dimarts, de juny 11, 2013

UTOPÍAS PIRATAS: SUEÑOS LIBERTARIOS DE LA EDAD MODERNA.

'En un trabajo honrado lo corriente es trabajar mucho y ganar poco; la vida del pirata, en cambio, es plenitud y saciedad, placer y fortuna, libertad y poder'. Estas eran las palabras del famoso pirata Roberts.






Porqué ésta imagen nos aterroriza...

               

Y por el contrario ésta otra nos parece simpática, incluso heróica?... Tratándose en ambos casos de sendos piratas??.
Del fiero y amenazante, anónimo y desconocido somalí, al "guaperas" y "disneylandero" Capitan Jack Sparrow, del que no hay niñita quinceañera de los paises occidentales que no suspire por él, va un abismo, ¡claro está!, pero si nos informásemos algo más, quizás entenderíamos que: "La piratería en Somalia acapara a menudo los medios de comunicación, pero la información llega, en la mayoría de los casos, fragmentada, distorsionada, manipulada. Este documental  trata de reorganizar y completar la información existente, ofreciendo un acercamiento a este conflicto, a su origen, a sus motivaciones... 



y sobre todo a sus consecuencias. No solo flotas pesqueras se aprovechan de los caladeros de pesca en aguas soberanas de Somalia y los esquilman, sino que corporaciones criminales con la complicidad y el silencio de los gobiernos, destruyen el ecosistema y el medio ambiente arrojando desperdicios tóxicos y radiactivos". 
Entonces ¿quiénes son los piratas, los que defienden sus recursos naturales y su soberanía o los países - como España - que los invaden y saquean? ¿por qué permitimos con nuestro silencio cómplice que los gobiernos utilicen las instituciones del Estado y nuestro dinero público para asaltar a otros países y robar lo que legítimamente les pertenece, causando muerte y destrucción para conseguirlo? 

           


La realidad, como siempre, es mucho más rica y compleja que la más exuberante de las imaginaciones y en verdad, el tema de la piratería contemporánea, daría para varias entradas de éste blog. Aliento a los lectores, a que busquen a través de la web, seguro que llegarán a conclusiones, semejantes a las del documental.
La propuesta de la presente entrada es diferente. Vamos a repasar en ésta entrada el sentido de la piratería. No toda, evidentemente, para ello necesitaríamos varios años; sino de dos de las experiencias más interesantes de la piratería de época moderna, y que tienen que ver con la creación de unas experiencias utópicas -reales o imaginarias-. Para ello comencemos por ver una definición de pirata y piratería.
Según algunos autores, la voz ''pirata'' viene del latín ''pirāta'', que por su parte procedería del griego πειρατης (''peiratés'') compuesta por πειρα, -ας (''peira''), que significa 'prueba'; a su vez deriva del verbo πειραω (''peiraoo''), que significa 'esforzarse', 'tratar de', 'intentar la fortuna en las aventuras'.
Otros autores abogan porque proviene del griego ''pyros'' ('fuego'). El fundamento que se alega es que tras un acto típico de amotinamiento en un barco, para eliminar cualquier tipo de pruebas y toda posibilidad de buscar culpables finalmente se le prendía fuego, no sabiendo por tanto quién había muerto en la trifulca y quién no, resultaba prácticamente imposible encontrar algún culpable si se daba a todos por desaparecidos. Siendo por tanto el término pirata equivalente a incendiario. 





En este sentido, el término pirata fue usado con anterioridad como actos puntuales de amotinados y saqueadores y no sólo referente al mar. Cuando esto era así aún no existían piratas en el concepto que más tarde se implantó. Como suele suceder en todas las épocas, una voz aplicada para denominar a un determinado colectivo, en base a un determinado hecho, se acaba generalizando a un rango mayor y menos específico y aplicando a todo saqueador en general, y más específicamente a los saqueadores del mar (toda vez que existían múltiples voces para designar a los «saqueadores de tierra»), quemara ya, o no, el barco. Cuando más adelante en el tiempo los saqueadores se organizan surcando el mar y no necesariamente como resultado de un amotinamiento, tienen la necesidad de reparar su propio barco (dañado por los ataques o por lo embates del mar) y por supuesto de apropiarse el ajeno. Sin embargo, el barco abandonado en la mayoría de los casos seguía siendo incendiado.

                              



A partir de entonces la voz ha sufrido muchos cambios, perdiendo la exclusiva como sinónimo de ''incendiario''. La voz pirata provenía originariamente de la pirotecnia y de los inevitables accidentes asociados por los artesanos que militar o civilmente ocurrían de cuando en cuando. No hay que olvidar que la pirotecnia fue introducida en Occidente por los árabes en la forma de fuegos artificiales y que esto tomaron en parte de Asia y en parte remanente del Imperio romano. La voz no aparece antes de la invención de la pólvora y es notable que durante los siglos en que duró la piratería de forma «oficial», los progresos en pirotecnia quedaron estancados, siendo estos siglos los XVI, XVII, XVIII y mediados del XIX. Lo que se supone es debido a que los gobiernos monopolizaron la industria de la pólvora.


                        


Al hablar de piratas, resulta más propio desde un punto de vista histórico hablar más de navíos que de barcos. No obstante, a fecha de hoy usamos ambiguamente barco como sinónimo de casi cualquier embarcación.
Este término califica a las acciones llevadas a cabo por personas en embarcaciones y, desde mediados del siglo XX, en aviones, para retener por la fuerza a las tripulaciones y pasajeros, así como a los propios transportes. 
La piratería es una práctica de saqueo organizado o bandolerismo marítimo, probablemente tan antigua como la navegación misma. Consiste en que una embarcación privada o una estatal amotinada ataca a otra en aguas internacionales o en lugares no sometidos a la jurisdicción de ningún Estado, con el propósito de robar su carga, exigir rescate por los pasajeros, convertirlos en esclavos y muchas veces apoderarse de la nave misma. 





Junto con la actividad de los piratas que robaban por su propia cuenta por su afán de lucro, cabe mencionar los corsarios, un marino particular contratado que servía en naves privadas con patente de corso para atacar naves de un país enemigo. La distinción entre pirata y corsario es necesariamente parcial, pues corsarios como Francis Drake
                  

o la flota francesa en la Batalla de la Isla Terceira 



fueron considerados vulgares piratas por las autoridades españolas, ya que no existía una guerra declarada con sus naciones. Sin embargo, el disponer de una patente de corso sí ofrecía ciertas garantías de ser tratado como soldado de otro ejército y no como un simple ladrón y asesino; al mismo tiempo acarreaba ciertas obligaciones.
El Romanticismo transformó la visión de la piratería y lo hizo a través de la Literatura. Frente al mundo de lo racional, el mundo de lo científico y el determinismo que ellos veía en todo ello, los románticos exaltaron la libertad individual y lo trasgresor del orden imperante, de forma que encontraron en el pirata una de los figuras representativas de sus aspiraciones. Basta recordar la celebérrima Canción del Pirata de Espronceda:




Canción del pirata
Con diez cañones por banda,  Viento en popa, a toda vela,  No corta el mar, sino vuela  Un velero bergantín:  Bajel pirata que llaman  Por su bravura el Temido,  En todo el mar conocido  Del uno al otro confín.  La luna en el mar rïela,  En la lona gime el viento,  Y alza en blando movimiento  Olas de plata y azul;  Y ve el capitán pirata,  Cantando alegre en la popa,  Asia a un lado, a otro Europa,  Y allá a su frente Estambul.  «Navega, velero mío,  Sin temor,  Que ni enemigo navío,  Ni tormenta, ni bonanza  Tu rumbo a torcer alcanza,  Ni a sujetar tu valor.  »Veinte presas  Hemos hecho  A despecho  Del inglés,  Y han rendido  Sus pendones  Cien naciones  A mis pies.  »Que es mi barco mi tesoro,  Que es mi Dios la libertad,  Mi ley, la fuerza y el viento,  Mi única patria la mar.  »Allá muevan feroz guerra  Ciegos Reyes  Por un palmo más de tierra,  Que yo aquí tengo por mío  Cuanto abarca el mar bravío,  A quien nadie impuso leyes.  »Y no hay playa,  Sea cualquiera,  Ni bandera  De esplendor,  Que no sienta  Mi derecho  Y dé pecho  A mi valor.  »Que es mi barco mi tesoro,  Que es mi Dios la libertad,  Mi ley, la fuerza y el viento,  Mi única patria la mar.  »A la voz de '¡barco viene!'  Es de ver  Cómo vira y se previene  A todo trapo a escapar:  Que yo soy el rey del mar,  Y mi furia es de temer.  »En las presas  Yo divido  Lo cogido  Por igual.  Sólo quiero  Por riqueza  La belleza  Sin rival.  »Que es mi barco mi tesoro,  Que es mi Dios la libertad,  Mi ley, la fuerza y el viento,  Mi única patria la mar.  »¡Sentenciado estoy a muerte!  Yo me río;  No me abandone la suerte,  Y al mismo que me condena  Colgaré de alguna entena  Quizá en su propio navío.  »Y si caigo,  ¿Qué es la vida?  Por perdida ya la di,  Cuando el yugo  Del esclavo,  Como un bravo,  Sacudí.  »Que es mi barco mi tesoro,  Que es mi Dios la libertad,  Mi ley, la fuerza y el viento,  Mi única patria la mar.  »Son mi música mejor  Aquilones,  El estrépito y temblor  De los cables sacudidos,  Del ronco mar los bramidos  Y el rugir de mis cañones.  »Y del trueno  Al son violento,  Y del viento  Al rebramar,  Yo me duermo  Sosegado,  Arrullado  Por el mar.»  »Que es mi barco mi tesoro,  Que es mi Dios la libertad,  Mi ley, la fuerza y el viento,  Mi única patria la mar.»





Pero los piratas eran piratas, es decir, señores que perseguían los barcos mercantes, mataban, secuestraban y sometían a sus prisioneros, hacían subir el coste del transporte marítimo e impedían el libre comercio.
El Romanticismo fue capaz de revalorizar buena parte de un pasado que había sido olvidado y rechazado en un visión quizá demasiado estrecha de lo que era el progreso humano. Pero también el Romanticismo supuso un ocultamiento de la objetividad histórico a favor de un pasado soñado, de una historia onírica, ya que la historia se convirtió en un refugio y en una proyección de las aspiraciones frustradas de lo románticos.

Tema de libros de aventura y poesía, la piratería ha tenido una parte importante en la literatura. Sirvan de ejemplo:

La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.
Capitán Blood, de Rafael Sabatini.
Sandokán, de Emilio Salgari.
El corsario negro, de Emilio Salgari.
La reina del Caribe, de Emilio Salgari.
En costas extrañas, de Tim Powers (Piratas del Caribe y Monkey Island están basados en este libro).
El libro de los piratas, de Howard Pyle.
Vampiratas, una ola de terror, de Justin Somper.
La taza de oro, de John Steinbeck.
El pirata enmascarado, por Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba.
Los piratas circulares, de Rafael Estrada.
Long John Silver, de Björn Larsson.
Historias de piratas, de Arthur Conan Doyle.
Latitudes piratas, de Michael Crichton.
Walter Scott, Daniel Defoe, Karl May, Lord Byron, Vazquez Figueroa, y tantos otros...




En mi juventud, La Isla del Tesoro, Sandokan - por cierto pude asistir colándome por algún agujero del muro, cuando era un crío, al rodaje de la película, en una preciosa torre en el barrio de Tres Torres en Sarrià de Barcelona -, el Corsario Negro y tantas otras llenaron muchas de mis noches con fantásticas imágenes.
Pero creo que fué el cine quien de verdad me hizo admirar a la piratería:


Errol Flynn el Capitan Blood


El Corsario Negro


Charles Laugthon: El Motin del Bounty


                                                                    Richard Burton


                                  Yul Brynner El Pirata sin patria

Y tantas otras...

Repasemos un poco la historia


La reciente aparición del libro:



Nos invita a recordar aspectos sobre la piratería que habíamos dejado de lado, así: "España se aferró en la vana empresa de impedir todo contacto entre sus colonias y el extranjero, obligándolas a comerciar exclusivamente con la metrópoli, sin tener en cuenta que no disponía de medios que le permitieran abastecer a las poblaciones coloniales", escribe el historiador inglés Phillip Gosse. El declive del imperio español y las nuevas colonias generaron el gran aumento de la piratería. Los corsarios pasaron de atacar a los barcos españoles a atacar naves y ciudades de todas las naciones y no solo en América, sino también en Asia y África.
Al contrabando se apuntaron delincuentes, galeotes, desertores y otros proscritos segregados de la sociedad, los filibusteros, practicantes del pillaje, "habitantes promiscuos, que bebían y mantenían un comercio que los enriquecía", según el historiador Peña Battle. El punto estratégico de los asaltos tenía lugar en La Española, lugar de paso obligado para los barcos que van y vienen entre Europa y el Caribe.




Del s. XVI al XVIII, no sólo el Caribe como vulgarmente se cree, si no todos los mares, sobre todo el Atlántico y el Índico, (en Asia y Oceanía siempre ha habido piratería-de hecho en Malasia e Indonesia sigue en completo vigor-, pero formaba parte integrada de las economías e imperialismos chino y musulmán, no de la rebelión contra estos). Precisamente en las costas africanas se dieron las actividades más interesantes desde el punto de vista del matiz ideológico que nos proponemos descubrir.

La Pax Hispana en el Atlántico también se vio socavada. En el siglo XVII, el comercio ibérico con América, y especialmente en el Caribe, tuvo un gran enemigo que no fue Francia, Inglaterra u Holanda sino la "Cofradía de los Hermanos de la Costa", compuesta por hombres de muy diverso origen, aunque principalmente Gran Bretaña, a quienes se conocerá como "filibusteros" - del holandes "vrij bouiter", "el que va a capturar botin" -, que en inglés será "freebooter" y en francés "filibustier". 





El término bucanero procede de “boucan” o “bucán”, que no es francés como generalmente se cree, si no indígena caribeño, como tantas otras palabras de uso marino como hamaca, tiburón…, se trata de carne ahumada y conservada. En las islas había ganado suelto y asilvestrado para que marinos y naúfragos se proveyeran. Una de ellas era la Isla de la Tortuga, ejemplar república a los efectos que hoy nos interesan.





La palabra corsario procede de la “patente de corso”. Nada que ver con Córcega si no con un contrato de recorrer los mares atacando barcos de bandera enemiga, nunca la propia, aunque fuese un buque equipado privadamente, no de la armada. Hasta la llegada de los grandes navío de línea de muchos puentes y cañones, no había gran diferencia entre unos y otros. Pirata procede del griego, significa “el que emprende”, el que toma un camino. Con eso creo que agotamos las diversas denominaciones.



Desertores, bandidos, desclasados, herejes, rebeldes… en el Caribe. La mayoría de ellos se establece en la costa norte de Haití y de la isla de la Tortuga. La Tortuga era su principal base; allí compraban municiones; cuchillos, hachas y todos los demás pertrechos. Cuando divisaban por ejemplo un contrabandista danés que se dirigía al paso entre la isla de Cuba y Haití, salían a su encuentro en pequeños bergantines, (bergante significa furtivo y camorrista), para vender su carne ahumada a buen precio, (como en el caso de los vikingos, la piratería nunca aparece perfectamente separada de lo comercial), y los barcos ingleses y franceses fondeaban cerca de sus bases para comprar provisiones en su viaje de regreso a casa. La mayoría de los bucaneros eran franceses o ingleses, pero también había entre ellos indios campeches, esclavos negros evadidos; cimarrones, muchos holandeses, e incluso irlandeses. Algunos eran hombres honrados - exiliados por cuestiones religiosas, náufragos, y pequeños terratenientes expulsados de Barbados y de otras islas de la zona por los grandes cultivadores de azúcar. Otros eran piratas, criminales, desertores y demás gente de mal vivir. Sin embargo, aunque hubiesen sido tan honrados como el que más, los españoles nunca los habrían aceptado como vecinos en islas de su soberanía teórica. Con más éxito político los ex-esclavos de Haití que los mestizos de Riel en Canadá, esos intentos de libertad, por sangrientos que resulten, tienen siempre un matiz romántico. 



Si el Imperio Español representaba una prolongación del ideal medieval de Sacro Imperio y “Civitas Dei”, la Hermandad de la Costa era la contraparte, y las calaveras y huesos, sobre negro o sobre rojo de sus banderas, representaban la revolución “avant la lettre”. 

Bueno, sigamos. En 1638, decididos a terminar con el problema de los bucaneros de una vez por todas, los españoles atacaron la isla de la Tortuga, capturaron a todos los que encontraron y colgaron a los que no se rindieron. Con esta masacre de unas trescientas personas, las esperanzas de los bucaneros de ganarse la vida básicamente suministrando carne ahumada a los buques de paso, se esfumaron para siempre. Sin embargo, el día del ataque a la Tortuga, muchos bucaneros estaban cazando, y escaparon así de los españoles. Cuando regresaron y comprobaron los estragos de la incursión, enterraron a sus compañeros, y sobre sus tumbas juraron que no descansarían hasta haberlos vengado. De esa forma, se juramentaron y constituyeron la confederación de «La Hermandad de la Costa». Un pequeño, por el momento, grupo de bandidos se dispuso a desafiar al vasto imperio español, claro que a ambos lados del Canal de la Mancha, armadores y financieros se frotaban las manos.



Otro matiz de “vanguardia histórica” de la piratería fue la participación de la mujer. Al menos dos mujeres, no tan guapas como las mujeres piratas en el cine, pues al menos en principio se hicieron pasar por hombres, participaron de la aventura. Anne Bonny y Mary Reade, fueron verdaderamente piratas, y quiso el azar que coincidiesen en la misma nave, de Calico Jack. Capturadas en 1720, su comportamiento fue digno, eran las únicas sobrias entre un ciento de borrachos en el momento final. Su carrera duró un par de años, y ya eso es largo en la azarosa vida pirata. El embarazo postpuso la horca a ambas. Mary murió en prisión y Anne desapareció. Nada que ver con alguna princesa vikinga y Ching Shih, que en la China del 1800 ¡llegó a mandar sobre 80.000 hombres y 18.000 naves!. Rackman probablemente inspiró a “Rackman el rojo”, cuyo tesoro busca el capitán Haddock en una aventura de Tintín. El más famoso pirata duró empero, sólo 15 meses, Edward Teach, “Barbanegra”, así conocido por sus tirabuzones en la barba. Los piratas, a más de sanguinarios, cultivaban su mala fama con cuidado, a más miedo, menos resistencia en pueblos costeros y barcos mercantes. Murió en combate pese a llevar ¡seis pistolas! en su fenomenal correaje. También muy conocido fue el capitán Kidd, sobre todo porque realmente, caso muy raro, enterró el tesoro que inspiró a Stevenson, en 1700, y fue ejecutado sin disfrutarlo. El inventario de su tesoro se conserva, porque el gobernador de Nueva Cork, y Earl of Bellamont de título nobiliario, era su socio.( si el lector encuentra el mapa, deberá ponerse en contacto conmigo…).






Los bucaneros no dejaban nada al azar. Como escribió Alexander Exquemelin, uno de sus cirujanos, los bucaneros «nunca están desprevenidos», ninguno de ellos se aparta ni un segundo de su mosquete, de un machete y de las armas que constituyen la base de su supervivencia, sus pistolas. Como sabían que a campo abierto no podía competir con la magnífica caballería española, la Hermandad de la Costa decidió atacar a los españoles en el mar. Al principio salían en canoas, compradas a los indios campeches, o en pequeños bergantines. Estos barcos tan pequeños eran prácticamente invisibles a la luz del ocaso, y podían llegar fácilmente hasta cerca de un galeón sin que éste se diese cuenta. Una vez puestos a tiro, los que tenían mejor puntería, que al igual que sus compañeros iban echados en el fondo de la canoa para que sus movimientos no fuesen demasiado bruscos, se incorporaban y disparaban contra el timonel y contra el vigía de cubierta. Antes de que el resto de la tripulación pudiese reaccionar, las canoas ya habían llegado hasta el barco, y una oleada de hombres realizaba el abordaje, disparando los varios fusiles que llevaba cada uno. Con una gran nave capturada partían de nuevo en busca de presas de mayor envergadura. Exquemelin nos ha descrito un ataque típico de los bucaneros, y es muy posible que él mismo formase parte activa de esta historia, aunque prudente y modestamente oculte su participación:




“El vicealmirante de la flotilla española se había destacado algo del resto del convoy, cuando el vigía de cubierta le informó haber avistado un pequeño barco en la lejanía, advirtiéndole de que podía tratarse de un bucanero. El oficial contestó que no tenía nada que temer de un barco de ese tamaño. Sospechando con razón que el vicealmirante estaría demasiado confiado como para vigilar adecuadamente los movimientos de su nave, el capitán bucanero se mantuvo al acecho hasta el anochecer. Entonces llamó a sus hombres (eran veintiocho) y les recordó que les quedaba poca comida, que el barco se encontraba en malas condiciones y podía hundirse en cualquier momento, pero que había una forma de salir del apuro: capturando el galeón español y repartiéndose las riquezas que sin duda llevaría. Los bucaneros juraron enfervorizados que le seguirían y que estaban dispuestos a luchar con todo su entusiasmo, pero por si alguno de ellos estaba más remiso, el capitán ordenó al cirujano que hundiese el barco tan pronto como el grupo atacante hubiese abordado al galeón español. Los bucaneros realizaron el abordaje en apenas un minuto y en completo silencio, sorprendiendo al capitán y a sus oficiales jugando a las cartas en su camarote. Ante la amenaza de las pistolas el vicealmirante entregó el barco”. 
El botín capturado en un barco de este tipo sería suficiente para convertir en multimillonario a cada uno de los veintiocho asaltantes. Un galeón español, el Santa Margarita, que se hundió en Cayo Oeste en 1622, en pleno apogeo de los bucaneros, reportó a sus rescatadores, hace poco tiempo, nada menos que 13.920.000 dólares. Un galeón que se capturase en aquellos años debería ser aún más valioso, pues además de las joyas y de los lingotes de oro y plata, transportaría todo tipo de bienes perecederos. Se cuenta el caso curioso de que unos bucaneros que interceptaron un cargamento de cacao, lo tiraron al mar porque creyeron que se trataba de estiércol de caballo.




El aliciente del botín era un incentivo contra el que no era suficiente el valor que podían oponer los españoles. En 1668, como punto álgido de la época de los bucaneros, Henry Morgan saqueó Panamá. «Aunque nuestro número es pequeño», dijo a sus hombres, «nuestros corazones son grandes, y cuantos menos sobrevivamos más fácil será repartir el botín, y a más tocaremos cada uno». Henry Morgan, como Drake, es un ejemplo de la fluida comunicación entre la piratería y la oligarquía naval y comercial británica. Con el tiempo llegó a conseguir el perdón real, un título nobiliario, y que le nombraran gobernador de Jamaica. Nunca regresó a su Gales natal, y se instaló en Port Royal, bebiendo ron hasta morirse.


Nombres de algunos piratas franceses y sus embarcaciones...

El poder en el Caribe pasó de las manos de la Hermandad de la Costa, a las de la marina de Francia e Inglaterra, y aquellos hermanos que no pudieron adaptarse de una continua lucha contra los españoles a una relativa paz, zarparon hacia el oriente, en busca de una nueva carrera como piratas en las costas de la India y de Madagascar.
Precisamente fue en el Índico donde se dio el mejor golpe clásico de la historia pirática; Henry Every abordó en 1694 el barco del Gran Mogol de la India. 




Es difícil deducir cuáles fueron las consecuencias de la era de los bucaneros. Para los españoles, la aparición de los que ellos llamaban «los diablos del infierno», fue evidentemente desastrosa. Y se puede compartir la opinión de los españoles de aquel tiempo, sobre todo cuando se leen algunos de los relatos de Exquemelin sobre Pedro el brasileño, el cual solía pasear por las calles de Jamaica segando a hachazo limpio piernas y brazos de inocentes transeúntes; o sobre el primer jefe del cirujano, que colocaba un barril de vino en mitad de la calle, y obligaba a todo el que pasaba por delante a beber de él o morir allí mismo de un pistoletazo; o respecto a otros amigos suyos que asaban mujeres desnudas sobre piedras calientes, luchaban bajo el agua contra los caimanes, o torturaban a los prisioneros para que les revelasen dónde escondían sus tesoros.
Quizás la consecuencia de la aparición de los bucaneros no fue lo que realizaron de hecho, sino lo que impidieron que ocurriese. Mientras la Hermandad de la Costa asestaba duros golpes al comercio español en su mismo centro del Caribe, sus recursos tenían que retraerse para proteger sus puntos más vitales. Por lo tanto, el imperio español no pudo expansionarse hacia las incipientes colonias que se estaban formando a lo largo de la frontera norteamericana, como hubiera sido razonable, y como muchas personas esperaban y británicos y hugonotes temían. Los fuertes españoles estuvieron en la costa, y no había soldados para guarniciones de interior, al estilo de los que vemos en los western yanquis. El imperio se hizo sobre la base de indígena y el mestizaje, no sobre su erradicación, como más al norte. Esto no ocurrió igual en el extremo sur, donde la piratería fue menor. Hay otros muchos factores pero, en ese sentido, la piratería no dejó de influir en la gran historia.
La Jolly Roger





En su libro «Pirates & The Lost Templar Fleet», David Hatcher Childress afirma que el término fue acuñado por referencia al primer hombre que izó la bandera, el rey Roger II de Sicilia (c. 1095-1154). Roger fue un afamado templario que tuvo una disputa pública con el Papa por sus conquistas en Apulia y Salerno en 1127. Childress opina que, muchos años después de que los templarios fuesen disueltos por la Iglesia, al menos una flota templaria se dividió en cuatro flotas independientes que se dedicaron a la piratería contra cualquier barco de cualquier país que mostrase simpatías hacia Roma. La bandera era, pues, una herencia y los huesos cruzados eran una obvia referencia al escudo templario original de una cruz roja con las puntas abiertas. Pero esto parece improbable, ya que los Caballeros Templarios usaban una cruz griega y no la cruz de San Andrés (X), la cual es la usada en las banderas piratas. En cualquier caso, ni Childress ni nadie han dado evidencia actual de que los Templarios alguna vez izaron una bandera como esa, que la flota de los Templarios fue vista después de la disolución de la Orden o de que exista conexión alguna entre los Templarios y la Era de Oro de la piratería.







'Un día del año 1700 el capitán del 'Poole', barco de la Armada Real Británica, avistó en aguas de Santiago de Cuba a un 'sloop' que iba mandado por el pirata francés Emanuel Wynne, y que al verlo, enarboló un pabellón negro sobre el que se recortaban una calavera con dos tibias cruzadas. Después de cruzarse unos cañonazos sin consecuencias, el oficial, a su arribada a puerto, hizo un reporte en el que se quedó constancia por primera vez de la existencia de un pabellón pirata [...] Hasta ese momento, corsarios y filibusteros navegaban bajo la bandera de su país o bajo la de la nación que los había comisionado. En ocasiones y como señal de intimidación, habían izado una bandera roja -algunos decían que teñida de sangre-, con cuya señal negaban todo cuartel al barco intimidado [...] Desde la innovación implantada por el pirata Wynne, el viejo símbolo de la muerte quedó incorporado a la iconografía de los piratas...'
Esta bandera, la 'Joly Roger', como se la llamó en el Reino Unido, estaba destinada a helar la sangre de todos aquellos navegantes que tuvieran la desgracia de encontrase con un barco que la enarbolase.
Desgraciadamente, ésta bandera continúa ondeando en los siete mares, veamos algunos ejemplos contemporáneos:

Los navíos británicos que participaron en la Guerra de las Malvinas, la enarbolaban cuando habían conseguido hundir algún objetivo argentino:



Incluso el submarino nuclear que hundió un acorazado, cuando regresaba a puerto:


Ésta era la bandera enarbolada por el submarino inglés



Incluso los piratas somalíes, aunque ésta fotografía apareció en la prensa, pienso que es un montaje:



La Cofradia de los Hermanos de la Costa.


Los que para España serán bandidos y piratas, para las naciones adversarias del poder peninsular son bandidos... o aliados. Nada de eso preocupa a los filibusteros mismos, por esencia “libertarios” a quienes nada importa como no sea su condición de hombres libres, en el mar que es la libertad y agrupados en la "Cofradía...", que será un verdadero ensayo de sociedad libre. Pero alguna vez hay que bajar a tierra, y debe ser en lugar seguro. Un lugar como la isla de La Tortuga. LA Cofradía allí establecida en el 1620 sobrevivirá hasta 1700. 

¿Cómo se organizaron? ¿Qué discusiones hubo? ¿Por que ese nombre? Nada hay escrito aunque no eran todos analfabetos y hubo hombres ilustrados, incluso nobles, pero que como los otros, al pisar la isla era nada más, y nada menos,que un "hermano". Lo que nos ha llegado son ecos de una tradición oral de esta fraternidad, que vivía en libertad separada apenas por un brazo de mar de la sociedad que los expulsó, o de la que se alejaron voluntariamente. Escuchemos esos ecos. 

"La isla de la Tortuga se convirtió en la capital de esta nueva comunidad pirata. Naves francesas comenzaron a recalar regularmente en su puerto y finalmente la isla se convirtió en una base francesa para ulteriores operaciones. La figura del bucanero comenzó a ser coocida por los cayos, por las islas, en tierra firme. Laval los describía así: 'No llevan más que un calzón y una camisa, el calzón muy ajustado y la camisa de fuera. Las dos piezas tan empapadas en sangre y grasa que parecen de hule. Una cintura de piel de buey con el pelo, les aprieta la camisa y en ella, por un lado, una vaina con tres o cuatro cuchillos como bayonetas y, por el otro lado, una canana'.








Las reglas para el ingreso en la Hermandad marcaban un período de prueba obligatorio para el recien ingresado de dos años, el llamado 'Matelotage', en la que el aspirante o " Mamelot " hacía las labores de criado y guardaespaldas del filibustero que lo tenía a su cargo.
Otras normas básicas eran la prohibición de cualquier prejuicio por patria o religión para los miembros de la Hermandad, la prohibición de poseer tierras en la isla, la no admisión de mujeres blancas libres para evitar riñas, discusiones y odios; solo podían vivir en la isla mujeres negras y las esclavas.
"Sin prejuicios de nacionalidad ni de religión". No se es francés o inglés, católico o protestante, se es un hombre al que se critica o elogia como individuo. El primer registro de una división de ingleses contra franceses, en 1689, señala ya el fin de la Cofradía. Tampoco crearon un idioma común o una nacionalidad nueva, nadie trató de imponer nada al otro. 

No hay propiedad individual". No se refiere al botín sino a la tierra. Nunca hubo lotes ni en La Tortuga ni en las zonas de caza. Tampoco los barcos eran propiedad individual y el capitán que llegaba a la isla con uno, perdía sus derechos sobre él. Cualquiera que preparase una expedición podía utilizarlo. 








"No hay la menor ingerencia sobre la libertad individual". No hay actividades obligatorias, ni prestaciones forzadas, ni impuestos, ni presupuesto general. No hay código penal y las querellas se resuelven de hombre a hombre. Nadie esta obligado a combatir, se participa en las expediciones voluntariamente y voluntariamente se las deja; por esto no hay ni persecución ni venganza. No hay ningún registro de persecución contra el "Hermano" que abandone el filibusterismo. 

Todos los hermanos eran iguales entre sí, las cuestiones individuales se resolvían personalmente y la Hermandad podía ser abandonada por cualquiera de sus miembros sin que esto supusiera ninguna clase de castigo. Existía una tabla de indemnizaciones para compensar a todos aquellos hombres que quedaran mutilados en combate.





Pérdida del Brazo derecho --> 600 pesos o seis esclavos.
Pérdida del Brazo Izquierdo --> 500 pesos o cinco esclavos.
Pérdida de la Pierna derecha --> 500 pesos o cinco esclavos.
Pérdida de la Pierna Izquierda --> 400 pesos o cuatro esclavos.
Pérdida de un Ojo --> 100 pesos o un esclavo.
Pérdida de un Dedo --> 100 pesos.
También tenían un sueldo fijo, tras conseguir el botín, los carpinteros y médicos de la isla, con esto la Hermandad se aseguraba la reparación de las naves y la asistencia sanitaria de los heridos. El dinero restante se repartía de la siguiente manera; se hacian cinco o seis partes con el botín, dos de ellas eran para el capitán y el resto se repartía equitativamente entre el resto de la tripulación -los aprendices cobraban solamente la mitad-. Los esclavos que se concedían a los mutilados en combate eran blancos y procedían de barcos españoles donde desempeñaban el puesto de sirvientes.
"No se admiten mujeres". Se refiere a las europeas y ninguna podía desembarcar en la isla. No así las mujeres negras o indígenas. Cuando el agente oficial francés D`Ogeron intenta, en 1667, convertir La Tortuga en colonia de su país, utiliza no la fuerza sino el quebrantamiento de esa norma. Trae 100 mujeres blancas, que pese a ser "rameras sacadas de la cárcel, pelanduscas recogidas en el arroyo, vagas sin verguenza", se ubican fácilmente entre los hombres del lugar. Se forman parejas, sin casamiento, en las que la mujer no es la esclava sino la compañera, pudiendo reclamar la ruptura de la unión en caso de maltrato.
Había un hecho un tanto curioso y que merece la pena ser comentado, se daba la característica peculiarísima que cada miembro de la hermandad se juramentaba con un compañero, antes de entrar en combate, que se defenderían mutuamente, y si uno de ellos moría en la acción, el sobreviviente le heredaría. El juramento se prestaba en la nave, en un altar improvisado y delante de testigos. Aquel que abandonara a su 'hermano' en el combate o quebrantase las reglas inviolables del reparto, era ahorcado en un sitio bien visible.







Pero no obstante se iniciará allí el aburguesamiento de los filibusteros, y junto con la ropa zurcida y los niños aparecerán el adulterio, las intrigas y rencillas vecinales. Caso excepcional, pero feminista, fue el de las mujeres pirata.

En toda constitución hay derechos y deberes. En la Cofradía las leyes que vimos no señalan ningún deber para con la comunidad que no se preocupa de proteger a los débiles. De lo único que se protege es de la tiranía y la mejor manera de hacerlo es fortaleciendo la importancia de cada individuo. Son los derechos de cada uno los que garantizan la libertad, y cuanto más numerosos y más fuertes los miembros, mejor será la garantía de subsistencia y de equilibrio para el conjunto. Para esta fraternidad las necesidades militares son imperiosas y obligan a designar jefes para el combate. Pero se trata solo de un cargo militar, determinado por elección y revocable en cualquier momento. El "Gobernador", que así se llamara, deja sus funciones cuando la contingencia bélica es superada. Recuérdese que faltan mas de 150 años para la independencia de los Estados Unidos y para la Revolución Francesa, pero en La Tortuga ya hay elecciones. Los capitanes se eligen por votación democrática, y así se destituyen, (normalmente eso significada su muerte). Mientras mantenga este consenso, el gobernador - como el capitán de un navío - tiene una autoridad indiscutida. También había un "Consejo de Ancianos", formado por los más veteranos, quienes velaban por la pureza del espíritu libertario de la Cofradía, especialmente vigilando las condiciones de ingreso de nuevos miembros a través de un noviciado sui generis llamado "matelotage", donde el aspirante debía compenetrarse con el espíritu y la conducta de la hermandad o ser rechazado. 







La consolidación del capitalismo y de los poderes imperiales europeos en el Caribe, además del aumento del poder de los navíos de línea, acabó con la extraordinaria experiencia de los Hermanos de la Costa. El filibustero se hizo "corsario legal”. Otros cayeron en un mero bandidaje naval que perdió todo matiz anarquizante. Pero la leyenda nunca olvidará esa inaudita aventura de libertad que navegó a toda vela por las Antillas. 



Libertalia es el nombre de una república legendaria que fue fundada por un puñado de piratas a finales del siglo XVII, en una bahía situada en la costa norte de la isla de Madagascar (territorio que no había sido reclamado hasta entonces por ninguna potencia colonial).  
Estos piratas estaban comandados por el capitán Misson, un noble francés segundón, quien tenía la filosofía de que: "el extraño, sólo se convierte en prójimo si le damos la oportunidad" . Su objetivo llevar a los hombres a la inocencia original, buscando incansablemente el paraíso perdido. Se guiaba por la igualdad de derechos entre personas de diversas razas, todo el dinero se guardaba conjunta e igualitariamente. Buscando ser hombres libres, sin la obligación de obedecer a rey alguno, habitantes libres de un mundo mejor, donde la libertad y la igualdad serían su triunfo.




y por su lugarteniente, el exfraile dominico Caraccioli, un napolitano muy versado que había leído la Utopía de Tomás Moro, la República de Platón y La ciudad del sol de Campanella. Libertalia fue fundada, por tanto, atendiendo a las premisas de estas sociedades utópicas. En ella no existía la propiedad privada, reinaba la tolerancia y todos eran iguales sin distinción de origen, credo, raza o extracción social. Se gobernaban democráticamente, acatando las decisiones adoptadas por un Consejo que elegían entre todos y que renovaban cada cierto tiempo e, incluso, hablaban una lengua propia, una especie de esperanto, compuesta por la amalgama de muchas lenguas para que nadie se sintiese discriminado o privilegiado. Se llamaban a sí mismos “liberis” y a la lengua que hablaban, “liberi”, y su enseña era una bandera blanca con un lema bordado en ella: A Deo a libertate, por Dios y por la libertad. Vivían de la rapiña, es cierto, pues eran piratas, pero en sus capturas tomaban solo lo imprescindible, liberaban a los cautivos ―fuesen estos esclavos negros o blancos, o tripulantes descontentos reclutados en levas forzosas― y respetaban la vida y la dignidad de los aprehendidos, ofreciéndoles sumarse a ellos y convertirse en nuevos liberis; en caso contrario, los dejaban libres después de tomarles, eso sí, juramento de lealtad.   


Se cree que Libertalia estuvo escondida durante todos esos años en una  pequeña bahía al norte de la Isla de Madagascar que por aquel entonces aún no había sido reclamada por ninguna potencia colonial. Construyeron una especie de fuerte, casas y barcos, y así prosperarían durante un tiempo con exitosos asaltos, con ricos botines, capturas de naves e incluso nuevos afiliados a la hermandad libertaliana, todos los que quisieran vivir bajo sus leyes(aunque también atacarían a un barco de peregrinos a La Meca y raptarían a las mujeres, esposas e hijas). Pero como todo tiene un fin, en 1696 el barco de Tew, -que había salido de caza-,  naufragó en un tormenta y no pudo regresar a Libertalia en unos pocos meses. En ese tiempo, cuatro barcos de guerra británicos encontraron el enclave de los piratas filósofos y lo cañonearon. Aunque no la pudieron tomar, Libertalia quedó arruinada, Caraccioli moriría en el bombardeo y los nativos aprovecharon también para atacar. 


 Fueron los piratas “buenos” del Índico.
Libertalia perduró, al menos, durante veinte años. Y su final no llegó porque faltase la concordia entre los liberis, sino porque fue atacada por los nativos de los poblados vecinos. Parece que el exfraile Caraccioli murió allí mismo, durante la refriega; que el capitán Misson logró huir a bordo de su fragata, la Victoire - ahora renombrada como la "República del Mar"-, aunque pereció en una tormenta frente a las costas del cabo Infantes, cerca del cabo de Buena Esperanza; y que el capitán Thomas Tew



otro famoso pirata que había sido nombrado almirante de Libertalia, consiguió salvarse y regresar a Rhode Island, su patria; sin embargo, Tew fue abatido por un tiro, algún tiempo después, en aguas del mar Rojo durante una acción de abordaje. En fin, que el único testimonio que quedó de la hermosa empresa de Libertalia fue el de un marinero rochelés que falleció en una reyerta en un puerto francés; entre sus escasas pertenencias fue hallado un manuscrito que daba cuenta de la crónica de Libertalia… El manuscrito de La Rochelle.
Hasta aquí, la leyenda. Porque el problema de Libertalia es, precisamente, el de su historicidad.
Sobre Libertalia solo existe una fuente documental conocida  y esta no es otra que la Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas, firmada por el capitán Charles Johnson (aunque atribuida comúnmente a Daniel Defoe). 



En el primer volumen, editado en Londres en 1724, el autor presenta las biografías de diecisiete afamados piratas contemporáneos suyos cuyo radio de acción principal lo constituyó el mar Caribe. Cuatro años más tarde se publicó un segundo volumen (cuyos dos primeros capítulos abordan el tema de Libertalia) dedicado a las peripecias de los llamados piratas del Índico. Y si bien, en general, no existen dudas acerca de la veracidad de las biografías recogidas en el primero de los dos volúmenes (pues los hechos narrados se ciñen con bastante fidelidad a los reseñados en otros documentos históricos de la misma época), no ocurre lo mismo en el caso del segundo: es muy posible que al menos tres de las semblanzas de los capitanes piratas que lo protagonizan sean pura invención del autor, a saber, las de Misson, Lewis y Cornelius, ya que sus vidas y aventuras no aparecen corroboradas en ningún otro texto,  y que las andanzas del capitán Thomas Tew (de quien se sabe con certeza que existió) sean un tanto improbables.


Una versión un tanto idealizada de la vida en el interior de un barco pirata...
Pero los problemas suscitados por Libertalia y por la Historia general no terminan aquí. Está la cuestión de la autoría del libro, que nunca ha dejado de ser un misterio. ¿Existió realmente el capitán Charles Johnson? A lo largo de casi trescientos años la pregunta no ha logrado ser contestada. Todo intento de rastrear su identidad en los archivos marítimos ingleses o franceses ha resultado un fracaso. Algunos estudiosos del tema, como Philip Gosse, han suscrito la idea de que el capitán Charles Johnson fuera un verdadero capitán pirata retirado del oficio, de ahí su necesidad de anonimato. Otros, en cambio, identifican en él al escritor, periodista y propagandista político Daniel Defoe, 



celebérrimo autor de Robinson CrusoeEl rey de los piratas y Las aventuras del capitán Singleton. Pero en este caso la pregunta obvia, que tampoco ha sido resuelta, es: ¿por qué recurrió Daniel Defoe al uso de un seudónimo? ¿Capricho? ¿Necesidad?
La Historia general alcanzó un gran éxito de público ya con su primer volumen. En él, además de las diecisiete biografías mencionadas y algunas consideraciones generales sobre la piratería, se analizan sus peligros para las naciones, sus causas y su posible remedio; los datos reales predominan siempre sobre lo novelesco. El tono del segundo volumen es, sin embargo, distinto: la figura del pirata aparece aquí idealizada como rebelde social y no cabe ninguna duda de que fue esta nueva dimensión heroica la que inspiró algún tiempo después a los poetas románticos, como Byron y Espronceda.



Pero, aun siendo probablemente Libertalia una especulación, lo cierto es que en aquellos años precarios de finales del siglo XVII y principios del XVIII se crearon un buen número de repúblicas piratas, tanto en aguas del Caribe ―en la isla Tortuga y en Bahamas―, como en las del océano Índico ―en la propia Madagascar, en las islas del canal de Mozambique y en Nosy Boraha (más conocida como isla de Sainte Marie)―. Todas estas repúblicas, efímeras repúblicas fundadas por proscritos, tuvieron en común el modo de propiedad comunal, el espíritu de tolerancia, el igualitarismo y la participación de todos sus integrantes en la toma de decisiones. Un hombre, una voz, un voto. Sin importar razas ni credos. Tan solo la libertad. Todavía un hermoso ejemplo.



No quisiera acabar ésta entrada dedicada a las utopías piratas, si recordar al famoso capitán Nemo de Jules Verne, sin duda su bandera negra con la N  y su lema " Ni dios, ni amo", hablan bien a las claras. Podéis ver la entrada:


Bueno, como siempre espero que os haya sido útil e interesante.