dimecres, de març 03, 2010

TRES AUTORES NORTEAMERICANOS: 2/3 R.W. EMERSON "EL BUDA DEL OESTE"

 

Ralph Waldo Emerson (25 de mayo de 1803, Boston- 27 de abril de 1882, Concord, escritor y poeta estadounidense.
El padre de Ralph Waldo Emerson era un pastor o clérigo unitarista que murió cuando su hijo tenía ocho años dejando a su familia en una absoluta pobreza, de la que salieron aceptando la caridad y admitiendo huéspedes. Su madre se las arregló sin embargo para que todos sus hijos pudieran ser admitidos en la Universidad de Harvard con becas, y allí fue a parar Ralph Waldo cuando contaba catorce años. En la universidad empezó su famoso Diario, una antología y centón de pasajes que le sorprendían o admiraban en sus lecturas con sus correspondientes comentarios que terminó alcanzando los 182 volúmenes y que será la base de donde extraerá sus obras posteriores, desde sus sermones hasta sus conferencias y ensayos. Tras obtener su título con un expediente académico mucho más discreto que los de sus hermanos, ayudó a uno de ellos en una escuela de señoritas que había establecido en la casa de su madre. Cuando su hermano William partió a Gotinga (Alemania) para hacer estudios de teología, Emerson asumió la dirección de la escuela, lo que aseguró su manutención largos años y le dejó tiempo suficiente para estudiar teología y convertirse asimismo en pastor unitario en 1829, antes de dimitir en 1832 tras un conflicto con los dirigentes de esta iglesia, pues había dejado de creer en que la comunión fuese un sacramento y no quería seguir administrándola. De hecho, su hermano mayor William había regresado de Gotinga tan atónito por lo que había aprendido de la nueva crítica histórica de la Biblia que había abandonado la teología y había empezado a estudiar derecho. Emerson dejó de creer posible el fundamentar la religión en pruebas empíricas. 
                        Interior del estudio donde trabajaba Emerson

Poco después perdió a su amada mujer, Elena Louisa Tucker, que falleció en febrero de 1831.
Emerson hizo un largo viaje por Europa entre 1832 y 1833; atravesó Italia, se detuvo en París (su visita al Museo de Historia Natural lo marcará profundamente) y en Gran Bretaña conocerá a los poetas lakistas del primer romanticismo inglés, también a los filósofos con quienes mantendrá una activa correspondencia; las biografías de Emerson "Hombres representativos" (1850) recuerdan los Héroes (1840) de Carlyle. 




Aún hará un viaje más a Inglaterra, entre 1847 y 1848, para dar conferencias, y volverá a ver allí a Carlyle; sobre estos viajes imprimirá su libro de viajes English Traits ("Rasgos ingleses", 1856). A su vuelta abogó públicamente en favor del abolicionismo.
En 1835, Emerson compró una casa en Concord, Massachusetts, y se volvió rápidamente una de las personalidades de la ciudad. Allí entabló gran amistad con el filósofo anarcoindividualista Henry David Thoreau –ver la entrada siguiente, de este mismo Blog- a quien propuso en el otoño de 1837 que escribiese un diario, lo que Thoreau acometió con entusiasmo durante lo que le restaba de vida. Él mismo escribió un Diario que fue publicado póstumamente en 16 volúmenes por la Harvard University Press entre 1909 y 1914.
Publicó de forma anónima su primer libro, Nature, en septiembre de 1836; en él exponía los fundamentos de su filosofía; el 31 de agosto de 1837 pronunció un discurso en la sociedad Phi Beta Kappa, "El estudiante americano", en el que proclamaba la independencia literaria de los Estados Unidos y recomendaba vivamente a los americanos crear su propio estilo de escritura, liberado del europeo; el 15 de julio de 1838 Emerson pronunció un discurso, conocido como The Divinity School Address, decisivo para la historia del Unitarismo. Recogió algunos de estos trabajos, discursos y conferencias en su primer libro de Ensayos (1841). Insólitamente para tratarse de un producto filosófico de origen norteamericano, pronto se tradujeron al francés y al alemán y fueron respetuosamente reseñados en la Revue des Deux Mondes.



Emerson perdió a su hijo Waldo por la escarlatina en 1842. Su dolor le inspiró dos obras mayores: el poema Threnody y el ensayo Experience. En 1855 escribió una entusiasta carta de alabanza a Walt Whitman por su libro Leaves of grass, Hojas de Hierba, la cual publicó el poeta sin su permiso para autopromocionarse, cosa que encolerizó a Emerson, aunque cuando Emerson lo visitó en diciembre de ese mismo año se hicieron amigos. 

                                          Walt Whitman

La filosofía positivista y afirmativa de Emerson inspiró poderosamente a Whitman, quien además le hizo leer los poemas de Cálamo, que Emerson alabó aunque no supo ver realmente la supuesta homosexualidad más o menos explícita de este libro. El gran ensayista murió en 1882 y está enterrado en el cementerio de Sleeppy Holow, en Concord.


                                Tumba de R.W. Emerson

Influido por la filosofía racionalista y romántica alemana que conoció a través de Carlyle y por el Hinduismo que le hizo estudiar su amigo Max Müller, Emerson proponía el Transcendentalismo, una vía intuitiva basada en la capacidad de la conciencia individual, sin necesidad de milagros, jerarquías religiosas ni mediaciones. Después participó con otros intelectuales en la fundación de la revista The Dial, cuyo primer número salió en 1840 para ayudar a la propagación del Transcendentalismo, y que se editará ininterrumpidamente hasta 1844. 


En 1846 publicó Poemas. Reunió sus conferencias sobre grandes figuras de la historia y de la cultura en Hombres representativos (1850); El sentido de la vida (1869), fue el primero de sus libros en obtener un éxito inmediato; incluye los ensayos "Poder", "Riqueza", "Destino" y "Cultura". Después publicó un segundo poemario, Día de mayo y otros poemas (1867). Su producción se reduce desde entonces, aunque su fama de escritor ya era enorme. Sociedad y soledad (1870) es otra colección de conferencias y en Parnaso (1874) recoge sus poemas favoritos. Otras obras son Cartas y objetivos sociales (1876) e Historia natural del intelecto (1893).
La filosofía de Emerson es típicamente liberal: potencia los valores del individuo y del yo, es afirmativa, vitalista y optimista. De ahí las alabanzas que mereció por parte de pensadores como Nietzsche y otros. Es considerado uno de los primeros ensayistas norteamericanos; publicó dos series de este tipo de escritos, entre los cuales destacan títulos como "Naturaleza", "Libros", "Autosuficiencia", "Ancianidad", "Civilización americana", "Historia", "Confianza en sí mismo", "El poeta", "Compensación", "Experiencia", "Política" o "El trascendentalista".

Aproximación a la obra de Emerson


Recordar la figura de Ralph Waldo Emerson estimula y consuela, nos hace revivir la vieja fe en el hombre que implica una estrecha relación entre cada individuo y la fuente de toda sabiduría. Sólo nos es necesario mirar con honradez dentro de nosotros mismos para aprehender la verdad.
Emerson era un pensador individualista asistemático, no erudito. Leía mucho. No conocía bien ni a fondo ninguna lengua, ninguna ciencia, ninguna filosofía. Su falta de sistema se advierte en la desorganizada estructura de sus ensayos. Su justificación la encuentra en su propia filosofía que le enseñaba a mirar dentro de sí a cada momento sin referencia al pasado. Procedía por introspección, por inspiración, por posesión más que por un proceso de raciocinio. Es el idealismo aplicado a la vida práctica. Sus verdades más elevadas proceden de intuiciones, no de la ciencia. Su pensamiento, está bien anclado en el sentido común le irradia evidencias inspiradas e iluminadoras de todas las posibilidades de la vida en el nivel más elevado. Es un místico al mismo tiempo que un hombre de sentido de sentido común. 


Oliver Wendell Holmes, le llamó “El Buda del Oeste”, el sabio nacido para abrir el secreto de los cielos. Su tema constante es la omnipresencia de Dios: “El mundo está saturado de la divinidad”, afirma en su idealismo platónico, “el alma penetra todas las cosas”. Su actitud mental es -como vemos- optimista, basada siempre en la confianza y en la fe. “Toda mi filosofía, que es muy real, enseña conformidad y optimismo. El individualismo y la autoconfianza son fundamentales para su teoría de la vida. “Insiste en ti mismo, nunca imites”, aconseja.
Como poeta, Emerson ha merecido las más variadas opiniones críticas. En nuestra opinión ( opinaba Concha Zardoya en el ABC de 19-5-1982), sus mejores pasajes corresponden a pensamientos profundos; esto explica su propio principio de que “los grandes pensamientos garantizan la expresión musical”. La forma epigramática de los suyos no ha sido superada por ningún otro escritor norteamericano. Emerson escribe una poesía sosegada, filosófica y para algunos, sublime; escasamente apasionada, ni dolorosa ni alegre. Habla al intelecto, pero no conmueve al corazón. Su atmósfera es clara y helada, como un paisaje de invierno. La presencia del poeta mismo es vaga e intangible. El lector, alguna vez, le advierte en las estrellas… Sólo cuando se pone en contacto con la Naturaleza parece familiar a sus semejantes.

"Los ojos llenos de alegría de ese muchacho caprichoso y salvaje
Dibujan su órbita como meteoros, bordeando la oscuridad
Con su rayo secreto. Saltan sobre la línea del horizonte
En pos del privilegio de Apolo: miran a través del hombre
Y de la mujer, del mar y de las estrellas: miran la danza
De la naturaleza y miran más allá, a través de las lenguas
Y de las razas y de los confines del tiempo. Esos ojos
Miran el orden musical y la armonía de los poetas
Que en el Olimpo cantaron a las divinas ideas.
Esos ojos nos hallarán siempre jóvenes;
Siempre nos mantendrán así."

Su poesía es original y auténtica; su mensaje es verdadero para el alma, y no importa que, en conjunto, sea sobrepasado por su prosa. Parece pertenecer a otra raza, a otros climas y condiciones. Emerson es grande en una dirección: hacia lo alto.
Otra condición emersoniana que nos interesa destacar es su notable espíritu de tolerancia; hasta era tolerante con aquellos que no podían tolerar nada. No había en él ni un ápice de egotismo. Apoyó siempre la doctrina de la hermandad de todos los seres humanos. Y es, quizás, el primer escritor norteamericano, que habló al hombre de la calle.
Su idealismo, sin embargo, era una cualidad casi heroica, sobre todo si se piensa en su calidad de ciudadano norteamericano, cada poema, cada ensayo, cada frase y cada verso parecen volatizarse individualmente en una aspiración hacia lo ideal. Emerson es ante todo, un discípulo puro de Platón, eso sí, nacido por arte de magia en Massachusetts, participa de la convicción platónica de que las intuiciones verdaderas se justifican por si mismas. En éste sentido sus ideas, en el fondo, no tenían nada de nuevas, eran guijarros de viejos pensamientos, abandonados por las primeras corrientes de la inteligencia humana.


Ante sus ensayos, el espíritu crítico se inhibe. ¿Por qué? Porque nos hallamos en el dominio de la intuición. Cada frase estimula el pensamiento, para comprenderla, hay que sopesar su sentido. A través del velo de los pensamientos, se percibe el mundo de los sentidos.
Emerson es uno de los autores más controvertidos de la literatura norteamericana. Para unos es el predicador de un muerto ideal romántico. Para otros, es el eterno expositor, siempre inspirado del individualismo. Probablemente, sólo una de sus propias doctrinas no fue contradicha por el mismo en alguno de sus ensayos: la de la autosuficiencia del individuo. Por fidelidad a ella, el autor llena sus páginas de contradicciones: su objetivo, era decir, cada día, su verdad. Si ésta verdad variaba y le forzaba a la inconsistencia, tanto peor para la consistencia. Emerson jamás violó esta regla: el derecho de vivir su propia vida y expresar sus propios pensamientos.
Emerson era un gran demócrata. Para él la democracia tenía su raíz en la sagrada verdad de que cada ser humano posee en sí la razón divina y de que todos los hombres son capaces de vivir de acuerdo a los dictados de la razón, en igualdad perfecta. Como Whitman creía que cada ser humano era divino y digno de divinos honores. También fue un vigoroso defensor de la abolición de la esclavitud, aunque no fuera un hombre de acción.

 
Margaret Fuller, una de las más estrechas colaboradoras de Emerson

Su crítica contra las tendencias materialistas de su patria, logra su clímax en su discurso: “El sistema de la Naturaleza” de 1841. Sus palabras conservan una candente validez en su aplicación en la vida de ayer… y de hoy:
“Hemos oído demasiadas cosas acerca de los resultados del maquinismo, el comercio y las artes utilitarias… La avaricia, la duda y lo que se sigue son nuestras enfermedades. La rápida riqueza que centenares de personas consiguen en el comercio, o por la incesante expansión de nuestra población, encanta los ojos de todos los demás; la suerte de unos es la esperanza de miles y los actos de soborno, como la proximidad de una mina, empobrecen la granja, la escuela, la iglesia, la casa y hasta el cuerpo y el rostro de los hombres. En tanto que los hombres de la multitud se degradan entre sí y dan circulación a doctrinas de desconfianza. El estudioso ha de ser un introductor de la esperanza y debe al hombre, aún contra sí mismo”.
Palabras de otro siglo, pero igualmente atractivas en éste por su belleza, su honradez y un indefinible encanto de sencillez y sabiduría. Palabras que invitan a creer en el ser humano individual, a pesar, de todos los errores y desastres de su Historia.

Extractos de “El espíritu de la Naturaleza”.



Nuestra era es retrospectiva. Construye los sepulcros de los antepasados. Escribe biografías, historias y críticas. Las generaciones anteriores miraban cara a cara a Dios y a la naturaleza; nosotros lo hacemos a través de sus ojos. ¿Por qué no habríamos de entablar también nosotros una relación original con el universo? ¿Por qué no habríamos de tener una poesía y una filosofía que sean fruto de nuestra propia visión y no de la tradición, y una realidad que nos sea revelada a nosotros, en lugar de ser la historia de la revelada a ellos? Cobijados por un tiempo en la naturaleza, cuyas corrientes de vida nos circundan y atraviesan, y merced a los poderes que nos confieren, nos incitan a realizar acciones conmen¬surables con ella, ¿por qué avanzar a tientas entre los huesos resecos del pasado y convertir a la generación viviente en un desfile de máscaras con su descolorido vestuario? El sol brilla también hoy. Hay en los campos más lana y más lino. Hay nuevas tierras, nuevos hombres, nuevas ideas. Demandemos nuestras propias obras y leyes y cultos.

Filosóficamente considerado, el universo se compone de la naturaleza y el alma. Por lo tanto, hablando con propiedad, todo lo que es distinto de nosotros, todo lo que la filosofía distingue como NO YO', o sea, la naturaleza y el arte, el resto de los hombres y mi propio cuerpo, debe ser clasificado bajo este rótulo: NATURALEZA....
Naturaleza, en el sentido corriente, se refiere a las esencias no modificadas por el hombre: el espacio, el aire, el río, la hoja del árbol.
Para estar en soledad, un hombre necesita apartarse tanto de la sociedad como de su propio cuarto. Yo no estoy a solas cuando leo y escribo, aunque nadie esté conmigo. Si el hombre ha de estar solo, que mire las estrellas. Los rayos que vienen de esos mundos celestiales se interpondrán entre él y lo que toca. Se diría que la atmósfera ha sido hecha transparente con esta intención: brindar al hombre, en los cuerpos celestes, la presencia perpetua de lo sublime.
Si las estrellas aparecieran una noche en mil años, ¡cómo creerían en ellas los hombres y las adorarían, y preservarían por muchas generaciones el recuerdo de la ciudad de Dios que les fue mostrada! Sin embargo, estos emisarios de la belleza llegan noche tras noche y alumbran el universo con su sonrisa admonitoria.


Los astros despiertan cierta reverencia, pues aunque siempre están presentes, son inaccesibles; mas todos los objetos naturales ejercen análoga impresión cuando la mente está abierta a su influjo.
Ni el más sabio de los hombres puede arrancarle su secreto ni es capaz de calmar su curiosidad descubriendo toda su perfección.
Cuando hablamos de la naturaleza, de este modo, pensamos en un sentido peculiar de esa palabra, altamente poético. Querernos significar la impresión global que causan los múltiples objetos naturales. Esto es lo que distingue al árbol del poeta, de la madera que tiene ante sí el leñador.
Hay una cualidad en el horizonte, de la que ningún hombre es dueño; sólo lo es aquel cuya visión puede integrar todas las partes, vale decir, el poeta. Es lo mejor de las fincas de esos hombres y, sin embargo, sus títulos de propiedad no les dan derecho sobre ello.

Hay una cualidad en el horizonte, de la que ningún hombre es dueño; sólo lo es aquel cuya visión puede integrar todas las partes, vale decir, el poeta. Es lo mejor de las fincas de esos hombres y, sin embargo, sus títulos de propiedad no les dan derecho sobre ello.
El sol ilumina únicamente el ojo del hombre, pero resplandece en cambio en el ojo y en el corazón del niño. El amante de la naturaleza es aquel cuyos sentidos interiores y exteriores aún siguen amoldados verdaderamente el uno al otro; aquel que ha conservado en su madurez el espíritu de la infancia. Su comercio con el cielo y con la tierra se vuelve parte de su diario sustento. Pese a sus reales tribulaciones, en presencia de la naturaleza, lo recorre un salvaje deleite. La naturaleza dice: He aquí mi criatura, y a pesar de sus impertinentes aflicciones, conmigo estará contenta. No sólo el sol y el verano, sino cada hora y cada estación del año rinden su tributo de goce; pues cada hora y cada cambio, desde el sofocante mediodía hasta la noche tenebrosa, corresponden a un distinto estado mental y lo avalan. La naturaleza es un escenario que se adapta igualmente bien para una pieza cómica o trágica. Cuando uno está sano, el aire es un licor de increíbles virtudes. Cruzando sobre la nieve fresca un campo despoblado, bajo un cielo nuboso y crepuscular, y sin que me viniera a la mente ningún augurio particularmente bueno, sentí una exaltación perfecta, un contento lindante con el temor.
En el bosque, un hombre también se desprende de sus años, como una serpiente de su piel, y en cualquier etapa de su vida es siempre un niño. En los bosques esta la perpetua juventud. En esas plantaciones de Dios reinan la santidad y el decoro, lucen las galas y atavíos de un festival perenne, y el visitante no ve cómo podría cansarse de todo ello ni en mil años. En el bosque retornamos a la razón y a la fe. Allí siento que nada habrá de acontecerme en la vida -ninguna desgracia, ninguna calamidad (que no dañe mi vista)-sin que la naturaleza pueda subsanarlo. De pie sobre la tierra desnuda, bañada mi frente por el aire leve y erguido hacia el espacio infinito, todo mezquino egoísmo se diluye. Me convierto en un globo ocular transparente; nada soy: lo veo todo; las corrientes del Ser Universal me circulan; soy una porción de Dios. El nombre cíe mi amigo más íntimo me suena entonces extraño y accidental; ser hermanos, ser conocidos, ser amo o ser sirviente es una minucia y una molestia. Soy el amante de una belleza incontenible e inmortal.... en la lejana línea del horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso co¬mo su propia naturaleza.



La naturaleza sirve a otra necesidad del hombre aun más noble: el amor a la belleza.
Los antiguos griegos llamaban al mundo kosmos, belleza. La constitución de todas las cosas, o el poder plástico del ojo humano son tales, que las formas primordiales como el cielo, la montaña, el árbol, el animal nos provocan deleite en y por sí mismas, un goce que surge de su perfil, color, movimiento y manera de agruparlas. Esto parece deberse en parte al ojo mismo, que es el mejor de los artistas. Mediante la acción recíproca de su estructura y de las leyes de la luz, se produce la perspectiva, que integra cada masa de objetos -cualquiera que sea su carácter en un colorido y bien sombreado globo, de tal modo que allí donde los objetos individuales son vulgares y anodinos, el paisaje que ellos componen es acabado y simétrico.
...la mera percepción de las formas naturales es un goce. Tanto necesita el hombre el influjo de las formas y acciones de la naturaleza que, en sus funciones inferiores, parece yacer dentro de los confines de los bienes materiales y de la belleza. Al cuerpo y la mente viciados por una tarea o una compañía perniciosas, la naturaleza los cura y les devuelve su temple.
Pero en otras horas, la naturaleza satisface con su solo encanto, sin mezcla alguna de beneficio corpóreo. Contemplo desde la cumbre de la colina que se halla por detrás de mi casa, el espectáculo del amanecer, desde el alba hasta la salida del sol, y siento lo que un ángel sentiría. Las largas, esbeltas franjas de nubes flotan como peces en el mar de luz purpúrea. Desde la tierra, como desde una playa, miro ese mar silente. Me imagino participando de sus rápidas transformaciones; el activo encantamiento toca mi polvo, y yo me dilato e inspiro, al unísono con la brisa matinal. ¡Cómo nos diviniza la naturaleza, con unos pocos y baratos elementos! Dadme la salud y el día, y toda la pompa de los emperadores se me tornará ridícula. La aurora es mi Asiria, el crepúsculo y el claro de luna son mi Pafos e inimaginables reinos de fantasía; el ancho mediodía será mi Inglaterra de los sentidos y del entendimiento; la noche, mi Alemania de la filosofía mística y los sueños.
...el delicioso crepúsculo de ayer. En el poniente, las nubes se dividían y volvían a dividirse en copos rosados con tintes de indecible tersura, y el aire de enero era tan vivo y suave que entrar en la casa producía pesar. ¿Qué es lo que quería decirnos la naturaleza? ¿Acaso no tenía ningún significado el vívido reposo del valle tras el molino, que ni Homero ni Shakespeare habrían podido recrear en palabras para mí? Los deshojados árboles se vuelven llameantes espirales en el ocaso, sobre el telón de fondo del Este azulado, y las estrellas de los muertos cálices de las flores, y cada tallo marchito y cada rastrojo escarchado aportan algo a la callada música.


Para el ojo atento, cada momento del año tiene su propia belleza, y en un mismo lugar de la campiña contempla hora tras hora un cuadro que no se vio jamás y que jamás se volverá a ver. Los cielos cambian a cada instante y reflejan su gloria o su desdicha en las planicies de abajo. De una semana a otra, el estado de los cultivos en las granjas vecinas altera la expresión de la tierra. La sucesión de las plantas autóctonas en los pastizales y caminos, silencioso reloj mediante el cual el tiempo marca las horas estivales, haría perceptible hasta las divisiones del día, a un fino observador. Bandadas de pájaros e insectos, puntuales como las plantas, se siguen unas a otras, y el año da cabida a todos. En las corrientes de agua, la variedad es mayor aún. En julio, en los bajíos de nuestro amable río, florecen en grandes lechos las pontederias azules, y bullen con enjambres de mariposas amarillas en continuo movimiento. El arte no puede rivalizar con esta pompa de carmín y de oro. El río está, en verdad, perpetuamente engalanado, y alardea cada mes con un nuevo adorno.

La presencia de un elemento superior, a saber, el elemento espiritual, es esencial para su perfección. La egregia, divina belleza que puede ser amada sin languidecimiento es aquella que se encuentra combinada con la humana voluntad. La belleza es el sello que Dios pone a la virtud... Cada ser racional tiene por dote y heredad a la naturaleza entera. Es suya, si así lo desea.

La naturaleza extiende sus brazos para acoger al hombre, con sólo que los pensamientos de este tengan su misma grandeza. De buen grado le sigue ella los pasos con la rosa y la violeta, y cede sus majestuosas y graciosas líneas para adornar a su hijo bien amado. Basta que los pensamientos de este tengan su misma vastedad, y el marco se amoldará a la tela. Un hombre virtuoso vive al unísono con las obras de la naturaleza y se convierte en la figura central de la esfera visible.
Queda aún otro aspecto bajo el cual puede visualizarse la belleza del mundo: cuando se transforma en un objeto del intelecto. Además de la relación que mantienen con la virtud, las cosas se relacionan también con el pensamiento. El intelecto persigue el orden absoluto de las cosas tal como estas residen en el espíritu de Dios,... la belleza que, con respecto a las acciones viene, como hemos visto, sin que se la busque -y viene porque no se la busca-, queda a merced de la aprehensión del intelecto, y luego, a su turno, del poder activo. Nada divino muere. Todo lo bueno se reproduce eternamente. La belleza de la naturaleza vuelve a plasmarse en la mente y no para la contemplación estéril, sino para una nueva creación.
La faz del mundo impresiona en alguna medida a todos los hombres; a algunos, hasta el deleite. Este amor por la belleza es el buen gusto. Hay quienes sienten ese mismo amor con tanto exceso que, no satisfechos con admirar, procuran encarnarlo en nuevas formas. La creación de belleza es el arte. La producción de una obra de arte echa alguna luz sobre el misterio de la humanidad. Una obra de arte es una síntesis o epítome del mundo. Es, en miniatura, el resultado o expresión de la naturaleza; pues aunque las obras de la naturaleza son innumerables y todas distintas entre sí, el resultado o expresión de todas ellas es similar y única. La naturaleza es un mar de formas fundamentalmente semejantes y hasta unitarias. Una hoja, un rayo de sol, un paisaje, el océano ejercen un efecto análogo sobre el espíritu. Lo común a todos ellos, esa perfección y armonía, es la belleza. El patrón de la belleza esta dado por el circuito entero de formas naturales, por la totalidad de la naturaleza; los italianos expresaron esto al definir a la belleza como "il piú nell'uno" [lo múltiple en lo uno]. Nada es, por sí solo, cabalmente hermoso; lo hermoso sólo lo es dentro del conjunto. Un objeto cualquiera es hermoso únicamente en la medida en que sugiere esta gracia universal. El poeta, el pintor, el escultor, el músico, el arquitecto procuran concentrar esta radiación del mundo en un solo punto, y en sus diversos trabajos cada cual trata de satisfacer el amor a la belleza que lo estimula a crear. El arte es, así, una naturaleza pasada a través del alambique del hombre; en el arte, la naturaleza opera a través de la voluntad de un hombre colmado de la belleza de las obras primeras de aquella.


El mundo existe, por lo tanto, para el alma, con el fin de satisfacer el anhelo de belleza. A este elemento lo llamo un fin último. En su sentido más amplio y profundo, la belleza es una de las expresiones del universo. Dios es la suma justicia; la verdad, la bondad y la belleza son diferentes rostros de esa misma totalidad. Pero la belleza de la naturaleza no es un fin último. Es el heraldo de una belleza interior y eterna, y en sí misma no constituye un bien sólido y saciante.
Las palabras son signos de fenómenos naturales. El recurrir a la historia natural ha de ayudarnos en la historia sobrenatural; el recurrir a la creación exterior nos dará un lenguaje para las entidades y transformaciones de la creación interior. Si se busca la raíz de todas las palabras utilizadas para expresar un hecho moral o intelectual, se comprobará que han sido tomadas de alguna manifestación natural. "Correcto" [right] significa "recto, derecho" [straight]; "Equivocado" significa "retorcido". "Espíritu" es esencialmente "soplo, viento"; "transgresión" es "el cruce de una línea"; "altanería" es " la elevación de las cejas". Decimos "el corazón" para expresar la emoción, " la cabeza" para denotar el pensamiento; y "pensamiento" y "emoción" son palabras tomadas de cosas sensibles y atribuidas a la naturaleza espiritual.
No sólo las palabras son emblemáticas: las cosas mismas lo son. Cada fenómeno natural es un símbolo de un fenómeno espiritual. Cada manifestación de la naturaleza corresponde a un estado de la mente, y a este último sólo es posible describirlo presentando como su imagen esa manifestación natural. Un hombre estará furioso como un león o será astuto como un zorro o firme como una roca; un hombre sabio es una antorcha encendida. El cordero es la inocencia; la víbora, la insidiosa inquina; las flores expresan para nosotros, la delicadeza. Luz y tinieblas son nuestra forma habitual cae referirnos al saber y a la ignorancia; el ardor, nuestra expresión usual de la pasión amorosa. La distancia que divisamos detrás de nosotros y la que divisamos delante son, respectivamente, las imágenes de nuestro recuerdo y de nuestra esperanza.
¿Quién, mirando meditabundo la corriente de un río, no rememora el fluir de todas las cosas? Arrojad a ella una piedra, y los círculos que se propagan son el hermoso modelo de toda influencia. El hombre es consciente de un alma universal que está dentro o por detrás de su vida individual, donde las esencias de la justicia, la Verdad, el Amor, la Libertad surgen y brillan como en un firmamento. A esta Alma Universal -que no es mía, ni vuestra, ni de aquel otro, sino que nosotros somos de ella, somos su propiedad y sus huestes- él la llama Razón.... Aquello que, intelectualmente considerado, llamamos Razón, si se lo considera en relación con la naturaleza lo llamamos Espíritu. El Espíritu es el Creador. El Espíritu porta consigo la vida. Y en todas las épocas y países, el hombre lo ha incorporado a su lenguaje como el Padre.



A causa de esta radical correspondencia entre las cosas visibles y los pensamientos humanos, los salvajes, que sólo tienen lo que es necesario tener, conversan mediante figuras. A medida que nos remontamos en la edades de la historia, el lenguaje se torna más pictórico, hasta que al llegar a su infancia es poesía total, o sea que todos los hechos espirituales son representados por símbolos naturales. Se comprueba que los mismos símbolos componen los elementos primitivos de todas las lenguas. Se ha observado, además, que las expresiones idiomáticas de todas las lenguas se aproximan unas a otras en los pasajes (le mayor fuerza y elocuencia. Y así como es la primera lengua, es también la última. Esta dependencia directa entre el lenguaje y la naturaleza, esta conversión de un fenómeno externo en un modelo de algo vinculado con la vida humana, nunca pierde la capacidad de conmovernos.
El poder de un hombre para ligar cada uno de sus pensamientos con su símbolo apropiado y entonces proferirlo, depende de la simplicidad de su carácter, vale decir, de su amor a la verdad y de su anhelo de comunicarla sin menoscabo. A la corrupción del hombre le sigue la corrupción del lenguaje. Cuando la simplicidad del carácter y la soberanía de las ideas son quebradas por el predominio de deseos secundarios -el deseo de riquezas, de placeres, de poderío, de fama-, y la duplicidad y la falsedad toman el lugar de la simplicidad y la verdad,
Pero los hombres sabios... vuelven a enlazar las palabras con las cosas visibles; de modo tal que un lenguaje figurativo es de inmediato una convincente garantía de que quien lo emplea ha establecido una alianza con la verdad y con Dios.
Si el hombre que dialoga seriamente presta atención a sus procesos intelectuales, descubrirá que una imagen material más o menos luminosa surge en su mente junto con cada pensamiento, y le pro¬porciona su vestidura.
La naturaleza nos enseña más cosas de las que podemos transmitir a voluntad. Su luz penetra para siempre en el espíritu, y no olvidamos su presencia. El poeta o el orador criado en los bosques, cuyos sentidos se nutrieron año tras año, de sus ecuánimes y apaciguadores cambios, sin que él se lo propusiera ni les prestara atención, no echará en saco roto esas enseñanzas... Al llamado de un noble sentimiento, vuelven a ondear las ramas, a murmurar los pinos, a correr las aguas centelleantes del río, a mugir el ganado en los montes, tal como lo vio y oyó en su infancia.

Vemos al lenguaje, siempre pronto a investir lo que queremos comunicar, y al mismo tiempo no podemos evitar preguntarnos si los caracteres no serán significativos en sí mismos. Las montañas, las olas del mar, el cielo ¿no tienen ningún otro significado que el que deliberadamente les damos cuando los empleamos como emblemas de nuestro pensamiento? El mundo es emblemático. Las partes de la oración son metáforas porque la naturaleza toda es una metáfora de la mente humana. Las leyes de la naturaleza moral responden a las de la materia, como un rostro al otro en el espejo. "El mundo visible y la relación que guardan sus partes son el cuadrante en que se estampa lo invisible". Los axiomas de la física traducen las leyes de la ética: "El todo es mayor que sus partes", "La reacción es igual a la acción", "Un objeto de menor peso puede elevar a otro de mayor peso, siendo la diferencia compensada mediante el tiempo", y muchas proposiciones similares tienen un sentido ético a la vez que físico. El sentido de estas proposiciones es mucho más amplio y universal, cuando se lo aplica a la vida humana...
Esta relación entre la mente y la materia no es el producto de la fantasía de un poeta sino el fruto de la voluntad de Dios, y por ende, todos los hombres están en libertad de conocerla.... Cuando en horas afortunadas, el hombre sabio medita sobre este milagro, duda de que no haya estado sordo y ciego en todo otro momento, pues el universo se vuelve entonces transparente y es atravesado por la luz de leyes superiores a la nuestra. Es este el perenne problema que provocó el asombro c instó al estudio a todos los grandes genios, desde que comenzó el inundo; desde la era de los egipcios y los brahmanes a las de Pitágoras, Platón, Bacon, Leibnitz, Swedenborg. He ahí, a la vera del camino, la Es¬finge, ante la cual -en todas las épocas- cada profeta ha probado fortuna, tratando de descifrar su enigma. El espíritu parece tener la necesidad objetiva de manifestarse en formas materia¬les; y el día y la noche, el río y la tormenta, el mamífero y el pájaro, el ácido y el álcali, preexisten como ideas necesarias en la mente de Dios, y son lo que son en virtud de atributos precedentes en el mundo del espíritu. Un hecho es el punto final, la emanación última del espíritu. La creación visible cierra la circunferencia del mundo invisible.
...en armonía con la naturaleza, el amor a la verdad y a la virtud, purificarán los ojos de manera que puedan comprender su texto. Poco a poco, podremos llegar a poseer el sentido primigenio de los objetos perennes de la naturaleza, de modo tal que el mundo sea para nosotros un libro abierto, y en cada forma encontremos el significado de su vida oculta y de su causa final.

¡Qué nobles emociones dilatan al mortal que entra en los concilios de la creación y siente, gracias a su saber, en qué consiste el privilegio de SER! Su visión lo purifica; la belleza de la naturaleza resplandece en su propio pecho. Cuando el hombre ve esto se torna más grande, y más pequeño el universo, porque las relaciones del espacio y el tiempo se desvanecen a medida que las leyes son conocidas.



Su (del ser humano) pensamiento victorioso se enfrenta a todas las cosas y las reduce una tras otra, hasta que el mundo sólo se torna al fin una voluntad realizada: el doble del hombre.
...la naturaleza es siempre aliada de la religión y presta al sentimiento religioso todo su boato y sus riquezas.
Este carácter ético penetra hasta tal punto los huesos y la médula de la naturaleza que parece ser el fin para el que fue creada... todo proceso natural es una traducción de una sentencia moral. La ley moral está en el centro de la naturaleza y desde allí, irradia hacia la circunferencia... Y es indudable que este sentimiento moral que así perfuma el aire, crece en el grano e impregna las aguas del mundo es captado por el hombre y penetra en su alma. La influencia moral de la naturaleza sobre un individuo es la cantidad de verdad que ella ilustra para él. En esto se percibe particularmente la unidad de la naturaleza -la unidad en la variedad- con la que nos encontramos por doquier. La infinita variedad de las cosas produce una impresión siempre idéntica.
Jenófanes, en su vejez, se lamentaba de que, mirara donde mirase, todo cuanto lo rodeaba volvía velozmente a la Unidad. Estaba ahíto de ver la misma entidad en la tediosa variedad de las formas. La fábula de Proteo esconde una verdad vital. Una hoja, una gota de agua, un cristal, un instante del tiempo, están relacionados con la totalidad y participan de su perfección. Cada partícula es un microcosmos y traduce fielmente la similitud del mundo.

El problema de reinstaurar en el mundo la belleza original y eterna es resuelto mediante la redención del alma. Las ruinas o el vacío que vemos cuando miramos la naturaleza están en nuestros propios ojos. El eje de la visión no coincide con el eje de las cosas, y entonces, en lugar de resultarnos transparentes nos parecen opacas. El motivo por el cual el mundo carece de unidad y yace en fragmentos y montículos dispersos, es que el hombre no está unido consigo mismo. No podrá ser un naturalista hasta que satisfaga todas las demandas del espíritu; y este demanda amor no menos que percepción. En verdad, ni el amor es perfecto sin la percepción, ni esta lo es sin aquel. En el significado último de las palabras, el pensamiento es devoción, y la devoción, pensamiento. La profundidad convoca a la profundidad... Hay hombres inocentes que veneran a Dios, siguiendo la tradición de sus antepasados, sin haber hecho extensivo su sentido del deber al uso de todas sus facultades... El día en que un fiel pensador, resuelto a apartar cada objeto de las relaciones personales y verlo a la luz del pensamiento, avive al mismo tiempo a la ciencia con el fuego de los sentimientos más sagrados, Dios emergerá otra vez en la creación.


La invariable señal de la sabiduría es ver lo milagroso en lo corriente. ¿Qué es un día? ¿Qué es un año? ¿Qué, el verano? ¿Qué, una mujer? ¿Qué, un niño? ¿Qué, el dormir? Estas cosas le parecen intrascendentes a nuestra ceguera. Construimos fábulas para ocultar la desnudez del hecho y adecuarlo, como solemos decir, a las leyes superiores de la mente; pero cuando el hecho es visto a la luz de una idea, la ornamentada fábula se desmorona y reseca, y contemplamos la verdadera ley superior. Por ello, para el sabio, un hecho es auténtica poesía y la más hermosa de las fábulas. Y estas maravillas os son traídas hasta las puertas mismas de vuestra casa.

Llegaremos así, a ver con nuevos ojos el mundo. Y el mundo responderá al perenne interrogante del intelecto ¿Qué es la verdad? y de los sentimientos -¿Qué es el bien?¬ sometiéndose pasivamente a la educada Voluntad. Sucederá entonces lo que anunció mi poeta: "La naturaleza no es estática sino fluida. El espíritu la altera, la modela, la plasma. La inmovilidad o brutalidad de la naturaleza es ausencia de espíritu; para el espíritu puro, ella es fluida, volátil, obediente. Cada espíritu se construye una morada, y más allá de esa morada un mundo, y más allá de ese mundo un cielo. Sabed, pues, que el mundo existe para vos. Y para vos es el fenómeno perfecto. Sólo podemos ver lo que somos.
Construid, pues, vuestro propio mundo. A medida que ajustéis vuestra vida a la idea pura que tenéis en la mente, esta desplegará sus grandes proporciones. Una correspondiente revolución en las cosas acompañará al influjo del espíritu. Pronto se diluirán las desagradables apariencias, la canalla, los insectos, las víboras, las pestes, los manicomios, las prisiones, los enemigos: todo ello es pasajero y no será visto más. La sordidez y las inmundicias de la naturaleza serán secadas por el sol y barridas por los vientos. Como cuando el verano que sube desde el sur funde la nieve y entonces la tierra muestra su verde rostro, así el espíritu, en su avance, irá creando sus adornos y trayendo consigo la belleza que él envía y el canto que la hechiza; trazara en torno de sí caras hermosas, cálidos corazones, sabios argumentos y actos heroicos, hasta que el mal no se vea ya. Entrará al reinado del hombre sobre la naturaleza, que no proviene de la observación -un dominio que ahora trasciende su sueño de Dios-, sin maravillarse menos que el ciego al que poco a poco se le ha restituido la visión perfecta. 

1 comentari:

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