dimecres, de gener 23, 2013

LA CONTRACULTURA: DE LOS BEAT A LOS HIPPIES 1/2.



LA GENERACIÓN BEAT


La Utopía no se pierde, ni se agota, ni se diluye. Mientras haya gente con una mentalidad joven, inconformista, renovadora, creativa existirá la utopía. La utopía no tiene épocas, ni edad, no envejece. Como los sueños, las fantasías, los mitos o las ilusiones, la utopía seguirá siempre buscando un mundo mejor y moviéndonos a actuar para conseguirlo. Su negación conduce a la resignación, la esclavitud y la muerte.
Nazario dibujante de comic


La época moderna nació con la esperanza puesta en la liberación de la mente humana por medio de la razón, y bajo la convicción de que este hombre más racional dejaría atrás la “barbarie”. Pero la deriva no ha sido hacia la convivencia racional, sino hacia las guerras, con un momento culminante en las dos conflagraciones  mundiales.


Como ya vimos en las entradas correspondientes a Whitman, Emerson que podéis ver aquí:

http://terraxaman.blogspot.com.es/2010/03/tres-autores-norteamericanos-13-walt.html

http://terraxaman.blogspot.com.es/2010/03/tres-autores-norteamericanos-23-rw.html

y muy especialmente la dedicada a Thoreau:


http://terraxaman.blogspot.com.es/2010/02/tres-autores-norteamericanos-33.html

la riqueza de la literatura norteamericana de los siglos XIX i XX se nutrió de las voces y de los ejemplos vitales del romanticismo europeo más radical: Boudelaire, Verlaine, Rimbaud, Novalis, Holderlin, Goethe, William Blake, Byron, Keats entre tantos otros, sentaron las bases para que aquellos otros, unas decenas de años después, iniciaran la que ha sido conocida como generación Beat primer exponente destacado de la llamada contracultura... 
Contracultura es un término que se tomó del inglés, counterculture. Se hizo una traducción literal y se dijo contracultura. Una lectura inicial, mal hecha, o sea una dislectura, supondría que la contracultura va contra la cultura, que es algo anti-cultural, y no es así. Porque la contracultura no va contra la cultura, sino que se refiere a dos acepciones distintas en la RAE. Y el Diccionario ya hace algún tiempo que ha admitido el término contracultura, de modo que ya figura en el léxico oficial de nuestro idioma.
Contracultura se refiere al movimiento social surgido en los Estados Unidos en la década de 1960,especialmente entre los jóvenes, que rechazan los valores sociales y los modos de vida establecidos. Y este es el primer significado, la primera acepción de contracultura. Tiene antecedentes en todo el movimiento beatnik. 



Un antecedente también en el famoso libro de los años 50, el famoso libro de Lawrence Lipton, ‘The holy barbarian’, (1959) [Los bárbaros santos], y, en fin, en una serie de otros autores. Pero el movimiento se manifestó en la década de 1960. Era un movimiento de oposición, un movimiento de rechazo.
La segunda acepción, de este vocablo, se refiere al conjunto de valores que caracterizan a estemovimiento contracultural, y por extensión a otras formas de oposición al sistema de vida vigente.
Ahora bien, lo central en la contracultura es la DISIDENCIA.
Disidir es separarse de la común creencia, doctrina u opinión. Al que se separa se la llama disidente. La disidencia es la acción y efecto de disidir. Disidencia es también el desacuerdo grave de opiniones. El disidente es el discordante, el heterodoxo, el disconforme con doctrinas o prácticas generalmente admitidas. La contracultura es pues disidencia, discrepancia, disconformidad, disentimiento, discordancia, oposición, iconoclastia, contestatarismo y heterodoxia. Heterodoxia es la cualidad de heterodoxo.
Y heterodoxo, en un sentido general, es el disconforme con las doctrinas o con las opiniones o con las prácticas generalmente admitidas y admisibles.
Iconoclastia es la cualidad de iconoclasta. Iconoclasta en sentido etimológico es el que rompe los iconos. O también, como es admitido por la academia, íconos; prevalece esta acentuación esdrújula pero la acentuación etimológica es iconos. El rompedor de imágenes, el rompedor de iconos es el iconoclasta. Icono es imagen (eikón) y clasta viene del verbo griego ‘klaó’, que significa romper. Por eso el que escribe mal, el que destroza el idioma, el que lo rompe es el fraseoclasta. E iconoclasta es el que niega y rechaza la autoridad de maestros, normas y modelos.



El contestatarismo es un modo de oposición, y de protesta. El contestatario es el que polemiza, se opone o protesta, y a veces violentamente, contra algo establecido o en general contra el orden establecido, contra el statuo quo [locución latina, que se traduce como «estado del momento actual», que hace referencia al estado global de un asunto en un momento dado.] Los jóvenes de mayo del 68, los jóvenes franceses de entonces, eran contestatarios, porque se rebelaron, cuestionaron, polemizaron, alzaron la voz… El contestatario es el anti-stablishment [Un punto de vista anti-sistema o creencia es la que se opone a los principios convencionales sociales, políticos y económicos de una sociedad. El término fue utilizado por primera vez en el sentido moderno, en 1958, por la revista británica New Statesman para referirse a su agenda política y social. El término se puede distinguir de la contracultura, una palabra que normalmente se utiliza para describir un movimiento artístico en vez de los movimientos políticos que se ciñen al gusto de la época y los valores de la época. 
Incluímos a continuación el primero de una serie de 6 vídeos, en realidad podscasts con alguna imagen, de la prestigiosa periodista e historiadora Diana Uribe, de Radio Caracol de Colombia. La claridad y penetracion de lo expuesto, hacen que fuera de todo punto innecesario incluir cualquier otro texto, deseamos a nuestros lectores que las disfruten.

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Claro que en esto de la disidencia hay grados y matices. Se aprecian, en efecto, desde los radicalismos más extremos, hasta las discrepancias moderadas. Hay todo un espectro muy amplio de la disidencia.


                                   


Alberto Hidalgo, el gran liróforo arequipeño, es decir el gran poeta, liróforo quiere decir poeta, en su libro, que tiene un excelente título además, Muertos, heridos y contusos (1920), en la página 102, dice lo siguiente:

Bueno, esto es la iconoclastia radical y absoluta. Entre un extremo así, y la discrepancia firme pero cordial hay toda una gradación, todo un conjunto de matices de disidencia, hay muchas maneras de disentir, hay muchos modos de oponerse.
Lo contrario de una actitud o de una opinión contracultural es una opinión o una actitud políticamente correcta. Esto de políticamente correcta, o políticamente correcto se tomó del inglés. En inglés se dice political correctness para denotar que una cosa concuerda con el orden establecido, y la contracultura discuerda del orden establecido. La persona políticamente correcta defiende el orden establecido, lo apoya, apoya lo convencional. En inglés la expresión political correctness no se toma en buena parte, sino en mala parte. La persona políticamente correcta es la persona rígida, dogmática y recalcitrante. En inglés la corrección política no es una virtud sino un defecto, una tacha, un descrédito. Veo que entre nosotros se usa la expresión políticamente correcto en un buen sentido, como si fuera una gran cosa ser políticamente correcto, y no es así, es al revés. 



Ser políticamente correcto equivale a ser prácticamente un reaccionario, alguien que se opone a las innovaciones, lo que se llama un misoneísta, el que odia las novedades. Del griego ‘miso’ que quiere decir odiar y ‘neos’ que quiere decir nuevo e ‘ismos’ cualidad, doctrina, sistema. El misoneísmo es la aversión a las novedades. (tomado de http://culturadisidente.wordpress.com/sobre-una-contracultura/)
Es en este terreno, con una cultura occidental en su subconsciente temerosa de sí misma tras la Segunda Guerra Mundial, donde se generan las condiciones sociales para la siembra espiritual que se gesta desde fines del XIX, y que en los años sesenta del siglo XX alcanza una expresión cultural de masas a través de la generación joven, los primeros hijos de la Segunda Guerra. Son incontables las personas que en los años 60 tuvieron la vivencia breve de la existencia de otro mundo posible. A finales de los años '50 y a principios de los '60, un tipo de jóvenes llamados hipsters comenzaron a criticar duramente el gran sueño "americano" y a reaccionar ante la inauguración de Estados Unidos como la primera potencia. Una super-potencia, como se puede suponer, soberbia, sujeta a normas. Un estado de ser en el que seguramente jóvenes se hallaban mejor fuera del sistema.
En este mismo contexto surgen los Beats. Jóvenes sin actividades, o jóvenes intelectuales, todos coincidían en unir el romance hacia la vida, los pesares elementales, el existencialismo moderno, junto a una vida bohemia que representaba la actitud vital. Era su señal de existir, vivir era explorar. Por esto la filosofía Beat se expresó con más sentido en los escritores de la época, quienes deseaban desarrollar un imaginario nuevo, textos e ideas diferentes. La inspiración era lo que más buscaban, por ello hacían viajes, y vivían en carreteras, entre cafeterías, alcohol y máquinas de escribir.




Tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, algunos estadounidenses volvieron de Asia fascinados con la cultura que encontraron allá: las artes marciales, la comida y, sobre todo, una filosofía de vida distinta a la que conocían. De manera similar al caso de Roma y Grecia, Estados Unidos conquistó con las armas y con el American way of life, pero Asia penetró en el espíritu de los conquistadores.
A finales de los 50, surge el ejemplo más contundente: la Generación Beat, con Kerouac y Ginsberg a la cabeza, pues en su crítica al Establishment adoptaron el budismo y otras tradiciones orientales para oponerse al exceso racional y al materialismo absurdo de su país. La contracultura se nutrió ampliamente de este manantial.. No sólo ex combatientes, sino también voluntarios de diversas organizaciones y estudiantes que emprendieron viajes a la India y otros países por cuenta propia, contribuyeron a darle vida al movimiento social y cultural que se avecinaba.



On the Road -En el camino, 1957- de Kerouac, asumió carácter de manifiesto universal de una juventud que quería huir de lo establecido. El movimiento beat cuyo grupo inicial estaba formado por Jack Kerouac, Neal Cassady, William Burroughs, Herbert Huncke, John Clellon Holmes y Allen Ginsberg, se sentían atraídos por la naturaleza de la conciencia orientada a la comprensión del pensamiento oriental, hacia prácticas de meditación, hacia una liberación sexual que hizo de catalizador en los movimientos de liberación de la mujer y de los negros, e indirectamente de los homosexuales.  Centraron su lucha en contra de los valores tradicionalistas y puritanos de Estados Unidos, contra el modo de vida americano, un repudio implícito a los valores comerciales, para cuyo reemplazo proponían los ideales expuestos por Wait Whitman en "Hojas de hierba" y més aun, los de HD Toreau en la “Desobediencia civil”




Los Beat y más tarde sus herederos, los Hippies,  comparten una serie de rasgos con otros movimientos  a lo largo de la historia como por ejemplo los Surrealistas, los Románticos durante el XIX, los Goliardos en la Edad Media, los Cínicos en la antigua Grecia, incluso los Sufíes o los Taoístas,  con respecto a esto Ken Goffman (discípulo de Timothy Leary) tiene una obra muy interesante llamada "La contracultura a través de los tiempos".

La Generación Beat



Década de los cincuenta en Estados Unidos. La familia perfecta incluye al padre y cabeza de familia, un hombre que trabaja duro para comprar un buen televisor en color y el mejor vehículo para los suyos. Su mujer es una ama de casa modélica, una esposa que hace bizcochos para los nuevos vecinos y que viste rebeca sobre los hombros. La hija es la niña ideal: buena estudiante y siempre puntual a su cita con el coro de la iglesia. La american way of life vive en casas unifamiliares con el jardín limpio de malas hierbas y lo suficientemente alejada de los descendientes de aquellos esclavos que recogían algodón. La rebeldía parece cosa de risa. 





Pero sin embargo, a pesar de todo este bienestar social blanco, surge un hijo díscolo. Un hijo que escupe sobre la tarta de frambuesa.
El chaval no quiere ascender socialmente. Es escritor, lee a poetas franceses como Arthur Rimbaud y escribe palabras malsonantes. Escucha jazz, la música de los otros, los que viven en el país de la libertad pero sin derechos. Es blasfemo, se acuesta con chicas (y chicos) y abraza el budismo. Se droga: marihuana, bencedrina y somníferos. No trabaja y lo único que quiere es cruzar en coche el país acompañado de vagabundos y en busca de lo auténtico (sin saber qué es lo auténtico). En definitiva, es un beatnik.



Ficha policial de Neal Cassady


Hablar de la Generación Beat, un término acuñado por un periodista, es hablar de un movimiento contracultural de carácter impulsivo. No en vano la propia palabra beat (latido, impulso) ya dice mucho de escritores como Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Gregory Corso o Lucien Carr. Eran literatos que querían vivir antes que morir de americana mediocridad. Y empezaron su borrador vital en la Universidad de Columbia, el lugar donde, entre otros, un joven escritor frustrado, un judío lleno de dudas y un aspirante a todo menos a los buenos hábitos se conocieron gracias a terceras personas.
Desde el punto de vista estrictamente literario Los Beats descubrieron que la prosa en sus libros podía tener un nuevo ritmo, y ser el concepto responsable de una vida más honesta, de una crudeza directa. Era el momento de las verdades, de la crítica y del sarcasmo. Decían que tenían que burlarse del mundo, pues era lástima y desilusión lo que les producía.
Se rebelaron contra el movimiento Nuevos Críticos y contra la poesía metafísica. Jack Kerouac particularmente, uno de sus creadores, acuño el estilo espontáneo como "spontaneous bop prosod", ya que utiliza siempre un discurso entrecortado, casi vivencial, crudo y libre de las formas que requiere la normal dicción. Kerouac quería innovar en todo. Tenía la posibilidad de escribir a su modo, ¿por qué hacerlo a la manera de otros?



El movimiento Beat utilizaba en su estilo el realismo, lo experiencial, lo que se ve pero nadie dice. Por ello critican las elucubraciones etéreas de la metafísica y la psicodelia. Los beats impusieron un estilo en el que el ritmo no es ajeno a la idea: la idea es la forma, es el concepto y es el por qué de cada palabra. Desdeñaban la forma y fortalecieron el contenido. Robert Creeley decía que "la forma es nada más que una extensión del contenido", el contenido es lo primero, "(…) pues sin contenido nos quedamos mudos".
El estilo literario de este movimiento representaba el rescate del coloquialismo, del relato que utiliza un conversacionalismo ligero y rudo. El texto poético narraba la cotidianidad, para ello no debía ser un tratado autobiográfico: era más efectivo un verbo agresivo, aunque lo disimulara bien.
"Almuerzo Desnudo" ("Naked Lunch", 1959), uno de los libros más insignes de los beatniks, y escrito por otro de sus precursores William Burroughs, causó repulsión y admiración.

(Los libros: “Almuerzo desnudo” de Willian Burroughs, “En el Camino” y los “Vagabundos del Dharma” de Jack Kerouac y “Aullidos” y “Sanwiches de Realidad” de Allan Ginsberg podéis bajarlos aquí: http://www.4shared.com/account/dir/_OWWLXlz/_online.html#dir=_OWWLXlz

El término "beat" lo explica en sí todo. Surgió durante una conversación entre Jack Kerouac y John Clellon Holmes en 1948. Sus miembros nunca tuvieron la intención de nombrarse, irreverentes en todo, sólo pudieron "nombrarla" sin querer hacerlo en un artículo publicado en el New York Times, en 1952, que fue titulado "This is the Beat Generation". Captó la atención de la nación entera.


El término comenzó a utilizarse sin discriminación alguna, hasta que en 1959 Kerouac consideró necesario corregir el abuso de esta denominación en los medios de comunicación, donde se utilizaba esta confusa palabra con diversas connotaciones , entre esas "vencido" (por su traducción fracasado) o era tomada literal en su concepto de "ritmo". No era un sonido, ni era una frustración, estaba claro. Kerouac reveló el sentido correcto de beat generation recordando su relación con las expresiones que escuchaban en los jazzmen "dead beat" o " beat-up " que equivalía a estar "alienado", "exilado" de la sociedad actual. Su por qué se encuentra en la relación que crearon con los ideales orientales, en el que lo más importante era la reflexión. Además que en todo ese mundo oscuro del jazz encontraron un punto de coincidencia y de admiración: un mundo underground, un suburbio de los "diferentes" de la sociedad. Kerouac explicó que el sus vidas permanecían en una necesaria "oscuridad" para poder entender mejor cómo llegar a la luz.
Allen Ginsberg, otro famoso beatnik escribió en el prólogo de "The Beat Book", otro posible significado: "acabado", refiriéndose a la noche oscura del alma o a la ceguera ante lo desconocido. Esta era la generación sometida a cambios abrumadores, a una incertidumbre que sólo los poetas saben beatificar.
Los beats querían crear una visión renovadora del mundo, y comprometían sus ideas con movimientos sociales que se gestaban poco a poco en el camino hacia los años '60. La propaganda que hacían a los alucinógenos, de los cuales narraban abiertamente en sus textos, obedecía a un interés de que otros quisieran sensibilizarse, utilizarla como poder de controlar el propio cuerpo y como protesta ante el capitalismo: compararon metafóricamente la droga con el capitalismo, del cual se producía una "intoxicación, (…) un parásito extraño que devora" (William Burroughs dixit).
El ritmo común del movimiento beat se encuentra en la música del jazz-bop, que tomaron del estilo de Charlie Parker, entre otros. 

                  


Esta influencia musical tiene su origen en las aficiones que compartían los beats cuando eran sólo desconocidos: eran escritores de bares, amigos de viajes. Compartían el interés por el movimiento constante para mantenerse vivos, en el ir sin rumbo, recorriendo todas las carreteras de Estados Unidos.
El sentido de improvisación que tenían heredado del jazz y de la vida nómada creó un verbo que se parecía al contrapunteo jazzístico. Y no en vano, los Beats crearon el fenómeno de las lecturas públicas. El beat se presentaba en escenario para demostrar el carácter espectacular y de impacto que debe tener la figura del poeta y la poesía, valor que para el momento estaba en descenso por culpa de un mayor interés de la sociedad hacia el consumismo y todo lo que fuera de algún lucro. 
Formaron un círculo literario en el que predominaba la lectura de autores franceses y lo combinaron con fiestas en las que el jazz se podía escuchar desde el barrio de al lado. Las chicas, el alcohol y las drogas, claro está, también estaban invitadas al desmadre. Una noche típica de juerga podía acabar con Jack Kerouac inconsciente en el suelo por culpa del alcohol. De hecho, así fue como durante años Kerouac finalizaría la mayoría de sus encuentros sociales. 




Por su parte, Ginsberg también se esforzaba en llamar la atención ya que solía berrear desnudo por el suelo poemas, insultos y en general, lo primero que se le pasara por la mente. Ya desde joven adquirió la provocadora afición de despelotarse ante noqueados desconocidos que acaban concluyendo que aquel tipo estaba chiflado. Aunque lo único que pretendía cuando se bajaba los pantalones y se quitaba los calzoncillos era dejar bien claro que él, Allen Ginsberg, se mofaba de cualquier norma social establecida.
En un rincón de la fiesta, Burroughs tomaba y pasaba bencedrina a todo aquel que se lo pidiese: prostitutas, músicos, estudiantes y chavales que se hacían llamar escritores. Así pues, el alma del festejo la formaban Kerouac, Ginsberg y Burroughs (aunque sus amigos no se quedaban atrás). Y al día siguiente, sus máquinas de escribir siempre intentaban recoger los frutos de las musas y de esa buscada (aunque no del todo impostada) excentricidad.
Jack Kerouac quizás sea el escritor más conocido gracias su obra En El Camino, la madre del cordero de la Generación Beat. La fama le llegó después de desearla durante años y después de muchas decepciones. La primera de ellas, el deporte, ya que una lesión en la pierna le impidió seguir jugando al fútbol americano en la universidad. 



El segundo de sus fracasos fue la Marina. De hecho, parecía claro que un tipo cómo él, tan poco dado a la disciplina, iba a durar bastante poco en un mundo donde las normas y las prohibiciones tienen tanta relevancia. Y así fue. Kerouac se hartó y mandó la marina a la porra logrando que sus superiores le expulsaran por una esquizofrenia fingida. No le costó mucho hacerse pasar por un paranoico.



Una vez liberado del uniforme, el joven Kerouac decidió dedicarse profesionalmente a la escritura. Kerouac esta vez sí, estaba seguro de su triunfo ya que la modestia nunca fue uno de sus puntos débiles y, en consecuencia, se consideraba un genio absoluto. Sin embargo, su primera novela La Ciudad y El Campo (1950) apenas tuvo repercusión y ningún crítico sintió ni escalofríos ni ningún tipo de orgasmo al leerla. Harto de que nadie lo descubriese, tomó la gran decisión de su vida cuando conoció al hiperactivo Neal Cassady y decidió cruzar con él el país.






Neal Cassady había nacido en Denver y era hijo de un barbero. A los 14 años robó su primer coche y descubrió que ésa era una de sus grandes pasiones junto con el alcohol y las mujeres. Cuando Jack Kerouac le conoció supo al instante que había encontrado a una de esas personas que te abducen en su particular torbellino. Y no hay duda de que Cassady lo hizo. Quizás no tenía tanta cultura como Kerouac, ni tampoco poseía el don de la escritura. Sin embargo, Neal tenía una energía descomunal y en lugar de escribir una novela, hizo de su vida una aventura.
Para escribir ya estaba Kerouac y, precisamente, eso fue lo que hizo en En El Camino, su segunda novela: narró sus aventuras junto a Neal a bordo de coches alquilados y carreteras polvorientas. Cassady acabaría siendo el protagonista del libro y, en consecuencia, cuando la obra se hizo famosa, acabó convirtiéndose en un símbolo para muchos jóvenes. Sin embargo, el éxito tardó en llegar básicamente porque a Kerouac le costó años que algún editor publicara un libro, su libro, en el que el esquema clásico de introducción, nudo y desenlace no existe.



Portada diseñada por Kerouac para su obra.

Y es que cuando uno lee En El Camino constata que los cinco viajes que Kerouac nos describe bajo el apodo de Sal Paradise y en compañía de Neal (quien se esconde tras la figura de Dean Moriarty) no tienen ningún objetivo claro. Ese sin sentido suponía un grave escollo para las editoriales. Nadie quería publicar una obra en la que sus protagonistas no saben dónde van ni qué es lo que quieren (y lo cierto es que, en algunos momentos, la novela puede hacerse repetitiva).
El propio Kerouac, en muchas ocasiones, tampoco sabía qué demonios surgiría del tecleado compulsivo de sus aventuras. "Llevaba un libro para el viaje pero preferí leer el paisaje americano. El viaje en sí es el argumento", solía intentar explicar. Su proceso de escritura consistía en ir llenando rollos y rollos de papel ya que se negaba a utilizar folios "para no matar el ritmo de la novela". Tras continuas revisiones, la obra finalmente se publicó en 1957, siete años después de que Kerouac publicara su primera novela. On The Road, en la carretera, fue el acertado título original que resume a la perfección el espíritu de la obra. En España, por ese tipo de misterios que se repiten a menudo, se decidió renombrar la obra como En El Camino, tres palabras que sugieren connotaciones agrarias y rurales en lugar de asfalto y velocidad. Aunque los miles de kilómetros fueran ilógicos, ese acto absurdo de viajar por viajar supone la clave del libro. Mucho más si tenemos en cuenta que esa marcha sin trayecto final desprende por sí misma cierto halo de romanticismo literario que siempre va bien a la hora de acompañar a la figura del rebelde de turno. En consecuencia, a medida que la lectura avanza no resulta descabellado pensar que tú también quieres y puedes rebelarte cogiendo carretera y manta para dejar atrás un trabajo convencional con su horario estipulado y dedicarte, por fin, a vivir con la misma intensidad con la que Dean vive el beso de una mujer. 

         

Trailer de la película, bastante adaptada a la novela del año 2004.

Por otra parte, la obra también resulta interesante por las vivencias de Sal y Dean, (Kerouac y Cassady) kilómetro tras kilómetro: chicas, drogas, jazz en clubs de mala muerte, dudas existenciales, poemas musicales o decepciones como cuando los protagonistas llegan a Hollywood y se encuentran con una ciudad con los perdedores más bellos de América, estrellas de cine frustradas que trabajan en cafeterías de mala muerte. La alternativa existe y está ahí. El tercer aliciente reside en la figura de Dean Moriarty, un tipo amable, cruel, cómico y trágico. Todo a la vez, puro nervio. Aunque no está solo. Kerouac retrató en este libro a todos y cada uno de los escritores que formaron parte de ese movimiento literario. Así que En El Camino también es el retrato del particular comportamiento y estilo de vida de estos bohemios de motel. 
Y si Kerouac es el autor más conocido de la Generación Beat, Allen Ginsberg quizás fue el escritor más político. No en vano dio a los beats el toque reivindicativo que, por ejemplo, le faltó a Kerouac para ser un contestatario en toda regla. El autor de En El camino fue acusado de racista por ofrecer una imagen demasiado idílica y algodonera tanto de los mexicanos como de los negros en su obra más famosa. Gran parte de la crítica echó en falta que Kerouac mencionase que además de beber, reír y vivir en un mundo menos racional, esas minorías sociales también vivían en guetos y sin apenas derechos civiles. En cambio, Ginsberg sí que supo poner el dedo en la llaga y de hecho mostró su incondicional apoyo a la minoría negra durante la lucha por la consecución de sus derechos civiles y también acabó siendo una figura importante durante las protestas contra la guerra de Vietnam. 




A diferencia de Kerouac y de Burroughs, Allen Ginsberg se dedicaba a la poesía tal y como también lo había hecho su admirado Arthur Rimbaud en el siglo XIX. El poeta francés era un símbolo para todos los beats. La razón es sencilla. Rimbaud, no contento con exaltar los sentidos en sus poemas, también se comportaba de manera excéntrica: bebía, fumaba marihuana, apenas se lavaba, se desnudaba en público y, para acabar de redondear su historial contrario a las buenas costumbres de la época, mantuvo una relación homosexual con el escritor Paul Verlaine. No hay que olvidar que en por aquellos tiempos la homosexualidad estaba penada en Francia. Sin embargo, Allen Ginsberg tuvo más problemas que su admirado Rimbaud a la hora de aceptar y de reconocer su homosexualidad. Su atracción por los hombres, sin embargo, no fue su único dolor de cabeza. El primero de ellos fue la esquizofrenia de su madre. Nacido en Nueva Jersey en el seno de una familia judía, la infancia de Ginsberg estuvo marcada por los problemas mentales que sufría Naomi, su progenitora. Para colmo y escándalo de todo buen americano de barras y estrellas en la puerta de casa, Naomi estaba afiliada al partido comunista americano y solía llevar a sus hijos a los mítines. Las dudas y los altibajos en el hogar acabaron por conformar una personalidad algo inestable. Y si bien Ginsberg creció admirando a poetas como William Blake y Walt Witman, también lo hizo teniendo alguna alucinación tal y como le sucedió a los 22 años. 



Ni más ni menos, Ginsberg creyó que William Blake en persona le estaba recitando "Ah sunflower" y otros dos poemas. Este hecho significó un punto y aparte en la vida de Ginsberg y posteriormente intentaría a través de las drogas revivir aquel éxtasis existencial. A pesar de tener una infancia complicada, el joven poeta encontró en la escritura su vía de escape. Aunque sus intereses iban mucho más allá. Uno de ellos era el budismo. Ginsberg, quien también había viajado por las carreteras americanas tal y como lo estaba haciendo Kerouac, se trasladó a mediados de la década de los cincuenta a San Francisco. Por entonces, la ciudad californiana ya tenía fama de urbe progresista y además contaba con una incipiente movida poética. Fue allí cuando Allen Ginsberg conoció a Peter Orlovsky, un joven de 21 años del que se enamoró. Atrás quedaron los intentos de Ginsberg por reconvertirse en heterosexual (aunque esto tampoco fue un obstáculo para haber sido el amante de Neal Cassady, una relación que Kerouac desaprobaba más que nada porque no era demasiado gay-friendly). 



La pareja empezó a leer sutras a todas horas y Ginsberg quedó francamente emocionado por esas ideas que hablaban de paz espiritual. También en San Francisco, Ginsberg se animó a realizar recitales en cafés o en otros espacios como la Six Gallery. En estos acontecimientos, Ginsberg interpretaba sus versos vitales, críticos, pero sobretodo, directos. Y lo hacía ante una audiencia que poco a poco iba creciendo. Sus influencias eran en el jazz, las drogas, la política y el budismo. Y su público eran jóvenes universitarios y bohemios. Puede que bastante gafapastas. Su recital más famoso fue uno celebrado en 1955 que se bautizó como "Six poets at the Six Gallery". O lo que es lo mismo, seis poetas de influencia beat (Ginsberg, Phil Lamantia, Michael McClure, Gary Zinder y Philip Whalen) recitando poemas en la Six Gallery. En este recital, al que acudió Kerouac, Ginsberg leyó por primera vez su célebre poema "Aullido". Y, lógicamente, estalló la locura y el escándalo. Porque una poesía que empieza diciendo "He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos arrastrándose de madrugada por las calles de los negros en busca de un colérico picotazo" tiene que dar que hablar. Ginsberg se convirtió rápidamente en la nueva gran promesa de la poesía pero, al igual que Kerouac, también tuvo problemas para editar su obra. Finalmente la pequeña editorial City Lights publicó en 1957 su obra Aullido, un libro de poemas divido entres partes. Con esta publicación, City Lights empezaría a publicar las obras de otros beats como Kerouac, William Burroughs, Lucien Carr e incluso Neal Cassady, quien también se atrevió con la escritura pero sin lograr demasiado éxito.




La publicación de Aullido no supuso el fin de los problemas de Ginsberg. Al contrario, al poco tiempo de salir a la venta la obra fue acusada de obscenidad por un tribunal. Tras un largo proceso judicial en el que Ginsberg consiguió movilizar a escritores e intelectuales a favor de la libertad de expresión, la obra fue declaraba "no obscena". El ruido ya estaba hecho y los beats ya empezaban a catar la popularidad. Kerouac siguió escribiendo y publicó entre otras obras Los subterráneaos y Los vagabundos del Dahrma, en mi opinión mucho más representativa del pensamiento de Kerouac




una obra budista ambientada en San Francisco. Al mismo tiempo, el escritor veía como su obra En el camino se iba convirtiendo poco a poco en un referente entre los jóvenes. De hecho, muchos de ellos decidieron imitar a Kerouac y a Cassady y se lanzaron a cruzar Estados Unidos a bordo de coches alquilados. Por su parte, Ginsberg escribiría en 1961 Kaddish y otros poemas, un claro homenaje a su madre recientemente fallecida. Pero si por algo destacó Ginsberg (aparte de por ofrecerse como cobaya para un experimento a base de LSD) fue por su crítica política. El poeta estaba en todas las manifestaciones y manifiestos en contra de la guerra del Vietnam y apoyaba a Martin Luther King. Así que 1973 decidió publicar otra de sus obras imprescindibles, la crítica La caída de América. 




El título lo dice todo. Por entonces Ginsberg se codeaba con gente como Bob Dylan y personajes como Tom Waits, Hunter S. Thompson, Ken Kesey y Charles Bukowski reconocían la influencia de los beats en sus obras. Pero ¿qué hacía William Burroughs? 
Volvamos Ginsberg. Al mismo tiempo que el poeta publicaba en 1957 Aullido, William S. Burroughs estaba pasando una temporada bastante agitada en Tánger. Lo de agitada es un eufemismo para decir que en la ciudad marroquí Burroughs se pasaba el día drogado a base de bien aunque también le quedaba algo de tiempo para escribir. Lógicamente, en semejante estado mental y físico, lo que salía de sus textos no era más que el fiel reflejo de un yonqui en plena fase autodestructiva pese a que para Burroughs la destrucción fuese su forma de vida durante al menos cincuenta años. 



Peter Orlovsky, William Burroughs, Allen Ginsberg, Alan Ansen, Gregory Corso, Paul Bowles e Ian Sommersville en Tánger 1961



De su período puestísimo en Tánger nació en 1959 su novela más conocida, El Almuerzo Desnudo, una obra psicotrópica, sin sentido y un auténtico reto para quien decida leérsela entera.
Años después y más recuperado, Burroughs escribió una introducción en la que comenta su particular proceso de escritura durante aquellos días en Tánger. Burroughs explica: "Desperté de La Enfermedad a los cuarenta y cinco años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese aspecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a La Enfermedad... La mayoría no recuerdan su delirio al detalle. Al parecer yo tomé notas detalladas sobre La Enfermedad y del delirio".
Resulta curioso observar como un hombre que había nacido en Saint Louis y en el seno de una familia acomodada (el abuelo de Burroughs había inventado una calculadora que, con las debidas modificaciones, posteriormente se convirtió en una caja registradora) decidiera vivir rodeado de drogadictos, prostitutas, pequeños delincuentes, escritores medio chalados y, en definitiva, a lado de toda una fauna que escandalizaría al más pijo entre los pijos. Pero Burroughs siempre fue diferente pese a graduarse en literatura inglesa ni más ni menos que en Harvard.



Tras que el ejército le impidiera reclutarse porque había perdido la falange de un dedo, Burroughs se estableció en Nueva York y allí fue donde conoció a Kerouac y a los demás beats. Por aquel entonces Burroughs ya tenía claro que era bisexual y que le gustaban los bajos fondos: los trapicheos, la falsificación de recetas o los pequeños hurtos eran sus compañías habituales. Cuando William se metía en algún problema, algo común, el dinero de su familia servía para rescatarle. También le gustaba escribir aunque tardó bastante tiempo en crear su carrera literaria. Su primera novela Yonqui se publicó en 1953 en parte gracias a que Allen Ginsberg le había animado para que escribiese algo. Ginsberg seguramente pensó que un tipo tan impredecible como Burroughs tendría bastantes cosas que contar.





Fue en Nueva York donde conoció a Joan Vollmer, una amiga de la primera mujer de Kerouac que, rápidamente y por influencia de un círculo social bastante narcótico, se enganchó a las anfetaminas y a Burroughs. Fueron pareja, tuvieron dos hijos y ambos se dedicaron a vivir por el lado salvaje de la vida en compañía de Kerouac, Ginsberg, Cassay & Co. Pero en una fiesta celebrada en 1951 en Mexico D.F. William S. Burroughs decidió imitar a Guillermo Tell. No está claro si fue Burroguhs quien puso un vaso sobre la cabeza de su compañera o si fue la propia Joan. Pero lo que si que está claro es que Burroughs no le dio a la diana correcta y pasó 13 días en una prisión de la capital acusado de matar a su mujer. Una vez más, el dinero de su familia compró la libertad del loco Bill quién aprovechó la ocasión para viajar hasta llegar a Tánger.



La muerte de Joan supuso el espaldarazo definitivo para que Burroughs decidiera continuar con su carrera literaria. El escritor consideró que tras la muerte de Joan lo único que podía hacer era plasmar en un papel sus experiencias. Y de ahí nacieron obras como la ya citada El Almuerzo Desnudo, El Exterminador, Las cartas de la Ayahuasca, una obra que recoge la correspondencia entre Burroughs y Ginsberg o Ciudades de la Noche Roja. En los 70, Burroughs volvió a Estados Unidos y fue entonces cuando pasó de ser un tipo marginal y se convirtió en un icono para artistas como Patti Smith, Andy Warhol, la fotógrafa Susan Sontag y o los Sex Pistols entre otros.



Burroughs con Patti Smith

Más adelante, en los noventa, Kurt Cobain, por ejemplo, quiso poner música a poemas de Burroughs. Y es que Burroughs siempre fue un hombre que arrastraba tras de sí una leyenda maldita espectacular y, además, nunca dejó de hacer lo que se esperaba de Burroughs: escribir y tomar drogas. Era un punk por sistema. La Generación Beat creció en Estados Unidos y fue un referente literario, pero también en cierto modo cultural, hasta que en 1968 la Era de Acuario se apropió de muchos de los tabúes y de las ideas de Kerouac y los suyos y se encargó de eclipsar las largas carreteras estadounidenses a base de florecitas en el pelo. 

Segundo vídeo de Diana Uribe:


                                                   




Los beats, sin embargo, mantuvieron en cierto modo su popularidad. Kerouac apenas la pudo disfrutar ya que murió en 1969 a causa de unas complicaciones derivadas de su elevado consumo de alcohol. Ginsberg seguiría dando guerra hasta 1997. Y ese mismo año, unos meses después y quizás como última jugarreta, William S. Burroughs fue el último de los más famosos beats (a parte de los padres de Ned Flanders) en despedirse del mundanal ruido. El largo viaje a través de carreteras polvorientas, sin duda, había dado mucho de sí. (Tomado de Libros que muerden)

Así, poco a poco, la Generación Beat fué dando paso a un nuevo movimiento revolucionario el Movimiento Hippie, que podremos ver en la siguiente entrada.

1/2


LA CONTRACULTURA: DE LOS BEAT A LOS HIPPIES 2/2

EL MOVIMIENTO HIPPIE.














Jamás me he considerado a mi mismo un hippie. En el tiempo en que debería haberlo sido, mis preocupaciones se orientaban más hacia los temas propios de un revolucionario de izquierdas antifranquista, que no hacia unos jóvenes que en aquel momento me parecían sin conciencia de clase, unos pequeños burgueses partidarios de las fiestas –orgías!-, los porros y el rock&roll. No le hacía ascos a la música de los Beatles, pero prefería a los Raimon o Paco Ibañez. No le hacía ascos a la “revolución sexual” –tenía 17 o 18 años!- pero me interesaba “mi chica”. Me atraía la psicodelia, pero más como psiconauta interior que no como forma de diversión o pasatiempo. De hecho, de mi círculo más cercano de conocidos, sólo uno, adoptó lo que podríamos llamar una estética propiamente hippie y efectivamente partió hacia las cuevas de Sant Antoni en Eïvissa, para encontrar a sus pares.
No fue sino mucho más adelante, años 71-73 que empecé a aproximarme a ellos con otros ojos. Una visita a Eïvissa, una ropa etérea y colorista que empezaba a gustarme, una larga y preciosa amistad con miembros de una comuna hippie en el Baix Priorat, las lecturas de Castañeda, de Suzuki i Allan Watts, el incienso, la meditación, Pink Floyd, Allan Parsons, Ibn Arabí y el sufismo, se fueron incorporando a mi vida prácticamente sin darme cuenta, de manera que un día, algún alumno, tal vez quiso insultarme llamándome: “hippie” – equivalente a raro, utópico, soñador- y me sentí a gusto con el calificativo. No, no he sido nunca un hippie, en este país “haberlos, haylos” pero poquitos, eh!. Pero eso no ha impedido que con los años no haya sido capaz de comprender, apreciar, incluso admirar y compartir, la práctica totalidad de sus sueños.
En la entrada anterior comenzamos analizando que los antecesores de los hippies fueron la generación Beat, alrededor de la cual o junto a esta, se hizo todo eso de la moda de los beatniks. Junto con Nueva York, San Francisco era la segunda ciudad Beat y allí se dio una continuidad directa de los beatniks con los hippies dado a que fue en esa ciudad donde nació el movimiento hippie. 
Seguimos ofreciendo los vídeos de Diana Uribe sobre el movimiento:







Y si bien Allen Ginsberg como se sabe es uno de los escritores beat principales. También es conocido por ser abiertamente anarquista pero claro en una forma más de "estilo de vida", pero era anarquista. Fue amigo de Bob Dylan, así como fue uno de los principales oradores en el evento principal del Verano del Amor en San Francisco conocido como Human Be-In  junto con Timothy Lear, el apostol de la Psicodelia, a quien algún dia deberemos realizar un homenaje desde éstas páginas.





Los beatniks les pasaron el interés por la filosofía e espiritualidad oriental a los hippies. Éste es el caso de Gary Snyder y Diane di Prima los cuales eran anarquistas y abrazaron también el budismo. Snyder escribió "Buddhist Anarchism"  en 1961. Es claro que ese antiautoritarismo pacifista derivado del budismo pasó de estas manifestaciones hacia los hippies.
Ahora tomemos en cuenta la tradición anarquista que cobro importancia en EEUU a mediados del siglo XX como fue el anarco-pacifismo. Allí tenemos a Ammon Hennacy y a Dorothy Day los cuales eran anarcocristianos pacifistas que estaban muy en la onda de la desobediencia civil inspirados por Tolstoy y Gandhi en el movimiento contra la guerra, antimilitarismo y el movimiento anti-nuclear . En este articulo se habla de la influencia de esas prácticas en la contracultura de los sesenta
Y los métodos gandhianos y de desobediencia civil del anarquista Henry David Thoreau también fueron importantes para el movimiento de derechos civiles sobre todo la Student Nonviolent Coordinating Committee, la cual demostró que los métodos no violentos de acción directa y resistencia pueden ser realmente efectivos y así esa estela de prestigio de métodos anarco-pacifistas llegaron a influenciar por el lado del movimiento de derechos civiles y por el lado del movimiento contra la guerra a todo el tema hippie del pacifismo.





Así pues esas podrían ser influencias directas. Pero veámos como algunos temas de cierta línea anarquista de pensamiento y acción crearon una línea de acción y forma de vida radical que es claramente visible en el movimiento hippie.
En la entrada anterior ya mencioné al anarquista estadounidense Henry David Thoreau. El fue uno de los pioneros del anarquismo pacifista con su famoso libro “Desobediencia Civil”, en el que sostenía la no colaboración ética con un estado que ejecuta acciones injustas. También lo fué su antimilitarismo, en tanto se oponía a la guerra de EEUU contra México y así decidió no pagar impuestos. Por otro lado era también un anti-esclavista declarado. Así pues, Thoreau reunió y heredó el anarco-pacifismo de raíz tolstoiana y la resistencia activa no violenta. Pero otro legado importante de Thoreau al hippismo fué el ecologismo libertario. Thoreau escribió su famoso libro “Walden: La vida en los bosques” en el cual se afirma una visión  de desconfianza hacia la emergente –en aquellos días- sociedad industrial, una tendencia hacia la simplicidad voluntaria, la renuncia a todo lo superfluo y una visión ecologista que como menciona Xavier Diez en sus estudios, influyó sobre el anarcoindividualismo español, con la práctica insumisión voluntaria. El anarquismo individualista y las otras tendencias del anarquismo durante la Dictadura y la Segunda República (1923-1938) fueron fundamentales para la emergencia del anarco-naturismo, como podéis ver en la entrada:


http://terraxaman.blogspot.com.es/2012/10/el-anarconaturismo-doble-camino-hacia.html

Evidentemente todo esto fué propio de los hippies, tendió a gustarles eso del nudismo y así heredaron y abrazaron influencias del naturismo nudista, pero también la visión ecologista del naturismo. Las raíces de buena parte del movimiento “verde”, desde los ecologistas a los partidarios de la “ecología profunda”, así como los movimientos primitivistas, se encuentran también en aquel movimientos de los “Child flowers”.






Otro tema central de los hippies como lo fue también para los anarcoindividualistas, es el del “amor libre”. Entre ellos se habló mucho de Emile Armand el cual pareceria casi un proto-hippie en tanto era propagandista dedicado del amor libre y la poliamoria. En el ideario del amor libre no existen relaciones de poder o dominación, y por tanto, en su visión idealizada, estaría libre de engaños y traiciones, de obstáculos y mentiras, de acciones desesperadas, homicidios y suicidios. El amante libre acepta el rechazo del otro, o el fin de las relaciones con el otro, con suma deportividad, admitiendo que no se puede hacer nada sobre las pulsiones sexuales y el estado de enamoramiento en otra persona. 
Por lo tanto, no hay estrategias que cumplir, no hay tramas en las que tratar de forzar la realidad, no hay ganas de hacer sufrir al otro para atraerlo de nuevo hacia el amante. Simplemente porque se respeta que el otro no quiera, y se le deja marchar tan libremente como llegó. Cierto que se le puede transmitir la desazón que nos provoca la ruptura, pero el amante libre sigue amando al otro y a los demás porque su forma de estar en el mundo es amorosa. El amor libre no contempla la batalla, la guerra, el acoso o la conquista, la derrota o el triunfo.




El amor libre es más recolector que cazador, porque no emplea la violencia de la pasión, porque permite que el tiempo y el libre fluir de los acontecimientos le junten y le separen de las personas. Además, el amante libre disfruta siempre el carpe diem, porque no proyecta su dominio sobre el otro, su influencia o su poder en el futuro. Vive lo que hay, en el terreno de la interacción de los cuerpos, y lo vive con profundidad, estando presente en el acto amoroso, entregándose por completo a sus sentimientos y emociones; el amor libre carece de obstáculos porque se siente como energía vital y como experiencia maravillosa. Aunque, debemos reconocer, ese sería uno de los más graves problemas que tuvo que superar el movimiento hippie desde la perspectiva de la vida en comunas –comunidades-.
Otro de los temas que los hippies heredaron del movimiento anarquista fue el de las de las comunas intencionales de Thoreau, Tolstoy y sobretodos de  Josiah Warren.
Para resumir los hippies heredaron una linea de radicalismo libertario estadounidense que baja desde Thoreau, Josiah Warren y sus famosos experimentos comunales, pasando por la lucha anti-esclavitud y los derechos civiles, el “free love” y la critica contra el matrimonio y el anarco-pacifismo.



Revolución y espiritualidad.



Pero sería absurdo pensar que el movimiento hippie, fue simplemente una adecuación del anarquismo. Para algunos de nosotros que no concebimos ningún tipo de revolución o cambio social, sin una profunda transformación individual, digamos espiritual, resultará evidente que en el interior de un movimiento que pretendía modificar radicalmente el sistema “establihsment”, se desarrollaran con gran fuerza las nuevas corrientes espirituales que se habían tomado de Ásia.







Los historiadores budistas de Estados Unidos llaman a los años de 1960 la década del Zen, la década de los hippies, de las manifestaciones en contra de la guerra y de la lucha por los derechos civiles. California, fue el epicentro cultural de este resurgimiento espiritual. Una de las mayores influencias la ha ejercido el budismo zen, hasta al punto de que se habla de un budismo zen californiano.  En San Francisco se creó un importante centro Zen dirigido por el maestro Shunyu Suzuki Roshi, en la actualidad, más de veinte centros y tres monasterios dependen de los sucesores de Suzuki Roshi.  Una de las figuras más destacadas del zen en los Estados Unidos ha sido Maezumi Roshi, fundador del famoso Centro Zen de Los Angeles. En Europa, en cuenta al Budismo zen se refiere, la figura de Taisen Deshimaru es considerada por unanimidad como el primer patriarca zen de Europa.
Si el movimiento Beat inicia un primer acercamiento a las enseñanzas orientales si bien de forma restringida, ya que era un movimiento  principalmente de intelectuales la irrupción socialmente amplia de las filosofías orientales en occidente tuvo lugar en los años sesenta, gracias en buena parte al movimiento hippie. El movimiento hippie ha sido una las puertas de entrada principales de las enseñanzas orientales en occidente.





A pesar del crecimiento económico que se había experimentado a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial en buena parte de los países de occidente, se produjeron fuertes tensiones sociales y expresiones de descontento político. A mediados de la década de 1960, se producen una serie de movimientos sociales denominados “contraculturales”, que conmocionaron a muchos de los países que hoy forman la O.C.D.E, poniendo en cuestión su legitimidad política. Estos movimientos cogieron por sorpresa a todo tipo de analistas políticos y sociales, ya que estaban siendo protagonizados por jóvenes con buenos niveles educativos y económicos (clase media) y no por las clases desposeídas, que eran las que históricamente protagonizaban las protestas. Además actuaban al margen del marco institucional,  presionando a los poderes pero sin comprometerse directamente en política, actividad en la que no creían y rechazaban.
Los movimientos sociales que surgen en los sesenta, buscan principalmente  una revolución de valores, de actitudes, de formas de vida.
Además de los casos más conocidos de Estado Unidos y Francia, también cabe destacar a Holanda con el interesante movimiento “Provo”, Inglaterra, Italia, Alemania…….





El periodista Michael Fallon del diario The San Francisco Examiner, utilizó la palabra hippie por primera vez en 1965 para referirse a los nuevos beatniks y a los jóvenes de modas bohemias. El movimiento hippie se popularizó en el verano de 1967 en el llamado “verano del amor” durante el primer “Bein” o festival en el parque Goleen Gate de San Francisco. Después se extendería desde su origen californiano (principalmente San Francisco siendo el barrio de Haight-Ashbury su enclave principal)   hacia el este del país, y después llegaría a Europa, América Latina, y Oceanía. En el caso de España, donde ser hippie como dijera el periodista y escritor Luis Carandell era "casi una postura heroica”, las influencias hippies tardaron en llegar debido a la situación de censura y aislamiento internacional y lo hicieron gracias a los viajes de algunos privilegiados españoles (entre los más conocidos están: Luís Racionero, Antonio Escotado, SánchezDragó, Pepa Roma, Ramiro Calle, Fernando Diez y Pepe Ribas) , y sobre todo a través de los viajes de extranjeros hippies que acudían a España sobre todo a Ibiza, Formentera y Menorca, que pasaron a formar parte de la “ruta hippie” que abarcaba a muchos países de varios continentes.
Así, los hippies, proclamaban entre otras cosas:





La libertad sexual o amor libre: traducido en un rechazo a la institución del matrimonio y una conducta sexual contraria a las imposiciones de las Iglesias o el Estado, que eran vistas como intromisiones a la vida personal. “Haz el amor y no la guerra” fue el lema de toda una generación.
Tolerancia hacia la homosexualidad y la bisexualidad.
-      Lucha por los derechos de la mujer y contra el racismo.
Anarquia no violenta: Inspirados en Thoreau y Gandhi, buscaron otras formas de vida más pacificas. Rechazo general a la cultura violenta del materialismo occidental.
Respeto al medio ambiente, conciencia ecológica, formas de vida en armonía con la naturaleza.
Utilización de las drogas visionarias, LSD, marihuana, hachís, peyote, ayahuasca, psilocibina, etc, (que frente a otras drogas más duras, no producen adicción física)  para experimentar nuevos estados de percepción.  La que tuvo más protagonismo fue sin duda la dietilamida del acido lisérgico 25, más conocida como LSD, de hecho muchos consideran al LSD como la chispa que encendió el movimiento hippie. Fue descubierta por el químico suizo Albert Hofmann, quien sintetizó por vez primera la sustancia en 1938 y en 1943 descubrió sus efectos por accidente durante la recristalización de una muestra de tartrato de LSD. Entorno a esta sustancia nació toda una cultura psicodélica durante los 60.  El LSD facilitó nuevas formas de percibir la realidad (conocidas desde siempre por las culturas ancestrales) que facilitaban el cambio de actitudes y valores. Paul McCartney (el ultimo de los Beatles en probar la sustancia) declaraba a la revista “Life”: “Me abrió los ojos, me hizo un ciudadano mejor, más honesto y tolerante”.




Aquí seria interesante recordar algunas de las ideas de Antonio Escohotado en su "Historia General de las drogas": Desde mediados de los años sesenta a mediados de los setenta el consumo de ciertas drogas se vincula con cuestiones de índole mucho más amplia como el retorno a la vida rural, la insistencia en problemas de medio ambiente, la liberalización del sexo, el pacifismo, la corriente humanista de psiquiatría, la «contracultura» y, globalmente hablando, un abandono simultáneo de ideales burgueses y proletarios en nombre de una especie de individualismo pagano —teñido, por lo demás, de rasgos cooperativistas—, que pide para el hombre poder usar el progreso tecnológico en vez de ser usado por él. Si 1966 puede considerarse el año crítico, 1968 será el que quede en el recuerdo como paradigma; es la época donde el superávit económico en los países ricos lanza a millones de jóvenes como peregrinos por el mundo, y a otros tantos a marginarse sin desplazamiento geográfico, prefiriendo unos y otros vivir de las sobras que ceder a los cebos del consumismo promovido por el «Sistema».






Hasta este momento, las drogas habían dado lugar a subculturas, pero nunca a una alternativa cultural prácticamente completa, defendida por millones de personas que de vez en cuando demostraban su poder de convocatoria con actos como los de Woodstock o Wight. Parece difícil que sin la LSD y sus afines hubiera existido el movimiento hipster y, a la inversa, que sin él esas sustancias hubiesen ingresado en la farmacopea infernal, con restricciones más severas aún que los estupefacientes oficiales. Sin embargo, se trata de un fenómeno sociológicamente complejo, quizá demasiado próximo aún para admitir análisis ecuánimes.
Interés por otras culturas distintas a la Occidental, como la de los Mayas , Aztecas, Incas, indígenas Norteamericanos,  y  las culturas de Oriente , sobre todo las de la India. Fueron muchos los que viajaron en peregrinación a Nepal (una calle de Katmandú llamada “freak street” recuerda a los miles de hippies que pasaron por allí) también al Tibet, a la India, al Machu Pichu, a las arenas de Túnez o Marruecos, y a islas como Ibiza . En el caso de la India cabe destacar a la isla de Goa y Rishikesh algunos iban en busca de un maestro que les enseñase yoga y meditación.
A pesar de que los hippies compartían ciertos valores contestatarios y antibelicistas (contra la guerra de Vietnam principalmente), el movimiento fue en realidad bastante heterogéneo y desorganizado.





Tuvo sus formas de expresión en la música (nuevos sonidos como el acid music, el new age y los festivales de música rock) el arte (grafíti, la artesania, pulseras, collares, etc)  y la moda. En el caso de esta última, la vestimenta se salía del estilo formal y común de la sociedad de entonces. Durante éste periodo surgieron los clásicos “patas de elefantes”, las camisas hindúes, la barba y el pelo largo, las faldas floridas, los carteles con la efigie del Che Guevara. La ropa dejó de tener sexo, y nació lo “unisex”, expresión del nuevo individuo pansexual, que iba más allá de las categorías de genero hombre/mujer socialmente construidas e impuestas. La minifalda que creara la diseñadora Mary Quant en 1965 se impuso ampliamente entre las jóvenes. Las flores, símbolo de la época, se usaban tanto en la ropa como en el pelo y representaban el idealismo que los guiaba en la llamada “revolucion de las flores”.
Para algunos, el movimiento hippie solo constituyó una moda más, otra forma de snobismo, una manera de escapar de las responsabilidades, de cambiar una cosa por otra sin profundizar, de abusar de las drogas y enriquecerse con el trapicheo. Esta es la parte negativa del movimiento.  Pero para otros (unos pocos) esta filosofía de vida caló muy hondo. 







Bajo mi punto de vista el movimiento hippie es uno de los puntos de inflexión más relevantes en la historia del acercamiento de las enseñanzas orientales principalmente Budismo y Yoga al gran público occidental.  Comenta Fernando Diez (músico, escritor y orientalista) que vivió directamente este fenómeno:
“El movimiento hippie es un caso único en la historia, por primera vez surge en una sociedad rica y llena de posibilidades, un grupo de personas que desean renunciar a todo ello en pos de una vida más natural, satisfactoria y espiritual. La mirada, se dirigió a la India enseguida y allí se reunieron los más voluntariosos, los que con los años traerían a Occidente el yoga, el budismo, la meditación, el ayurveda y el orientalismo, las comunas y los ashrams que darían lugar a todas las terapias que, más o menos sofisticadas, y sobre todo interpretadas, se practican aquí”.
Como comentaba antes, el movimiento no fue homogéneo y no todos estaban interesados en la espiritualidad, pero sí existía cierto interés general hacia lo oriental. El hippismo como casí todos los movimientos contraculturales defendía el librepensamiento, y esto va unido en mayor o menor medida a la búsqueda de la autorrealización, del “conócete a ti mismo”  de Sócrates. El interés por el misticismo surge por esa voluntad de profundizar en el análisis de la realidad y en el conocimiento de uno mismo, también por la búsqueda de un cambio de consciencia del hombre. De este modo la contracultura y en especial los hippies se acercan al budismo, ya que se trata de una enseñanza que conecta muy bien con los ideales de cambio de conciencia y de liberación aquí y ahora.  Los hippies encontraron en el budismo muchas de las respuestas que se habían planteado. Encontraron una enseñanza fundamentalmente práctica basada en la meditación, donde la existencia o inexistencia de un Dios es irrelevante, donde no hay intermediarios entre el individuo y la totalidad, donde lo verdaderamente esencial es profundizar dentro de uno mismo, despertar la sabiduría y compasión y adquirir la visión correcta que permita liberarnos de la ignorancia o avidjja  que es la causa del sufrimiento. Además de los anteriormente mencionados, otros grandes maestros saldrían a escena por aquellos años, como Allan Watts, o Carlos Castañeda quien con sus “Enseñanzas de Don Juan”, contribuirían a introducir otras escuelas del pensamiento tradicional, como el Taoísmo, sufismo, cristianismo esotérico y como no el chamanismo.






La psicología también se abrió a este nuevo cambio de perspectiva, a pesar de que como dice Stanislav Grof el grueso de la psicología y de la psiquiatría no distingue entre misticismo y psicopatología. La escuela psicológica menos permeable fue el conductismo (una de las más influyentes en Occidente). Esta escuela, cuyo ámbito de estudio ha sido llamado  “ciencia del comportamiento” no encajó bien en su sistema la enseñanza oriental de que no es posible transformar la conducta sino se transforma la visión (en terminos budistas estaríamos hablando de: la visión correcta del Noble Óctuple Sendero).
El psicoanálisis, se mostró también reacio al principio, pero logró abrirse paso a través de Erich Fromm y Karen Horney. La escuela más abierta fue la psicología humanista gestalt, análisis transaccional, rogeriana y existencialismo psicológico  de cuyo matrimonio con la espiritualidad surge la “psicología transpersonal” que incorpora la meditación y el estudio de los diferentes estados de conciencia. La psicología transpersonal considera que la psicología y la espiritualidad son dos aspectos complementarios del desarrollo humano, por lo que intenta realizar una integración entre la práctica psicológica y principios espirituales, tanto occidentales (el cristianismo, por ejemplo), como orientales (el budismo, el yoga, etc.), sus figuras más relevante han sido Stanislav Grof, Anthony Sutich, Miles Vich, Abraham Maslow, entre otros.






Genéricamente hablando, lo que renace de la psicología humanista por parte de las tradiciones espirituales, es el conocimiento de la existencia de distintos estados de conciencia y de toda una sutil “tecnología” para el desarrollo del mundo psíquico del hombre en pos de la adquisición de estos estados de conciencia. Y también renace el concepto de que la divinidad habita dentro del ser humano. Finalmente, que toda persona puede vivir la experiencia de la iluminación.
Los años 60 fueron la época de la imaginación al poder, el laboratorio en que se experimenta a pequeña escala otra forma de vida posible, se imagina otro mundo distinto. Me parece importante señalar que, como parte de sus intenciones de expansión, Estados Unidos consideró importante incluir en los programas universitarios la enseñanza de filosofía oriental y lenguas que podrían resultar útiles (chino, vietnamita, tibetano, etc.). En la Universidad de Washington, por ejemplo, el Programa de Asia Central contaba con el apoyo de la Fundación Rockefeller y del Departamento de Defensa (Fields, 1992: 289). Sin embargo, no se vislumbraba que el efecto sería contrario al que esperaba. Los universitarios se adentraron en la cultura oriental y muy pronto abandonaron la idea de imponerse política o culturalmente a los pueblos de Asia, por el contrario, desarrollaron una gran empatía y el deseo de profundizar el contacto. Esto constituyó una razón más para que el centro de resistencia anti-guerra fueran precisamente las universidades (como casi siempre suele suceder)
El budismo tibetano también ejerció gran influencia durante esta época.
Volviendo de nuevo a la década de los sesenta y al resurgimiento espiritual, también es necesario constatar los efectos negativos que se generaron,  como las interpretaciones frívolas de las enseñanzas, demasiado adaptadas al individualismo narcisista y al consumismo de Occidente,  a tal punto que Chogyam Trungpa Rinpoche (maestro tibetano que llega a Estados Unidos en 1970) describió la situación como un “supermercado espiritual”. Estudio interesante al respecto es la obra de Robert Greenfield “El supermercado espiritual” muestra en su libro a los grupos y comunidades más influyentes de la Norteamérica de los sesenta, el Guru Maharajji, Stephen Gaskin y su familia de la granja, Sri Chimoy, Trungpa Rimpoche, Ram Dass, la Anada Foundation en las Sierras y la Lama Foundatión en Nuevo Mexico. 
Sin menospreciar al occidental verdaderamente interesado en profundizar sobre la enseñanza budista, es necesario también reflexionar sobre la manera en la que muchos occidentales abordan la enseñanza, sobre todo desde que salió de círculos pequeños y empezó a ser más conocida por un mayor número de personas, principalmente a finales de los años 70 y hasta nuestros días.  Se estima que el budismo constituye la 5ª tradición religiosa del mundo:









En Europa se calcula que existen casi dos millones de practicantes budistas; lo que supone que en los últimos 25 años han multiplicado por diez su presencia en el continente. Francia, con más de 450.000 es el estado europeo en el que está más extendida esta tradición.  La enseñanza del Buddha parece que triunfa en Occidente y uno de los motivos principales, como bien ha comentado Maria Teresa Román en una entrevista en Radio 3,  es que el budismo no entra en conflicto con otras tradiciones. El budismo posee un dinamismo y una capacidad de adaptación que la hacen única, ya que el Dharma es fundamentalmente una práctica. Hay incluso sacerdotes cristianos españoles que han empezado a utilizar la meditación budista como complemento de sus ejercicios espirituales.
Comentaba anteriormente la necesidad de reflexionar sobre la manera en que algunos occidentales han abordado y abordan las enseñanzas orientales y en particular el budismo. Pese a que el budismo no es una religión dogmática, ni una teoría especulativa, ni una pose social para quedar bien ante los demás, ni una práctica ritual formalista, ni una ideología,  ni una estética consumista, puede ser abordada interpretada y utilizada como todo esto. Entre los efectos más perjudiciales estarían:
A) Apego por los aspectos más superficiales y pre-racionales de la espiritualidad oriental como el exotismo, etnicísmo y la superstición: Son muchos los occidentales modernos que identifican el budismo con cierta estética exótica, decorativa, incluso minimalista como es el caso de cierta interpretación occidental del budismo zen. Los creadores de tendencias y diseñadores de modas han descubierto en el budismo una nueva estética, un nuevo objeto de consumo a explotar, véase los Buddhabar, la música chill out de Buddha,  la invasión en las tiendas de decoración de bustos de Buddha y demás objetos afines, etc. Bajo mi punto vista, el desarrollo de nuevos estímulos formales o modas no tendría en principio nada de malo si fuese acompañado de una profundización en las enseñanzas.
B) Superficialidad y evasión.  Creencias mágicas, elevadas al rango de verdades trascendentales. Cambiar un envoltorio por otro sin profundizar en lo esencial. Narcisismo espiritual:  Para el occidental contemporáneo que emerge hacia 1970 y llega hasta el año 2000, las religiones orientales ofrecen el decisivo atractivo de poderse practicar de modo individualista, es decir, según el pathos propio de la moderna cultura occidental, que es básicamente una cultura del individuo. Desde el siglo XVIII, los occidentales emprendieron el camino del individuo y del subjetivismo; y, llegado el último tercio del siglo XX y decepcionados de la ciencia, la técnica y el progreso, añoraron la religiosidad perdida y la reencontraron justamente en la filosofía mística de Oriente, basada en la concentración, la meditación y la relajación.  Sin Dios, sin iglesias, sin jerarquias, dogmas, ritos,  ni festividades; también sin cielo ni infierno. Para algunos occidentales el tener una espiritualidad budista viene muy bien a efectos de sentirse diferente y en algunos casos superior. Ser budista parece que proporciona en algunos casos estatus y caché intelectual, indica que se posee y cultiva una “complejidad interior”, lo cual atrae intensamente al esnobismo del hombre contemporáneo.






Una de las maneras en las que el budismo ha sido interpretado en las últimas décadas y ciertas actitudes occidentales hacia la enseñanza, están muy influenciadas por lo que vino a denominarse bajo la etiqueta de “Nueva Era”. Buena parte de las bases y principios más sobresalientes de la llamada Nueva Era, proceden de las enseñanzas budistas. En sus inicios, el movimiento de la Nueva Era emergió como una coalición desorganizada, resultado del movimiento contracultural antibélico de los años sesenta en Estados Unidos y Europa y la espiritualidad hippie. Aunque si bien, anteriormente, la Sociedad Teosófica de mediados del siglo XIX, en la cual cabe destacar a Alice Bailey  expuso muchos principios, cuyas raíces pueden ligarse con las ideas actuales de la Nueva Era (yoga, meditación, tarot, cristales y piedras mágicas, adivinación, sanación a través de la mente, medicina oriental, clarividencia, telepatía, cartas astrales, etc). 
Como era de esperar la “Nueva era” ha dado rienda suelta a los consumidores de modas de todas las índoles, que atraídos por este nuevo  magnetismo devoran ropas, perfumes, gurús de masas, libros de dudosa autoayuda,  alardean de poderes psíquicos, de contactos con extraterrestres y  confunden la energía sexual con la pornografía.
Pero también hay un núcleo consistente de personas lúcidas y responsables que se enfrentan con valor, humildad y sensatez a los gravísimos problemas y contradiciones que afligen a nuestro maltratado planeta y sus  habitantes. Su esfuerzo se dirige a rescatar las esencias de la condición humana y, consecuentemente, a reestructurar la jerarquía de valores, dando preferencia al ser sobre el tener, a la cooperación sobre la competencia, al desprendimiento sobre el egoísmo. Se trata, como puede verse, de un estado de conciencia, de una actitud vital, de un refinamiento de la sensibilidad que nada tiene que ver con modas superficiales ni poses intelectuales
El individuo sensato de la Nueva Era acepta la responsabilidad y el protagonismo de su propia vida.  El racismo, el consumo desmedido, el egoísmo, el maltrato a los animales y a la naturaleza, la falta de respeto por la vida, no tienen cabida en la Nueva Era.






Así pués, el hippie fue un movimiento juvenil que tuvo lugar en los últimos años de la década de 1960 y que se caracterizó por la anarquía no violenta, la preocupación por el medio ambiente y el rechazo al materialismo occidental.  Los hippies formaron una contracultura políticamente atrevida y antibelicista, y artísticamente prolífica en Estados Unidos y en Europa. Su estilo psicodélico y lleno de colorido estaba inspirado por drogas alucinógenas como el ácido lisérgico (LSD) y se plasmaba en la moda, en las artes gráficas y en la música de cantantes como Janis Joplin o de bandas como Love, Grateful Dead, Jefferson Airplane y Pink Floyd.
Dos grandes movimientos también cobraron fuerte impulso en la década del ´60: uno era el “liberación femenina” y el otro el de la lucha contra la discriminación étnica.
En ese marco, en esta década, muchos jóvenes comenzaron a ensayar experiencias no convencionales. Consideraban mediocre y aburrido el mundo “burgués” e iniciaron una búsqueda hacia una vida espiritual y en contacto con la naturaleza. A toda esta búsqueda e iniciativas de los jóvenes, se la comenzó a conocer como “movimiento hippie”.
Al “movimiento hippie” no le interesaba cambiar algunos aspectos de la sociedad –los socio económicos-, sino que lo que pretendían era cambiar la sociedad en forma íntegra. Además de los cambios en la familia y la rebelión juvenil, se sumaba la denominada “revolución sexual”. Ésta última, ocurría acompañada de las grandes transformaciones en las conductas sociales, que se trasladaron también al ámbito privado. La aparición de las píldoras anticonceptivas y su difusión masiva, también influyeron en los cambios producidos en el nivel social.
Los “hippies”, tomaron como actitud contestataria, retirarse de la sociedad a la que condenaban por actitud cómoda y conservadora. Comenzaron, entonces, a reunirse en comunas, constituidas como organizaciones libres y sin jerarquías, en total contraposición de lo que pasaba en la sociedad burguesa. Las reuniones de los hippies se volvieron cada vez más conocidas, pero la que quedó instalada en la memoria, fue el festival de “Woodstock” en 1969, en el cual se reunieron durante tres días, casi medio millón de personas. Además, el movimiento hippie encontró en el rock, un modo de expresión inigualable, sus valores básicos fueron la tolerancia y el amor. La guerra de Vietnam, fue también un hecho clave, que mostró al movimiento en total oposición al conflicto bélico, su gran inconformismo se manifestó en diversas movilizaciones en contra de la guerra y de todo tipo de violencia. 





El icono hippie suele caracterizarse con un hombre de pelo largo y barba mucho más larga que lo considerado “normal” para la época. Ambos sexos tendían a dejarse el pelo largo y de imitar el estilo afroamericano.
La mayoría de la sociedad de la época, consideraba estos “pelos largos” como una ofensa, o como sinónimo de suciedad, o cosa de mujeres.
El hecho de usar el cabello largo, para ambos sexos y su forma particular de vestir, actuaba como una señal de pertenencia identitaria y una muestra de su actitud contestataria y contracultural.
Otras características asociadas a ellos fueron:
- Ropas de colores brillantes.
- Ropas desteñidas.
- Camisas largas, polleras largas, pantalones con botamanga tipo “pata de elefante”.
- Ropas indias o africanas.
- Símbolos como la flor o dibujos de los aborígenes americanos..
- Muchos se confeccionaban su propia ropa como protesta ante la cultura consumista.
- Uso de incienso y recuperación de los valores naturales de las plantas.
- Se reunían a tocar o componer música en fiestas al aire libreo en casas de amigos.
- Vida en comunas.
- San Francisco, California era la principal ciudad de encuentro para los hippies.
- Tolerancia hacia la homosexualidad y la bisexualidad.
- Amor libre: traducido en un rechazo a la institución del matrimonio y una conducta sexual contraria a las imposiciones de las Iglesias o el Estado, que eran vistas como intromisiones a la vida personal.
- Uso de drogas: marihuana, hachís, alucinógenos como el LSD, etc.
 El entonces presidente Ronald Reagan definió al hippie como "un tío con el pelo como Tarzán, que camina como Jane y que huele como Chita".
Festival de Woodstock:
Fue el acontecimiento emblemático del movimiento y si queremos representar cómo fue la década del ´60, seguro que recurriremos a ese festival. Desafiante, inocente, optimista y tolerante, todo eso a la vez y muchas cosas más se pueden decir del mismo. Celebrado en una granja del estado de Nueva York del 15 al 17 de agosto de 1969. Durante tres días, a pesar de las lluvias, el barro y las instalaciones insuficientes, más de 400.000 jóvenes se abarrotaron en un encuentro que pasaría a la historia.
Joan Baez; Crosby, Stills, Nash y Young; The Who; Janis Joplin; Jimi Hendrix; Sly and the Family Stone; Jefferson Airplane y Santana, son solo algunos de los músicos que actuaron en el festival que había sido anunciado como “tres días de paz y amor”.
Estudiantes, fumadores de marihuana, residentes en comunas, profesores y hippies, en general, acudieron a la cita que fue catalogada como “una reunión de todas las tribus”, creando una de las leyendas que quedaría viva por siempre en la cultura musical y roquera.



Liberación homosexual:







Un acontecimiento, cambió algo que ya se venía dando desde la década de ´50. El movimiento homosexual era hasta entonces reducido y discreto, todavía sufría los prejuicios de la época. El aconteciendo del que hablamos, tuvo lugar en un bar (el “Stonewll Inn.”) para homosexuales del Greenwish Village, un barrio bohemio de Nueva York.
Una noche de junio de 1969, en una operación que parecía rutinaria, la policía realizó una redada en el Stonewall, debido a que el mismo no tenía licencia para vender alcohol y por esos tiempos atraía una nutrida clientela de jóvenes, ruidosos y travestis. Lo que hubiera pasado inadvertido, esa noche se tradujo en una violenta reacción sin precedentes. En lugar de dispersarse, los habitúes respondieron con ira. El disturbio duró varios días y el acontecimiento provocó que saliera a la luz, la causa por la “liberación homosexual”.
Los activistas de esta causa, influenciados a su vez por los movimientos del poder negro y la liberación de la mujer, tomaron mayor fuerza y lograron ubicarse en la opinión pública de la época.
Esta rebelión, también fue significativa para aquellos que esperaban un control menos rígido de la sociedad hacia los comportamientos sexuales y para los que esperaban que se termine con la discriminación hacia los homosexuales.(tomado de http://www.portalplanetasedna.com.ar)
Los movimientos a favor de la liberación homosexual comenzaron a expandirse hacia las potencias occidentales. Ya Inglaterra, había despenalizado la homosexualidad y se le sumaban en 1969, Canadá, Alemania, Australia y algunos estados de Norteamérica.
Finalmente, en 1973, la Asociación Norteamericana de Psiquiatría borró de su manual de diagnóstico, a la homosexualidad como enfermedad. De todas formas, la persecución y la discriminación no finalizó allí.





En 1966, «el verano del amor» marcó el apogeo del movimiento hippie. Sus miembros estaban a favor del pacifismo, las religiones místicas y la libertad sexual. Algunos, incluso, defendían el uso de drogas como la marihuana y el LSD (dietilamida del ácido lisérgico), que, se decía, abría la mente a áreas inexploradas.
La psiquedelia fue una opción algo pueril, con un formidable éxito al nivel del gusto. Es posible que esa asimilación propiciara el posterior desvanecimiento, gradual y sin grandes holocaustos, de sus principales comunidades. En contra no sólo estaba el conservadurismo tradicional, sino el sector que se llamaba progresista y veía allí una deserción del compromiso político. Tras una primera época de incondicional acuerdo entre psiquedélicos y radicales políticos, ya en 1967 un simposio sobre Dialéctica de la Liberación propuso —a través del antipsiquiatra D. Cooper— «no dar LSD a Che Guevara; podría dejar de combatir». 

En cuanto al hombre de la calle, aquellas gentes eran para él inexplicables mutantes, aunque poseyeran considerable magnetismo. Y si fueron realmente numerosas en términos absolutos, no por ello dejó de ser su estandarte el de una revolución en buena medida impopular. Una orientación de la técnica hacia metas emancipadoras y no manipuladoras, una demolición de los apoyos institucionales a la mentalidad autoritaria, una efectiva condición de libertad y dignidad individual: esos eran —desde Huxley— los puntos básicos de un programa claro y oscuro a un mismo tiempo, demasiado radical para la mayoría.










En junio de 1967 se celebró en Monterey (EE. UU.) el primer gran festival de música pop al aire libre, al que asistieron unas 200.000 personas. Su poderosa combinación de música pop y cultura juvenil marcó uno de los puntos culminantes de lo que significaron los 60. No obstante, este optimismo empezó a desvanecerse con los asesinatos de Roben Kennedy y Martin Luther King. En casi todo el mundo hubo manifestaciones estudiantiles contra la intervención militar en Vietnam.
En algunas ciudades de EE. UU. se produjeron disturbios y el movimiento en favor de los derechos civiles abandonó su postura no violenta cuando actuaron grupos extremistas. La revuelta se generalizó por todo el mundo, con mayor o menor intensidad. La Primavera de Praga, el mayo francés, la revuelta estudiantil de mayo de 1968 que coincidió con la huelga general de 10 millones de trabajadores, que pedían la dimisión de Charles de Gaulle, incluso aunque con cierto retraso, en nuestro país se produjeron grandes movimientos de protesta contra el franquismo  . 
Pero como resulta evidente, aquella revolución soñada por los jóvenes - o no tan jóvenes- de la década de los 60-70 fué duramente aplastada por la represión de los principales estados centrales, con los EE.UU al frente. Las leyes, el desprestigio, la incorporación al sistema económico de algunos de los más significativos y exitosos de los dirigentes de aquella generació -Bill Gates y Steve Jobbs , entre otros- y la utilización de substancias deleznables como la Heroína fueron suficientes. Un juez de San Francisco de los años 70 decía en una conocida sentencia: «Unido a la droga van el erotismo, la pornografía y la violencia, muchas veces disimuladas bajo la capa del farisaico pacifismo de ciertos melenudos, antes antisociales, nihilistas y portadores del virus que puede dar al traste con nuestra civilización [...] Es fácil comprobar la nefasta influencia de la droga-comunismo. Hace unos días Interpol-Londres informó haber detenido a tres ingleses traficantes de droga complicados en actividades promaoístas, y entre cuyos objetivos figuraba el fomento del consumo de tóxicos. ¿Quién puede olvidar esos movimientos huelguísticos o de rebelión estudiantil o de desenfrenado pacifismo que explotan sistemáticamente casi a la vez en el mundo? ¿Es que acaso no tienen todos ellos un origen común?.
El uso de estupefacientes se halla unido inexorablemente al cuadro del delito. El proxenetismo es consustancial a él. Robos y muertes, y lo mismo el homosexualismo, tienen lugar frecuentemente entre los adictos [...] pues la pérdida de los resortes morales y el estado anímico de inhibición que produce la droga son campo abonado para la materialización de acciones delictuosas. Este es el gran mal de la droga»
Quizás, éstas palabras de Octavio Paz nos ayuden a comprenderlo mejor:
«Ahora estamos en posición de entender la verdadera razón para la condena de los alucinógenos, y por qué se castiga su uso. Las autoridades no se comportan como si quisieran erradicar un vicio dañino, sino como quien trata de erradicar una disidencia. Como es una forma de disidencia que va extendiéndose más y más, la prohibición asume el carácter de una campaña contra un contagio espiritual, contra una opinión. Lo que despliegan las autoridades es celo ideológico: están castigando una herejía, no un crimen.»
O. PAZ, Corriente alterna.




Volviendo al testimonio de Antonio Escohotado: «La LSD parece que ha dado buenos resultados en la lucha contra el alcoholismo. Otras drogas producen una sana euforia y confianza en sí mismo. En bastantes casos, las drogas se han utilizado para estimular la creatividad, el sentido religioso y, en general, la sensibilidad [...] Los datos parecen mostrar que en la mayoría de estas comunidades (San Francisco) está muy desarrollado el sentido de la hermandad bondadosa y filantrópica, que no se da en otros grupos [...] Los alucinógenos en concreto, y en particular la marihuana, suelen facilitar mucho las relaciones humanas, a la par que estimulan la sensibilidad para percibir la belleza de la naturaleza, en particular de la música y pintura, temas que se repiten con frecuencia en largas horas de conversación que dejan en el interlocutor una impresión agradable de acogida y benevolencia» 






En resumidas cuentas, si la revolución coperniquiana y renacentista consiguieron situar el planeta Tierra en su verdadero lugar en el Sistema Solar y en el Universo y al ser humano, como centro y medida de todas las cosas, desprendiéndose -en parte- de la mitología medieval; si la revolución Romántica consiguió conceder el protagonismo al individuo y a los sentimientos de los que es portador; la Revolución de los años 60-70, a mi juicio, consiguió iniciar el camino hacia la recuperación de una más auténtica espiritualidad humana, al hacerle despertar por un lado, a  la conciencia ecológica - conciencia verde- de pertenencia a un ser formado por la interrelación de todas las criaturas existentes -hipotesis Gaia- y por otro, sentando las bases de una nueva religión -en el sentido de religare- más sincera y personal.
Quizás por eso, ahora podréis entender porqué aquel alumno en realidad no llegó a insultarme, quizás  en realidad me ayudó a abrir los ojos, a reconocer  lo que muchos somos de corazón, aunque no lo fueramos.
Como siempre, espero que os sea útil e interesante en la calle.