dissabte, de gener 16, 2010

HÖLDERLIN Y LA MÁGIA DE LA BELLEZA.


 

A LOS JÓVENES POETAS

“Mis queridos hermanos, quizá va a madurar
nuestro arte, tras un largo fermentar juvenil,
y llegará a lograr la calma de lo bello;
no dejéis la virtud, imitad a los griegos.
A los dioses amad, pensad en los mortales.
Ni ebriedad ni frialdad, ni descripción
ni lección; si os asusta algún maestro,
pedid sólo consejo a la naturaleza”.


Si existe un autor que haya sabido plasmar en palabras aquello que no puede ser descrito. Si hay una obra literaria que habla directamente al alma del lector con un lenguaje más musical  que escrito, más allá de las ideas, del pensamiento y de la razón. Si la obra de arte total que soñara Wagner al crear sus operas, pudiera ser encerrada en negro sobre blanco en las hojas del papel, ese autor sería Friedrich Hölderlin y esa obra total sería -en mi opinión- "Hiperion, o el eremita en Grecia".
Durante años ha sido, es, mi libro de cabecera. Siempre me acompaña a todas partes. He perdido, regalado, estropeado decenas de ejemplares y comprado, otros tantos, para sustituirlo, siempre guardo su espació en las estanterías de mi biblioteca y ocupa el primer lugar entre los muchos  que pueblan mi corazón, de los cuales, algunos, váis conociendo a través de las páginas de éste, vuestro blog.
Si os dijese que he estado deseando publicar ésta entrada desde el primer día que, con paso vacilante y sin saber donde me metía, inicié la publicación de éstos blogs, podéis creerme,  pero no me sentía capaz de transmitiros todo aquello que en mi opinión, debe ser dicho sobre éste libro. Aún ahora, cuando estoy a punto de publicarlo y con un texto que aunque imperfectamente reúne muchas de las ideas que considero imprescindibles, dudo... 
Me decidí por reunir opiniones de críticos de prestigio reconocido, puesto que no quería pecar de una excesiva subjetividad, puesto que mi deseo era provocar en vosotros mis lectores, el deseo de compartir ésta lectura que, a buen seguro, tendrá un profundo impacto en vuestras conciencias. Éste es un libro mágico, nadie puede leerlo y volver a ser exactamente igual a como era antes de comenzar su lectura, así pues, sed prudentes, si no estáis decididos a llenar vuestra alma de Belleza, mejor que no lo abráis.

 

Biografía de Holderlin

Hölderlin nació en  Lauffen am Neckar (Wurttemberg) en el seno de una familia burguesa. Al morir su padre, administrador del seminario  protestante de Lauffen, cuando él tenía dos años, su madre casó en segundas nupcias con Johann Christoph Gock, consejero municipal de Nurtingen, donde Hölderlin se crió junto con su hermana y su hermanastro.
Su padrastro murió cuando Hölderlin tenía nueve años y de sus seis hermanos sólo dos sobrevirían a su infancia: su hermana Rike, mayor que él, y Karl, seis años menor.


                                        La casa donde nació.

En 1784 ingresó en un colegio preparatorio para el seminario, en Denkendorf, y en 1788 entró como becario para estudiar Teología en el Tübinger Stift, donde fue amigo y compañero de cuarto de los futuros filósofos Hegel y Schelling. Se influenciaron mutuamente, y ha sido especulado, que fue probablemente Hölderlin el que presentó a Hegel las ideas de Heráclito acerca de la unión de los contrarios, que el filósofo desarrollaría en su concepto de la dialéctica.
Estudió también literatura y filosofía clásicas, tradujo al alemán algunas tragedias griegas y escribió poesía. Muy influido por Platón y por la mitología y cultura helénicas, se apartó sensiblemente de la fe protestante.
En 1793 salió del seminario provisto de la licencia que le permitía ejercer el ministerio evangélico, pero decidió no dedicarse a su carrera, sino emplearse como preceptor. Durante los años siguientes, se dedicó a educar hijos de nobles y de comerciantes ricos.
Schiller le proporcionó una plaza para ocuparse del hijo de Charlotte von Kalb, en Waltershausen, aunque pronto abandonó su puesto, dada la limitada influencia que ejercía sobre su alumno. Se instaló luego en Jena, uno de los principales centros intelectuales del país. Asistió a clases impartidas por Fichte, y Schiller le publicó un fragmento del Hiperión en su revista Thalia.

                                         Holderlin joven


Falto de recursos, volvió a Nurtingen en 1795 y en 1796 trabajó en casa de Jakob Gontard, comerciante de Frankfurt y se enamoró de Susette, la mujer de este. A ella le dedicó varios escritos, entre ellos Hiperión, refiriéndose a ella con el nombre de Diotima. A pesar de su trabajo y de los viajes que debió efectuar con la familia Gontard a causa de la guerra, fue una época de intensa actividad literaria, y en 1799 finalizó la novela epistolar Hiperión, o el eremita en Grecia.
En septiembre de 1798 tuvo que abandonar la casa de los Gontard, después de vivir una penosa escena con el marido de Susette, con quien mantendría la relación durante casi dos años de forma clandestina. Se entrevistó varias veces en secreto con ella, hasta que se trasladó a Hamburgo, por consejo de su amigo, Isaak von Sinclair, diplomático del condado.
Emprendió entonces su tragedia La muerte de Empédocles e intentó lanzar una revista intelectual y literaria, que fracasó. En 1800 fue invitado a Sttutgart donde tuvo tiempo para dedicarse a la poesía y traducir a Píndaro, que ejercería una gran influencia sobre sus himnos. A finales del año aceptó otro puesto como preceptor en Hauptwil,Suiza.
Se ignora por qué razones abandonó su trabajo, en abril de 1801, y volvió con su madre, a Nütingen. Según se desprende de una carta de marzo de 1801 a su amigo Christian Landauer, Hölderlin era cada vez más consciente de sus problemas mentales, que ya desde su época de estudiante se le habían presentado en forma de depresiones. En invierno de ese año tuvo una fuerte crisis.
Hasta enero de 1802, cuando obtuvo un cargo en casa del cónsul de Hamburgo en Burdeos, trabajó ininterrumpidamente en su obra poética. Al aparecer los primeros síntomas de su enfermedad mental, en abril abandonó una vez más su puesto. Sinclair le comunicó por carta la muerte de Susette Gontard, el 1803, en Fránckfurt.

                                                 Hegel

Tras un período de gran violencia, su trastorno mental pareció remitir. Sinclair lo llevó de viaje a Ratisbona y Ulm y, a la vuelta, escribió El único y Patmos, dos de sus obras maestras. Por influencia de su amigo Sinclair, en 1804 obtuvo la plaza de bibliotecario de la corte, en el palacio del landgrave de los Homburg.
Como sus crisis mentales se hicieron cada vez más frecuentes (profería maldiciones como un poseso y andaba sin rumbo mientras hablaba consigo mismo), en 1806 Sinclair decidió deshacerse de él internándolo en una clínica psiquiátrica de Tubinga. Tras cuatro días de viaje, fue recibido por Ferdinand Autenrieth (1772-1835), el responsable médico de la clínica, que había alcanzado fama desde su apertura por los nuevos métodos terapéuticos empleados.
Hölderlin ingresó en la clínica el 14 ó 15 de septiembre de 1806 y estuvo internado 231 días. Sus síntomas eran una gran agitación motora, largos paseos sin rumbo, escasa orientación espacio-temporal, frecuentes accesos de ira y, sobre todo, una incontrolable e ininteligible verborrea (probablemente, indicativos de una esquizofrenia catatónica).

La torre donde Holderlin pasó sus últimos años.

Tras ser declarado enfermo incurable, en mayo de 1807 fue puesto al cuidado de un ebanista de la misma ciudad, entusiasta de la lectura del Hiperión, quien lo acogió en su casa, haciéndose cargo de los gastos de manutención la madre del poeta. Allí permaneció hasta su muerte, en unas condiciones de locura pacífica que se prolongaron durante treinta y seis años.

EL JOVEN A SUS JUICIOSOS CONSEJEROS
 


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¿Pretendéis que me apacigüe? ¿Que domine
este amor ardiente y gozoso, este impulso
hacia la verdad suprema? ¿Que cante
mi canto del cisne al borde del sepulcro
donde os complacéis en encerrarnos vivos?
¡Perdonadme!, mas no obstante el poderoso impulso que lo arrastra
el oleaje surgente de la vida
hierve impaciente en su angosto lecho
hasta el día en que descansar en su mar natal.
La viña desdeña los frescos valles,
los afortunados jardines de la Hesperia
sólo dan frutos de oro bajo el ardor del relámpago
que penetra como flecha el corazón de la tierra.
¿Por qué moderar el fuego de mi alma
que se abrasa bajo el yugo de esta edad de bronce?
¿Por qué, débiles corazones, querer sacarme
mi elemento de fuego, a mí que sólo puedo vivir en el combate?
La vida no está dedicada a la muerte,
ni al letargo el dios que nos inflama.
El sublime genio que nos llega del Éter
no nació para el yugo.
Baja hacia nosotros, se sumerge, se baña
en el torrente del siglo; y dichosa, la náyade
arrastra por un momento al nadador,
que muy pronto se sumerge, su cabeza ceñida de luces.
¡Renunciad al placer de rebajar lo grande!
¡No habléis de vuestra felicidad!
¡No plantéis el cedro en vuestros potes de arcilla!
¡No toméis al Espíritu por vuestro siervo!
¡No intentéis detener los corceles del sol
y dejad que las estrellas prosigan su trayecto!
¡Y a mí, no me aconsejéis que me someta,
no pretendáis que sirva a los esclavos!
Y si no podéis soportar la hermosura,
hacedle una guerra abierta, eficaz.
Antaño se clavaba en la cruz al inspirado,
hoy lo asesinan con juiciosos e insinuantes consejos.
¡Cuántos habéis logrado someter
al imperio de la necesidad! ¡Cuántas veces
retuvisteis al arriesgado juerguista en la playa
cuando iba a embarcarse lleno de esperanza
para las iluminadas orillas del Oriente!
Es inútil: esta época estéril no me retendrá.
Mi siglo es para mí un azote.
Yo aspiro a los campos verdes de la vida
y al cielo del entusiasmo.

Enterrad, oh muertos, a vuestros muertos,
celebrad la labor del hombre, e insultadme.
Pero en mí madura, tal como mi corazón lo quiere,
la bella, la vida Naturaleza.

CRONOLOGÍA

1770
Nace el día 20 de marzo Johann Christian Friedrich Hölderlin, hijo del maestro de claustro Heinrich Friedrich Hölderlin y de Johanna Christiane Heyn (hija de un clérigo), en Lauffen a orillas del Neckar.
1772
Sólo dos años después muere su padre y pocas semanas más tarde nace su hermana.
1774



Su madre vuelve a casarse, con el señor Gock, alcalde de Nürtingen, y toda la familia se traslada a este pueblo. En el mismo año nace su hermano, Carlos Gock, por quien Hölderlin cobrará el más tierno cariño.
1783
Muere el segundo marido de su madre, quedando ésta sola con sus tres hijos.
1784
Inicia sus estudios primarios en la escuela del convento de Denkendorf.
1786
Ingresa al seminario de Maulbronn, y durante los dos años que permanece en este instituto tiene algunas compensaciones que iluminan un poco el reglamento severo y rígido del colegio. Descubre a Ossián, por quien sintió gran admiración; tiene su primera aventura sentimental con Luisa Nast, prima de su amigo Immanuel Nast, y efectúa su primera visita a Heidelberg, viajando a lo largo de todo el Rhin. Las impresiones que obtuviera durante ese viaje, años más tarde las describe en dos de sus poemas más sentidos.

"El Rin"




En la oscura hiedra sentado, en el portal
estaba del bosque, justo cuando el áureo mediodía,
visitando la fuente, bajó las escaleras
de la montaña alpina,
que se llama para mí, según creencia antigua,
la edificada por los dioses,
la fortaleza de los celestiales,
donde empero
secretamente aún mucho decidido
llega hasta los hombres; desde allí
percibí sin sospecharlo
un destino, pues en la cálida
sombra, consigo mucho discurriendo,
hacia Italia acababa
de írseme el alma divagando
y lejos, a las costas de Morea.
Ahora empero, dentro de la montaña,
hondo bajo las argénteas cumbres
y bajo el verde gozoso,
donde estremeciéndose los bosques hacia él,
y unas sobre otras las testas de las peñas
miran para abajo a lo largo de los días,
allí, en el más frío abismo, oí
el lamento de redención
del efebo, lo oyeron bramar
y acusar a la madre tierra,
y al tonante, que lo engendró,
compasivos los padres, mas
huyeron los mortales del lugar,
pues terrible era, al rodar
sin luz en sus cadenas,
la ira del semidiós.
Era la voz del más noble de los ríos,
del Rin, nacido libre,
y otra cosa esperaba él, cuando allá arriba
se separó de sus hermanos,
del Tesino y el Ródano,
queriendo peregrinar, e impaciente
a Asia lo impulsaba el alma regia.
Mas irrazonable es
desear frente al destino.
Los más ciegos, empero,
son los hijos de los dioses. Pues conoce
el hombre su casa, y al animal
fue dado dónde ha de edificar,
mas a la inexperta alma de aquéllos,
la falta de no saber adónde ir.
Un enigma es lo surgido puro. Aun
el canto apenas puede develarlo. Pues
como empezaste, quedarás,
por más que obren disciplina
y necesidad, lo más
puede el nacimiento,
y el rayo de luz que encuentra
al recién nacido.
Pero dónde hay uno,
para permanecer libre
toda su vida, y realizar solo
el deseo del corazón, así
desde alturas propicias, como el Rin,
y dichosamente así nacido
de sagrado seno, como aquél?
Por ello su palabra es de júbilo.
No ama él, como otros niños,
llorar entre las fajas;
pues cuando las costas desde el principio
se deslizan, sinuosas, hacia sus lados,
y envolviéndolo sedientas, ansían
arrastrarlo, a él, el imprudente,
y protegerlo entre sus dientes, riendo
desgarra las sierpes y se precipita
con el botín, y si en la prisa
un mayor no lo desbrava,
lo deja crecer, como el relámpago
hiende la tierra, y como hechizados huyen
tras él los bosques y hundiéndose los montes.
Pero un dios quiere ahorrar a sus hijos
la vida presurosa, y sonríe
cuando inmoderados, mas contenidos
por Alpes sagrados, en la hondura,
como aquél, se encolerizan con él los ríos.
En una fragua así, se forja luego
también todo lo puro,
y es hermoso, cómo después
de abandonar los montes,
vagando quedo se contenta
en la tierra alemana,
y calma el ansia
en misión benévola, cuando cultiva
la tierra, el padre Rin, y nutre
amados niños, en ciudades que ha fundado.
Mas nunca, nunca lo olvida.
Pues debe antes perderse la morada,
y la ley, y tornarse inicuo
el día de los hombres, antes que olvidar
pudiera tal el origen
y la pura voz de la juventud.
Quién fue el primero en corromper
los vínculos del amor,
y en hacer de ellos dogales?
Se mofaron entonces del derecho propio
y por cierto del fuego celestial
los altaneros, sólo entonces,
despreciando los senderos mortales,
escogieron lo osado
y aspiraron a igualarse a los dioses.
 




Pero con la propia inmortalidad
tienen los dioses suficiente, y
si necesitan los celestiales de una cosa,
es de héroes y hombres,
y demás mortales. Pues dado
que los bienaventurados nada sienten por sí,
debe, si se permite
decirlo, sentir siendo partícipe
otro en nombre de los dioses,
ése necesitan; no obstante es
su fallo, que destruya él
su propia casa e injurie
como a enemigo lo más amado,
y sepulte a padre e hijo bajo las ruinas,
si uno quiere ser como ellos
y no sufrir lo desigual, el iluso.
Dichoso por ello aquél, que halló
deparado un dichoso destino,
donde de las peregrinaciones
y pesares el recuerdo dulce
eleve aún su rumor en la margen segura,
para que hacia aquí y allá pueda gustoso
mirar hasta los límites,
que con el nacimiento Dios
le señalara por morada.
Entonces reposa, venturoso en su modestia,
pues todo lo que ha querido,
lo celestial, por sí mismo ciñe,
inexpugnado, sonriente ahora,
que él reposa, al denodado.
Semidioses pienso ahora,
y conocer debo a los caros,
pues a menudo su vida
me conmueve el pecho anhelante.
Mas a quien fue dada como a ti,
Rousseau, invencible el alma,
la de vehemencia tenaz,
y seguro el sentido,
y dulce el don de oir
y hablar, de modo de hacer
desde una plenitud sagrada, como el dios
del vino, insensata, divinamente
y sin ley, comprensible a los buenos
la lengua de los más puros,
mas de cegar, con justicia, a los irreverentes,
a los siervos sacrílegos, cómo llamo al extranjero?
Todo aman, como la madre,
los hijos de la tierra, y así también acogen,
los dichosos, todo sin esfuerzo.
Por ello también se sorprende
el hombre mortal y se estremece,
cuando piensa en el cielo, que con brazos amantes
acumuló sobre sus hombros,
y en la carga del gozo;
a menudo le parece entonces lo mejor,
casi olvidado por entero estar allí,
donde el rayo no abrasa,
en la sombra del bosque,
en el fresco verdor junto al Bielersee,
y en sosegada pobreza de tonos,
igual a los principiantes, aprender de los ruiseñores.
Y magnífico es entonces resurgir
del sueño sagrado, y despertando
del frescor del bosque, ya al atardecer
ir al encuentro de la luz más suave,
cuando el que edificó los montes
y señaló el sendero de los ríos,
después de haber guiado aun, sonriente,
la atareada vida de los hombres,
pobre en aliento, cual velas
con sus aires, también reposa
y hacia la alumna ahora,
el formador, hallando
más bien que mal,
cae el día hacia la tierra actual.
Entonces celebran la fiesta nupcial hombres y dioses,
la celebran los vivos todos,
y ecuánime
es por un momento el destino.
Y los fugitivos buscan el albergue,
y dulce sueño leve los valientes,
mas los amantes son lo que fueron, están
en casa, donde se goza la flor
en brasa inofensiva, y el espíritu
envuelve en el susurro a los árboles lúgubres,
los no reconciliados, en cambio, están
transformados, y se apresuran
a tenderse las manos,
antes que la luz amiga descienda
y llegue la noche.
 





Mas para algunos esto
pasa fugazmente, otros
lo guardan por más tiempo.
Los dioses eternos están siempre
plenos de vida; hasta la muerte
empero, puede aun un hombre
guardar lo mejor en la memoria,
y vive entonces lo supremo.
Sólo que tiene cada cual su medida.
Pues difícil es soportar
la desdicha, pero más difícil la dicha.
Un sabio pudo, empero,
desde mediodía hasta la medianoche,
y hasta que brilló la mañana,
mantenerse lúcido en el banquete.
A ti puede aparecerse Dios en el sendero ardiente
bajo los abetos, o cubierto de acero
en la oscuridad del robledal, Sinclair querido,
o en las nubes, tú lo conoces, porque conoces, juvenil,
la fuerza del bien, y jamás está oculta
para ti la sonrisa del Soberano,
de día, cuando
febril y encadenado luce
lo vivo, o aun
de noche, cuando todo es confuso
y sin orden, y retorna
el caos antiquísimo.


1788
Se inscribe en la Universidad de Tubingen como estudiante de teología, filosofía clásica e historia, permaneciendo allí hasta el año 1793. De aquel tiempo datan sus relaciones con Christian Ludwig Neuffer y Rudolf Magenau, de quienes pronto se hizo amigo, en especial de Neuffer, quien más tarde se dio a conocer por sus idilios "Un día en el campo" y "Festival de la cosecha", como también por sus traducciones de Virgilio.
1791


                                              Schelling

Se hace amigo de Hegel y Schelling, con quienes desde el otoño de 1790 comparte la misma habitación. En compañía de ellos lee las obras de Kant y de los filósofos griegos.
1793
Da su examen final ante el consistorio eclesiástico de Stuttgart, y durante un viaje a Ludwigsburg conoce a Schiller. En el mes de diciembre de este año parte a Waltershausen para ocuparse como institutor en casa de Carlota von Kalb, puesto que obtuvo mediante una recomendación de Schiller.


                                     Carlotta von Kalb

1794
Abandona Waltershausen, porque —según lo confesara en una carta dirigida a su amigo Neuffer— los talentos harto moderados de su alumno, fuera de causarle muchas molestias, le quitan fuerza y energía para la realización de sus propios trabajos. Luego emprende viaje a Jena para estudiar en su universidad, donde escucha temporalmente las clases de Fichte.
1795
En julio de este año parte a Nürtingen a casa de su madre, donde permanece hasta el mes de diciembre. Después, recomendado por Isaak von Sinclair, a quien conociera como estudiante de Leyes en Tübingen, y quien ahora había ingresado al servicio diplomático del Landgrave de Hessen-Homburg, se dirige a Frankfurt para asumir el puesto de institutor en casa del banquero Jakob Friedrich Gontard. Susette (Diótima), esposa del señor Gontard, se había casado a la edad de 17 años con el famoso banquero, y siendo de una belleza extraordinaria, y sólo un año mayor que Hölderlin, éste no tardó en enamorarse profundamente de ella.
1796

                                            Susette Gontard

Pasa el verano en compañía de Susette y los niños en las ciudades de Cassel y Driburg para estar fuera del camino de las tropas francesas, que en aquel entonces avanzaban sobre Alemania. Durante su estadía en estos lugares conoce a Heinse, el autor de "Ardinghello, o las islas afortunadas", a quien dedica más tarde su elegía "El pan y el vino".
1798
A raíz de una disputa violenta con el señor Gontard tiene que abandonar la casa de éste. Siguiendo una invitación de Isaak von Sinclair se traslada a Homburg, donde permanece hasta junio del año 1800, cuando una grave depresión mental, causada sin duda por la dolorosa separación de su amada Diótima, lo obliga a regresar a la casa de su madre en Nürtingen.
1801
Después de haberse repuesto un poco vuelve a emplearse de institutor, esta vez en casa de una familia acaudalada de Hauptwyl, cerca de St. Gallen, en Suiza, pero se mantiene sólo hasta abril de este mismo año en su puesto.
1802
Mediante una recomendación de un cierto profesor Stroehlin, de Stuttgart, se dirige a Burdeos, siempre en calidad de institutor, a la casa del señor Meyer, cónsul de Hamburgo; empero, el 9 de mayo vuelve a partir en dirección a la frontera, donde llega el día 6 de junio; efectúa una breve pero terrible visita a sus amigos en Stuttgart, y a principios de julio llega a casa de su madre en estado gravísimo, presa de los primeros síntomas de la locura. Una vez restablecido, viaja a Ulm y Regensburg en compañía de Sinclair.



Éste, uno de sus amigos más fieles, le había enviado pocos días antes de su llegada a Nürtingen una carta a Burdeos, comunicándole la muerte de Susette Gontard. Ella había fallecido el 22 de junio por haberse contagiado de una enfermedad infecciosa que habían contraído sus hijos.
1804
Lo llama Sinclair a Homburg para que desempeñe allí el puesto de bibliotecario de la Corte, empleo que el mismo Sinclair había insinuado crear al Landgrave, pagando por su propia cuenta durante dos años el salario correspondiente. Pero allí se agrava el estado de Hölderlin, que parecía haber tenido una mejoría temporal, y sufre varios ataques muy violentos.
1806
No le queda otra solución a Sinclair que llevarlo, aconsejado por Schelling, a un asilo particular de Tübingen, pero allí su salud empeora día a día, y en 1807, viendo el mal que le hacía a Hölderlin la estadía en el asilo, lo traslada a casa del carpintero Zimmer, donde permanece hasta su muerte.
1811-22
La salud de Hölderlin pasa por otra temporada de mejoría que le permite recordar episodios de su juventud, dedicarse a la música y volver a escribir poemas.
1823-30
Wilhelm Waiblinger, que en este tiempo estudiaba en la Universidad de Tübingen, visita frecuentemente a Hölderlin, y es a él a quien se deben las noticias más detalladas de aquella época oscura de la vida del poeta. También se cuentan entre sus visitantes Bettina von Arnim y August Wilhelm Schlegel.
1843
El 7 de junio de este año muere Johann Christian Friedrich Hölderlin con el espíritu sumido en las tinieblas más profundas.

                                     Tumba de Holderlin

Canto del destino de Hiperión

Vagáis arriba en la luz,
en blando suelo, ¡genios felices!
brisas de Dios, radiantes,
suaves os rozan
como los dedos de la artista
las cuerdas santas.
Sin sino, como infantes
que duermen, respiran los dioses;
resplandecen
en casto capullo guardados
sus espíritus
eternamente.
Y en sus ojos beatos
brilla tranquilo
fulgor perpetuo.
Mas no nos es dado
en sitio alguno posar.
Vacilan y caen
los hombres sufrientes,
ciegos, de una
hora en la otra,
como aguas de roca
en roca lanzados,
eternamente, hacia lo incierto.

Bibliografia en castellano:

*Hölderlin, Friedrich: Hiperión o el eremita en Grecia.Ed.Hiperión. Madrid.
*Hölderlin, Friedrich: Los himnos de Tubinga. (Ediciónbilingüe). Ed. Hiperión. Madrid.
*Hölderlin, Friedrich:Las grandes elegías. (Ediciónbilingüe). Ed. Hiperión. Madrid.
*Hölderlin, Friedrich: Poemas de la locura.(Ediciónbilingüe). Ed. Hiperión. Madrid.
*Hölderlin, Friedrich: Ensayos. Ed. Hiperión. Madrid.
*Hölderlin, Friedrich: Empédocles. (Ediciónbilingüe). Ed. Hiperión. Madrid.
*Hölderlin, Friedrich: Poesía completa. (Ediciónbilingüe). Ediciones 29. Madrid.

                             Monumento a la Memoria de Holderlin

La inmortalidad del alma

En torno miro, de pie en la cúspide,
Cual todo vive y a lo alto expándese;
Los bosques, los valles, las lomas
En la aurora radiantes exultan.
Anoche, oh, seres, cómo erais trémulos
Al despertaros los truenos próximos!
De espanto los rayos siniestros
Inundaron las quietas tinieblas.
Ya en flor la tierra aclama con júbilo
La luz que vence las sombras lóbregas.
Mas puro es tu gozo, alma mía,
Que el temor de la muerte has vencido.
Pues son, oh, cielos, de Adán los vástagos,
Los que la Tierra sustenta próvida.
Oh, raza de Adán, ora al cielo,
Con los coros angélicos canta.
¡Sois bellos seres! ¡Oh, cuán magnífica
Brillas del campo florida túnica!
Mas bella eres tú, oh, alma humana,
Cuando orando hasta Dios te sublimas.
Las mismas manos de Dios alzáronte
Sobre los seres del mundo innúmeros.
¡Oh, luz esplendente la tuya
Cuando a Dios te levantas, oh, alma!
¡Mira esta encina! Soberbia, olímpica,
Como si eterna fuera, allí yérguese.
¿Acaso los rayos de Jove
Aterrar la altanera no pueden?
¡Mira estas peñas! Eternas júzganse
Lanzando al éter su cumbre impávida.
Y pasan los siglos... La planta
Del viajero tritura el granito.
Y mi alma... Oh, muerte, ¿do está tu férula?
¡Dóblate, oh, peña; tu frente humíllese!
Inclínate, encina soberbia,
Porque eterna es el alma del hombre.
Ruge, rabiosa, borrasca horrísona:
"Ya vengo ‹dice‹, y crujen los árboles,
Ciudades y torres se hunden
Y aniquilo un país si me irrito."
¿Pero en silencio el turbión no truécase?
¿No deja un día al viento sin hálito?
¿Un día en que otra borrasca
Del vencido los huesos reúne?
Olas al cielo escupe el océano,
Y de la esfera en su ciega cólera,
Pretende arrancar a los astros
Y en su seno voraz sumergirlos.
"¿Qué eres tú, oh, tierra? ‹brama el océano‹;
Cual sobre el corzo despliega el águila
Sus alas ¿no extiendo mis brazos
Sobre ti, desvalida? ¿Qué eres
"Si al firmamento no se alza mi hálito
Y en ti no vierte lluvia benéfica?
Y cuando, en las nubes nocturnas
Condensado, tonante te azota,
"Tierra, ¿no tiemblas? ¿No tiemblas, mísera?"
Mas surge el día y se allana el piélago,
Y ¡ved! de sus olas ninguna
De ascensión en clamores prorrumpe.
¡Oh, sol, cuán regio cruzas la bóveda!
Reflejos brillan en tus crepúsculos
Del trono de luz de lo Eterno.
¡Cuán divino de lo alto nos miras!
Siente al mirarte temblar sus párpados,
Numen celeste, el hombre selvático;
Y cubre su faz y se postra
Y Dios llámate y templos te erige.
Mas ay, tu curso tiene su término;
La noche extingue la llama olímpica
Y giras veloz cada día
Por los aires, y al fin te desplomas.
¡Ser yo inmortal! ¡Oh, mi encanto único!
¡Oh, encanto, vuelve! Haz que mi espíritu
No vaya en los antros a hundirse
Do bosteza el horror de la nada.
¡Cree en ti, hombre! ¡Supera el vértigo!
Y grita: ¡Oh, Muerte! ¿do está tu férula?
Que eterna es el alma del hombre.
¡Dulces arpas celestes, cantadlo!
¡Oh, alma, te veo grande, mirífica!
¡Oh, inconcebible! Si a Dios acércaste,
Tu sublimidad me deslumbra.
¡Oh, sublime eres cuando a mis ojos,
En la campiña en flor esparciéndote,
Aquí en mi seno te alzas tan célica!
¡Quién viera lo que une alma y cuerpo!
¡Quién oyera del alma encerrada
Y de la carne corrupta el diálogo!
¡Ya eres tan grande, oh, alma, y magnífica
Ahora que lejos del mundo
Audaz vuelo, a tu origen remontas!
Como a la testa de Eloïm, cíñete
De tus ideas el nimbo fúlgido;
Confluyen en ti tus pensares
Del Edén cual auríficos ríos.
¿Qué será entonces cuando el estrépito
Por siempre cese del mundo estólido,
Y yo, de Dios vivo ante el trono,
El supremo Esplendor mirar pueda?
¡Duda, oh ponzoña del alma, apártate!
¡Lo eterno sea su único júbilo!
Si así no ha de ser, desde hoy sean
Por la Muerte arrasadas las grandes
Leyes del mundo. Que el hijo cínico
De padre y madre en la sangre báñese,
Que el pobre asesine y los templos
Dé al saqueo la chusma, a los tigres
La piedad huya, la fe a las víboras;
Feroces sean como caníbales
Los niños; la negra impostura
Bajo faz de inocencia se oculte.
Mas ¡no! Lo eterno, del alma es júbilo,
¡Jehová lo ha dicho! Es su único júbilo!
Eterna ha de ser su palabra;
Es eterna esta alma del hombre.
¡Cantadlo a coro, oh, almas innúmeras!
¡Generaciones, cantadlo a unísono!
Yo creo en ti, Dios, y contemplo
Mi grandeza en la gloria celeste.


Hiperion (significado mitológico del nombre)




En su grafía castellana, Hiperión es, en su origen, el nombre de uno de los Titanes de la mitología griega. Hijo de Urano (el cielo) y Gea (la tierra). Su nombre significa “el que vive arriba”, “el que mira desde arriba”, “el sol en lo más alto”.
El inmortal poeta ciego –Homero- nos lo describe en la Iliada como el dios sol, “Helios Hyperion”. Sin embargo en su Odisea, en su himno a Démeter y también en la Teogonía de Hesíodo, el sol es nombrado como “Hyperonides “: el hijo de Hiperión.
Tea concibió del amor de Hiperión y dio a luz al gran Helios y las brillantes Selene y Eos, que traen la luz a todos los mortales de esta tierra y a los inmortales dioses que gobiernan el ancho cielo.
Hesíodo, Teogonía
Helios: el Sol, Selene: la Luna y Eos: la aurora
Apunta Diodoro:
De Hiperión se nos dice que fue el primero en entender, por su diligente atención y observación, el movimiento del sol, la luna y las demás estrellas, así como de las estaciones, que están provocadas por estos cuerpos, y dar a conocer estos hechos a los demás; y por esta razón fue llamado padre de estos cuerpos, pues había engendrado, por así decirlo, la especulación sobre ellos y su naturaleza.



En su significado quizá más prosaico y actual, Hiperión es el nombre de una de las lunas menores de Saturno, bautizada así tras su descubrimiento en 1848 en honor al mencionado Titán. Se caracteriza por su forma irregular y una órbita extremadamente caótica e impredecible, que junto a una mínima densidad, conforman uno de los cuerpos celestes más singulares y extraños que se conoce.



“Hiperion, o el eremita en Grecia”



podéis descargarla aquí:

http://www.linksole.com/b9aib1


Nota del Traductor:

Porque aunque Hiperión o el eremita en Grecia se subtitula “novela” es uno de los textos más poéticos que se han escrito nunca en prosa. Y un gran libro, desde luego. Infinitamente más valioso que el Werther goetheano, que durante tanto tiempo ha pasado por la obra alemana más significativa de aquel periodo. Y no hay color. El Hiperión de Hölderlin va mucho más allá que el Werther. Tiene una primera lectura, ingenua, lineal, en la que descubrimos una historia de amor, de amor y muerte, y a poco que sepamos de la biografía del poeta que la escribió y de la transposición que en la obra hace de sus propios amores con Suzette Gontard, la mujer del banquero de Francfort que le fascinó y a quien fascinó, nos impresiona y nos emociona. Pero si profundizamos en el libro, si se tiene la suerte, como yo la tuve, de desmenuzarlo palabra a palabra y frase a frase, de releerlo infinidad de veces puliendo y afinando mi versión, uno va descubriendo que además de la historia amorosa, hay en Hiperión una multiplicidad de sentidos y significados que trascienden la narración para entrar en el mundo de la filosofía, de la reflexión histórica y política, de las grandes preguntas del hombre ante el mundo.” Jesús Munarriz.





El argumento es como sigue: un joven griego, educado por Adamas (posible alusión a Schiller, al que consideró un tiempo su maestro, como recordaremos) en los ideales de belleza y libertad, se alista a la causa griega en su lucha de independencia contra los turcos (1770). Algunos autores hablan de una referencia velada a la desilusión que le produjo la Revolución francesa, que concuerda con el tono de fracaso que muestra en la novela acerca de sus operaciones bélicas fallidas. El joven Hiperión conoce en ese periodo a su amada Diótima, que después muere, pero a la que seguirá evocando e interpelando. Aún impulsado por la esperanza va a Alemania, país en el que esperaba encontrar consuelos, pero también se decepciona y vuelve a Grecia, desde donde escribe una serie de cartas dirigidas a su amigo Belarmino, en recuerdo de los hechos pasados.
En la última carta del primer volumen del Hiperión se plantea la citada relación entre poesía y filosofía. La carta comienza en estado de exaltación. “Hay horas grandes en la vida”, dice, que se convierten en hermanas y ya no nos abandonan jamás. Esas horas se refieren al viaje, con carácter de vía iniciática, proyectado con Diótima y los amigos, a la ciudad de Atenas, que da lugar a una disquisición sobre la cultura griega. Por su educación y su vida en democracia, el hombre griego fue semejante a un dios: “Y cuando es un dios es hermoso” capaz, por tanto, de crear, a su vez, belleza. 


Dice la carta:
El primer hijo de la belleza humana, de la belleza divina, es el arte. En él se rejuvenece y se perpetúa a sí mismo el hombre divino. Quiere sentirse a sí mismo, por eso coloca su belleza frente a sí. Así se dio el hombre a sí mismo sus dioses (....) La segunda hija de la belleza es la religión. Religión es amor a la belleza.
La trama de las relaciones entre los elementos nombrados que nos permiten hablar de una religión estética son las que siguen: hombres y dioses son hermanados por Hölderlin en la belleza. Detengámonos a pensar qué significado puede tener para él el término belleza. Podríamos pensar, tal vez, en una filiación platónica. No solamente por la presencia de Diótima, la sacerdotisa y maestra en los misterios de Eros, que conduce a Sócrates en el diálogo El banquete de Platón; sino porque tal término parece tener el estatuto de la Idea. ¿Por qué? Porque la “belleza eterna” procrea, sus dos hijos son el arte y la religión de los griegos.  Pero se  trataba de una religión sensible, para sentirse a sí mismos, dice el texto. Y este aspecto ya no sería platónico, sino propiamente una añadido de época. En efecto, los románticos consideraban fundamental el papel que jugaban los sentimientos, frente al intelectualismo ilustrado. En Kant, por ejemplo, el juicio estético es un sentimiento y en Schiller, que sigue estos presupuestos kantianos, la educación de los sentimientos formaba parte de su programa pedagógico-político-estético de emancipación de la humanidad. Y sabemos que para Hölderlin este último fue su admirado maestro de juventud. En este sentido hemos hablado de religión estética o religión sensible como aquella que cultiva el “amor a la belleza”.

                   El tiempo vencido por la Esperanza, el Amor y la Belleza


Aceptado, pues, que los griegos fueron un pueblo poético y religioso, un interlocutor le pregunta a Hiperión cómo es posible que fuese, a la vez, un pueblo filosófico. No se explica qué tiene que ver la “fría excelsitud de esa ciencia” (en referencia a la filosofía) con la poesía. E Hiperión le contesta con convicción que la poesía es el principio y el fin de la filosofía.
¿Qué significa esta afirmación? No que la filosofía sea un segundo estadio o una especie de maduración de la poesía, como si ésta estuviese en un estado más ingenuo que exigiese un   perfeccionamiento gracias a la reflexión filosófica, y a partir de ese enriquecimiento pudiese volverse, de nuevo, a la poesía. La explicación hay que buscarla, creemos, por otras vías, en las palabras de Hiperión-Hölderlin. Porque... La época de la belleza había sonado entre los hombres, estaba allí en cuerpo y alma, existía lo infinitamente acorde (...) y lo así reconocido darlo como ley en los múltiples dominios del espíritu.
La época de la belleza es, probablemente una alusión al mito de la “Edad de oro”, pasada y por venir, al que eran tan afectos los románticos (filósofos de la naturaleza, poetas, místicos, creadores y pensadores). En todos ellos presidía un ideal de Armonía y Unidad: “lo infinitamente acorde”. Los poetas y los filósofos, a los que se refiere el texto, son los que reconocen ( ¿es una alusión el concepto de reminiscencia de Platón) ese período mítico en que imperaba la belleza, y lo dan a conocer en “los múltiples dominios del espíritu” (es decir, en la poesía y la filosofía). Pero los poetas son superiores a los filósofos, porque no se alimentan como ellos del “seco pan de la razón”, sino que la desdeñan, porque en secreto se regalan en la sobreabundancia de “la mesa de los dioses”.
Hölderlin se alimentó con el néctar y la ambrosía de los celestiales, y al final de su existencia terrena, cuando firmaba sus aún extraordinarios versos como “el humilde Scardanelli”, el hombre prosaico ya estaba muerto, pero cumplió su anhelo sublime de ser siempre poeta, sólo poeta”.



    Holderlin en la época en que se consideraba el "Humilde Scardanelli"



Hiperion el personaje.


"Sí, me refiero a ese personaje extraño, melancólico, pero al mismo tiempo fuerte y casi heroico que es el personaje puesto en escritura por Hölderlin, tomando la referencia mítica del personaje Hiperión. Me parece que es un personaje que no solamente se integra en el gran linaje de los personajes de las novelas de formación, siguiendo el modelo de Werther -aunque prefiero a Hiperión- sino que al mismo tiempo Hiperión concentra sobre él mismo toda una serie de contradicciones que me parecen muy llamativas. 

                                              Goethe


Es por así decirlo el hombre que esperaba demasiado: el hombre que espera demasiado del amor, el hombre que espera demasiado de la patria, el hombre que espera demasiado de la belleza, el hombre que espera demasiado de la revolución, incluso, y en este caso de la revolución francesa, y que tras esas esperanza desmesuradas tiene que en cierto modo retrotraerse sobre sí mismo y sufrir toda la contradicción de comprobar que la existencia, a pesar de todo, siempre te va marcando unos límites. Para mí Hiperión es el ejemplo literario puro de una dialéctica entre los límites que marca la vida y la voluntad de transgredir estos límites, la voluntad de ir más allá de sus límites. Esa tensión es una tensión agotadora, pero también puede ser una tensión extraordinariamente creativa. Y creo que en parte Hölderlin, que vivía en esa tensión, se reflejó de manera especial en su personaje Hiperión. (Rafael Argullol)


HYPERION.  (Comentario crítico de Stefan Zweig)

¿Sabes lo que lloras? No lloras algo que haya desaparecido en tal o cual año; no se puede decir exactamente cuándo estaba aún aquí, ni cuándo partió; sino que estaba aquí, que está aún aquí, está en ti. Tú buscas una época mejor, un mundo más hermoso.

Hyperion es el sueño de juventud de Hölderlin; es aquel mundo del "más allá"; es la patria invisible de los dioses; es, en fin, aquel sueño que él cobijó tan ardientemente y del cual nunca llegó a despertar en la vida real. "No hago más que adivinar, sin poder encontrar", dice en el primer fragmento de Hyperion. Sin experiencia, sin conocer el mundo y hasta ignorando las formas del arte, empieza Hölderlin a escribir versos de una vida que no ha vívido todavía. Como todas las novelas de los románticos, como Ardinghello, de Heinze, Sternbald, de Tieck, y Ofterdingen, de Novalis, Hyperion es también algo escrito a priori, antes de toda experiencia; Hyperion es sólo sueño, sólo poesía; sólo un mundo donde el Poeta se refugia al huir del mundo de la realidad, pues, en los umbrales del siglo, los idealistas alemanes huyen de la realidad para refugiarse en la literatura, mientras que al otro lado del Rin saben interpretar mejor a su maestro Jean Jacques Rousseau. Éstos están ya cansados de limitarse a soñar en un mundo mejor; ya no esperan, desde hace tiempo, transformar las cosas del mundo real por medio de la poesía, sino por la fuerza y por la violencia. Robespierre ha rasgado sus poesías; Marat ha roto sus novelas sentimentales; Camille Desmoulins, sus malos versos; Napoleón, su planeada novela al estilo de Werther, y se disponen todos a transformar el mundo según sus ideales, mientras que los alemanes se agitan convulsivamente en el sentimentalismo y en la música; llaman novelas a libros de ensueño o a diarios de su sensibilidad, pero que nada tienen de concreto y que se pierden en los límites adonde llegan sus sentimientos entreabiertos, de forma que un mundo imaginario les oculta el mundo real. Se entregan a elevados sueños de voluptuosidad espiritual hasta que se agotan sus sentidos. 

                            Monumento contemporáneo a Holderlin


El triunfo de Jean Paul marca el punto más elevado de esta clase de novela y el fin de la sentimental, que había llegado más allá de lo tolerable con obras que eran más música que poesía, que eran una melodía tocada sobre las cuerdas de la sensibilidad, tensas hasta el exceso, que eran, en fin, una elevación pasional del alma hacia la melodía del universo. De todas esas anti-novelas (perdóneseme esta palabra), de todas esas novelas emocionales, puras, divinamente juveniles, es Hyperion la más pura, la más emocionante y la más juvenil. Tiene todo el dulce abandono de un sueño de juventud, junto con el embriagador ímpetu del genio; es inverosímil hasta la parodia y al mismo tiempo solemne por el ritmo de esa marcha hacia el infinito; hay que reflexionar largo tiempo para poder descubrir todo lo que se ha malogrado por falta de madurez en este libro encantador, y aún no se puede presumir todo. Pero hay que tener la valentía (en presencia de una naciente idolatría por Hölderlin, idolatría que desearía encontrar grandioso hasta lo menos acertado, lo mismo que en Goethe) de declarar que la naturaleza íntima del genio de Hölderlin era entonces ajena a lo humano a incapaz, por tanto, de formar una psicología consistente. "Amigo, no me conozco ni conozco nada de los hombres, había dicho, lleno de clarividencia. Ahora, en Hyperion, vemos su intento de crear personajes plásticos, aun cuando él no conoce a los hombres; describe una esfera (la guerra) que nunca ha visto; pinta un escenario (Grecia) donde no ha estado nunca; y un tiempo (el presente) que nunca le ha preocupado. Por eso él, todo pureza, todo presentimiento, necesita pedir prestado a otros libros lo que quiere representar. Toma los nombres de otras novelas; las descripciones de Grecia, de los viajes de Chandler; copia situaciones y figuras de obras contemporáneas como las copiaría un escolar; la fábula está llena de reminiscencias; la forma epistolar es imitación; la parte filosófica no es más que una presentación poética de escritos o conversaciones. 

                             Manuscrito de Hyperion de Holderlin


Nada en Hyperion es propiedad de Hölderlin (¿por qué no hablar claro?), si no es lo único y más original, o sea, el monstruoso impulso del sentimiento; un ritmo en la palabra que nos hace saltar, un ritmo que es reflejo del infinito. En el más elevado sentido, esa novela no tiene más interés que como música. Pero a ese libro de ensueños no sólo le falta lo plástico, sino hasta lo espiritual, y se ha tratado de llamarlo novela filosófica para encubrir así todo lo que tiene de amorfo, de abstracto y de impreciso. Ernst Cassirer, con muchos trabajos, ha ido aislando todo lo que Hyperion, ese conglomerado sonoro, tiene de Kant, de Schiller, de Schelling y de Schlegel; sin embargo, lo creo un esfuerzo vano, pues la filosofía de Hölderlín no tiene lazos profundos con ninguna filosofía. Su espíritu indisciplinado, inquieto, desordenado, que se nutría sólo de la intuición o de la revelación, no podía nunca asimilar ningún sistema filosófico; es decir, no podía ordenar coordinaciones de pensamientos arquitectónicamente; sí, cierta confusión de ideas, paralela a la confusión de sentimientos que -tenía Kleist, cierta incoherencia del pensamiento es típica de Hölderlin; aun antes de que llegara a ser, por su enfermedad, completamente incapaz de coordinar las ideas.  


Su espíritu inflamable se encendía por cualquier chispa aislada que cayera en el barril de pólvora de su entusiasmo; así la filosofía le era ciertamente útil, pero sólo en aquello que sirviera a sus fines poéticos, es decir, como fuente de inspiración. Las ideas sólo le son útiles cuando pueden convertirse en impulso interior; jamás Hölderlin, cuya potencia intelectual era la contemplación, tuvo que agradecer nada a las especulaciones teóricas o a los refinamientos de las escuelas filosóficas. Y si alguna vez le sirven como motivos de inspiración, las trastoca y las resuelve en éxtasis y en ritmo; utiliza unas palabras de su amigo Hegel o de Schelling como Wagner utiliza la filosofía de Schopenhauer en la obertura de Tristán o en el preludio del tercer acto de Los maestros cantores; es decir, las transforma en música, en sentimiento o en exaltación. Su pensamiento es sólo una vía para esa sensibilidad que lanza al mundo, del mismo modo que el aliento del hombre necesita una flauta, un instrumento, para que el aire de su pecho, al ser devuelto a la atmósfera, se haga armonioso. El contenido ideológico de Hyperion cabría perfectamente dentro de una nuez; de toda su enervadora y ardiente lírica se desprende, tan sólo, un único pensamiento, y este pensamiento es, como siempre pasa en Hölderlin, el sentimiento de su vida: el dualismo inarmónico, el no poder conciliar el mundo externo, trivial a impuro, con el mundo interior. Reunir el interior y el exterior en una forma suprema de unidad y de pureza, crear sobre la Tierra la "teocracia de la belleza", la unidad del Todo, he aquí la tarea ideal del individuo en particular y de la Humanidad en general: " Sagrada Naturaleza; eres la misma dentro y fuera de nosotros. No puede ser muy difícil conciliar lo que está fuera de mí con lo que hay de divino en mi interior", así reza el joven y entusiasta Hyperion al preconizar la sublime religión de una comunión universal. En él no se halla la voluntad fría y verbal de Schelling, sino la voluntad brutal de Shelley de lograr una comunión con la Naturaleza, o bien la nostalgia de Novalis por hacer saltar esa tierna membrana que limita nuestro "yo", para así poderse difundir voluptuosamente en el tibio cuerpo de la Naturaleza. 


En Hölderlin, la única cosa que parece original, en su aspiración hacia la unidad de la vida, es el mito de una edad de oro de la Humanidad, en que este estado existía inconscientemente, como en una Arcadia primitiva, y también su fe religiosa en una segunda edad de oro de la Humanidad. Lo que una vez dieron los dioses a los hombres y éstos perdieron en su inconsciencia, ese estado sagrado, será obtenido de nuevo, después de siglos de rudo trabajo, a fuerza de espíritu, a fuerza de entusiasmo poético. Los pueblos han perdido la armonía infantil, y la armonía de los espíritus será siempre el principio de una nueva historia de la Tierra. Sólo habrá belleza, y el hombre y el mundo exterior se unirán en un solo abrazo, formando así una divinidad universal. "Pues de este modo -deduce con sorprendente inspiración Hölderlin-no habrá para el hombre ningún ensueño que no corresponda a una realidad. El ideal -nos dice el poeta­ es lo que fue en otro tiempo la naturaleza. Así el mundo alciónico debe de haber existido, pues sentimos nostalgia de él. Y teniendo la nostalgia, nace en nosotros la voluntad de que resucite ese antiguo mundo. “Junto a la Grecia histórica, debemos crear otra nueva Grecia: la del espíritu." Hólderlin, el más grande patriota de esa nueva patria espiritual, nos da su imagen en sus obras. Por todas partes busca Hólderlin ese mundo mejor que él ha anunciado: Hölderlin lo ha colocado en Oriente y en el mar, a fin de que las costas del nuevo reino aparezcan más pronto a sus claros ojos. El primer ideal de Hyperion (que es una sombra luminosa de Hölderlin) será la naturaleza que todo lo abraza en su seno; pero aun así, ésta no puede disipar la melancolía innata de ese eterno soñador, pues la naturaleza, que es el todo, rehusa tener una visión fragmentaria. Entonces Hyperion busca esa comunión en la amistad, pero ésta no logra llenar la inmensidad de su corazón; después, parece que el amor le concede, al fin, esa sagrada unión, pero Diotima desaparece y así acaba ese sueño apenas empezado.

Sobre Diotima

                                       Diotima de Mantinea

Hölderlin, en Hyperion, utiliza ese nombre misterioso y magnético que sale de El Banquete de Platón, y lo utiliza directamente como inspiración de lo eterno femenino en su obra. A mí Diótima siempre me ha parecido un personaje muy enigmático, incluso tal como se presenta literariamente en la obra de Platón, que es como un juego de muñecas rusas, ya que en ésta obra Platón evoca una reunión que le han contado; a su vez, en esa reunión, ha habido distintas voces; y al final la voz de Sócrates, las muchas voces discutiendo sobre Eros, sobre el Amor. Pero Sócrates no habla sobre la teoría del amor, sino que dice haber sido iniciado por un personaje realmente enigmático, Diótima. Es la única vez que aparece en toda la literatura griega una supuesta mujer que era sacerdotisa en Mantinea, y ya la ciudad en sí misma es muy evocadora porque conlleva mántica, adivinación: comparten la misma raíz. Nos encontramos con un juego de sombras en que vamos avanzando desde la narración de Platón a lo que dice El Banquete, sus distintas voces y la voz de Diótima trasladada a través de la voz de Sócrates. Por lo tanto es un personaje que se mueve en unos entresijos muy interesantes. Además, es el personaje que traslada uno de los núcleos de la visión platónica de la belleza, ya que en todo El Banquete hay una discusión acerca del significado de Eros. 

                                     Diotima y Sócrates


Sócrates da su propia versión, pero cuando alude a la iniciación que le ha hecho Diótima en los misterios del amor, alude a un camino que es en principio racional, una escalera en la que cada uno de los peldaños es racional, y se pasa del amor físico al espiritual. El último peldaño, el que significa el salto hacia la belleza en sí misma, es un peldaño completamente mistérico, oscuro, y es ese peldaño el que Diotima en cierto modo rige, en el cual ella ha introducido iniciáticamente a Sócrates. Lo que hace Hölderlin con ese maravilloso personaje es retomarlo y convertirlo en el amor ideal, el amor romántico ideal de Hyperión que no deja de ser su alter-ego en esa novela de formación. Hölderlin cierra el círculo iniciado por Platón y de alguna manera Diotima nos evoca quizá el rasgo más limítrofe, más enigmático de lo erótico. (Rafael argullol)



Diotima     (Después de 1800)

Callas y sufres, no te comprenden,
¡oh noble espíritu! Miras abajo y callas
al claro día, pues vanamente,
bajo el sol buscas los tuyos, hijos
de reyes, que antes como hermanos,
como en los bosques las cimas gemelas,
de amor y patria jubilosos
gozaban al recuerdo de su origen
bajo el abrazo infinito del cielo;
fieles y gratos llevaron sin duda
aun a la sima del Tártaro la alegría,
libres criaturas, hijos de los dioses,
almas henchidas de gracia, y ya extintas;
a ellas en estos años luctuosos
y al cotidiano clamor de estrellas
que fueron, llora nuestro corazón,
y este fúnebre trueno nunca fin habrá.
Mas el tiempo sana. Los seres divinos son fuertes
y raudos. Recobra la naturaleza
su antiguo y alegre dominio
¡Mira, amor! Aun antes de que nuestra colina
se hunda, un canto mortal ha de ver
el día, oh Diotima, que en pos de los dioses
y en pos de los héroes te nombre su igual”.

Ahora va tras el heroísmo, la lucha por la libertad; pero ese nuevo mundo ideal queda hecho pedazos ante la realidad, pues la realidad rebaja la guerra hasta hacerla saqueo, asesinato, brutalidad. El nostálgico peregrino sigue entonces a sus dioses hacia su patria, pero Grecia ya no es la Hélade de la antigüedad; una generación descreída profana hoy aquellos lugares míticos. Por ninguna parte la exaltación de Hyperion puede encontrar lo absoluto ni la armonía; reconoce su destino terrible, que es ser vencido, más tarde o más temprano, y presiente la "incurabilidad del siglo". El mundo está despedazado y se ha hecho insípido.
Pero el sol del espíritu, el mundo ideal, ha desaparecido, y en la noche glacial sólo reinan huracanes. 

Italia y Germania

Entonces, cediendo a una cólera que no puede dominar, Hölderlin conduce a su héroe a Alemania, a la Alemania donde el mismo Hölderlin sufre, en su propia carne, la maldición de no poder encontrar nada de aquella perfección de la vida, sino que sólo encuentra dispersión, aislamiento y disolución del todo. Entonces se alza la voz de Hyperion para hacer una terrible advertencia. Parece como si Hölderlin hubiera ya profetizado con ello todo el peligro al que conduce Occidente: el americanismo, la mecanización, la desespiritualización de ese siglo para el que él pedía la teocracia de la belleza. Nadie, en el tiempo presente, piensa ya más que en sí mismo; al contrario de los antiguos y de los hombres futuros que él ha soñado y que formarán unidad con el universo:
Están los hombres como encadenados a su propia actividad y, en el estruendo de los talleres, sólo oyen su propia voz. Como salvajes, trabajan incansablemente y con brazo duro, pero su labor resulta siempre infructuosa, estéril, como la de las Furias. 
La independencia de Hölderlin con respecto al presente se convierte en una declaración de guerra a su patria, cuando ve que en Alemania no aparece todavía su nueva Grecia, su Germanía; así que él, que tanta fe tenía en su pueblo, alza su voz de maldición, que es la maldición más fuerte que ningún alemán haya lanzado nunca contra su país.

“Es duro lo que voy a decir, y sin embargo lo digo porque es la verdad: no puedo figurarme ningún pueblo más desgarrado que los alemanes. Entre ellos encontrarás artesanos, pero no hombres, pensadores, pero no hombres, sacerdotes, peo no hombrres, señores y criados, jóvenes y adultos, pero ningún hombre... ¿No es todo esto como un campo de batalla donde yacen entremezclados manos y brazos y toda clase de miembros mutilados, al tiempo que la vertida sangre de la vida se pierde en la arena?
"Que cada cual se dedique a sus ocupaciones" me dirás, y yo también lo digo. Sólo que debe dedicarse con toda el alma, no debe ahogar en sí cualquier otra fuerza que no concuerde exactamente con su ocupación, no tiene que ser sólo, con ese miedo miserable, literal e hipócritamente lo que su título indica, tiene que ser con seriedad y con amor lo que es, y entonces, en su quehacer vivirá un espíritu, y si se siente oprimido en una especialidad donde no es posible en absoluto la vida del espíritu, ¡que la rechace con desprecio, y vale más que aprenda a trabajar la tierra! (...) ¿O no es divino lo que despreciáis y consideráis sin alma? El aire que bebéis, ¿no es mejor que vuestros chismorreos?; las luces del sol, ¿no son más nobles que todoso vuestros ingenios?; los manantiales de la tierra y el rocío matinal que refrescan vuestros bosques, ¿sois capaces de hacerlos vosotros? ¡Ay, vosotros podéis matar, pero no dar vida, a menos que lo haga el amor, que no es vuestro, que no habéis inventado vosotros! Os preocupáis y discurrís para escapar al destino, y cuando vuestras mañas infantiles no os son de ninguna ayuda, no lo entendéis; mientras tanto, allá arriba, los astros apacibles siguen su curso. Envilecéis, desgarráis la paciente naturaleza en cuantas ocasiones os lo permita, pero ella continúa viviendo en su eterna juventud, y no podéis suprimir de ella ni el otoño ni la primavera, no podéis corromper al Éter.” 


Él había partido a la busca del ideal en el universo y ha de huir ahora a refugiarse en su idealismo: "Ha terminado ya mi sueño sobre las cosas humanas." Pero ¿adónde huye entonces Hyperion? La novela no lo dice. Goethe, en el Fausto o en Wilhelm Meister, habría contestado: "A la acción." Novalis habría dicho: "A la fantasía, al ensueño o a la magia." Hyperion, que es todo preguntas, no tiene qué contestar. Como lamento nostálgico, su acento se pierde en el vacío. El hermano que nace, Empédocles, sabe ya algo más acerca de sublimes huidas; huye del mundo para refugiarse en la poesía, huye de la vida a la muerte. En Empédocles se ve ya la ciencia del genio; Hyperion, en cambio, es siempre el eterno muchacho, el eterno soñador que presiente, pero no encuentra. Un presentimiento puesto en música: tal es Hyperion, nada más; no es una obra completa, ni un poema tampoco. Sin recurrir al examen filosófico, se ve claramente que, en él, los años y la sensibilidad mezclan caóticamente diferentes sedimentos y que la melancolía del desengaño convierte en profunda depresión aquel optimismo entusiasta de la juventud. En la segunda parte de la novela flota como un cansancio otoñal; aquella luz resplandeciente del éxtasis es ya un crepúsculo que marcha hacia la noche oscura y empieza a ocultar " las ruinas de pensamientos que fueron edificados tiempo atrás". En esta obra, como en las demás, la impotencia del poeta le ha impedido realizar su ideal, es decir, crear una unidad. La fatalidad sólo le ha permitido crear un fragmento y su esfuerzo no llega nunca a producir algo terminado por completo. 

                                Monumento a Hyperion de Holderlin


Hyperion es como un torso de juventud, un sueño que no ha llegado a su fin, pero toda sensación de imperfección desaparece totalmente gracias al magnífico ritmo del lenguaje, que cautiva nuestro entusiasmo por su pureza y fuerza, ya sea en lo que tiene de exaltación, ya en lo de desaliento. Nada ha producido la prosa alemana más puro y más lleno que esas oleadas sonoras que no se interrumpen ni por un segundo; ninguna obra de la poesía alemana tiene esa continuidad de ritmo, esa armonía tan bellamente desplegada. Pues, para Hölderlin, la nobleza de su lenguaje era la forma natural de su aliento, de su voz; era algo fundamental de su propio ser; así que nada hay de artificial en esa obra, en la que sólo hallamos espontaneidad y naturalidad, compensándose así la endeblez del fondo, por la magnificencia de la forma. Todo satisface, todo conmueve en esa prosa elevada e impetuosa que llena de amplitud las figuras más inverosímiles, haciéndolas como vivas y posibles. Las ideas, pobres de por sí, se llenan de un ímpetu tal, que parecen sonar a algo celeste; los paisajes irreales se desvanecen en la magia de esa música, como visiones de un sueño de vívidos colores. El genio de Hölderlin viene siempre de lo inconcebible, de lo inconmensurable; siempre es algo alado que desciende de un mundo superior hasta nuestra alma, subyugada por el entusiasmo. Siempre vence él, pobre artista, sin facultades, por su pureza y su música.

Fragmentos de Hyperion:


                                             Apolo y Holderlin

" A ser uno con todo lo viviente, volver en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza. A menudo alcanzo esa cumbre...pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo enteramente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como ante un extraño, y no la comprendo. Ojala no hubiera ido nunca a vuestras escuelas, pues en ellas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol del mediodía. Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona. "

No poseo una sola cosa de la que pueda decir: esto es mío.
Los seres que me son queridos están lejos de mí o han muerto, y ya voz alguna me habla de ellos.
Mis trabajos aquí en la tierra terminado. Los emprendí lleno de ardor, costáronme muchos sudores de sangre con un solo ochavo.
Desconocido y solitario, vuelvo y vago como en un vasto cementerio por mi patria, donde tal vez me espera el puñal del cazador para quien los somos, como la caza de los bosques, un motivo de alegría.
Pero tú, oh Sol, brillas todavía en el cielo! ¡Y tú Tierra, aún continúas verdeciendo! Los ríos todavía hacen correr sus aguas hacia el mar, y los árboles frondosos aún se estremecen a la brisa del mediodía. Los cantos voluptuosos de la primavera mecen mis sombríos pensamientos. La vida, que todo lo reanima en el universo, nutre y sacia hasta la embriaguez mi pobre alma hambrienta.
¡Oh feliz naturaleza! No sé lo que siento cuando elevo mis miradas hacia tus bellezas, pero nada me deleita tanto, ¡oh la más amada de las bienamadas!, como las lágrimas que vierto al contemplarte.
Mi ser entero calla y escucha cuando el dulce aliento del céfiro me acaricia el pecho. Mis miradas, perdidas a lo lejos en el azur del cielo, van del éter a las profundidades de la mar sagrada, y me parece como si un espíritu familiar me acogiese en sus brazos, como si el dolor del aislamiento se confundiera con la vida de la Divinidad.
Formar un solo ser con todo lo que vive, ¿no es vivir como los dioses y poseer el cielo en la tierra?
Ser una sola cosa con todo lo que vive, volver, por un olvido de sí mismo, al Todo de la Naturaleza, es alcanzar el más alto grado de pensamiento y de gozo, es estar en la cumbre sagrada  de la montaña, en el reposo eterno, donde la hora última del día pierde su calor abrumador y el trueno no hace oír ya su voz, donde las aguas ardorosas del mar ondulan como los trigales bajo la brisa.
Formar una sola cosa con todo lo que vive, significa que la virtud abandona su armadura de rigores y la inteligencia humana su cetro, y todos los pensamientos se borran en presencia de este universo eternamente uno, como frente a Urania se desvanecen las leyes que ponen trabas al genio del artista; significa que el destino inexorable abdica su soberanía, y la Muerte rompe el pacto que la ligaba a todos los seres, y la unión indisoluble y la juventud eterna embellecen el mundo”.

       Schelling, Hegel y Holderlin diseñan el "Programa del Idealismo Aleman"

“He visto una vez lo único, lo que mi alma buscaba y la perfección que situamos lejos, más allá de las estrellas que relegamos al final del tiempo, yo la he sentido presente...¡Estaba aquí, lo más elevado estaba aquí, en el círculo de la naturaleza humana y de las cosas!
Ya no pregunto donde está; estaba en el mundo, puede volver a él, sólo que ahora está más oculto en él. Ya no pregunto qué es; lo he visto, lo he conocido.
“¡Oh vosotros, los que buscáis lo más elevado y lo mejor en la profundidad del saber, en el tumulto del comercio, en la oscuridad del pasado, en el laberinto del futuro, en las tumbas o más arriba de las estrellas! ¿Sabéis su nombre?, el nombre de lo que es uno y todo?
SU NOMBRE ES BELLEZA”...

 

Espero despertar vuestra curiosidad y desearos una feliz lectura.