dissabte, de maig 08, 2010

BUENAVENTURA DURRUTI: EL MITO DEL "HÉROE DEL PUEBLO".


"Siempre hemos vivido en barracas y tugurios. Tendremos que adaptarnos a ellos por algún tiempo todavía. Pero no olviden que también sabemos construir. Somos nosotros los que hemos construido los palacios y las ciudades en España, América y en todo el mundo. Nosotros, los obreros, podemos construir nuevos palacios y ciudades para reemplazar a los destruidos. Nuevos y mejores. No tememos a las ruinas. Estamos destinados a heredar la tierra, de ello no cabe la más mínima duda. La burguesía podrá hacer saltar en pedazos su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero nosotros llevamos un mundo nuevo dentro de nosotros, y ese mundo crece a cada instante. Está creciendo mientras yo hablo con usted. "
Buenaventura Durruti.

No sé cuando fué la primera vez que oí el nombre de Durruti. Quizás fuera de un familiar mío de "Estat Catalá" que odiaba con la misma intensidad a los españoles que a los anarquistas y, probablemente, yo en aquellos años compartiera -por lo que hace a los anarquistas- el mismo sentimiento, sin saber porqué, ni lo que significaron, ni conocer para nada la vida ni la obra del gran revolucionario anarquista que por cierto jamás militó en la organización específica del anarquismo ibérico la FAI - Federación Anarquista Ibérica - y pasó muy pocas horas en los locales de los sindicatos confederales, de los que se supone era destacado militante.
Lo que si recuerdo con claridad fué la primera vez que ví su imagen, fué en la Casa del Ardiaca, la hemeroteca de Barcelona, próxima a la Catedral y a l'Escola Masana era un cartel de la Guerra Civil:




Aunque ya empezaba a saber bastante del tema, me pareció algo impúdico, el culto a la personalidad que se construyó a su alrededor inmediatamente después de su muerte. No sé porqué, pero estaba seguro de que el mismo Durruti, arrancaría semejante cartel y lo dejaría reducido a birutas. ¿Que intereses ocultos habían transformado al hombre de acción en Héroe del Pueblo?

Hay quien opina que la historia es la carroña de las sociedades y los historiadores sus forenses. Esa quizás sea la historia con mayúsculas, la de las facultades y bibliotecas, la historia que nosotros reivindicamos no es (o no debiera ser) pretenciosamente objetiva, es (o debiera ser) una herramienta crítica para entender el presente y transformarlo. 
Durante diferentes etapas de la historia las minorías acomodadas han utilizado en momentos de crisis a diversos movimientos para mantener sus privilegios, llegando a ceder a estos grupos de presión el poder político. Este es el caso del fascismo en el período de entreguerras.  Tras la I Guerra Mundial  el capitalismo ya no juega un papel progresivo, no desarrolla las fuerzas productivas más que provocando crisis y guerras.
En este contexto surgirá el fascismo pero también el antifascismo y ambos con el mismo fin, aunque pueda parecer lo contrario, salvaguardar los intereses del capital imperialista y aplastar al proletariado internacional. La Guerra Civil española ilustra el papel contrarevolucionario del antifascismo a la perfección, tal como señalábamos en la entrada dedicada a abad de Santillán que podéis ver aquí:

http://terraxaman.blogspot.com/2010/05/la-fascinacion-del-poder-diego-abad-de.html

El 19 de Julio en diversas ciudades de España los obreros cortan el paso a la rebelión militar y comienzan una dinámica de expropiación de claro matiz revolucionario que desgraciadamente durarà muy poquito. La misma constitución del Comité de Milicias Antifascistas (organismo interclasista que traslada el protagonismo de las masas a la dirección de las organizaciones) que tan astutamente Lluís Companys hizo aceptar a la CNT-FAI,  evidencia el inicio del ataque de la burguesía antifascista contra el proletariado. 

"Hálito de Durruti" monumento levantado por la CGT en memoria Durruti en su ciudad natal.


El cónclave de Burgos (la Junta de los Militares golpistas) y el gobierno republicano de Madrid son los ejes de una misma pinza que se cierra contra la clase obrera. España no será el escenario de una guerra revolucionaria –mes que por unos pocos meses-, ni tan siquiera de una guerra civil, sino el de una guerra imperialista, respuesta que el capitalismo suele adoptar cuando su hegemonía se ve amenazada. La burguesía (tanto nacional como internacional) alineada a ambos lados ventila sus cuentas a costa del proletariado. Desde la República y desde el bando “Nazional” se centra el mensaje en una política de guerra. La guerra como forma de reestructuración del modelo capitalista en crisis y de aplastamiento de la clase obrera.
La guerra en España servirá de laboratorio de pruebas, un anticipo al mismo fenómeno de reestructuración que se vivirá a nivel mundial (II Guerra Mundial). En España se impondrá un modelo capitalista dictatorial (con la complicidad de las democracias occidentales y la URSS), mientras que tras la II Guerra Mundial en el resto del mundo se impondrá un modelo capitalista democrático falsamente enfrentado a un supuesto bloque «socialista» antagónico. Tanto el modelo dictatorial como el democrático tienen una misma finalidad: reajustar y mantener el sistema de explotación. 


Evidentemente España no entrará en el conflicto mundial puesto que el reajuste (vía triunfo dictatorial) se ha producido con anticipación. También es lógico, siguiendo esta argumentación, que las democracias occidentales que decían luchar contra el fascismo no cuestionen el sistema político (fascista) español tras la II Guerra Mundial. En la guerra de España la ideología que se impondrá, como supuesta necesidad ineludible, será el antifascismo: el frentismo y la colaboración de clases incluyendo en esto a las cúpulas (no se les puede llamar de otra manera) de la CNT-FAI y los oportunistas del POUM desmarcándose con ello de una política realmente revolucionaria y plegándose al pragmatismo de una política de guerra.
La unidad antifascista no es más que el colaboracionismo de clase. El proletariado en lugar de enfrentarse contra sus enemigos (la burguesía fascista y antifascista), en una verdadera guerra de clases se verá obligado a hacer de carne de cañón de ambas burguesías con la complicidad de algunos de sus «dirigentes más avanzados». La temprana muerte de Durruti el 20 de noviembre del 36, nos impide suponer cual hubiera sido su evolución ideológica y hasta donde habría llegado su enfrentamiento con los burócratas de la CNT y de la FAI que ponían sus posaderas en los sillones de los Consellers de la Generalitat y del Gobierno de Largo Caballero.
Pocos meses después de su muerte “Los sucesos de mayo del 37” en Barcelona se evidencian como el epílogo de un deseo frustrado de crear una sociedad sin clases por parte del proletariado. Es a partir de mayo que podemos decir que la burguesía (de la mano de sus aliados estalinistas) ha vencido a una revolución inconclusa (no se tocaron los bancos, no se abolió el dinero, y principalmente no se destruyó el Estado –mes que parcialmente en los meses del verano-septiembre del 36,  lejos de eso algunos anarquistas llegaron a convertirse en ministros (!)). 


El cadáver de Camilo Berneri, el conocido anarquista italiano – como el de Andreu Nin dirigente del POUM- serán el estandarte de los crímenes más evidentes del antifascismo. Los obreros españoles fueron machacados bajo la bandera del antifascismo y en definitiva lucharon (sin ser su deseo) por el triunfo del capitalismo. 


Miembros de las Juventudes Libertarias asesinados en Mayo del 37 en Barcelona.

El proletariado internacional bajo la misma bandera antifascista sólo esbozó los trazos de una solidaridad mediatizada. Este sólo podía respaldar a los obreros españoles mediante acciones de clase dirigidas contra el aparato económico y político del capital. Por eso la ayuda efectiva a la España revolucionaria únicamente residía en el cambio radical a nivel mundial de las relaciones de clase.  
La Guerra Civil española ejemplariza el nocivo papel del antifascismo. El fracaso de la revolución habría que buscarlo en múltiples causas y no solamente en el antifascismo pero ésta no es la misión del presente mensaje.



Vida y Obra de José Buenaventura Durruti


El 14 de julio de 1896 nacía en León Buenaventura Durruti, segundo de los ocho hijos de Santiago Durruti y Anastasia Domínguez. 


De los ocho hermanos -Santiago, Buenaventura, Vicente, Plateo, Benedicto, Pedro, Manuel y Rosa- sólo tres sobrevivieron al finalizar la guerra. En 1932, durante una huelga, moría en León uno de los hermanos de Durruti (según nos comunica Manuel Durruti Cubria, sobrino de Buenaventura, Manuel Durruti -hermano de Buenaventura- fué la única víctima en la ciudad de León), junto a un anarquista llamado José María Pérez. Otro murió durante los sucesos de Asturias de 1934. En 1936, comenzada la guerra, Manuel Durruti se afiliaba a Falange Española, en León, y poco después moría fusilado por los mismos falangistas al haberse negado a probar su lealtad hacia la organización. Pedro, antiguo afiliado a Falange, fue fusilado en zona republicana (vease el mensaje enviado por el sobrino de Buenaventura en los comentarios al final de ésta entrada).


La sencilla casa donde nació Durruti

Buenaventura Durruti asistió, durante su infancia, a la escuela leonesa de Ricardo Fanjul. 


Los hermanos Durruti nº1 José Buenaventura y 2 Santiago en la escuela.


Su hermano mayor, Santiago dice que Pepe, así lo llamaban de pequeño, leía todo lo que caía en sus manos hasta el amanacer, a la luz de un candil. Sus maestros añaden que era un niño cariñoso, con ansias de saber  y ya desde los ocho años sentía como propios los pesares de los que le rodeaban, dando muestras tempranas de solidaridad, como lo atestigua la anécdota que nos cuenta su sobrino Manuel Durruti: " vio la situación en que se encontraban los ancianos del Asilo de Ancianos Desamparados; cuando les veía recoger colillas para poder fumar. Esto jamás lo olvidó.
El asilo de ancianos estaba muy cerca de la escuela de don Ricardo Fanjul, así que durante los recreos Buenaventura hablaba con ellos. Así supo que la mayoría de ellos, después de una vida de trabajo y privaciones, si tenían suerte, terminaban en un asilo de la caridad. Es entonces cuando hablando con su maestro don Ricardo Fanjul dijo: don Ricardo, prefiero morir luchando que llegar a viejo en estas condiciones.
Y es también entonces, cuando Buenaventura va a trabajar a una huerta que había cerca de los Franciscanos. Con lo que ganó, compró papel de fumar y tabaco para los ancianos".
Poco más tarde -a los 14 años - y no sin vencer cierta oposición por parte de su familia, abandonaba la escuela y aprendía el oficio de mecánico. Su maestro en esta tarea fue Melchor Martínez, que tenía en León una gran reputación como revolucionario. (Llamaba la atención por leer «El Socialista» en público). De hecho, fue el primer mentor ideológico que Durruti tuvo. «Voy a hacer de tu hijo un buen mecánico, pero también un buen socialista», decía Melchor Martínez al padre de Durruti. 


Durruti de pie en el centro con sus compañeros del sindicato Metalúrgico de la UGT.

En 1912 Durruti, influenciado por su padre -de ideas socialistas- y por M. Martínez, se afiliaba a la «Unión de Metalúrgicos»; sin embargo, pronto comprendió que el socialismo moderado de la UGT. -Unión General de Trabajadores- no era lo que más le atraía. Una vez abandonado el trabajo en el taller de Melchor Martínez, Durruti trabajó como montador de lavaderos de carbón. Iba a ser Matallana, a 30 Kms. de León, el escenario de la primera dificultad que Durruti tendría con las autoridades. Se encontraba allí con motivo de la instalación de uno de estos lavaderos y no tardó en verse involucrado en un conflicto provocado por los mineros, que exigían la destitución de uno de los ingenieros cuya actitud era claramente contraria a sus intereses. Los mineros, con el apoyo de Durruti y los demás mecánicos, consiguieron que el ingeniero fuera despedido; sin embargo, al llegar Durruti a León se encontró con la noticia, nada agradable, de que la Guardia Civil se había interesado por él.
Poco después, en 1914, al partir su hermano Santiago a la guerra, su padre le consigue sustituir a aquel en la Compañía de Ferrocarriles del Norte, como mecánico ajustador, empresa en la que el padre de Durruti trabajó hasta caer enfermo. 



Allí se encontraba Durruti cuando, en 1917, estalló la gran huelga revolucionaria, promovida por la UGT y secundada por la CNT -Confederación Nacional del Trabajo-. Buenaventura desplegó durante la huelga una gran actividad, contribuyendo a la quema de locomotoras y al levantamiento del tendido de las vías, lo que significó su expulsión de la UGT y, obviamente, el despido de la compañía. Con su amigo «El Toto» se dirigió en primer lugar hacia Gijón, donde contactó con la CNT, y, posteriormente huyó a Francia, ya que además de por saboteador era buscado por desertor.

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"Para nosotros Durruti no es ni un héroe ni un mesías. No necesitamos jefes ni caudillos. Eso no existe entre los anarquistas.
El papel de Durruti no puede interpretarse como un culto al héroe. Él tenía una cierta dignidad y un cierto valor sin los cuales es imposible vivir. En nuestros días, el Che Guevara desempeñó un papel muy parecido.
 Durruti no era un teórico, no era de los que se sientan ante un escritorio mientras los demás luchan. Era un hombre de acción, salía a la calle a luchar, y siempre se le encontraba donde el peligro era mayor.
A veces la simpatía por Durruti llegó a regiones de fervor religioso y de mística sentimental. El culto a los héroes es tan viejo como el mundo. Carlyle le dio significación porque en su época el culto a los héroes no era el culto plural y anónimo de ahora. Hoy, en la inmediación de Durruti y en la lejanía espacial de sus años y de los nuestros, vemos millones de héroes. Y una fuerte impulsión nos acerca a su sacrificio total, a su vida malograda y a su tránsito, pero nos aleja de cualquier personalización mística, de cualquier deificación.
El culto al héroe habría de consistir en darle amplitud. Entre los muertos por una noble causa no puede separarse a uno solo.
En nuestros debates surge como apelación celeste el culto al heroísmo. Todas nuestras victorias, sin embargo, se han conseguido por actividad conjunta, en la que no hizo falta el sacrificio heroico de nadie, sino la solidaridad de todos.
Lo ejemplar de Durruti fue su protesta airada -mucho más lo hubiera sido de seguir viviendo- contra la traición de la retaguardia endiosada en las poltronas, que pudo determinar el combate eficientemente contra el salvajismo franquista y no lo hizo. Lo ejemplar de Durruti fue su actitud contra la militarización,
Lo ejemplar de Durruti fue su llaneza tan en oposición a las fantasías de los graduados repentinos. Lo ejemplar de Durruti fue su voluntad de entera autonomía para los núcleos económicos que se iban formando en Aragón junto a la misma línea de fuego, y no con una nueva etiqueta de Confederación Nacional del Trabajo, sino con su espíritu superado y galvanizado con inmediatos y buenos ejemplos. Lo ejemplar de Durruti era su adversa opinión al militarismo galoneado que, después de perder todas las guerras, hace imposible la paz.
Felipe Alaiz.
El 1 de enero de 1919 Durruti cruzó la frontera, clandestinamente, y se dirigió a Asturias, donde debería realizar una misión encomendada por la CNT. Una vez cumplida la misión, parece ser que estuvo en La Robla, a 25 Kms. de León, implicado en un grave conflicto laboral, dirigiéndose poco después a Valladolid, donde permaneció unos tres meses. Más tarde, y cuando se encaminaba hacia Galicia, con el fin de participar en diversas acciones, fue detenido por la Guardia Civil y enviado a La Coruña. Allí le identificaron como desertor y le trasladaron a San Sebastián, siendo sometido a Consejo de Guerra y encarcelado. Sin embargo, permaneció muy poco tiempo en la cárcel, ya que, con la ayuda de varios compañeros, logró evadirse y huyó a Francia (julio de 1919) después de haber pasado algún tiempo escondido en los montes.


Manuel Buenacasa

En 1920 regresó a España, por San Sebastián, y se dirigió a Barcelona. Antes de emprender la marcha hacia la ciudad catalana, rechazó un trabajo en una fábrica de Rentería, que Manuel Buenacasa y otros compañeros le habían buscado, así como un puesto en el Comité de Metalúrgicos de la CNT en el país vasco: «En mi opinión los cargos importan poco -decía Durruti-. Lo importante para mí es la base, a fin de poder obligar a los de arriba, desde ella, a que respeten sus compromisos, impidiéndoles así, en la medida de lo posible, que se burocraticen». A su paso por Euskadi, Durruti conoció a otros anarquistas significados: Suberviola, Del Campo, Albaldetrechu y Ruiz, con los que creó el grupo llamado «Los Justicieros», cuyo terreno de acción era, simultáneamente, Aragón y Guipúzcoa. 




Durruti y el resto de «Los Justicieros» decidieron actuar rápidamente, y su primer objetivo era Alfonso XIII. El monarca español debía de asistir a la inauguración del Gran Kursaal de San Sebastián. La pretensión de los anarquistas era acabar con la vida del rey valiéndose de explosivos, pero sus intenciones se vieron frustradas ante el masivo despliegue policíaco que se llevó a cabo en el País Vasco para lograr la captura de Durruti, Suberviola y Del Campo, que habían sido denunciados.
En febrero de 1921, Durruti se encontraba en Andalucía en cumplimiento de una nueva misión, cuyo fin era ampliar las bases del anarquismo en esta región. El 9 de marzo, en compañía de Juliana López que era el otro emisario en tierras andaluzas, regresó a Madrid y fue apresado por la Policía. Ese día todo individuó sospechoso era detenido en la capital. El día anterior, Eduardo Dato había sido muerto a balazos por tres desconocidos. No obstante, Durruti, haciendo uso de una falsa personalidad, logró engañar a la Policía y salió libre, continuando su viaje de vuelta a Barcelona.


El Capitán General de Catalunya Martinez Anido

El grupo de «Los Justicieros», que más tarde cambió su nombre por el de «Crisol», siguió en su línea de utilización de la violencia como respuesta a la violencia desatada por la patronal. 
"La violencia en estos años fue extrema. Los miembros del Sindicato Libre, con la colaboración de la policía, asesinaban impunemente a políticos de izquierdas y a dirigentes del Sindicato Único, mientras que activistas del Sindicato Único asesinaban policías, empresarios y miembros del Sindicato Libre. En este tiempo murieron alrededor de 400 personas. Entre los muertos podemos destacar a unos 50 patronos, como por ejemplo Antoni Albareda, unos 170 sindicalistas, como por ejemplo Salvador Seguí, el noi del sucre, más de 80 obreros, más de 30 policías, unos 40 pistoleros del Sindicato Libre y también algunos políticos de izquierdas como Francesc Layret".(José Vicente Mestre Chust)



Algunos miembros del grupo "Los Solidarios", pueden verse a la derecha Durruti, Ascaso, Aurelio Fernandez, creo que Niguel García Vivancos, Juan García Oliver y Ricardo Sanz.

«Los Solidarios» contaban con varios colaboradores y gente de confianza cuya ayuda era solicitada según la naturaleza del asunto que les ocupara. Los principales componentes del grupo eran: Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Juan García Oliver, Eusebio Brau, Aurelio Fernández, Miguel García Vivancos, Alfonso Miguel, Ricardo Sanz, Gregorio Suberviola, Rafael Torres Escartín, Juliana López, Ramona Berni y Antonio «El Toto».

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Uno de los primeros condenados a muerte, por el grupo, fue el cardenal-arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevilla y Romero (n. 1843). Sobre la ejecución de Soldevilla, es muy interesante el fragmento de la novela de Pío Baroja «El Cabo de las Tormentas» que a continuación reproduzco:



«El cardenal-arzobispo de Zaragoza era un reaccionario de influencia. La ejercía no sólo en su sede sino en Barcelona y recomendaba a las autoridades de allí medidas fuertes y duras contra los obreros y los agitadores. Los anarquistas sabían que el arzobispo conferenciaba en Reus con los jefes de la Patronal de Barcelona y daba consejos para atacar a la organización sindicalista obrera. La banda marchó a Zaragoza; se entendieron los directores con una vieja anarquista catalana que vivía allí hacía algún tiempo, la ciudadana Teresa, y entre todos prepararon una emboscada y mataron al arzobispo una tarde que iba a una posesión suya llamada «El Terminillo». El arzobispo fue muerto en el auto cuando entraba en su finca, donde había establecido una escuela dirigida por monjas. Los anarquistas le hicieron veinte disparos. El arzobispo cayó muerto y quedaron heridos sus familiares y el chofer.» Hay que recordar que en el momento del atentado contra Soldevila, Durruti se encuentra preso en la cárcel.
El 1 de septiembre se llevaba a cabo una nueva y espectacular acción de «Los Solidarios»: el Banco de España de Gijón era objeto de un atraco a mano armada, llevándose los asaltantes un botín de unas 675.000 pesetas. La ejecución del asalto no fue fácil. Se acusaba a"Los solidarios" de bandidos y ladrones, a éste respecto las palabras de la madre de Durruti son reveladoras: "se dice que mi hijo es un ladrón y que millones pasaban por sus manos, pero cada vez que venía a casa lo hacía con la ropa destrozada, sin un céntimo y su padre y yo teníamos que pagarle el billete de vuelta hacia su destino".



Durruti, después de mantener un violento tiroteo con la Guardia Civil, logró huir subiendo al tejado de una casa y abandonando la ciudad al amparo de la noche. «La banda de Durruti» comenzaba a ocupar los titulares de la Prensa burguesa. Días más tarde el mismo Durruti, ayudado por varios compañeros, conseguía liberar a Francisco Ascaso, que se encontraba en prisión. 

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La CNT, desde su comienzo, actúa como salvaguardia de las familias campesinas y obreras, lucha contra el analfabetismo y el alcoholismo de grandes grupos sociales. La CNT vela por el buen comportamiento de sus militantes. El maltrato a la compañera o beber el dinero del jornal suponían la expulsión del sindicato, y con ello el aislamiento social del causante. La CNT era un refugio ético de la clase obrera. El sindicato crea bibliotecas y centros de alfabetización por toda España. Se enseña a leer y a escribir a los adultos. Después del trabajo diario y los días festivos, los sindicalistas dedicaban tiempo a trabajar por una sociedad más justa, mediante el apoyo material y moral de la militancia. Manuel Durruti (sobrino de Buenaventura)
 

Ambos amigos, Durruti y Ascaso, deciden emprender la marcha hacia Francia. Una vez en París, toman contacto con otros anarquistas allí establecidos, y juntos dan origen a la «Editorial Anarquista Internacional». La creación de esta editorial tenía como fin propagar por todo el mundo las obras ideológicas y de lucha del movimiento libertario. En París tuvieron conocimiento de la muerte de varios de sus compañeros - Del Campo abatido a balazos por la Policía en Barcelona- y de la detención de otros - Suberviola y Aurelio Fernández-. 

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A finales del año 1924, Durruti y Ascaso embarcaban con rumbo a Latinoamérica. Fue Cuba el punto inicial de su periplo por estas tierras y allí encontraron trabajo como cortadores de caña. Pronto comenzaron su labor en favor de los trabajadores de aquel país, y el punto álgido de sus acciones fue la ejecución de un empresario que mantenía a sus obreros en un lastimoso estado de esclavitud medieval. La activa búsqueda de los dos anarquistas por la Policía les convenció de la necesidad de abandonar la isla, y se dirigieron a México. Allí se encontraron con Jover y Vivancos, y juntos continuaron su peregrinar por Uruguay, Chile, Perú y Argentina bajo la denominación de «Los Errantes».
Waldo Bayer, autor de un libro sobre el anarquista Severino Giovani -fusilado en Argentina el 1º de febrero de 1932-, narra alguna de las actividades de Durruti y sus compañeros a su paso por el continente americano:


Coche con el que Los Errantes efectuaron sus expropiaciones en Buenos Aires.

«Si bien ya ha habido antecedentes en nuestro país, de esta clase de anarquismo expropiador, su verdadero auge se debe a la acción emprendida por los anarquistas españoles Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti; dos figuras verdaderamente legendarias que, necesitados de seis millones de pesetas exigidas por un juez español para liberar a ciento veintiséis de sus compañeros, inician una serie de asaltos a casas bancarias que comienza en España, con el Banco de Cataluña, sigue en México y luego por los países del Pacífico, asientan sus bases en Chile, donde obtuvieron un buen botín, llegan a la Argentina, donde asaltan el Banco de San Martín, cruzan el Río de la Plata, llegan a Montevideo donde realizan otros asaltos con éxito y luego regresan a Europa en un increíble periplo de coraje a toda prueba y desenfado. Esa gente sabía resolver las situaciones más difíciles con absoluta tranquilidad y sangre fría» .





Durruti -según se dice vestido de sacerdote-, Ascaso y Jover, buscados por casi todas las policías de Sudamérica, decidieron regresar a Europa. Para ello embarcaron en un trasatlántico que se dirigía a Inglaterra. Sin embargo, al tener que etectuar el barco una parada de emergencia en Canarias, los tres amigos se creyeron descubiertos y a punto de ser entregados a las autoridades españolas. Afortunadamente para ellos, no había motivo de alarma y, unas semanas después, el barco reemprendió su marcha hasta Inglaterra. Cruzaron el Canal de la Mancha y, poco antes del primero de mayo, se encontraban en París. Allí, Durruti trabajó durante algún tiempo en el sector metalúrgico y conoció a otros anarquistas de gran prestigio: Sebastián Faure, Louis Lecoin, Voline, Pedro Archinof y Néstor Mackno, su alma gemela.


Nestor Majnó

El 14 de julio de 1924 era el día señalado para que Alfonso XIII, acompañado del dictador Primo de Rivera, llegara a París, invitado por el Gobierno francés con motivo de la Fiesta nacional. Enterados de la visita, «Los Solidarios» dedicaron mes y medio a preparar un plan para acabar con la vida del monarca español. Para ello se pertrecharon de gran cantidad de munición, tres fusiles y un automóvil. El atentado se llevaría a cabo en la estación anterior a París, donde el tren en el que viajaba la comitiva real efectuaría una breve parada. El vagón que ocupaban el rey y sus acompañantes sería ametrallado y huirían en el automóvil. Sin embargo, la Policía francesa fue puesta en antecedentes y el plan de los anarquistas quedó frustrado. El 25 de junio, en un modesto hotel parisiense de la calle Legéndre, Durruti, Ascaso y Jover eran detenidos y posteriormente encarcelados. El 2 de julio aparecía la noticia de su detención en la Prensa. Las demandas de extradición por parte de diversos Gobiernos, entre ellos, el de España, no se hicieron esperar. El porvenir de los libertarios españoles se enturbiaba.



 El anarquista francés Sebastian Faure

Faure y Lecoin promovieron una gran campaña en favor de los detenidos para que no fuesen entregados a ninguno de los Gobiernos peticionarios de la extradición. Los anarquistas españoles fueron juzgados -la defensa corrió a cargo de Lecoin- y definitivamente indultados en julio de 1927. No obstante, no se les permitía la residencia en territorio francés. La misma Policía francesa les introdujo clandestinamente en Bélgica. Poco después, era la Policía belga quien utilizaba el mismo método con respecto a Francia. 
En aquellos agitados años, Durruti conoció en la Biblioteca Anarquista de París, a la que sería su compañera hasta el final de sus días y madre de su hija Collette, Emilienne Morin.


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"Durruti y yo no nos casamos nunca, por supuesto. ¿Qué se figura usted? Los anarquistas no van al registro civil. Nos conocimos en París. Habrá sido en 1927. Él acababa de salir de la cárcel. Había habido una campaña inmensa en toda Francia, el gobierno había cedido, los «tres mosqueteros» (ése era el sobrenombre que les había puesto la prensa) fueron libertados. Durruti salió, esa misma tarde visitó a unos amigos, yo estaba allí, nos vimos, nos enamoramos a golpe de vista, y así seguimos". 
"Sí, los anarquistas siempre hablaban mucho del amor libre. Pero eran españoles al fin y al cabo, y da risa cuando los españoles hablan de cosas así, porque va contra su temperamento. Repetían lo que habían leído en los libros. Los españoles nunca estuvieron a favor de la liberación de la mujer. Yo los conozco bien a fondo, por dentro y por fuera, y le aseguro que los prejuicios que les molestaban se los quitaron enseguida de encima, pero los que les convenían los conservaron cuidadosamente. ¡La mujer en casa! Esa filosofía sí les gustaba. Una vez un viejo compañero me dijo: «Sí, son muy bonitas sus teorías, pero la anarquía es una cosa y la familia es otra, así es y así será siempre.
Con Durruti tuve suerte. Él no era tan atrasado como los demás. ¡Claro que él sabía también con quién estaba tratando!

Emilienne Morin

El mismo Durruti: "Por ejemplo, ante una burla machista decía: "Cuando mi mujer va a trabajar yo limpio la casa, hago las camas y preparo la comida. Además, baño a la nena y la visto. Si crees que un anarquista tiene que estar metido en una taberna o un café, mientras su mujer trabaja, quiere decir que no has comprendido nada".
Nuevamente descubiertos en este país, Bélgica les admitió, si bien para permanecer allí tuvieron que adoptar una personalidad falsa previo acuerdo con la Policía belga! A propósito de está extraña situación, Ascaso comentaba: «Es lo más curioso que me ha ocurrido nunca. La legalidad sirviéndose de la ilegalidad». 


Gwerminal de Sousa

Durante este período -1927, exactamente- era creada, en Valencia, la FAI -Federación Anarquista Ibérica-, cuyo primer secretario fue el portugués Germinal da Sousa. Su finalidad era activar el movimiento libertario y acercar la CNT hacia el ideal puramente anarquista, en oposición al colaboracionismo y moderación que pregonaban algunos de sus miembros, Pestaña, Peiró, Juan López, etc., lo que posteriormente originó una división entre ambas tendencias. Para pertenecer a la FAI era condición indispensable ser afiliado a la CNT. No nos vamos a ocupar aquí de la estructura y funcionamiento de la FAI, pero sí diremos que con su creación el anarquismo de acción iba a adquirir una nueva dimensión.



El 14 de abril de 1931 era proclamada la Segunda República Española. El 15 regresaba a España Buenaventura Durruti. Este hombre, junto con Ascaso, Oliver, Federica Montseny, Jover y demás partidarios del anarquismo práctico, iban a ser quienes dominarían la nueva organización anarquista.
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"Durruti me impresionó mucho. Era gigantesco, atlético, tenía una potente cabeza, era una especie de Dantón. Su voz era fuerte. Por cierto, también era bondadoso cuando quería, casi tierno.
Yo sabía mucho de él y sus amigos, de sus viajes por los países latinoamericanos, de sus golpes de mano. Pero hay que reconocer que, si bien Ascaso y Durruti eran (si usted lo prefiere) gángsters políticos, o precursores del terrorismo (hoy es común, los periódicos hablan todos los días de los terroristas), nunca se guardaron ni una peseta para ellos". Federica Montseny.
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Enseguida comprendí que Durruti era un anarquista innato. Se notaba que venía de la provincia, tenía algo de rústico. Cavilaba a menudo y pensaba lo suyo. No era un intelectual, ciertamente, y en Barcelona adquirió una cierta formación teórica.
Era de León, de la meseta castellana, y tenía algo de la fuerza y la dureza de sus paisanos. Era un hombre del temple de un Padilla o de un Pizarro, los viejos conquistadores.
En Barcelona leyó mucho, sobre todo a nuestros clásicos anarquistas, Anselmo Lorenzo, Elisée Reclus, Ricardo Mella, y sobre todo a Sébastien Faure, el filósofo francés del anarquismo. Su horizonte cultural siempre fue un poco limitado, pero a pesar de todo tenía una base sólida".Joan Ferrer
"Además, siempre fue un hombre capaz de todo cuando era necesario. Sus ideas no eran un pasatiempo para él, quería realizarlas. Esto explica lo que más tarde llamarían su heroísmo.
Actuaba instintivamente, sin duda. Tal vez era también un obcecado, pero al mismo tiempo tenía un temperamento bondadoso, y con esto quiero decir que su impulso más esencial era la solidaridad.
Sus recursos eran enormes desde todo punto de vista. Ello se demostraba por ejemplo en la cárcel, donde ayudaba a los doblegado s y decaídos. Durruti no conocía la depresión física ni la depresión moral.
 No importa lo crítica que fuese la situación en que se hallaba -en las huelgas, en la lucha callejera, bajo los golpes de la represión-, siempre la afrontaba con decisión, y muchas veces con éxito. Y cuando fracasaba no se desesperaba. Enseguida pensaba en la próxima etapa, en la próxima tentativa". Joan Ferrer


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El 1º de mayo la FAI lanzó su primer aviso serio a la República. En el Palacio de Bellas Artes de Barcelona se celebró un gran mitin, en el que se elaboró una lista de reivindicaciones obreras: disolución de la Guardia Civil, expropiación de las pertenencias a órdenes religiosas, desaparición de los monopolios, reparto de los cotos de caza... . Allí, Durruti se dirigió al auditorio: «Si fuéramos republicanos, afirmaríamos que el Gobierno provisional se va a mostrar incapaz de asegurarnos el triunfo de aquello que el pueblo le ha proporcionado. Pero como somos auténticos trabajadores, decimos que, siguiendo por ese camino, es muy posible que el país se encuentre cualquier día de estos al borde de la guerra civil. La República apenas sí nos interesa; la aceptamos como punto de partida de un proceso de democratización social...». 

 

Una vez finalizado el mitin, se organizó una gran manifestación en cuya cabeza marchaban los inevitables Durruti, Ascaso y Oliver. La Guardia Civil, puesta sobre aviso, hizo frente a la pacífica manifestación. Los resultados del enfrentamiento fueron: dos muertos y varios heridos por los guardias, y un muerto y quince heridos por parte de los cenetistas y un pelotón de soldados de infantería que, mandados por el capitán Miranda, se prestó a defender a los trabajadores del ataque de que habían sido objeto.
La intranquilidad de la clase obrera se hace palpable en todas partes. Los conflictos y las huelgas se suceden por todo el país: Sabadell, Lérida, Gijón, etc. En Madrid, Sevilla y Málaga, los conventos comienzan a arder. Mientras todo esto sucedía, Emilianne Morin, la compañera de Durruti, daba a luz a la hija de ambos: Colette. Casi al mismo tiempo, moría en León el padre de Durruti. Con tal motivo, éste se dirigió a su ciudad natal para asistir al entierro que fue, a la vez que el adiós definitivo a un hombre honrado, un gran homenaje a la presencia de un gran revolucionario. Durruti fue invitado por los sindicatos de la CNT leonesa a un mitin que se celebraría unos días después. Aceptó la invitación el anarquista leonés y, como consecuencia, las autoridades intentaron detenerle. Sin embargo, la amenaza de Durruti les hizo desistir de su propósito: «Detenedme y quizá mañana León y toda y su provincia se vean envueltas en una gran huelga general».




"¡Romper las cadenas de la esclavitud de la clase obrera para sentirnos dignificados en la libertad!", gritó en León

El día señalado para la celebración del mitin, la plaza de toros se encontraba repleta de trabajadores. La reunión estaba presidida por Tejerina, secretario local de la CNT. Allí, Durruti se dirigió a sus paisanos y les habló durante largo tiempo sobre el momento prerrevolucionario que se estaba viviendo en España. Efectivamente, Durruti no se equivocaba. 
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"Pocos días después de la proclamación de la segunda República, en abril de 1931, vinieron a mi casa Durruti, Ascaso y García Oliver.
Discutimos mucho, especialmente sobre el principal problema de entonces de los anarquistas. Algunos creían que había que darle una oportunidad a la República, y los otros decían (y ésta era el ala extremista del movimiento anarquista, a la que pertenecían Durruti, Ascaso y García Oliver) que no había que darle tiempo a la República para que se estableciera. Según ellos, esto pondría en peligro el desarrollo ulterior de la sociedad española e interrumpiría el proceso de cambio revolucionario de estructuras.
Nuestras opiniones eran distintas. Reconozco que entonces temía que una precipitación excesiva pudiera perjudicarnos. Después, ante la evolución política de la República, tuve que admitir que Durruti, Ascaso y García Oliver tenían razón. La República cayó en un temeroso reformismo; ni siquiera realizó la reforma agraria, que era el problema clave de España". Federica Montseny
El 18 de enero de 1932 se iba a producir un gran acontecimiento en la historia del movimiento libertario. El escenario fue la cuenca minera del Alto Llobregat. Ese día se proclamaba allí el comunismo libertario. Figols fue el primer pueblo en lanzarse a la aventura revolucionaria. Tras Figols, Manresa, Berga y varios pueblos más. Inmediatamente, el Gobierno hizo uso de la Ley de Defensa de la República. La rápida intervención del Ejército y la posterior represión fueron las medidas tomadas. Los responsables serían detenidos, pero la represión no sólo se localizó en esta comarca sino que se extendió por toda España. «Durruti dijo a los mineros que la democracia burguesa había fracasado; que era necesario realizar la revolución; que la emancipación total de la clase trabajadora solamente podía conseguirse mediante la expropiación de la riqueza que detentaba la burguesía y suprimiendo el Estado. Aconsejó a los mineros de Figols que se preparasen para la lucha final, y les enseñó la manera de fabricar bombas con botes de hojalata y dinamita» .





En la mañana del día 21, Durruti y los hermanos Ascaso eran detenidos. Al amanecer del 10 de febrero, un destarlado y viejo trasatlántico salía del puerto de Barcelona llevando a bordo 125 detenidos como consecuencia de los sucesos del Alto Llobregat. Su destino era Guinea. Sin embargo, el Gobernador de Villa-Cisneros se negó a admitir en su jurisdicción a Buenaventura Durruti, al que consideraba asesino de su padre, Fernando González Regueral, ex-gobernador de Bilbao, cuya ejecución había tenido lugar varios años antes en León. Durruti no había tenido nada que ver en la ejecución material del acto, ya que los autores de este atentado fueron Suberviola y «El Toto». El hecho, en definitiva, fue que Durruti y algunos compañeros detenidos fueron trasladados a Fuerteventura .
Una vez que Ascaso y Durruti recobraron la libertad -fueron los últimos en abandonar el destierro junto con Cano Ruiz-, sus esfuerzos se encaminaron hacia la preparación de la sublevación que tendría lugar en enero del 33. Durruti, Ascaso y García Oliver eran los encargados de coordinar el alzamiento en Barcelona. El fracaso de esta sublevación es conocido; sin embargo, los anarquistas lucharon a fondo en diversos puntos del país. En Andalucía, la represión llevada a cabo fue de dimensiones trágicas. Suficientemente conocido es el episodio protagonizado por el mismísimo Azaña: «¡Ni heridos, ni prisioneros! ¡Tirar al vientre!».

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Poco después, Durruti hacía un análisis sobre el fracaso de la insurrección: «Es cierto que las condiciones no estaban maduras. Si hubiera sido así no estarían muchos de nosotros en prisión. Pero también es cierto que estamos atravesando un período prerrevolucionario y que no podemos permitir a la burguesía que domine la situación haciéndose fuerte en el poder del Estado (…). Es bajo esta perspectiva como debe interpretarse la tentativa revolucionaria del 8 de enero, puesto que jamás ha pasado por nuestra cabeza la idea de que el éxito de la Revolución consiste en la toma del poder por una minoría que después impondrá su dictadura al pueblo. Nuestra conciencia revolucionaria es opuesta a esta táctica. Nosotros queremos una revolución por y para el pueblo. Fuera de esta concepción no hay revolución posible. (...). Por todo elle, lo que nadie podrá discutirnos es que nuestra intentona no haya cumplido con el objetivo de constituirse en un ataque pensado y dirigido contra el mismo corazón del sistema capitalista y estatal, herido de muerte tras el levantamiento de los mineros del Alto Llobregat».


En el Penal de Santa María

En abril, Durruti y Ascaso eran detenidos, después de haber asistido a una reunión, cuando se dirigían a sus casas. El jefe de la Policía de Barcelona, Miguel Badía, y el consejero de Orden Público, el fascista José Dencás, hicieron declaraciones en el sentido de que, con la detención de Ascaso y Durruti, «la FAI había quedado completamente desarticulada». Los dos amigos estuvieron en la cárcel de Barcelona hasta julio, en que fueron trasladados al penal de Santa María (Cádiz). Ascaso permaneció allí hasta octubre y Durruti fue liberado unos días antes, después de haber sido juzgado como «vagabundo», una de tantas fórmulas jurídicas que los Gobiernos idean como justificación de sus arbitrarias detenciones. «¡Aplicarme a mí la ley de vagabundos! ¡A mí, que me he pasado la vida trabajando! -decía Durruti encolerizado-. Acepto que se me acuse de disparar contra la fuerza pública, o de tratar de transformar esta sociedad que desapruebo y execro, pero... ¡acusarme de vagabundo!... ¡No hay ningún juez que tenga el derecho de juzgar al obrero Durruti como a un vagabundo! ¡Decídselo así a vuestros superiores!».


Gil Robles, que se hacía llamar "El Jefe" -al estilo de Il Ducce o Führer- en un míting en Toledo

En noviembre del 33 las derechas ganan las elecciones, pasando a gobernar Lerroux y sus radicales que serían posteriormente apoyados por el reaccionario Gil-Robles y su organización de Derechas Autónomas. Una de las primeras medidas del nuevo Gobierno fue declarar el Estado de Emergencia por temor a que los trabajadores se levantaran contra el derechismo gubernamental. En efecto, el 8 de diciembre, varios puntos de la península se encontraban en huelga general: Barcelona, Valencia, Granada, Córdoba, Badajoz, Huesca... En las demás capitales reinaba una gran confusión. Aragón era el principal centro de la insurrección. En Barbastro, Calanda, Alcampiel, Valderrobles, Alcoriza y otros pueblos hubo numerosos enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales. En casi todos ellos se llegó a proclamar el comunismo libertario. Como consecuencia de la represión llevada a cabo, hubo más de ochenta muertos y las cárceles se vieron de nuevo repletas. Allí fueron a parar Durruti, Cipriano Mera e Isaac Puente, componentes del Comité Nacional Revolucionario cuya misión era coordinar el alzamiento.

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La mayoría de los detenidos fueron, sin embargo, liberados muy pronto merced a la imaginación de Durruti, que arguyó un audaz plan que sus compañeros no detenidos se encargaron de llevar a la práctica. «La Voz de Aragón» daba así la noticia: «Ayer tuvo lugar un suceso de una audacia increíble. Un grupo de siete individuos, armados con pistolas, penetraron en las dependencias del Tribunal de Urgencia de Zaragoza, donde se instruye la causa por los recientes acontecimientos revolucionarios: los asaltantes sorprendieron a los jueces y sus secretarios cuando se encontraban más atareados, obligándeles a permanecer inmóviles, tras lo cual se apoderaron de la totalidad del sumario concerniente al movimiento de diciembre último. Después de esto, los siete hombres desaparecieron a toda prisa» .

Cipriano Mera

Los nuevos interrogatorios sólo pudieron probar la «culpabilidad» de los responsables más significados, entre ellos los tres componentes del Comité Revolucionario. Durruti, Mera y Puente fueron conducidos al penal de Burgos, donde permanecieron hasta recobrar la libertad en el mes de mayo.
Por lo que a la política del gobierno se refiere, parece que la crisis estaba cerca. Los reaccionarios se estaban aproximando de un modo alarmante a las esferas del poder. «La Solidaridad» así lo hacía notar: «Nuestra consigna suprema es: «Frente a todo intento fascista; frente a no importa qué tipo de dictadura; frente a toda revolución política, la revolución social de los trabajadores ibéricos. Frente a toda transmisión de poderes, la consigna revolucionaria de los trabajadores: destrucción del Estado, negándoles la obediencia que lo sostiene. 

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Ocupación de las fábricas, de los talleres, de todos los lugares de trabajo. Socialización de las tierras, incautación de los municipios por las fuerzas populares. Proclamación de la comuna libre». ¡Obreros!; Trabajadores todos de España, militéis donde sea, os adjetivéis comunistas, socialistas, sindicalistas o anarquistas!... ¡Por la Revolución, por la Libertad, por la Justicia, por la Anarquía!...» .
Mientras, en Barcelona continúa la huelga de tranvías. En Madrid, el ramo de la construcción acuerda el paro. En Tarragona, Valls, Manresa, etcétera, las huelgas se intensifican. En Zaragoza, abril comienza con el preludio de una gran huelga general que habría de durar treinta y seis días. Hubo despidos, detenciones...; sin embargo, los trabajadores no  se desanimaron. Fue en Zaragoza donde se iba a manifestar de un modo grandioso esa solidaridad que los militantes libertarios pregonaban. Una gran caravana de camiones fue organizada para recojer a los hijos de los huelguistas y llevarlos a las casas de las familias obreras que, por toda España -principalmente Cataluña-, se habían ofrecido para acoger a los niños zaragozanos mientras la huelga durase. Allí, en el centro vital de la operación, se encontraba una vez más Buenaventura Durruti, a cuyo esfuerzo se debió en gran parte que un puñado de hombres, los desheredados, dieran una de las más grandes e impresionantes demostraciones de solidaridad humana.



El «bienio negro», 1934-1936, siguió transcurriendo entre huelgas, detenciones arbitrarias, tiroteos, asesinatos de obreros... Triste balance provocado por la ascensión al poder de la CEDA -Confederación Española de Derechas Autónomas-, comandada por aquél al que la gran mayoría del país veía como el más fidedigno representante del advenimiento del fascismo: Gil-Robles. No andaban, en absoluto, desencaminados quienes así pensaban. La revolución asturiana del 34 y su posterior represión es un ejemplo fiel, a la vez que estremecedor, de lo que los Gobiernos pueden hacer con unos hombres indefensos y desesperados que se habían lanzado a la lucha, sin importarles lo más mínimo lo único que todavía les quedaba por perder: la vida. 



Artículo de la revista "La Estrella" de 1961 

Eran el ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, y el general Franco quienes dirigían, desde Madrid, las operaciones militares que aplastaron el movimiento insurreccional asturiano. Por estas fechas, 5 de octubre, Durruti es encarcelado de nuevo. Mientras el proceso de desintegración del régimen del «bienio negro» se acelera hasta alcanzar su punto culminante el 9 de diciembre de 1935. Lerroux se ve obligado a abandonar el cargo y es sustituido por Portela Valladares, nombrado por el presidente Alcalá Zamora. De esta forma quedaron frustradas las esperanzas de Gil-Robles, que soñaba con el poder absoluto. Portela disolvió el Parlamento y se fijaron elecciones para el 16 de febrero. Durante los dos primeros meses de 1936, se suceden los mítines organizados por la CNT v la FAI en contra del fascismo y abogando por la unidad revolucionaria. Ante la proximidad de las elecciones, los libertarios más prestigiosos ya no pregonaban el absentismo. Era un riesgo demasiado peligroso.

Triunfante en las elecciones el Frente Popular, las reformas se van haciendo necesarias. Así lo hace ver Durruti el 4 de marzo, en el transcurso de un mitin celebrado en el Price de Barcelona. Aludiendo a la restauración de la Generalidad y de Companys, Durruti decía: «No venimos aquí a celebrar festejos por la llegada de unos señores. Venimos a decir a los hombres de izquierda que fuimos nosotros los que determinarnos su triunfo, y que somos nosotros los que mantenemos los conflictos que deben ser solucionados inmediatamente. Nuestra generosidad determinará la reconquista del 14 de abril» .





En mayo, del 1 al 12, se celebraba en Zaragoza el IV Congreso de la CNT, que se auguraba como de gran importancia. El primer hecho que sorprendió fue el elevado número de asistentes: 649 delegados en representación de 982 sindicatos y 550.595 afiliados. (Por aquellas fechas, el contingente de trabajadores encuadrados en la CNT se aproximaba al millón y medio.) En este Congreso se convocó a los sindicatos disidentes -los treintistas- que se mostraron dispuestos a su reintegración en el seno de Confederación. El triunfo de la FAI era inapelable. Durante las sesiones del Congreso, se pasó revista a los problemas más acuciantes de la clase trabajadora y se teorizó sobre su solución inmediata: paro forzoso, disminución de horas en la jornada laboral sin que el sueldo disminuyera, reforma agraria, oposición al lock-out patronal, retiro, etc. También se trató la situación político-militar del país, se clarificaron los conceptos sobre el comunismo libertario y se planteó la cuestión de la alianza revolucionaria.
El día de la clausura se celebró en la plaza de toros de Zaragoza un espectacular mitin, al que acudieron varios miles de trabajadores procedentes de toda España. La ciudad estaba prácticamente «tomada» por los anarco-sindicalistas. El éxito del Congreso -al que Durruti asistió como representante del Sindicato Unico Fabril y Textil de Barcelona- quizá fuera una de las causas primordiales que aceleró, si no contribuyó de manera decisiva, los sucesos venideros. 

DURRUTI EN LA REVOLUCIÓN



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"No hacemos más que hablar de Durruti, todo el tiempo, como si no hubiese habido otros como él. En realidad hubo miles de Durrutis anónimos en nuestro movimiento.
Algunos eran conocidos, otros no. Pero muchos cayeron, y nadie habla de ellos. Y sin embargo no eran menos valerosos ni menos decididos, y no se arriesgaron menos que Durruti o Ascaso". Juan Ferrer

El 18 de julio de 1936 se iniciaba la sublevación militar. Muchos de los más prestigiosos hombres de izquierda fueron casi sorprendidos. Las dudas y la falta de decisión de las primeras horas constituyeron una de las razones fundamentales de la derrota republicana. No era éste el caso de CNT-FAI. Los militantes barceloneses ya trataban, días antes, de conseguir armas con el fin de impedir que los militares de Barcelona se alzaran. La negativa de Companys a armar al pueblo exasperó los ánimos de los anarquistas. Ellos fueron los primeros en lanzarse a la calle con el propósito de frenar la intentona militar. A las pocas horas de producirse el intento militar, se luchaba tenazmente en los centros neurálgicos de la ciudad. Al frente de las fuerzas populares se encontraban Durruti, Ascaso, Jover, García Oliver, Aurelio Fernández y otros significados anarcosindicalistas de la región. De momento, parecía que la sublevación había sido controlada. El mismo general Goded, jefe de los sublevados en aquella zona, era detenido. 

 Los Generales Goded y Fernandez Burriel, juzgados y condenados a muerte.

Durruti parecía mostrarse satisfecho de los resultados conseguidos. Sin embargo, el lunes día 20, el anarquista leonés sufría un duro golpe: frente al cuartel de Atarazanas -lugar donde los anarquistas encontraron la más dura resistencia- moría de un balazo en plena frente Francisco Ascaso, Emilienne Morin afirma que fueron varias las balas que alcanzaron a Ascaso. El suceso encorajinó de tal modo a Durruti que él mismo se dirigió al lugar donde se libraba la batalla y - atándo el cadáver de  Ascaso a su espalda- se lanzó contra las puertas del cuartel. Sus compañeros, animados por el ejemplo, no tardaron en imitarle y poco después la bandera blanca ondeaba en el reducto de los militares. Los anarquistas habían acabado con el movimiento faccioso de Barcelona en cuestión de treinta y dos horas.


El 21 de julio se constituía un Comité Central de Milicias Antifascistas, que quedó estructurado del siguiente modo: tres representantes de la UGT, José del Barrio, Salvador González y Antonio López; tres de la Esquerra, Juan Pons, Jaime Miravitlles y Artemio Ayguadé; uno de Acción Catalana, Tomás Fábregas; uno de la Unión de Rabassaires, José Torrents Rosell; uno del POUM, José Rovira; uno del PSOE, José Miret; dos de la FAI, Aurelio Fernández y Diego Abad de Santillán; y tres de la CNT, Juan García Oliver, José Arens y Buenaventura Durruti. Una vez formado el Comité, publicó un bando cuya finalidad abarcaba un doble objetivo: reclutar hombres y crear las suficientes medidas de seguridad en la retaguardia.



El texto del bando pecaba en cierto modo de dirigismo, por lo que no satisfizo en absoluto a Durruti. En algún momento se llegó a temer un enfrentamiento entre él y el Comité. Pero no llegó a producirse, ya que Durruti consiguió formar su columna de milicianos muy pronto con el fin de dirigirse a Zaragoza, cuya conquista era vital para el posterior desarrollo de la contienda, y así poder llevar a cabo su propia lucha revolucionaria, fuera de los cauces de la política al uso. El 24 de julio, la legendaria «Columna Durruti» salía de Barcelona con destino a Aragón. El comandante Pérez-Farrás formaba parte de la columna como delegado y técnico militar. Durruti y Pérez-Farrás no llegaron casi nunca a estar de acuerdo en las decisiones que había que tomar, concebían un ejército donde la donde la autoridad y la disciplina férrea estuvieran ausentes. Parece ser que Farrás se volvió más tarde a Barcelona, sustituyéndole como técnico militar el sargento Manzana, quien se iba a convertir en un eficacísimo colaborador de Durruti. 
Manzana era un hombre allegado a la ideología cenetista, y, por tanto, totalmente antimilitarista. Momentos antes de partir hacia el frente, el periodista canadiense Von Passen mantuvo una entrevista con Durruti, que fue publicada en el «Toronto Star» y que por su interés creo oportuno transcribir:
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-->Van Paasen describe al veterano líder revolucionario como un hombre alto, moreno, de rostro despejado y rasgos morunos, hijo de un campesino pobre en el que llamaba la atención su peculiar habla chispeante y gutural. Representa a una organización sindical con dos millones de afiliados sin cuya colaboración nada podría hacer la República. Las declaraciones de Durruti a The Toronto Daily Star son una exacta radiografía de los fines, métodos y ambiciones de la revolución anarquista. “A donde quiera que vayas”, escribe el periodista en su crónica, “es Durruti y otra vez Durruti de quien se oye hablar como de un hombre admirable. 

 The Toronto Daily Star, 18 de agosto´36
*Por Pierre Van Paasen (1895 – 1968)
 (…) No, aún no los hemos puesto en fuga- dijo enseguida con franqueza, cuando le pregunté por las posibilidades de victoria sobre los rebeldes-. Tienen Zaragoza y Pamplona, donde están los arsenales y las fábricas de munición. Debemos tomar Zaragoza, y luego dirigirnos al sur para enfrentarnos a Franco. Seguramente, dentro de dos o tres semanas, libraremos la batalla decisiva.
 - ¿Dos o tres semanas?- pregunté pesaroso.
 - Sí, quizá un mes. Esta guerra civil durará todo agosto, por lo menos. Las masas se han alzado en armas. El ejército ya no cuenta. Sólo hay dos bandos: el de los civiles que luchan por la libertad y el de los civiles que son rebeldes y fascistas. Los trabajadores de España saben que si triunfa el fascismo, se verán abocados al hambre y la esclavitud. Pero los fascistas también saben lo que les espera cuando sean vencidos. Por eso la lucha es implacable y constante. Para nosotros, se trata de aplastar el fascismo y barrerlo para que no pueda volver a asomar en España. A pesar del Gobierno.
 - ¿Por qué dice que a pesar del Gobierno? ¿Acaso el Gobierno no combate la rebelión fascista?
 - Ningún Gobierno del mundo combate el fascismo hasta su muerte. Cuando la burguesía ve que el poder se le escapa entre los dedos, recurre al fascismo para poder mantenerse. Hace mucho tiempo que el Gobierno liberal de España podría haber dejado sin poder a los elementos fascistas. En vez de eso, dio rodeos y llegó a compromisos y perdió el tiempo. En este momento, incluso ahora, en el Gobierno hay gente que quiere tratar a los rebeldes con guante de seda. El actual Gobierno puede llegar a necesitar a las fuerzas rebeldes para aplastar al movimiento obrero.
(…) ¿Así que piensa seguir con la revolución? Largo Caballero e Indalecio Prieto dicen que el Frente Popular sólo es para salvar la República.
- Puede que esa sea la opinión de esos señores. Nosotros, los sindicalistas, luchamos por la revolución. Sabemos lo que queremos. Para nosotros no significa nada que en alguna parte del mundo exista una Unión Soviética que obtuvo la paz y la tranquilidad sacrificando al fascismo bárbaro de Stalin a los trabajadores de Alemania y China. Queremos la revolución en España, y la queremos ahora, no después de la siguiente guerra europea.
(Era corresponsal para Europa de The Toronto Daily Star. Conocía bien España y, a su llegada a Barcelona, se sumó a la columna de Durruti, mítico líder revolucionario que falleció unos meses después en Madrid. Su entrevista es un texto ya clásico para el estudio del anarquismo)
DURRUTI: No, todavía no hemos puesto en fuga a los fascistas. Siguen ocupando Zaragoza y Pamplona, donde están los arsenales y las fábricas de municiones. Debemos conquistar Zaragoza a toda costa. Las masas están armadas, el antiguo ejército ya no existe. Los trabajadores saben lo que significaría el triunfo del fascismo: carestía y esclavitud. Pero también los fascistas saben lo que les espera si son vencidos. Por eso ésta es una lucha sin compasión. Para nosotros se trata de aplastar para siempre al fascismo. Y a pesar del gobierno.
Sí, a pesar del gobierno. Lo digo porque ningún gobierno del mundo combatirá a muerte al fascismo. Cuando la burguesía ve huir el poder de sus manos, recurre al fascismo para mantenerse. Hace tiempo que el gobierno liberal español habría podido reducir al fascismo a la impotencia. En cambio ha vacilado, ha maniobrado y tratado de ganar tiempo. Incluso actualmente hay en nuestro gobierno hombres que quisieran tratar a los rebeldes con guante de seda. ¿Quién sabe? (Se ríe.) Tal vez un día este gobierno podría necesitar a los militares rebeldes para destruir al movimiento obrero...
VAN PAASEN: ¿De modo que prevé dificultades incluso después de sofocada la rebelión de los generales?
DURRUTI: Sí, habrá una cierta resistencia.
VAN PAASEN: ¿Resistencia por parte de quién?
DURRUTI: De la burguesía, por supuesto. Aunque la revolución triunfe, la burguesía no se dará por vencida tan fácilmente.
Nosotros somos anarcosindicalistas. Luchamos por la revolución. Sabemos lo que queremos. Poco nos importa que exista en el mundo una Unión Soviética por amor a cuya paz y tranquilidad Stalin ha entregado a los trabajadores alemanes y chinos a la barbarie fascista. Queremos hacer la revolución aquí, en España, ahora mismo, no después de la próxima guerra europea. Nosotros actualmente les damos más preocupaciones a Hitler y a Mussolini que todo el ejército rojo. Con nuestro ejemplo les mostramos a la clase obrera alemana e italiana cómo se debe tratar al fascismo.
Yo no espero la ayuda de ningún gobierno para la revolución del comunismo libertario. Es posible que las contradicciones dentro del campo imperialista influyan en nuestra lucha. Es bastante posible. Franco se esfuerza por arrastrar al conflicto a toda Europa. No vacilará en lanzar a los alemanes contra nosotros. Nosotros, en cambio, no esperamos ayuda de nadie, ni siquiera de nuestro propio gobierno.
VAN PAASEN: Pero si triunfan descansarán sobre un montón de ruinas.
DURRUTI: Siempre hemos vivido en barracas y tugurios. Tendremos que adaptarnos a ellos por algún tiempo todavía. Pero no olviden que también sabemos construir. Somos nosotros los que hemos construido los palacios y las ciudades en España, América y en todo el mundo. Nosotros, los obreros, podemos construir nuevos palacios y ciudades para reemplazar a los destruidos. Nuevos y mejores. No tememos a las ruinas. Estamos destinados a heredar la tierra, de ello no cabe la más mínima duda. La burguesía podrá hacer saltar en pedazos su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero nosotros llevamos un mundo nuevo dentro de nosotros, y ese mundo crece a cada instante. Está creciendo mientras yo hablo con usted.
La toma de Caspe fue el primer enfrentamiento serio que la «Columna Durruti» hubo de librar. Una vez conquistada la plaza, los milicianos abrieron su radio de acción y todos los pueblos inmediatos fueron conquistados: Peñalba, Osera, Monegrillo, Fortlete, Bujaraloz, Candasnos, Valfarta, Pina del Ebro,...
Durruti estableció el puesto de mando cerca de Bujaraloz. Allí recibía a periodistas y amigos, Faure y Simone Weill entre estos últimos, y preparaba los planes de la guerra y de la revolución. Durruti, al igual que el ucraniano Mack no, pensaba que la guerra y la revolución social eran dos cosas poco menos que inseparables. 
 
-->"-Ya lo dije, y vuelvo ahora a repetirlo: durante toda mi vida me he comportado como anarquista, y el hecho de haber sido nombrado delegado responsable de una colectividad humana no puede hacer cambiar mis convicciones. Fue bajo esa condición que acepté cumplir la tarea que me ha encomendado el Comité Central de Milicias.
"Pienso -y todo cuanto está sucediendo a nuestro alrededor confirma mi pensamiento- que una milicia obrera no puede ser dirigida según las reglas clásicas del Ejército. Considero pues, que la disciplina, la coordinación y la realización de un plan, son cosas indispensables. Pero todo eso no se puede interpretar según los criterios que estaban en uso en el mundo que estamos destruyendo. Tenemos que construir sobre bases nuevas. Según yo, y según mis compañeros, la solidaridad entre los hombres es el mejor incentivo para despertar la responsabilidad individual que sabe aceptar la disciplina como un acto de autodisciplina.
"Se nos impone la guerra, y la lucha que debe regirla difiere de la táctica con que hemos conducido la que acabamos de ganar, pero la finalidad de nuestro combate es el triunfo de la revolución. Esto significa no solamente la victoria sobre el enemigo, sino que ella debe obtenerse por un cambio radical del hombre. Para que ese cambio se opere es preciso que el hombre aprenda a vivir y conducirse como un hombre libre, aprendizaje en el que se desarrollan sus facultades de responsabilidad y de personalidad como dueño de sus propios actos. El obrero en el trabajo no solamente cambia las formas de la materia, sino que también, a través de esa tarea, se modifica a sí mismo. El combatiente no es otra cosa que un obrero utilizando el fusil como instrumento, y sus actos deben tender al mismo fin que el obrero. En la lucha no se puede comportar como un soldado que le mandan, sino como un hombre consciente que conoce la trascendencia de su acto. Ya sé que obtener esto no es fácil, pero también sé que lo que no se obtiene por el razonamiento no se obtiene tampoco por la fuerza. Si nuestro aparato militar de la revolución tiene que sostenerse por el miedo, ocurrirá que no habremos cambiado nada, salvo el color del miedo. Es solamente liberándose del miedo que la sociedad podrá edificarse en la libertad"
Las colectividades agrícolas comenzaban a funcionar apenas la columna realizaba una conquista. La colectivización aragonesa llegó a abarcar más del 70 por 100 de la población de aquella región. El número de colectividades era de 450 y la adhesión a este tipo de explotación comunal de la tierra era totalmente voluntaria.



Fue así como, unidos los intereses de los campesinos, se formaba en una asamblea, y por decisión de la mayoría el Consejo de Aragón, que vio la luz en Bujaraloz y era el encargado de coordinar el proceso colectivizador. El Consejo, promovido por Durruti, se llegó a formar a pesar de la oposición de algunos compañeros del leonés, como Antonio Ortiz y Gregorio Jover, y de la tenaz resistencia opuesta por los comunistas. Durante el desarrollo de la lucha en Aragón, los grandes propietarios huían despavoridos ante el demoledor avance de la «Columna Durruti», que aplastaba todo foco de resistencia que encontrara a su paso. 

-->"A los integrantes de la Columna Durruti en Bujaraloz, finales de julio, principios de agosto de 1936, ante la reciente retirada desorganizada tras las primeros intentos de tomar Pina del Ebro y Osera, a partir del 27 de julio de 1936.
Amigos, nadie ha venido a esta Columna forzado. Es cada uno de vosotros que habéis elegido libremente vuestra suerte, y la suerte de la primera columna de la CNT y de la FAI es muy ingrata. García Oliver lo anunció por radio en Barcelona: salíamos para Aragón a conquistar Zaragoza o dejar la vida en el intento. Yo repito la misma cosa: antes que retroceder, hay que morir. Zaragoza está en manos de los fascistas, y allí se encuentran centenares, miles de obreros bajo la amenaza de los fusiles, que pueden dispararse a cada instante ocasionando la muerte de nuestros hermanos. ¡¿ Para qué hemos salido de Barcelona, sino es para liberarles?! Ellos nos esperan y nosotros, ante el primer ataque enemigo, echamos a correr. ¡Hermosa manera de mostrar al mundo y a nuestros compañeros el coraje de los anarquistas que se llenan de miedo ante tres aviones!
La burguesía no nos permitirá implantar el comunismo libertario simplemente porque ése es nuestro deseo. La burguesía resistirá porque ella defiende sus intereses y sus privilegios. El único medio que tenemos nosotros para implantar el comunismo libertario es destruyendo la burguesía. El camino de nuestro ideal es seguro, pero hay que seguirlo con coraje. Esos campesinos que hemos dejado tras nosotros, y que han comenzado a poner en práctica nuestras teorías, lo han hecho tomando nuestros fusiles como garantía de su cosecha. Si dejamos el camino libre al enemigo, eso quiere decir que esas iniciativas tomadas por los campesinos son inútiles, y lo que es peor aún, los vencedores les harán pagar su audacia asesinándoles. Es éste y no otro el sentido de nuestro combate. Lucha ingrata que no se parece a ninguna de las que hemos librado hasta ahora. Lo que ha pasado hoy no es nada más que una simple advertencia. Ahora la lucha va a empezar de verdad. Nos enviarán toneladas de metralla y tendremos que defendemos con bombas de mano y hasta con cuchillos. A medida que el enemigo se sienta cercado nos morderá como una bestia acorralada. y morderá duramente. Pero aún no ha llegado a ese punto, y ahora se bate para no caer bajo el peso de nuestras armas. y es más, él cuenta con el apoyo de Alemania y de Italia, y nosotros contamos nada más que con la fe en nuestro ideal, pero contra esa fe se han quebrado los dientes todas las represiones. y hoy se los tiene que quebrar también el fascismo.
Nosotros contamos a nuestro favor la victoria que hemos conseguido en Barcelona, y debemos aprovechar con rapidez esa ventaja, porque si no la aprovechamos, el enemigo, abastecido por los alemanes e italianos, será más fuerte que nosotros y nos impondrá la dura ley del vencido.
Nuestra victoria depende de la rapidez de nuestra acción. Cuanto más pronto ataquemos, más posibilidades tenemos de triunfo. Hasta este momento, la victoria está de nuestro lado, pero no será consolidada si no tomamos inmediatamente Zaragoza... Mañana no puede repetirse lo de hoy. En las filas de la CNT y de la FAI no hay cobardes. No queremos entre nosotros gente que se asusta ante los primeros disparos...
A los que han corrido hoy, impidiendo a la Columna avanzar, yo les pido que tengan el coraje de dejar caer el fusil para que sea empuñado por otra mano más firme... Los que quedemos proseguiremos nuestra marcha. Conquistaremos Zaragoza, libertaremos a los trabajadores de Pamplona, y nos daremos la mano con nuestros compañeros mineros de Asturias y venceremos, dando a nuestro país un nuevo mundo. Y a los que vuelvan, después de estos combates, yo les pido que no digan a nadie lo que ha ocurrido hoy... porque nos llena de vergüenza".
Por otra parte, la escasez de armas era la principal obsesión de Durruti. Esta escasez, según testimonio a Gerorge Orwell, era terrible. El mismo Orwell se extrañaba de que no se produjeran deserciones en masa: «No había nada que les sujetara en el frente, salvo la lealtad de clase" .

Para tratar de solucionar este problema, Durruti se trasladó a Madrid, con el fin de entrevistarse con Largo Caballero, que ocupaba la Presidencia y el ministerio de la Guerra. 
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Buenaventura Durruti viene a Madrid precisamente cuando todo parece confirmar que no somos capaces de dirigir la guerra, de atacar, ni siquiera de defendernos, en el preciso momento en que nuestras derrotas comienzan a hacernos perder la cabeza. Viene respaldado por el prestigio de varias columnas que nunca han retrocedido, sino que han conquistado centenares de kilómetros cuadrados de terreno en Aragón. Este contraste nos ha inducido a pedirle una entrevista.
Durruti se refirió primero a un problema que entonces no se podía discutir públicamente. Había venido a Madrid para hablar personalmente con el ministro de la Guerra; se trataba de dos millones de cartuchos que necesitaba para concretar su planeada ofensiva contra Zaragoza. Informó a nuestro jefe de redacción de esas negociaciones. Se habían creado situaciones que aún hoy no podemos revelar. Luego Durruti habló de sus concepciones estratégicas, del carácter revolucionario de las milicias y de su categórica posición ante el problema de la disciplina.
DURRUTI: Basta un poco de buen sentido para comprender claramente los propósitos de los movimientos del enemigo: se juega el todo por el todo a una carta: la conquista de Madrid. Le embriaga la idea de conquistar la capital. Pero sus fuerzas se agotarán en nuestras líneas defensivas, y como para dirigir este ataque desesperado tendrá que retirar sus reservas de otros sectores, la defensa de Madrid, siempre y cuando la combinemos con ataques en otros frentes, nos permitirá dominado y derrotado. Eso es todo.
Pero es preciso comprender que una ciudad no se defiende con palabras, sino con fortificaciones. El pico y la pala son tan indispensables como el fusil. En Madrid hay demasiados holgazanes y vividores. Hay que movilizados a todos. No hay que desperdiciar ni una gota de combustible. Nuestro poderío en Aragón se basa en que toda conquista de territorio, hasta la más pequeña, se asegura de inmediato con la construcción de trincheras. Nuestros miliciano s han aprendido que cuando el enemigo ataca no hay nada más peligroso que retroceder; lo más seguro es mantener la posición. No es cierto que el instinto de conservación conduzca a la derrota. Siempre se lucha por la vida. Este instinto es muy fuerte y hay que aprovechado en el combate. El instinto de conservación acrecienta en mis soldados su capacidad de resistencia. Pero esto exige plantear seriamente el problema de las fortificaciones. Por lo tanto, opino que también aquí, en las secciones medias del frente, es absolutamente necesario crear una red de trincheras bien protegidas con alambradas y parapetos avanzados. Madrid debe convertirse en una fortaleza, la ciudad debe dedicarse exclusivamente a la guerra y a la defensa. Sólo de este modo lograremos que el enemigo disperse aquí sus fuerzas, con lo que también obtendremos victorias en otros frentes.
INTERLOCUTOR: ¿Qué puedes decirnos sobre tu columna?
DURRUTI: Estoy satisfecho con ella. Mis hombres tienen todo lo que necesitan, y cuando llega el momento atacan con gran arrojo. Con esto no quiero decir que la milicia se haya convertido en una mera máquina militar. No. Ellos saben por qué y para qué luchan. Se sienten revolucionarios. Lo que los impulsa al combate no son palabras huecas ni leyes más o menos prometedoras. Van a la conquista de la tierra, de las fábricas, de los medios de transporte, del pan, y de una nueva cultura. Saben que su futuro depende de nuestra victoria.
»Nosotros hacemos la guerra y la revolución al mismo tiempo; según mi opinión, esto es lo que exigen las circunstancias. Las medidas revolucionarias que conciernen al pueblo no se aplican sólo en la retaguardia, en Barcelona; son válidas también en la primera línea.
»En cada pueblo que conquistamos revolucionamos enseguida la vida cotidiana. Esto es lo mejor de nuestra campaña. Para esto se requiere mucha pasión. Cuando estoy solo pienso a menudo en lo enorme que es la tarea que nos hemos propuesto y que ya hemos comenzado. Entonces comprendo la magnitud de mi responsabilidad. Una derrota de mi columna sería terrible, porque no podemos retroceder así, sin más, como cualquier otro ejército. Tendríamos que llevar con nosotros a todos los habitantes del lugar donde hemos permanecido, a todos sin excepción. Porque desde nuestras avanzadas hasta Barcelona no hay más que combatientes. Todos trabajan para la guerra y por la revolución. Ahí está nuestra fuerza.
Interlocutor: Pasemos ahora al problema más discutido del momento: el problema de la disciplina.
Durruti: Cómo no. Se habla mucho de esto, pero muy pocos de los que hablan dan en el meollo del asunto. Para mí la disciplina significa respetar la responsabilidad propia y la de los demás. Me opongo a toda disciplina de cuartel, porque conduce a la brutalización, al odio y al funcionamiento automático. Pero tampoco hablo a favor de una libertad mal entendida, que los cobardes reivindican para sacarse el fardo de encima. En nuestra organización, la CNT, hay una correcta comprensión de la disciplina; por eso los anarquistas respetan las decisiones de los compañeros en quienes han depositado su confianza. En tiempos de guerra debe obedecerse a los delegados escogidos, de lo contrario todas las operaciones están condenadas al fracaso. Si los hombres no están de acuerdo con ellos, deben revocar a sus delegados en una asamblea y reemplazados por otros.
»Mi experiencia en la columna me ha permitido conocer bastantes trucos a que recurren los soldados en la guerra: la madre enferma, la madre que agoniza, la mujer que espera un hijo, el niño que tiene fiebre... Pero yo tengo mis propios remedios caseros para contrarrestarlos. ¡Unos días de trabajo extra para el embustero! ¡Las cartas desmoralizadoras, al cesto! El que insiste en regresar a casa porque, claro, se incorporó como voluntario, debe escuchar un sermón mío primero. Le hago notar que nos engaña a todos hasta cierto punto, porque habíamos contado con él. Después se le quita el arma, que al fin y al cabo pertenece a la columna. Si insiste en partir, puede irse pero a pie, porque los coches los necesitamos exclusivamente para la guerra. Pero esto ocurre muy rara vez, porque el miliciano tiene también su amor propio. En general, basta con que diga que yo no me dejo tomar el pelo y que soy el jefe de la columna, y enseguida regresan a la línea de fuego y luchan como héroes.
»Estoy satisfecho con los compañeros, y espero que ellos también estén satisfechos conmigo. No les falta nada. Sus esposas y sus mujeres pueden visitados dos días en el frente. Después regresan a casa. Los periódicos llegan diariamente, la alimentación es muy buena, hay libros, todos los que queremos, y cuando hay calma en el frente entablamos discusiones para reanimar el espíritu revolucionario de los compañeros. No estamos ociosos, siempre hay algo que hacer. Tenemos que ampliar y mejorar las fortificaciones sobre todo. ¿Qué hora es? ¿La una de la madrugada? A esta hora mis hombres estarán cavando trincheras, y os aseguro que lo hacen con gusto.
»¡Ganaremos la guerra!
 

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Largo tampoco proporcionó armas a Durruti. Pidió a éste que regresara al frente de Aragón y prometió enviarle dinero para la adquisición de armamento. Durruti regresó a Aragón, pero el dinero no llegó nunca. El boicot -incom-prensible desde cualquier punto de vista- propugnado por los estamentos gubernamentales contra Durruti y los anarquistas, era manifiesto. Pierre Besnard, secretario general de la AIT -Asociación Internacional de Trabajadores-, realizó una visita a la España republicana en 1936. Su objetivo era internacionalizar el conflicto, de modo que Inglaterra y Francia intervinieran en favor de los republicanos. No se vio favorecido por el éxito. 


En su informe sobre su visita decía: «...La revolución española está retrocediendo, pero no tiene la culpa el pueblo, que lucha con entusiasmo incomparable, sino sus dirigentes, que van a remolque de los acontecimientos, demostrando que han perdido la iniciativa revolucionaria y que están dispuestos a aceptar las situaciones más humillantes, como la que tuve que soportar yo mismo frente a Largo Caballero (...) Si el anarquismo comete la estupidez de colaborar con Largo Caballero, aunque sólo sea apoyándole, la Revolución estará irremediablemente perdida. El único medio que existe para salir de este círculo infernal es la prueba de la fuerza. Pero yo me pregunto si los dirigentes de la CNT son los mismos hombres que se lanzaron a la calle el 19 de julio...
Diríase que solamente hay uno que escape a esta regla: Durruti, un revolucionario nato y original, que en muchos aspectos recuerda a Néstor Mackno. Al igual que el guerrillero ucraniano, Durruti tampoco se separa del pueblo, contrariamente a lo que hacen otros dirigentes. Por lo demás, Durruti es superior a Mackno en algunos puntos, sobre todo en lo que se refiere al dominio que el español ejerce sobre sí mismo» .

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Partiendo de hechos y declaraciones suyas bien conocidas surgen una serie de evidencias. De los militantes conocidos ante: de julio de 1936, Durruti fue el único, con Cipriano Mera y Jover en ostentar responsabilidades militares, mientras que los demás - García Oliver, Abad de Santillán, Federica Montseny, Peiró, Horacio Prieto, M. R. Vázquez - ocuparon, o se preparaban para ocupar en un momento u otro, cargos políticos.
Durruti fue a su vez de los pocos en hacer declaraciones públicas: reiteradamente polémicas - como Peiró, en contra de las ejecuciones indiscriminadas en la retaguardia catalana -, opuestas o divergentes de las oficiales de la CNT-FAI. Las críticas iban más allá del mal humor o de las iniciativas personales. Las criticas, por ejemplo, sobre el uso del armamento iban en el sentido de una guerra revolucionaria total: ¿Es posible que la retaguardia vaya a andar a tiros?, decía en una reunión militar de septiembre (17), y en un mismo sentido reiteraba más tarde: ¡Todas las armas arrinconadas al frente! (18).
De hecho, estas declaraciones implican la subordinación del ámbito político y del plano económico a lo militar: Yo por mi parte no he pedido nunca nada a la Organización -, afirmaba en la misma reunión del Estado Mayor de Aragón antes citada, y también - nunca se sabe, el Gobierno actual podría necesitar a estas fuerzas rebeldes para aplastar el movimiento de los trabajadores -, declaraba en su célebre entrevista concedida a Van Passen. Esta idea se desarrolla igualmente en un discurso realizado a fines de octubre o principios de noviembre: Es necesario que los partidos políticos vayan también a él [el frente] y con ellos, también, los representantes del Gobierno. [...] Por eso es necesario establecer también un código de la economía (19).
Es evidente que, cuando hablaba Durruti, no podía ignorar que la CNT-FAI estaba regateando su entrada en el Gobierno de Madrid tras el de Barcelona. Por ello, las censuras son muy rudas: Y mientras esto ocurre, los consejeros, algunos procedentes de la CNT y hasta de la FAI, no tienen tasa ni medida para el vestido y la comida; hay quien cree que el fascismo es Mola, Franco o Queipo, nosotros señalamos fascista a todo el que derrocha o gasta aquello que es de la revolución. A lo que sigue una conclusión categórica: si alguien ha creído amedrentamos con un decreto de militarización, se equivoca, porque nosotros no la aceptamos.
Se puede observar que estas afirmaciones y sugerencias de Durruti se oponían a todas las alianzas de la CNT-FAI, coincidiendo con las críticas posteriores que brotaron masivamente en mayo de 1937 en Barcelona. Pero, paralelamente, se puede aducir que en ninguna parte Durruti alude ál diálogo con la base. Y no deja de ser inquietante, como en su bando de Bujaraloz (20), 
Reeproducimos el Bando:
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Bando de Bujaraloz
El bando de Bujaraloz está en brutal contradicción con la libre elección de los trabajadores, como la propia firma de Durruti, como si el pueblo no tuviera ni alcalde ni sindicato para acordar tal acto. Citamos, a continuación el texto de este bando:
El comité de la guerra de la columna de Durruti, ateniéndose a los anhelos y necesidades del pueblo de Bujaraloz, dispone:
1° Que considerando la cosecha como algo sagrado para los intereses del pueblo trabajador y de la causa antifascista, las tareas para la absoluta recolección de ésta deben ser realizadas sin la menor pérdida de tiempo.
2° Que todos los bienes que en calidad de frutos, ganados u objetos de transporte poseyesen los propietarios de filiación fascista pasen a ser propiedad del pueblo, mediante el control del comité del mismo.
3° A partir de la aparición del presente (bando) queda abolida la propiedad privada sobre la tierra de los grandes terratenientes, pasando a ser patrimonio popular, a tomar en la forma que disponga el comité del pueblo.
4° Todos los útiles de labranza, tráctores, máquinas, trilladoras, etc., de los propietarios fascistas son declarados propiedad del pueblo, bajo el control de la representación popular del mismo.
5° Siendo la lucha armada de las milicias antifascistas la vanguardia de los intereses y la vida del pueblo trabajador, los ciudadanos de Bujaraloz prestarán a éstas el apoyo entusiasta e incondicional así material como moral.
Dado en Bujaraloz, a 11 de agosto de 1936, Durruti.
Y Bakunin escribió otro pasaje premonitorio: Si hay un diablo en toda la historia humana, es este principio del mando. Sólo él, junto a la estupidez y la ignorancia de las masas, sobre las que por otra parte se funda siempre, y sin las que no podría existir por sí solo, ha ido produciendo todos los crímenes y todas las vergüenzas de la historia. Y fatalmente este principio maldito se encuentra como instinto natural en cualquier hombre, sin exceptuar los mejores [...] .

Durruti siguió, sin duda alguna, empapado de su capacidad de intuir los deseos de los trabajadores. Pero tal deseo termina siempre en agua de borrajas si no se acompaña de una práctica codificada y realizada, que encauce las eventuales incomprensiones o sugerencias. Durruti se fiaba, evidentemente, en la conducta de Majnó con su plana mayor de oficiales - compañeros, en su aura de jefe proletario, como Zapata o Villa. Ni supo ni quiso construir controles contra sus propias y eventuales propensiones autoritarias, quizás por considerar obvio que él mismo ofrecía un diálogo permanente y espontáneo, olvidando una evidencia anarquista de control y rotación permanentes, acentuando aún más las inevitables y normales timideces de los militantes de a pie. Frank Mintz


El hecho claro es que Durruti se encontraba prácticamente solo. Incluso muchos de sus camaradas más antiguos, como García Oliver, se habían dejado arrastrar hacia la politización. Otros, como Abad de Santillán, se movían en una especie de ambivalencia, que resultaba totalmente desconcertante. 


En una rápida visita a Barcelona para exigir armas que se acumulaban en los locales de todos los partidos y sindicatos de Barcelona -incluidos los de la CNT - Durruti pronunció un discurso con el que de alguna manera evidenciaba sus diferencias con los "dirigentes responsables" que reproducimos:

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"Os traigo un saludo del Frente de Aragón El saludo de unos milicianos que están a unos kilómetros de Zaragoza, viendo el Pilar, ese Pilar legendario donde hoy como siempre se cobija el crimen, el fanatismo y la hipocresía criminal de los eternos tiranos. Trabajadores de Cataluña, no os alarméis; tened confianza en nosotros. A pesar de que Madrid esté amenazado, a pesar de que Franco haya ordenado el ataque definitivo a Madrid, hay un pueblo, unas fuerzas que no consentirán que el fascismo pase sobre ellas. No sólo resistiremos, sino que les decirnos a los trabajadores de Madrid que los trabajadores de Cataluña os ayudarán, no ya por un espíritu solidario, sino por un imperioso deber que nos obliga a no consentir que el pueblo de Madrid sea sometido a la misma tiranía, al mismo terror que el de Zaragoza. En el frente no se distrae la mirada. Se mira adelante, con un solo pensamiento. Aplastar el fascismo. Pedimos al pueblo de Cataluña, a ese pueblo que ha dado todo, se deje de intrigas, de rencillas y piense definitivamente en la guerra. A ese pueblo en nombre de los milicianos de Aragón, voy también a decirle: tú que eres la fuerza, tú que eres el nervio, tienes que movilizarte; pero no puede consentirse que siempre sean los mismos, los trabajadores, los que vayan a los frentes de combate o a la retaguardia. Es necesario que los partidos políticos vayan también a él y con ellos, también, los representantes del Gobierno. Es un deber de igualdad, de responsabilidad, incluso. No puede consentirse que los trabajadores den sus vidas tan sólo en holocausto de un triunfo que a todos interesa. Darse cuenta que esta guerra tiene los agravantes de una guerra moderna. A Cataluña le corresponde la mayor parte, por no decir toda, de los gastos de la misma. Por eso es necesario establecer también un código de la economía. Nadie sabe cuánto puede durar esta guerra; igual uno que cinco meses o más todavía; por eso se impone una reacción formidable en cuanto a la economía. Los milicianos se sonrojan al ver algunos pasquines de propaganda para el frente. ¿Sabéis por qué se sonrojan? Porque los aviones fascistas, cuando arrojan prensa sobre nuestros frentes, ella observa los mismos procedimientos, la misma propaganda, incluso, que los periódicos de retaguardia, y los partidos políticos de Cataluña hacen en sus pasquines. !Arrancad esos pasquines, trabajadores! Son un insulto al sacrificio de los milicianos. No permitáis que tengamos que deciros los hombres que lucharnos en las trincheras que no somos mendigos, que no somos pordioseros. Los milicianos tienen la vista fija en Cataluña, en Barcelona, y Barcelona no está a la altura de las circunstancias. No cumple con su deber. No cumple porque no puede tasarse en 10 pesetas la vida de un miliciano; porque a la esposa, al hijo de éste no puede tasársele tampoco la comida. Y mientras esto ocurre, los consejeros, algunos procedentes de la CNT y hasta de la FAI, no tienen tasa ni medida para el vestido y la comida. Si pretendéis hacer de esta guerra una guerra vulgar, con todas sus secuelas de inmoralidad y desenfreno, nosotros os decimos que no estamos dispuestos a luchar. Si creéis que podemos consentir que la gasolina se derroche, que todos tengan coche, que todas las noches Barcelona ofrezca el mismo lamentable espectáculo, os equivocáis. Os equivocáis, porque hay quien cree que el fascismo es Mola, Franco o Queipo, nosotros señalamos fascista a todo el que derrocha o gasta aquello que es de la revolución. Pensad qué podernos hacer nosotros cuando demos el asalto a Zaragoza, que es un caso de justicia, cuando en la retaguardia no se da el ejemplo. Vais a decir que mi lenguaje es salvaje, de guerra. Sí, es salvaje, es la voz de la bomba, del fusil, del grito de horror de los milicianos que vuela en pedazos. Ha llegado el momento de invitaros, trabajadores de Cataluña; tenéis una organización responsable que controla la economía, que ha enviado el 80% de los milicianos al frente. Trabajador de Cataluña, vigila, vigila y exige una rectificación enérgica y la movilización de todos, en absoluto, de todos los hombres de 16 a 50 años. Si alguien ha creído amedrentarnos con un decreto de militarización, se equivoca, porque nosotros no lo aceptamos. Venid, vosotros, los que habéis elaborado ese decreto y veréis cómo en los frentes hay disciplina, cómo se trabaja, cómo se lucha y cómo se construye sin que los milicianos tengan otra disciplina que la que ellos mismos han querido imponerse. Dormid tranquilos, trabajadores de Cataluña; en el frente, no hay indisciplina; en el frente de Aragón hay un tesón, una fe magnifica; os lo aseguro. Pensad como en las trincheras, porque si pensamos en que un partido político sea más numeroso que otro, para imponer mañana su política, yo os digo que no lo consentiremos. Para triunfar es necesario sacrificarse, aquí y allí, en el frente y en la retaguardia. La consigna del frente es no pasarán y por muchos aeroplanos, por muchos tanques que vomiten metrallas sobre nuestras cabezas, lo repetimos: ¡No pasaran y no pasarán. Nuestra versión de este discurso viene de Cultura y Acción (Alcañiz), n° 20, 7-11¬-936 p. 1. No queda claro si el discurso es del 4-11-1936, fecha de la entrada de la CNT en el Gobierno, o del 28-10-1936. Parece que la propaganda de las altas esferas de la CNT transformó una parte de este discurso en la frase slogan - "clara consigna contarrevolucionaria" según Peirats en La CNT en la revolución española -: "Renunciamos a todo menos a la victoria”.
En una reunión del Estado Mayor de su columna se había expresado con mayor claridad:
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Yo creo que la tragedia es que la retaguardia no ha tomado en serio la guerra y al no tomarla en serio ha tenido que ser ahora ante las noticias alarmantes de Madrid y las noticias alarmantes del frente de Aragón, que ha hecho reconocer que la victoria está en peligro. [...] Yo no quiero recibir más golpes de teléfono a la una y a las dos de la madrugada diciendo que aquel pueblo se ha levantado, que aquel otro también. Yo creo que ha llegado el momento de tomar en serio la guerra [...] A mí, me sorprende, las pocas veces que salgo del frente, salgo para Lérida, cuando me dicen: Durruti, esto no puede seguir así. Estamos preparados y vamos a andar a tiros. ¿Qué es esto? ¿Es posible que la retaguardia vaya a andar a tiros? Que nosotros tengamos que dejar en los pueblos compañeros de confianza para que velen por los intereses? No. Hay que movilizar y tomar en serio la guerra.
En octubre del 36, Madrid se encontraba en peligro. Largo Caballero se dirigió a todas las organizaciones para tratar de aunar esfuerzos. Se formó, como primera medida, un nuevo Gobierno y cuatro representantes de la CNT entraron a formar parte de él: Juan López, Juan Peiró, Federica Montseny y Juan García Oliver. 



Se empezaron a tomar las primeras medidas para la militarización de las milicias, a lo que Durruti respondió con claridad:
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INTERLOCUTOR: ¿Es cierto que se va a restablecer en las milicias el reglamento y la jerarquía del antiguo ejército?
DURRUTI: No, no se trata de eso, precisamente. Se ha convocado a algunas clases y se ha establecido un comando único. Con respecto a la disciplina, es lógico que el combate callejero tenga menos exigencias que una larga y dura campaña contra un ejército pertrechado con las armas más modernas. Era necesario hacer algo en este sentido.
INTERLOCUTOR: ¿Y en qué consiste ese refuerzo de la disciplina?
DURRUTI: Hasta hace poco hemos tenido un número exorbitante de unidades distintas, cada una con su propio jefe, y efectivos que acusaban enormes fluctuaciones de un día a otro. Cada uno con su propio equipo, bagaje y avituallamiento, una política propia con respecto a la población civil, y también bastante a menudo con una concepción propia sobre la guerra. Esto no podía seguir así. Lo hemos mejorado y procuraremos mejorado más aún.
INTERLOCUTOR: ¿Y los grados, el saludo, los castigos y las recompensas?
DURRUTI: De eso podemos prescindir. Aquí somos todos anarquistas.
INTERLOCUTOR: Pero recientemente el gobierno de Madrid ha vuelto a poner en vigor el antiguo código militar.
DURRUTI: En efecto. Esta resolución del gobierno ha causado un efecto deplorable en la tropa. Ese decreto demuestra una absoluta falta de sentido de la realidad. Ellos representan una tendencia completamente opuesta a la de las milicias. No queremos conflictos, pero es evidente que estas dos mentalidades son tan diametralmente opuestas que se excluyen mutuamente. Una de las dos tiene que desaparecer.
INTERLOCUTOR: ¿No crees que en caso de durar mucho la guerra se estabilizaría la militarización y se pondría en peligro la revolución?
DURRUTI: Claro que sí. Por eso debemos ganar cuanto antes la guerra.
Durruti sonrió al decir esto y nos despidió con un apretón de manos. [A. y D. PRUDHOMMEAUX]
Dando prueba de una visión muy clara de la realidad, coincidiendo con el aniversario de la revolución soviética de Octubre del 1917, a demanda de un periodista de la prensa de aquel país Durruti accedió a enviar un mensaje al proletariado ruso, que conocía a Durruti y del que reconocía su honestidad, hasta el punto que era común la opinión de que "éste cumple lo que dice"...
De éste mensaje existen dos versiones:
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Primera versión
CNT-FAI. Milicias Antifascistas, Columna Durruti, Cuartel General.
Al proletariado de la Unión Soviética:
Compañeros, aprovecho esta oportunidad para enviaros fraternales saludos desde el frente de Aragón, donde miles de vuestros hermanos luchan, como vosotros veinte años atrás por la liberación de nuestra clase, oprimida y humillada durante siglos. Hace veinte años, los obreros de Rusia enarbolaron en Oriente la bandera roja, símbolo de la hermandad internacional de los trabajadores. Vosotros habéis puesto vuestras esperanzas en la clase obrera internacional, confiando en que ellos os ayudarían en la gran obra que habíais iniciado. Los trabajadores del mundo no os traicionaron, sino que os ayudaron todo lo que pudieron.
Hoy ha nacido en Occidente una nueva revolución y se vuelve a desplegar la misma bandera que representa nuestro ideal común y victorioso. La fraternidad une a nuestros pueblos largamente oprimidos, el uno por el zarismo y el otro por una despótica monarquía. Confiamos en vosotros, los obreros de la URSS, para la defensa de nuestra revolución. No podemos fiarnos de los políticos que se llaman antifascistas y demócratas. Sólo creemos en nuestros hermanos de clase.
Sólo los obreros pueden defender la revolución española, así como nosotros luchamos por la rusa hace veinte años. Creednos. Somos obreros como vosotros. En ningún caso renunciaremos a nuestros principios ni deshonraremos los símbolos del proletariado, las herramientas de nuestro trabajo, la hoz y el martillo.
Saludos de todos los que combaten en el frente de Aragón, arma en mano, contra el fascismo.
Vuestro compañero B. Durruti.
Osera, 22 de octubre de 1936.
Segunda versión
A los obreros rusos:
En Rusia viven numerosos revolucionarios internacionales que sienten y piensan como nosotros. Pero no son libres. Se hallan en celdas, en cárceles políticas y en campos de trabajos forzados. Muchos de ellos han exigido expresamente que los pusieran en libertad para luchar en España, en primera línea, contra el enemigo común. El proletariado internacional no puede comprender por qué están detenidos esos compañeros. Tampoco comprendemos por qué los refuerzos y las armas que Rusia se dispone a enviar a España son objeto de un regateo político que comporta la renuncia de los revolucionarios españoles a su libertad de acción.
La revolución española debe seguir un curso diferente al de la Revolución Rusa. No debe desarrollarse bajo la consigna: «Un partido al poder y los demás a la cárcel.»
Debe procurar por el contrario la victoria del único lema que favorece verdaderamente al frente único y no lo rebaja a un engaño: «Todas las tendencias al trabajo, todas las tendencias al combate contra el enemigo común. ¡Y el pueblo decidirá qué régimen le conviene!»



Inmediatamente después de formado el Gobierno, sus componentes se trasladaron a Valencia, y en Madrid quedaba constituida una Junta de Defensa presidida por el general Miaja. Se pidió la colaboración de los anarquistas para la defensa de Madrid. Horacio M. Prieto, secretario general de la CNT, se dirigió rápidamente a Aragón. El motivo del viaje no era otro sino entrevistarse con Durruti. Su colaboración en la defensa de Madrid era considerada vital. «¡No hay nada que hablar! ¡Yo no pienso moverme de Aragón!», -fue la respuesta de Durruti-. Prieto arguyó razones de tipo disciplinario y de responsabilidad. Durruti le contestó: «¡Yo no conozco otra disciplina que la Revolución. En cuanto a los demás, aprendeos esto de una vez: ¡Yo me cago en vuestras responsabilidades de burócratas!» .




Poco después, eran Abad de Santillán y Federica Montseny quienes trataban de convencer a Durruti. Por fin, ante la cantidad de presiones, Durruti, con un contingente de 1.800 milicianos, parte hacia Madrid. 


A la izquierda de Durruti el Sargento José Manzana.

El sargento Manzana le acompañaba como técnico militar, y como secretario iva Mora. Al mando de las agrupaciones que formaban la columna, ivan Bonilla, José Mira y Liberto Roig. Miguel Yoldi, Ricardo Rionda y el propio Durruti formaban el Comité de Guerra. El 15 de noviembre, los hombres de Durruti ya se encontraban en la Ciudad Universitaria de Madrid haciendo frente a las tropas fascistas. El lugar de destino de los anarquistas, el más comprometido y peligroso, hizo que las bajas alcanzaran en muy poco tiempo un elevado número. El día 18, la «Columna Durruti» solamente contaba con 700 hombres de los 1.800 que se habían desplazado a la capital. 



El día 19, los milicianos de Durruti se prepararon para asaltar el Hospital Clínico, defendido por tropas moras y Guardia Civil. Las indicaciones dé: Durruti no fueron seguidas con exactitud y, como consecuencia, sólo se pudieron tomar parte de las plantas del Clínico, quedando en la parte superior tropas nacionales. Poco después, le llegan noticias a Durruti de que sus hombres querían abandonar el Clínico. Durruti, acompañado por Julio Grave (chofer) y por Bonilla y Miguel Yoldi -parece ser que también iba Manzana-, se dirigió hacia el Hospital. Durante el trayecto, poco antes de llegar al punto de destino, Durruti y sus acompañantes se encontraron con un pequeño grupo de milicianos, que daban la sensación de ser descontentos que abandonaban su puesto de combate. Durruti habló con ellos y les convenció para que volvieran a sus puestos. Una vez diluido el confusionismo creado por esta situación, Durruti se acercó al coche. En este momento sonó un fogonazo, y el anarquista leonés se desplomaba al suelo con una bala incrustada en su pecho. 



En el Ritz, convertido en hospital, los doctores Bastos, Monje, Fraile y Santamaría firmaban -en la madrugada del día 20 de noviembre de 1936- el diagnóstico final de Buenaventura Durruti: «Muerte causada por una hemorragia pleural», El proyectil se encontraba alojado en la región del corazón .
Pero ni en la muerte tuvo descanso el colosal anarquista... quien disparó? fué un accidente?, la bala vino de los fascistas? o fueron los del PCE?, quizás sus propios compañeros por la negativa a la militarización y su oposición crítica a la politización de la CNT?...
Veamos una opinión reciente que creo resuelve bastante las cosas:
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“Hoy he caído por casualidad en este foro, buscando algo sobre mi abuelo, el Doctor Manuel Bastos Ansart. Don Manuel Bastos fue llamado en su época, el padre de la traumatología moderna y aún hoy se estudian sus tratados en las facultades de medicina de medio mundo. Aparte de esto, fue él quién efectivamente atendió a Durruti, al que herido de muerte llevaron al hospital que se había habilitado en el Hotel Ritz. Mi abuelo murió hace ya tiempo pero siempre contaba la historia de como llegó Durruti, de como se le había disparado el naranjero, y de las pocas palabras que salieron de su boca antes de morir. Al parecer y según contaba mi abuelo, repetía ya moribundo: "que tontería, que tontería "el jodío fusil", así ni más ni menos. No dijo nada más, pero si es cierto, al parecer, que en el momento de la muerte decidieron que nadie contaría nada de la forma tan "poco heroica" en que murió.”
De hecho, en su parte médico dice: “… la bala de gran calibre (seguramente del 9 largo) rozó el colon, destruyó el bazo, perforó el diafragma, hiriendo el pulmón donde quedó alojada”. No menciona que el disparo fuese a corta distancia. En cambio, en su libro, De las guerras coloniales a la guerra civil. Memorias de un cirujano, manifiesta: “los que le rodeaban (al herido) no se recataron en darme a entender que habían sido sus propios secuaces los causantes de la herida”.
José Santamaría, médico personal de Durruti, años más tarde, en respuesta a Joan Llarch estima en 35 cm. la distancia del disparo, “cálculo deducido por la intensidad de la impregnación de pólvora en la prenda que vestía en el instante de los hechos”. No obstante, la camisa y cazadora para apreciar el agujero de la bala también desapareció. De la camisa que fue entregada a su viuda se habla de que la abertura era enorme y manchada por la detonación, lo que probarían que el tiro fue a quemarropa y no fuego enemigo desde el Clínico, a unos 800 metros. Lo cual, asimismo, sería corroborado por el orificio de entrada en un costado, su trayectoria horizontal y el mortal destrozo, ya indicado un poco más arriba".




El "famoso" Narajero del sargento Manzana que solía dispararse a la mínima con relativa frecuencia

La desmoralización hizo presa entre los combatientes anarquistas. La muerte de su compañero, acaecida en circunstancias extrañas, les afectó en gran manera. La mayoría de los milicianos libertarios abandonaron Madrid y regresaron a Aragón. Martínez Bande, historiador y militar, comenta acerca de Durruti:...«Buenaventura Durruti había aparecido desde los momentos iniciales de la guerra como el «líder» anarquista más interesante, el más arrojado en un mundo de arrojados, y el que seguramente también comprendió primero qué es lo que había pasado en España tras el 18 de julio. Esto es, el que mejor supo adaptarse a las circunstancias de la guerra. El potenció a sus hombres, a quienes muchos calibraron, seguramente, casi como pequeños dioses, a la sombra de un dios máximo. Por esto cuando éste cae en combate, el Olimpo anarquista de la Ciudad Universitaria se desploma» .
Exactamente treinta y nueve años antes que su gran enemigo, el general Franco, moría en la madrugada del 20 de noviembre de 1936 la última gran esperanza del anarquismo: Buenaventura Durruti* .




En la tarde del domingo 22 de noviembre, una gran masa de trabajadores (alrededor de un millón) daba su último adiós a Durruti en Barcelona. El cortejo fúnebre, que atravesó varias calles de la ciudad (entre ellas, la Vía Layetana: Avenida de Buenaventura Durruti hasta el final de la guerra) con destino al Cementerio Nuevo, fue un impresionante espectáculo, en el que millares de hombres acudieron a rendir el postrer homenaje a su compañero. 



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Quizá haya sido ésta -al igual que ocurrió en Rusia en el entierro de Kropotkin- la última gran manifestación libertaria de un país donde el anarquismo tuvo una acogida y difusión como en ningún otro del mundo.






Tumba de Durruti (que no contiene sus restos) en el Cementerio de Montjuic en Barcelona, junto a la de su amigo Francisco Ascaso y a la de Ferrer Guardia.



Este año, 2010 se cumple el setenta y cuatro aniversario de la muerte de uno de los más grandes anarquistas que jamás hayan existido: el leonés Buenaventura Durruti. El 20 de noviembre Durruti contará con más de un recuerdo emocionado. 
Quisiera acabar éste mensaje dedicado al "Héroe del pueblo", recordando a tantas y tantos otros que se volcaron -de acuerdo a sus propias posibilidades y limitaciones- a la titánica tarea de construir un mundo mejor, más libre, justo e igualitario, aunque para ello tuvieran que perder los mejores de sus años, incluso la vida.




Bien espero que os haya sido útil.

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Mi agradecimiento por la biografía de mi tío, pero tengo que corregir: Mi tío Manuel fue la única victima en León en el 1934, Revolución de Asturias. Después hubo muchas más victimas.
Queipo de Llano quería hacer una hoguera con todos los Durrutis.
El falangista era Pedro Marciano, que fue asesinado por los propios falangistas El libro: Los Durruti, editorial Lobo sapiens, autor Martinez Reñones, documenta sobre padres y parientes de Buenaventura.
Afectuosos saludos desde León.
Manuel Durruti Cubria

terraxaman ha dit...

Apreciado Manuel:

Le agredezco sinceramente las correcciones, tomo nota de ellas, y las pongo a disposición de los lectores del blog.
En éstos tiempos tan oscuros que estamos sufriendo, y aunque por naturaleza soy más bien pacífico y poco dado a las reacciones airadas y violentas, me vienen muchas veces a la cabeza ideas como la siguiente: "si hubiera algún Durruti..."
No es que considere a Buenaventura un hombre violento, las circunstancias le llevaron a ello, mas bien me refiero, al revolucionario irreductible, al justiciero insobornable, en fín, a aquel que lo dió todo por sus ideales, sin recibir más que una bala a cambio.
Saludos cordiales