dilluns, d’octubre 12, 2015

MEMORIAS DE UN VIAJE A CRETA 1: RAÍCES MITOLÓGICAS (2ª parte)





Continuación de la entrada anterior

DÉDALO Y TALOS

La ascendencia de Dédalo 









es discutible. Algunos llaman a su madre Alcipe, otros Mérope y otros más Ifínoe; y todos le dan un padre diferente, aunque se conviene generalmente en que pertenecía a la casa real de Atenas, la cual pretendía descender de Erecteo. Era un herrero admirable, pues le había enseñado ese arte Atenea misma.
Uno de sus aprendices, Talos, hijo de su hermana Policaste, o Pérdice, le había superado ya en su habilidad en el oficio cuando sólo tenía doce años de edad. Sucedió que un día Talos encontró el maxilar de una serpiente o, según dicen algunos, el espinazo de un pez, y al ver que podía utilizarlo para cortar un palo por la mitad, lo copió en hierro y así invento la sierra. 






Este y otros inventos suyos —como la rueda de alfarero y el compás para trazar círculos— le valieron una gran reputación en Atenas, y Dédalo, que pretendía haber forjado la primera sierra, se sintió pronto insoportablemente celoso. Llevó a Talos al techo del templo de Atenea en la Acrópolis, le señaló ciertas vistas lejanas y de pronto le empujó y le hizo caer a tierra. Pero, a pesar de todos sus celos, no habría hecho daño a Talos si no hubiera sospechado que mantenía relaciones incestuosas con su madre Policaste.










 Dédalo corrió al pie de la Acrópolis y metió el cadáver de Talos en un saco con el propósito de enterrarlo en secreto. Cuando le interrogaron unos transeúntes, les explicó que había recogido piadosamente una serpiente muerta, como lo exigía la ley —lo que no era enteramente falso, pues Talos era un erectida—, pero había manchas de sangre en el saco y su crimen fue descubierto, y el Areópago le desterró por asesinato. Según otro relato, huyó antes que se viera el juicio.
Ahora bien, el alma de Talos —a quien algunos llaman Calo, Circino o Tántalo— voló en la forma de una perdiz, pero su cuerpo fue enterrado en el lugar en que había caído. Policaste se ahorcó al enterarse de su muerte y los atenienses erigieron en su honor un templo junto a la Acrópolis.
Dédalo se refugió en uno de los demos del Ática, a cuyos habitantes se les llama por él dedálidos; y luego en la cretense Cnosos, donde el rey Minos tuvo el placer de recibir a un artífice tan hábil. Vivió allí durante algún tiempo, en paz y gozando de gran favor, hasta que Minos, cuando supo que había ayudado a Pasífae a ayuntarse con el toro blanco de Posidón -como hemos visto en la entrada anterrior-, lo encerró durante un tiempo en el Laberinto, juntamente con su hijo Ícaro, cuya madre, Náucrate, era una de las esclavas de Minos; pero Pasífae puso en libertad a los dos.
No era fácil, sin embargo, huir de Creta, pues Minos tenía todos sus barcos bajo guardia militar y ofreció una fuerte recompensa por su aprehensión. Pero Dédalo hizo un par de alas para él y otro para Ícaro; estaban hechas con plumas de ave atadas con hilos y otras menores pegadas con cera. 






Después de haber preparado el par de alas de Ícaro, le dijo con lágrimas en los ojos: «¡Hijo mío, ten cuidado! No vueles a demasiada altura para que el sol no funda la cera, ni demasiado bajo para que el mar no humedezca las plumas.» Luego deslizó sus brazos en su par de alas y ambos emprendieron el vuelo.




«Sígueme de cerca —gritó— y no tomes un rumbo propio.»
Cuando se alejaban de la isla volando en dirección del nordeste, agitando sus alas, los pescadores, pastores y agricultores que miraban hacia arriba los tomaron por dioses.
Habían dejado a Naxos, Délos y Paros tras ellos a la izquierda y estaban dejando Lebintos y Calimne detrás a la derecha, cuando Ícaro desobedeció las órdenes de su padre y comenzó a remontarse hacia el sol, regocijado con la altura a que lo llevaban sus grandes alas. Poco después Dédalo miró hacia atrás y ya no pudo ver a Ícaro, pero vio abajo las plumas de sus alas que flotaban en el agua. El calor del sol había derretido la cera e Ícaro había caído al mar y se había ahogado. 








Dédalo describió círculos alrededor del lugar hasta que el cadáver salió a la superficie, y luego lo llevó a la cercana isla llamada ahora Icaria, donde lo enterró. 







Una perdiz se posó en una encina y le observó cotorreando de placer: era el alma de su hermana Policaste, por fin vengada. La isla ha dado su nombre al mar circundante.
Pero algunos que no creen en esta fábula dicen que Dédalo huyó de Creta en un barco que le proporcionó Pasífae, y que en su viaje a Sicilia estaban a punto de desembarcar en una islita cuando Ícaro cayó al mar y se ahogó. Añaden que fue Heracles quien enterró a Ícaro, y que en agradecimiento Dédalo le hizo en Pisa una estatua que parecía tan natural que Heracles la tomó por un rival y la derribó con una piedra. Otros dicen que Dédalo inventó velas, y no alas, como un medio de dejar atrás a las galeras de Minos, y que Ícaro, que timoneaba descuidadamente, se ahogó al zozobrar su barco.
Dédalo voló hacia el oeste hasta que descendió en Cumas, cerca de Nápoles, y allí dedicó sus alas a Apolo y le erigió un templo con techo de oro. Luego hizo una visita a Cámico, en Sicilia, donde le recibió hospitalariamente el rey Cócalo, y vivió con los sicilianos disfrutando de una gran fama y erigiendo muchos edificios magníficos.
Entretanto, Minos había reunido una flota considerable y salió en busca de Dédalo. Llevó consigo una concha de Tritón y adondequiera que iba prometía recompensar a quien pudiera pasar por ella una hebra de lino, problema que, como bien sabía, sólo Dédalo era capaz de resolver. Cuando llegó a Cámico ofreció la concha a Cócalo, quien se comprometió a pasar la hebra, y, por supuesto, Dédalo encontró el modo de hacerlo. Ató un hilo finísimo a una hormiga, abrió un agujero en la punta de la concha y atrajo a la hormiga a lo largo de las espirales untando con miel los bordes del agujero. Luego ató la hebra de lino al otro extremo del hilo de araña y lo pasó también a través de la concha, tirando de ella. Cócalo devolvió a Minos la concha atravesada por el hilo, pero Minos, seguro de que por fin había encontrado el escondite de Dédalo, exigió su rendición. Mas las hijas de Cócalo no querían perder a Dédalo, que les hacía tan bellos juguetes, y con ayuda de él trazaron un plan. Dédalo pasó un caño a través del techo del cuarto de baño y por él vertieron agua hirviendo o, según dicen algunos, pez sobre Minos cuando éste estaba disfrutando de un baño caliente. Cócalo, quien muy bien podía haber estado implicado en el complot, entregó el cadáver a los cretenses alegando que Minos había tropezado con una alfombra y había caído en una caldera de agua hirviente.
Los acompañantes de Minos lo enterraron con gran pompa y Zeus le designó juez de los muertos en el Tártaro, con su hermano Radamantis y su enemigo Éaco como colegas. Como la tumba de Minos ocupaba el centro del templo de Afrodita en Cárnico, le honraron allí durante muchas generaciones grandes multitudes de sicilianos que iban a adorar a Afrodita. Al final Terón, el tirano de Acragas, envió sus huesos a Creta.
Después de la muerte de Minos los cretenses cayeron en un desorden completo, pues los sicilianos incendiaron la mayor parte de su flota. De los tripulantes que se vieron obligados a quedarse en la isla unos edificaron la ciudad de Minoa, cerca de la playa donde habían desembarcado; otros la ciudad de Hiria en Mesapia, y otros fueron al centro de Sicilia y fortificaron una colina que llegó a ser la ciudad de Engio, llamada así por su arroyo que corre en las cercanías. Allí construyeron un templo a las Madres, a las que siguieron rindiendo grandes honores, como en su Creta natal.
Pero Dédalo abandonó Sicilia para unirse a Yolao, el sobrino y auriga de Heracles de Tirinto, quien se dirigió a Cerdeña al frente de un grupo numeroso de atenienses y tespinos. Muchas de sus obras todavía sobreviven en Cerdeña y las llaman dédalas.
Ahora bien, Talos era también el nombre del sirviente de bronce que Zeus le había dado a Minos para que guardase a Creta. 






Algunos dicen que era un sobreviviente de la raza de bronce nacida de los fresnos; otros, que lo forjó Hefesto en Cerdeña y que tenía una sola vena que le corría desde el cuello hasta los tobillos, donde entaponaba una aguja de bronce. Su tarea consistía en dar tres veces al día la vuelta a la isla de Creta y arrojar peñascos a todos los barcos extranjeros; y también en recorrer tres veces al año, a un paso más pausado, las aldeas de Creta mostrando las leyes de Minos inscritas en placas de bronce. Cuando los sardos trataron de invadir la isla. Talos se puso al rojo vivo introduciéndose en una hoguera y los destruyó con su abrazo ardiente, mientras sonreía de manera feroz de ahí viene la expresión «una sonrisa sardónica». Al final, Medea mató a Talos arrancándole el alfiler del extremo de la vena y dejando que la sangre vital escapara por ella; aunque algunos dicen que el argonauta Peante le hirió en el tobillo con una flecha envenenada.
A Hefesto se le describe a veces como hijo de Hera y Talos (véase 12.c) y a Talos como sobrino joven de Dédalo, pero Dédalo era un miembro subalterno de la casa de Erecteo, fundada mucho tiempo después del nacimiento de Hefesto. Estas discrepancias cronológicas son muy usuales en la mitología.
Dédalo («inteligente» o «hábilmente forjado»), Talos («sufridor») 






Sello minoico en el que se puede ver a Talos sobre el perfil de la ciudad de la antigua Chania.
y Hefesto («el que brilla de día») demuestran por la semejanza de sus atributos que sólo son títulos diferentes del mismo personaje mítico.
Ícaro (de io-carios, «dedicado a la diosa Luna Car») puede ser otro de sus títulos. Pues Hefesto, el dios herrero, se casó con Afrodita, a la que estaba consagrada la perdiz; la hermana de Dédalo, el herrero, se llamaba Pérdice («perdiz»); el alma de Talos, el herrero, levantó vuelo como una perdiz; una perdiz apareció en el entierro de Ícaro, el hijo de Dédalo. Además, Hefesto fue arrojado desde el Olimpo, y Talos fue arrojado desde la Acrópolis. Hefesto quedó rengo al caer; uno de los nombres de Talos era Tántalo («cojeando, o tambaleando»); la perdiz macho cojea en su danza amorosa sujetando un talón con el que se dispone a golpear a sus rivales. Además, el dios latino Vulcano renqueaba. Su culto había sido introducido desde Creta, donde se llamaba Velcano y tenía un gallo como emblema, porque el gallo canta al amanecer y era, por tanto, apropiado para un héroe solar. Pero el gallo no llegó a Creta hasta el siglo VI a. de C, y es probable que haya desalojado a la perdiz como ave de Velcano.





Parece que en la primavera se realizaba una danza erótica de la perdiz en honor de la diosa Luna, y que los bailarines varones renqueaban y llevaban alas. En Palestina esta ceremonia, llamada la Pesach («la renqueante»), se realizaba todavía, según Jerónimo, en Beth-Hoglah («el Templo del Cojo»), donde los devotos bailaban en espiral. Beth-Hoglah se identifica con «la era de Atad», en la que se lloraba la muerte del rengo rey Jacob, cuyo nombre puede significar Jah Aceb («el dios del talón»). Jeremías advierte a los judíos que no deben tomar parte en esos ritos orgiásticos cananeos, y cita: «La perdiz recoge pollitos que no ha parido.» Anafe, isla situada al norte de Creta, con la que Minos hizo un tratado (véase 91.a), era famosa en la antigüedad como lugar de descanso para las perdices emigrantes.
El mito de Dédalo y Talos, como su variante, el mito de Dédalo e Ícaro, parece combinar el rito de quemar al sustituto del rey solar, que se había puesto alas de águila (véase 29.1), en la hoguera de la primavera —cuando comenzaba el Nuevo Año palestino— con los ritos de arrojar al pharmacos con alas de perdiz, un sustituto análogo, desde un risco al mar (véase 96.3), y el de punzar al rey en el tobillo con una flecha envenenada (véase 10 abajo). Pero la admiración de los pescadores y labradores al ver volar a Dédalo ha sido deducida, probablemente, de una ilustración que representaba a Perseo o Marduk alados (véase 73.7).
En un sentido el laberinto del que escaparon Dédalo e Ícaro era el piso de mosaico en el que estaba dibujado y que tenían que seguir en la danza de la perdiz ritual (véase 98.2); pero la huida de Dédalo a Sicilia, Cumas y Cerdeña se refiere, quizás, a la huida de los forjadores de bronce nativos de Creta como consecuencia de sucesivas invasiones helenas. La treta de la concha de tritón, y el entierro de Minos en un templo de Afrodita a la que estaba consagrada esa concha (véase 11.3), indican que Minos,  en este contexto, era considerado también como Hefesto, el amante de la diosa del Mar. Su muerte en un baño es un incidente tomado, al parecer, del mito de Niso y Escila (véase 91.b-d); el equivalente celta de Niso, Llew Llaw, moría en un baño mediante una treta; y lo mismo le sucedió a otro rey sagrado, Agamenón de Micenas (véase 112.1).







El nombre Náucrate («poderío marítimo») recuerda las consecuencias históricas de la derrota de Minos en Sicilia, el paso del poderío marítimo de los cretenses a los griegos. El hecho de que era una de las esclavas de Minos indica una revolución palaciega de los mercenarios helenos en Cnosos.
Si Policaste, el otro nombre de Pérdice, la madre de Talos, significa polycassitere, «mucho estaño», pertenece al mito del hombre de bronce, homónimo de Talos. La supremacía cretense dependía en gran parte de abundantes abastecimientos de estaño, que se mezclaba con cobre chipriota; según el profesor Christopher Hawkes, la fuente más cercana era la isla de Mallorca.
Hesiquio dice que Talos es un nombre del Sol; originalmente, por tanto, Talos sólo daba la vuelta a Creta una vez al día. Pero quizá los puertos de Creta quedaban protegidos de los piratas por tres cuerpos de vigilancia que enviaban patrullas. Y como a Talos el Sol se le llamaba también Tauro («el toro»; Bekker: Anécdotas i-344.10 y ss.; Apolodoro: i.9.26), su triple visita anual a las aldeas era probablemente un recorrido regio del rey Sol llevando su máscara de toro ritual, pues el año cretense se dividía en tres estaciones (véase 75.2). El abrazo ardiente de Talos puede referirse a los sacrificios de seres humanos quemados ofrecidos a Moloch, alias Melkarth, que era adorado en Corinto como Melicertes (véase 70.5), y que probablemente también era conocido en Creta. Como este Talos llegó de Cerdeña, adonde se decía que había huido Dédalo cuando le persiguió Minos, y era al mismo tiempo el regalo de Zeus a Minos, los mitógrafos han simplificado la fábula atribuyendo su construcción a Hefesto, antes que a Dédalo; Hefesto y Dédalo eran el mismo personaje. La sardónicus risus, o rictus, un retorcimiento de los músculos faciales, sintomático del tétanos, quizás se llamaba así porque el hombre-ciervo de los bronces sardos primitivos tiene la misma sonrisa triste y boquiabierta.
La vena única de Talos pertenece al misterio de la fundición de bronce primitiva mediante el método de la cire-perdue. 









En primer lugar, el herrero hacía una imagen con cera de abejas que cubría con una capa de arcilla y ponía en un horno. Tan pronto como la arcilla estaba bien cocida abría un agujero entre el talón y el tobillo para que saliese la cera caliente y dejase un molde en el cual se podía verter bronce derretido. Cuando llenaba ese molde y adentro se enfriaba el metal, rompía la capa de arcilla y quedaba la imagen de bronce con la misma forma que la original de cera. Los cretenses llevaron el método de la cire-perdue a Cerdeña, juntamente con el culto de Dédalo. Como Dédalo aprendió su oficio de Atenea, a la que se llamaba Medea en Corinto, la fábula de la muerte de Talos puede haber sido una interpretación errónea de una imagen que representaba a Atenea haciendo una demostración del método de la cire-perdue. La tradición de que la fusión de la cera causó la muerte de Ícaro parece pertenecer más bien al mito de su primo Talos, porque Talos, el hombre de bronce, está íntimamente relacionado con su homónimo, el forjador de bronce y supuesto inventor del compás.




El compás forma parte del misterio del forjador de bronce y es esencial para el dibujo exacto de círculos concéntricos cuando hay que forjar cuencos, yelmos o máscaras. De aquí que a Talos se le llamara Circino («el circular»), título que se refería tanto al curso del sol como al empleo del compás (véase 3.2). Su invento de la sierra ha sido destacado con razón: los cretenses tenían diminutas sierras giratorias de doble hilera de dientes para los trabajos finos y las empleaban con una destreza maravillosa. Talos es el hijo de una ninfa-fresno, porque el carbón de fresno produce un calor muy elevado para la fundición. Este mito también arroja luz sobre Prometeo y su creación del hombre con arcilla; en la leyenda hebrea el papel de Prometeo lo desempeñaba el arcángel Miguel, quien trabajaba bajo la mirada de Jehová.
La muerte de Talos por Peante recuerda la de Aquiles por París, 





también hiriéndole en el talón,  y las de los centauros Folo y Quirón (véase 126.3). Estos mitos se relacionan íntimamente. Folo y Quirón murieron a causa de las flechas envenenadas de Heracles. Peante era el padre de Filoctetes, y cuando Heracles fue envenenado por otro centauro le ordenó que encendiera la pira; como consecuencia, Filoctetes obtuvo las mismas flechas (véase 145.f), una de las cuales le envenenó (véase 161.1).
Entonces París tomó prestadas las flechas mortales de Apolo Tesalio para matar a Aquiles, el hijo adoptivo de Quirón (véase 164.j); y finalmente, cuando Filoctetes vengó a Aquiles dando muerte a París, utilizó otra flecha de la aljaba de Heracles (véase 166.e). El rey sagrado Tesalio era muerto, al parecer, por una flecha untada con veneno de víbora, que su sucesor le clavaba entre el talón y el tobillo.
En el mito celta el laberinto llegó a significar la tumba regia ( Diosa Blanca, p. 105); y que así sucedía también entre los griegos primitivos lo indica su definición en el Etymologicum Magnum como «una cueva montañesa» y por Eustacio (Sobre la Odisea de Homero xi p.1688) como «una cueva subterránea». El etrusco Lars Porsena hizo un laberinto para su propia tumba (Varrón, citado por Plinio: Historia natural xxxvi.91-3), y había laberintos en las cuevas «ciclópeas», es decir, pre-helenas, de las cercanías de Nauplia (Estrabón: viii.6.2), en Samos (Plinio: Historia natural xxxiv.83) y en Lemnos (Plinio: Historia natural xxxvi. 90). Salir del laberinto es, por tanto, reencarnarse.
Aunque Dédalo figura como ateniense, a causa del demo ático llamado así en su honor, las artes dedálicas fueron importadas en el Ática desde Creta, y no al contrario. Los juguetes que hacía para las hijas de Cócalo eran, probablemente, muñecas con miembros movibles, como las que complacían a Pasífae y su hija Ariadna (véase 88.e) y que parecen haber sido utilizadas en el culto ático del árbol en honor de Erígone. 





De todos modos, Policaste, la hermana de Dédalo, se ahorcó, lo mismo que dos Erigones y Ariadna (véase 79.2 y 88.10).
Los mesapios de Hiria, luego Uria y ahora Oria, eran conocidos en la época clásica por sus costumbres cretenses: cabellos con rizos aplastados, túnicas con bordados de flores, hacha doble, etc.; y a la cerámica descubierta allí se la puede datar en 1400 a. de C., lo que confirma la fábula.

CATREO Y ALTÉMENES

Catreo, el mayor de los hijos sobrevivientes de Minos, tuvo tres hijas: Aérope, Clímene y Apemósine; y un hijo. Altémenes. Cuando un oráculo predijo que a Catreo le mataría uno de sus propios hijos, Altémenes y Apemósine, la de los pies ligeros, abandonaron piadosamente Creta, con un gran séquito, con la esperanza de eludir la maldición. Desembarcaron en la isla de Rodas y fundaron la ciudad de Cretenia, a la que llamaron así en honor de su isla natal. Altémenes se estableció luego en Camiro, donde le honraban mucho los habitantes, y erigió un altar a Zeus en el cercano monte Atabirio desde la cumbre del cual, en los días claros, podía ver a lo lejos a su amada Creta. Rodeó el altar con toros de bronce, que bramaban fuertemente siempre que algún peligro amenazaba a Rodas.
Un día Hermes se enamoró de Apemósine, quien rechazó sus requerimientos y huyó de él. Esa noche la sorprendió cerca de un arroyo. Ella se dio la vuelta otra vez para huir, pero él había tendido cueros resbaladizos en la única senda por la que podía escapar, de modo que Apemósine cayó de bruces y Hermes consiguió poseerla. Cuando Apemósine volvió al palacio y con tristeza comunicó a Altémenes su desgracia, él le gritó: «¡Mentirosa y ramera!», y la mató a puntapiés.
Entretanto, Catreo, desconfiando de Aérope y Clímene, las otras dos hermanas, las desterró de Creta, de la que era entonces rey. Aérope, después de haber sido seducida por el pelópida Tiestes, se casó con Plístenes, quien la hizo madre de Agamenón y Menelao; y Clímene se casó con Nauplio, el célebre navegante. Al fin, solo en la ancianidad y, por lo que él sabía, sin heredero de su trono, Catreo fue en busca de Altémenes, a quien quería mucho. Al desembarcar una noche en Rodas él y sus compañeros fueron tomados equivocadamente por piratas y atacados por los vaqueros de Camiro. Catreo trató de explicar quién era y por qué había venido, pero los ladridos de los perros ahogaron su voz.
Altémenes corrió desde el palacio para rechazar la supuesta invasión y, como no reconoció a su padre, lo mató con una lanza. Cuando se enteró de que después de todo se había cumplido el oráculo a pesar del largo destierro que se había impuesto, rogó que lo tragase la tierra. De acuerdo con su deseo, se abrió una sima y desapareció en ella, pero hasta el presente se le rinden honores de héroe.
Este mito artificial, que constata una ocupación miceno-minoica de Rodas en el siglo XV a. de C., tiene también por finalidad explicar las libaciones que se derramaban en una sima a un héroe rodio, así como los deportes eróticos en los que unas mujeres danzaban sobre los cueros recién desollados de los animales sacrificados. La terminación byrios, o buriash, se da en el título regio de la tercera dinastía babilonia, fundada en 1750 a. de C.; y el dios del Atabirio de Creta, como el dios del Atabirium (monte Tabor) en Palestina, famoso por su culto del becerro de oro, 







era el hitita Tesup, un dios Sol propietario de ganado (véase 67.1). Rodas pertenecía al principio a la diosa Luna sumeria Dam-Kina, o Dánae (véase 60.3), pero pasó a poder de Tesup (véase 42.4); y cuando se derrumbó el imperio hitita fue colonizada por cretenses de habla griega que mantuvieron el culto del toro, pero hicieron a Atabirio hijo de Preto («primer hombre») y Eurínome, la Creadora (véase 1.a). En la época doria Zeus Atabirio usurpó el culto rodio de Tesup. El bramido de les toros se produciría haciendo girar rhomboi, o bramaderas (véase 30.1), utilizadas para ahuyentar a los malos espíritus.
La muerte de Apemósine en Camiro puede referirse a una represión brutal, por los invasores hititas más bien que por cretenses, de un colegio de sacerdotisas oraculares en Camiro. Las tres hijas de Catreo, como las Danaides, son la familiar tríada de la Luna: Apemósine es la tercera persona, la equivalente de Camira. Catreo, muerto accidentalmente por Altémenes, como Layo, muerto accidentalmente por su hijo Edipo (véase 105.d)t y Odiseo por su hijo Telégono (véase 170.k), tuvo que haber sido un predecesor en el reinado sagrado más bien que un padre; pero la fábula ha sido mal relatada: el hijo, y no el padre, debía desembarcar y lanzar la lanza en forma de pastinaca.

LOS HIJOS DE PANDIÓN

Cuando Erecteo, rey de Atenas, fue muerto por Posidón, sus hijos Cécrope, Pandoro, Metión y Orneo disputaron la sucesión; y Juto, cuyo veredicto hizo rey al mayor, Cécrope, tuvo que abandonar apresuradamente el país de Atica.
Cécrope, a quien Metión y Orneo amenazaron con la muerte, huyó primeramente a Megara y luego a Eubea, donde se le unió Pandoro y fundaron una colonia. El trono de Atenas recayó en el hipo de Cécrope, Pandión, cuya madre era Metiadusa, hija de Eupálamo. Pero no gozó del poder durante mucho tiempo, pues aunque murió Metión, sus hijos con Alcipa, o Ifínoe, demostraron ser tan envidiosos como él. Estos hijos se llamaban Dédalo, al que algunos, no obstante, llaman su nieto; Eupálamo, a quien otros llaman su padre; y Sición. A Sición se le llama también variadamente hijo de Erecteo, Pélope o Maratón, pues estas genealogías están muy confusas.
Cuando los hijos de Metión expulsaron a Pandión de Atenas él huyó a la corte del rey Pilas, Pilos o Pilón, un rey lélege de Megara, con cuya hija Pilia se casó. Más tarde Pilas mató a su tío Biante y, dejando que Pandión gobernara en Megara, se refugió en Mesenia, donde fundó la ciudad de Pilos.
Desalojado de allí por Neleo y los pelasgos de Yolco, penetró en la Elide y allí fundó una segunda Pilos.
En Megara Pilia dio a Pandión cuatro hijos: Egeo,







 Palante, Niso y Lico, aunque los hermanos envidiosos de Egeo difundieron el rumor de que este último era hijo bastardo de un tal Escirio. Pandión nunca volvió a Atenas. Tiene un altar de héroe en Megara, donde todavía se muestra su tumba en el Risco de Atenea Somormujo, como prueba de que este territorio perteneció en un tiempo a Atenas; fue disfrazada de esa ave que Atenea ocultó a su padre Cécrope bajo sus alas y lo llevó sin que sufriera daño alguno a Megara.
Después de la muerte de Pandión sus hijos marcharon contra Atenas, expulsaron a los hijos de Metión y dividieron el Ática en cuatro partes, como su padre les había ordenado que hicieran. Como Egeo era el mayor, recibió la soberanía de Atenas, en tanto que sus hermanos echaron suertes para el reparto del resto del reino. A Niso le tocó Megara y la región circundante hasta Corinto al oeste; a Lico le tocó la Eubea y a Palante el Ática meridional, donde engendró una tosca raza de gigantes.
El hijo de Pilas, Escirón, quien se casó con una hija de Pandión, disputó el derecho de Niso a Megara, y Éaco, llamado para juzgar la disputa, concedió el reino a Niso y sus descendientes, pero el mando de sus ejércitos a Escirón. En esa época se le dio a Megara el nombre de Nisa, y Niso dio también su nombre al puerto de Nisea, que él fundó. Cuando Minos mató a Niso lo enterraron en Atenas, donde todavía se ve su tumba detrás del Liceo. Sin embargo, los megarenses, quienes no admiten que su ciudad fuera tomada por los cretenses, pretenden que Megareo se casó con Ifínoe, la hija de Niso, y sucedió a éste.
Egeo, como Cécrope y Pandión, vieron su vida amenazada constantemente por las conspiraciones de sus parientes, entre ellos Lico, de quien se dice que fue desterrado de Eubea. Lico se refugió en el reino de Sarpedón y dio su nombre a Licia, después de visitar a Afareo en Arene y de iniciar a la casa real en los misterios de las Grandes Diosas Deméter y Perséfone, y también en los de Atis en Andania, la antigua capital de Mesenia. Esta Atis, que dio su nombre al país de Ática, era una de las tres hijas de Cránao, el rey autóctono de Atenas que reinaba en la época del diluvio de Deucalión. El bosquecillo de encinas de Andania, donde Lico purificaba a los iniciados, lleva todavía su nombre. Se le había otorgado la facultad de la profecía y fue su oráculo el que declaró posteriormente que si los mesenios mantenían a salvo cierta cosa secreta, un día recuperarían su patrimonio, pero si no la mantenían lo perderían para siempre. Lico se refería a una explicación de los misterios de la Gran Diosa grabada en una hoja de estaño, que los mesenios enterraron inmediatamente en una urna de bronce entre un tejo y un mirto en la cumbre del monte Itone. El tebano Épaminondas la desenterró finalmente cuando devolvió a los mesenios su gloria anterior.





El Liceo de Atenas también se llama así en honor de Lico; desde los tiempos más primitivos ha estado consagrado a Apolo, quien fue el primero que recibió el sobrenombre de «Liceo», y ahuyentaba a los lobos de Atenas con el olor de sus sacrificios.
Las genealogías míticas como éstas eran citadas siempre que se disputaba la soberanía de estados o privilegios hereditarios. La división de Megara entre el rey sagrado, quien realizaba los sacrificios necesarios, y su sucesor, quien mandaba el ejército, tiene su paralelo en Esparta (véase 74.1). El nombre de Egeo es testimonio de la existencia del culto de la cabra en Atenas (véase 8.1) y el de Lico lo es del culto del lobo; todo ateniense que mataba un lobo estaba obligado a enterrarlo mediante suscripción pública (Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: ii. 124). El somormujo estaba consagrado a Atenea como protectora de los barcos, y como el Risco de Atenea dominaba el mar, éste puede haber sido otro de los riscos desde los que su sacerdotisa lanzaba al pharmacos emplumado (véase 70.7; 89.6, etc.). Atis ( actes thea, «diosa de la costa escarpada») parece haber sido un título de la triple diosa ática; sus hermanas se llamaban Cránae («pétrea») y Granéeme («punto rocoso»; Apolodoro: iii.14.5); y como a Procne y Filomela, cuando se transformaron en aves, se las llamaba conjuntamente Atis (Marcial: i.54.9 y v. 67.2), es probable que ella se relacionara con el mismo ritual de la cima del risco. Atis, como Atenea, tiene otras epifanías de aves en Homero (véase 97.4). Los misterios de las Grandes Diosas que concernían a la resurrección fueron enterrados entre un tejo y un mirto porque estos árboles representaban, respectivamente, a la última vocal y la ultima consonante del alfabeto de árboles (véase 52.3) y estaban consagrados a la diosa de la Muerte.



EL NACIMIENTO DE TESEO



La primera esposa de Egeo fue Mélite, hija de Hoples; y la segunda Calcíope, hija de Rexenor; pero ninguna de ellas le dio hijos. Atribuía eso, y las desdichas de sus hermanas Procne y Filomela, a la ira de Afrodita, por lo que introdujo su culto en Atenas y luego fue a consultar con el oráculo de Delfos.
El oráculo le advirtió que “no debía abrir la boca de su repleto odre de vino hasta que llegara al punto más alto de Atenas si no quería morir de pena un día”, respuesta que Egeo no pudo interpretar.
En su viaje de regreso se detuvo en Corinto, y allí Medea le hizo jurar solemnemente que la ampararía contra todos sus enemigos si alguna vez se refugiaba en Atenas, y en cambio se comprometió a procurarle un hijo por arte de magia. Luego hizo una visita a Trecén, adonde sus viejos compañeros Piteo y Trecén, hijos de Pélope, habían ido recientemente desde Pisa para compartir un reino con el rey Ecio.
Ecio era el sucesor de su padre Antas, hijo de Posidón y Alcíone, quien, después de fundar las ciudades de Antea e Hiperea, se había hecho a la mar para fundar Halicarnaso en Caria. Pero Ecio parece haber poseído escaso poder, porque Piteo, después de la muerte de Trecén, unió Antea a Hiperea en una sola ciudad que dedicó conjuntamente a Atenea y Posidón y la llamó Trecén.





Piteo era el hombre más culto de su época y se cita con frecuencia uno de sus apotegmas morales sobre la amistad: «No debes marchitar la esperanza que la amistad ha concebido, sino colmar bien su medida.» Fundó en Trecén un templo de Apolo Oracular, que es el Templo más antiguo que sobrevive en Grecia, y dedicó también un altar a la diosa triple Temis. Tres tronos de mármol blanco, colocados ahora sobre su tumba detrás del templo de Ártemis Salvadora, les servían a él y otros dos de asientos para juzgar. También enseñó el arte de la oratoria en el templo de las Musas de Trecén —fundado por el hijo de Hefesto llamado Árdalo, el famoso inventor de la flauta— y existe todavía un tratado de retórica escrito por él.
Ahora bien, cuando Piteo vivía todavía en Pisa, Belerofonte le había pedido que se casara con su hija Etra, pero lo enviaron a Caria deshonrado antes que se pudiera celebrar el casamiento; aunque seguía comprometido con Belerofonte, ella tenía pocas esperanzas de que regresara. Por lo tanto, Piteo, afligido por la virginidad forzosa de su hija, e influido por Medea, la cual les estaba hechizando a todos desde lejos, emborrachó a Egeo y lo mandó a la cama con Etra. 







Esa misma noche, a una hora más avanzada, la gozó también Posidón. Pues, obedeciendo un sueño que le envió Atenea, dejó al borracho Egeo y pasó vadeando a la isla de Esfera, que se halla cerca de Trecén, llevando libaciones para derramarlas en la tumba de Esfero, el auriga de Pélope. Allí, con la connivencia de Atenea, la dominó Posidón, y luego Etra cambió el nombre de la isla de Esfera en Hiera y erigió en ella un templo a Atenea Apaturia, estableciendo la regla de que en adelante toda muchacha trecenia dedicase su cinturón a la diosa antes de casarse. Pero Posidón concedió generosamente a Egeo la paternidad de todos los hijos que le nacieran a Etra durante los cuatro meses siguientes.
Cuando Egeo despertó y se encontró en el lecho de Etra, le dijo a ésta que si les nacía un hijo no debía ser abandonado ni enviado a otra parte, sino que se le debía criar secretamente en Trecén. Luego volvió a Atenas para celebrar el Festival Panateneo, después de ocultar su espada y sus sandalias bajo una roca hueca llamada el Altar de Zeus el Fuerte, la que se hallaba en el camino de Trecén a Hermíone.
Si cuando el niño creciera podía mover esa roca y recuperar las prendas, se le debía enviar con ellas a Atenas. Entretanto, Etra debía guardar silencio para que los sobrinos de Egeo, los cincuenta hijos de Palante, no conspirasen contra su vida. La espada era una herencia de Cécrope.
En un lugar llamado ahora Genetlio, en el camino que va de la ciudad al puerto de Trecén, Etra dio a luz un niño. Algunos dicen que le dio inmediatamente el nombre de Teseo, porque las prendas habían sido depositadas para él; otros, que posteriormente él obtuvo ese nombre en Atenas. Fue criado en Trecén, donde su guardián, Piteo, difundió discretamente el rumor de que Posidón había sido su padre; y un tal Cónidas, a quien los atenienses siguen sacrificando un carnero la víspera de las Fiestas Teseas, fue su pedagogo. Pero algunos dicen que Teseo se crió en Maratón.
Un día Heracles, que comía en Trecén con Piteo, se quitó su piel de león y la arrojó sobre un taburete. Cuando los niños del palacio entraron comenzaron a gritar y huyeron, menos Teseo, que entonces tenía siete años y que corrió a tomar un hacha de la pila de leña y volvió audazmente dispuesto a atacar a un verdadero león.
A la edad de dieciséis años hizo una visita a Delfos y ofreció a Apolo el primer cabello que le habían cortado al llegar a la virilidad. Sólo se afeitó, no obstante, la parte delantera de la cabeza, como los árabes y misios, o como los belicosos abantes de Eubea, que con ello privaban a sus enemigos de una ventaja en la lucha cuerpo a cuerpo, A esta dase de tonsura, y al recinto donde él realizó la ceremonia, se les llama todavía téseos. Era ya un joven fuerte, inteligente y prudente; y Etra lo llevó a la roca bajo la cual Egeo había ocultado la espada y las sandalias y le refirió la historia de su nacimiento. Teseo no tuvo dificultad para mover la roca, a la que desde entonces se le llama la «Roca de Teseo», y recuperó las prendas. 







Sin embargo, a pesar de las advertencias de Piteo y de los ruegos de su madre, no quiso ir a Atenas por la ruta segura del mar, sino que insistió en viajar por tierra, impulsado por el deseo de emular las hazañas de su primo hermano Heracles, a quien admiraba mucho.





Teseo llevaba una piel de león como Heracles, y, por tanto, tuvo que haber sido el rey sagrado y no el sucesor. Pero cuando, después de las guerras persas, Teseo se convirtió en el principal héroe nacional de Atenas, al menos su paternidad tenía que ser ateniense, porque su madre era de Trecén.
Los mitógrafos decidieron, en consecuencia, resolver el problema de ambos modos. Teseo era ateniense, hijo de Egeo y mortal, pero siempre que necesitase reclamar a Posidón como padre podía hacerlo (véase 98.j y 101.f). En cualquiera de los dos casos su madre seguía siendo de Trecén. Atenas tenía allí intereses importantes. No se perdonaron esfuerzos para relacionar a Teseo con Heracles, pero los atenienses nunca llegaron a ser lo bastante poderosos como para convertirlo en un dios olímpico.
Parece, no obstante, que hubo por lo menos tres personajes mitológicos que se llamaban Teseo: uno de Trecén, otro de Maratón en Auca, y el tercero del territorio lapita. No se unificaron en un solo personaje hasta el siglo VI a. de C, cuando (como sugiere el profesor George Thomson) los Butadas, un clan lapita cuyos miembros habían llegado a ser los principales aristócratas de Atenas e incluso usurpado el sacerdocio pelasgo nativo de Erecteo, presentaron al Teseo ateniense como un rival de Heracles dorio (véase 47.4).
La visita de Etra a Esfera indica que la antigua costumbre de la auto-prostitución por muchachas solteras sobrevivió en el templo de Atenea durante algún tiempo después de haber sido implantado el sistema patriarcal. Difícilmente puede haber sido traído de Creta, pues Trecén no es una ciudad micénica, pero quizás era una importación cananea, como en Corinto.
Las sandalias y la espada son antiguos símbolos de realeza; la extracción de una espada de una roca parece haber formado parte del ritual de la coronación en la Edad de Bronce (véase 81.2). Odin, Galahad y Arturo





tuvieron que realizar todos ellos una hazaña análoga; y una espada inmensa, con puño de león y hundida en una roca, figura en la escena de un casamiento sagrado grabada en Hatasus (véase 145.5). Como a esta roca se la llama tanto Altar de Zeus el Fuerte como Roca de Teseo, puede suponerse que «Zeus» y «Teseo» eran títulos alternativos del rey sagrado que era coronado allí; pero le armaba la diosa. El «Apolo» al que Teseo dedicó su cabello sería Karu («hijo de la diosa Car»; véase 82.6 y 86.2), llamado también Car, Q're, o Carys, el rey solar al que le cortaban anualmente el cabello antes de su muerte (véase 83.3), como cortaban el del tirio Sansón y el del megarense Niso (véase 91.1). En una fiesta llamada la Comiria («recorte del cabello») los muchachos le sacrificaban sus guedejas en una ceremonia fúnebre anual, y luego los llamaban cúretes (véase 7.4). Esta costumbre, probablemente de origen libio (Herodoto: iv.194), se había extendido al Asia Menor y Grecia; una prohibición de la misma se da en el Levítico xxi.5. Pero en la época de Plutarco ya se adoraba a Apolo como el dios Sol inmortal y, en prueba de ello, conservaba el cabello rigurosamente sin cortar.


LOS TRABAJOS DE TESEO







Teseo salió para librar de bandidos el camino costero que llevaba de Trecén a Atenas. No se proponía intervenir en pendencias, sino vengarse de todos los que se atrevieran a molestarle, ajustando el castigo al delito, como hacía Heracles. En Epidauro le atacó Perifetes el rengo. Perifetes, a quien algunos llaman hijo de Posidón y otros hijo de Hefesto y Anticlea, poseía una gran maza de bronce, con la que solía matar a los caminantes; de ahí su apodo de Corunetes, o «el hombre del garrote». 





Teseo le arrancó la maza de las manos y lo mató con ella. Complacido con su tamaño y su peso, en adelante la llevó a todas partes con orgullo; y aunque él había podido parar su golpe mortal, en sus manos esta arma siempre mataba sin fallar.
En el lugar más estrecho del istmo, desde el que se ven el golfo de Corinto y el Sarónico, vivía Sinis, el hijo de Pemón, o, según dicen algunos, de Polipemón y Silea, hija de Corinto, quien pretendía ser hijo de Posidón. Le apodaban Pitiocantos o «doblador de pinos», porque tenía fuerza suficiente para inclinar las puntas de los pinos hasta que tocaban la tierra, y con frecuencia pedía a los transeúntes que le ayudasen en esa tarea, pero cuando lo hacían soltaba de pronto la punta del árbol, y éste, al enderezarse, lanzaba al aire a los incautos quienes se mataban al caer. O bien inclinaba las copas de dos árboles vecinos hasta que se tocaban y entonces ataba a cada una de ellas un brazo de su víctima, que era despedazada cuando los árboles volvían a enderezarse.
Teseo luchó con Sinis, lo dominó e hizo con él lo que él hacía con otros. 






En aquel momento una hermosa muchacha corrió a ocultarse en un bosquecillo de juncos y espárragos silvestres. Él la siguió y, tras una larga búsqueda, la encontró invocando a las plantas y prometiéndoles que nunca las quemaría ni destruiría si la ocultaban y salvaban. Cuando Teseo le juró que no la trataría con violencia, ella consintió en salir de allí y resultó que era Perígune, hija de Sinis. Perígune se enamoró de Teseo a primera vista, le perdonó la muerte de su odioso padre y, a su debido tiempo, le dio un hijo, Melanipo. Más tarde, la dio en matrimonio a Deyoneo el ecalio. Sin embargo, algunos dicen que Teseo mató a Sinis muchos años después y le dedicó los Juegos ístmicos, aunque habían sido fundados por Sísifo en honor de Melicertes, el hijo de Ino.






Luego, en Cromión, persiguió y mató a una puerca montés feroz y monstruosa que había dado muerte a tantos cromionios, que ya no se atrevían a arar sus campos. 





Este animal, que llevaba el nombre de la vieja que lo crió, era, según se decía, hijo de Tifón y Equidna.
Siguiendo el camino de la costa, Teseo llegó a los riscos escarpados que se alzan del mar y que se habían convertido en un baluarte del bandido Escirón. Algunos dicen que era corintio e hijo de Pélope o de Posidón, y otros que era hijo de Heníoque y Caneto. Escirón acostumbraba a sentarse en una roca y obligar a los viajeros a que le lavasen los pies; cuando ellos se inclinaban para hacerlo, les daba un puntapié y los arrojaba desde el risco al mar, donde una tortuga gigante que nadaba por los alrededores esperaba para devorarlos. (Las tortugas de mar se parecen a las de tierra, sólo que son más grandes y tienen aletas en vez de patas.) Teseo se negó a lavarle los pies a Escirón, lo levantó de la roca y lo arrojó al mar. Pero los megareses dicen que el único Escirón con que Teseo luchó era un honrado y generoso príncipe de Megara, padre de Endéis, que se casó con Éaco y dio a luz a Peleo y Telamón; añaden que Teseo mató a Escirón después de la toma de Eleusis, muchos años después, y que celebró los Juegos ístmicos en su honor bajo el patrocinio de Posidón.





Los riscos de Escirón se alzan cerca de las Rocas Molurias, y por ellos corre la senda que hizo Escirón cuando mandaba los ejércitos de Megara. Al fuerte viento del noroeste que sopla hacia el mar a través de esos riscos lo llaman Escirón los atenienses.
Prosiguiendo su viaje a Atenas, Teseo se encontró con Cerción, el arcadio, de quien algunos dicen que era hijo de Bronco y la ninfa Argíope, y otros que era hijo de Hefesto o Posidón. Desafiaba a los transeúntes a luchar con él cuerpo a cuerpo y luego los aplastaba con su fuerte abrazo. Pero Teseo lo levantó asiéndolo por las rodillas y, con gran complacencia de Deméter, que presenciaba el combate, lo arrojó de cabeza a tierra. La muerte de Cerción fue instantánea. Teseo no confiaba en la fuerza tanto como en la destreza, pues había inventado el arte de la lucha cuerpo a cuerpo, cuyos principios no habían sido comprendidos hasta entonces. 






En Eleusis se muestra todavía el lugar donde luchaba Cerción, situado en el camino que va a Megara, cerca de la tumba de su hija Álope, a la que se dice que violó Teseo.
Cuando llegó a Coridalo, en Ática, Teseo mató al padre de Sinis, Polipemón, apodado Procrustes, quien vivía junto al camino y tenía dos lechos en su casa, uno pequeño y el otro grande. Cuando ofrecía alojamiento a los viajeros por la noche, hacía que los hombres pequeños se acostasen en el lecho grande y los estiraba en un potro para que se ajustasen a él; y a los hombres altos los hacía acostar en el lecho pequeño y luego les serraba toda la parte de las piernas que sobresalía de él. 





Pero algunos dicen que sólo utilizaba un lecho y que alargaba o acortaba a sus huéspedes de acuerdo con su medida. En todo caso, Teseo hizo con él lo que él había hecho con otros.
La muerte de Perifetes ha sido inventada para explicar la maza de bronce de Teseo, igual a la que llevaba Heracles (véase 120.5).
La Cerda Cromiona, alias Fea, es la cerda blanca Deméter (véase 24.7 y 74.4), cuyo culto fue suprimido muy pronto en el Peloponeso. El que Teseo emprendiera su viaje sólo para matar a una cerda preocupaba a los mitógrafos: Higinio y Ovidio la convierten en un jabalí, y Plutarco la describe como una mujer bandido cuya conducta repugnante le mereció el apodo de «cerda». Pero aparece en el mito gales primitivo como la Vieja Cerda Blanca, Hen Wen, atendida por el porquerizo mago Coll ap Collfrewr, que introdujo el trigo y las abejas en Britania; y al porquerizo mago de Deméter, Eubuleo, se le recordaba en el Festival de las Tesmoforias en Eleusis, en el que cerdos vivos eran arrojados a una sima en su honor. Sus restos putrefactos servían luego para fertilizar el trigo para sembrar (Escoliasta sobre Diálogos entre prostitutas de Luciano ii.l).
Las fábulas de Escirón y Cerción se basan, al parecer, en una serie de imágenes que ilustraban la ceremonia de arrojar a un rey sagrado como pharmacos desde la Roca Blanca. El primer héroe que murió así fue Melicertes (véase 70.h), o sea Heracles Melkarth de Tiro, quien parece haber sido despojado de sus aderezos regios —la clava, la piel de león y los coturnos— y luego provisto con alas, aves vivas y un parasol para aminorar su caída (véase 89.6; 92.3 y 98.7). Esto es para indicar que Escirón, que aparece dispuesto a arrojar de un puntapié a un viajero al mar, es el pharmacos que se prepara para su prueba en las Esciroforias, que se celebraban en el último mes del año, es decir, en el solsticio de verano; y que una segunda escena, explicada como la lucha cuerpo o cuerpo de Teseo con Cerción, le muestra levantado al aire por su sucesor (como en la terracota del peristilo real de Atenas; Pausanias: i.3.1), mientras la sacerdotisa de la diosa observa complacida.





 Ésta es una situación mitológica común: Heracles, por ejemplo, luchó por un reino con Anteo en Libia (véase 133.h), y con Erix en Sicilia (véase 132.q); Odiseo con Filomélides en Ténedos (véase 161.f). Una tercera escena, tomada como la venganza de Teseo con Escirón, muestra al pharmacos lanzándose al aire con el parasol en la mano. En una cuarta, ha llegado al mar y su parasol flota en las olas; la supuesta tortuga que esperaba para devorarlo era sin duda el parasol, pues no hay constancia de ningún culto de la tortuga en Ática.
El nombre de Cerción lo relaciona con el culto del cerdo. Lo mismo sucede con sus padres: Branco se refiere al gruñido de los cerdos, y Argíope es un sinónimo de Fea. Fue sin duda Teseo el hijo de Posidón quien violó a Álope, es decir, suprimió el culto de la diosa Luna de Megara como Zorra (véase 49.2).
Tanto a Sinis como a Escirón se los describe como el héroe en cuyo honor fueron dedicados nuevamente los Juegos ístmicos; el apodo de Sinis era Pitiocantos; y Escirón, como Pitiocantos, era un viento del nordeste. Pero como los Juegos ístmicos habían sido fundados originalmente en memoria de Heracles Melkarth, la destrucción de Pitíocantos parece referirse a la supresión del culto de Bóreas en Atenas, el cual, no obstante, fue restablecido después de las guerras persas (véase 48.4). En ese caso, los Juegos ístmicos son análogos a los Juegos Píticos, fundados en memoria de Pitón, que era el Viento Norte fertilizante y también el alma del rey sagrado muerto por su rival Apolo. Además, «Procrustes», según Ovidio y el escoliasta sobre Hipólito de Eurípides (977), era sólo otro apodo de Sinis-Pitiocantos; y Procrustes parece ser un personaje novelesco inventado para explicar una imagen familiar: el cabello del rey viejo —Sansón, Pterelao (véase 89.7), Niso (véase 91.1), Curoi, Llew Llaw, o como quiera que se le llamase— está atado al poste de la cama por su novia traidora, mientras su rival avanza, con el hacha en la mano, para matarlo. «Teseo» y sus helenos abolieron la costumbre de arrojar al rey viejo por la Roca Moluria y volvieron a dedicar los juegos a Posidón a expensas de Ino; Ino era uno de los títulos anteriores de Atenea.


 TESEO Y MEDEA



Cuando llegó al Ática, Teseo encontró junto al río Cefiso a los hijos de Fítalo, quienes le purificaron de la sangre que había derramado, pero especialmente de la de Sinis, su pariente materno. El altar de Zeus Benigno, en el que se realizó esa ceremonia, se alza todavía a la orilla del río. Luego los Fitálidas acogieron a Teseo como su huésped; fue la primera verdadera hospitalidad de que había sido objeto desde que abandonara Trecén. Vestido con una larga túnica que le llegaba a los pies y con el cabello bien trenzado, entró en Atenas en el octavo día del mes Cronio, llamado ahora Hecatombeón. 






Al pasar junto al templo casi terminado de Apolo el Delfín, unos albañiles que trabajaban en el techo le tomaron equivocadamente por una muchacha y le preguntaron con impertinencia por qué le dejaban andar sin acompañantes. Sin dignarse contestar, Teseo desunció los bueyes del carro de los albañiles y lanzó a uno de ellos al aire muy por encima del techo del templo.
Ahora bien, mientras Teseo crecía en Trecén, Egeo había mantenido su promesa a Medea. Le dio albergue en Atenas cuando huyó de Corinto en el célebre carro tirado por serpientes aladas 







y se casó con ella, confiando con razón en que sus hechizos le permitirían engendrar un heredero, pues, todavía no sabía que Etra le había dado a Teseo.
Pero Medea reconoció a Teseo tan pronto como llegó a la ciudad y sintió celos por Medo, el hijo que había tenido con Egeo, de quien se esperaba generalmente que le sucediera en el trono de Atenas. En consecuencia, convenció a Egeo de que Teseo venía como espía o asesino e hizo que le invitara a un banquete en el templo del Delfín. Egeo, que utilizaba el templo como su residencia, le ofrecería entonces una copa de vino preparada por ella.






 Esa copa contendría matalobos, veneno que Medea había llevado de la bitinia Aquerusia, donde salió por primera vez de la espuma mortífera que esparció Cerbero cuando Heracles lo sacó a rastras del Tártaro; como el matalobos florece en las rocas desnudas, los campesinos lo llaman «acónito».
Algunos dicen que cuando sirvieron el asado en el Delfinio, Teseo desenvainó ostentosamente su espada, como si fuera a trinchar la carne, con lo que atrajo la atención de su padre; pero otros dicen que, sin recelar nada, se llevó la copa a los labios antes de que Egeo observase las serpientes erectidas grabadas en el puño de marfil de la espada y que entonces arrojó el veneno al suelo. 









El lugar donde cayó la copa se muestra todavía, separado del resto del templo.
Siguió el mayor júbilo que había presenciado hasta entonces Atenas. Egeo abrazó a Teseo, convocó una asamblea pública y lo reconoció como su hijo. Encendió fogatas en todos los altares e hizo muchos donativos a las imágenes de los dioses; sacrificó hecatombes de bueyes enguirnaldados y en todo el palacio y la ciudad entera nobles y plebeyos banqueteaban juntos y cantaban las hazañas gloriosas de Teseo que ya superaban en número a sus años de vida.
Luego Teseo fue, con el propósito de vengarse, en busca de Medea, la cual le eludió rodeándose por una nube mágica y poco después salió de Atenas con el joven Medo y una escolta que Egeo le proporcionó generosamente. Pero algunos dicen que huyó con Políxeno, el hijo que había tenido con Jasón.
Palante y sus cincuenta hijos, quienes ya antes de eso habían declarado que Egeo no era un verdadero erectida y por tanto no tenía derecho al trono, se rebelaron abiertamente cuando aquel extranjero andariego amenazó con frustrar sus esperanzas de gobernar Atenas. Dividieron sus fuerzas: Palante, con veinticinco de sus hijos y numerosos partidarios, marchó contra la ciudad desde Esfeto, en tanto que los otros veinticinco se emboscaban en Gargeto. Pero Teseo, informado de sus planes por un heraldo llamado Leos, del clan de Agnunte, cayó súbitamente sobre los emboscados y destruyó toda la fuerza.








 En vista de ello, Palante desbandó a los suyos y pidió la paz. Los Palántidas nunca han olvidado la traición de Leos y todavía los miembros de su clan no se casan con los agnusios, ni permiten que los heraldos inicien sus proclamas con las palabras «.¡ Akouete leoi!» («Oíd, ciudadanos»), por la semejanza de la palabra leoi con el nombre de Leos.
La expulsión de Medea, primeramente de Corinto y luego de Atenas, se refiere a la supresión por los helenos del culto de la diosa Tierra; su carro tirado por serpientes demuestra que era una Deméter corintia (véase 24.m). La derrota de los Palántidas por Teseo se refiere análogamente a la supresión del culto de la Atenea original (véase 9.1 y 16.2), con su colegio de cincuenta sacerdotisas.
Que los palántidas y agnusios no se casasen entre ellos puede ser una reliquia de exogamia, con su complejo sistema de casamiento de grupo entre las fratrías; cada fratría o sub-fratría se componía de varios clanes totémicos; si es así, palántidas y agnusios pertenecerían a la misma subfratría y el casamiento estaba permitido solamente entre miembros de subfratrías diferentes (véase 80.5). El clan palántida tenía probablemente como tótem una cabra, así como los agnusios tenían un cordero, los leóntidas un león y los erecteidas una serpiente. Muchos otros clanes totémicos están insinuados en la mitología ática: entre ellos los del cuervo, el ruiseñor, la abubilla, el lobo, el oso y la lechuza.






A juzgar por los mitos de Teseo y Heracles, tanto la suma sacerdotisa de Atenea en Atenas como la de Hera en Argos pertenecían a un clan del león en el que adoptaban a los reyes sagrados; y un anillo de oro encontrado en Tirinto muestra a cuatro hombres-león ofreciendo vasos para las libaciones a una diosa sentada, que tiene que ser Hera, pues un cuclillo está posado detrás de su trono (véase 12.4). A pesar de que en Creta no había leones, figuraban también allí como animales de la diosa. Atenea no estaba asociada con el cuclillo, pero sí con otras aves que podían ser de origen totémico. En Homero aparece como halieto ( Odisea iii.371) y gorrión ( Ibid., XXI 5239); en compañía de Apolo como buitre ( Ilíada vii.58), y en compañía de Hera como una paloma ( Ibid., v.778). En un pequeño jarrón ateniense de 500 a. de C, se la ve como alondra; y Atenea somormujo, o alcatraz, tenía un altar cerca de Megara (Pausanias: i.5.3 y 41.6; véase 94.c). Pero la lechuza sabia era su epifanía principal. El clan de la lechuza conservó su ritual hasta el final de la época clásica; iniciados disfrazados de lechuza realizaban la ceremonia de cazar a su ave totémica (Eliano: Varia historia xv.28; Pólux: iv.103; Ateneo: 391a-b y 629f).
La negativa por los Palántidas de que Egeo y Teseo eran verdaderos erectidas puede reflejar una protesta del siglo VI en Atenas contra la usurpación por los butades inmigrantes (que retocaron la leyenda de Teseo) del sacerdocio erectida nativo (véase 95.3).



TESEO EN CRETA



Es materia de discusión si Medea persuadió a Egeo para que enviara a Teseo contra el feroz toro blanco de Posidón, o si fue después de la expulsión de Medea de Atenas cuando Teseo emprendió la destrucción de ese monstruo que respiraba fuego, con la esperanza de congraciarse más con los atenienses. Llevado por Heracles desde Creta, dejado en libertad en la llanura de Argos y arrojado desde allí a través del istmo hasta Maratón, el toro había matado a centenares de hombres entre las ciudades de Probalinto y Tricorinto, incluyendo, según dicen algunos a Androgeo, el hijo de Minos. 







Sin embargo, Teseo se asió a los cuernos mortíferos y arrastró al toro en triunfo a lo largo de las calles de Atenas, subiendo por la ladera empinada hasta la Acrópolis, donde lo sacrificó a Atenea o a Apolo.
En compensación por la muerte de Androgeo, Minos ordenó que los atenienses enviaran siete muchachos y siete doncellas cada nueve años —es decir a la terminación de cada Gran Año, 100 lunaciones— al Laberinto de Creta, donde esperaba el Minotauro para devorarlos. Este Minotauro, que se llamaba Asterio, o Asterión, era el monstruo con cabeza de toro que Pasífae había tenido con el toro blanco.





Poco después de la llegada de Teseo a Atenas venció la fecha del tributo por tercera vez, y sintió tanta lástima por los padres cuyos hijos podían ser elegidos por sorteo que él mismo se ofreció como una de las víctimas, a pesar de las fervorosas tentativas que hizo Egeo para disuadirle. 





Pero algunos dicen que le tocó ir por sorteo. Según otros, el rey Minos fue personalmente con una gran flota a elegir las víctimas, y su mirada recayó en Teseo, quien, aunque era natural de Trecén y no de Atenas, se ofreció voluntariamente a ir, con la condición de que si vencía al Minotauro sin armas se anularía el tributo.
En las dos ocasiones anteriores el barco que conducía las catorce víctimas llevaba velas negras, pero Teseo confiaba en que los dioses le ayudarían, y por tanto Egeo le dio una vela blanca para que la izase a su regreso en señal de buen éxito; aunque algunos dicen que era una vela roja, teñida con jugo de coscoja.
Una vez realizado el sorteo en el Tribunal de Justicia, Teseo llevó a sus compañeros al Delfinio, donde hizo por ellos a Apolo la ofrenda de un ramo de olivo sagrado, coronado con una banderola de lana blanca. Las catorce madres llevaron provisiones para el viaje y relataron a sus hijos fábulas y cuentos heroicos para animarlos. Pero Teseo reemplazó a dos de las doncellas con un par de muchachos afeminados que poseían un valor y una presencia de ánimo extraordinarios. Ordenó a éstos que tomaran baños calientes, evitaran los rayos del sol, se perfumasen el cabello y el cuerpo con ungüentos y se ejercitasen en hablar, hacer gestos y caminar como las mujeres. Así podía engañar a Minos haciéndolos pasar por doncellas.
Féax, el antepasado de los feacios, entre los cuales se hallaba Odiseo, iba como piloto en la proa de la nave de treinta remos en la que navegaron, porque ningún ateniense conocía todavía el arte de la navegación. Algunos dicen que el timonel era Ferecló, pero es probable que tengan razón los que le llaman Nausítoo, pues Teseo, a su regreso, erigió monumentos a Nausítoo y Féax en Falero, el puerto de partida; y el Festival de los Pilotos local se celebra conjuntamente en honor de los dos.






El oráculo de Delfos había aconsejado a Teseo que llevara a Afrodita como guía y compañera en el viaje. En consecuencia le ofreció un sacrificio en la playa, y he aquí que la víctima, una cabra, se convirtió al morir en macho cabrío. Este prodigio mereció a Afrodita el titulo de Epitragia.
Teseo se hizo a la mar el día 6 del mes Muniquión [abril]. Todos los años en esa fecha los atenienses siguen enviando vírgenes al Delfinio para propiciar a Apolo, porque Teseo omitió el hacerlo antes de partir. El desagrado del dios se puso de manifiesto en forma de una tormenta que obligó a Teseo a refugiarse en Delfos y a ofrecer allí los sacrificios olvidados.
Cuando la nave llegó a Creta algunos días después, Minos bajó al puerto para contar las víctimas. Se enamoró de una de las doncellas atenienses —no hay acuerdo sobre si era Peribea (la que fue luego madre de Ayas), o Eribea, o Ferebea, pues las tres tenían nombres parecidos— y la habría poseído allí mismo si Teseo no hubiera protestado diciendo que era su deber, como hijo de Posidón, defender a las vírgenes contra los ultrajes de los tiranos. Minos, riendo lascivamente, replicó que no se sabía que Posidón hubiera mostrado nunca un respeto delicado por ninguna de las vírgenes de las que se encaprichaba.
—¡Ja, ja! —exclamó—. Demuestra que eres un hijo de Posidón devolviéndome esta chuchería.
Y diciendo eso arrojó su sello de oro al mar.
—Demuestra tú primero que eres un hijo de Zeus —replicó Teseo.
Minos lo hizo. A su ruego: «¡Escúchame, Padre Zeus!», respondieron inmediatamente un relámpago y un trueno. Sin más rodeos, Teseo se sumergió en el mar, donde un gran cardumen de delfines le acompañó honorablemente hasta el palacio de las Nereidas. Algunos dicen que la nereida Tetis le dio entonces la corona enjoyada, el regalo de boda de Afrodita que más tarde llevaría Ariadna; otros, que fue la propia Anfitrite, diosa del Mar -esposa de Poseidon- 





quien se la entregó, y que envió a las nereidas nadando en todas las direcciones en busca del anillo de oro. Fuera como fuese, cuando Teseo salió del mar llevaba consigo tanto el anillo como la corona, según ha constatado Micón en su pintura en la tercera pared del templo de Teseo.
Afrodita había acompañado ciertamente a Teseo pues, no sólo Peribea y Ferebea invitaron al héroe caballero a sus lechos sin que fueran desairadas, sino que, además, la hija de Minos, Ariadna, se enamoró de él a primera vista. «Te ayudaré a matar a mi hermanastro, el Minotauro —le prometió en secreto— si puedo volver a Atenas contigo como tu esposa.» 






Teseo aceptó de buena gana ese ofrecimiento y le prometió casarse con ella. Ahora bien, Dédalo, antes de salir de Creta, había dado a Ariadna un ovillo de hilo mágico y le dio instrucciones sobre la manera de entrar y salir del Laberinto.
Debía abrir la puerta de entrada y atar al dintel el extremo suelto del hilo; el ovillo iría desenredándose y disminuyendo a medida que avanzase, tortuosamente y dando muchas vueltas, hacia el recinto más recóndito donde se alojaba el Minotauro. Ariadna entregó ese ovillo a Teseo y le dijo que siguiera el hilo hasta que llegara adonde dormía el monstruo, al que debía asir por el cabello y sacrificar a Posidón.
Luego podría volver siguiendo el hilo, que iría enrollando y formando de nuevo el ovillo.





Esa misma noche Teseo hizo lo que se le había dicho, pero es motivo de mucha discusión si mató al Minotauro con una espada que le dio Ariadna, 





o con sus manos desarmadas,








 o con su célebre clava.
Cuando Teseo salió del Laberinto, salpicado con sangre, Ariadna le abrazó apasionadamente y condujo al puerto a todo el grupo ateniense. Pues, entretanto, los dos muchachos de aspecto afeminado habían matado a los guardias del alojamiento de las mujeres y puesto en libertad a las víctimas doncellas.
Todos ellos embarcaron sigilosamente en su nave, en la que les esperaban Nausítoo y Féax, y se apresuraron a alejarse remando. Pero aunque Teseo había desfondado previamente los cascos de varias naves cretenses para impedir la persecución, se dio la alarma y se vio obligado a librar un combate naval en el puerto antes de escapar, afortunadamente sin pérdidas, a cubierto de la oscuridad.





Algunos días más tarde, después de desembarcar en la isla llamada entonces Día y ahora Naxos, 






Teseo dejó a Ariadna dormida en la playa y se hizo nuevamente a la mar. El motivo por el que actuó así será siempre un misterio. Algunos dicen que la abandonó en favor de una nueva amante, Eglé, hija de Panopeo; otros dicen que mientras le detenían en Día vientos contrarios reflexionó sobre el escándalo que causaría en Atenas la llegada de Ariadna. Y no faltan quienes afirman que Dioniso se le apareció a Teseo en un sueño y le exigió amenazadoramente que le entregase a Ariadna, y que cuando despertó Teseo y vio que la flota de Dioniso se disponía a atacar Dia, levó anclas presa de un terror súbito, y un hechizo de Dioniso le hizo olvidar su promesa a Ariadna e incluso su existencia misma.
Sea cual fuere la verdad, los sacerdotes de Dioniso en Atenas afirman que cuando Ariadna se encontró en la costa desierta irrumpió en amargos lamentos, recordando cómo había temblado mientras Teseo se disponía a dar muerte a su monstruoso hermanastro; cómo había hecho votos silenciosos por su buen éxito; y cómo, por el amor que le tenía, había abandonado a sus padres y su patria. 





Invocó al universo entero para que la vengase y el Padre Zeus asintió con un movimiento de cabeza. Luego, amable y bondadosamente, 







Dioniso, con su alegre séquito de sátiros y ménades, acudió en socorro de Ariadna.
Se casó en seguida con ella y le puso en la cabeza la corona de Tetis, y ella le dio muchos hijos. De ellos sólo a Toante y Enopión se los llama a veces hijos de Teseo. La corona, que Dioniso puso más tarde entre las estrellas como la Corona Boreal, había sido hecha por Hefesto con oro ardiente y gemas rojas de la India colocadas en forma de rosas.
Sin embargo, los cretenses se niegan a admitir que existiera alguna vez el Minotauro, o que Teseo conquistara a Ariadna por medios clandestinos. Describen el Laberinto como solamente una prisión bien vigilada en la que se mantenía a los jóvenes y las doncellas atenienses preparados para los juegos fúnebres de Androgeo. Algunos eran sacrificados en su tumba; otros eran entregados como esclavos a los ganadores de los premios. Sucedía que el cruel y arrogante Tauro, general de Minos, obtenía todos los premios un año tras otro, pues ganaba todos los juegos en los que tomaba parte, con gran disgusto de sus rivales. Además había perdido la confianza de Minos porque circulaba el rumor de que tenía un amorío adúltero con Pasífae, con la connivencia de Dédalo, y uno de los hijos mellizos de ella se parecía mucho a él. En consecuencia, Minos accedió de buena gana al pedido de Teseo de que le concediera el privilegio de luchar cuerpo a cuerpo con Tauro. En la antigua Creta asistían a los juegos tanto las mujeres como los hombres, y Ariadna se enamoró de Teseo cuando tres veces seguidas le vio lanzar al campeón sobre su cabeza y clavar sus hombros en la tierra. El espectáculo proporcionó a Minos casi la misma satisfacción; otorgó a Teseo el premio, lo aceptó como su yerno y anuló el cruel tributo.

Un inciso: la Taurokathapsia.


Como ya vamos viendo a lo largo de éstas entradas, el toro y todo lo relacionado con el ocupa un aspecto central en éstos mitos. Conviene pués dedicar un espacio a comprenderlos.
El Culto al toro.
Diversos estudiosos situan el origen en Catal Huyuk en el V milenio a.C. Dos elementos de Catal HúyUk nos pueden dar cierta luz sobre las posteriores manifestaciones cretenses. En primer lugar, la constatación desde el principio que en las habitaciones de culto ya aparecían altares con cuernos de bóvidos llevó  a compararlós con los conocidos «cuernos de consagración cretenses». Posteriormente fueron hallados más ejemplos de los miembros más representativos del toro: las cabezas y cuernos.




En otras ocasiones los «bucrania» aparecen junto a la figura rechoncha de una divinidad en el momento del parto, la conocida Gran Diosa de Catal Húyúk, representando el elemento masculino.
Todos estos datos nos proporcionaba la posibilidad de reconstruir el «panteón» de esta cultura anatolia: La Diosa-Madre 






presidiendo el culto, acompañada por un elemento masculino simbolizado por las cabezas de toros. Es decir, un culto ligado a la fertilidad y a las divinidades subterráneas.
El segundo elemento de importancia de esta cultura son sus pinturas murales. En ellas aparecen frecuentemente escenas de caza de toros salvajes de grandes proporciones, 





el Bos primigenius  antecedente de la variedad bovina que constataremos en Creta.  Estas escenas están acompañadas por danzas de tipo ritual. Parece que la caza del toro no era un mero ejercicio de supervivencia física sino un rito de veneración de la fuerza animal, de la naturaleza en estado salvaje a la cual la comunidad debía rendir tributo.





Parece muy probable que estas escenas de las pinturas murales representen el ciclo completo del rito mistérico de la vida y la muerte fuertemente relacionado con los ciclos vegetativos de las estaciones de siembra y recolección. No es extraño, pues, que estos ciclos agrarios se perpetuasen a través de la religión en el elemento femenino, representado por el culto a la Diosa-Madre, la fuerza procreadora. A su lado, en segundo plano, aunque necesario, se encuentra el hombre, representado por el toro, que aporta la semilla para que el «Hieros Gamos» tenga lugar cada año.
El culto a la divinidad femenina llamada Diosa-Madre de la que el culto al toro es elemento representativo de la fuerza masculina parece que se confirma en Anatolia a lo largo de la Edad del Bronce.
El parecido de estas estructuras halladas en Beycesultan en estratos correspondientes al 2500-2400 a.C. a los llamados cuernos de consagración cretenses




 es un hecho que confirma todavía más la línea pretendida de la continuidad entre las diversas civilizaciones del mundo anatolio y la cultura minoica del 20 milenio a.C..
Este somero repaso nos puede aportar datos decisivos para entender el contexto religioso en que tenían lugar los juegos del toro en la Creta minoica.
La presencia del culto al toro y su simbología religiosa en Creta es de época muy temprana. Ya en la época prepalacial (2900-2000 a.C.) fue hallada en Myrtos (Foumou Korifi) a pocos kilómetros de lerapetra una figura antropomórfica que fue calificada por su descubridor P. Warren como el primer antecedente de la Gran Diosa minoica y llamaba la atención acerca de la similitud entre la diosa de Myrtos y la celebérrima estatua sedente Gran Diosa-Madre de Catal Húyúk flanqueada por dos leopardos. 






Curiosamente en el mismo santuario apareció el ejemplar más antiguo de cuernos sacros del que tenemos mención y además parece atestiguado un cierto culto funerario a tenor de la pavimentación de ciertas zonas.
El intento del hombre por derrotar al toro agarrándolo por la cornamenta tuvo ya desde época antigua una fuerte carga simbólica asociada a rituales mágicos, como hemos visto en los casos de Hercules y Teseo.
La asociación de estos juegos del toro a cultos de ultratumba no implica necesariamente un sentido negativo de la vida, sino una afirmación de la misma.





Se observan desde estas primeras escenas cuál será la naturaleza de estos juegos. El toro depositario de la fuerza bruta y enfrente el hombre, representado por jóvenes atletas que buscan derrotarlo y quien sabe si escalar puestos dentro de la comunidad por su nuevo carácter de héroes. Es una transposición de los ciclos vegetativos en los que la naturaleza se renueva constantemente: las nuevas generaciones van desplazando a las antiguas y las acrobacias y luchas con los toros son una buena prueba de ello.





Así pues los juegos del toro surgen en esta época como una manifestación añadida del ceremonial religioso dedicado a una divinidad protectora de la naturaleza y asociada a los ciclos de la vegetación, que en Creta corresponde a una divinidad femenina y que adopta diversas formas como las conocidas






Diosa de las Serpientes, Señora de las Fieras o también una divinidad doméstica.
Las semejanzas con el mundo descrito en las culturas anatolias es evidente. El mismo tipo de sociedad agraria que pone especial énfasis en cuidar los ciclos vegetativos, base de existencia diaria. 




Comparación entre el Bos Primigenius como el que era habitual en Creta y el toro actual.
El toro, símbolo de la fuerza, asociado a ritos funerarios, creencias en al más allá y algunos aspectos que entran en el mundo de la magia y la superstición también parece reforzar la idea de la asimilación por parte de las gentes cretenses de ritos cultuales que se remontaban a muchos milenios atrás y quién sabe si traídos por los pueblos de Anatolia.
Sin embargo, la aparición de estos juegos del toro se puede considerar un fenómeno genuino de la civilización minoica sin parangón con cultura anterior alguna. Esta innovación de la que tantos ejemplos nos va a proporcionar la iconografía creto-micénica constituye uno de los elementos más característicos que distinguen a la civilización cretense de las culturas de alrededor, pero, al mismo tiempo, este aspecto distintivo se encuadra dentro de un contexto social y religioso común que anteriormente a la gran civilización minoica ya habían desarrollado otras culturas que, a través de los milenios, nutrieron a la cretense.
Taurokathapsia, es el nombre que recibe el juego con del toro.
Dado el carácter sagrado que tenía el Toro para la civilización minoica y su condición de símbolo de fortaleza y fecundidad, estos saltos del toro pudieran ser en origen un rito de paso de la adolescencia a la madurez que practicaban los jóvenes cretenses. Un ritual a través del cual, por el contacto con el toro en la práctica del salto, ya fuese al apoyarse en los cuernos, en el morrillo o en el lomo, se transmitía de forma “mágica” su fortaleza y capacidad fecundadora.
En la taurokathapsia , los acróbatas realizan saltos sobre los lomos de los toros. El toro depositario de la fuerza bruta y enfrente el hombre, representado por jóvenes atletas que buscan derrotarlo. Cabe mencionar las numerosas representaciones femeninas en los frescos de las paredes, tanto del palacio de Cnosos como en otros situados también en Creta. Las mujeres aparecen con mayor frecuencia que los hombres y como en este caso aparecen interviniendo en las famosas piruetas del salto del toro. Este testimonio pictórico demuestra el papel predominante de las mujeres en las escenas ceremoniales de la cultura minoica.
Tipos de saltos
“Diving Leaper”, el saltador no se apoya en los cuernos del toro, sino que, con impulso propio, salta por encima de la cabeza del animal y se apoya en el cuerpo para realizar la voltereta y terminar el salto en el suelo directamente o bien realizando un segundo apoyo sobre los cuartos traseros


semejante a ése que aún se realiza en determinadas festividades





“Salto de Evans” ,en recuerdo, imagino, del famoso fresco que el arqueólogo descubrió en Cnosos. El saltador se apoya en los cuernos del toro para, aprovechando el movimiento innato de la embestida del animal, impulsarse por encima de su cuerpo y, tras realizar una cabriola en el aire, apoyarse sobre el lomo para lanzarse al suelo.







Volvamos a la narración de Robert Graves...
Una canción beocia tradicional confirma esta tradición de que no todas las víctimas eran sacrificadas. Explica que los cretenses enviaban a Delfos la ofrenda de sus primogénitos, en su mayoría hijos de esclavos atenienses cretanizados. Los delfianos, sin embargo, no podían soportar esa carga sobre los recursos de su pequeña ciudad y por lo tanto los enviaron a que fundasen una colonia en Yapigia, Italia.
Los chipriotas y otros ofrecen un relato completamente distinto. Dicen que Minos y Teseo convinieron en jurar que ningún barco —con excepción del Argo,









 al mando de Jasón, quien tenía la misión de librar el mar de piratas— podría navegar por aguas griegas con más de cinco tripulantes.
Cuando Dédalo huyó de Creta a Atenas, Minos violó su pacto al perseguirlo con barcos de guerra, y así se ganó la ira de Posidón, que había sido testigo del juramento, y desencadenó una tempestad que lo llevó a morir en Sicilia. El hijo de Minos, Deucalión, heredó la querella y amenazó con que si los atenienses no entregaban a Dédalo daría muerte a todos los rehenes que le había dado Teseo al concluir el pacto.
Teseo replicó que Dédalo era pariente consanguíneo suyo y preguntó apaciblemente si no se podía llegar a alguna transacción. Cambió varias cartas sobre el asunto con Deucalión, pero entretanto construía barcos en secreto, algunos en Tumátidas, un puerto lejos del camino público, y otros en Trecén, donde Piteo tenía un astillero del que nada sabían los cretenses. Al cabo de uno o dos meses se hizo a la mar su flotilla, al mando de Dédalo y otros fugitivos de Creta; y los cretenses, tomando equivocadamente a las naves que se acercaban por parte de la flota perdida de Minos, les hicieron un gran recibimiento. En consecuencia, Teseo se apoderó del puerto sin oposición, y fue directamente a Cnosos, donde dominó a los guardias de Deucalión y mató al propio Deucalión en una habitación interior del palacio. El trono de Creta pasó entonces a Ariadna, con quien Teseo llegó generosamente a un acuerdo; ella le entregó los rehenes atenienses y se concluyó un tratado de amistad perpetua entre las dos naciones, sellado por la unión de las dos coronas, pues, en efecto, Ariadna se casó con Teseo.
Tras largos festejos, partieron juntos apara Atenas, pero una tempestad los llevó a Chipre. Allí Ariadna, quien ya estaba encinta de Teseo y temía que el mareo le hiciera abortar, pidió que la desembarcaran en Amatunte. Se hizo eso, pero apenas había vuelto Teseo a su nave cuando un viento violento obligó a toda la flota a volver a hacerse a la mar. Las mujeres de Amatunte trataron a Ariadna bondadosamente, consolándola con cartas que fingían haberse recibido de Teseo, quien estaba reparando su nave en la costa de una isla cercana; y cuando murió de sobreparto la enterraron suntuosamente. En Amatunte 






muestran todavía la tumba de Ariadna, en un bosquecillo consagrado a ella como Aridela.
Teseo, cuando volvió de la costa de Siria, se afligió mucho al enterarse de que había muerto y dotó a su culto con una gran cantidad de dinero. Los chipriotas celebran todavía el festival de Ariadna el día 2 de septiembre, cuando un joven se acuesta en su tumba y finge ser una mujer con dolores de parto; y adoran dos estatuillas de ella, una de plata y la otra de bronce, que les dejó Teseo. Dicen que Dioniso, lejos de casarse con Ariadna, estaba indignado porque ella y Teseo habían profanado su gruta de Naxos, y se quejó a Ártemis, quien le dio muerte cuando estaba de parto con flechas despiadadas; pero algunos dicen que ella se ahorcó por temor a Ártemis.
Para resumir la historia de Teseo: desde Naxos navegó a Délos, y allí hizo sacrificios a Apolo y realizó juegos atléticos en su honor. Fue entonces cuando introdujo la nueva costumbre de coronar al vencedor con hojas de palmera y poner un tallo de palmera en su mano derecha. También dedicó prudentemente al dios una pequeña imagen de madera de Afrodita, obra de Dédalo, que Ariadna había llevado de Creta y dejado en su nave, y que podía haber sido objeto de comentarios cínicos por parte de los atenienses. Esta imagen, que todavía se exhibe en Délos, descansa sobre una base cuadrada en vez de pies y está constantemente enguirnaldada.
Un altar con cuernos se alza junto al lago redondo de Délos. Lo construyó personalmente Apolo cuando sólo tenía cuatro años de edad, con los cuernos compactamente unidos de innumerables cabras que había matado Ártemis en el monte Cinto; ésa fue su primera proeza arquitectónica. Los cimientos del altar y las paredes que lo encierran están hechas también completamente con cuernos, todos ellos tomados del mismo lado de las víctimas, pero se discute si del izquierdo o del derecho. Lo que hace que la obra figure entre las siete maravillas del mundo es que no se empleó en la construcción mortero ni ningún otro coligativo. Alrededor de ese altar —o, según otra versión, alrededor de un altar de Afrodita en el que se había puesto la imagen dedálica





— bailaron Teseo y sus compañeros la danza llamada la Grulla, que consiste en evoluciones laberínticas realizadas con pasos mesurados con acompañamiento de arpas. Los delios bailan todavía esa danza que llevó Teseo de Cnosos, Dédalo había construido allí para Ariadna una pista de baile en la que estaba marcado en relieve de marmol blanco un laberinto copiado del egipcio. Cuando Teseo y sus compañeros bailaron la Grulla en Cnosos fue la primera ocasión en que hombres y mujeres danzaron juntos. La gente chapada a la antigua, especialmente los marineros, conservan la misma danza en muchas ciudades de Grecia y del Asia Menor, lo mismo que los niños en la campiña italiana, y constituye la Base de los fuegos de Troya.
Ariadna no tardó en vengarse de Teseo. Bien fuera por la aflicción que sentía por haberla perdido, o bien por la alegría que le produjo ver la costa de Ática, de la que le habían mantenido apartado vientos prolongados, olvidó su promesa de izar la vela blanca. Egeo, que le esperaba en la Acrópolis, en el lugar donde se alza ahora el Templo de la Victoria sin Alas, divisó la vela negra, 







se desmayó, cayó de cabeza al valle de abajo y murió Pero algunos dicen que se arrojó deliberadamente al mar, que desde entonces se llama Egeo.
Teseo no fue informado de ese doloroso accidente hasta que terminó los sacrificios prometidos a los dioses por su feliz regreso; luego enterró a Egeo y le honró con un altar de héroe. El día 8 del mes Pianepsión [octubre], la fecha de su regreso de Creta.
Como era la estación de la cosecha, Teseo instituyó también el Festival de las Cepas, en agradecimiento a Atenea y Dioniso, quienes se le aparecieron en Naxos, o bien en honor de Dioniso y Ariadna. Los dos portadores de las cepas representan a los dos jóvenes que Teseo llevó a Creta disfrazados de doncellas y que caminaban a su lado en el desfile triunfal que se realizó después de su regreso. Catorce mujeres llevan provisiones y toman parte en este sacrificio; representan a las madres de las víctimas salvadas, y su tarea consiste en recitar fábulas y mitos antiguos, como hicieron también esas madres antes de que zarpara el barco.
Teseo dedicó un templo a Ártemis Salvadora en la plaza del mercado de Trecén; y sus conciudadanos le honraron con un templete cuando todavía vivía. Las familias que estaban obligadas a pagar el tributo a Creta se encargaron de aportar las víctimas necesarias para los sacrificios, y Teseo concedió su sacerdocio a los Fitálidas en agradecimiento por su hospitalidad. La nave en que fue a Creta ha hecho desde entonces un viaje de ida y vuelta a Délos, pero la han reparado y recompuesto tantas veces que los filósofos la citan como un ejemplo cuando discuten el problema de la identidad continua.







 La paradoja enunciada por Plutarco: "El barco en el cual volvieron (desde Creta) Teseo y los jóvenes de Atenas tenía treinta remos, y los atenienses lo conservaban desde la época de Demetrio de Falero, ya que retiraban las tablas estropeadas y las reemplazaban por unas nuevas y más resistentes, de modo que este barco se había convertido en un ejemplo entre los filósofos sobre la identidad de las cosas que crecen; un grupo defendía que el barco continuaba siendo el mismo, mientras el otro aseguraba que no lo era."Esto se puede traducir en la siguiente pregunta: ¿estaríamos en presencia del mismo barco si se hubieran reemplazado cada una de las partes del barco una a una? Existe además una pregunta adicional: si las partes reemplazadas se almacenasen, y luego se usasen para reconstruir el barco ¿cual de ellos, si lo es alguno, sería el barco original de Teseo?
Grecia se cretanizó hacia el final del siglo XVIII a. de C, probablemente por una aristocracia helena que se había apoderado del poder en Creta una o dos generaciones antes y había iniciado allí una cultura nueva. El relato claro y sencillo de la incursión de Teseo en Cnosos, citado por Plutarco tomándolo de Cleidemo, parece razonable. Describe una rebelión de los atenienses contra un señor cretense que había tomado rehenes como garantía de su buena conducta; la construcción secreta de una flotilla, el saqueo de la ciudad abierta de Cnosos durante la ausencia del grueso de la flota cretense en Sicilia, y un subsiguiente tratado de paz ratificado por el casamiento del rey de Atenas con Ariadna, la heredera cretense. Estos acontecimientos, que apuntan más o menos al año 1400 a. de C., tienen su paralelo en el relato mítico: Se exige a Atenas un tributo de jóvenes y doncellas en compensación por el asesinato de un príncipe cretense. Teseo, al matar astutamente al Toro de Minos, o al vencer al principal jefe militar de Minos en una lucha, libera a los atenienses de ese tributo, se casa con Ariadna, la heredera del trono, y hace la paz con Minos.





La muerte por Teseo de Asterio, el de cabeza de toro, llamado el Minotauro, o el «Toro de Minos»; su lucha con Tauro («toro»), y su captura del toro cretense, son versiones del mismo acontecimiento. Bolynthos, que dio su nombre al Probalinto ático, era la palabra cretense con que se designaba al «toro bravo». «Minos» era el título de una dinastía de Cnosos que tenía por emblema un toro celeste —«Asterios» podía significar «del sol» o «del firmamento»— y era en forma de toro como el rey parece haberse ayuntado ritualmente con la suma sacerdotisa como vaca-Luna (véase 88.7). 






Un elemento de la formación del mito del Laberinto puede haber sido que el palacio de Cnosos —la casa del labrys o hacha doble— era un complejo de habitaciones y corredores, y que los invasores atenienses tuvieron dificultad para encontrar y matar al rey cuando lo tomaron. Pero esto no es todo. Un espacio abierto delante del palacio estaba ocupado por una pista de baile con un dibujo laberíntico que servía para guiar a los que bailaban una danza de la primavera erótica (véase 92.4). El origen de ese dibujo, llamado también laberinto, parece haber sido el laberinto tradicional de matorrales que se utilizaba para atraer a las perdices hacia uno de sus machos, enjaulado en la cerca central, con reclamos de alimento, reclamos amorosos y desafíos; y los bailarines imitarían la danza de amor extática y renqueante de las perdices machos (véase 92.2), cuyo destino era que el cazador les golpease en la cabeza ( Eclesiastés xi.30).
Sea como sea veamos el significado del Laberinto:
La sola mención de la palabra laberinto evoca mito, incógnita, secreto, adivinanza, dificultad, incertidumbre, juego, temor, decisión, fascinación y fantasía. De alguna manera lo asociamos a lo desconocido y a un desafío que, como tal, siempre lleva aparejado algún riesgo, el alcance lo podemos imaginar, pero que sólo llegaríamos eventualmente a conocer entrando en él. Por otro lado se encuentra el omnipresente sospecha humana de que estamos siempre en un laberinto del que nunca acabamos de encontrar la salida, y que éste sea el transitar por esta vida, la búsqueda de la salida, o de un posible centro. Quizás algunos podrían considerar como sinónimos los términos 'salida' y 'centro', mientras que para otros resultarían términos antagónicos. Porque el laberinto resulta a estas alturas, considerando sus milenios de historia, una figura arquetípica, preñada de múltiples representaciones posibles e interpretaciones llenas de sugerencias, asociaciones y sentidos diversos simultánea o alternativamente, en diferentes circunstancias vitales o evolutivas.
Menciona en su etimología la acepción de "palacio del hacha de dos hojas", derivada del laberinto de Cnossos, y éste de la concepción egipcia, en los territorios de la que se cree existió el laberinto más inmenso del antigüedad. El hacha de doble hoja o labrys, infundada de luz, habría sido Labrys la única arma del mítico Ares, en su llegada a la Tierra en sus inicios, y con la que habría construido caminos circulares en medio de las tinieblas originarias: el laberinto. El labrys es también símbolo del culto minoico en general, y se asocia tanto a los dos cuernos del toro como dos lunas. 







Otros estudiosos nos explican que deriva directamente de una de las representaciones más antiguas de la Gran Diosa Madre como Diosa Mariposa





que seria un símbolo de transformación, regeneración y de vida, puesto que para que nazca la mariposa a de morir la oruga.
Para los occidentales modernos, más que el egipcio, el más famoso de los laberintos sigue siendo el de Creta, habitado por el mítico Minotauro y toda su potencia vital, primitiva y devoradora.
Obviando los detalles arcaicos, nos detendremos un poco en la forma más conocida del laberinto clásico o cretense, 






que su figura redondeada, semejante a una hoja vegetal y su nervadura, nos remite a la vida orgánica natural, donde la curva es la dominante; se dice que no existen las líneas rectas en la naturaleza. En la hoja, a diferencia del laberinto, la nervadura es de tipo arboriforme, de continuas bifurcaciones cada vez menores a partir de un eje central.
En el laberinto por su parte, la línea se vuelve una y otra vez sobre sí misma en torno a un núcleo que puede ser céntrico o bien excéntrico, y en el que, de concebirse un eje, sería tácito y perpendicular al plano del laberinto mismo. De esta forma, el laberinto clásico nos conecta asociativamente con las espirales, los remolinos todas ellas asociadas a los cultos a la Gran Madre y un sin fin de formas vitales y orgánicas presentes en la naturaleza desde las galaxias espirales hasta los meandros de los ríos, incluyendo el ADN (ácido desoxirribonucleico en doble hélice ) que constituye el patrimonio genético del devenir de las especies. La dominación de la forma curva en la naturaleza inspiró, a finales del siglo XIX, el Art Nouveau, como representación del vivo, lo orgánico y lo natural, siendo sus características más distintivas la sinuosidad y la asimetría. 
Las formas orgánicas, propias de lo que está vivo en la creación, nos muestran la infinita variedad de la manifestación en su continua formación de obras nunca idénticas entre sí. Son formas que parecen en movimiento, con capacidad de expansión, crecimiento, multiplicación, transformación y evolución, y que pueden manifestarse en una sucesión de nuevos estados o vidas.
El laberinto no es un invento de culturas arcaicas, sino que está presente en toda la cadena de la existencia física y psíquica, tanto como forma arquetípica susceptible de interpretaciones simbólicas variadas, como en su forma más directa, visible y orgánica: el cerebro, 







el pabellón auricular, la red vascular, la huella digital, etc.
La curva espiral es la forma básica que da inicio a una estructura, gracias a la resistencia que encuentra el impulso inicial en su camino de creación; según la dirección de sus circunvoluciones, la espiral puede ser ascendente - evolutiva - o descendiente - involutiva - constituyendo la imagen primordial tanto de la creación de un mundo como de la posible interacción entre mundos diversos. Desde la antigüedad se ha distinguido a la espiral dextrógira como creadora ya la levógira como destructora o torbellino. La espiral está asociada también a la idea de danza, en un intento por conciliar la rueda de las transformaciones con 'el centro místico' y el motor 'inmóvil'. La escena cotidiana del agua escabulléndose por el agujero del lavabo nos muestra una realidad mucho más amplia. Es conocido que estos desagües giran en sentidos opuestos en el hemisferio norte terrestre y en el hemisferio sur, señalándonos la decisiva influencia del magnetismo sobre el sentido del giro helicoidal de las aguas en el planeta.




La fascinante forma espiral nos remite a un polo de atracción magnética que eventualmente podría dar acceso a nuevas dimensiones del ser y de la experiencia. Los cambios en el estado de conciencia, como los representados en forma extrema en los momentos del nacimiento y la muerte, siempre se han representado como espirales que permiten la transferencia, debido a que el magnetismo del lugar de acceso opera activamente sobre el sujeto. Entre ambos acontecimientos biográficos, son posibles infinitos estados de conciencia fuera del tiempo lineal, a través de espirales que nos remiten a mundos paralelos • alelos o estados paradójicas inexplicables o poco descriptibles, como por ejemplo, los que transfieren de la vigilia al sueño, y aquellos susceptibles de presentarse en la contemplación, la meditación, o por el uso de drogas psicotrópicas.
Existe la hipótesis de que los agujeros negros astronómicos serían verdaderas puertas a universos paralelos • alelos. En un ejemplo más cercano, se puede concebir el movimiento completo de nuestro sistema solar local, los planetas giran en órbitas, pero como la galaxia completa se desplaza a gran velocidad, estas órbitas avanzan describiendo espirales. En el sistema jeroglífico egipcio, la espiral designa tanto las formas cósmicas en movimiento como la relación entre la unidad y la multiplicidad. Se relacionan particularmente con los lazos y las serpientes.
La espiral, como estructura, simboliza tanto el camino evolutivo - en su sentido de desarrollo necesariamente gradual - como la puerta a otras dimensiones, al constituirse en la forma arquetípica por excelencia • excelencia capaz de interceptar el tiempo lineal y la visión ordinaria de las cosas. A través de la espiral tanto podemos elevarnos como hundirnos, ascender como ser aspirados, morir o nacer a una nueva vida, porque la espiral, a diferencia del círculo quieto, tiene un sentido. Tanto la evolución de las especies como la del alma es un viaje en espiral.
Los laberintos pueden diferenciarse según la forma: redondeados, cuadrangulares, irregulares. O, principalmente, según la relación entre el ingreso y el centro. En esta última clasificación encontramos aquellos de una sola vía en el que un único camino lleva en su centro, por contraposición a los de cruces, que presentan múltiples ramificaciones y rutas ciegas y en los que es posible extraviarse, volver muchas veces al punto de partida o incluso no encontrar nunca el centro o la salida. 






En el caso de la vía única, más que estrictamente un laberinto, se trata de un camino de peregrinación, ya que siempre será posible llegar al centro. El buscador, al recorrer un laberinto de una sola vía, avanza por la única senda posible, volteando en uno u otro sentido, simplemente; no hay más acertijo ni más decisión que la de continuar la marcha. Podría considerarse que no hay desafío y que por tanto no entran en juego aquí el esfuerzo o los talentos personales. Efectivamente, en un sentido simbólico, el laberinto de una sola vía es el trayecto a realizar por una persona que ya está en el camino, y a la que se le puede suponer que ha sorteado las pruebas de los intrincados curvas de los laberintos de cruce previos que si implican elección y por tanto riesgo de error y de fracaso. En estos últimos, el peregrino ha depurado su discernimiento y ha conseguido sortear las falsas vías con mayor o menor éxito. La lucha para llegar al centro ha refinado sus habilidades, agudizado su intel • intelecto, clarificado sus emociones; aquí ha conocido el miedo, el poder de la subjetividad y los espejismos, hasta llegar a comprender en el mejor de los casos que toda su razón, su destreza y sus conocimientos no eran suficientes para llegar a la meta anhelada. Finalmente, el entrenamiento puede haber llevado a subordinar su ego a la guía interior invisible que puede guiar intuitiva o magnéticamente sus pasos.
Entonces está preparado para ingresar al laberinto de una sola vía, en el que sólo debe avanzar dejándose conducir por el trazado. Este laberinto se parece más a la concepción de la espiral que en la del laberinto. Hay un centro que lo atrae magnéticamente y que mantiene presente durante el recorrido, pero ignora que experimentará allí. Durante las circunvalaciones • instalaciones va girando, bien en el sentido de las agujas del reloj, o al revés. Los giros y el trazado del aíslan del mundo de alrededor, apartándolo de la vida cotidiana; concentrado, avanza por la senda a la vez que se desorienta del tiempo lineal o del espacio de las referencias cardinales físicas. Puede ir orante, recitando un mantra, realizando un examen de conciencia o simplemente percibiendo su estado interno. Los giros en torno a un centro magnético son el símil de una vacuna que se carga de electricidad cambiando así su potencial energético - vibracional - que se vuelve progresivamente más sutil y receptivo a medida que accede al centro, el núcleo donde se encuentra el eje vertical intangible de máxima vibración. De esta manera, el recorrido del campo energético del laberinto puede modificar el estado de conciencia, aislando al ser de su devenir circunstancial, para conectarlo progresivamente con su devenir intemporal, hasta una posible identificación entre el ser y el centro magnético.






No nos detendremos en el laberinto de Creta, creado por Dédalo y conquistado por Teseo, tema ampliamente discutido en textos de mitología y la simbología de la cual abarcaría un artículo aparte. Sólo mencionar que se trataba de un laberinto de cruces, como es obvio, y no de vía única, donde el tema dominante es la lucha, la superación de pruebas para conquistar el centro y someter al monstruo devorador de doncellas.
La cuna de los primeros laberintos, así como de la representación de formas espirales, no está claramente establecida, aunque hay evidencia de su existencia desde el neolítico, o incluso antes, en representaciones rupestres, tablas de arcilla, pictogramas, mosaicos o jardines. Se ha verificado la fecha de los más antiguos, a lo menos 4000 años, y figuraciones similares se repiten en localizaciones geográficas muy distantes entre sí (India, América, Escandinavia, Rusia y casi toda Europa) que difícilmente podrían haber tenido comunicación entre sí en el antigüedad. Los laberintos famosos referidos en los textos antiguos, además de los de Creta (Cnossos y Gortyna), se encuentra el griego en la isla de Lemnos, el etrusco en Clusia y el egipcio cerca del lago Moeris, 






siendo éste el más inmenso y imponente según las descripciones que hacen los historiadores antiguos Herodoto y Estragón. Plinio agrega que el laberinto egipcio era cien veces mayor que el cretense, siendo inspirado por aquél. Verdadera ciudadela que incluía sede del gobierno y tumba del faraón, incluía miles de habitaciones.
Dice Herodoto: 
"si se reunieran bajo un solo aspecto todas las fortificaciones y construcciones de Grecia, tal conjunto parecería haber costado menos trabajo y gasto que el laberinto ... se compone de 12 palacios cubiertos, sus puertas se abren unas frente a las otras; seis por lado norte y seis por el sur; un muro exterior único reúne todas las construcciones. Las cámaras son dobles, unas subterráneas y otros al nivel del suelo; hay tres mil: mil quinientas por piso. Hemos visto y atravesado las cámaras altas ... ; sólo conocemos las inferiores de oído ... el paseo a través de las cámaras y los circuitos en torno a los palacios nos causaron mil sorpresas por su variedad, pasábamos de un patio en las salas, de éstas a las galerías, de las galerías en otros espacios cubiertos y de las salas a otros patios, los techos de todas las salas son de la misma piedra que los muros; muros y techos están adornados con multitud de figuras esculpidas. Cada palacio tiene un peristilo interior de piedra blanca, admirablemente aparejada. En cada ángulo del laberinto hay una pirámide de unas cuarenta brazas sobre las que hay esculpidas figuras divinas; se penetra en ellas por un camino subterráneo ".





La posibilidad de extraviarse en el laberinto es la misma que la de extraviarse en la propia vida, tomando caminos que no conducen a ninguna parte, o simplemente, no encontrando un sentido que guíe la vida por encima de las dificultades cotidianas y que permita valorarlas en su justa dimensión para evitar ser arrastrado por ellas a la confusión.
El laberinto es una forma deliberadamente intrincada que comienza por delimitar artificialmente un área cerrada con respecto al entorno, expresando desde su inicio una totalidad dentro de otra mayor. Como trazado, por tanto, su importancia es exclusivamente psicológica, es decir, simbólica, ya que nada impide al visitante pasar por encima sin notarlo o sin que nada suceda. La decisión de entrar en el laberinto es voluntaria, aceptando las reglas del juego, esto es, que se ingresa en una galería desconocida con la intención de descifrar un enigma o experimentar una vivencia interna nueva, supuesta o imaginada. Como imagen nos remite de cierta forma a los mandalas, aunque en estos el individuo se centra mientras construye, y en el laberinto, mientras recorre el ya construido.





El espacio delimitado, como representación de un mundo, cósmico o personal, se vuelve así sagrado, dado que remite a la búsqueda de una coincidencia. Las dificultades o pruebas para acceder al centro son las estaciones de la transformación, pero de alguna manera todos los obstáculos indican que alcanzar el corazón del laberinto es posible. Para algunos, el énfasis del laberinto está en su condición de camino iniciático, para otros, en su sentido de proteger el sagrado e impedir su profanación, o en su capacidad de permitirnos eventualmente llegar al precioso centro y su tesoro, como símbolo de nuestro ser más profundo y verdadero; Fulcanelli lo destaca como la representación de la obra alquímica completa, con el oro en el centro. Primero, nuestra naturaleza más elevada debe derrotar al Minotauro, que simboliza tanto la energía primordial, como nuestros instintos más primitivos, como el espejismo a atravesar antes de obtener el oro, como verdadero "vigilante en el umbral". Aquí se desarrolla el combate entre nuestras dos naturalezas. Todos estos obstáculos se encuentran en la propia psique, con sus anfractuosidades, y • alusiones y callejones. El recorrido es la posibilidad de transformación, y en su más elevada posibilidad, la identificación del peregrino con el verdadero Sí Mismo, en una eventual victoria del permanente por sobre el temporal. Si en el laberinto de cruces el mayor desafío puede ser el de encontrar el centro, no podemos dejar de mencionar que el desafío mayor del laberinto de una sola vía sea salir una vez se ha alcanzado el centro, para manifestar la llegada en la verdadera prueba de la vida cotidiana. La fascinación de querer permanecer en la espiral es un riesgo siempre latente.





Con frecuencia, el trayecto por el laberinto comprende cuatro cuadrantes tanto en aquellos redondeados como en los cuadrangulares - aportación románica en el laberinto - de una sola vía, en referencia a los cuatro centros del hombre encarnado y los cuatro cuerpos que debe trascender en el su camino hacia el centro. El cuatro es asimismo el símbolo del mundo manifestado a partir de la trinidad inicial. El recorrido en estos laberintos en general se produce de cuadrante en cuadrante, es decir, debe recurrirse todo un cuadrante antes de pasar al siguiente. El centro viene a representar así, además, el lugar de integración, el punto más allá de la multiplicidad de los cuadrantes y de la periferia, a los que trasciende e incluye. En la enseñanza masónica leemos: "El Maestro Secreto descubre en el Cuarto Viaje el problema de la Cuadratura del Círculo. La Cruz de los elementos, con sus cuatro brazos, es la expresión Tetragonia de la personalidad. Esta personalidad - Cruz, para volver a la Unidad con el Infinito, que es el Círculo, debe girar en la eternidad de la vida; el fuego de sus brazos, en su movimiento circulatorio, se convierte en cruz esvástica. Esta es la explicación moral de la Cuadratura del Círculo. La Piedra Cúbica o Perfección Individual, en medio del Círculo de la Vida, es la Cuadratura del Círculo. Dentro de la piedra se encuentra el Sepulcro de Hiram con su corazón palpitante. "Es el Arca de la Alianza entre Dios y el Hombre."
En la estructura cabalística de las catedrales góticas el laberinto se encuentra entre la esfera de la Belleza y Armonía (Tipheret) y las esferas del cuaternario de la personalidad: Victoria, Gloria, Fundamento y el Reino, en otras palabras, el trabajo en el cuaternario inferior permite el acceso a la elegida que sigue en el ascenso hacia el altar. Se puede apreciar la importancia fundamental de la transformación necesaria a nivel del laberinto, un paso más adelante del Fundamento o plano electromagnético (etérico) para avanzar hacia niveles superiores. En una visión general, el laberinto está a medio camino entre el bautismo del agua y el del fuego, o entre la Luna y el Sol, en pleno vientre de la nave.
El cabalista Moisés Cordovero (1592) decía que para que la Manifestación fuera, el Ser debía ocultarse y debido a ello, "la revelación es la causa del ocultamiento y el ocultamiento es la causa de la revelación" . De esta manera, el laberinto viene a ser tanto un núcleo de escondite como de manifestación o encuentro, mediante la transmutación.




El de la Catedral de Chartres es el más famoso de los laberintos medievales, y uno de los que se encuentra mejor conservado en la actualidad, aunque la imagen original del Minotauro central hace mucho fue eliminada - como en otros laberintos de su época -. En la Edad Media se le llama "la legua de Jerusalén", en referencia a que el recorrían descalzos o de rodillas como sustituto del viaje a Tierra Santa.
Gracias a los investigadores culturales y a los hallazgos de la radiestesia, se ha descubierto que la mayoría de las catedrales góticas europeas están construidas sobre lugares de cultos previos, especialmente druidas, eran escogidos por ser lugares de poder, es decir, de concentración de energías telúriques. La radiestesia descubre y sigue las corrientes energéticas del planeta, que suelen disponerse en forma de rejillas, de las que el mundo científico ha reconocido algunas, como las rejillas de Hartmann y Curry. Cuando coinciden dos o más rejillas en un punto, más corrientes subterráneas, más una falla tectónica, se trata de un punto fuertemente cargado o lugar de poder, que ha sido a menudo el lugar elegido para levantar los cimientos de las principales catedrales góticas medievales. Dentro de ellas hay además puntos de máxima energía que por lo general se ubican en el altar mayor, en el crucero, y en el laberinto.
La Catedral de Chartres se encuentra sobre una colina prehistórica que ya había visto incendiarse cinco templos católicos previos sobre un antiguo lugar de culto druida, encima de una gruta subterránea. Las mediciones han detectado, en su laberinto - construido en 1235 - la confluencia de cinco corrientes subterráneas, más una falla, más unas inusuales rejillas de líneas dobles de radiación de oro y líneas dobles de radiación de plata, siendo el centro el punto de más alta vibración. En su diseño circular, el laberinto de Chartres sigue la tradición del laberinto de Otfrid de 11 galerías, en un trayecto de aproximadamente 260 metros de longitud y un diámetro de trece metros, el cual era recorrido por los peregrinos de rodillas, de la periferia en el centro, cuadrante por cuadrante, en poco más de una hora. Se dice que esta longitud sería la misma que la recorrida por Cristo entre el juicio y el Gólgota.
En la pared occidental en el laberinto de Chartres se encuentra un rosetón de vidrieras multicolores, y bajo él, vidrieras ojivales, por donde se proyecta la luz en el laberinto. En la vidriera central, una imagen de la Virgen es proyectada en el centro del laberinto todos los años el día 22 de Agosto, día que correspondería al 15 de Agosto del calendario Juliano medieval, fecha en la que se conmemora la Asunción de la Virgen. 
El laberinto de Chartres, como punto de máxima potencia dentro de la catedral, facilitaba la transformación íntima de quienes lo recorrían, al elevar su vibración energética, y por tanto su nivel de conciencia. Así, mientras el feligrés hacía el ritual de penitencia, o peregrinaba simbólicamente a Jerusalén, era posible que - sin advertirlo - elevara su vibración desnudándose en el camino de lo más tosco y armonizando por resonancia con octavas más sutiles en esta verdadera espiral magnética de contacto potencial entre lo profundo de la tierra - las fuerzas tel • lúriques concentradas - y el infinito del cielo. El laberinto de Chartres es un lugar de poder multidimensional dentro de un recinto sagrado, instituido por centurias de culto superpuestos.




El laberinto puede ser concebido como un viaje más allá del tiempo y el espacio, como un lugar mágico y mítico, como un espacio a la vez psíquico y cósmico donde es posible una conjunción central en un punto de unidad. La unidad central que remite a la periferia y viceversa, el ocultamiento del centro y su revelación, es el gran tema del laberinto. De la misma manera que el laberinto físico es mas que un plano, el punto central no es un punto, sino que un campo energético multidimensional que posibilita el contacto vertical. En este sentido nos remite, por analogía, con el punto Nuevo del Eneagrama.
En síntesis, el laberinto de cruces nos refiere esencialmente a la vida psíquica del hombre común y del buscador, de lo que vive en la selva diaria de la que no tiene más perspectiva que los obstáculos e interminables desafíos, con escasa o ninguna percepción o incluso suposición de un centro o una salida, atrapado como se encuentra en la dimensión cotidiana de la experiencia. Por el contrario, el laberinto de una sola vía nos conduce dentro del camino ya trazado hacia el centro avistado, presentido o largamente anhelado, para los que son capaces de experimentarlo.
Evidentemente, no sabemos que interpretación tenía para los egipcios o cretenses el laberinto, pero todo parece indicar que estava sin duda relacionado con algunas actividades de tipo religioso y funerario, lo que enlazaría con lo que venimos explicando.
Volvamos a la narración de Robert Graves:
Una danza laberíntica parece haber sido llevada a Britania desde el Mediterráneo oriental por agricultores neolíticos del tercer milenio a. de C, puesto que toscos laberintos de piedra, análogos a los británicos hechos en el césped, se dan en la zona «Beaker B» de Escandinavia y el nordeste de Rusia; y en el sudeste de Europa se encuentran laberintos eclesiásticos, utilizados en otro tiempo con propósitos penitenciales. A los laberintos ingleses hechos en el césped se los llama habitualmente «Ciudad de Troya», y lo mismo a los de Gales: Caer-droia. Probablemente los romanos los llamaban así por su Juego de Troya, una danza laberíntica ejecutada por jóvenes aristócratas en honor del antepasado de Augusto, el troyano Eneas; aunque, según Plinio, la bailaban también los niños en la campiña italiana.




En Cnosos el culto del toro celeste sucedió al culto de la perdiz, y el círculo de bailarines llegó a representar los cursos anuales de los cuerpos celestes. Por lo tanto, si tomaban parte siete muchachas y doncellas, pueden haber representado a los siete titanes y titánides del sol, la luna y los cinco planetas (véase 1.3 y 43.4); aunque no se ha encontrado ninguna prueba concreta del culto de los titanes en las obras de arte cretenses. Parece que la antigua danza de la Grulla de Délos —también las grullas ejecutan una danza amorosa— se adaptó igualmente a un dibujo laberíntico. En algunos laberintos los bailarines se asían a una cuerda que les ayudaba a mantener la distancia conveniente y seguir el dibujo sin equivocarse; y esto puede haber dado origen a la fábula del ovillo de hilo (A. B. Cook Journal of Hellenic Studies xiv.101 y ss., 1959); en Atenas, como en el monte Sípilo, a la danza de la cuerda se la llamaba cordax (Aristófanes: Nubes 540). 
El espectáculo en el ruedo taurino de Creta consistía en una exhibición acrobática realizada por hombres jóvenes y muchachas que por turno se asían a los cuernos del toro que embestía y daban saltos mortales hacia atrás sobre su lomo. Éste era evidentemente un rito religioso, y quizás también en este caso los ejecutantes representaban planetas. No pudo haber sido un deporte tan peligroso como sugieren la mayoría de quienes escriben sobre el tema, y en un fresco cretense se ve que un compañero estaba listo para recoger al joven o la muchacha que daba los saltos mortales cuando caían a tierra.





«Ariadna», que los griegos interpretaban como «Ariagne» («muy santa»), tenía que ser el título de la diosa Luna honrada en la danza y en el ruedo taurino: «la alta y fértil madre Cebada», llamada también Aridela («La muy manifiesta»). La conducción de ramos cargados con frutos en honor de Ariadna y de Dioniso, y el suicidio de ésta ahorcándose «porque temía a Ártemis», indican que se ataban a esos ramos muñecas que representaban a Ariadna (véase 79.2). Una muñeca-diosa beocia en forma de campana que se ve en el Louvre con las piernas colgantes es Ariadna, o Erígone, o Ártemis Ahorcada; y unas muñecas de bronce con miembros separables se han encontrado en la Cerdeña de Dédalo. La corona de Ariadna hecha por Hefesto en forma de guirnalda de rosas no es una fantasía; en el tesoro de Mochlos se han encontrado finas coronas de oro con joyas en forma de flores.







El casamiento de Teseo con la sacerdotisa de la Luna le hizo señor de Cnosos y en una moneda cnosia se ve una luna nueva en el centro de un laberinto. Pero la costumbre matrilineal privaba a una heredera de todo derecho a sus tierras si acompañaba a su marido al otro lado del mar; y esto explica por qué Teseo no llevó a Ariadna a Atenas, ni más allá de Día, isla cretense a la vista de Cnosos. El Dioniso cretense, representado como un toro —Minos, en realidad— era el marido legítimo de Ariadna; y el vino, hecho en Creta, sería empleado en sus orgías. Esto puede explicar la indignación de Dioniso, de la que informa Homero, porque Ariadna y Teseo, el intruso, se habían acostado juntos.
Muchas costumbres atenienses antiguas del período micénico son explicadas por Plutarco y otros en función de la visita de Teseo a Creta; por ejemplo, la prostitución ritual de muchachas y la sodomía ritual (característica del culto de Anata en Jerusalén (véase 61.1) y el de la diosa siria en Hierápolis), las cuales sobrevivían como vestigios entre los atenienses en la propiciación de Apolo con una ofrenda de doncellas y en la conducción por dos muchachos homosexuales de ramas con frutos. La rama con frutos recuerda la lulab que se llevaba en Jerusalén en el Festival de los Tabernáculos del Año Nuevo, celebrada también a comienzos de otoño. El de los Tabernáculos era un festival de la vendimia y correspondía a las Oscoforias, o «conducción de racimos de uva», atenienses, el principal interés de las cuales consistía en una carrera pedestre (Proclo: Crestomatía 28). Originalmente, el vencedor se convertía en el nuevo rey sagrado, como en Olimpia, y recibía una mezcla quíntuple de «aceite, vino, miel, queso picado y harina», el néctar y la ambrosía divinos de los dioses. Plutarco asocia a Teseo, el nuevo rey, con este festival al decir que llegó accidentalmente mientras se estaba realizando y le disculpa de toda participación en la muerte de su predecesor Egeo. Pero en realidad el nuevo rey luchaba con el rey viejo y lo arrojaba, como pharmacos, desde la Roca Blanca al mar (véase 96.3). 







En la ilustración que el mitógrafo ha interpretado mal evidentemente, la nave con la vela negra de Teseo tiene que haber sido una embarcación lista para salvar al pharmacos; tenía velas negras porque los pescadores del Mediterráneo embetunan habitualmente sus redes y velas para impedir que el agua salada las pudra. La grana o cochinilla proporcionaba un unte escarlata con el que se untaba el rostro del rey sagrado, y por tanto estaba asociada con la realeza.
Los chipriotas adoraban a Ariadna como la «diosa del Nacimiento de Amato», título perteneciente a Afrodita. Su festival de otoño celebraba el nacimiento del Año Nuevo; y el joven que imitaba sus dolores de parto era su amante regio, Dioniso. Esta costumbre, llamada couvade, se encuentra en muchas partes de Europa, incluyendo algunos distritos de Anglia Oriental.


LA FEDERALIZACIÓN DE ÁTICA


Cuando Teseo sucedió a su padre Egeo en el trono de Atenas reforzó su soberanía ejecutando a casi todos sus adversarios, con excepción de Palante y el resto de sus cincuenta hijos. Algunos años después dio muerte también a éstos como medida de precaución, y, cuando se le acusó de homicidio ante el tribunal de Apolo el Delfín, alegó el pretexto sin precedentes de «homicidio justificable», lo que le valió la absolución. Le purificaron de la sangre derramada en Trecén, donde reinaba su hijo Hipólito, y pasó allí un año entero. A su regreso sospechó que un hermanastro, llamado también Palante, le era desleal y lo desterró inmediatamente. Palante fundó luego Palantio en la Arcadia, aunque algunos dicen que lo había hecho Palante, el hijo de Licaón, poco después del diluvio de Deucalión.
Teseo demostró ser un gobernante observante de la ley, e inició la política de federalización, que fue la base del posterior bienestar de Atenas. Hasta entonces Ática había estado dividida en doce comunidades, cada una de las cuales manejaba sus propios asuntos sin consultar al rey de Atenas salvo en momentos de emergencia. 







Los eleusinos incluso llegaron a declarar la guerra a Erecteo y abundaban otras querellas intestinas. Si esas comunidades habían de renunciar a su independencia, Teseo tenía que acercarse a cada clan y familia por turno, y eso fue lo que hizo. Encontró a los labradores acomodados y a los siervos dispuestos a obedecerle, y convenció a la mayoría de los grandes terratenientes para que aceptaran su plan prometiéndoles abolir la monarquía y sustituirla por la democracia, aunque él seguiría siendo general en jefe y juez supremo. Aquellos a quienes no convencieron los argumentos expuestos por él al menos respetaron su fuerza.
Así se dio a Teseo poder para disolver los gobiernos locales, después de convocar a sus delegados en Atenas, donde les proporcionó una Sala de Consejo y un Tribunal, que todavía existen hoy día. Pero se abstuvo de inmiscuirse en las leyes de la propiedad privada. Luego unió los suburbios con la ciudad propiamente dicha, que hasta entonces se componía únicamente de la Acrópolis y sus dependencias inmediatas al sur, incluyendo los antiguos templos de Zeus Olímpico, Apolo Pitio, la Madre Tierra, Dioniso de los Pantanos y el Acueducto de los Nueve Manantiales. Los atenienses todavía llaman a la Acrópolis «la ciudad».
Llamó cambien al día 16 del mes de Hecatombeón [julio] Día de la Federación, y organizó un festival público en honor de Atenea; en ese día se ofrece un sacrificio incruento a la Paz. Cambió el nombre de los Juegos Atenienses celebrados ese día por el de Panateneos, con lo que los abrió para todo el país de Ática; y también instituyó el culto de Afrodita Federal y de la Persuasión. Luego renunció al trono, como había prometido, y dio al Ática su nueva constitución, y bajo el mejor de los auspicios, pues el oráculo de Delfos profetizó que Atenas surcaría los mares tormentosos con la seguridad de un odre.





Para ampliar la ciudad todavía más, Teseo invitó a todos los extranjeros dignos a que se hicieran sus conciudadanos. Sus heraldos, que recorrían toda Grecia, empleaban una fórmula que se utiliza todavía, a saber: «Venid acá todos, oh pueblo.» Grandes multitudes afluyeron inmediatamente a Atenas y él dividió a la población del Ática en tres clases: los eupátridas, o sea «los que merecen bien de su patria»; los georges o «labradores», y los demiurgos o «artesanos». Los eupátridas se encargaban de los asuntos religiosos, proporcionaban los magistrados, interpretaban las leyes y encarnaban la dignidad suprema; los georges cultivaban la tierra y constituían la columna vertebral del Estado; los demiurgos, con mucho la clase más numerosa, aportaban artesanos tan variados como adivinos, cirujanos, heraldos, carpinteros, escultores y reposteros. Así Teseo se convirtió en el primer rey que instituyó una república, que es por lo que Homero, en el Catálogo de las naves, llama solamente a los atenienses pueblo soberano; y su Constitución siguió en vigor hasta que se apoderaron del poder los tiranos. Sin embargo, algunos niegan que sea cierta esta tradición; dicen que Teseo siguió reinando como anteriormente y que, después de la muerte del rey Menesteo, que condujo a los atenienses contra Troya, su dinastía se mantuvo durante tres generaciones.
Teseo, el primer rey ateniense que acuñó dinero, imprimió en sus monedas la imagen de un toro. No se sabe si representaba al toro de Posidón o a Tauro, el general de Minos, o si simplemente con ello estimulaba la agricultura, pero su sistema monetario fue causa de que el valor legal se citase en función de «diez bueyes» o «cien bueyes», durante mucho tiempo. Emulando a Heracles, quien había designado a su padre Zeus patrono de los Juegos Olímpicos, Teseo designó a su padre Posidón patrono de los Juegos ístmicos. Hasta entonces el dios así honrado había sido Melicertes, hijo de Ino, y los juegos, que se realizaban de noche, habían sido misterios, más bien, que un espectáculo público. A continuación Teseo defendió el derecho ateniense a la soberanía de Megara, y luego reunió a los delegados del Peloponeso en el istmo y les indujo a que resolvieran una vieja disputa fronteriza con sus vecinos jonios. En un lugar aceptado por ambas partes erigió la célebre columna con una inscripción en el lado oriental que decía: «Esto no es ya el Peloponeso, sino Jonia», y otra en el lado occidental que decía: «Esto no es ya Jonia, sino el Peloponeso». También obtuvo el consentimiento de los corintios para que los atenienses ocuparan el lugar de honor en los Juegos ístmicos; ese lugar consistía en tanto terreno como el que cubría la vela de la nave que los había llevado.
El elemento mítico de la fábula de Teseo se mezcla aquí con lo que pretende ser la historia constitucional de Atenas; pero la federalización del Ática está fechada con varios siglos de anticipación; y las reformas democráticas de Teseo son propaganda del siglo V, inventadas probablemente por Clístenes.






 Las reformas legales hechas durante la última monarquía judía fueron atribuidas de igual modo a Moisés por los redactores del Pentateuco.
Los bueyes constituían el patrón del valor en la antigua Grecia, Italia e Irlanda, como lo constituyen todavía en las tribus pastoriles atrasadas del África Oriental, y los atenienses no acuñaron monedas hasta cerca de quinientos años después de la guerra de Troya. Pero es cierto que en los lingotes de cobre cretenses de un peso fijo se estampaba oficialmente una cabeza de toro o un becerro recostado (Sir Arthur Evans: Minóan Weights and Médiums of Currency p. 335); y que los butades de Atenas, que parecen haber sido en gran parte responsables por la evolución del mito de Teseo, pueden, haber tenido presente esta tradición cuando acuñaron moneda en la que estaba estampada la cabeza de buey, la divisa de su clan.
La división del Ática en doce comunidades tiene su análoga en un arreglo parecido hecho en el delta del Nilo y, en Etruria, y en la distribución del territorio cananeo conquistado entre las doce tribus de Israel; en cada caso el número puede haber sido elegido para permitir el traspaso mensual de la monarquía de una tribu a otra.


TESEO Y LAS AMAZONAS



Algunos dicen que Teseo tomó parte en la afortunada expedición de Heracles contra las Amazonas y recibió como su parte en el botín a su reina Antíope, llamada también Melanipa; pero que este no fue un destino tan desdichado para ella, como pensaban muchos, pues le había entregado la ciudad de Temiscira sobre el río Termodón, en prueba de la pasión que él había encendido ya en su corazón.
Otros dicen que Teseo fue al país de las Amazonas algunos años más tarde, en compañía de Pirítoo y sus camaradas, y que las Amazonas, complacidas por la llegada de tantos guerreros apuestos, no les hicieron resistencia. Antíope salió a recibir a Teseo con regalos, pero tan pronto como subió a bordo de su nave, Teseo ordenó levar, anclas y la raptó. Otros más dicen que Teseo permaneció algún tiempo en Amazonia y agasajó a Antíope como su, invitada. Añaden que entre sus compañeros se hallaban tres hermanos atenienses, Euneo, Tóloas y Solunte, el último de los cuales se enamoró de Antípode, pero como no se atrevía a cortejarla directamente, pidió a Euneo que defendiera su causa. Antíope rechazó esos requerimientos, pero siguió tratando a Solunte con la misma cortesía que anteriormente, hasta que él se arrojó al río Termodonte y se ahogó Teseo no se enteró de lo que había sucedido y eso le afligió mucho. Recordando una advertencia que le había hecho el oráculo de Delfos en el sentido de que si alguna vez se sentía afligido en un país extraño debía fundar una ciudad y dejar en ella a algunos de sus compañeros para que la gobernasen, construyó Pitópolis, en honor de Apolo Pitio, y al río cercano le dio el nombre de Solunte. Luego se hizo a la mar con Antíope.





La hermana de Antíope, Oritia, confundida por algunos con Hipólita, cuyo ceñidor obtuvo Heracles, juró vengarse de Teseo. Concluyó una alianza con los escitas y condujo una gran fuerza de amazonas a través del hielo del Bósforo Cimerio, cruzó el Danubio y pasó por Tracia, Tesalia y Beocia.
En Atenas acampó en el Areópago e hizo un sacrificio a Ares, acontecimiento por el que, según dicen algunos, recibió ese nombre la colina; pero primeramente ordenó que un destacamento invadiera Laconia y disuadiera a los peloponeses de enviar refuerzos a Teseo por el istmo.
Las fuerzas atenienses estaban ya formadas, pero ninguna de las dos partes se decidía a iniciar las hostilidades. Al fin, por consejo de un Oráculo, Teseo sacrificó a Fobo, hijo de Ares, y presentó batalla el día 7 del mes de Boedromión, fecha en que se celebran en Atenas los sacrificios llamados Boedromios. El frente de batalla de las Amazonas se extendía entre el lugar llamado ahora Amazonio y el Pnix, cerca de Crisa. El ala derecha de Teseo descendió desde el Museo y cayó sobre el ala izquierda enemiga, pero fue derrotada y tuvo que retirarse hasta el Templo de las Furias. Recuerda este episodio una piedra erigida al jefe local Calcodomte en una calle a cuyos lados se hallan las tumbas de los que murieron en el combate y que ahora lleva su nombre. Pero el ala izquierda ateniense atacó desde el Paladio, el monte Árdelo y el Liceo y obligó al ala derecha de las Amazonas a retirarse a su campamento, infligiéndoles muchas bajas.







Algunos dicen que las Amazonas ofrecieron la paz sólo tras cuatro meses de dura lucha; el armisticio, jurado cerca del templo de Teseo, es conmemorado todavía con el sacrificio amazónico que se realiza en la víspera de su festival. Pero otros dicen que Antíope, ahora esposa de Teseo, peleó heroicamente a su lado, hasta que la mató una flecha disparada por una tal Molpadia, a la que Teseo dio muerte luego; que Oritía, con unas pocas compañeras, huyó a Megara, donde murió de pena y desesperación; y que las demás Amazonas, arrojadas del Ática por el victorioso Teseo se establecieron en Escitia. En todo caso, ésta fue la primera vez que los atenienses rechazaron a invasores extranjeros.
Algunas amazonas que quedaron heridas en el campo de batalla fueron enviadas a Caléis para que las curaran. Antíope y Molpadia están enterradas en las cercanías del templo de la Madre Tierra, y una columna de barro señala la tumba de Antíope.
Según un relato, las Amazonas entraron en Tracia por Frigia y no por Escitia, y fundaron el templo de Artemis Efesia mientras marchaban a lo largo de la costa. Según otro, se habían refugiado en ese templo en dos ocasiones anteriores, a saber, en su huida de Dioniso y después de haber vencido Heracles a la reina Hipólita; y sus verdaderos fundadores fueron Creso y Éfeso.
La verdad respecto a Antíope parece ser que sobrevivió a esa batalla y que finalmente Teseo se vio obligado a matarla, tal como había predicho el oráculo de Delfos, cuando se alió con el rey Deucalión de Creta y se casó con su hija Fedra. La celosa Antíope, que no era su esposa legal, interrumpió las fiestas nupciales irrumpiendo en ellas completamente armada y amenazando con dar muerte a los invitados. Teseo y sus compañeros se apresuraron a cerrar las puertas y la mataron en un horrendo combate, aunque ella le había dado a él un hijo, Hipólito, llamado también Demofonte, y nunca había yacido con otro hombre.






«Amazonas», derivada habitualmente de a y mazon, «sin pechos», porque se creía que se cortaban un pecho para poder disparar mejor las flechas (pero esta idea es fantástica), parece ser una palabra armenia que significa «mujerés-luna». Como las sacerdotisas de la diosa Luna en las costas del sudeste del Mar negro llevaban armas, como lo hacían también en el golfo de Sirte en Libia (véase 8.1), parece que los relatos que de ellas hacían los viajeros a su regreso crearon confusión en la interpretación de ciertas imágenes atenienses antiguas que representaban a mujeres guerreras, y dieron origen a la fábula ática de una invasión amazónica desde el río Termodonte. Esas imágenes, que existían en la época clásica en el escabel del trono de Zeus en Olimpia (Pausanias: v11.2), en el escudo de Atenea, en el templete de Teseo, en la pared central del peristilo pintado de Atenas (Pausanias: i.15.2) y en otras partes (Pausanias: i.17.1), representaban, o bien la lucha entre las sacerdotisas pre-helenas de Atenea por el puesto de suma sacerdotisa, o bien una invasión helena del Ática y la resistencia que éstas opusieron.






Sin duda había también sacerdotisas armadas en Éfeso —colonia minoica, como indica el nombre del fundador: Creso («Cretense»)— y en todas las ciudades donde había tumbas de Amazonas. Oritia, o Hipólita, se supone que se desvió varios centenares de millas de su camino a través de Escitia, probablemente porque el Bósforo Cimerio —Crimea— era la sede del salvaje culto taurino de Artemis en el que la sacerdotisa sacrificaba víctimas masculinas (véase 116.2).
La interrupción de la boda de Fedra por Antíope puede haber sido deducida de una ilustración en la que aparecía el conquistador heleno a punto de violar a la suma sacerdotisa después de haber dado muerte a sus compañeras. Antíope no era la esposa legal de Teseo porque pertenecía a una sociedad que se resistía a la monogamia (véase 131.J). Los nombres de Melanipa e Hipólito asocian a las Amazonas con el culto del caballo pre-heleno (véase 43.2). El nombre de Solunte («peso en forma de huevo») puede derivarse de una competencia para levantar pesos en los juegos fúnebres que se celebraban en la colonia griega de Pitópolis, llamada así por la serpiente oracular de su heroico fundador; parece haber sido costumbre allí arrojar víctimas humanas al río Termodonte. Las Boedromias («corriendo en busca de ayuda») eran un festival de Artemis acerca del cual se sabe poco: quizás intervenían en él sacerdotisas armadas, como en el festival argivo de las Hibrísticas (véase 160.5).


FEDRA E HIPÓLITO



Después de casarse con Fedra, Teseo envió a su hijo bastardo Hipólito a Piteo, quien lo adoptó como su heredero en el trono de Trecén. Así Hipólito no tenía motivo para disputar el derecho de sus hermanos legítimos Acamante y Demofonte, hijos de Fedra, a reinar en Atenas. Hipólito, que había heredado de su madre Antíope la devoción exclusiva a la casta Artemis, erigió un nuevo templo a la diosa en Trecén, no lejos del teatro. Inmediatamente Afrodita decidió castigarle por lo que tomó como un insulto a su persona y se encargó de que cuando Hipólito asistiera a los misterios eleusinos, Fedra se enamorase apasionadamente de él. Él se presentó vestido con túnica de lino blanco y el cabello enguirnaldado, y aunque sus facciones tenían una expresión dura, a ella le parecieron admirablemente severas.
Como en ese momento Teseo se hallaba en Tesalia con Pirítoo, o quizás en el Tártaro, Fedra siguió a Hipólito a Trecén. Allí erigió el Templo de Afrodita Atisbadora que dominaba el gimnasio, y desde él observaba diariamente a escondidas mientras Hipólito se ejercitaba en la carrera, el salto y el pugilato completamente desnudo. Un antiguo mirto se alzaba en el recinto del templo y Fedra punzaba sus hojas, impulsada por su pasión frustrada, con una horquilla enjoyada, y todavía están muy perforadas.
Cuando más tarde Hipólito asistió al Festival Panateneo y se alojó en el palacio de Teseo, Fedra utilizó el templo de Afrodita en la Acrópolis con el mismo propósito.





Fedra no reveló a nadie su deseo incestuoso, pero comía poco, dormía mal y se puso tan débil que finalmente su vieja nodriza sospechó la verdad y le suplicó oficiosamente que enviara una carta a Hipólito. Fedra lo hizo; en ella confesaba su amor y decía que había adoptado el culto de Ártemis, cuyas dos imágenes de madera, llevadas de Creta, acababa de volver a dedicar a la diosa. Le invitaba a que fuese a cazar un día. «Nosotras, las mujeres de la Casa Real de Creta —decía— estamos sin duda destinadas a ser deshonradas en el amor: lo atestiguan mi abuela Europa, mi madre Pasífae y finalmente mi hermana Ariadna. ¡Ah, desdichada Ariadna, abandonada por tu padre, el infiel Teseo, que desde entonces ha asesinado a tu regia madre —¿por qué las Furias no te han castigado por mostrar semejante indiferencia tan poco filial por su suerte?— y un día me asesinará a mí! Cuento contigo para que te vengues de él rindiendo homenaje a Afrodita en mi compañía. ¿No podríamos irnos y vivir juntos, por lo menos un tiempo, excusándonos con una expedición de caza? Entretanto, nadie puede sospechar nuestros verdaderos sentimientos mutuos. Ya estamos alojados bajo el mismo techo y nuestro afecto se considerará inocente, e incluso digno de elogio.»
Hipólito quemó esa carta horrorizado y fue a la habitación de Fedra para reprochársela, pero ella se rasgó la ropa, abrió las puertas de la habitación y gritó: «¡Socorro, socorro, me violan!» Luego se colgó del dintel y dejó una nota acusando a Hipólito de delitos monstruosos.
Cuando Teseo recibió la nota maldijo a Hipólito y ordenó que saliera de Atenas inmediatamente para no volver más. Luego recordó los tres deseos que le había concedido su padre Posidón y pidió encarecidamente que Hipólito muriese ese mismo día. «Padre —suplicó—, haz que una fiera le salga al paso a Hipólito mientras : se dirige hacia Trecén.»
Hipólito había salido de Atenas a toda velocidad. Cuando pasaba por la parte estrecha del Istmo una ola gigantesca, que cubrió incluso la Roca Moluria, se lanzó rugiendo hacia la costa, y de su cresta surgió un gran lobo marino (o, según dicen algunos, un toro blanco) que bramaba y arrojaba agua. Los cuatro caballos del carro de Hipólito se desviaron hacia el risco, enloquecidos de terror, pero como Hipólito era un auriga experto, impidió que se precipitaran por el borde. Entonces el animal corrió amenazadoramente tras el carro e Hipólito no pudo conseguir que sus caballos avanzaran en línea recta.





No lejos del templo de Ártemis Saronica se alza todavía un olivo silvestre llamado el Rhachos Retorcido — rhachos es el nombre que dan los trecenios al olivo estéril— y fue a una rama de ese árbol a la que se engancharon las riendas de Hipólito. Su carro fue a dar de costado contra un montón de piedras y se despedazó. Hipólito, enredado en las riendas y lanzado primeramente contra el tronco del árbol y luego contra las piedras, murió arrastrado por sus caballos, mientras su perseguidor desaparecía.
Algunos dicen, aunque éste es un relato improbable, que Ártemis le dijo a Teseo la verdad y lo llevó en un abrir y cerrar de ojos a Trecén, adonde llegó a tiempo para reconciliarse con su hijo moribundo; y que se vengó de Afrodita procurando la muerte de Adonis. Pero es seguro que ordenó a los trecenios que rindieran a Hipólito honores divinos, y que desde entonces todas las novias trecenias se cortaran un bucle del cabello y se lo dedicaran. Fue Diómedes quien dedicó el antiguo templo y la imagen de Hipólito en Trecén y el primero que le ofreció su sacrificio anual.
Los propios trecenios niegan que Hipólito fuese arrastrado por los caballos e incluso que esté enterrado en su templo, y no quieren revelar el paradero de su verdadera tumba. Sin embargo, dicen que los dioses lo pusieron entre las estrellas como el Auriga.






Los atenienses erigieron un túmulo en memoria de Hipólito junto al templo de Temis, porque su muerte había sido causada por maldiciones. Algunos dicen que Teseo, acusado de su muerte, fue declarado culpable, condenado al ostracismo y desterrado a Esciros, donde terminó su vida en deshonra y dolor. Pero se cree más generalmente que su caída se debió a una tentativa de violar a Perséfone.
El ánima de Hipólito descendió al Tártaro, y Ártemis, muy indignada, pidió a Asclepio que resucitara su cuerpo. Asclepio abrió las puertas del armario del marfil donde tenía sus medicinas y tomó la hierba con la que había resucitado el cretense Glauco. Tocó con ella tres veces el pecho de Hipólito, repitiendo ciertos encantamientos, y al tercer toque el difunto levantó la cabeza de la tierra. Pero Hades y las Tres Parcas, escandalizados por esta violación de su privilegio, convencieron a Zeus para que matara a Asclepio con un rayo.
Los latinos dicen que entonces Ártemis envolvió a Hipólito en una nube densa, lo disfrazó de anciano y le modificó las facciones. Después de vacilar entre Creta y Délos como lugares más adecuados para ocultarlo, lo llevó a su bosquecillo sagrado en la italiana Aricia. Allí, con su consentimiento, Hipólito se casó con la ninfa Egeria, y todavía vive junto al lago entre espesos encinares, rodeado de precipicios escarpados. Para que no recordara su muerte, Ártemis le cambió el nombre por el de Virbio, que significa vir bis, o «dos veces hombre» y no se admiten caballos en la vecindad. Los aricios dicen que Teseo rogó a Hipólito que se quedara con él en Atenas, pero él no quiso.
En el templo de Asclepio en Epidauro una tablilla constata que Hipólito le dedicó veinte caballos en agradecimiento por haberlo resucitado.





El episodio del amor incestuoso de Fedra por Hipólito, como el de la mujer de Putifar y su amor adúltero por José (véase 75.1), está tomado del Cuento de los dos hermanos egipcio o de una fuente cananea común. Su secuela se basa en la conocida ilustración gráfica en la que aparece el choque del carro al final del reinado del rey sagrado (véase 71.1). En The Golden Bough Sir James Frazer ha demostrado que el ramo que el sacerdote guardaba tan celosamente era de muérdago; y es probable que Glauco, hijo de Minos (véase 90.c), a quien se ha confundido con Glauco hijo de Sísifo (véase 71.a), resucitara por medio del muérdago. Aunque el culto pre-heleno del muérdago y el roble había sido suprimido en Grecia (véase 50.2), un sacerdote refugiado del Istmo bien puede haberlo llevado a Aricia. El nombre de Egeria muestra que era una diosa-muerta que vivía en un bosquecillo de álamos negros (véase 51.7 y 170.1),
La ofrenda de un bucle por las novias a Hipólito tiene que ser una innovación patriarcal, quizá con el propósito de privar a las mujeres de poder mágico residente en su cabello, así como a las mujeres mahometanas se las afeita al casarse.

LAPITAS Y CENTAUROS

Algunos dicen que el lapita Pirítoo era hijo de Ixión y Día, hija de Deyoneo; otros, que era hijo de Zeus, quien, transformado en caballo semental, corrió alrededor de Día antes de seducirla.
Informes casi increíbles acerca de la fuerza y el valor de Teseo habían llegado a Pirítoo, quien gobernaba a los magnetes, en la desembocadura del río Peneo, y un día resolvió poner a prueba esas cualidades haciendo una incursión en el Ática y llevándose el ganado que pacía en Maratón. Teseo le persiguió inmediatamente y entonces, Pirítoo se volvió con audacia y le hizo frente, pero cada uno de ellos sintió tal admiración por la nobleza y el aspecto del otro que olvidaron el ganado y se juraron una amistad eterna.
Pirítoo se casó con Hipodamia, o Deidamía, hija de Butes —o, según dicen algunos, de Adrasto — e invitó a todos los olímpicos a su boda, excepto a Ares y Ende, pues recordaba el daño que Éride había causado en el casamiento de Peleo y Tetis. Como llegaron al palacio de Pirítoo más huéspedes de los que podía contener, sus primos los Centauros, juntamente con Néstor, Ceneo y otros príncipes tesalios, se sentaron a las mesas en una vasta cueva cercana sombreada por árboles.
Pero los Centauros no estaban acostumbrados a beber vino y cuando olieron su fragancia rechazaron la leche agria que les habían puesto delante y corrieron a llenar sus cuerpos de plata con vino sacado de los odres. En su ignorancia bebieron el licor fuerte sin mezclarlo con agua y se emborracharon de tal modo que cuando la novia fue con su acompañamiento a la cueva para saludarles, Eurito, o Euritión, se levantó de un salto de su asiento, derribó la mesa y la sacó de la cueva arrastrándola por el cabello. Inmediatamente los otros Centauros siguieron su ejemplo vergonzoso y montaron lascivamente a las mujeres y los muchachos más cercanos.





Pirítoo y su paraninfo Teseo corrieron a salvar a Hipodamía, le cortaron a Euritión las orejas y la nariz y, con la ayuda de los lapitas, lo arrojaron de la caverna. La lucha que siguió, durante la cual fue muerto el lapita Ceneo, duró hasta el anochecer; y así comenzó la larga enemistad entre los Centauros y sus vecinos los lapitas, dirigida por Ares y Éride en venganza por el desaire que se les había hecho.
En esta ocasión los Centauros sufrieron un serio revés y Teseo los echó desde sus antiguos campos de caza en el monte Pelión hasta la tierra de los eticios en las cercanías del monte Pindó. Pero no fue una tarea fácil dominar a los Centauros, quienes ya habían disputado el reino de Ixión con Pirítoo y que en esta ocasión reunieron sus fuerzas e invadieron el territorio lapita. Sorprendieron y destruyeron el principal ejército lapita, y cuando los sobrevivientes huyeron a Foloe en Elide, los vengativos Centauros los expulsaron y convirtieron a Foloe en una plaza fuerte propia. Finalmente los lapitas se establecieron en Malea.
Fue durante la campaña de Teseo contra los Centauros cuando volvió a encontrarse con Heracles por primera vez desde su infancia; y poco después le inició en los misterios de Deméter en Eleusis.
Tanto los lapitas como los centauros pretendían descender de Ixión, un héroe-roble, y tenían en común el culto del caballo (véase 63.a y b). Eran tribus montañesas primitivas de la Grecia septentrional y los helenos aprovecharon su antigua rivalidad aliándose primeramente con unos y luego con los otros (véase 35.2, 78.1 y 81.3). Centauro y lapita pueden ser palabras itálicas: centuria, «grupo militar de cien hombres», y lapicidae, «desmenuzadores de pedernal? (La etimología clásica habitual es, respectivamente, de centtauroi, «los que alancean toros», y lapizein, «fanfarronear».) Estos montañeses parecen haber practicado orgías eróticas, con lo que ganaron una reputación de promiscuidad entre los helenos monógamos; miembros de su raza neolítica sobrevivieron en las montañas de Arcadia y en el monte Pindó, hasta la época clásica y vestigios de su idioma pre-heleno se encuentran en la Albania moderna.






Sin embargo, es improbable que la batalla entre lapitas y centauros —representada en el frontón del templo de Zeus en Olimpia (Pausanias: 1.10.2); en el templete de Teseo en Atenas (Pausanias: 1.17.2) y en la égida de Atenea (Pausanias: i.28.2)— se refiera a una simple lucha entre tribus fronterizas. Estando relacionada con una fiesta nupcial regia patrocinada por los dioses y a la que asistió Teseo con su piel de león, tenía que describir un acontecimiento ritual que interesaba íntimamente a todos los helenos. Heracles con la piel de león luchó también con los Centauros en un festival análogo (véase 126.2). Homero los llama «fieras velludas», y puesto que no se diferencian de los sátiros en las pinturas de las ánforas griegas primitivas, la ilustración representa probablemente a un rey recién instalado —no importa quién— combatiendo con bailarines disfrazados de animales; acontecimiento que, según demuestra A. C. Hocart, en su Kinship, era parte integrante de la antigua ceremonia de la coronación.
Euritión desempeña el papel clásico de intruso (véase 142.5).
Si Ixión o Zeus era el padre de Pirítoo dependía del derecho de Ixión a llamarse a sí mismo Zeus.
El mito de su paternidad ha sido deducido evidentemente de una ilustración en la que aparecía una sacerdotisa de Tetis-Dia, hija de Deyoneo, «la hija divina de la costa») con el cabestro en la mano, animando al candidato a la dignidad de rey a dominar al caballo salvaje (véase 75.3). El nombre de Hipodamía («domadora de caballos») se refiere a la misma ilustración. Zeus, disfrazado de semental, «corría alrededor» de Dia, porque ese es el significado del nombre Pirítoo; e Ixión, como el dios Sol, con los miembros extendidos sobre su rueda de fuego, daba vueltas alrededor del firmamento (véase 63.2).


TESEO EN EL TÁRTARO



Después de la muerte de Hipodamía, Pirítoo indujo a Teseo, cuya esposa Fedra se había ahorcado recientemente, a hacer una visita a Esparta en su compañía y llevarse a Helena, hermana de Castor y Pólux, los Dioscuros, con quienes ambos deseaban relacionarse mediante el matrimonio. Donde se halla ahora el templo de Serapis en Atenas juraron ayudarse mutuamente en esa empresa peligrosa, sortear a Helena cuando la hubieran conquistado y luego a otra de las hijas de Zeus para el perdedor, cualquiera que fuera el peligro.
Una vez que decidieron eso, condujeron un ejército a Lacedemonia; luego, cabalgando al frente de la fuerza principal, se apoderaron de Helena mientras ésta ofrecía un sacrificio en el templo de Ártemis Erguida en Esparta y se alejaron al galope con ella. Pronto dejaron atrás a sus perseguidores y se zafaron de ellos en Tegea, donde, como habían convenido, echaron suertes por Helena, 








y Teseo resultó el ganador. Preveía, no obstante, que los atenienses no aprobarían de modo alguno que hubiese provocado una pendencia de ese modo con los temibles Dioscuros, y por lo tanto envió a Helena, que todavía no era núbil —tenía doce años o, según dicen algunos, era todavía más joven— a la aldea ática de Afidna, donde encargó a su amigo Afidno que la guardara con la mayor atención y secreto. Etra, la madre de Teseo, acompañó a Helena y la cuidó bien. Algunos tratan de disculpar a Teseo relatando que fueron Idas y Linceo quienes robaron a Helena y luego la confiaron a la protección de Teseo, en venganza por el rapto de las Leucípides, por los Dioscuros. 







Otros explican que el propio padre de Helena, Tindáreo, la confió a Teseo al saber que su sobrino Enaróforo, hijo de Hipocoonte, se proponía raptarla.
Pasaron algunos años, y cuando Helena tuvo ya la edad suficiente para que Teseo se casara con ella, Pirítoo le recordó el pacto. Consultaron juntos a un oráculo de Zeus, al que habían invocado para que fuese testigo de su juramento, y su respuesta irónica fue la siguiente: «¿Por qué no vais al Tártaro y pedís que Perséfone, la esposa de Hades, sea la novia de Pirítoo? Es la más noble de mis hijas.» Teseo se escandalizó cuando Pirítoo, que tomó en serio esa sugestión, le obligó a mantener su juramento, pero no se atrevió a negarse a ir y poco después descendieron, espada en mano, al Tártaro. Eludiendo el paso a través del Lete, eligieron el camino trasero, la entrada del cual está en una caverna del Ténaro laconio, y no tardaron en llamar a las puertas del palacio de Hades. Hades escuchó con calma su insolente ruego y, fingiendo hospitalidad, les invitó a sentarse. Sin recelar nada, se sentaron en el asiento que él les ofreció, pero resultó ser la Silla del Olvido que se convirtió inmediatamente en parte de ellos mismos, de modo que no podían levantarse sin mutilarse a sí mismos. Unas serpientes enroscadas silbaban a su alrededor, y entre tanto les azotaban las Furias y les mordían los dientes de Cerbero, mientras Hades les contemplaba sonriendo torvamente.
Así siguieron atormentados durante cuatro años enteros, hasta que Heracles,






 que fue por orden de Euristeo en busca de Cerbero, les reconoció al ver cómo le tendían en silencio las manos suplicando su ayuda. Perséfone recibió a Heracles como a un hermano y le permitió bondadosamente que pusiera en libertad a los malhechores y los llevara de vuelta al aire superior, si podía. Inmediatamente Heracles asió a Teseo por ambas manos y lo levantó con fuerza gigantesca, hasta que, con un ruido desgarrante, lo liberó de su asiento, pero un buen trozo de su carne quedó pegada a la roca, que es por lo que los descendientes atenienses de Teseo tienen unos traseros tan absurdamente pequeños. Luego asió las manos de Pirítoo, pero la tierra tembló amenazadora y desistió. Después de todo, Pirítoo había sido el inspirador de aquella empresa impía.
Según algunos relatos, no obstante, Heracles puso en libertad a Pirítoo lo mismo que a Teseo. Incluso se ha dicho que Teseo y Pirítoo nunca fueron al Tártaro, sino sólo a una ciudad tesprotia o molosia llamada Cíquiro, cuyo rey Aidoneo, al descubrir que Pirítoo se proponía raptar a su esposa, lo arrojó a una jauría de perros y encerró a Teseo en un calabozo, del que Heracles lo sacó más tarde.


A los héroes principales de varias mitologías se les atribuye haber perturbado el Infierno: Teseo, Heracles (véase 134.c), Dioniso (véase 170.m) y Orfeo (véase 28.c) en Grecia; Bel y Marduk en Babilonia (véase 71.1); Eneas en Italia; Cuchulain en Irlanda; Arturo, Gwydion y Amathaon en Britania; y Ogier el danés en Bretaña. El origen del mito parece ser una muerte provisional que el rey sagrado simulaba sufrir al final de su reinado normal, mientras un muchacho, interrex ocupaba su lugar durante un solo día, eludiendo así la ley que le prohibía extender su plazo más allá de los trece meses de un año solar (véase 7.1, 41.1, 123.4, etcétera).
Bel, y su sucesor Marduk, pasaron su período de abdicación luchando con el monstruo marino Tiamat, una encarnación, de la diosa Mar Ishtar que envió el Diluvio (véase 73.7); como los reyes irlandeses de la antigüedad, de los que se dice que salieron a librar batalla con las rompientes atlánticas, parecen haberse ahogado ceremonialmente. En un vaso Etrusco se ve al rey moribundo, al que se llama Jasón, (véase 148.4) en las fauces de un monstruo marino; de aquí ha sido deducida, al parecer, la anécdota moral de Jonas y la ballena; Jonas es Marduk.
Los autógrafos atenienses han conseguido disimular la enconada rivalidad entre Teseo y su mellizo suplente Pirítoo (véase 95.2) por los favores de la diosa de la Muerte-en-Vida —que aparece en el mito como Helena (véase 62.3) y Perséfone—, presentándolo como una fiel pareja real que, como Castor y Pólux, hicieron una incursión amatoria en una ciudad vecina (véase 74.c), y uno de los cuales quedaba eximido de la muerte, porque podía pretender un nacimiento divino. Idas y Linceo, una pareja de mellizos análoga, han sido introducidos en la fábula para destacar este punto. Pero el nombre de Pirítoo, «el que da vueltas», indica que era un rey sagrado por derecho propio, y en la pintura de un vaso de la Baja Italia se le ve ascendiendo al aire superior y despidiéndose de Teseo, quien se queda junto a la diosa de la Justicia, como si Teseo fuera solamente su heredero.
Los cuatro años que estuvo Teseo en el Tártaro son el período habitual durante el cual un rey sagrado cedía su lugar al heredero; luego se instalaba un nuevo rey sagrado, Teseo redivivo. Los atenienses hicieron la tentativa de elevar a su héroe nacional a la categoría de dios olímpico, cómo Dioniso y Heracles, afirmando que había eludido la muerte; pero sus enemigos los peloponenses se opusieron con buen éxito a esa pretensión. Algunos insistían en que no había escapado a la muerte, sino que le habían castigado eternamente por su insolencia, como a Ixión y Sísifo. Otros interpretaban racionalmente la fábula, diciendo que había ido a Ciquiro y no al Tártaro, y se tomaban la molestia de explicar que Pirítoo no había sido mordido por Cerbero, sino por perros molosios, los mayores y más feroces de Grecia. La concesión más generosa que se hacía al mito ateniense era que Teseo, puesto en libertad bajo fianza tras una estada humillante en la Silla del Olvido (véase 37.2), había transferido apologéticamente la mayoría de sus templos y altares a Heracles el Salvador, cuyos trabajos y sufrimientos imitaba.








Sin embargo, Teseo era un héroe de alguna importancia y hay que reconocerle el mérito de haber visitado el Infierno, en el sentido de que penetró hasta el centro del laberinto cretense, donde le esperaba la Muerte, y salió de él sin que le hubiera ocurrido nada malo. Si los atenienses hubiesen sido tan poderosos en tierra como lo eran en el mar, sin duda habría llegado a ser un olímpico o, al menos, un semidiós nacional. La fuente central de esta hostilidad a Teseo era probablemente Delfos, cuyo oráculo de Apolo estaba notoriamente al servicio de los espartanos en su lucha contra Atenas.

104. LA MUERTE DE TESEO

Durante la ausencia de Teseo en el Tártaro, los Dioscuros reunieron un ejército de laconios y arcadios, marcharon contra Atenas y exigieron la devolución de Helena. Cuando los atenienses negaron que la tuvieran ellos, o que no tenían la menor idea de dónde podía estar, los Dioscuros procedieron a saquear el país de Ática, pero los habitantes de Decelía, que desaprobaban la conducta de Teseo, los guiaron a Afidna, donde encontraron y rescataron a su hermana. 








Los Dioscuros destruyeron Afidna, pero los decelianos están todavía exentos de todos los impuestos espartanos y tienen derecho a asientos de honor en los festivales espartanos; sus tierras fueron las únicas que se salvaron de la guerra peloponense, cuando los invasores espartanos asolaron el Ática.
Otros dicen que quien reveló el lugar en que se ocultaba Helena fue Academo o Equedemo, un arcadio que había ido al Ática por invitación de Teseo. Los espártanos, ciertamente, le trataron con gran honor en vida y en sus posteriores invasiones respetaron su pequeña propiedad junto al río Cefiso, a seis estadios de Atenas. Esta propiedad se llama ahora Academia, un bello jardín, bien regado donde se reúnen los filósofos para expresar sus opiniones irreligiosas sobre la naturaleza de los dioses.
Maratón mandaba el contingente arcadio del ejército de los Dioscuros y, obedeciendo a un oráculo, se ofreció para el sacrificio al frente, de sus hombres.
Los Dioscuros, para mortificar a Teseo hicieron que su hijo Menesteo regresara del exilio y le nombraron regente de Atenas. Este Menesteo fue el primer demagogo. Durante la ausencia de Teseo en el Tártaro se congració con el pueblo recordando a los nobles el poder que habían perdido con la federalización y diciendo a los pobres que les robaban el país y la religión y se habían convertido en súbditos de un aventurero de origen oscuro, quien, no obstante, había abandonado el trono y se decía que había muerto.
Cuando cayó Afidna y Atenas se hallaba en peligro, Menesteo incitó al pueblo a que recibiera a los Dioscuros en la ciudad como sus benefactores y liberadores. De hecho se comportaron muy correctamente y sólo pidieron que se les admitiese en los misterios eleusinos como había sido admitido Heracles. Esa petición fue concedida y los Dioscuros se convirtieron en ciudadanos honorarios de Atenas. Afidno era su padre adoptivo, como Filio lo había sido de Heracles en una ocasión análoga. 





En adelante se les rindieron los hombres divinos a la salida de su constelación, en agradecimiento por, la clemencia que habían mostrado con el populacho; y llevaron jubilosamente a Helena de vuelta a Esparta, con Etra, la madre de Teseo, y una hermana de Pirítoo como su sierva. Algunos dicen que encontraron a Helena todavía virgen; otros, que Teseo la había dejado encinta y que en Argos, al volver a su patria, dio a luz a una niña, Ingenia, y dedicó un templo a Artemis en agradecimiento por su buen parto.
Teseo, quien volvió del Tártaro poco tiempo después, erigió inmediatamente un altar a Heracles Salvador y volvió a consagrarle todos sus templos y bosquecillos sagrados menos cuatro. Sin embargo, las torturas, le habían debilitado mucho y encontró a Atenas tan corrompida por las facciones y la sedición que ya no pudo mantener el orden. Después de hacer salir a sus hijos a escondidas de la ciudad y enviarlos a Eubea, donde les dio albergue Elpenor, hijo de Calcodonte —aunque algunos dicen que habían huido antes de su regreso— y de maldecir solemnemente a los atenienses desde el monte Gargeto, se embarcó para Creta, donde Deucalión le había prometido albergarlo.
Una tempestad desvió la nave de su curso y el primer lugar en que desembarcó fue la isla de Esciros, cerca de Eubea, donde el rey Licomedes, aunque era amigo íntimo de Menesteo, le recibió con toda la magnificencia debida a su fama y su linaje. Teseo, que había heredado una propiedad en Esciros, pidió permiso para establecerse allí. Pero Licomedes, hacía ya tiempo que consideraba suya esa propiedad, y con el pretexto de mostrar a Teseo sus límites, le llevó engañosamente a la cima de un alto risco y lo precipitó desde él. Luego se excusó diciendo que Teseo había caído accidentalmente cuando paseaba borracho después de comer.
Menesteo, que había quedado en posesión absoluta del trono, fue uno de los pretendientes de Helena, y condujo las fuerzas atenienses a Troya, donde adquirió gran fama como estratega, pero murió en batalla. Le sucedieron los hijos de Teseo.
Sus amoríos turbaron con tanta frecuencia a los atenienses que tardaron en apreciar su verdadero mérito incluso varias generaciones después de su muerte. Pero en la batalla de Maratón su espíritu se elevó de la tierra para alentarlos y cayó plenamente armado sobre los persas; 







y cuando se logró la victoria, el oráculo de Delfos ordenó que sus huesos fuesen llevados a su patria. La población de Atenas había sufrido los ultrajes de los esciros durante muchos años, y el oráculo anunció que eso continuaría mientras ellos tuviesen los huesos. Pero recuperarlos era una tarea difícil, porque los esciros eran no menos ariscos que feroces, y cuando Cimón conquistó la isla no quisieron revelar el lugar donde estaba la tumba de Teseo. Pero Cimón vio que un águila hembra escarbaba con el pico y revolvía con las uñas la tierra en la cima de una colina. Consideró eso como una señal del cielo, tomó una piqueta, fue apresuradamente a donde estaba el agujero hecho por el águila y comenzó a ensancharlo. Casi inmediatamente la piqueta chocó con un ataúd de piedra y dentro de él encontró un esqueleto más grande de lo ordinario, armado con una lanza de bronce y una espada; sólo podía ser el de Teseo. El esqueleto fue conducido reverentemente a Atenas, donde lo volvieron a enterrar con una gran ceremonia en el templo de Teseo,









cerca del Gimnasio. Por cierto uno de los templos clásicos mejor conservados, pues con la implantación del cristianismo se convirtió en la iglesia de San Jorge
Teseo era un hábil tocador de lira y se convirtió en el patrono, juntamente con Heracles y Hermes, de todos los gimnasios y escuelas de pugilismo de Grecia. Su semejanza con Heracles es proverbial.
Intervino en la cacería del jabalí de Calidón; vengó a los campeones que cayeron en Tebas y no fue uno de los argonautas porque estaba detenido en el Tártaro cuando ellos partieron para la Cólquide. La primera guerra entre los peloponenses y los atenienses fue causada por su rapto de Helena y la segunda por su negativa a entregar los hijos de Heracles al rey Euristeo.
Los esclavos y labradores maltratados, cuyos antepasados buscaron en él protección contra sus opresores, se refugiaban en su templo, donde se le ofrecían sacrificios el día 8 de cada mes. Este día puede haber sido elegido porque llegó por primera vez a Atenas desde Trecén el día 8 del mes Hecatombeón, y volvió de Creta el día 8 del mes Pianepsión. O quizá porque era hijo de Posidón, pues las fiestas de Posidón se observan también en ese día del mes, porque siendo el ocho el primer cubo de un número par, representa el poder inquebrantable de Posidón.
Menesteo el erectida, 









que es elogiado en la Ilíada ii.552 y ss. por su excepcional capacidad militar, y reinó en Atenas durante los cuatro años de ausencia de Teseo en el Tártaro, parece haber sido su mellizo y co-rey mortal, el equivalente del lapita Pirítoo. Aquí aparece como un prototipo de los demagogos atenienses, quienes, durante el transcurso de la guerra peloponense, favorecieron la paz con Esparta a cualquier precio; pero el mitógrafo, aunque lamenta su táctica, cuida de no ofender a los Dióscuros, a quienes los navegantes atenienses pedían ayuda cuando los ponían en peligro las tormentas.
El tema del pharmacos emplumado reaparece en los nombres del padre y el abuelo de Menesteo, y en la muerte del propio Teseo. Ésta se produjo en la isla de Esciros («pedregosa»), nombre que se escribe también Sciros, lo que indica que en la ilustración gráfica de la que se ha deducido la fábula la palabra scir (forma abreviada de Scirophoria, que explica por qué el rey es arrojado desde un risco) ha sido tomada equivocadamente por el nombre de la isla. Si es así, Licomedes sería la víctima; el suyo era un nombre ateniense común. Parece que originariamente se ofrecían sacrificios a la diosa Luna en el octavo día de cada lunación, cuando entraba en su segunda fase, que era el momento del mes oportuno para la plantación; pero cuando Posidón se casó con ella y se apropió de su culto, el mes se convirtió en un periodo solar que ya no estaba vinculado con la luna.
Como hemos podido ir observando a lo largo de ésta entrada, Teseo es uno de los más grandes personajes de la mitologia Griega. Por encima, o por debajo, de esa complicadísima red de relaciones, personajes extraños, imaginarios o reales, de situaciones inverosímiles, heróicas, permanece una realidad, tan sumamente lejana en el tiempo, tan aparentemente ajena a la nuestra, que apenas llegamos a reconocer. 





Pero las historias de Zeus, Minos, Pasifae, el Minotauro, Ariadna, Teseo, tienen lugar en una extraña y prácticamente desconocida civilización la minoica, que influyó poderosamente en la civilización griega posterior y por lo tanto, en todos nosotros, puesto que como dijo alguien que ahora mismo no recuerdo, nosotros las mujeres y hombres del S.XXI, no somos más que griegos, haciéndonos las mismas preguntas que se hicieron ellos, sobre quien somos, de donde venimos y a donde vamos.
Por eso es tan necesario reflexionar sobre la mitología de aquellos que vivieron hace tantos miles de años.
La mitología llega desde los orígenes y nace en el mismo momento que los pueblos. No nos es posible separar a los pueblos de sus mitos, no podríamos entender que es un griego, o un egipcio, sin el conocimiento de la importancia que en la formación de su identidad como pueblo, han tenido sus mitos. Se ha llegado a afirmar que no es por su historia que un pueblo tiene una determinada mitología, sino que es la mitología la que determina su historia, más que eso, no es que la determine sino que constituye su destino.

Bueno como siempre espero que os haya sido útil e interesante.