diumenge, de febrer 28, 2010

TRES AUTORES NORTEAMERICANOS: 3/3 EL ANARCOINDIVIDUALISMO DE H.D.THOREAU



“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera la vida; ¡es tan hermoso el vivir!”
H.D.Thoreau

Henry David Thoreau nació en 1817 en Concord, Massachussetts. En 1845 se construyó una cabaña de troncos. Durante dos años vivió cerca de las orillas de un lago. De esa experiencia nacería una de sus obras más recordadas: Walden. En 1848 se negó a pagar los impuestos porque esos fondos compulsivos eran derivados a la guerra de Estados Unidos contra México. Entonces, fue encarcelado. La compasión de algunos amigos, pagó después la fianza. Thoreau entonces dictó una célebre conferencia que, en lengua castellana, se divulgó como el “Ensayo sobre la desobediencia civil”. Texto de exaltada defensa de la libertad individual frente a las injerencias del Estado que permiten identificarlo como anarco individualista. 


Y Thoreau siempre disfrutó de la soledad y la naturaleza. Era un místico de la contemplación de la belleza y misterio de los bosques, y las montañas, las llanuras y los lagos. Gustaba caminar por vastas extensiones; gustaba meditar a través de la incitación de los sonidos y las formas de la naturaleza. (Texto tomado de: http://www.temakel.com/index.htm)
Durante toda su vida, Henry Thoreau escribió, escribió y escribió —ensayos, libros, poemas, traducciones, cartas, diarios— y lo escrito se ha convertido en parte importante de nuestro patrimonio como americanos. Aunque Thoreau nació hace unos 175 años, las preguntas que se hizo —sobre el sentido de la naturaleza, sobre la necesidad de lo silvestre como tónico para el espíritu, sobre los derechos y las responsabilidades individuales— siguen siendo asuntos centrales de la vida americana. En sus escritos, Thoreau también describió situaciones universales, y se hizo preguntas sobre valores humanos que también los son.
Thoreau nunca mencionó cuándo supo que sería un escritor, pero probablemente en algún momento de su carrera universitaria escogió la escritura como obra de su vida. Aparte de un ensayo temprano sobre las estaciones, cuya autenticidad es dudosa, las primeras composiciones que se conservan de Thoreau son aquellas que escribió para sus clases de lengua y literatura inglesa en la universidad, clases que incluían composición, lógica y exposición pública. Thoreau asistió a las clases impartidas por un profesor de retórica y oratoria llamado Edward Tyrrel Channing. En sus clases, Channing —que instruyó a todo un grupo de extraordinarios escritores— les asignaba temas. Algunos de esos temas influenciaron claramente el trabajo posterior de Thoreau como escritor: por ejemplo, Thoreau escribió un ensayo escolar sobre "el deber, inconveniencias y peligros de la conformidad, en cosas grandes y pequeñas". Diecisiete años después, en Walden, escribió: "Si un hombre no marca el paso con sus compañeros, tal vez sea porque escucha el sonido de un tambor diferente. Dejémosle marchar al son de la música que oye, no importa cuán acompasada o lejana."
Harvard se estableció como una institución puritana, y cuando Thoreau formó parte de ella, la universidad era oficialmente una escuela Unitaria. En los días de Thoreau, los licenciados de Harvard se convertían por lo general en profesores o ministros de la iglesia, no en médicos o abogados. Tras licenciarse en agosto de 1837, Thoreau dió clases durante una temporada: su primer trabajo fue uno bien pagado, como profesor de la escuela del distrito en Concord. 



No obstante, conservó ese trabajo sólo durante dos semanas. Cuando un miembro del consejo escolar visitó la clase de Thoreau y la encontró demasiado bulliciosa para su gusto, pidió a Thoreau que mantuviese una disciplina más estricta. Irritado por esta interferencia, Thoreau seleccionó varios estudiantes al azar, los azotó y dimitió del cargo (se trataba de dejar claro una posición personal, pero comprensiblemente algunos de los estudiantes tratados tan injustamente nunca le perdonaron).
Infructuosamente, Thoreau buscó otro trabajo como profesor, hasta que en 1838 abrió su propia escuela en Concord. En 1839 se le unió su hermano mayor, John, y juntos trabajaron en la reabierta Concord Academy hasta abril de 1841, cuando John enfermó de tuberculosis y la escuela tuvo que cerrar. En lo sucesivo Thoreau confiaría en su talento práctico para mantenerse. Realizó trabajos de pintura, jardinería y mudanza, y trabajó también en el negocio familiar de fabricación de lápices, así como de agrimensor para los terratenientes locales.


Cuando comenzó a dar clases, Thoreau inició un diario en el que recoger sus pensamientos; también modificó el orden de sus nombres, de David Henry a Henry David. Se estaba inventando a sí mismo como un hombre nuevo, como un escritor. Esta faceta constituía la parte más importante de su identidad; para continuar escribiendo se mantenía gracias a sus otros diversos. En noviembre de 1837 vio su obra en letras de imprenta por primera vez, cuando el periódico de Concord publicó un obituario escrito por él.


                                     Escultura de R.W.Emerson

Tras cerrar la Concord Academy en 1841, Thoreau aceptó una oferta de Ralph Waldo Emerson – del que hablaremos en una entrada posterior-, el famoso escritor que vivía en el otro extremo de Concord, para residir con su familia y pagarse la estancia como jardinero y encargado de mantenimiento mientras se concentraba en escribir. Los dos años y medio que permaneció en la casa de Emerson le dieron la libertad de leer, pensar y escribir, cuando más la necesitaba. Mientras se encontraba allí, reorganizó y volvió a copiar todo lo que había escrito en su diario, y decidió estructurarlo y comenzar a recolectar material para su primer libro, A Week on the Concord and Merrimack Rivers. 

                                           Lago Walden

Escribió varios ensayos y un buen numero de poemas, publicando algunos en una revista llamada The Dial, dirigida por Emerson con la ayuda ocasional de Thoreau.
Cuando en 1847 Thoreau describió su vida a los restantes miembros de su clase en Harvard, incluyó "escritor" sólo como un oficio entre muchos otros: "Soy un maestro de escuela; tutor privado, agrimensor; jardinero, granjero; pintor (de brocha gorda), carpintero, albañil, jornalero, fabricante de lápices y de papel de lija, escritor y poetastro a veces." (Correspondence, 196). No obstante, Thoreau estaba a punto de hacer realidad su sueño de publicar un libro: en 1849 apareció A Week, y aunque no se vendió bien, su apreciación de sí mismo como escritor quedo confirmada.
Thoreau continuó escribiendo: sobre sus viajes —al cabo Cod y a los bosques de Maine— y sobre sus caminatas por Concord, durante las cuales observaba cuidadosamente los cambiantes colores de las hojas en otoño y la historia vital del manzano silvestre. 

 
John Brown


Escribió también sobre acontecimientos actuales, como las injusticias de la Ley de Esclavos Fugitivos o de la sentencia de muerte recibida por el abolicionista John Brown tras capitanear un ataque sobre Harper’s Ferry. Y escribió también acerca de una cuestión filosófica: el problema de cómo vivir nuestras vidas cuando la tarea de ser fieles a nosotros mismos parece entrar en contradicción con el deber de ser miembros responsables de la sociedad.
Thoreau escribió su libro más influyente, Walden, sobre el ciclo de su vida en el lago Walden, sito a unas dos millas del centro de Concord, donde vivió entre 1845 y 1847. 



Pero su mayor y más impresionante obra es el diario, que contiene unos dos millones de palabras. Escribió su primera entrada en octubre de 1837 y la última en noviembre de 1861: en total completó casi cincuenta cuadernos con observaciones sobre lo que veía durante sus paseos, comentarios sobre los libros que leía, relatos de conversaciones con sus vecinos, y borradores de fragmentos de las conferencias, ensayos y libros que estaba escribiendo. A partir de 1850 Thoreau escribía en su diario con regularidad. En lugar de escribir todos los dias, empero, parece que guardaba sus notas durante varios días y luego las pasaba al diario todas de una vez.
En el siglo XIX, llevar un diario constituía una forma de escritura más pública de lo que se considera normalmente hoy. Muchos de los vecinos literatos de Thoreau llevaban un diario también —Emerson, Nathaniel Hawthorne, Bronson Alcott y su hija Louisa May—y a veces se intercambiaban los cuadernos y leían las observaciones y reflexiones ajenas. La comunicación epistolar era mucho más popular que ahora, y mucho más necesaria, sin teléfono ni grandes medios de transporte. En sus cartas, Thoreau revela aspectos de su personalidad más directamente que en sus escritos publicados o incluso en su diario. En julio de 1849 escribió a Ellen, la hija de Emerson de diez años de edad que visitaba a sus primos en Staten Island:
“Puedo adivinar bastante bien qué te interesa y qué cosas piensas. De hecho, yo mismo estoy interesado en esas mismas cosas. Supongo que pensarás que las personas tan viejas como tu padre y yo estamos siempre pensando sobre cosas muy graves, pero yo sé que estamos meditando sobre los mismos viejos temas que meditábamos cuando teníamos diez años, sólo que lo hacemos de modo más grave”. (Correspondence, 245)
Los libros y ensayos y poemas y cartas y diarios de Thoreau son todo lo que nos queda de él—los detalles de su vida y personalidad son interesantes y útiles de conocer, pero sólo puedes tener tu propia y directa relación con él mediante las palabras que escribió. Miles de personas en todo el mundo así lo han hecho, y Thoreau ha inspirado grandes ideas y nobles acciones a lectores como el presidente de los EEUU John Fitzgerald Kennedy (1917-1963), el lider indio Mahatma Gandhi (1869-1948), y el defensor de los derechos civiles Martin Luther King, Jr. (1929-1968). ¡Lee a Thoreau y prepárate para cambiar tu vida!
Los escritos de Thoreau, especialmente Walden, están disponibles en muchas ediciones. No obstante, los volúmenes publicados en la colección The Writings of Henry D. Thoreau de la Princeton University Press son los que reflejan más fielmente las intenciones de Thoreau con respecto a su obra. 



Un grupo de editores, expertos en la vida y obras de Thoreau, trabajan desde 1966 bajo el auspicio del National Endowment for the Humanities para dar a la prensa esta nueva colección. Cada volumen cuenta con una introducción que proporciona información sobre la composición y la historia de la publicación de la obra u obras en cuestión, y el diario se completa con notas.

Declaración de fe” (extractos)



“Creo que existe una íntima relación entre la vida exterior y la vida interior; ... creo que diferencia y distancia se identifican. Ansiar una verdadera vida es como emprender un viaje a un lejano país, y verse poco a poco rodeado de ignorados paisajes y de gentes nuevas. Envuelto en mi pasado, comprendo que estoy muy lejos de vivir una vida mejor y más bella, en su pleno sentido. El mundo externo no es sino lo inverso de lo que está en nosotros.
El cambio es siempre cambio. Ninguna vida nueva ocupa viejos cuerpos. Los cuerpos viejos se pudren. La vida es lo que nace, crece y florece.
Creo en la simplicidad. Es asombroso y triste ver cómo hasta el hombre más sabio ocupa sus días en asuntos triviales, creyéndose obligado a relegar a último término cuestiones más importantes. Si un matemático desea resolver un problema difícil, comienza por despojar a la ecuación de toda dificultad, reduciéndola a su más simple expresión. Simplifiquemos el problema de la existencia, y distingamos lo necesario de lo real. Sondeemos la tierra para ver dónde corren nuestras raíces-madres. Yo quisiera basarme siempre en los hechos.
Nuestros sueños son los hechos más positivos que conocemos.
Lo que se puede expresar con palabras, puede igualmente expresarlo nuestra vida. Mi vida actual, es un hecho del que no debo congratularme, pero respeto mi fe y mis aspiraciones. De ellos hablo ahora. Nuestro estado es demasiado simple para describirlo. No he prestado juramento alguno. No he trazado ningún plan sobre la sociedad, la Naturaleza, o Dios. Soy simplemente lo que soy, o más bien, comienzo a serlo.
Vivo en el presente. El pasado no es en mí sino un recuerdo, y el porvenir una anticipación. Amo vivir. Prefiero una reforma antes que un programa. Creo, y nada existe al margen de mi creencia. Sé que yo soy. Sé que otro existe, que sabe más que yo, que por mí se interesa, del que soy su criatura, y en cierto modo también progenitor. Sé que la empresa vale la pena, que las cosas van bien.
¿Quieres convencer a un hombre de que hace mal? Haz el bien. Pero es inútil convencerlo con palabras. Los hombres creen en lo que ven. Hay que procurar que vean. Prosigue tu vida, obstínate en vivirla,
Realiza aquello que más amas…No es preciso demasiada moral…Ve más allá de la moralidad. No te contentes con ser bueno; hay que serlo a toda costa.
Nada se interpone entre tú y la luz. Respeta a los hombres, respeta a tus hermanos, y nada más. Cuando emprendas viaje a la Ciudad Celeste, no lleves carta de recomendación. Cuando llames, pide ver a Dios, y nunca a los lacayos. En esto, que es lo que más te conviene, no se te ocurra pensar que tienes camaradas. Haz cuenta que estás solo en el mundo”...

Sobre “Walden, la vida en el bosque.”



Henry David Thoreau, filósofo anarquista estadounidense, considerado un precursor de la ecología moderna, relata en su libro su alejamiento de la civilización en 1845 para irse a vivir por dos años a una cabaña en los bosques a encarar los hechos esenciales de la vida.
Construyó su cabaña con sus propias manos, comía lo que el bosque le daba sin tomar lo que no le era necesario, compartía con ardillas, aves, ratas y uno que otro amigo humano que se animaba a visitarlo. Vivía en una comunión mística con la naturaleza y dedicaba la mayor parte del día a observarla, tanto que acabo fundiéndose con ella y considerando la vida humana y su entorno como a un todo inseparable. Describió su entorno a tal nivel que sus escritos sirven hoy como pruebas del cambio climático y de la extinción de especies; su relato -a modo de diario informal- habla con la misma pasión de la vida, de filosofía, de religión, del día a día, del cambio de las estaciones, de batallas entre hormigas, de la cocción de una hogaza de pan, la recolección de castañas, la lectura de un libro o el encuentro fortuito con un búho.

 
Monumento y cabaña en la orilla del Lago Walden



Interior de la cabaña

Un libro de un gran idealismo, de un romanticismo igual de radical, de lectura lenta dado el cuidado descriptivo del contexto, pero que por lo mismo logra sumergirnos en el reclamo de una dinámica de vida distinta, de otros tiempos y espacios a escalas más humanas. No es volver a la época de las cavernas como podría ironizar una mala interpretación, no se trata más -¡pero tampoco de menos!- que de darnos cuenta de cómo “las ocasiones de vivir, disminuyen en la medida en que crecen los llamados medios”… pues ”la civilización representa un adelanto real en la situación humana, pero solo el sabio sabe aprovecharse de ello”… como agrega Henry Miller en su prólogo: “Thoreau vivió, mientras nosotros solamente existimos”… entre automóviles, periódicos, frigoríficos y aspiradoras.( Nicolás Sánchez)

Algunos extractos:

“Pero los hombres trabajan bajo la influencia de un error. La parte mejor del hombre muy pronto es arada para abono de la tierra. Por un aparente destino comúnmente llamado necesidad, los hombres se dedican, según cuenta un viejo libro, a acumular tesoros que la polilla y la herrumbre echarán a perder y que los ladrones entrarán a robar. Esta es la vida de un tonto, como comprenderán los hombres cuando lleguen al final de ella, si no lo hacen antes”.
No tiene tiempo de ser otra cosa que una máquina. ¿Cómo va a recordar bien su ignorancia —según requiere su crecimiento— quien tiene que usar sus conocimientos tan a menudo?
La mayoría de los hombres viven una vida de tranquila desesperación. Lo que llamamos resignación no es más que una confirmación de la desesperación. Hasta detrás de los llamados juegos y diversiones de la humanidad se encuentra una desesperación estereotípica, aunque inconsciente. No hay diversión en ellos, porque esta viene sólo después del trabajo.

Pero no hacer cosas desesperadas es una característica de la sabiduría.

Nunca es demasiado tarde para renunciar a nuestros prejuicios.

Lo que hoy todo el mundo repite y acepta como verdadero, puede convertirse en mentira mañana,



Los hechos antiguos pertenecen a las generaciones antiguas, y los nuevos, a la nueva generación. (...)
Hace unos treinta años que vivo en este planeta y todavía estoy por oír la primera sílaba de los serios o valiosos consejos de mis mayores, pues no me han dicho nada, o quizá no puedan decirme nada, de utilidad. Aquí está la vida, un experimento, la mayor parte del cual no ha sido realizado todavía por mí; pero no me beneficia en absoluto que otros lo hayan realizado.

Estamos obligados a vivir concienzuda y sinceramente, reverenciando nuestra vida y negando la posibilidad de un cambio. Decimos que este es el único camino; pero hay tantos caminos como radios pueden trazarse desde un centro. Cualquier cambio es un milagro digno de ser contemplado; pero es también un milagro que ocurre a cada instante.

Para muchas personas lo necesario para la vida se reduce al alimento. Ningún animal de la creación necesita más que alimento y refugio. Lo necesario para la vida del hombre que vive en este clima puede ser clasificado con exactitud bajo estos títulos: alimento, refugio, ropa y combustible.

La mayor parte de los lujos, o las llamadas comodidades de la vida, no son solamente innecesarios, sino también impedimentos para la elevación de la humanidad. En lo que se refiere a los lujos y comodidades de la vida, diré que los más sabios siempre han vivido vidas más simples y pobres que las vidas de los mismos pobres.

Ser un filósofo no consiste en tener pensamientos sutiles meramente, ni en fundar una escuela, sino en amar la sabiduría tanto como para vivirla de acuerdo con sus dictados, para llevar una vida de simplicidad, independencia, magnanimidad y confianza. Consiste en resolver no sólo teóricamente algunos problemas de la vida, sino también prácticamente. (...)

¿Cuál es la razón por la cual el hombre se ha arraigado a la tierra, sino para poder elevarse hacia los cielos en la misma proporción?
En cualquier época y en cualquier hora del día o de la noche, siempre he estado ansioso por mejorar la oportunidad que se me presentara y también por documentarla; por pararme sobre el encuentro de dos eternidades, el pasado y el futuro, que es precisamente el momento presente: por acatar esa regla.

Es verdad que nunca ayudé materialmente a la salida del sol, pero el solo hecho de estar presente era de suma importancia para mí.
¡Ah! ¡Cuántos días de otoño y de invierno pasé en las afueras de la villa, tratando de oír lo que había en el viento, de escucharlo y manifestarlo prontamente!
Todas las mañanas eran una cariñosa invitación para hacer mi vida con igual sencillez, y puedo decir con igual inocencia, que la misma Naturaleza. He sido un adorador de la aurora, tan sincero como los griegos. Me levantaba temprano y me bañaba en la laguna: era un ejercicio religioso y una de las mejores cosas que hacía. Dicen que en la bañera del rey Tching-Thang estaban esculpidos caracteres que decían: “Renuévate completamente todos los días; hazlo de nuevo y de nuevo y siempre de nuevo.” Puedo comprenderlo. La mañana nos trae otra vez las épocas heroicas. Me afectaba tanto el desmayado zumbido de un mosquito dando su vuelta invisible e inimaginable por mi habitación en la temprana aurora, cuando yo estaba sentado con la puerta y ventanas abiertas, como pudiera hacerlo por cualquier trompeta que alguna vez cantó la fama.
Había algo de cósmico en ello; un anuncio permanente del eterno vigor y fertilidad del mundo.
El hombre que no cree que cada día contiene una hora más temprana, más sagrada y rosada que la que él ya ha profanado, ha desesperado de la vida, y está avanzando por un camino descendente y oscuro.
No sé de un hecho que anime más que la incuestionable capacidad del hombre para elevar su vida gracias a un esfuerzo consciente. Es algo poder pintar un cuadro, o esculpir una estatua, y de esa forma hacer bellos unos pocos objetos, pero mucho más glorioso es esculpir y pintar la atmósfera a través de la cual miramos, cosa que podemos realizar moralmente. La más elevada de las artes consiste en alterar la calidad del día. Todo hombre tiene como tarea hacer su vida digna, hasta en sus menores detalles, de la contemplación de su hora más elevada y crítica.

 
Lago Walden


Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera la vida; ¡es tan hermoso el vivir!; tampoco quise practicar la resignación, a no ser que fuera absolutamente necesaria. Quise vivir profundamente y extraer toda la médula de la vida, vivir en forma tan dura y espartana como para derrotar todo lo que no fuera vida, cortar una amplia ringlera al ras del suelo, llevar la vida a un rincón y reducirla a sus menores elementos, y si fuera mezquina, obtener toda su genuina mezquindad y dar a conocer su mezquindad al mundo, o si fuera sublime, saberlo por propia experiencia y poder dar un verdadero resumen de ello en mi próxima salida.



¡Sencillez, sencillez, sencillez! Que tus asuntos sean dos o tres y no cien o mil; En medio de este mar picado de la vida civilizada, son tales las nubes y tormentas y arenas movedizas y mil otras cosas a las que hay que atender, que un hombre tiene que vivir haciendo cálculos si no quiere naufragar e ir al fondo y no llegar a puerto, ... ¡Simplificar, simplificar! En lugar de tres comidas por día, no comas más que una si es preciso; cinco platos en lugar de cien; y reduce todas las demás cosas en esa proporción.



                        Donde Thoreau realizó funciones de jardinero


Vergüenzas y desilusiones son tomadas como las verdades más sólidas, siendo que lo fabuloso es la realidad. Si los hombres observaran sola y firmemente las realidades, y no permitieran que se los engañen, la vida, comparándola con las cosas que conocemos, sería semejante a un cuento de hadas y a Las mil y una noches. Si respetáramos sólo lo que es inevitable y tiene derecho a existir, la música y la poesía resonarían por las calles. Cuando estamos sin prisa y somos prudentes, percibimos que sólo las cosas grandes y dignas tienen una existencia permanente y absoluta; que los temorcillos y los placeres despreciables no son sino la sombra de la realidad. Esto es siempre regocijante y sublime. Los hombres cierran los ojos, dormitan y consienten en ser engañados por las apariencias; así establecen y confirman su vida diaria de rutina y costumbre en cualquier parte, la que, además, está edificada sobre bases puramente ilusorias. Los niños, que juegan a la vida, discriminan mejor su verdadera ley y sus relaciones, con más claridad que los hombres que no logran vivirla dignamente pero que se creen más sabios por su experiencia, es decir, por sus fracasos. (...)


En la eternidad hay realmente algo verdadero y sublime, pero todos esos tiempos y lugares y ocasiones existen ahora y aquí. El mismo Dios culmina en el momento presente, y nunca, en el lapso de todas las edades, será más divino. Y podemos percibir todo lo que es sublime y noble tan sólo por la perpetua inspiración e instilación de la realidad que nos rodea. El universo responde a nuestras concepciones, constante y obedientemente; ya sea que viajemos con rapidez o lentitud, el camino está abierto para nosotros. Por lo tanto, dediquemos nuestra vida a concebirlo.

Empleemos un día tan premeditadamente como lo hace la naturaleza,… Levantémonos temprano, desayunemos gentilmente y sin perturbaciones; que la compañía venga y vaya, que las campanas tañan, que los niños alboroten, sigamos determinados a hacer de ello un día.
El tiempo sólo es el río en el que voy a pescar. Bebo en él; pero mientras bebo, veo el lecho arenoso y descubro cuán superficial es. Su fina corriente se desliza a lo lejos, pero la eternidad permanece.

Con un poco más de meditación en la elección de sus fines, todos los hombres serían quizá esencialmente observadores y estudiosos, porque, sin lugar a dudas, su naturaleza y destino son igualmente interesantes para todos ellos. Acumulando propiedad para nosotros o nuestra posteridad, fundando una familia o una hacienda, o hasta adquiriendo fama, somos mortales; pero cuando tratamos con la verdad, somos inmortales y no debemos temer ningún cambio o accidente.

Ningún método ni disciplina puede reemplazar la necesidad de estar siempre alerta. ¿Qué son un curso de historia o filosofía o poesía, por muy selecto que fueren, o la mejor sociedad o el hábito más admirable, comparados con la disciplina de mirar siempre lo que ha de ser visto? ¿Serás tú un lector, un estudioso meramente, o un profeta? Lee tu destino, mira lo que ante ti se halla y camina hacia el futuro.



Hubo épocas en las que no pude permitirme sacrificar la flor del momento presente por ningún trabajo, sea mental o manual.
A veces, en una mañana de verano, habiendo tomado mi acostumbrado baño, me sentaba en mi soleado umbral, desde que salía el sol hasta el mediodía, transportado a un sueño en medio de los pinos y nogales americanos y zumaques, en soledad y tranquilidad no alteradas, mientras las aves cantaban alrededor o revoloteaban sin ruido a través de la casa, hasta que recordaba la marcha del tiempo por el sol que daba sobre mi ventana occidental, o el ruido del carro de algún viajero en la distante carretera. En esos lapsos, yo crecía como el maíz en la noche y eran mucho mejores que cualquier obra manual. No eran tiempos sustraídos de mi vida, sino ratos muy superiores a los que me permitía corrientemente. Comprendí lo que los orientales entienden por contemplación y abandono del trabajo. En su mayor parte no me daba cuenta de que pasaban las horas. El día avanzaba como para alumbrar alguna tarea mía; era la mañana, y he aquí que ahora es el atardecer y nada memorable he hecho. En lugar de cantar como las aves, sonreía silenciosamente a mi incesante buena fortuna. Como el gorrión tiene su gorjeo, asentado en el nogal sobre mi puerta, así tenía yo mi risa o trino sofocado que podía aquel oír y que procedía de mi nido. Mis días no eran días de la semana, que llevaran la estampa de paganas deidades, ni estaban divididos en horas, o agitados por el tictac de un reloj; yo vivía como los indios Puri, de quienes se dice que tenían solamente una palabra para ayer, hoy y mañana, y expresaban el particular significado de ayer señalando hacia atrás, de mañana apuntando hacia adelante y de hoy indicando lo que tenían sobre la cabeza. Esto sería para mis conciudadanos una pereza extraña, no hay duda; pero si las aves y flores me han refinado con su ejemplo, no seré hallado en falta. Un hombre debe encontrar sus ocasiones en sí mismo, es verdad. El día natural es muy tranquilo y difícilmente le reprochará su indolencia.

Nunca me he sentido solo, ni tampoco deprimido por forma alguna de soledad, salvo una vez, y esto fue unas pocas semanas después de haber venido a los bosques, cuando por una hora dudé de si la próxima vecindad del hombre no sería esencial para una vida serena y saludable. El estar solo era entonces poco placentero para mí, pero al mismo tiempo me daba cuenta de que estaba pasando por una ligera dolencia en mi modo de pensar y parecía prever que había de mejorarme. En medio de una lluvia suave, mientras prevalecían estos pensamientos, noté de pronto la existencia de una sociedad dulce y benéfica en la Naturaleza, en el golpear acompasado de las gotas y en cada sonido y vista alrededor de mi casa; una amistad infinita e indescriptible, como si se tratara de toda una atmósfera que me mantenía, una amistad que convirtió en insignificantes todas las ventajas imaginarias de la vecindad humana; y no he pensado en ella desde entonces. Cada pequeña aguja de los pinos se dilataba, henchida de simpatía, y me ofrecía su amistad. Me di cuenta muy claramente de la presencia de algo relacionado conmigo hasta en los parajes y escenas que solemos llamar salvajes y tristes, y también de que mi pariente más próximo y el más humano no era una persona, ni un habitante de la villa; y pensé que a partir de entonces ningún lugar me sería extraño. (...)
Con frecuencia solían decirme: “Me atrevo a pensar que usted se siente solo por allí y que desea estar más cerca de la gente, especialmente en los días y noches de lluvia y nieve.” Suelo tener deseos de contestar a esas gentes: “Este planeta entero donde vivimos no es más que un punto en el espacio. ¿A qué distancia creen ustedes que viven los dos habitantes más lejanos de aquella estrella, el ancho de cuyo disco no puede ser apreciado por nuestros instrumentos? ¿Por qué habría de sentirme solo? ¿No está nuestro planeta en la Vía Láctea?”. No me parece que esa pregunta que me han formulado sea la más importante. ¿Qué clase de espacio es el que separa a un hombre de sus semejantes y le hace sentirse solitario? He descubierto que ningún movimiento de las piernas puede aproximar a dos mentes.
Con el pensamiento podemos estar junto a nosotros mismos, en un sentido sano. Por un esfuerzo consciente de la mente, podemos estar separados de las acciones y de sus consecuencias; y todas las cosas, tanto las buenas como las malas, pasan por nosotros como un torrente. No, estamos completamente involucrados en la Naturaleza. Puedo ser el madero arrastrado por la corriente o Indra mirándolo desde el cielo. Puedo ser afectado por una función de teatro, o, por el contrario, puedo no ser afectado por un suceso real que parece estar mucho más relacionado conmigo. Me conozco sólo como una entidad humana; como la escena, por así decirlo, de mis pensamientos y afectos, y me hago cargo de una cierta duplicación, por la cual puedo situarme tan lejos de mí mismo como de cualquier otra persona. A pesar de mi intensa experiencia, soy consciente de la presencia y crítica de una parte mía, que es como si no fuera una parte de mí, sino un espectador que no comparte experiencia alguna, sino que toma nota de todas; y eso no es más mi persona de lo que lo eres tú. Cuando la comedia, quizá la tragedia, de la vida se ha acabado, el espectador sigue su camino. En lo que a él respecta fue una especie de ficción, tan sólo un trabajo de la imaginación. Esta duplicidad puede convertirnos fácilmente algunas veces en malos vecinos y amigos.


La indescriptible inocencia y beneficencia de la naturaleza del sol, del viento y la lluvia, del verano y el invierno, ¡qué salud, qué alegría proporcionan siempre! Y tal simpatía tienen ellos siempre por nuestra raza, que toda la Naturaleza se dolería y disminuiría el brillo del sol y los vientos suspirarían humanamente y las nubes lloverían lágrimas y los bosques se despojarían de sus hojas y se pondrían de luto en medio del estío, si algún hombre se quejara alguna vez por una causa Justa. ¿No tendré inteligencia con la Tierra? ¿Acaso no soy en parte hojas y vegetal? ¿Cuál es la píldora que nos conservará serenos y contentos? No la de mi bisabuelo ni la del tuyo, sino las vegetales y botánicas medicinas universales de la Naturaleza, nuestra bisabuela, con las cuales esta se ha conservado siempre joven, ha sobrevivido en su día a tanto longevos y alimentado su salud con su marchita fertilidad.,,, mi panacea sería recibir una corriente de puro aire matutino. ¡Aire de la mañana!

El paisaje de Walden es de escala humilde, y aunque muy hermoso, no da sensación de grandeza ni puede interesar mucho a quien no lo ha frecuentado largo tiempo o vivido en su ribera; pero esta laguna es tan notable por su profundidad y pureza que merece una descripción especial. Es un pozo verde, claro y profundo, de media milla de longitud, y de una milla y tres cuartos de circunferencia, y de alrededor de sesenta y dos acres de superficie; un manantial perpetuo entre pinares y robledales, sin ninguna entrada o salida de otros elementos, exceptuando las nubes y la evaporación. Las colinas circundantes se levantan abruptamente del agua hasta cuarenta u ochenta pies. Esos oteros están cubiertos de bosques en su totalidad. Todas nuestras aguas de Concord se reducen finalmente a dos colores: uno visto desde la distancia y el otro, más preciso, desde cerca. El primero depende más de la luz e imita al cielo. Con una atmósfera clara, durante el verano, esas aguas parecen azules a pequeña distancia, especialmente si se mueven, y a gran distancia todas parecen iguales. En tiempos tempestuosos, las aguas son a veces de color pizarra oscura.


Las lagunas White y Walden son grandes cristales en la faz de la Tierra, Lagos de Luz.... Son demasiado virginales para tener un valor en el mercado; no contienen dinero alguno. ¡Cuánto más bellas son ellas que nuestras vidas, cuánto más transparentes que nuestros caracteres! ¡Jamás hemos aprendido de ellas bajeza alguna! ¡Cuánto más bellas que el lodazal situado ante la puerta del campesino, en el que nadan sus patos! Aquí llegan los patos salvajes. La Naturaleza no tiene un habitante humano que la aprecie.

Cuando volvía al hogar a través del bosque con mi sarta de pescado, arrastrando mi caña y siendo ya del todo oscuro, vi en una ojeada rápida a una marmota que pasó furtivamente por mi sendero y sentí una emoción extraña de salvaje delicia, y tuve la fuerte tentación de capturaría y devoraría cruda; no porque yo tuviera hambre en aquel entonces, sino por aquel salvajismo que la marmota representaba. (...) Los sucesos más feroces habían llegado a serme sumamente familiares. Encontré entonces en mí —y aun ahora lo hallo— un instinto que me llevaba hacia una vida más alta o espiritual, según suele decirse, como lo tiene la mayoría de los hombres, y otro instinto que me llevaba hacia un nivel primitivo y salvaje; y guardo respeto por ambos. Reverencio lo salvaje tanto como lo bueno. La aventura silvestre de la pesca me apetecía. A veces me place ocupar un lugar firme en la vida y emplear mi día como lo hacen los animales. Quizá mi muy estrecha relación con la Naturaleza la deba yo a esa ocupación y a la caza, que practiqué de muy joven. (...)

Toda nuestra vida es de una moral sorprendente. Entre la virtud y el vicio jamás hay un instante de tregua. La única inversión que nunca quiebra es la bondad.
La Naturaleza tiene entrañas y así, de nuevo indica, que es madre de la humanidad.
la Tierra aún se encuentra en pañales y que extiende a todas partes sus dedos infantiles.
Nada inorgánico existe.
La Tierra no es meramente un fragmento de historia muerta, colocada estrato sobre estrato como las hojas de un libro, para que la estudien sobre todo geólogos y anticuarios, sino que es poesía viviente al igual que las hojas de un árbol, que preceden a las flores y a los frutos; no es una Tierra fósil, sino una Tierra viva; toda vida animal y vegetal, comparada con la gran vida central de la Tierra, es meramente parasitaria.

Con mi experimento aprendí al menos que si uno avanza confiado en la dirección de sus ensueños y acomete la vida que se ha imaginado para sí, hallará un éxito inesperado en sus horas comunes. Dejará atrás algunas cosas, cruzará una invisible frontera; unas leves nuevas, universales y más liberales, principiarán a regir por sí mismas dentro y alrededor de él; o las viejas leyes se expandirán y serán interpretadas en beneficio suyo en un sentido más generoso, y vivirá con el permiso de seres pertenecientes a un orden más elevado. En la proporción en que haga más sencilla su vida, le parecerán menos complicadas las leyes del universo y la soledad no será soledad, ni la pobreza será pobreza, ni la debilidad será debilidad.

Por menguada que sea tu vida, enfréntala y vívela; no la esquives, ni le apliques rudos apelativos. Ella no es tan mala como tú. Parecerá más pobre cuanto más rico seas tú. Aun en el paraíso hallará faltas el crítico. Ama tu vida por pobre que sea. Puedes tener horas agradables, emocionantes y gloriosas hasta en un asilo. El sol poniente se refleja en las ventanas de un hospicio con igual brillo que en la mansión del hombre opulento; en la primavera, la nieve se funde ante su puerta tan pronto como en otras partes. Un alma reposada puede vivir ahí tan contenta y tener pensamientos tan alegres como en un palacio.



Cultiva la pobreza como una hierba de jardín, como la salvia.
No te intereses mucho en conseguir cosas nuevas, ya sean vestidos o amigos. Da vuelta los viejos vestidos; vuelve a los viejos amigos. Las cosas no varían, nosotros sí. Vende tus ropas y conserva tus pensamientos. Dios verá que no te haga falta la sociedad. Si yo estuviera confinado en el rincón de una buhardilla de por vida, igual que una araña, el mundo sería para mí exactamente tan grande como antes, mientras mantuviera mis pensamientos conmigo. Dijo el filósofo: Se puede capturar al general de un ejército de tres divisiones y desbandarlo, pero no se le puede quitar sus pensamientos ni siquiera al hombre más abyecto y vulgar. No busques tan ansiosamente desarrollarte, ni someterte a muchos influjos; todo eso es disipación. La humildad, como la oscuridad, revela las luces del cielo.

Antes que el amor, el dinero y la reputación, denme la verdad. Me senté a una mesa en la que había sabrosos manjares y vino abundante y cuidadosa atención, pero donde faltaban la sinceridad y la verdad; y me escapé con hambre de aquel ágape poco hospitalario.

Cuando me planto cerca del insecto que se arrastra en medio de los piñones, en el suelo del pinar, tratando de esconderse a mi mirada, y me pregunto por qué el insecto acariciaría esos humildes pensamientos y ocultaría su cabeza de mi presencia cuando quizá podría ser yo su benefactor y proporcionar alguna información consoladora a su raza, me acuerdo del Gran Bienhechor y de la Inteligencia que me observa a mí, el insecto humano.

La sencilla tumba de Thoreau, en los bosques que tanto amó.


Todo el mundo ha oído el cuento que ha circulado por Nueva Inglaterra, de un escarabajo fuerte y bello que salió de la seca tabla de una vieja mesa de manzano que había estado en la cocina de una granja durante sesenta años, primero en Connecticut y luego en Massachusetts; procedía de un huevo depositado en el manzano cuando este vivía, muchos años antes, como se comprobó al contar las capas anuales de la madera que rodeaba al huevo. Se lo sintió roer hacia afuera durante varias semanas, incubado probablemente por el calor de un samovar. ¿Quién, oyendo esto, no siente fortalecida su fe en la resurrección y en la inmortalidad?
La luz que enceguece nuestros ojos es oscuridad para nosotros. Sólo alborea el día para el cual estamos despiertos. Hay aún muchos días por amanecer. El sol no es sino una estrella de la mañana”.

Moderno edificio sede de la Fundación Thoreau en Concord.