dimecres, de gener 27, 2010

HAFIZ: EL BEODO DE AL- LÂH *.





La fascinación y el reconocimiento hacia la cultura islámica, es una de las constantes del que suscribe éste blog. No es una cuestión reciente, resultado de una moda, o de la actualidad del conflictivo mundo en que nos toca vivir.  Desde mi particular perspectiva, las aportaciones en todos los terrenos: arte, pensamiento, cultura, relaciones sociales, etc., deberían ser analizadas, criticadas o compartidas - según los casos - por occidente, no sólo por razones objetivas para comprender un inmediato futuro socio-económico, sino también para mejorar, enriquecer todo aquello que en nuestras sociedades puede y debe mejorarse. Soy de los que creen que sólo el conocimiento puede ayudarnos a enfrentar un futuro que, desde muchos ángulos se presenta, cómo mínimo, oscurecido por negros presagios.
Buena prueba de ello, son los diversos artículos o mensajes que he ido introduciendo en las entradas de éste blog y que detallo a continuación:


En la siguiente entrada, encontrareis una aproximación a dos de los grandes poetas que se dieron en Al-Andalus: Ibn Arabí y Ibn Hazm de Córdoba, por su temática -en particular del primero, muy semejantes al autor que aquí nos ocupa.

http://terraxaman.blogspot.com/2008/12/dos-poetas-andalusis.html


A continuación en la siguiente entrada podréis encontrar dos textos importantes de Ibn Arabí:


http://terradesomnis.blogspot.com/2007/01/textos.html


En ésta otra, encontrareis algunos poemas del místico egipcio Ha·lah:


http://terradesomnis.blogspot.com/2009/08/textos-iii.html



Y finalmente en ésta


http://terradesomnis.blogspot.com/2009/01/per-comprendre-l-islam.html


se intenta un acercamiento al Islam como concepción del mundo, en particular sobre el concepto de Al-lâh, que en occidente traducimos directamente como Dios, pero que en estricto sentido deberíamos traducir como Realidad, en el sentido de Totalidad, de ahí el asterisco con el que finalizo el título de la presente entrada. 
Con el máximo respeto pues, os invito hoy a recorrer la extraordinária obra de una de las más grandes figuras de la literatura universal Hafiz Shirazi.





«Clara Janés, cotraductora de estos poemas (junto con Ahmad Taherí), cuenta en su prólogo que los poemas de Hafiz son leídos en la actualidad para consultar el futuro. Ciertamente su ambigüedad controlada, su capacidad metafórica y, sobre todo, su facilidad para pasar de lo humano a lo trascendente (para volcar literalmente lo uno en lo otro), dan a sus poemas un tono entre moralizante y ocular, Pero que nadie se llame a engaño: Hafiz es un moralista escéptico, irónico, casi inmoral, y fatalmente optimista, por cierto...
»Sabe arrepentirse de sus excesos y arrepentirse, también, de sus arrepentimientos. Su modernidad es esa: contiene su propia contradicción».
Juan Carlos Suñén, Blanco y Negro Cultural (21/6/2003)


«“Con los rizos al viento, perlado de sudor, riente y ebrio/ camisa desgarrada, entonando una oda y la copa en la mano,// los ojos pendencieros, la ironía en los labios, /a media noche, junto a mi lecho se sentó... El amante al que ofrecen de noche un vino tal,/ ¡que adore el vino o en el amor sea pagano!”. Mal encaja el carpe diem de estos versos, su contagioso entusiasmo por el deleite de la vida, con el concepto adusto, de tosca austeridad, que muchos tienen de la cultura islámica. La bohemia provocativa de la poesía de Hafiz (1326-1390) incita a la irreverencia ante la autoridad y al libre disfrute de los placeres terrenales... Junto a su espíritu libre, casi habría que llamarlo ácrata, cautiva hoy igual que hace seis siglos la frescura y sabiduría atemporal de su poesía».
Cecilia Dreymüller, El País/Babelia (17/5/2003)







Hafiz Shirazi, o simplemente Hafiz, en persa حافظ (Isfahan, actual Irán, 1325 , Shiraz actual Irán,1389) Poeta persa. Llamado originalmente Mohammed Shams od-Din, se le conoció como Hafiz o Hafiz ("preservador" en árabe), que es como se llama a quien se sabe de memoria el Coran.
Fue místico sufí y, ocasionalmente, poeta de la corte. Siempre ha existido un aire de misterio alrededor de la vida de Hafiz, tal vez porque se han conocido muy pocos detalles de la misma. Este problema no atañe únicamente a Hafiz, sino que afecta a otros escritores persas. Según palabras del investigador E. G. Browne (1920) "la falta de detalles auténticos respecto a las vidas y circunstancias de estos poetas es una característica muy desalentadora de nuestras investigaciones. La mayoría de las anécdotas son triviales o ficticias, y, salvo por lo que se puede deducir de sus escritos - donde a menudo nos encontramos con la carencia de ediciones críticas - finalmente llegamos a tener que admitir que conocemos poco sobre la mayoría de estos autores. En general eran hombres humildes, a menudo socialmente desconocidos salvo en círculos muy específicos, y por tanto omitidos por los historiadores contemporáneos de ellos, mientras que las generaciones posteriores ,como regla general, propiciaron las anécdotas reales o inventadas, en muchas ocasiones para explicar o ilustrar pasajes de sus poemas o textos.




Con las salvedades anteriores, las escasos hitos de la vida de Hafiz pueden resumirse en las líneas siguientes:
Su padre, un comerciante, cambió su residencia familiar a Shiraz poco antes de que naciese Hafiz y falleció tempranamente cuando el muchacho era todavía un niño. Fue acogido con su madre por un tío. Aunque la muerte del padre dejó a la familia en una situación muy precaria, Hafiz se las arregló para lograr una buena educación, manejando con fluidez el árabe y el persa y memorizando el Corán a una edad muy temprana. También memorizó los trabajos de Saadi de Shiraz así como de los escritores Farid-uddin Attar, Rumi y Nizamin.
Se cuenta que a los 21 años mantuvo una vigilia de cuarenta días con sus noches en la tumba del poeta Baba Kuhí, muerto en 1050, quien había escrito que quien velase su tumba durante cuarenta días y cuarenta noches, alcanzaría el corazón de la persona amada. Tras estas jornadas de presencia constante, conoció al maestro sufí Attar y se hizo su discípulo.
Trabajó como copista y como aprendiz de panadero antes de lograr al apoyo de patrocinadores destacados. La tradición, probablemente basándose únicamente en las referencias de los ghazales, sugiere que - además de sus afectos por jóvenes intelectualmente destacados - mientras trabajaba como ayudante del panadero, Hafiz se enamoró y finalmente se casó con una muchacha llamada Shak-i-Nabat a la que denomina "rama de la caña de azúcar". Es probable que tuviera algunos hijos, pero todo ello siempre dentro del ámbito de las especulaciones basadas en sus poemas.




Posteriormente llegó a ser profesor de estudios religiosos en la Universidad de Shiraz. Antes de llegar a los 30 años se hizo poeta de la corte de Abu Ishak, logrando mucha fama e influencia. Muzarak capturó Shiraz y entre sus decisiones destituyó a Hafiz de su puesto como profesor de estudios coránicos en la Universidad. En esa etapa aparecen los poemas de protesta y reivindicativos contra la opresión del tirano. Sha Shuia (hijo del dictador) hizo prisionero a su padre, y restituyó a Hafiz en su antigua cátedra. El poeta comenzó una vertiente de espiritualidad sufi en su obra. Perdió el favor del gobernante, lo que le obligó a trasladarse por su seguridad ya rondando los 50 años, imponiéndose un autoexilio en Isfahan. Sus poemas destilan melancolía. A los 52 años, por invitación expresa de Sha Shuia, finaliza su exilio y regresa a Shiraz. 



Ha alcanzado las seis décadas de vida cuando intentando aproximarse y unirse con el Creador, comienza una vigilia de cuarenta días y sus noches sentado en el interior de un círculo que él mismo había dibujado sobre el suelo. En la mañana del cuadragésimo día, coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de su encuentro con Attar, fue al lado de su maestro espiritual y tras beber una copa de vino que Attar le dio, consiguió el conocimiento cósmico de la realización en Dios. En esa etapa, hasta alcanzar los 69 años, cuando falleció, escribió mas de la mitad de sus ghazales y continuó enseñando a un pequeño grupo de discípulos. Su poesía en esa época contiene la autoridad del Maestro que se ha unificado con Dios.




 
 


Se dice que falleció entre 1389 y 1390, siendo enterrado en los jardines Musalla de Shiraz, en las cercanías del amado río Ruknabad (Gray, 1995).
Aparte de este escueto boceto, poco se sabe con certeza de los avatares de este poeta, dejando mucho margen al misterio y a la especulación. Tal vez sea mejor así, para Hafiz. "El interprete de los misterios", o "La lengua que se oculta", han sido siempre mejor para la evocación del personaje como mito y leyenda.


Obra.





Sus poemas celebran los placeres del vino, la caza y el amor en la corte de Shiraz. En un plano más profundo, en opinión de algunos especialistas, reflejan también su absoluta devoción como sufí a la unión con la divinidad. Asimismo satirizan la hipocresía de los líderes religiosos musulmanes.
La obra de Hafiz, recopilada hacia 1368 con el título de Diván (traducción al inglés The Gift), contiene más de 500 poemas, en su mayoría en forma de ghazal, una forma breve tradicional persa que él desarrolló y perfeccionó. Cada uno de los poemas consta de hasta 15 pareados muy estructurados, que se ocupan de un solo tema. El lenguaje es muy sencillo, lírico y apasionado. Hafiz es ampliamente admirado tanto en Irán como en Occidente, gracias a sus traducciones. Llama la atención especialmente su amor hacia las gentes sencillas, y pone en relación la vida cotidiana con la búsqueda de la eternidad.


Con frecuencia, un verso precioso
alivia un corazón apesadumbrado.
Hafiz







Quizá no pueda rememorarse la obra de Hafiz, flor de la poesía persa del siglo XIV, sin pensar en aquella ciudad fabulosa que fue Shiraz, a orillas de Roknabad y el tajo de las caravanas que a Abukir, Ispahan, Bagdad y en general el Teherán llevaban cargamentos de lana y algodón, costosos perfumes para aromar las hurís de carne y hueso de los harenes, el opio, que presta una segunda vida a los desesperados de ésta y la goma y las pieles y los costosos tapices que han dado fama a las industrias de Persia. Shiraz fue una encantada ciudad de jardines, donde las rosas ostentaron, con inconsistente ufanía, su principalía de unas horas; fue la ciudad de los vinos, cantados por los sufís en medio de sus mortificaciones ascéticas y por los poetas que querían evadirse -como Omar Al-Khayyam- de las torturas de un pensamiento que no lograba, sin embargo, hacer las cosas más comprensibles.
A poco de morir Saadi, el autor del "Bustán" y del "Gulistán", otra voz renovaba los tonos de la poesía persa, alegraba o entristecía los banquetes, e interpretaba la constelación de los sentimientos del alma, como un astrólogo el lenguaje de oro de las estrellas.




Hafiz nació, vivió y murió en Shiraz y nunca quiso abandonar esa ciudad donde el sol hacía bailar los colores y las blancas casas se tornaban de plata bajo la luna, que embrujaba las cúpulas de las mezquitas. ¡Ay! Día vendría luego en que sería saqueada y destruida por el más devastador de los animales y día también en que un terremoto haría de aquel lugar opulento, una sombra proyectada en nuestra imaginación, como el perfume de un agradable sueño. ¿Cómo no recordar, entonces, aquellos versos en que Hafiz canta a su ciudad natal con la alegría y el orgullo de aspirar el latido de sus calles y llenar los ojos del color de sus cielos?
"¡Salud, Shiraz, ciudad incomparable! ¡Te ampare el cielo contra todo daño! Mil y mil alabanzas al país favorecido de la luz celeste con tantos esplendores".
La brisa que sopló entre Jaferabad y Mosella, luego de haberte rozado, ¡oh Shiraz! queda toda embalsamada de perfume del ámbar gris".
"¡Oh peregrinos del amor! Venid a Shiraz y el amor, si vuestro corazón lo implora, os colmará de todos sus dones"
Y en otro poema confiesa:
"La brisa de las tierras de Mosella y las aguas de Roknabad me han impedido siempre irme para hacer vida errante".
Estudioso de las leyes, docto en las tradiciones coránicas -se dice que sabía de memoria el libro de Mohamed- su obra es el punto de controversia de los exégetas; unos ven en sus loas al vino, una alusión a las embriagueces celestiales; otros piensan que la copa llena de licor dio fuerzas para vivir a aquel hombre, sensible a todas las manifestaciones de la existencia y por lo tanto, herido de continuo por el roce de la vida. Aunque unido a la secta sufí, Hafiz cantó al amor en todas sus manifestaciones posibles; lo cantó en la gloria de unos ojos oscuros, lo cantó en las alas del ruego, lo cantó como un idioma de felicidad, lo cantó como un temblor de inquietudes, lo cantó como separación y como olvido, lo cantó como un extravío del yo, lo cantó como una semilla de su inspiración poética, lo cantó como un fatalismo oscuro y brutal, lo cantó como un dolor silencioso y secreto, lo cantó como otra forma de la ciencia, lo cantó como una ilusión que se disuelve, lo cantó como una manera de ver a Alá, lo cantó como un goce peligroso, lo cantó proyectado hacia la naturaleza... Y, exultando fraternidad, lanzó a los vientos su mensaje aconsejando a todos a ceder al amor, cuando en el alma se levanta como una aurora nueva.



"Que el corazón que te penare ignore paz y reposo" dice a su amada en uno de sus dísticos. En otro mide, en una balanza mística, la parte de fortuna que tal vez le haya deparado el Destino, ante esa belleza que siente tan lejos de su alcance:
"Puesto que los reyes son indignos de besar el polvo de tu puerta, ¿qué esperanza puedo yo tener de que contestes a mi saludo?"
"Sin embargo ¡oh Hafiz! no dejes esa puerta con despecho; prueba fortuna, acaso caiga el dado de la suerte en tu nombre".
Y en un arrebato de entusiasmo lanza al viento su cantar:
"Mis ojos no se han saciado de mirarte. Fuera de ti no conozco pena ni deseo".
"No juegues así en sus trenzas, ¡oh, brisa vagabunda! Por uno de esos cabellos solamente, Hafiz daría mil veces la existencia"
Y más aún:
"Si ruidosos adoradores asaltan tu puerta, ¿quién puede asombrarse de ello? En torno de las flores, ¿no zumban a porfía las abejas?"
O todavía:
"No hiciste más que pasar y vacilé como un ebrio. Los ángeles descendieron para verte en muchedumbre"
Pocas cosas describe de su amada; sabemos de su mirada de ojos oscuros, de su porte esbelto y majestuoso y de sus cabellos negros; esta última particularidad la dice así:
"Mi corazón se extravió en la noche aromada de tu pelo".



El amor aparece en Hafiz asociado a la primavera y a la naturaleza; a causa de él ve la alegría de las cosas o la pena secreta que ellas encierran. Luminoso u oscuro, transparente u opaco, valioso o despreciable, el mundo está visto por Hafiz según las medidas de sus sentimientos. He aquí cómo interpreta la naturaleza durante una hora de amor feliz.
"Claro es el vino y ebrios de amor están los pájaros. Es el tiempo del amor y toda la vida es bella".
"La rosa ha desnudado su gracia, la brisa es una alegría con alma; de todas partes lléganme perfumes que me reaniman"
Pero cuando la tristeza , la inquietud, el abandono le hacen noche en el espíritu, su ser entiende el dolor de la naturaleza, se hermana con la piedra, con la hierba y escucha sus misteriosos latidos:
"¿Por qué el agua que emana de esta fuente gime como una tórtola? Acaso, como yo, tiene una pena que mora en ella noche y día" 



Hafiz dio forma corpórea a su emoción en un tipo de poesía llamado "gazal", especie de oda breve, formada por dísticos o versos dobles los cuales entre sí no guardan sino una relación bastante vaga. De un dístico a otro cambia el sentimiento del poeta, caprichoso como el viento, rebelde a toda disciplina, como hijo de esa tierra donde el ensueño y la imaginación andan a sus anchas. No gustaba poner títulos a sus versos, pues limitan demasiado el sentimiento que ellos dejan en el alma, dirigiéndolo exageradamente en un sólo sentido; el verso crece así, libre y alado. Los traductores occidentales no han respetado esa modalidad del poeta y ponen títulos a sus gazales. Al final de cada una de sus canciones Hafiz incluía su nombre en algún estribillo, era como una manera de firmar sus versos, de darles autenticidad. En esos estribillos Hafiz recorre una variada gama de sentimientos. Así a veces expresa en ellos su agradable cautiverio emocional:
"A la hora en que Hafiz escribía estos confusos versos, el pájaro de su corazón caía en la trampa de su amor".
A veces concluye el estribillo con una manifestación de confianza en su inspiración poética:
"¡Oh Hafiz! Sé el adorno del banquete y sirve a tus invitados el vino puro de tus poemas"
A veces exterioriza allí su tremenda duda filosófica:
"La vida, Hafiz, es un enigma. Y el esfuerzo por resolverlo no es sino engaño y vanidad"
En otras ocasiones, en fin, hace burla de sí mismo y se ríe de su propia embriaguez:
"Quizá el copero haya servido a Hafiz más de lo debido porque está flojo su turbante"



El poeta amaba la música, la hermana misteriosa de la poesía, la amaba especialmente en los jardines o bien en las fiestas, donde se abría la flor de la fraternidad, y el copero escanciaba el vino, risa hecha fuego y sol. Así dice:
"Pon los cojines de seda sobre la hierba del jardín. Erguido como un esclavo, el ciprés ha extendido para ti la fresca alfombra de su sombra azul. El flautista espera..."
"¡Oye cómo los músicos adunan y cómo se funden las voces del arpa y del laúd, del caramillo y de la lira!"
La poesía de Hafiz, rica en los goces de los sentidos, sabía de la brevedad del placer, sabía de las alegrías quebradizas, sabía del inútil esfuerzo humano por incluir la eternidad en los instantes. Así, aconseja beber el agua bienhechora de la vida mientras esté a nuestro alcance y no morirse de sed junto a la fuente que fluye; invita a vivir la primavera y a recoger sus tesoros de color y aroma; no siempre el invierno estará lejos. Para quienes gustan la vida queriendo entender lo incomprensible, dice:
"Mira, en el cielo, cómo ciegamente giran las esferas y aprieta en tu mano la copa del placer"
O también:
"Vive la hora viviente que respiras. La fortuna es veleidosa. ¿Acaso Adán no fue expulsado del Paraíso?"
"En el festín de la vida bebe una copa o dos y lárgate. ¡Qué locura soñar con un placer que sea duradero!"
O todavía:
"No me critiques haber dejado la mezquita por la taberna; el sermón era largo; el tiempo se iba"
"¡Oh, corazón mío! Si dejas para mañana los placeres de hoy ¿quién te garantizará el tesoro de vida que aún tienes para gastar?"



Pero Hafiz, poeta del amor, de las rosas, del vino, de la alegría breve, de la belleza, aún en sus manifestaciones dolorosas, de la primavera, de la naturaleza, tenía un fondo de ideas morales que surgen de pronto entre los dísticos de sus gazales, en medio de su brillo deslumbrante, como una arruga que la meditación hace en el rostro del ungido en el banquete. A veces piensa en la riqueza insultante del magnate y en la injusticia que se comete contra el que lleno de sed, contempla sombríamente el festín bullicioso y ajeno. Y dice:
"¡Oh, tú, rico! Date prisa en socorrer al pobre, porque tu oro y tu plata no serán tuyos para siempre"
"En la bóveda celeste, con letras de fuego escriben las estrellas:
"Como no sea el acto del Justo, nada durará siempre"
O también aconseja la limosna:
"No dejes que el monje mendigo se vaya con las manos vacías. Mira: sus lágrimas son puras como la plata; dorado está su rostro por el amor".
Para Hafiz más gloria hay en ser querido por los pobres que por los ricos; en vano los Ikhánidas de Bagdad y el príncipe indio Mahmud Chah Bachmani le invitaron a sus respectivas cortes. Hafiz, aunque colmado de gloria permaneció pobre, desdeñando las invitaciones que le hicieron los "sha" de omnipotencia efímera; así confiesa:
"Si te coronan sultán en el Reino de los Pobres tu dominio se extenderá por lo menos desde la luna hasta los Peces –la constalación de Piscis-"
Como vemos, esa gloria no es de la tierra, sino que pertenece al reino de las estrellas.



Caminemos por la vida, piensa Hafiz, pero llevemos buenos amigos. La locura no es buena compañera, ni lo es la necia vanidad; amemos la sabiduría, madre de todas las virtudes y llevémosla con nosotros cuando viajemos, para que en modo alguno podamos extraviarnos. La vida entera es una enseñanza y la naturaleza toda grita al oído sus verdades, pero ¡cuán difíciles son de descifrar! Así, exclama:
"Detrás del velo está llorando un arpa. Sus cantos pueden instruirte, mas sepas tú escucharlos".
"Cada brizna de hierba es un libro; mas es preciso aprender a descifrar su sentido".
En fin, como buen musulmán, el Destino pesa con su carga de fatalidad en los gazales de Hafiz y forma ese claroscuro que los hace tan apreciables: de un lado, la vida, que se apura como una copa; del otro, la conciencia, llena de sombras misteriosas. Atado a cuerdas que no pueden ser rotas, el ser humano vive según el esquema con que fue creado, según el arquetipo inventado por una ley inaccesible a nuestra inteligencia, que le determinó ser una cosa u otra; ese fatalismo lleva a Hafiz a no luchar contra lo que siente dentro de sí y que sube desde el fondo de su ser como el mosto que se fermenta y desborda. Por lo tanto ¿a qué acusarme de mis pecados? -piensa- . Soy como el Destino quiso que fuera:
"No escribáis mi nombre seguido de un insulto; no me llaméis borracho. ¿Quién sabe lo que en mi frente ha escrito el Destino?"
Y también:
"No te inquietes por el tiempo que huye. Y sin quejarte, deja girar la rueda del Destino. Toca en paz el laúd para ti solo".
Un viento torvo, ennegrecido por las nubes del Ecclesiastés oscurece, a veces, la luz de sus gazales; entonces se le hace patente lo insulso de las cosas, en que no pueden saciarse las ansias humanas. La vanidad de todo lo que es, hace sombra en algunos de los gazales de su "Diván".
¿Salvará el trabajo al hombre? No; "la consecuencia de toda nuestra labor -dice- no es sino vanidad".
¿Salvarán al hombre sus sentimientos? No; "el corazón y acaso el alma -canta- no son sino vanidad".
¿Salvaránlo, entonces, las glorias del otro mundo? Quizás no; "acaso los jardines del paraíso -exclama- no sean sino vanidad"
¿Gozará de paz durante su tiempo de vida? No, pues "el tiempo mismo -llora- no es sino vanidad ".



Tal era Hafiz en sus momentos de pesimismo pero, afortunadamente, otros de sus gazales se levantan hermosos como la luna y nos llenan de serenidad; así él mismo disuelve sus propias nieblas y dísticos alados salen de su ser a saludar la armonía de los dos mundos, como éstos:
"No te aflijas si, por algunos instantes, las esferas estrelladas no giran según tus deseos, pues la rueda del tiempo no siempre da vueltas en el mismo sentido"
"No te aflijas si el viaje es amargo y la meta invisible. No hay camino que no conduzca a una meta".
"No te aflijas, Hafiz en el rincón humilde en el que te crees pobre y en el abandono de las noches oscuras, pues te quedan aún tu canción y tu amor"
Un día se extinguió la vida del que llamaron "Ruiseñor de Shiraz" poeta admirado por hombres tan distintos como el temible asolador de pueblos, Tamerlán, su contemporáneo, o Goethe, el ser que mejor representó la inteligencia humana durante su época. Una tumba, que aún se conserva junto a un ciprés milenario, como aquel de azulada sombra... Un poco de risa alrededor y cantos de niños; un lugar obligado de los peregrinos, guarda a aquel que vivió lleno de música tras disolverse en el polvo originario y eterno. (Hyalmar Blixen)




El Hedonismo en la poesía de Hafiz.





Para el lector occidental y ello se debe también a la variedad de sutiles alusiones que se le escapan la lírica haficiana puede sugerir la comparación trivial de un exquisito bombón de licor. Espléndido masticar uno y gustar el jugo dulzón por la lengua, pero empalagoso si la operación se reitera. Y es que (desde su natural búsqueda de la intensidad) Hafiz tiene el placer como motivo continuo sus versos anhelan un mundo, presidido por el “jardín" donde la vida transcurra plácidamente, entre aromas, bebidas y miradas de coperos ... Ese hedonismo, cercano muy a menudo a la aurea mediocritas, y al ideal bucólico de cierta poesía clásica, se muestra en Oriente más refinado y menos agrícola. 



El campo es sustituido por el jardín. Pero se puebla, también, con la Belleza y la Juventud. Así es que el placer que anhela el exquisito esteta hafiziano está en relación con el sosiego -el ardor va por dentro-, con la Contemplación y con la Hermosura, que casi siempre es joven. El final de uno de los gazales, nos aclara: «La poesía de Hafiz es el principio de la sabiduría, puesto que loa tu juventud y tu belleza.» y agregará, en otro: «¡Cuán bizarros son los hijos de la juventud! ¡Con las flechas de sus miradas hacen tantas víctimas!» Dentro de ese hedonismo, presidido por la belleza de la juventud, está el vino, su alegría y el muchacho que lo sirve. Saki es el nombre genérico del copero, y está muy unido -luego veremos- a la tradición del sufismo. El poeta busca ebriedad en el ámbito lujurioso del jardín o de la taberna, porque el vino significa intensidad y placer. Y porque el vino saca de la realidad, nos inserta en otra que pudiera ser divina. Y ahí viene el problema, ya aludido, de la lectura simbólica de los versos de Hafiz. 




Ya que sus comentaristas creyeron -sin duda también porque el Corán prohíbe el vino- que los textos hafizianos aluden siempre a experiencias místicas, en las que vino y amor (por ejemplo) son símbolos que expresan el deseo de intensidad, la embriaguez, en fin, del que está en contacto con Dios. Evidentemente -y simplifico un problema muy debatido- la poesía de Hafiz (como la de algún otro lírico persa, digamos Saadi), por su propia búsqueda de lo intenso sensorial, del éxtasis amatorio, tange la mística, o entra en ella (con la voluntad del símbolo) en muchos casos. Pero la realidad también existe. Y el amor y el hedonismo de Hafiz son, asimismo, reales. En lo que precisamente consistiría la singularidad de su mística: buscar la plenitud de la intensidad, el divino contacto, por un anhelo de fisicidad -voyeur, algunas veces- entre amadas ( = amor) y coperos (= belleza). Y siempre el placer, un placer que no sería exactamente místico para los occidentales: «Oh, Sakí, tráenos la alegría de la juventud!»


El sufismo de Hafiz.





Aunque no es el Islam una religión -o no lo eran sus orígenes, ni la figura aguerrida de Mahoma- propensa a la vida contemplativa, algunos fieles sintieron esa necesidad, tal vez por contacto con los eremitas cristianos del norte de Arabia y Palestina, tal vez (después) por influjos indostánicos de religiones más de Oriente. Ese parece ser el origen del sufismo: un afán de vida contemplativa, de unión directa con Dios, dentro de la animología islámica (Sufí viene posiblemente de suf, que en árabe es lana, y haría alusión al modo pobre en que iban vestidos los primitivos místicos de esta tendencia). Los sufíes terminaron siendo toda una gama espiritual del Islam, y aun (según Asín Palacios) un monacato en el que había también monjas. Prácticas piadosas, oración, meditación, ayuno y culto a la castidad, son las normas básicas por las que la ascesis sufí pretenderá llegar a la mística. Porque el esfuerzo del sufismo -un esfuerzo de amor divino- es lograr la unión con Dios. Lo que significa éxtasis, ya que el alma (fuera del bien y del mal) se hunde, se identifica con el Creador. Una mística que -como se ve- bordea, y muchas veces cayó en ella, la heterodoxia. 



El sufismo se extendió hacia Occidente, donde a fines del siglo XIII da uno de sus pensadores y místicos más significativos, Ibn Arabí, de Murcia (1164-1240), Y asimismo hacia Oriente, donde -y vamos a nuestro tema- impregna buena parte de la mejor poesía persa. El propio Ibn Arabí, en su Al-Turyuman al-aswaq (Intérprete de los amores), escribe ya poesía erótica de referente místico, que él mismo comentó. En similar línea -como vimos - pretenderá interpretarse la lírica de Hafiz.
Y es que el cultivo de la castidad (y lo que ello tiene que ver con el amor udrí y la perpetuación del deseo) y la querencia del éxtasis, que podríamos fácilmente traducir como afán de intensidad, conectan a la perfección con las características poemáticas hafizianas. Lo que no excluye -insisto-, porque Hafiz no era un místico “puro" un Lado realista en todo el aparato simbólico, que busca en La belleza y en el placer sensual (que no propiamente sexual) la continuidad inalterable y alzada del Deseo, en camino hacia la divinidad.
Así como Hafiz se presenta como un libertino, como un bebedor y borracho que no desea salir de la taberna (y, de alguna manera, del pecado), combina posiblemente una realidad no tabernaria, pero sí hedonista, con una simbología, en la que taberna y libertinaje, ocultan intensidad o estrago de la pasión de Dios (aunque este Dios no tenga porque ser, exactamente, el postulado por la tradición judaico-cristiana-islamita). 



“Al Alba, después de una noche de holgorio, cogí el laúd, la copa y la botella. Le dije adiós a la cordura y la llevé al camino que conduce al país encantado de la embriaguez.» ¿Una mezcla -y así habría que leerlo- de realidad y sufismo? Casi seguro. Hafiz pide, alguna vez, vino de dos años y una muchachita de catorce ...
El dilema de una lectura real o simbólica (mística) de la poesía hafiziana se plantea también en el caso de Omar Khayyám. En ambos hay sufismo, pero sin duda el lado escéptico, agrio, real, es más fuerte en Khayyám. En Hafiz -he sugerido- habría que optar por una solución ecléctica.



El erotismo místico de Hafiz.



En otras entradas de éste mismo blog el tema de las relaciones entre el erotismo y lo sagrado, ha sido cumplidamente desarrollado, para aquellos que quieran profundizar en él, podéis ver la entrada:


http://terradesomnis.blogspot.com/2009/12/las-escenas-eroticas-del-romanico-una.html


y también:


http://terradesomnis.blogspot.com/2008/10/bellesa-i-erotisme-en-la-histria-de.html


Indiqué ya que en la búsqueda de deseo e intensidad que constituye la lírica hafiiziana, el amor es uno de los caminos fundamentales. Claro que no cualquier amor. Los poemas nos hablan casi continuamente (a veces un poco empalagosamente) de amadas y coperos -que tampoco falta alguna nota homoerótica en esta poesía-, pero el ars amandi es siempre el mismo: un amor básicamente imposible. Por la separación, por el desinterés, por los celos, por el desafecto, el caso es que los momentos de plenitud son contados y así debe ser. La imagen que convierte al poeta en un ser menesteroso; y destrozado por culpa del amor es un símbolo de esa imposibilidad. «Ese que se perdió en el sendero del amor, Hafiz; ese es, el que menosprecia la pesadumbre y el sufrimiento. Y el que no busca ya remedio. Y es que así, el deseo se perpetúa 'y crece. Cualquier satisfacción demasiado constante estrangula o merma el deseo; por eso, el amante verdadero, el poeta, es un mendigo. Busca continuamente más, dones siempre en aumento, en una vía en que el erotismo se llama deseo.
 Los autores que se prodigan en este estilo de poesía por lo general se mantienen al margen de las rivalidades socio-políticas características del periodo Omeya. Provienen principalmente del Hiyaz o del norte de Yemen, de modo que el nombre de “poesía ‘udri” procede de la tribu de los Banu ‘Udrà, de origen yemení y establecidos en las cercanías del sur de La Meca. Desde finales del siglo VII y hasta comienzos del VIII muchos beduinos musulmanes de la Península Arábiga se desplazaron como guerreros a Siria y a otros territorios recién conquistados y llevaron consigo la nostalgia por el desierto y el gusto por la antigua poesía. Ese regusto de añoranza por su tierra de origen dio lugar a una poesía amorosa que cantaba el amor platónico y casto (‘udri) a una sola mujer y el lamento por el dolor de la separación, en contraste con el amor sensual y desenfadado característico de la poesía árabe preislámica urbana. El marco sigue siendo el mismo –el desierto–, pero el tono deja de ser convencional y se convierte en un estilo íntimo, expresado con un lenguaje casto y elevado que sacraliza a la mujer amada y se recrea en su lejanía e inaccesibilidad, hasta llegar a la renuncia idealista al ser querido. Así, este tipo de poesía se conecta íntimamente con el amor platónico de los trovadores en la Europa medieval.



Quizá el arquetipo de la poesía ‘udri sea el relato de Layla y Majnún. Según la leyenda, durante el siglo VIII vivió en Arabia un poeta beduino llamado Qays Ibn al-Mulawwah, de la tribu de los Banu Amir, a quien se le llegó a conocer con el nombre de majnún,  –es decir, loco o poseso– por haber enloquecido cuando su amada Layla fue obligada a contraer matrimonio con otro hombre. Aunque la tradición oral transmitió durante siglos los supuestos versos compuestos por el enamorado Majnún, es difícil certificar su autenticidad. Lo que es seguro es que el relato se convirtió en un auténtico clásico de la literatura árabe, para posteriormente incorporarse a la poesía turca y persa. A partir del siglo IX la leyenda de Layla y Majnún pasó a formar parte de los relatos pedagógicos de los círculos sufíes, representando de un modo alegórico la pasión amorosa del místico en su búsqueda de DiosEl amor Udrí es pues, una refinada manera amatoria inventada (con tradición beduina) en la Bagdad de los abasíes y teorizada por Ibn Dawud en el Kítab al-Zahra (Libro de la flor) a fines del siglo IX. Este Ibn Dawud se habría enamorado de un hermoso muchacho, pero al no ser correspondido ni poder acceder a él por otros medios, sublimizó tal amor en una pasión de castidad físico-mística. Y es que los udríes buscarán la belleza física y aun un cierto contacto sexual (insisto, sin sexo) para incrementar ese amor-pasión hasta un éxtasis que ya es célico. Un hadit atribuido al Profeta Mahoma dice: «El que ama y permanece casco y muere, muere mártir”. 



De alguna manera, gracias a la influencia islámica, algo semejante podría decirse del llamado amor cortés, que se difundió en la Europa Medieval y que tuvo su apogeo en las cortes de Catalunya, Provença, entre otros muchos lugares. En nuestros días lo llamaríamos amor platónico.
El amor udrí, unido al sufismo (que se tangen), es la base erótica de Hafiz. Claro que en todo ese afán de deseo, que es un afán de trascender la realidad, la belleza física cumple un papel primario. Leemos en un gazal, elogiando la hermosura de una joven: «Los ángeles descendieron para verte en muchedumbre.» El poeta es un menesteroso del deseo, un enamorado del morir, y un amante, por tanto (como en el amor cortés), del amor mismo. Hafiz dirá: «Soy el amante de mi amor.» Lo que importa es subir en la escala del deseo, arder, ir a más, extasiarse, incendiarse, traspasarse, desaparecer en puro ardor, consumarse ... Estos refinamientos eróticos -con sombra tutelar platónica- tenían, tan esmeradamente, persas y árabes.
Y así -podemos decir- toda la lírica hafiziana está llena, saturada, de tales sutilezas, y las lianas dulces y las alusiones más finas continuamente nos anegan, el poeta -desde luego- lo sabía. Aduce alguna vez que el relato de sus males es la vieja canción de su poesía. Si bien muy pocas veces la afanosa búsqueda del deseo -que no del amor- ha logrado tan pulido, tan impecable y culto refinamiento. (Luis Antonio de Villena, en su prólogo al libro de “Los Gazales”)









Algunos poemas

Desgraciadamente no he podido encontrar en la web, ninguna página en la que se encontrara la obra de Hafiz, dispuesta a ser bajada y ofrecérosla. De manera que he tenido que proceder a realizar una selección de algunos de los encontrados en la red, más unos pocos que he escaneado del libro de "Los Gazales de Hafiz" publicado por Visor Libros en el 1981. Sólo me queda recomendaros muy encarecidamente la lectura de éstos poemas y que si os gustan, vayáis a la librería a comprar el libro, seguro que no os arrepentiréis. Recuerdo que Hafiz no ponía nombres a sus poemas, dado que consideraba que ello limitaba la posible interpretación del lector. No obstante, en los casos  en que el editor, traductor o quien fuere, se los ha puesto, he preferido mantenerlos.



Estas tres copas

Oh escanciadora, se habla de sentencias, de tulipán y rosa.
Y el discurso se destila con estas tres copas.
La hierba núbil alcanza su extremo de belleza; sirve vino.
En estos días, por el arte de tu mano, la obra ha concluido.
Hoy, todos los loros de India dulzura exhalan,
debido a este azúcar persa que se dirige a Bengala.
En el trayecto de los versos, de lugar y tiempo observa el paso,
que este niño de una noche recorre el camino de cien años.
Observa aquel ojo eterno que el asceta atrapa
y al que persigue una caravana de magia.
Perlado de sudor, avanza donairoso
y destila rocío de vergüenza, del jazmín el rostro.
No te apartes del camino por el guiño de este mundo: una anciana
que hace trampas cuando parte y, cuando se sienta, engaños trama.
En la rosaleda real sopla el viento de primavera
y a través del rocío vino en el cáliz del tulipán trasiega.
Ansiado entrar en la corte del sultán Giz-uddin, Hafiz,
no pierdas el tino, que el lamento es tu cometido.




No hay esperanza de enmienda

¡Oh, ídolo!, tal pena me causa mi amor por ti, ¿qué hacer?
¿Hasta cuándo en esta pena de noche me quejaré?
Loco en demasía el corazón está para escuchar consejo,
acaso con la punta de tu bucle lo encadenamos.
Nuestra separación, lo que me hizo sufrir....
en modo alguno cabe en una carta su relato.
¿En qué ocasión, con un rizo de tu pelo
contaré uno por uno todos mis desasosiegos?
Cuando sienta deseos de ver mi alma,
crearé la visión del dibujo de tu dulce cara.
Si supiera que con ello encontrarte lograría,
perdería la fe y el corazón me modificaría.
Aléjate de mi, predicador, no cuentes fábulas.
Yo ya no soy aquel que escucha hipocresías.
No hay esperanza de enmienda en el vicio de Hafiz.
Ya que el destino es así, ¿qué hacer?









El secreto oculto

¡Huye de mi el corazón! ¡Dueños de los corazones, os conjuro!
¡Qué sufrimiento: ser hará visible el secreto oculto!
Navegantes somos, ¡oh, viento favorable
haz que veamos de nuevo el rostro conocido!, ¡levántate!
En la rueda giratoria sólo hay diez días de fábula y hechizo,
con bondades para los amigos, apúralos, amigo.
¡Oh señor de la grandeza, de tu salud haz donativo
y recuerda algún día a este derviche mísero!
La paz entre los mundos, en dos palabras se ha resumido:
con los amigos ser caballeroso, contemporizar con los enemigos.
¡Mira!, el espejo de Alejandro es la copa de vino
que pone a tu alcance el territorio de Darío.
No te rebeles, que, debido a sus celos, tal vela arde el Amado,
aquel en cuya palma se torna cera el basalto.
En el círculo de la flor divina, anoche, el ruiseñor cantó bien.
Los que estáis ebrios, despertaos, saciad el ansia con vino del amanecer.
Aquel sabor amargo que el sufí nombró madre de las maldades,
para nosotros, más que el beso de doncella, es dulce y agradable.
Entrégate al placer y a la ebriedad en tiempos de pobreza,
que al mendigo convierte en Coré esta alquimia de existencia.
Esas bellezas de lengua persa fuentes son de la vida.
Oh escanciadora, a los persas ancianos, dales albricias.
Donde reinan los de buena fama, pasar no nos dejaron.
Si no te gusta, modifica el sino predestinado.
No por su voluntad vistió Hafiz un manto manchado de vino.
¡Oh maestro sin mácula, en esto sé benigno!



Con un velo de tiniebla

En los tiempos de la flor, de enmendarme de la bebida me avergoncé,
¡que nadie se avergüence de una conducta errada!
Nuestro bien es todo él una trampa del camino. Desde ahora,
escanciadora y testigo no me causarán vergüenza.
Acaso por su carácter noble al amado no pregunte,
que nos duelen las preguntas y avergüenzan las respuestas.
Por la sangre que ayer noche huyó del nido del ojo,
a ojos de los durmientes quedamos avergonzados.
Merece el narciso ebrio doblar la cabeza:
los modos y los reproches de aquel ojo le avergüenzan.
En el intento de ir en pos de ti no hemos cesado.
De este intento, gracias a tu compañía, no me avergüenzo.
Más hermoso que el sol tienes el rostro. ¡Loado sea Dios!
De ti no sentimos vergüenza ante el rostro del sol.
Con un velo de tiniebla se cubrió el agua de vida, avergonzada
ante los versos de Hafiz y su talante de agua.



El lenguaje de los lirios

Albricias, corazón, que el viento de la mañana ha regresado.
La abubilla mensajera de la tierra de Saba ha regresado.
Oh ave del alba, canta el himno de David,
que el Salomón de las flores, con el viento, ha regresado.
¿Dónde está el iniciado que entienda el lenguaje de los lirios,
para que pregunte por qué partió y por qué ha regresado?
Me trató con clemencia y gentileza la providencia divina,
y así el ídolo de corazón de piedra por sendas de lealtad ha regresado.
Por el soplo matutino, huele el tulipán el vino apetecible.
Era un ardor de corazón y con fe en la medicina ha regresado.
He lanzado mil suspiros en pos de esta caravana,
hasta que las campanillas a mi oído del corazón han regresado.
Aunque Hafiz llamó a la puerta del sufrimiento y rompió el compromiso,
mira, su bondad, conciliadora, por nuestra puerta ha regresado.






Cuando no se halle en medio el alma

Merece alabanza dijeron cuanto oyeron
los visos que mencioné al describir aquella imagen.
El corazón entregué a un amigo hermoso, ufano, esbelto,
alegre y de talante excelso.
Alcanzar el amor y ser bohemio, fácil pareció al principio;
al final, por adquirir estas virtudes, ardió mi alma.
En lo alto de la horca canta Hal-lach dulcemente este acontecimiento.
No preguntéis a Shafei sobre cuestiones análogas.
Dije: cuándo perdonarás a mi alma cansada.
Dijo: cuando no se halle en medio al alma.
Durante el aislamiento, como tu ojo, ebrio era,
y ahora, hacia los ebrios me inclino, como tu ceja.
Cien diluvios de Noé vi desde el agua de los ojos,
mas no se borró tu imagen de la tabla de mi pecho.
Oh amigo, la mano de Hafiz contra el ojo es amuleto.
¡Oh Dios, haz que la vez colgada ya de tu cuello!



Como tu sabes

El alba de la bienaventuranza sopla hacia donde tú sabes.
Por el reino de quien sabes, pasa cuando tú sabes.
Del secreto retiro eres heraldo, y te esperan.
Acude no por mandato, sino tal como tú sabes.
Di que me huye de la mano el alma amada.
Insufla en ella, con tu boca granate, lo que tú sabes.
Dos palabras he escrito de un modo que nadie entiende.
Por tu majestad y grandeza, léelas como tú sabes.
Tu espada y nosotros somos como el sediento y el agua.
Al cautivo que prendiste, mátalo como tú sabes.
¿Cómo anudar la esperanza al cinturón de brocado,
pues queda junto a un detalle que tú sabes?
En este asunto, Hafiz, da igual el turco que el árabe.
Cuenta la historia de amor en la lengua que tú sabes.
El palacio del deseo tiene cimientos muy frágiles, ven,
trae vino, que están en el aire lo cimientos de la vida.
Esclavo soy del virtuoso que, bajo este índigo círculo,
exento está de albergar los colores del apego.
Un consejo te doy, apréndelo y aplícalo,
pues este dicho recuerdo de mi maestro:
«No esperes que tan frágil mundo cumpla con su compromiso.
Es el novio de mil novias ese anciano.»




Anoche, hallándome en la taberna, ebrio y desastrado,
¿sabes qué nueva me dio el ángel del misterio?
«Oh, tú, de alta mirada, halcón real que habitas en el árbol del séptimo cielo,
tu morada no es este rincón de sufrimiento!,
desde la alta torre del trono, te están llamando.
¿Qué te sucede? ¿Tan hondo has caído en esta trampa?»
No acojas la tristeza del mundo y no olvides mi consejo,
pues uno que está en la vía esta máxima me dijo:
«Confórmate con lo que tienes, desata el nudo de tu ceño,
no está abierta ni para ti ni para mí la puerta de la elección.»
No te sientes sin vino ni amante
La rosa junto a mí, vino en la copa, a la vista del amado;
en un día tal, el rey del universo se vuelve mi esclavo.
Todo mi oído está en el son de la flauta y la música del arpa.
Mi ojo todo, en su labio granate y en la copa que baila.
En nuestro credo, oíd, lícito es el beber vino,
mas, ¡oh floral ciprés!, sin tu rostro es ilícito.
Para este encuentro al cenáculo no traigas vela,
que esta noche la luna de su rostro está llena.
Del sabor del terrón y del azúcar no digas nada,
porque ese labio suyo tan dulce a mí me sacia.
Y ahorrad el perfume cuando juntos estemos,
que, sin cesar, nos halaga el olfato su cabello.
Mientras mi corazón guarde el tesoro de la tristeza que me causas,
un rincón de la taberna será siempre mi morada.
Bebedores de vino, bohemios, jugadores con los ojos somos,
y en esta ciudad, ¿quién es el que no es como nosotros?
No habléis con el alguacil de la culpa nuestra,
también es su intento el beber sin tregua.
Hafiz, no te sientes sin vino ni amante instante alguno:
día es del jazmín, día de la rosa y fiesta de ayuno.






Me libero y me levanto

Las albricias de tu encuentro, ¿dónde están?,
que de la vida me libero y me levanto.
Soy el ave celeste y de la trampa del mundo me libero y me levanto.
Si me llamas tu esclavo, juro por tu señorío
que del reino de la existencia y del lugar me libero y me levanto.
Oh Dios, de la nube conductora haz que llegue la lluvia,
antes de que, como polvo, del centro me libere y me levante.
En mi tumba, con vinos y juglares, siéntate,
que, por tu olor, de la fosa bailando me libero y me levanto.
Ponte en pie y muestra tu figura, oh ídolo de movimientos suaves,
que de la vida y del mundo dando palmas me libero y me levanto.
Estréchame fuertemente una noche, aunque soy viejo,
que a tu lado, al alba, me libero y joven me levanto.
En el día de la muerte dame un momento para que como Hafiz,
de la vida y del mundo me libere y me levante.




Si por acaso mis versos
os parecen desmañados,
pensad que yo, al escribirlos,
estaba todo borracho.
Pero si admiráis las bellas
imágenes de mis cantos,
pensad que yo, al escribirlos,
estaba todo borracho.
También sin estar bebido,
rimé, pero versos malos
me salieron, por no estar,
al escribirlos, borracho.
¡Y así juré no escribir
nada, aunque me sobren ánimos
e inspiración, sin estar
completamente borracho!



Que siga la vía

El jardinero que ansía 5 días de charla con la flor,
por el rigor de la espina separado, paciente debe ser tal ruiseñor.
¿Qué son las conveniencias para el loco que quema el universo?
Mesura y reflexión tareas propias son del mismo reino.
Es ateísmo en el camino basarse en la abstinencia y en la ciencia.
El que sigue la vía la fe precisa aunque tenga cien técnicas.
Donde estén sus rizos y su rostro, para cualquiera es ilícito
mirar la cara de jazmín y el bucle de jacinto.
Mucho ha de suplicar a sus ojos de narciso ebrio
este corazón loco si ansía el bucle de su pelo.
Oh corazón, atado por su bucle no te quejes de desasosiego,
que mucho aguante necesita el pájaro astuto en la trampa preso.
Oh escanciadora, ¡que la copa siga la ronda!, ¿hasta cuándo esperaremos?
Si toca el turno a los enamorados tiene que haber encadenamiento.
¿Quién eres tú Hafiz , que no bebes si no escuchas del arpa la cadencia?
El mísero enamorado, ¿por qué precisa de tanta paciencia?







“La otra noche, un sabio vino a decirme: "Preciso es que conozcas el secreto de quien nos vende el vino".
Agregó: "No tomes nada en serio. Pesadas cargas echa el mundo sobre quien dobla el espinazo".
Luego me dio una copa en que el esplendor del cielo se reflejaba con tanto brillo que Zuhra se puso a bailar.
Sigue mi consejo, oh, hijo mío!, y no te preocupen las cosas de este mundo. Recoge mis palabras, más raras que las perlas.
Toma la vida como tomas esta copa: la sonrisa en los labios, aunque tu corazón sangre. No gimas como un laúd y oculta tus heridas.
Hasta el día en que pases detrás del velo no comprenderás. El oído del
Hombre no puede oír la palabra del ángel.
"En la casa del amor no te enorgullezcas ni de tus preguntas ni de las respuestas".
Oh, Sakí –el copero, el que sirve el vino-! Échame vino, porque las locuras de Hafiz han sido comprendidas por el Señor de la alegría, por Aquel que perdona, por Aquel que borra” ...






“Quién soy para que no me ¿desdeñes? Derramas, en mí tus favores; en mi, cuya frente no quiere otra corona que el polvo de tu umbral.
Dime, tú, que conquistas los corazones: ¿quién te ha aconsejado esa generosa bondad? No puedo atribuirla a quienes velan por ti.
Ave sagrada: sé mi guía en el camino de mis ansias. ¡Largo es el viaje y es tan poco aún lo que he andado!
¡Oh, brisa matinal, llévale mi mensaje! Dile que piense en mí al rezar su plegaria de la mañana.
Muéstrame, bien amada, el sendero que lleva a tu oculto retiro para beber allí contigo y así librarme de mis penas.
¡Cuán alta es ella y cómo subyugó al mundo la dignidad del canto lírico y la belleza de los versos! Hafiz: al amo del mar pídele que llene tu boca de perlas”.




“SEÑOR: esta sonriente rosa que me confiaste entrégola de nuevo a tus cuidados para que no le alcancen las miradas de envidia del jardín.
Puesto que vas a llevarla muy lejos del país de la fidelidad, haz que su alma y que su cuerpo estén al abrigo de todo sortilegio.
Adonde quiera que ella vaya, el corazón de su amigo será su compañero. Serán su escudo los tiernos votos que él formula.
¡Oh, brisa matinal! Si pasas Cerca del jardín de Suleima llévale a la amada mi tierno saludo.
Derrama suavemente tu perfume almizclado sobre sus negras trenzas y no las desarregles.
Dile: “El corazón de tu amante mantiene su voto de fidelidad".
Aquí, donde se brinda por el recuerdo de ella, ¡vergüenza para quienes ignoren la embriaguez!
No esperes hallar oro en el umbral de la taberna. Aquí toda fortuna se disipa.
Ese que huye, temiendo la fiebre del amor, es indigno de ser amado. Que sobre mi cabeza esté tu pie o que sobre tu boca esté mi labio.


La poesía de Hafiz es el principio de la sabiduría, puesto que loa tu juventud y tu belleza”.









“OH, Señor! Evítales a otros el suplicio de la ausencia. Toda mi vida transcurrió en el dolor de la separación.
¿Adónde ir? ¿A quién contar la historia de mi corazón? ¿Quién me hará al fin justicia?”
Mi corazón está lleno de dolencias. ¿Quién me traerá el remedio? Mi desolado corazón siente muy próxima la muerte. ¿Quién me dará el amigo, el buen guardián de los que están a punto de morir?
¡Sólo una hora de reposo! ¡No ver ya más el rostro amargo de este mundo! ¡Sírveme, oh, copero, de ese vino que por algún instante me dará un ensueño de paz!
Pero, vamos, ¡de pie! Ofrezcamos nuestro corazón a esas bellas hijas de Samarcanda. La brisa nos trae el perfume de las riberas del Oxus.
Díjele a un sabio: "¡Mira cuánta es mi miseria!" Me contestó: "Verdad; tu pena es honda y nuestra vida es un extraño enigma, y una ruina no más es este mundo".
En el camino del amor el sufrimiento es alegría; el dolor, un sostén. ¡Que se lo hiera aun más al corazón deseoso de curarse!
¿Dónde encontrar un hombre en la sombra de este mundo de polvo y barro? Habría que amasar de nuevo el Universo, crear un nuevo Adán.
Frente al amor, ¿qué valor tienen, oh, Hafiz, las lágrimas?”






“NI un solo beso en sus labios pude robarle... y se fué. Apenas si pude verle su rostro puro… y se fué.
Nuestra unión, que no fué sino alegría, ya no es sino amargura. No pude retenerla. . . y se fué.
¡Qué tiernas palabras murmuraba! "Nunca me iré -decía- del círculo bendito de tus brazos, fuente de mi deseo!" ¡Qué caricias!... y se fué.
Decía: "Quien quiera la alegría de mi presencia deberá renunciar a sí mismo". Todo lo abandoné … y se fué.
¡Qué altivo era su andar ¡ Con qué paso de reina pisaba la hierba tierna y las flores! Mas no pude coger la rosa de su boca ... y se fué.
¡Oh, Hafizl Cada noche te devuelve a tus lamentos y a tus lágrimas. ¡Ay de mí! ¡Ay de mí! No pude ni siquiera decide adiós … y se fue”.




“ESCUCHA mi consejo: No trates de excusarte. Es un hombre juicioso, es un buen consejero el que te habla.
Aprovecha de la unión en los años mozos. La vida es una emboscada en que te acecha la vejez.
Dadme el amor y la música y la voz de los instrumentos para ahuyentar mi pena.
Dadme lo que deseo y no pecaré más ni beberé más vino.
¡Qué! ... Yo estaba ausente cuando se fijó mi destino para la
eternidad. Si por tan poco infrinjo la ley, ¿quién podrá condenármelo?
He rechazado lejos, a menudo, la copa que me tienta; mas las miradas del copero desalentaron mi arrepentimiento.
Viérteme, pues, de ese vino puro y que el pensamiento de mi bien amada no huya de mi alma.
Vino de dos años y una bien amada de catorce ...
¿No te había yo dicho, oh, mi corazón!, que te alejaras de esas trenzas? Pero ¡el viento mismo está preso en ellas!
En ese banquete, Hafiz, no repitas tu juramento de no pecar más si no quieres que el copero de pestañas arqueadas te hiera con sus flechas”.









“¡OH, Sakí! La copa del tulipán desborda de rocío. Y tengo sed del vino que escancias.
Es el rocío de mi alma. ¿Por qué tantas palabras inciertas? ¿Qué tiempo durarán esas locuras?
Y tú, compañero de mi ruta, desdeña todo orgullo y todo fasto. El tiempo ha agujereado la túnica purpúrea de los Césares; ha visto caer la corona de Kaí.
Conoce, en fin, la verdadera sabiduría. El pájaro en el jardín se embriaga con sus cantos y con el perfume de las flores. ¡Despiértate! El sueño eterno está próximo.
Y tú, rama florecida de la tierna primavera, balancéate suavemente bajo la brisa. Y que el destino no te lleve nunca en el furioso soplo de un huracán de invierno.
No te confíes al amor de lo que pasa, a las caricias del mundo. Desdichado de quien se cree libre de asechanzas.
Mañana, quizás bebas un sorbo de delicias en el río del Paraíso, o quizás estés en compañía de las hadas. Pero hoy no te cuides sino del copero y de la copa tuya que quiere llenar”.




“HERIDO en el corazón, como lo estoy, tengo derecho a ser amado. Y ahora me marcho. ¡Dios te guarde!
Sin embargo, aun te diré: "Eres la joya inapreciable que hasta en el mismo cielo alegrarías a los elegidos".
Si dudas de mis palabras, ponlas a prueba.
Me dijiste: "Estoy ebria, quiero darte dos besos". Me has hecho promesas innumerables, pero no me has dado, no ya dos besos, ni uno solo. “




“SÉ el esclavo de su belleza, que es toda perfección. La hurí y la Peri son hechiceras, pero hay otra más rara y más hermosa.
¡Oh, rosa de su sonrisa! Acepta el rocío de mis lágrimas. Es la esperanza de contemplarte lo que llena mis ojos de agua tan dulce.
El arco de tus pestañas es un arma poderosa que triunfa de todas las armas.
Ya que te dignas a escucharme, mis palabras sabrán endulzar tu corazón, pues las palabras de amor tienen un sortilegio en su música.
En la ruta del amor nadie recibió nunca la iniciación perfecta en su misterio. Cada cual forma su juicio conforme a lo que comprende.
No te enorgullezcas de tu generosidad entre los parroquianos de la taberna. Cada palabra tiene su momento y cada sutileza su lugar.
No pruebes tu ingenio ni tu sagacidad en los versos de Hafiz, pues su cálamo posee secretos que no conoces”.







“HE hecho un pacto con la bien amada. Mientras un alma habite mi cuerpo amaré como a mí mismo a cuantos viven a su sombra.
Pues ya tengo en la mano lo que fué mi deseo durante tanto tiempo, ¿qué me importan las mentiras y el bullicio de la multitud?
¡Oh, tú, el que velas! Quiera el cielo que esta noche un momento cierres los ojos para que pueda yo decir muy quedo mi lamento amoroso sobre sus labios mudos.
¿Qué me importan los tulipanes y las rosas si, por piedad del cielo, tengo para mí solo todo el jardín?
¡Lo que bebo es tan dulce y tan fuerte! ¡Y es tan bella mi bien amada! ¡Más bella que todas las imágenes de este mundo!
El rubí de sus labios es tan poderoso como el sello de Suleimán.
Acabó el largo ayuno. Hafiz: no llores más”.






“ME he prosternado en el camino que sus pies pisan, pero ella no se acercó. He suspirado y he gemido, pero no tuvo una mirada para mí.
¡Oh, Señor! Ahorra a esa beldad sin corazón las penas de los que la aman.
El torrente de mis lágrimas no ha atenuado su rigor. Ninguna lluvia ablandará esa roca.
Si, como una antorcha, muriera yo delante de ella, no me ayudaría a extinguirme ni con el aliento de sus labios.
Mis llantos y mis lamentos perturbaron el sueño de pájaros y flores; pero ella, desdeñosa, no ha abierto sus ojos”.




“0H, memoria mía! Guarda el recuerdo de esta gracia que ella me hizo en secreto. Tu amor, oh, bien amada!, está escrito en mi rostro.
Oh, memoria mía! Recuerda que en el momento en que sus ojos me herían con sus miradas, florecía en su boca la sonrisa.
Recuerda que su rostro encendió la antorcha del placer y que mi corazón voló hacia la llama como una mariposa.
Recuerda que cuando, semejante a la copa sonriente, ella sonrió, ambos bebimos besos en nuestros labios.
Recuerda que en la Casa de la Dicha, nació nuestra alegría del aroma sutil del vino tinto.
Recuerda que tú y yo fuimos quienes bebieron ese vino y que el amor fué nuestro convidado.
Recuerda nuestro largo descanso y nuestra larga embriaguez en la taberna, y que esa delicia, tan rara hoy, nos era familiar.
Recuerda que entonces, gracias a ti, mis poemas, las perlas de Hafiz, fueron enhebradas en collares”. 




El poema que sigue y que he dispuesto en último lugar, es para mi particular, uno de los que más me gusta, no ya del autor que nos ocupa, sino de la literatura universal. En numerosas ocasiones se lo he enviado a quien creía que lo podía necesitar, o lo he leído ante alguien apenado, disgustado o senzillamente contrariado, tiene unas ciertas propiedades medicinales, diría.


"No te aflijas, la belleza volverá a regocijarte con su gracia; la celda de la tristeza se convertirá un día en un jardín cercado lleno de rosas.
No te aflijas corazón doliente, tu mal en bien se trocará; no te detengas en lo que te perturba: ese espíritu trastornado conocerá de nuevo la paz.
No te aflijas, una vez más la vida reinará en el jardín en que suspiras y veras muy pronto, ¡ oh, chantre de la noche!, una corona de rosas sobre tu frente.
No te aflijas si no comprendes el misterio de la vida. ¡Tanta alegría se oculta tras el velo!.
No te aflijas si, por algunos instantes, las esferas estrelladas no giran según tus deseos, pues la rueda del tiempo no siempre da vueltas en el mismo sentido.
No te aflijas, alma mía, si el torrente de los días convierte en ruinas tu morada mortal, pues tienes el amor para salvarte de ese diluvio.
No te aflijas si el viaje es amargo y la meta invisible. No hay camino que no conduzca a una meta.
No te aflijas, Hafiz, en el rincón humilde en que te crees pobre y en el abandono de las noches oscuras, pues aún te quedan tu canción y tu amor"...

 


Acerca de su obra:




Su particular forma de poesía, que rozó la perfección, era el ghazal erótico, un poema lírico de seis a quince rimas pareadas. Burton notaba "Casi toda la poesía de Hafiz esta dirigida a jóvenes", una característica que es oscurecida por el hecho de " El persa no tiene género apropiadamente declarados". Sin embargo, la tradición de muchos poemas sufís como Ibn Arabí, o el mismo Ramón Llull, o San Juan de la Cruz, hablan de su amor por el “Amado”, toda vez que el que ama al “Amado” es el alma en ocasiones también llamada “Amada”. La conjugación del erotismo y el misticismo está ilustrada por el siguiente poema:
“Con una jarra en la mano, entonando una canción y sonriendo, con el vino en su interior;
Atendiendo al amor, el cabello suelto, desde las afueras de la ciudad,
La mirada dispuesta al combate, y moviendo los labios burlón "Oh, no",
Anoche a medianoche has venido a mi almohada, y te sentaste a mi lado.
Te inclinaste sobre mi oído y me dijiste en un suave y triste susurro:
Mi pobre y loco amante, estás despierto, o duermes? Tu suspiraste.
Si un hombre sabio se da a la bebida por la noche, esto es el Destino;
Desleal al Amor seria si elogiase al vino, entonces reniego.
Vete pastor, detén las palabras sobre nosotros mientras bebes restos sobrantes;
Solo este camino nos ha sido dado, mañana después que la arcilla de la Creación comenzase.
Sin embargo, has rebosado tu copa, y de ella hemos bebido, eso es todo;
Tanto el vino de los borrachos como el elixir del Paraíso, probamos.
La risa del vino en la copa y la larga cabellera del amado:
¿Cuantos votos de arrepentimiento, como los de Hafiz has desatado?”
"Todos, tanto abstemios como autoindulgentes van en busca del Amigo. Cada lugar podría ser la morada del amor, ya sea en una mezquita o en una sinagoga.. En el último día, aunque la copa esté en tu mano, tu puedes ser conducido al paraíso aun en la esquina de la taberna"
"He escuchado una dulce palabra dicha por el anciano de Canaan (Jacob): ninguna lengua puede expresar lo que representa la separación de los amigos"
"Ni por mi propia elección podría yo mismo lanzarme en el fuego; pero la cadena del cariño fue colocada en mi cuello. Aun no estaba en la distancia cuando el fuego ya había comenzado a consumirme, sin saber el momento en que se había encendido en mi interior. ¿Quien puede imputarle a él ser mi defecto, cuando yo estoy cautivado por mi amigo, y estoy dispuesto a lanzarme yo mismo a sus pies?"







A menudo los eruditos occidentales que estudian la literatura persa señalan que los iraníes citan a Hafiz más a menudo que los occidentales citan a Shakespeare. Muchos estudiosos de ambos ámbitos culturales coinciden en señalar a Hafiz como uno de los poetas líricos más grandes de todos los tiempos.
Pero, no todos, los eruditos creen que era un Sufí. A pesar de sus creencias religiosas, en ocasiones era censurado y recriminado por algunos jefes religiosos porque sus ghazales fueron vistos como una influencia negativa sobre la sociedad.
No existe una versión definitiva del Divan de Hafiz: varias ediciones "completas" contienen desde 573 hasta 994 poemas. Sin embargo, a pesar de los problemas con la autentificación de sus biografías y de sus trabajos, la contribución de Hafiz a la literatura ha sido inconmensurable. Goethe, Emerson, Edward Carpenter, y Gide se rindieron a su encanto. Goethe parece haber sido particularmente inspirado por Hafiz.
Sus ghazales están infundidos de un misticismo erótico que sobresalta a la mentalidad occidental dado que la expresión del amor se presenta como una aproximación que actualmente parecería relacionado con el estado de la divinidad o el éxtasis. Hafiz creyó que se podía encontrar la imagen de Dios en el rostro del amado o amada. Su fervor religioso semeja estar encendido por los deseos carnales, pues el poeta no encuentra contradicción entre ambos: "La vida superior está representada por el hoyuelo de su barbilla" dice en un poema.



Este ejemplo muestra el carácter juguetón característico de muchos de sus ghazales, y ese estilo le ha hecho ganar muchos admiradores. Pero sus ghazales más serios son los que le han colocado en el nivel de un Shakespeare como uno de los poetas líricos más grandes que el mundo ha podido leer.


Como siempre. ¡Que lo disfrutéis!