecución de Derceto por Moxo o Mopso, comienza cuando los robles tienen ya todo su follaje —probablemente en la canícula, que era cuando Set perseguía a Isis y el Niño Horus en las praderas del delta del Nilo— y termina nueve meses después en la Víspera de Mayo. La seducción de Europa por Zeus era también un acontecimiento de la Víspera de Mayo (véase 58.3).
A juzgar por el ritual del norte celta, donde a la diosa se la llama Goda («la Buena») —Neanthes traduce la sílaba brito como «buena» ( Greek Hisiorical Fragments iii, ed. Müller)— originalmente viajaba montada en una cabra, desnuda con excepción de una red, con una manzana en una mano y acompañada por una liebre y un cuervo, a su banquete de amor anual. La silla tallada miserere de la catedral de Coventry, en la que estaba representada así, era un testimonio de las ceremonias pre-cristianas de la Víspera de Mayo en Southam y Coventry, de las que se ha desarrollado piadosamente la leyenda de Lady Godiva. En la Alemania celta, Escandinavia y probablemente también en Inglaterra, Goda tenía una relación ritual con la cabra, o con un hombre vestido con pieles de cabra: el rey sagrado que más tarde se convirtió en el Demonio del culto de las brujas. Su manzana es una señal de la próxima muerte del rey; la liebre simboliza la caza, durante la cual ella se convierte en un lebrel; su red lo atrapará cuando él se convierta en un pez; el cuervo pronunciará oráculos desde su tumba.
Parece que en Creta el culto de la cabra precedió al culto del toro





quizás por ello, en algunas poblaciones del interior de Creta, pudimos observar la colocación de cabezas de machos cabríos en las puertas de algunas fincas (?).
y que Pasífae se casaba originalmente con un rey-cabra. Lafria («la que obtiene botín») título de Dictina en Egina, era también un título de la diosa-cabra Atenea, de la que se dice que fue atacada por la cabría Palas, cuya piel desolló y convirtió en su égida (véase 9.a). «Lafria» indica que la diosa era la perseguidora, no la perseguida.
Inscripciones de Egina demuestran que el gran templo de Ártemis pertenecía a Ártemis Afea («no oscura», para distinguirla de Hécate); en el mito se hace que Afea signifique aphanes, «desapareciendo».
La fábula de Minos y Procris se ha convertido de mito en anécdota y de anécdota en cuento popular, y recuerda algunos de los cuentos de El asno de oro. Vinculada con la guerra de Minos contra Atenas y la caída final de Cnosos, se refiere quizá a la exigencia del rey cretense de un casamiento ritual con la suma sacerdotisa de Atenas, exigencia que ofendió a los atenienses. Pteleón («olmedal»), el nombre del seductor de Procris, puede referirse al culto de la vid que se extendió desde Creta en la época de Minos (véase 88.h), pues las vides eran puestas en espaldera en los olmos; pero también puede derivarse de ptelos, «jabalí». En ese caso, Céfalo y Pteleón habrán sido originalmente el rey sagrado y su sucesor, disfrazado de jabalí (véase 18.7). Las hechicerías de Pasífae son características de una diosa Luna airada, y Procris se opone a ellas con las hechicerías de Circe, otro título de la misma diosa.
El salto de Céfalo desde la roca blanca en el cabo Léucade 








recuerda, como dice con razón Estrabón (x.2.9), que los leucadios acostumbraban a arrojar todos los años a un hombre provisto con alas para amortiguar su caída, e incluso con aves vivas atadas a su cuerpo, desde el risco al mar. La víctima, un pharmacos, o víctima propiciatoria, cuya eliminación libraba a la isla de culpabilidad, parece haber llevado también un parasol blanco como paracaídas (véase 70.7). Había embarcaciones esperándole para recogerlo si sobrevivía y transportarlo a alguna otra isla (véase 96.3).
El mito de Cometo y Pterelao se refiere al corte del cabello del rey solar antes de su muerte (véase 83.3, 91.1 y 95.5); pero el nombre Pterelao indica que el pharmacos alado arrojado a su muerte era originalmente el rey. La sílaba eláos o elaios significa el olivo silvestre que, como el abedul en Italia y el noroeste de Europa, era utilizado para expulsar a los malos espíritus (véase 89.7 y 52.3); y en el dialecto rodio elaios significa sencillamente pharmacos. Pero los sinos de Pterelao y Céfalo están vinculados míticamente por haber adoptado Procris el nombre de Pteralante, y esto indica que ella era realmente la sacerdotisa de Atenea, la cual lanzó a la muerte al emplumado Céfalo.
La zorra era el emblema de Mesena (Apolodoro: ii.8.5; véase 49.2 y 146.6); probablemente porque los eolios adoraban a la diosa Luna como zorra y el mito de la zorra teumesia puede referirse a las incursiones eolias en Cadmea en busca de niños para el sacrificio, a las que pusieron fin los aqueos adoradores de Zeus.
Faetonte y Adimno (de a-dyomenos, «el que no se pone») son nombres alegóricos del planeta Venus. Pero Faetonte, hijo de Eos y Céfalo, ha sido confundido por Nono con Faetonte, hijo de Helio que condujo el carro del sol y se ahogó (véase 42.d) y con Atimnio (de atos e hymnos, «insaciable de elogio heroico»), un héroe solar adorado por los milesios (véase 88.b).
Epeo, que construyó el caballo de madera (véase 167.a), aparece en las leyendas primitivas como un guerrero notablemente valiente, pero su nombre se aplicaba irónicamente a los fanfarrones, hasta que se hizo sinónimo de cobardía (Hesiquio sub Epeo).


LOS HIJOS DE PASÍFAE


Entre los hijos que tuvo Pasífae con Minos estaban Acacálide, Ariadna, Androgeo, Catreo, Glauco y Fedra. También tuvo a Cidón con Hermes y al libio Amón con Zeus.
Ariadna, 






amada primeramente por Teseo y luego por Dioniso, dio a luz muchos hijos famosos: Catreo, que sucedió a Minos en el trono, fue muerto en Rodas por su propio hijo. 
Fedra 






se casó con Teseo y se hizo famosa por su infortunado amorío con Hipólito, su hijastro. Acacálide fue el primer amor de Apolo; cuando él y su hermana Ártemis fueron para purificarse a Tarra, desde Egialia en el continente, Apolo encontró a Acacálide en la residencia de Carmanor, un pariente materno, y la sedujo. Minos se enfadó y desterró a Acacálide a Libia, donde, según dicen algunos, fue madre de Garamante, aunque otros pretenden que éste fue el primer hombre nacido.
Cuando Glauco era todavía un niño jugaba un día a la pelota en el palacio de Cnosos, o quizá cazaba un ratón, y de pronto desapareció. Minos y Pasífae lo buscaron por todas partes, pero no pudieron encontrarlo y recurrieron al oráculo de Delfos. Allí les informaron que quien pudiera dar el mejor símil para un reciente y portentoso nacimiento que había tenido lugar en Creta encontraría lo que se había perdido. Minos hizo investigaciones y averiguó que entre sus rebaños había nacido un becerro que cambiaba de color tres veces al día: de blanco a rojo y de rojo a negro. Llamó a sus adivinos al palacio, pero a ninguno de ellos se le ocurrió un símil hasta que Poliido, el argivo, descendiente de Melampo, dijo: «Este becerro a nada se parece tanto como a una mora en maduración.» Minos le ordenó inmediatamente que saliera en busca de Glauco.
Poliido recorrió el palacio laberíntico, hasta que encontró un buho posado a la entrada de un sótano espantando a un enjambre de abejas, y tomó eso por un agüero. En el sótano encontró una gran tinaja utilizada para guardar miel, y a Glauco ahogado en ella, hundido de cabeza. Cuando informaron a Minos de ese hallazgo, consultó con los Curetes y, siguiendo su consejo, le dijo a Poliido: «Ahora que has encontrado el cadáver de mi hijo debes devolverle la vida.» Poliido protestó diciendo que, como él no era Asclepio, no podía resucitar a los muertos. «Yo sé lo que debe hacerse —replicó Minos—. Te encerrarán en una tumba con el cadáver de Glauco y una espada, y permanecerás allí hasta que hayan sido obedecidas mis órdenes.»
Cuando Poliido se acostumbró a la oscuridad de la tumba vio que una serpiente se acercaba al cadáver del niño y, tomando su espada, la mató. Poco después otra serpiente apareció y al ver que su compañera estaba muerta se retiró, pero volvió en seguida con una hierba mágica en la boca y la dejó sobre el cadáver de la otra. La serpiente volvió lentamente a la vida.
Poliido se quedó pasmado, pero tuvo la paciencia de ánimo suficiente para aplicar la misma hierba al cuerpo de Glauco, y con el mismo resultado feliz. Entonces él y Glauco se pusieron a gritar con todas sus fuerzas pidiendo ayuda, hasta que un transeúnte les oyó y corrió a llamar a Minos, quien rebosaba de júbilo cuando abrió la tumba y encontró vivo a su hijo. Hizo muchos regalos a Poliido, pero no le dejó volver a Argos hasta que enseñara a Glauco el arte de la adivinación. Poliido obedeció de mala gana, y cuando estaba a punto de regresar a su patria le dijo a Glauco: «Muchacho, escupe en mi boca abierta.» Glauco lo hizo e inmediatamente olvidó todo lo que había aprendido.
Más tarde Glauco condujo una expedición hacia el oeste y exigió un reino a los italianos, pero ellos le despreciaron porque no era un hombre tan grande como su padre; sin embargo, introdujo en Italia el cíngulo y el escudo militares cretenses y así mereció el nombre de Labico, que significa «ceñido».
Androgeo hizo una visita a Atenas y ganó todas las competencias en los Juegos Panateneos.   





Las Panateneas (en griego antiguo Παναθήναια/Panatếnaia) eran unas fiestas religiosas que se llevaban a cabo todos los años en Atenas dedicadas a Atenea, diosa Poliada (protectora de la ciudad), y que tenían lugar entre el 23 y el 30 del mes de hecatombeón (primer mes en el calendario ático) equivalente a la segunda mitad de nuestro mes de julio actual. Eran las celebraciones religiosas más antiguas e importantes de Atenas. ...
Por otra parte, y cada cuatro años, se celebraban las Grandes Panateneas 




que duraban cuatro días más que las anuales y que eran las más prestigiosas y apreciadas por los ciudadanos de Atenas, similares, en importancia, a los Juegos Olímpicos o los Juegos Panhelénicos. Además había desfiles militares desde el Cerámico hasta la Acrópolis pasando por el Ágora.
Las primeras Grandes Panateneas las instauró Pisístrato en 566 a. C. inspirándose en los Juegos Olímpicos, pero les añadió certámenes de poesía y música (presentes en los Juegos Nemeos). Los juegos propiamente dicho se dividían en dos: unos para los atenienses, que comprendían las artes, y otros abiertos para todos los griegos. Estos últimos eran parecidos a los Juegos Olímpicos, incluyendo boxeo, lucha, pancracio (forma de lucha griega), 








pentatlón









 y carreras de cuadrigas, 







siendo éstas las pruebas de más prestigio. El vencedor de las carreras era premiado con una corona de hojas de olivo y 140 ánforas panatenaicas de aceite de oliva procedentes de los olivos sagrados de Atenas. Las ánforas estaban cinceladas por un lado con la imagen de la diosa y por el otro con un grabado del vencedor de la prueba.
Los juegos reservados a los atenienses eran algo diferentes. Incluían una carrera con antorchas 




desde el santuario de la Academia, en las afueras de la muralla, donde en su altar se encendían las mismas, hasta el Partenón (predecesoras de los relevos de antorcha de los Juegos Olímpicos modernos), batallas de infantería y caballería, un lancero de jabalina a caballo, el apobotai (una carrera de cuadrigas, en la que el conductor debía saltar del carro, correr al lado del mismo y después volver a incorporarse al carro), lapyrriche (aparentemente ejercicios militares con música) y el euandrion (un concurso de belleza entre los atletas).
El Estadio Panatenaico, 






junto al Leoforos Olgas, se levanta en una depresión y en él se desarrollaban los concursos gimnásticos de las Panateneas.
Los vencedores de los certámenes artísticos eran premiados con una corona de oro. Las pruebas y los concursos estaban supervisados por unos magistrados especiales que se elegían cada cuatro años, los athlotétes. Todo ello a imitación de los grandes Juegos que se celebraban en Olimpia.






Olimpia iba a convertirse en el centro del culto a Zeus , donde acudían hombres procedentes de las diferentes ciudades o polis griegas para rendir culto al rey de los dioses, el primer culto panhelénico compartido por todos los griegos
Nos cuenta el escritor y periodista italiano Indro Montanelli (1909-2001) en su "Historia de los griegos" que en Olimpia el dios Apolo disputaba sus encuentros de pugilato y que también allí se disputaría una mítica carrera de carros que tuvo como protagonista a Pélope y a Enómao. 





Pélope era hijo del rey de Anatolia , Tántalo, y quería casarse con Hipodamia, hija de Enómao, rey de Olimpia. Enómao se oponía a este matrimonio porque, según algunas versiones, una profecía había anunciado que moriría a manos del hombre que se casara con su hija por lo que a cada pretendiente le desafiaba a una carrera de caballos y si Enómao obtenía la victoria daba muerte a su rival. De esta forma había acabado con la vida de una treintena de pretendientes y lo mismo hizo con Pélope, con la seguridad de que también le derrotaría. Pero Pélope había sido amante de Poseidón y pidió ayuda a su antiguo amante para vencer en la carrera, ruegos que fueron escuchados por el dios enviándole un carro tirado por caballos alados . 








Por si eso no fuera suficiente Pélope sobornó al auriga de Enómao, llamado Mirtilo, para que se dejara ganar prometiéndole a cambio la mitad de su reino y una noche de amor con Hipodamia. Al día siguiente Enómao no sólo perdió la carrera sino que murió al caer del carro ya que Mirtilo había saboteado las ruedas causando el accidente mortal. Pélope se convertiría no sólo en el nuevo rey de Olimpia sino que extendería, según el mito, su dominio a toda la península que en su honor llevaría el nombre de Peloponeso. Si os preguntáis por la suerte corrida por Mirtilo, fue ejecutado siendo arrojado al mar por orden de Pélope. 
Ya veis que los orígenes de las competiciones deportivas en Olimpia no eran demasiado limpios pero los griegos decidieron que en aquella ciudad ,que se había convertido en el santuario del culto a Zeus para todos los griegos y a la que viajaban peregrinos desde todos los rincones del mundo helénico para rendir culto al padre de los dioses, fuera la sede de unos juegos deportivos en honor del dios. Así nacieron los que serían conocidos como Juegos Olímpicos y la primera olimpiada de la que se tiene constancia se celebró en el 776 a. C, 







que se convertiría también en la primera fecha que conocemos con exactitud de la historia griega. Ellos mismos utilizarían la fecha de esta primera Olimpiada para datar a partir de ella los acontecimientos de la historia griega como nosotros hacemos con la fecha del nacimiento de Cristo .Sin embargo, los juegos atléticos que iban a celebrarse en Olimpia ya tenía precedentes más antiguos en la cultura minoica que se había desarrollado en Creta entre el 3000 y el 1400 a. C y donde se celebraban unos juegos donde se competía en lucha, boxeo, 









salto del toro, del que hablaremos largamente más adelante





 y el Kimistimata, 






un antecedente de la gimnasia actual.
Se estableció que el comienzo de los Juegos coincidiría con la festividad en
honor de Zeus y al igual que estos tendrían una duración de cinco días, celebrándose con una periodicidad de cuatro años, entre los meses de junio a septiembre. En ellos sólo podrían participar aquellos griegos que fueran ciudadanos libres debiendo demostrar en el momento de la inscripción en los juegos que nunca habían sido acusados de sacrilegio o de cualquier otro delito, además de jurar el cumplimiento y respeto de las reglas que se establecieron para las diferentes competiciones. Diez meses antes de su comienzo se procedía a la elección de un jurado compuesto por diez hombres, conocidos como los heladónicos, que se encargaban de controlar el entrenamiento de los atletas al mismo tiempo que enviaban embajadores por todo el mundo griego para anunciar las fechas en las que tendrían lugar las Olimpiadasy también señalaban el comienzo de la Paz Sagrada. 




Durante la celebración de los Juegos todas las guerras que constantemente enfrentaban a las diferentes polis griegas se detenían y los miles de peregrinos que acudían a Olimpia a rezar a Zeus y ver los juegos gozaban de inmunidad y eran considerados sagrados. Siglos después, incluso el rey de Macedonia, Filipo II (382-336 a.C), padre del legendario Alejandro Magno (356-323 a.C), tuvo que pedir perdón y pagar una cuantiosa multa porque sus soldados habían molestado a unos peregrinos que acudían a contemplar los juegos.
Por primera vez en la historia del mundo griego existía algo que aglutinaba a las polis griegas y las unía por encima de sus diferencias, creando un sentimiento panhelénico, de compartir una misma cultura, lengua y fe que sería decisivo durante el siglo V a.C para salvar al mundo griego de la amenaza del Imperio Persa. Pero regresemos a Olimpia donde las multitudes se aproximan a la ciudad para rendir culto al dios y, sobre todo, disfrutar de las competiciones deportivas. Se reunían en el Altis, que significa"bosque o recinto sagrado", un antiguo bosque sagrado en el que se había construido un templo dedicado a Hera .



Una vez en Olimpia elprimer día de los juegos era consagrado a las ceremonias religiosas en honor de Zeus y no era hasta el segundo cuando se iniciaban las competiciones deportivas que se prolongaban hasta el quinto día en el que tenía lugar el desfile triunfal de los vencedores y los juegos se clausuraban con un gran banquete. Imaginaos ahora el estadio , que según Indro Montanelli podía tener capacidad hasta para cuarenta mil espectadores. Es el amanecer y el publico ya espera con impaciencia la entrada de los atletas. 
A la cabeza van los diez miembros del jurado , los heladónicos, y detrás de ellos los atletas que van a participar en las competiciones. Hoy nos llamaría la atención que estos atletas y sus entrenadores son todos hombres y van desnudos. Lo primero, que fueran todos hombres, había sido así desde el comienzo de las Olimpiadas pues las mujeres tenían prohibido no solo competir sino también asistir como espectadoras a los juegos bajo pena de muerte en caso de ser sorprendidas haciéndolo, pero la desnudez de los atletas y entrenadores sería impuesta mucho tiempo después de la primera olimpiada aunque su origen está relacionado con la prohibición a la que estaban sometidas las mujeres . 





El filólogo clásico y escritor español Javier Murcia Ortuño (1964) relata la historia en su libro "De banquetes y batallas" donde nos cuenta como, desafiando la prohibición, la madre del atleta Pisídoro, llamada Calipatira, se disfrazó de hombre para asistir a los juegos como entrenador de su hijo. Pisídoro obtuvo la victoria y tal fue la alegría de Calipatira , que saltó la valla que separaba a los entrenadores de los atletas con la mala fortuna de que su ropa quedó enganchada en ella y la dejó desnuda revelando su naturaleza femenina. Aunque tendría que haber sido condenada a muerte Calipatira salvó su vida ya que los jueces tuvieron en cuenta que era hija, esposa y madre de campeones olímpicos, pero a partir de entonces se estableció que tanto los atletas como los entrenadores debían ir desnudos para evitar que se repitiera esta situación. Algunos autores indican que los atletas fueron siempre desnudos y que fue sólo a los entrenadores a los que se obligó a ir desnudos a raíz del caso de Calipatira.
Las distintas competiciones que formaban parte de los Juegos eran conocidas
como agones   y existían los agones atléticos, hípicos, luctatorios o de lucha y el pentatlón. El agón atlético estaba compuesto por las carreras, el lanzamiento de disco, el salto de longitud y el lanzamiento de jabalina. Dentro de las carreras estaba el equivalente a lo que hoy sería la carrera de cien metros lisos, aunque en Olimpia la distancia era equivalente a la medida de un estadio, es decir, 192 metros, aunque sobre esto he encontrado distintas medidas , desde los 174 metros hasta los 211 metros que refiere Indro Montanelli. Se incorporaría luego el diaulo, que era una carrera de velocidad pero de ida y vuelta y el dólico, una carrera de fondo que según las fuentes oscilaba entre los 1500 metros , los 4600 metros e incluso los catorce kilómetros. El lanzamiento de disco lo realizaban con un disco de bronce que tenía diferentes pesos y medidas según las categorías , obteniendo la victoria el que lo lanzaba más lejos, al igual que sucedía con el lanzamiento de jabalina. En cuanto al salto de longitud, al igual que ahora los atletas saltaban sobre un foso de tierra y los jueces determinaban la distancia en función de la marca dejada por el atleta en la tierra. 
En el agón hípico, la competición se trasladaba al hipódromo, palabra de origen griego que significa "carrera de caballos" , donde tenían lugar las carreras de carros que podían ser de carros tirados por cuatro caballos, cuádrigas, o por dos caballos, bigas. El auriga iba puesto de pie , sujetando las riendas con una de sus manos y la fusta con la otra y sosteniéndose sobre un pequeño carro de dos ruedas. Según el viajero, geógrafo e historiador griego Pausanias(siglo II d. C), el hipódromo tenía una longitud que convertida a nuestro sistema de medición sería de 770 metros, aunque también en este caso he encontrado distintas cifras. En estas carreras se podían poner obstáculos, fosos y vallas que hacían la carrera más peligrosa hasta el extremo de que en una ocasión, según cuenta Indro Montanelli, de cuarenta carros sólo uno de ellos logró llegar a la meta. Al igual a que a los atletas 








a los caballos vencedores se les alzaban estatuas. 









En cuanto al agón luctatorio, comprendía el pugilato opygmachia , termino griego que significa "pelea de puños", similar a nuestro boxeo, en el que los competidores peleaban con los puños desnudos o cubiertos con unasvendas o correas de cuero llamadas himantes que luego derivarían en algo muy parecido a los actuales guantes de boxeo, con resultados demoledores como demuestra estas palabras dedicadas a un púgil llamado Estratofón "Oh, Estratofón, después de veinte años de ausencia de su casa, Ulises fue reconocido por su perro Argos. Pero tú, después de cuatro horas de sopapos, intenta volver a tu casa y verás qué acogida te hace el perro. Ni siquiera él te reconocerá". Debían de ser peleas estremecedoras.






Además del pugilato, que fue incorporado a los juegos en el 688 a. C,
estaba el pancracio que se unió a los juegos en el 640 a. C. Parecida a la actual lucha griega, aunque en ella valía casi todo, desde las zancadillas a los golpes bajos y llaves que buscaban la inmovilización o estrangulamiento del contrario, aunque nunca la muerte, ya que estaba prohibido por las reglas de los juegos, aunque accidentalmente en ocasiones se producía alguna. Sólo estaban prohibidos los mordiscos e introducir los dedos en la boca, la nariz o los ojos del contrario y de la dureza de estas peleas nos da buena cuenta Pausanias que describe la técnica infalible del luchador Sóstratos de Sición "Al lado de la imagen de Lisandro está la del pancraciasta Sostratos de Sición, también llamado Acroquersites. Éste siempre intentaba atrapar primero los dedos del oponente para rompérselos. Y lo continuaba haciendo hasta notar que el otro abandonaba la lucha." Romper los dedos al oponente no creo que hoy esté permitido pero sin duda fue una táctica exitosa para Sóstratos, que fue campeón no sólo de los Juegos Olímpicos sino de otros certámenes deportivos. Por último, estaba la Lucha, antecedente de la actual Lucha Libre , modalidad olímpica de los juegos modernos, donde el objetivo era derribar al contrario pero sin dar puñetazos ni patadas.
Pero la prueba reina de los atletas era el Pentathlon compuesto por las cuatro competiciones del agón atlético, es decir, carreras de velocidad, salto de longitud, lanzamiento de disco y de jabalina y además se añadía la lucha , una competición que tenía entre sus ilustres seguidores al filósofo Aristóteles (384-322 a.C) que decía de esta prueba que requería "Todo el cuerpo, todas las fuerzas empeñadas : elegancia y robustez". El vencedor del Pentahtlon podía ser considerado como el rey de los juegos, su auténtico vencedor. 





Pero al igual que sucede en los actuales Juegos Olímpicos, no todo era competición y también había lugar para la diversión como nos cuenta Indro Montanelli "En torno del estadio se improvisaba una especie de espectáculo con tiro al blanco, sibilas(adivinas) baratas, comedores de fuego, tragadores de sables, teatros, bailes, rincones reservados con hetairas (prostitutas)" El autor de comediasMenandro (hacia 342-292 a.C) escribía sobre el ambiente de los juegos"Muchedumbre, intrigas, saltimbanquis, juerguistas y ladrones". Dos milenios después no parece que demasiadas cosas hayan cambiado.
Entonces los deportistas no eran profesionales como en nuestros días, y el
único premio que recibía el vencedor era una corona hecha con ramas de olivo silvestre obtenidas del olivo que crecía en el recinto sagrado de Zeus en Olimpia, ramas que según establecían las reglas tenían que ser cortadas durante los primeros días de competición por un joven que tuviera a sus padres vivos, aunque no he encontrado la razón por la que esto se hacía así. Pero aunque no obtenían un premio en dinero lograban algo no menos valioso, la gloria y la fama y Javier Murcia cita en su"De banquetes y batallas" al poeta griego Píndaro(hacia 518-438 a.C) que escribió sobre los vencedores en los juegos "El vencedor, el resto de sus días, tendrá una dicha con sabor a mieles". En efecto, después de ser coronado con la corona de olivo en la ceremonia de clausura de los juegos y agasajado con un banquete, regresaba a su ciudad donde era recibido como un auténtico héroe. Según cuenta Javier Murcia, algunas ciudades llegaban a abrir una nueva puerta en sus murallas para que el vencedor entrase por ella y se establecía que el campeón fuera mantenido el resto de su vida a costa de la ciudad disfrutando de todo tipo de privilegios como disponer de los mejores asientos en el teatro o en la Asamblea de la ciudad.
A los vencedores se les erigía una estatua en Olimpia como la que pudo contemplar Pausanias de uno de los más conocidos campeones olímpicos, Milón de Crotona (nacido hacia 510 a. C), 






que fue campeón Olímpico durante seis veces consecutivas, además de vencer otras seis veces en los Juegos Píticos, diez veces en los Ístmicos y nueve en los Juegos de Nemea, una marca que no sería igualada a lo largo de toda la historia de los Juegos Olímpicos. De él decía Pausanias que podía atarse una cuerda en la frente y conteniendo la respiración lograba que sus venas se hincharan hasta el punto de que lograba romper la cuerda. Escribe Javier Murcia que "La voracidad de gran atleta corría pareja a su fuerza, siendo su ración normal de alimento diario de diez kilos de carne, acompañados de otros tantos litros de vino" Pero no sólo era un gran atleta sino un hombre instruido, ya que fue discípulo de Pitágoras (hacia 580-495 a.C) . Precisamente estando en una clase de Pitágoras mostró su descomunal fuerza cuando al caer una columna el techo comenzó a derrumbarse y él lo sostuvo con sus manos hasta que todos salieron. (tomado del Mentidero de Mielost)
Retomemos la narración de Robert Graves: 
Pero el rey Egeo conocía su amistad con los cincuenta rebeldes hijos de Palante y, temiendo que pudiera persuadir a su padre Minos para que los apoyase en una rebelión franca, conspiró con los megareses para que le tendieran una emboscada en Énoe cuando se dirigía a Tebas, donde se proponía intervenir en ciertos juegos fúnebres. Androgeo se defendió con valor y siguió una feroz batalla en la que resultó muerto.



Minos se enteró de la muerte de Androgeo cuando hacía un sacrificio a las Gracias en la isla de Paros. 
Arrojó al suelo las guirnaldas y ordenó a los flautistas que dejaran de tocar, pero terminó la ceremonia; desde entonces en Paros hacen los sacrificios a las Gracias sin música ni flores.
A Glauco hijo de Minos se le ha confundido a veces con el Glauco antedonio, hijo de Antedón, o de Posidón, quien en una ocasión observó la propiedad restaurativa de cierta hierba sembrada por Crono en la Edad de Oro, cuando un pez muerto (o, según dicen algunos, una liebre) volvió a la vida al ser colocado encima. Probó la hierba, se hizo inmortal y se arrojó al mar, donde es ahora un dios marino, famoso por sus aventuras amorosas. Su residencia submarina se halla frente a la costa de Délos y cada año hace una visita a todos los puertos e islas de Grecia, pronunciando oráculos muy apreciados por los marineros y pescadores. Apolo mismo es considerado como discípulo de Glauco.
A Pasífae como la Luna (véase 51.A) se le han atribuido numerosos hijos: Cidón, el héroe epónimo de Cidón, en las cercanías de Tegea, y de la colonia cidónea en Creta; Glauco, un héroe marino corintio (véase 71.4); Androgeo, en cuyo honor se celebraban juegos anuales en el Cerámico y a quien los atenienses rendían culto como «Eurigies» («dando grandes vueltas»), para indicar que era el espíritu del año solar (Hesequio sub Androgeo); Amón, el héroe oracular del Oasis de Amón, posteriormente igualado con Zeus; y Catreo, cuyo nombre parece ser una forma masculina de Catarrea, la Luna como hacedora de lluvia. 
Sus hijas Ariadna y Fedra son reproducciones de ella misma; Ariadna, aunque se la interprete como ariagne, «purísima», parece ser un nombre sumerio, Ar-ri-an-de, «madre alta y fecunda de la cebada», y Fedra aparece en inscripciones de la Palestina meridional como Pan.
El mito de Acacálide («sin murallas») registra, al parecer, la toma por los invasores helenos provenientes de Egialia de la ciudad de Tarra, en el oeste de Creta, 






la cual, como otras ciudades cretenses, carecía de murallas (véase 98.1); y la huida de los principales habitantes a Libia, donde llegaron a ser gobernantes de los pacíficos garamantes.
Blanco, rojo y negro, los colores de la novilla de Minos, eran también los de Io, la vaca Luna (véase 56.1); los de los toros sagrados de Augías (véase 127.1); y en un jarrón quirite ( Monumenti Inediti vi-vii. p. 77) los del toro Minos que raptó a Europa. Además, los trípodes de arcilla o yeso consagrados a la diosa cretense descubiertos en Ninou Khani, y un trípode análogo encontrado en Micenas, estaban pintados de blanco, rojo y negro; y según el Indica de Ctesias, éstos eran los colores del cuerno del unicornio; el unicornio, como símbolo calendario, representaba el dominio de la diosa Luna sobre las cinco estaciones del año de Osiris, cada una de las cuales contribuía a su composición con parte de un animal. Que Glauco estuviere cazando un ratón puede indicar un conflicto entre los atenienses adoradores de Atenea, que tenían a la lechuza ( glaux) por su espíritu protector, y los adoradores de Apolo Esminteo («Apolo Ratón»); o la fábula original puede haber sido que Minos le dio un ratón envuelto en miel para que lo tragase, remedio desesperado que se prescribía para los niños enfermos en el antiguo Mediterráneo Oriental. Su manera de morir puede referirse también al empleo de la miel como un fluido embalsamador — muchos entierros de niños en jarrones se ven en las casas de Creta — y la lechuza era un ave de la muerte. Las abejas se explican quizás por una interpretación equivocada de ciertas gemas talladas (Weiseler: Denkmale der Alten Kunst ii.252), en las que aparecía Hermes llamando a los muertos enterrados en jarrones mientras sus almas revoloteaban en el aire en forma de abejas (véase 39.S y 82.4).




Poliido es tanto el multiforme Zagreo (véase como el semidiós Asclepio cuya hierba regeneradora parece haber sido el muérdago (véase 50.2), o su equivalente de la Europa oriental, las plantas lorantáceas. La leyenda babilonia de Gilgamesh es análoga a la resurrección de la serpiente. Una serpiente le roba la hierba de vida eterna e inmediatamente muda la piel y se rejuvenece; Gilgamesh, incapaz de recuperar la hierba, se resigna a morir. Se la describe como parecida al ladierno o tamujo, planta que los griegos tomaban como purgante antes de realizar sus misterios.
El acto de escupir blanco en la boca abierta de Poliido recuerda otro acto análogo de Apolo cuando Casandra no le pagó por haberle dado el don de la profecía; pero, en el caso de Casandra el resultado no fue que ella perdiera ese don, sino que nadie le creía (véase 158.q).
Las diosas a las que Minos hacía sacrificios sin las acostumbradas flautas y flores cuando se enteró de que su hijo había muerto eran las Parias o Antiguas (véase 89.a), probablemente las Tres Parcas (o Moiras), 




llamadas eufemísticamente las «Gracias». El mito se ha convertido en una anécdota popular. 
La muerte de Androgeo es un recurso utilizado para explicar la disputa cretense con Atenas (véase 98.c), basada, quizás, en alguna tradición fuera de lugar de un asesinato cometido en Enoe.
Los dones oraculares del Glauco antedonio, su nombre y sus amoríos, uno de los cuales fue con Escila (véase 170.t), indican que era una personificación del poderío marítimo cretense. Tanto Minos (quien recibía sus oráculos de Zeus) como Posidón, patrono de la confederación cretense (véase 39.7), habían poseído a Escila (véase 91.2); y Antedón («el que goza con las flores») era, al parecer, un título del héroe de la Flor de Primavera cretense 





encarnado en todos los reyes minoicos difuntos (véase 85.2).
El rey Cnosos parece haber estado relacionado mediante casamientos sagrados con todos los estados miembros de su confederación (véase 89.1); de aquí la reputación amorosa de Glauco. Es probable que un representante de Cnosos hiciera un recorrido anual por las dependencias de Creta al otro lado del mar, al estilo de Talos (véase 92.7), dando a conocer los últimos edictos oraculares. Délos era una isla cretense y quizás un centro de distribución de los oráculos llevados desde la Cueva Dictea en Cnosos.
Pero este Glauco se parece también a Proteo, el dios marino oracular de la cretense Faros (véase 169.6), y a Melicertes, el dios marítimo de Corinto, identificado con otro Glauco (véase 71.4). 





La hierba de Crono en la Edad de Oro puede haber sido la mágica herbé d'or de los druidas.
Plinio ( Historia natural xxl.14) y Nono ( Dionisíacas xxl-451-551) citan una versión del mito de Glauco tomada del historiador lidio Janto, y se la conmemora en una serie de monedas de Sardis. Cuando el héroe Tilón o Tilo («nudo» o «falo») fue mordido mortalmente en el tobillo por una serpiente venenosa (véase 117.1) su hermana Moira («destino») apeló al gigante Damasen («sojuzgador»), quien lo vengó.
Entonces otra serpiente trajo del bosque «la flor de Zeus» y la puso en los labios de su compañera muerta, la cual volvió a la vida. Moira siguió ese ejemplo y resucitó a Tilo del mismo modo.


91. ESCILA Y NISO


Minos fue el primer rey que dominó el mar Mediterráneo, al que libró de piratas, y en Creta gobernó en noventa ciudades. Cuando los atenienses asesinaron a su hijo Androgeo decidió vengarse de ellos y recorrió el Egeo reuniendo barcos y reclutas armados. Algunos isleños accedieron a ayudarle, pero otros se negaron. Sifnos le fue entregada por la princesa Arne, a la que sobornó con oro, pero los dioses la metamorfosearon en una corneja que ama el oro y todas las cosas que brillan. Concluyó una alianza con los habitantes de Anafe, pero le desairó el rey Éaco de Egina y se marchó jurando venganza; Éaco accedió luego al llamamiento de Céfalo para que se uniera a los atenienses contra Minos.
Entretanto Minos asolaba el istmo de Corinto. Puso sitio a Misa, gobernada por el egipcio Niso, quien tenía una hija llamada Escila. En la ciudad había una torre construida por Apolo [¿y Posidón?]y a su pie se hallaba una piedra musical que, si se arrojaban desde arriba piedras sobre ella, sonaba como una lira, porque Apolo en una ocasión había dejado su lira en ella cuando trabajaba como albañil. Escila solía pasar mucho tiempo en lo alto de la torre en la piedra tocando melodías con los guijarros que le arrojaba; 




y subía allí a diario cuando comenzó la guerra para contemplar la lucha.
El sitio de Nisa se prolongó y Escila no tardó en conocer los nombres de todos los guerreros cretenses. Impresionada por la belleza, de Minos y por su magnífica vestimenta y su corcel blanco, se enamoró perversamente de él. Algunos dicen que Afrodita lo quiso así, y otros echan la culpa a Hera.
Una noche Escila se introdujo a hurtadillas en el dormitorio de su padre y le cortó el famoso mechón de oro del que dependían su vida y su trono; luego le quitó las llaves de la ciudad, abrió las puertas y salió. Fue directamente a la tienda de Minos y le ofreció el mechón de cabello a cambio de su amor. «¡Trato hecho!», exclamó Minos, y esa misma noche, después de entrar en la ciudad y saquearla, yació con Escila; pero no quiso llevarla a Creta, porque aborrecía el crimen de parricidio. Sin embargo, Escila nadó detrás de su barco y se asió a su popa hasta que el alma de su padre Niso se lanzó sobre ella en forma de águila pescadora con sus garras y su pico curvo. La aterrada Escila se soltó y se ahogó; su alma voló transformada en ciris, ave conocida por su pecho purpúreo y sus patas rojas. Pero algunos dicen que Minos ordenó que ahogaran a Escila, y otros que su alma se convirtió en el pez ciris, y no en el ave de ese nombre.
Nisa se llamó luego Megara, en honor de Megareo, hijo de Enope e Hipómenes; Megareo había sido aliado de Niso y se casó con su hija Ifínoe, y, según se dice, le sucedió en el trono.
Esta guerra se fue prolongando hasta que Minos, viendo que no podía subyugar a Atenas, rogó a Zeus que vengase la muerte de Androgeo; y en consecuencia toda Grecia fue castigada con terremotos y el hambre. Los reyes de varias ciudades-estados se reunieron en Delfos





para consultar al oráculo, y recibieron instrucciones de hacer que Éaco ofreciera plegarias en su nombre. Hecho esto, los temblores de tierra cesaron en todas partes menos en Ática.
Entonces, los atenienses trataron de redimirse de la maldición sacrificando a Perséfone las hijas de Jacinto, a saber Antéis, Egléis, Litea y Ortea, en la tumba del cíclope Geresto. Las muchachas habían venido a Atenas procedentes de Esparta. Pero los temblores de tierra continuaban, y cuando los atenienses volvieron a consultar con el oráculo de Delfos se les dijo que dieran a Minos cualquier satisfacción que pudiera pedir; ésta resultó ser un tributo de siete jóvenes y siete doncellas que debían enviar cada nueve años a Creta para que los devorase el Minotauro.
Minos volvió entonces a Cnosos, donde sacrificó una hecatombe de toros 







en agradecimiento por su triunfo, pero su muerte se produjo en el noveno año.
La base histórica del mito de Escila es, al parecer, una disputa entre los atenienses y sus señores cretenses no mucho antes del saqueo de Cnosos en 1400 a. de C. El mito mismo, que se repite casi exactamente en la fábula tafiana de Pterelao y Cometo, recuerda los de Sansón y Dalila en Filistia, y de Curoi, Blathnat y Cuchulain en Irlanda; Llew Llaw, Blodeuwedd y Gronw en Gales: todos ellos variaciones de un solo modelo. Se refiere a la rivalidad entre el rey sagrado y su heredero por el favor de la diosa Luna, la cual, en el solsticio de verano, corta al rey el cabello y le traiciona. La fuerza del rey reside en su cabello, porque representa al sol, y sus largos bucles amarillos son comparados con los rayos del astro. Dalila corta el cabello a Sansón antes de hacer entrar a los filisteos; Blathnat ata el de Curoi a un poste de la cama antes de llamar a su amante Cuchulain para que lo mate; Blodeuwedd ata el de Llew Llaw a un árbol antes de llamar a su amante Gronw. El alma de Llew Llaw toma la forma de un águila, y Blodeuwedd («aspecto de flor bella»), mujer hecha mágicamente con nueve flores diferentes, se metamorfosea en una lechuza, como quizás se metamorfosea también Escila en la leyenda griega original.





Un cotejo de estos cinco mitos demuestra que Escila-Cometo-Blodeuwedd-Blathnat-Dalila es la diosa Luna en su aspecto primaveral como Afrodita Cometo («de cabello brillante»); en el otoño se transforma en lechuza, o en ciris, y se convierte en la diosa Muerte Atenea —que tenía muchas epifanías de aves,  incluyendo la lechuza (véase 97.4)— o Hera, o Hécate. Su nombre Escila indica que el rey era descuartizado después de raparle la cabeza. Como en el mito de Llew Llaw, el castigo impuesto luego a la traidora es una adición moral posterior.
Ovidio ( Arte de amar i.331) identifica esta Escila con una homónima a la que Afrodita transformó en un monstruo canino porque Posidón la había seducido (véase 16.2), y dice que introdujo perros feroces en su útero y sus lomos como castigo por haber cortado el cabello de Niso. Ovidio se equivoca raras veces en su mitología y quizá se refiera en este caso a la leyenda de que la maldición que Pasífae echó sobre Minos hizo que él llenase el útero de Escila con cachorros 







más bien que con serpientes, escorpiones y ciempiés, Pasífae y Anfítrite son la misma diosa de la Luna y el Mar; y Minos, como gobernante del Mediterráneo, se identificó con Posidón.
El sacrificio de las hijas de Jacinto en la tumba de Geresto puede referirse a los «jardines de Adonis» plantados en honor del rey condenado a muerte; como eran flores cortadas, se marchitaban en pocas horas. Pero Geresto era un cíclope pre-aqueo (véase 3.b), y según el Etymologicum Magnum ( sub Geréstidas), sus hijas criaron al infante Zeus en Gortina; además, Gerestíón era una ciudad de Arcadia en la que Rea fajó a Zeus. Por lo tanto, las Hiacíntides eran probablemente las nodrizas y no las hijas de Jacinto, sacerdotisas de Ártemis que en Cnido tenían el título de «Hiacintotrofos» (nodriza de Jacinto») e identificables con las Geréstidas, pues el Zeus cretense que moría anualmente (véase 7.1) era indistinguible de Jacinto. Quizá, por lo tanto, el mito se refiere a cuatro muñecas que colgaban de un árbol frutal en flor y que estaban encaradas a los puntos cardinales de la brújula, en una ceremonia fertilizante de la «Ártemis Ahorcada» (véase 79.2 y 88.10).






Los siete jóvenes atenienses dedicados al Minotauro eran probablemente sustitutos sacrificados anualmente en lugar del rey de Cnosos. Se consideraría conveniente emplear víctimas extranjeras más bien que cretenses nativos, como sucedía con el ritual de la Crucifixión cananeo, en el cual, al final bastaban cautivos y criminales como sustitutos de Tammuz. «Cada nueve años» significa «al final de cada Gran Año de cien lunaciones». Después de haber sido sacrificados siete muchachos por el rey sagrado, moría él mismo (véase 81.8). Las siete doncellas atenienses no eran sacrificadas; quizás se convertían en ayudantes de la sacerdotisa de la Luna, y realizaban proezas acrobáticas en corridas de toros, como las que se ven en las obras de arte cretenses; era un deporte peligroso, pero no necesariamente fatal.
Un instrumento de piedras musicales puede haber existido en Megara según el modelo de un xilófono; no sería difícil fabricarlo. Pero acaso se trate aquí de un recuerdo de la estatua cantante de Memnón en Egipto: hueca, con un orificio en el fondo de la boca abierta, a través del cual pasaba el aire caliente al amanecer cuando el sol calentaba la piedra (véase 164.2). 
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