“Toda la tierra es una tumba y nada se escapa a ella,
nada es tan perfecto que no caiga y desaparezca...
lo que fue ayer, ya no es hoy,
y lo que vive hoy, no puede esperar a ser mañana”
Nezahualcóyotl
“Desde los 15 latidos por minuto del corazón de una ballena hasta los más
de 1000 del corazón de un colibrí, parece haber una relación entre el tamaño
del cuerpo y el número de pulsaciones del motor que nos da la vida. Los seres
del reino animal viven en el tiempo, un equivalente a mil millones de latidos
de su corazón.
La naturaleza fue extremadamente generosa con el ser humano. Le concedió
vivir tres veces
más de lo
que por su
tamaño y sus
latidos le hubiesen correspondido.
Sin embargo esto
nunca le resultó
suficiente. Desde el principio de su recorrido
por el mundo,
el deseo de
seguir viviendo, de inmortalidad, le ha
caracterizado y hecho
concebir casas para
la vida después
de la vida.
Esperando y confiando
en que la
hubiese. Deseando seguir
rodeado de las
formas, números y
proporciones que le
acompañaron durante ese
siempre corto recorrido
vital. Deseando seguir
aprendiendo y entendiendo
el mundo a
través de la
ciencia, filosofía y
el arte. Deseando
continuar entre sus seres queridos. Deseando... deseando... deseando...”
A lo largo de las páginas de éstos mis/vuestros blogs, he dedicado algunas entradas e reflexionar sobre el tema de la muerte. Entre ellas, podéis ver las siguientes:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2008/10/eros-y-tanathos.html
donde se explica con todo detalle el proceso físico-químico y biológico de la muerte cómo fenómeno natural.
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2007/02/els-camins-de-lart.html
en ella podréis observar las relaciones del romanticismo y la muerte.
o ésta otra donde se recoge un significativo texto más filosófico de Paul Brunton sobre que es la muerte y los caminos post mortem.
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2007/01/textos.html
Pero el tema es infinito y en otras muchas entradas encontraréis información sobre la muerte, los ritules funerarios...
En la entrada de hoy, quisiera ceñirme a la relación entre la muerte y un fenómeno que aunque parece nuevo, en realidad no lo es, el "Dark Tourism" o Turismo de cementerios que lleva a millones de visitantes a los principales cementerios del mundo; además aprovecharemos para preguntarnos sobre el porqué de éste interés "aparentemente macabro", visitaremos el más bello cementerio del mundo, prestando atención a algunas de sus mejores obras de arte, y finalmente, daremos una descripción de los más destacados símbolos de la estatuaria funeraria. Comenzemos.
En la incansable
lucha contra la brevedad
de nuestro ser,
vivimos conscientes de
ella y luchando
cada día, con
más fuerza y
menos esperanza, para
entender después de
vivos, que somos
solamente capaces de legar un
recuerdo tristemente finito a quienes nos seguirán en esa lucha
y en esa
irremediable brevedad de la vida
del hombre, de
su gloria, de su poder... de su
poder excepto, frente a la muerte.
Qué razón han
tenido aquellos -escultores- que
de forma a
veces tierna y
a veces brutal,
nos recuerdan con
su obra, que
la muerte es
lo único que
a todos nos
iguala.
Y eso que, una de las vías de acceso para encontrar la razón de nuestra
existencia es el de explicar este evento, por unos temidos y por otros deseado:
La Muerte. Diariamente nos enfrentamos con ella. En la medida en que el hombre
observa la finitud de la vida en otros, se pregunta el porqué de la muerte y
recapacita en la propia, tratando de evitar su horror a través de pactos para
alargar su existir. Siempre ha tratado de llegar a entender el sentido de la
Muerte, de conocer sus mecanismos de operación, y sin embargo no hemos llegado
a aprehender este fenómeno tan complejo.
El evento Muerte se puede ver a partir de su intrincada red de formas, y
ángulos de aproximación a ella, pero, ¿qué es la muerte?, ¿por qué morimos? La
biología trata de responder a estas preguntas dentro de su campo de estudio: La
Vida. El hombre al ser un organismo de reproducción sexual, tiende a tener un
ciclo: nacimiento, maduración, reproducción sexual, envejecimiento y muerte.
Este ciclo puede ser roto por accidentes en cualquiera de sus fases, y por
tanto, no cumplirse en su totalidad, aunque pueda terminar en el último
estadio.
Así, la muerte puede presentársenos de diferentes formas, ya sea como un
hecho biológico determinado genéticamente para los organismos pluricelulares de
reproducción sexual, a partir del rompimiento del continuo ciclo de vida, o por
el cese de funciones vitales.
En el caso del Fenómeno Humano, debido a su complejidad
biopsicosociocultural, se entretejen una serie de relaciones en torno al
deceso, tomando un abanico de matices el hecho biológico, el deceso,
convirtiéndose en un complejo biopsicosociocultural, la muerte. Le propiciamos
espacios, tiempos, creencias y devociones, humanizándola, todo ello para que el
miedo al fin, nuestra consciencia de finitud, sea paliado y aceptemos nuestra
perennidad.
La muerte es una parte inamovible de la vida y a lo largo de la historia ha
tenido una importancia crucial en la formación de las sociedades a través de
sus rituales, costumbres, religiones e incluso conflictos. Los lugares de
enterramiento y los materiales que acompañan al fallecimiento de una persona se
han convertido también en lugares de importancia, de culto y recuerdo a los
allegados.
Y como testigo de esto, en el desarrollo de la humanidad han venido
desarrollándose diversos espacios que han querido mantener la memoria de los
que ya no están viva entre sus contemporáneos y descendientes y el planeta se
ha ido poblando de lugares de enterramiento de más o menos importancia según la
categoría social de los fallecidos.
Las distintas culturas han ido construyendo sus sitios de descanso eternos,
con sepulturas bajo tierra, grandes monumentos funerarios o espacios para
enterrar a una gran masa de población. Y estos lugares –paradójicamente- de
enterramiento, aunque muchas veces los propios turistas no sean conscientes, se
han convertido en verdaderos destinos de turismo cultural porque reúnen arte,
historia y antropología, algunas de las más importantes inquietudes que llaman
al visitante cultural, como hemos visto anteriormente. Espacios de enterramiento
pero también espacios que conmemoran a personajes importantes en su
fallecimiento y que generan un flujo turístico importante a nivel mundial.
Algunos de los edificios o monumentos más conocidos y visitados
internacionalmente están directamente relacionados con la muerte. El gran
monumento indio de mármol blanco, el Taj Mahal,
es sin duda una de las obras
arquitectónicas más bellas del planeta, reconocida como Patrimonio Cultural de
la Humanidad por la UNESCO e incluso considerada como una de las nuevas Siete
Maravillas del Mundo, y atrae cada año a millones de turistas. Pero el Taj
Mahal no es más que un grandioso mausoleo que el emperador musulmán Shah Jahan
mandó construir en el siglo XVII para perpetuar la memoria de su esposa
favorita y donde descansan los restos de ambos personajes. Siglos antes, la
civilización egipcia ya edificaba grandes estructuras de ingeniería para
enterrar a sus faraones y dotarlos de riquezas que les acompañaran en su nueva
vida. Esta cultura levantó las Pirámides de Guiza,
conocidas mundialmente y
visitadas por un elevado número de turistas, que, en definitiva -según creen algunos especialistas-, es una vasta
necrópolis con el protagonismo central de las tumbas de los faraones Keops,
Kefrén y Micerinos. Sin embargo, no fueron los únicos monumentos relacionados con
la muerte que esta civilización dejó en Egipto; las tumbas reales
del conocido
como Valle de los Reyes es otro de los grandes ejemplos.
Con todo, el turismo cultural que genera Egipto no sólo se caracteriza por
reunir arte, arqueología, historia e, incluso, ingeniería, sino que sus grandes
focos de atracción cultural están directamente relacionados con la muerte.
Como en Egipto, también se construían templos funerarios con formas
piramidales en otras partes del mundo. La cultura tolteca, o la maya dejaron importantes
monumentos de este tipo en América, que hoy también son reconocidos recursos
culturales capaces de impulsar la visita turística de un gran número de
personas. Ejemplos de ello son las tumbas localizadas en las ruinas de la
antigua ciudad de Tikal, en Guatemala, o el Sitio de Copán, en Honduras o
Teotihuacan cerca de México capital. En el lado opuesto del mundo, las
dinastías chinas construyeron grandes panteones como el Mausoleo de Qui Shi
Huang, más conocido por albergar la extensa colección de los guerreros de
terracota de Xi’an, o las Tumbas de la Dinastía Ming en las proximidades de
Pekín, un relevante foco turístico nacional, en el primer caso, y un
complemento cultural a los grandes monumentos de la capital, en el segundo.
Todas las culturas y religiones han dejado vestigios de sus enterramientos
que aún perduran. En los inicios de la fe cristiana se empezaron a excavar
catacumbas, construcciones subterráneas dedicadas a albergar un gran número de
tumbas en las paredes de los túneles que discurrían bajo las ciudades. Quizá,
las más conocidas son las de Roma,
que ya se han convertido en un atractivo
peculiar en la capital italiana y complementan a la monumentalidad del antiguo
Imperio y las obras del Renacimiento. También son famosas las de París, aunque
estas datan de siglos posteriores. El fallecimiento de personajes de gran
relevancia para el Cristianismo y la veneración a sus restos provocaron durante
la Edad Media el surgimiento de las grandes rutas de peregrinación. Las
ciudades que guardaban los restos mortales de éstos se convertían en verdaderos
centros culturales a los que llegaban personas de todo el mundo, y muchos
siguen siendo hoy grandes destinos de turismo religioso y cultural. Uno de los
ejemplos más populares es la ciudad gallega de Santiago de Compostela y su
catedral, lugar donde se suponía que yace el apóstol Santiago en torno al cual
se generó el gran itinerario cultural europeo de peregrinaje, el Camino de
Santiago. Europa también cuenta con una numerosa variedad de monumentos
relacionados con la muerte construidos a lo largo de su larga historia, desde
los edificios funerarios griegos y romanos hasta los enterramientos de grandes
reyes, emperadores y personalidades de los últimos siglos. En España, por
ejemplo, proliferaron durante el Gótico, el Renacimiento y el Barroco, grandes
obras arquitectónicas y también sepulcros que llenaron iglesias y catedrales.
Así, la Capilla Real de Granada, que alberga los restos mortales de los Reyes
Católicos, Juana la Loca y Felipe el Hermoso; la Sacra Capilla del Salvador, en
Úbeda, como panteón funerario del que fuera secretario de estado con Carlos I,
Francisco de los Cobos; el sepulcro de Juan II de Ribagorza, emplazado en el
Monasterio de Montserrat;
o el panteón con las tumbas reales de España en el
Monasterio del Escorial, son hoy parte del atractivo monumental de estos
destinos de turismo cultural.
Más moderno, del siglo XVIII, es el Panteón de París, que alberga un buen
número de sepulturas de personalidades como Voltaire, Victor Hugo, Émile Zola o
Marie Curie. La Ciudad del Vaticano se vertebra en torno a la Catedral de San
Pedro, que alberga los restos mortales del apóstol y donde también se ubican
las tumbas de los Papas. Más recientemente, tumbas de presidentes y sus monumentos
memoriales, lugares donde han sucedido masacres o desastres y, en definitiva,
lugares que se siguen relacionando con la muerte también están adquiriendo
relevancia dentro del turismo cultural por haberse convertido en foco de
atracción de curiosos y turistas con diversas motivaciones. En la actualidad,
son los cementerios los que están tomando protagonismo como recursos
culturales, monumentales y turísticos.
Los cementerios como lugares de visita
“Terreno, generalmente cercado, destinado a enterrar cadáveres”. Así es
como define el Diccionario de la Real Academia Española la palabra
“cementerio”. Este término deriva de la palabra griega koimetérion que
significa “dormitorio” o lugar de reposo, ya que se consideraban espacios donde
los cuerpos dormían hasta el momento de su resurrección. En la presente entrada
también se utilizarán términos sinónimos como “necrópolis” o “camposantos”, si
bien esta última es más propia de la religión cristiana.
Los cementerios tal y como hoy los conocemos comienzan a construirse en el
siglo XIX. Anteriormente, desde la Edad Media, las inhumaciones se realizaban
en conventos, iglesias y ermitas, tanto en la periferia como en el interior de
los cascos urbanos. Las ideas ilustradas e higienistas que se popularizan en el
siglo XIX rechazan la coexistencia de vivos y muertos en las ciudades, sobre
todo en una época de deficiencias sanitarias y en la que las enfermedades se
propagan rápidamente. Es por ello que se prohíben las sepulturas en las
iglesias y se piensa en la creación de espacios abiertos comunitarios donde
enterrar a las personas en lugares apartados de los pueblos y ciudades, en las
afueras. Estos recintos, que reúnen gran variedad de sepulturas, desde tumbas
en la tierra a grandes mausoleos pasando por nichos, criptas, capillas,
hipogeos y panteones, además de columbarios y cinerarios para los cuerpos
cremados y osarios, suelen ser espacios cercados donde se aglutinan las
sepulturas o más abiertos con aspecto de parque, donde la naturaleza y los
verdes se entremezclan con los enterramientos.
Desde una visión antropológica, en los cementerios se producen rituales de
enterramiento y despedida de los fallecidos y rituales de memoria y homenaje a
los que ya están enterrados. En principio, estos lugares no fueron concebidos
para la visita cultural y turística y aún hoy la sociedad los sigue
relacionando fuertemente con la muerte y el descanso eterno. Este factor es
evidente pues estos espacios no han perdido sus funcionalidades básicas; sin
embargo, “no se debe confundir el respeto a los muertos con la difusión del
patrimonio funerario”.
Los cementerios reúnen diferentes valores que los hacen ser espacios de
fuerte atractivo cultural. En primer lugar, son reflejo de la sociedad a la que
pertenecen y a sus prácticas funerarias. Además, aglutinan interesantes
elementos arquitectónicos y escultóricos. Por último, es el lugar donde
permanecen las historias y las vidas de las personas yacentes. Es por ello que
se convierten en fuentes de conocimiento histórico, artístico y social, lugares
donde puede desarrollarse la actividad turística cultural.
Aunque se están logrando progresos, gran parte de la población aún no
reconoce los valores culturales de los cementerios y siguen acumulando
tradiciones, tabús, prejuicios y supersticiones relacionadas con la muerte.
Esto repercute en que el patrimonio funerario sea un gran desconocido y no sea
valorado por su importancia social, histórica y cultural. Para ello se debe
seguir trabajando, recuperando estos espacios para la ciudad ya sea “como
parques públicos, como museos al aire libre y, con fines pedagógicos, como
lugares de estudio idóneo. En la actualidad ya hay numerosos ejemplos de cómo
las administraciones han apostado por crear rutas culturales, visitas guiadas y
otros productos turísticos y culturales en sus cementerios, aumentando la
oferta y generando el interés de una creciente demanda por esta temática. Se
pretende dar la vuelta a la visión tradicional de los camposantos, pasando de
lugares de muerte a lugares de vida ligados a la propia historia y cultura de
la ciudad, musealizando los recintos y difundiendo sus valores.
Los cementerios son fuente de cultura y conocimiento y reúnen valores tanto
artísticos como históricos y antropológicos, por lo que pueden ser
interpretados como verdaderos museos al aire libre. Y es que a lo largo de su
historia han ido acumulando gran cantidad de patrimonio funerario, convirtiendo
a muchos en verdaderos cementerios monumentales. Pero no dejan de ser, además,
recintos donde permanecen enterradas las personas que han contribuido al
devenir de la historia de sus ciudades y, a veces, personas cuya relevancia
traspasa las fronteras del municipio y adquieren importancia a niveles
supralocales.
Historia y patrimonio que conviven con las propias tradiciones
funerarias y las costumbres sociales y que, en ocasiones, se entremezclan con
la naturaleza y la disposición del espacio para configurar un atractivo
paisaje. Como si fueran centros histórico-artísticos, los cementerios reúnen
las condiciones suficientes para ser focos de atracción cultural de índole
similar: necrópolis monumentales dentro de ciudades monumentales. Los
cementerios tienen un valor antropológico innegable formado por las costumbres
y prácticas relacionadas con la muerte, las ideologías, cultos, devociones y
tradiciones funerarias que se reflejan finalmente en los grupos escultóricos e
inscripciones. Por tanto, son centros con interesante patrimonio inmaterial,
referido este a los rituales de la muerte, las costumbres funerarias, los enterramientos
en las diversas sociedades y a lo largo de la historia. Los cementerios fueron
y son creados como espacios emocionales y sagrados. En relación con este último
aspecto podemos identificar también valores religiosos pues acaban revelando la
identidad religiosa del pueblo o de varios en un conjunto regional. Por
ejemplo, en Europa podemos observar cementerios católicos, protestantes,
anglicanos, ortodoxos, judíos y civiles, principalmente. También inmaterial es
la historia que reúnen, la suya propia y la de sus personajes. La construcción
del cementerio, su ubicación y sus características nos hablan ya de la historia
de la ciudad, de cómo los antiguos lugares de enterramiento llevaron finalmente
a la creación de este espacio y de la situación social que se vivía en aquel
momento. Recuerdan la historia más reciente y trágica de las regiones que han
ido sufriendo epidemias, hambrunas, revoluciones o guerras, por ejemplo. Son,
además, lugares que mantienen viva la memoria de lo que no se quiere o debe olvidar
como sociedad, preservándola para trasmitirla a generaciones futuras.
Concretamente, a la memoria histórica contribuyen, entre otros, las fosas
comunes que se incluyen en los cementerios, como el Fossar de la Pedrera en el
de Montjuïc en Barcelona,
y las zonas dedicadas al enterramiento de civiles o
combatientes extranjeros que perecieron en la batalla fuera de sus fronteras.
Asimismo, los cementerios militares, como el de Arlington en Estados Unidos o
el alemán de Cuacos de Yuste en España, forman parte de la memoria y la
historia del siglo XX y sus conflictos.
Pero también está lleno de historias de las personas que descansan en sus
sepulturas, tanto anónimas como ilustres, un gran número de vidas que
contribuyeron de una manera u otra a conformar la identidad de cada localidad,
que formaron parte de su historia. De hecho, muchos camposantos son
identificados solamente por las personalidades que descansan entre sus paredes,
ya sean intelectuales, científicos, artistas, escritores, políticos, y en ocasiones
se generan pequeñas peregrinaciones para honrar su memoria. La propia
ubicación, el diseño del recinto y el manejo del espacio también le dotan a los
cementerios de valores urbanísticos y arquitectónicos. Los valores artísticos
vienen dados a través de su propia estructura, con la arquitectura de los
panteones y del propio recinto, los grupos escultóricos que acompañan a las
sepulturas, los mausoleos, las áreas verdes y espacios ajardinados y las
iglesias o templos que incluyen en su interior, en definitiva, el patrimonio
material de los cementerios. Muchos reflejan muy bien la evolución estilística
a través de los siglos, los sucesivos estilos y corrientes artísticas, ya sean
románticas, neoclásicas, neogóticas, neomudéjares o modernistas, por ejemplo, y
la evolución en la moda y los gustos. Además, en numerosas ocasiones
intervinieron importantes arquitectos y escultores para realizar las obras que
funerarias de los más pudientes, generalmente, reflejando la vida, la muerte y
los logros de los ciudadanos.
En los cementerios que hoy conocemos, los principales monumentos
conmemorativos eran erigidos normalmente por la burguesía del siglo XIX y
principios del XX. Ejemplo de ello fueron los indianos que regresaban
enriquecidos a España, principalmente a Cataluña, Asturias y Cantabria, donde
no sólo se construían grandes mansiones para vivir sino que también ordenaban
levantar monumentales panteones, sepulcros y mausoleos en las áreas más
importantes del cementerios para su descanso eterno y para que su estatus
social prevaleciera sobre el resto, glorificando su propia biografía. A través
de sus mausoleos, la burguesía “manifestó su afición a la arquitectura
sepulcral aristocrática, aspirando a su ennoblecimiento social”.
La arquitectura y escultura sepulcral de estas épocas están repletas de
elementos simbólicos y alegorías a la muerte y la vida, además de aspectos
propios de cada estilo artístico utilizado, como la abundancia de naturaleza y
las peculiares líneas del modernismo catalán. Dentro del arte es posible
señalar también la literatura ya que estos espacios han servido de inspiración
de varios escritores y poetas que los han incorporado a sus obras. Así, Paul
Valery habla de los cementerios marinos, Balzac sitúa la “Comedia Humana” en el
parisino Père Lachaise, el catalán Salvador Espriu utiliza el de Arenys de Mar
o Sinera como escenario de sus poemas, y el de Glasnevin aparece reflejado en
el “Ulises” de James Joyce. Por otro lado, existen epitafios interesantes desde
el punto de vista literario, poético y humorístico. La conjunción del arte
funerario, el espacio urbanizado, la ubicación en el entorno y la naturaleza,
se encuentre ésta en el interior o en el exterior, acaban otorgando valores
paisajísticos al conseguirse una belleza armónica e integrada en muchos casos.
Ejemplos de ello son el camposanto de Casabermeja, Málaga, a modo de típico
pueblo blanco andaluz, el cementerio del bosque de Estocolmo o
Skogskyrkogården,
las necrópolis marineras que se sitúan frente al mar, o los
tradicionales enterramientos norteamericanos en los que largas hileras de
lápidas o cruces de mármol blanco se disponen en un gran espacio de césped.
Como vemos, los cementerios reúnen tanto patrimonio material, por sus obras
escultóricas y aspectos físicos, e inmaterial, tanto por la historia, la
antropología y las prácticas funerarias. Juntos forman el llamado patrimonio
funerario. Y a través de todos estos valores antropológicos, artísticos,
arquitectónicos, urbanísticos e históricos, “la sociedad puede entender y respetar
la muerte, profundizar en el conocimiento de las religiones y los diferentes
usos y costumbres, descifrar la historia desde otro punto de vista, valorar el
patrimonio y concienciarse sobre la necesidad de su protección”.
La Asociación de Cementerios Significativos en Europa (2014) también
considera que por ser uno de los patrimonios tangibles e intangibles más
significativos del continente se deben proteger, difundir sus valores. Así como
las grandes colecciones de pintura o escultura llenan los tradicionales museos
o los centros monumentales de las ciudades son planificados como museos
abiertos, los cementerios también son susceptibles de ser considerados como
tal. El patrimonio funerario y sus valores hacen que estos espacios sean
musealizables y entendidos como verdaderos centros de cultura. Para ello es
necesaria la implantación de herramientas y estrategias de interpretación tales
como creación de rutas, señalización, disposición de rótulos explicativos,
actividades culturales, visitas guiadas, investigaciones, recreaciones
históricas y adopción de nuevas tecnologías, entre otras.
El término turismo cultural, y la cultura en general, abarca un amplio
espectro de actividades susceptibles de generar el suficiente interés para que
las personas deseen visitar un determinado lugar. Y cada día, esta tipología de
turismo es más amplia y desarrollada. Así, podemos encontrar no sólo las
tradicionales ciudades monumentales sino también el folklore, las tradiciones,
las fiestas, los restos arqueológicos, las gastronomías, las artes, la música y
el cine, las industrias, el paisaje… Una larga lista que resulta en una extensa
variedad de recursos turísticos.
En un momento donde el turismo cultural se sigue ramificando y derivando en
subtipos de turismo, ya sea este arqueológico, artesanal, artístico, creativo,
de festivales, gastronómico, histórico, industrial, musical, literario,
religioso, militar, de memoria o patrimonial, es importante centrar la mirada
en unos recursos poco habituales, aún muy desconocidos, pero que reúnen
interesantes valores culturales: los cementerios.
Entre arte, patrimonio, historia y paisaje, los cementerios se están
convirtiendo en focos de atracción de turistas con diversas motivaciones y se
configuran como auténticos museos al aire libre. Sin embargo, gran parte del
público necesita aún despojarse de tabús y prejuicios asociados con la muerte y
la concepción de los cementerios como lugares oscuros, de miedo, lugares que
sólo visitarían los más atrevidos y, quizá, los más raros. Estos prejuicios no
les permiten apreciar los valores que estos espacios reúnen, y muchas veces no
se dan cuenta de otros lugares de enterramiento ya se han convertido en grandes
destinos turísticos, desde mausoleos musulmanes a tumbas piramidales de
antiguas civilizaciones.
Actualmente los investigadores se preguntan si el “Dark Tourism”, o Turismo
Oscuro, es una necesidad del individuo en las sociedades modernas. ¿Es que la
sociedad actual está ya saturada de tanta tecnología y de vivir toda clase de
experiencias tempranas, que ya sólo el halo de la muerte y el sufrimiento les
produce placer?
El "dark tourism" surge en las sociedades modernas y
occidentalizadas debido a la necesidad que tienen las persones en determinados
momentos de su vida, de mirar cara a cara a la muerte.
Aunque determinados sitios turísticos, atracciones o exposiciones
relacionadas con la muerte se presenten y comercialicen bajo una capa
educativa, de entretenimiento o como un recuerdo histórico, en realidad atraen
a la gente porque las personas están ávidas de "consumir la muerte"
como si fuera una mercancía.
Al fin y al cabo, apuntan los profesores de la Universidad de Lancashire,
los seres humanos -conscientes de su mortalidad- han realizado rituales
relacionados con la muerte desde hace miles de años. Es decir, experiencias
místicas necesarias para encontrar el sentido de la vida.
Sin embargo, en las sociedades modernas y laicas -donde el individuo tiende a apartarse de la religión- este tipo de rituales o mecanismos de confrontación con la muerte cada vez son más escasos, recuerdan Stone y Sharpley en su artículo.
"En otras palabras, la muerte se ha vuelto invisible y de este modo, ausente del dominio público", explican ambos autores.
Pero como resultado de esa "ocultación" o "secuestro de la muerte" por parte de los gobiernos y las instituciones, dicen estos expertos, surgen nuevas formas de consumo dentro de la cultura popular.
Sin embargo, en las sociedades modernas y laicas -donde el individuo tiende a apartarse de la religión- este tipo de rituales o mecanismos de confrontación con la muerte cada vez son más escasos, recuerdan Stone y Sharpley en su artículo.
"En otras palabras, la muerte se ha vuelto invisible y de este modo, ausente del dominio público", explican ambos autores.
Pero como resultado de esa "ocultación" o "secuestro de la muerte" por parte de los gobiernos y las instituciones, dicen estos expertos, surgen nuevas formas de consumo dentro de la cultura popular.
En suma, hoy en día el consumo de 'dark tourism' habría venido a substituir
-de manera inconsciente- aquellos rituales mágicos milenarios donde los
individuos de la tribu debían mirar cara a cara a la muerte para encontrar un
sentido a sus cortas y azarosas vidas.
Pero... A pesar de todo lo que venimos diciendo, muchas personas, aún
muestran una firme resistencia a visitar un cementerio. Uno de los grandes
interrogantes que asaltan la mente humana, es, ¿por qué, al escuchar la palabra cementerio o “tener” que visitar
alguno de ellos -sobre todo
a ciertas horas
del día -
produce en algunas
personas, escalofríos, temor o
rechazo. Es decir, qué pensamiento
atávico se guarda en lo más
profundo de la
mente humana en
relación al lugar
en donde todos, tarde o temprano estaremos “reposando” para siempre.
¿Qué idea, impresión
o sentimiento guarda
el hombre en
relación a la muerte?
Todo parece indicar
que la respuesta que
prevalece sobre otras, es que, de alguna manera al visitar un
cementerio, vamos a conocer la que será nuestra última morada; sitio al cual,
inexorablemente, vamos a llegar. Se suma
a todo esto, por supuesto, el miedo a las almas perdidas, el temor
a lo desconocido,
ó el espanto
de enfrentarnos a
nuestra propia muerte.
Es por ello,
que, a pesar
de saber que
allí yacen los
cuerpos de muchos seres amados,
familiares y amigos, en ocasiones, más de los que tenemos entre los vivos,
seguimos resistiéndonos al hecho de darnos una vuelta por los camposantos.
El arte funerario
La última manifestación
de amor de los
vivos por sus
muertos, se ha expresado
en nuestro devenir
histórico, a través
del arte funerario.
Arte, que ha sido
arropado de hermosas
expresiones como la
música,
la literatura, la
pintura,
la arquitectura, y por supuesto, de la escultura, la cual ha tenido
una presencia singular en las iglesias y sus panteones.
Investigar y escribir sobre un cementerio se tiene de mal gusto, muy a
pesar del ánimo
del autor que
busca las soluciones
a los problemas que
el tema le
plantea. ¡Bien sabemos
que se duda del
equilibrio mental de
quienes estos sitios frecuentan!,
porque para la mayoría de la gente no tiene caso e incluso es
insultante, remover los recuerdos aletargados de la muerte... La
ausencia de monografías
sobre tumbas modernas
y el hecho de que los arquitectos
actuales no suelan mencionar, o no
quieran destacar, las tumbas y los panteones que han construido ya sea
por pudor, pues la
muerte inquieta siempre,
o no es
de caballeros, o porque consideran
que se trata de obras menores o indignas...
El ajuar funerario
nos desvela cómo
vivían los hombres
del pasado, al tiempo que la propia organización espacial de la tumba
refleja con claridad
la concepción que
se tenía del
hogar de los vivos.
Lo que sabemos
de la vida
remota procede siempre
de la tierra. Sólo la tumba, la casa para las
almas, nos demuestra cómo era la casa de los vivos.
Aunque sería interesantísimo estudiar todos los elementos artísticos
conjuntamente: Mausoleos, epitafios, decoraciones, esculturas; por razones de
espacio y de interés personal, en la entrada de hoy me ceñiré exclusivamente al
estudio de la ecultura funerària y en especial a la que se desarrolló en Europa
desde los primeros años del S.XIX y los 40 del S.XX, es decir principalmente a
los estilos romántico, art nouveau o modernisme y Art Decó, con breves
referéncias a algunos períodes anteriores y estilos posteriores, a la espera de
disponer de mayor información al respecto.
Fieles testigos de
nuestras visitas las
bellas esculturas que
nos “escoltan” en los
largos recorridos dentro
de los camposantos. Cómplices dolientes que
resguardan celosas el reposo
del difunto. Suelen
evocar al muerto en sus derrotas,
triunfos y virtudes. Colman los cementerios ya sea dobladas de dolor, erguidas,
o sobre la tumba, en actitud de arrobamiento, orante o recostadas sobre un muro
o una tumba.
Postradas ahí reposan,
fieles al lado
de aquél cuyo
sueño eterno abrigan, mismo que seguramente
se verá interrumpido por la destrucción
parcial o total del monumento.
Ahí, ven pasar “la muerte” víctimas del sol, del viento, del frío, del
vandalismo, del abandono...y del olvido.
Presentes ante el dolor penetrante,
pero pasajero, que permanece en los cementerios, aisladas de todo calor
humano. Figuras cercanas y a la vez
abandonadas y olvidadas como el recuerdo de los deudos. Son dolientes
regocijadas o esquivas, producto de la inspiración del artista que
comercia con la
percepción del dolor, del
duelo, de la
tristeza y aún
de la alegría que produce el
último viaje.
Desde el modelado
hasta la fundición,
o el labrado
de la piedra,
el escultor se encuentra
en todo el proceso
que da vida
a una pieza monumental pero
la importancia de
estas piezas, que
requieren largos procesos de
creación en manos
de artistas, es
que le otorgan identidad
a una ciudad y
se vuelven puntos
de referencia urbana,
cuya estética quedaría presente
en esa rama de las bellas artes, siendo este arte el que busque el
eslabón que funja
como alianza con
nuestros muertos, por
ser un sello de fe, de sentido de trascendencia o una forma de tocar la
vida en la muerte, con las manos.
Es así como
el final del
siglo XIX trajo
consigo dos estilos
fundamentales en el
arte escultórico: El
Romanticismo “...nos damos cuenta
de que la
muerte era la
compañera inseparable de
la vida en el
siglo XIX. ...La
vida y la
muerte son inseparables,
pero una de las
características del siglo
XIX y no digamos ya el S.XX, fue
la muerte de
gente muy joven.
Y ahí es donde
se origina, a
nuestro entender, una
parte de la
obsesión del Romanticismo en la
muerte.
Ciertamente el cementerio es el lugar del dolor, convertido con el
tiempo en melancolía,
“una reacción a
la pérdida del
objeto amoroso, a
la que no
sigue la transferencia
de la libido
a otro nuevo
objeto, sino el retraimiento
del yo, narcisistamente identificado con el objeto perdido”...
Existe pues una empatía con el objeto que representa al difunto, relación que
algunas veces se convierte en “agalmatofilia” (amor por las estatuas)...
Podríamos decir coloquialmente que el arte funerario (las tumbas y las
efigies) llenan el
vacío provocado por la
muerte y mantiene
la ilusión de que
el difunto no ha sido devorado por el tiempo. La presencia de éste, de
algún modo, se
mantiene, aunque sea con tristeza
y esa tristeza no
pudo ser mejor representada
sino a través
del estilo del Art
Nouveau estilo que, arropado
en las líneas
sinuosas y onduladas,
atrajo hacia si mismo,
mayor teatralidad: “Los
cementerios más lujosos
se transfiguraron en templos
del romanticismo decimonónico, con
sus estructuras neoclásicas,
sus rosetones y figuras art Nouveau que estimularon ese halo de tragedia y
misticismo que implica este género de lugares”.
De entre la multitud de cementerios que reunen gran cantidad de Belleza,
destacan el de Père Lachaise y Montmartre en París y los Monumentale de Milán y
el Cementerio Staglieno de Génova, al que dedicaremos una atención especial.
Cementerio Staglieno de Génova
En opinión de
Luis Carandell, un experto
funerario...”el más bello
cementerio del mundo es el de Staglieno en Génova Italia”.
“La muerte y la belleza son dos
cosas profundas que tienen tanto de
azul como de negro y parecen dos
hermanas, terribles y fecundas, con
un mismo enigma y similar misterio”.
Víctor Hugo
La ciudad de Génova, situada al nordeste de Italia, capital de la región
de Liguria, cuenta
con uno de
los espacios mortuorios
más grandes e importantes del
mundo: El Cementerio Staglieno, auténtica
fortaleza dedicada a honrar
a sus muertos
por medio de un
sinfín de esculturas,
tumbas, capillas, mausoleos, criptas, nichos, y
artes decorativas.
Fascinante testimonio histórico
y artístico del bello puerto
de Génova, poseedor de: ...una superficie
de 330.000 metros
cuadrados, alojando a
más de 2,000.000
de sepulturas. Cuenta
con 117,600 tumbas,
de las cuales 290 son capillas en el interior de las
galerías y 468 nichos.
Actualmente en el
interior del cementerio
existen distintas áreas reservadas a credos
como el de
Protestantes, Hebreos,
Ortodoxos Griegos, Musulmanes
y una sección
destinada a los Anglicanos (tanto militares como
civiles).
Antes de la
creación de este gigante
de mármol, debieron salvarse muchos obstáculos,
tanto administrativos como
de cimentación.
Años más tarde, aparecerían en escena dos arquitectos, el primero llamado
Carlo Barabino (1768-1835) quien, después
de haber sorteado
años de trámites
y obstáculos, a dos semanas
de ser aprobado
el proyecto del
nuevo cementerio, muere a
causa de una
epidemia de cólera.
El segundo, Giovanni Battista Resasco (1799–1872),
discípulo de Barabino
sería el encargado de
darle seguimiento al
proyecto de cementerio
Staglieno (1835) mismo que fue inaugurado de forma oficial en el año de
1851.
Es de destacar, el lugar elegido para la creación de esta colosal obra: ubicada a un costado del río Bisagno, el que divide actualmente en dos a la
ciudad de Génova. Son de imaginar los problemas
que debieron sortearse en un lugar de por sí húmedo -hay que recordar que Génova es un puerto-
con la
presencia de un
afluente y sus
posibles repercusiones, en los
cuerpos en descomposición y en las construcciones de gran peso, erigides para
honrar a los difuntos.
Al parecer todos esos inconvenientes fueron tomados en cuenta por el equipo
de los arquitectos Barabino y Resasco, ya que hasta el día de hoy podemos observar
la buena conservación
y mantenimiento en tumbas datadas en el siglo XIX:
...Entrando por la majestuosa Puerta de ingreso que se asoma al
torrente del Bisagno
se encuentra la
estatua de la
Fe,
una obra en
mármol blanco de
nueve metros de
altura, realizada por
el escultor Santo
Varni.
Sobre la
colina posterior se
alza la imponente obra
arquitectónica del Templo
de los Sufragios (Panteón): estructura
de planta circular
de veinticinco metros
de diámetro cuya
altura desde el
pavimento al lucernario es de
veintitrés metros y
medio.
En su
interior se conservan
los restos mortales de
ciudadanos ilustres.
A lo largo
de los muros perimetrales se
extienden las galerías, verdaderos
y auténticos cofres de obras
escultóricas.
Este auténtico museo
al aire libre contó
a principios del
siglo XX con
nuevas áreas o “porticatos” (pórticos):
el porticado Montino,
poseedor de espléndidas muestras
de obres Modernistas y Déco.
“El Sagrario de los
Caídos” construido durante
la Primera Guerra Mundial,
y por último
en el año de
1955 se crea
el porticato “San
Antonio”.
Conocedores los genoveses, del
legado cultural del
Cementerio Monumental de Staglieno, han establecido
diferentes itinerarios
temáticos -debido a
la variedad y la
extensión del lugar
- que el
visitante podrá escoger
entre los recorridos llamados: “El
Resurgimiento”, “Los Ángeles”,
“La Caridad y
la Beneficencia”, y “Las Emociones”.
A diferencia de otros cementerios que han optado por edificarse en
terrenos planos, parte
de éste ha
sido construido en las faldas
de una colina,
por lo que,
una fracción del
recorrido se lleva
a cabo en
un plano horizontal y
otro, accediendo a
través de rampas
o escaleras que
van mostrándonos
“terrazas”, sitios que acogen
soberbios ejemplares de escultura, arquitectura y artes
decorativas.
Zonas muy arboladas,
hermosos parajes naturales,
caminos empedrados, otros más modernos pavimentados, siempre rodeados de
un ambiente sereno y
sobrio, en donde
los diferentes tonos
de verde acompañan nuestros
pasos, tanto en
desniveles como en
escaleras, que hacen
recordar la similitud
que este cementerio
italiano tiene con
otro de igual fama: el Père
Lachaise de la ciudad de París.
El sugerente resultado del entorno
natural acompañado de la
configuración de los monumentos y de la arquitectura es el
resultado de la nostalgia siempre presente y de la atmósfera de eterna
evocación.
Desde su entrada se perciben las dimensiones y grandiosidad de este
cementerio Italiano, cuya fama trasciende sus fronteras.
A pesar de
poseer una entrada
señorial, el cementerio Staglieno tiene como principal
acceso el ala izquierda del recinto, en donde una sèrie de florerías flanquean
el costado derecho de la barda frontal, que nos guia a la primera sección del
camposanto.
Llama la atención el constante mantenimiento y restauración que se
tienen sobre techos,
nichos, tumbas, mausoleos y
criptas. El llamado “Gigante de
mármol” a pesar de sus
más de 150
años de vida,
se encuentra rodeado de
tecnología de punta, esto es: elevador para acceder a las zonas más
altas, pedestales con computadora
que permiten ubicar
las distintas tumbas,
pequeñas luminarias a
manera de velas encendidas
las 24 horas del día, otorgando al espacio un
ambiente de recogimiento y misterio.
En el entorno
predominan la limpieza,
el orden y
el silencio. El respeto
al lugar es
evidente: a pesar de
existir tumbas centenarias,
éstas se encuentran
dignamente conservadas, alguna de
ellas ya con
la lápida quebrada por los
efectos del paso del tiempo de las raíces de los árboles, pero sin perder la
dignidad de lo que es la llamada “última morada”.
Las estatuas, eternas
compañeras de los visitantes,
observan el paso del
tiempo incólumes. A
pesar de haberse encontrado muchas de ellas expuestas a la intemperie, es notable el buen estado de conservación de las
mismas.
Caminando pensativos a
lo largo de
los caminos del cementerio, atravesando
las zones arboladas
y los diversos
y largos porticatos, personajes
como Nietzsche, Maupassant,
Mark Twain, Hemingway y muchos otros fueron encantados por la
experiencia de sentirse solos en este espacio....y las nuevas generaciones sucumben
a la misteriosa
atmósfera. El mismo
Ernest Hemingway admirado
por la belleza
del lugar afirmaba que:
“...es de una
atmósfera absolutamente única,
una de las
maravillas del mundo.”
Las zonas denominadas
“porticatos” han sido reservadas para
personajes ilustres, con alto
rango social, por
lo que muchas de las más bellas
escultures se encuentran ubicadas en esta zona.
Bajo los porticatos
se encuentran los columbarios, áreas
de techos altos, con
respiraderos y tragaluces
que permiten en
algunos espacios prescindir de la
luz artificial.
Una monumental escalinata
nos permite llegar
a la “Capella
dei Suffragi”, un templo de forma circular que llama la atención por su cúpula
dórica, asemejando al Panteón romano. Desde esas alturas, casi a los pies
de la capilla,
se puede contemplar
con una mayor perspectiva la imponente estatua de la Fe, obra en mármol
blanco de 9 metros de altura realizada por el escultor Santo Varni
(1807-1885).
De igual manera,
la dimensión del
lugar puede ser
apreciada subiendo a espaldas de la capilla en donde se cruzan a nuestro
paso una serie de pequeñas
capillas, y otras,
que por sus dimensiones podríamos llamar auténticas
parroquias, construidas para
el resguardo de
los restos de familias genovesas
burguesas, que con el paso del tiempo han decidido mantener la tradición de
reposar todos, en un solo sitio.
Las construcciones se
aprietan unas con
otras, luchando por encontrar
sitio en el
prestigioso recinto funerario
y descollar entre las
edificaciones vecinas, todo ello
a costa de desvirtuar
y ahogar la
claridad de su trazado.
Estas grandes necrópolis son
un perfecto reflejo
de la sociedad
de la época
y constituyen un valiosísimo catálogo de arquitectura. Ahora bien en
la ciudad de
los muertos, a
diferencia de la
ciudad de los
vivos, cada edificio en sí, literalmente un monumento, no una "
máquina de habitar ", si no "una máquina de conmemorar”, y así el espacio en el que se
asientan se convierte en una ciudad " monumental ", una ciudad de la
memoria.
La edad dorada
de la generalidad de los
cementerios, fueron los siglos
XIX y principios
del XX, cuando
las ciudades empezaron
a habilitar nuevos sacramentales
alejados del centro,
los cuales se
fueron llenando de capillas
familiares, de grandes
mausoleos, túmulos, jardines
interiores, románticas y llorosas estatuas.
El siglo XIX
fue el siglo
del triunfo de
los cementerios. Los cementerios empezaron
a formar parte
de los elementos
esenciales en la
planeación de los pueblos
y ciudades. En
muchos casos ellos
fueron y son
ejemplos de escultura
y arquitectura extraordinarios, sobre
todo en Italia.
No hay duda
de que Italia
durante el siglo XIX
y el XX,
destacó de manera
excelsa en el
arte funerario, especialmente
en ciudades como
Turín, Milán, Bolonia,
y Génova. En
otros casos hay
mezclas afortunadas de
paisaje, jardín y una
sepultura adornada por
monumentos. Durante el
siglo XIX el
gran crecimiento de
la burguesía aseguró
que esta clase
fuese conmemorada y
que compartiera las
nuevas ciudades y jardines
funerarios con los aristócratas que
alguna vez controlaron los
grandes monumentos arquitectónicos. No
puede haber duda
de la importancia cultural del cementerio.
El cementerio Staglieno no fue la
excepción. Durante el siglo XIX y principios
del XX fueron
los artífices italianos, auténticos “doctores en piedras” Antonio Canova (1757-1822), Leonardo
Bistolfi (1859-1933), Giulio
Monteverde (1837-1917), Ettore
Ferrari (1848-1929) entre
otros escultores, quienes trabajaron los materiales (piedras y
metales) de forma magistral
permitiendo inscribir el
pensamiento místico que
marcó este período
del arte, en
la materia inerte,
dando cabida a un sinnúmero
de obras, con diferentes
estilos, teniendo por
norma, superar en belleza
y manejo de la técnica al
anterior encargo.
Las columnas dóricas
y sus ángeles regordetes
rodeados de rocallas están presentes
por doquier. Asimismo,
la presencia del Romanticismo es evidente tanto en el terreno plástico como
en el literario, a través de
sus inquietantes y
sugestivos epitafios.
El Decadentismo y Simbolismo se
muestra de forma
trágica, sensual y fatalista.
Sus musas, casi todas
ellas lánguidas mujeres jóvenes
arrobadas por el
dolor, yacen en posiciones
sugerentes, enmascarando un erotismo por demás evidente. A través del tul de sus ropajes se muestran
más los esplendores de la vida terrena y material, que el abatimiento
espiritual.
El Art Nouveau con sus líneas
sinuosas y sus lozanas doncellas con abundantes y onduladas cabelleras; y por supuesto diversos ejemplos del Art Déco
funerario con su línea recta bien definida, la elegancia de la figura
estilizada y el espléndido manejo del material (piedra o metal) deseoso de dar
el efecto acerado, brillante, liso y pesado.
Digna de mención
es la destreza en
técnica que tuvo
Leonardo Bistolfi, quien creara escuela y tuviera alrededor suyo,
discípulos deseosos de alcanzar la pericia del maestro.
La influencia de
Bistolfi no se
limitó a Turín;
él dominó la escena
de la escultura
italiana durante las
primeras tres décadas del
siglo XX, gracias
a su estilo
artístico y a su
personalidad. Fue aclamado por el dominio que tenía sobre los cuerpos desnudos
masculinos contorsionados en
obras oficiales, arquitectónicas
y escultóricas de esos años...
Este gran artista,
fue contemporáneo de otro
maestro del cincel
y que hasta
nuestros días sigue
ejerciendo una poderosa
influencia en el campo
del arte y que en
su momento fue
considerado como toda
una autoridad dentro del arte
funerario: Augusto Rodin (1840-1917).
Fueron estas poderosas personalidades, las que dictaron las reglas a seguir
en el campo de la escultura funeraria europea, y el camposanto de Staglieno
es la
mejor prueba de
ello.
Por doquier puede
uno observar esculturas
realizadas bajo estilos que
van desde el
Neoclásico, pasando por el
Realismo, el Simbolismo, Decadentismo,
Art Nouveau... hasta llegar
al Art Déco.
Las estatuas más bellas,
se siguen unas
tras otras; las
dolientes, magistralmente
personificadas manifiestan el dolor y la pérdida del ser querido, por el cual
es muy difícil no sentir empatía ante su desconsuelo.
De entre todas ellas, quizás la más apreciada, la que acoge al mayor número
de visitantes y que ha sido copiada y reproducida hasta la saciedad en casi
todos los países de Europa y América es:
El ángel seductor
Los ángeles, todos,
arrebatan el corazón debido
a su presencia espiritual suave
y serena. Sin embargo, es
justo señalar que
es la representación escultórica
de un ser alado,
el que captura
la atención del visitante
por sobre todos
los demás en el Sacramental de
Staglieno: el famoso ángel de
Giulio Monteverde creado en 1882 para la
tumba del Sr. Francesco Oneto, forma plástica muy lograda, inscrita bajo un
estilo Simbolista /Decadentista/Nouveau.
Monteverde “vistió” con diferentes atributos a este bellísimo espíritu
celestial, antiguamente representado por un ser andrógino, el cual exaltaba las
virtudes del difunto sobre el sepulcro: Esta
es la tumba
que mejor ejemplifica
la “inquietud” que
estaba emergiendo en
el imaginario colectivo
acerca de la
muerte en los últimos años de la
octava década del siglo XIX...
La muerte empezó
a ser vista
mucho más como
un misterio, como
fuente de una
profunda ansiedad y
como un evento
que provocaba gran temor.
Esta visión sobre la
muerte, eventualmente se volvió parte del periodo decadentista.
Y de igual manera, la connotación cristiana sobre ese ser espiritual,
candoroso, que nos guiará al paraíso gracias a la fe mostrada en vida, será
substituida a partir
del estilo Nouveau
o Liberty en un
ángel sensual, provocador e
imperturbable: El sensual Ángel que Monteverde, un escultor oficial, sensible a los sentimientos
de la época, colocó
en la tumba
del rico banquero Franceso
Oneto, representa el
punto de no
retorno con respecto a la tradición. El clásico genio o ángel tutelar
que hemos visto reproducir muchas veces en
tumbas y monumentos
en las necrópolis,
ahora toma la
forma de un
ser femenino, perdiendo
todas las connotaciones
cristianas de consuelo,
representado por un ser inmóvil que guarda distancia frente a los demás, con
una expresión imperturbable.
Este bellísimo ángel
con atributos notoriamente femeninos
y con fuerte carga erótica,
resulta un halago
a los sentidos
y nos remiten
a diversos episodios de la
historia del arte.
Imágenes animadas por
el deseo del
espectador, humanos enamorados,
excitados sexualmente por
estatuas..., constituye un
lugar común persistente
en nuestra tradición
literaria: y recibe el nombre
agalmatofilia (amor a las estatuas).
El motivo es
amplio, ambiguo, se
fragmenta en múltiples historias
y ofrece una pluralidad de modos de lectura: desde Narciso
enamorado de su imagen
hasta Pigmalión seducido por
su propia creación,
desde aquellos amantes
arrojados con desesperación
a las estatuas
funerarias de sus
amores fallecidos, confrontando el Eros y el Thanatos, la vida y la
muerte...
Como buen entendedor y censor de los gustos de la sociedad de la
época, Monteverde despojó
de su misterio sublime
a estas criaturas celestes, otorgándoles
una humanización que
hace recordar al Eros
y Thántatos.
Encontramos (en el
ángel de Monteverde) evidentes
componentes eróticos unidos con los de la muerte, los mismos que han estado
presentes en el
arte sepulcral, los
cuales habían sido
escondidos por el
realismo burgués.... la imagen
profundamente sensual tuvo
un enorme éxito
entre los conocedores
de la época.
Fue reproducida en
múltiples ocasiones, por el mismo
Monteverde y por
imitadores, los que
pueden encontrarse con
diferentes variedades, en
los principales cementerios
Italianos, Franceses, Alemanes y en el de las Américas.
Es un ángel
mundano, provocador, ambiguo
-que transitó en la
época de
su creación entre
el misterio y la indecencia-
obliga a entender cuáles eran los gustos de la época,
marcados por el positivismo, y por una crisis
de identidad de la sociedad
burguesa, la misma (familia
Oneto) que faculta al
escultor Monteverde, a
crear un monumento
funerario con esas características tan
innovadoras: un ángel
del silencio-muerte-resurrección
realizado con gran maestría, el cual parece más haber sido fundido en mármol
con el que fue hecho, que labrado en piedra.
No ofrece consolación alguna, sólo medita sobre el misterio del más allá
(la cultura del misterio muy difundida por los Prerrafaelistas ingleses) a
través de una actitud mundanamente provocadora.
Dolientes
Así como llama
la atención de los
visitantes esta bellísima
imagen angelical, de
la misma manera,
las figuras de Dolientes -uno
de los motivos iconográficos
funerarios más recurrentes
durante el siglo
XIX y principios
del XX- hacen
de su presencia
en el Staglieno
una experiencia inolvidable: “Estas
representaciones adquieren diversos
matices: desde las figuras
femeninas que se
postran, abatidas, ante los
féretros ...hasta las que
aparecen hincadas, rezando,
con lo que
se aporta al
descanso eterno de el alma del finado”.
Las dolientes, que representan el dolor más profundo por la pérdida del ser
querido, han ido sublimando la expresión de sufrimiento a lo largo de los años
y esto puede ser contrastado observando
los diversos estilos con los que cuenta el cementerio Genovés.
Así podemos observar
dolientes con expresión
de delicadeza y dulzura,
muy al estilo
de Antonio Cánova (1757-1822); es
conveniente abrir un paréntesis
para señalar que
el maestro veneciano,
artífice en labrar la piedra,
revolucionó la escultura y fue uno de
los que mejor recreó los modelos antiguos,
cuyos elementos del
neoclasicismo fueron muy apreciados en monumentos funerarios.
De igual manera
las creaciones sentimentales
del Romanticismo están presentes
por doquier. El
deseo de perpetuar
en los vivos
el recuerdo (casi fotográfico)
por sus muertos, sigue inalterable. Las escenas de gran realismo como el de la
muerte que despide al vivo (a), es frecuente.
Aunque en la
mayor parte de
los casos más
que insistirse en
la muerte, se
insiste en la
realidad. Las dolientes
durante éste periodo
poseen una belleza clásica, casi todas ostentan perfiles grecorromanos y
poses de dolor reprimido: La introducción del sentimiento, combinado con una
atención al detalle objetivo que se incrementa exponencialmente fue lo que
cambió a la
escultura en el
periodo romántico. Vemos elementos de estas dos tendencias en
la escultura funeraria de los
1840’s en adelante.
Mucho de este
crédito pertenece a Lorenzo Bartolini (1777-1850) quien en el
clima de un ardiente debate
estético se dice
que revolucionó la
escultura italiana debido a la preferencia
de la representación de
“la belleza
natural” del Renacimiento, sobre
“la belleza ideal”
de los Griegos.
Un notable ejemplo, en términos escultóricos, lo constituye Ia tumba
del químico Luigi
Burlando (1920), hecho por
Pietro da Verona
cuya doliente, una bella
mujer joven yace
desnuda sobre una
roca, cuya larga
cabellera, junto con
su brazo, cuelgan
sobre su costado
derecho; una camelia
(quintaesencia del siglo
XIX y símbolo
de la elegancia y delicadeza) que ha visto su mejor
tiempo pasar, reposa a un lado del cuerpo.
Aunque lo más
llamativo de esta
obra es la
sonrisa de la
doliente, cuya expresión
no es más
que – según
Sandra Berresford -
una mueca “post-orgásmica” (sic).
La iconografía funeraria
más antigua (Egipto)
nos muestra hermanadas la
figura femenina con
la de la
flor, es decir,
las dames dolientes de los funerales
aparecen aspirando
invariablemente el aroma
de una única flor: el nenúfar. Pero con el paso del tiempo se han
venido agregando al
imaginario mortuorio, un sinfín
de flores.
Además de las
flores, las dolientes
suelen presentarse con inscripciones, alegorías
y demás símbolos
en las que
se funde el
sentimiento de lo
pasajero de la
vida (Vanitas ) con
la melancolía de
los familiares ante la ausencia
del ser querido.
El Realismo
El realismo en la escultura
trajo consigo una transposición
de los eventos
cotidianos a la
piedra. El deseo
era que, como
una fotografía quedara plasmada la escena fúnebre del difunto.
Entre 1850 y
1870, el Realismo
penetró en la
escultura funeraria en el
centro y norte
de Italia. El
estilo se caracterizó
por representar de manera asombrosa
detalles y características en
los vestidos hechos
con una increíble
fidelidad, siendo el epítome
de este arte
los escultores figuratives
o realistas del Staglieno...
No hay que olvidar que el Realismo fue equiparado con los
valores nacionales y
cívicos del Renacimiento.
Los cementerios de Turín,
Génova, Florencia y
Milán tuvieron una
función pública y privada de despertar y expandir la unificación de
Italia.
Como muestra de
ello son las obras
de Lorenzo Orengo
(1838- 1909) con la escultura de Caterina Campodónico (1881) y la que
Giovanni Battista Villa (1832-1899) hizo para Pienovi (1879).
La primera es una de las esculturas más visitadas en el cementerio de Génova.
Se trata de
la figura de una
dama anciana que se encuentra
erguida, ligeramente agachada, pensativa, tomando
entre sus manos un rosario,
vestida al estilo de la época, en la cual, ni el más mínimo detalle escapó al
escultor. Además de la buena impresión
que deja en el visitante observar la
escultura de una
anciana bien ataviada,
crece aún más
su figura, al
conocer su bella
historia de amor,
al trabajo, a la
confianza de sí misma y por supuesto, a su fe.
Esta es la
tumba de la
vendedora de avellanas,
una figura muy
popular en el
país y en
las celebraciones tradicionales. Mientras
ella vivía y con el dinero que ganaba de la venta de sus avellanas
comisionó al escultor
Lorenzo Orengo a
la construcción de
su tumba. Orengo era uno de los
más acreditados escultores dentro de
la sociedad burguesa
de Liguria además de
ser considerado emblema del
realismo burgués ...
La orgullosa vendedora
de avellanas quiso ser representada con los símbolos de su trabajo,
un rosario hecho
de avellanes, una
barra de pan
y un buñuelo,
con la misma
suficiencia que hace
al rico ser
retratado con los emblemas de su poder y posición social.
Son de admirarse los pequeños detalles y la minuciosidad con las que trabajó el maestro Orengo, como la factura de los encajes que bordean el
vestido de la señora Campodónico. La claridad con que pueden observarse las
venas que saltan por el esfuerzo de cargar su pesado rosario con dos hogazas de
pan, habla de la técnica tan lograda del artista italiano.
El brillo que
aún resplandece del
anillo nupcial y
de los aretes
que cuelgan de los lóbulos de sus
orejas, los flecos del chal que caen
sobre su pecho, la gran
trenza anudada sobre
su cabeza, los
zapatos que asoman
debajo de la gran falda.
Resulta interesante conocer
historias como la
de la Sra.
Campodonico, dama italiana de finales del siglo XIX cuya obsesión
terrena no obstante su
vida modesta como
vendedora de avellanes ,
fue el hecho
de pertenecer después de su muerte a la burguesía a la que en vida
sirvió.
Es el caso
de esta humilde
vendedora de avellanas,
singular, pues cuenta
su historia que
dedicó el fruto
del trabajo de
su vida entera
a preparar los
ornatos de su
última morada, mandándose
confeccionar la hermosa
escultura que adorna
su tumba, misma
que fue encargada
al renombrado y afamado escultor
de la época, Lorenzo Orengo.
Llama la atención el método de integración que no discrimina lo mejor, de
lo mejor y agrupa de manera armoniosa al más prestigiado cementerio de Milán,
el talento de
un artista famoso
y menos notorio,
pero no menos
importante, la poesía
de quien escribiese
su epitafio, composición
poética breve, escrita exprofeso
para la señora,
vendedora de avellanas,
por el poeta Gian Battista Vigo:
“Vendiendo baratijas en los Santuarios de Acquasanta, de Garbo
y de San
Cipriano, desafiando la
intemperie, me he procurado los medios para transcurrir mi
vejez y también aquellos para inmortalizarme
mediante este monumento,
que yo Caterina Campodonico (llamada la “paesana”)
me hice hacer mientras aún estaba viva.”
Es claro que
las grandes tumbas
y las grandes
estatuas no fueron hechas sólo para los ricos y poderoso,
y la muestra es esa “...con la misma previsión
con la que
aseguró su propio
monumento funerario, de
igual manera comisionó
al poeta Gian
Battista Vigo un
epigrama para su
tumba”.
El otro monumento
funerario que se
guarda bajo el
estilo Realista o Figurativo
es el de
la tumba Pienovi,
hecho por el
escultor Battista Villa.
En
esta obra podemos contemplar una
mujer joven doliente,
la cual se
encuentra levantando por
última vez, la
sábana con la que
fue cubierto su difunto esposo: El monumento fue inspirado por la pena y el
abatimiento de una viuda, Virginia, representada
de forma dramática
y verista. La joven
mujer se muestra
en el acto
de levantar la
sábana con la que
ha sido cubierto
su esposo, de
esa manera por
última vez podrá
ver su rostro.
Este es uno
de los mejor
conocidos emblemas de Realismo
burgués: una fotografía exacta
de la escena
que repetidamente ocurre
en todas las
recámaras visitadas por la
muerte.
La joven viuda
expresa en su
rostro el abatimiento,
el dolor e impotencia
de ver a
su esposo muerto
sobre la cama.
Pareciera que la
doliente quisiera expresar
algo, pues la
boca aparece entreabierta
conteniendo el dolor.
Con la mano derecha levanta ligeramente la sábana,
y con
la izquierda parece
estar tocando la
mano derecha del
difunto.
La iconografía funeraria
nos dice respecto
del significado que
las camas tienen para este arte: La
cama ha tenido
un papel en
la escultura funeraria
desde tiempo inmemorial, ya que ha sido vista como un lugar en donde se duerme...un
ciclo completo tiene
lugar en la
cama, desde la
concepción hasta la muerte...ahí hubo amor, sueños...ambas, la cama y
la tumba fueron
un teatro en
donde se conjugó
la unión... Mientras que el tema
de la cama ha sido usado desde el Neoclasicismo hasta el Art Deco, el número de
camas durante el siglo XIX es
relativamente pequeño si
uno interpreta cama
en
stricto sensu. En
mayor número aparece
el cuerpo recostado
sobre un sarcófago...esta escena en
contraste con la
intimidad de la recámara, tiende a asumir un rol más formal.
Otras tumbas impresionantes de éste cementerio son: la tumba
“Scorza” (1931) realizada
por Edoardo De Albertis
(1874-1950)
en la
que podemos contemplar
tres mujeres jóvenes
de gran volumen, ataviadas con vestidos largos que semejan a una seda pesada
o lamé. Uno
pudiera imaginar que
están bailando (la danza
de la
muerte) ya que
las tres se en
cuentran entrelazadas por
las manos, con sugerentes
movimientos corporales.
Los tipos físicos
son iguales, es
decir jóvenes con
cuerpos largos y
acinturados que emulan la belleza clásica, piernas torneadas, largas y
pies descalzos. El peinado
es semejante en
las tres: recogido
hacia atrás en
largas trenzas.
La expresión de su rostro es similar en las figuras de la izquierda y
de en
medio, no así
en el de
la figura de
la derecha. El
rostro de esta “doliente” muestra
estar absorta besando con gran delicadeza la mano de la doliente del
fondo.
Esta última figura
trata de liberarse
de sus “captoras”
realizando un movimiento corporal que enfatiza el rechazo a
ser llevada por las otras dos dolientes. El escultor De Albertis retoma un tema
ya antiguo imprimiendo el nuevo
estilo Déco en
la escultura funeraria,
mostrando con ello
la capacidad de revitalizar
cualquier tema de épocas precedentes.
El escultor genovés De Albertis fue un escultor prolífico. Se cuentan
más de
30 esculturas firmadas
por él, en
la necrópolis genovesa,
ejecutándolas con gran
fuerza plástica y
éxito, bajo diferentes
estilos, desde el
Simbolista, Liberty o
Nouveau, pasando por
el Déco. Hombre
culto, formó parte
de la élite
artística cultural de
la época, manejando
lo que alegóricamente se denomina
la “bella muerte”: Entre los
griegos existía la
bella muerte. Era
aquella que el
guerrero, todavía en
su juventud, conquistaba
en el campo
de batalla. Su heroicidad y su belleza juvenil perduraban más allá de su muerte.
Su cuerpo era
venerado, era embellecido
y se le
otorgaban honras fúnebres que transformaban en bella su precoz muerte
como bravo guerrero. El enemigo, en ciertos casos, no se contentaba con matar a
su rival: destruía de diversas maneras su cadáver como
un intento de
exterminar toda belleza
en esa muerte y en ese cuerpo.
Otra bella doliente
esculpida por De
Albertis, es la
tumba Ammirato (1917),
la
cual preludia al
Art Déco. La
tumba es un
bello ejemplo del Simbolismo con un
evidente desarrollo hacia
un estilo geométrico
más moderno. Partidario
de los preceptos
de la Secesión
de Viena, puso
en práctica las nuevas pautas a
seguir en esta escultura: El arte
en los cementerios
continuó obviamente hacia
la revolución Futurista
ocurrida desde la
segunda década del
siglo veinte en adelante. Esto no
quiere decir que haya sido insensible hacia
otras tendencias modernas.
La influencia de
la Secesión Vienesa se dio en la arquitectura y en las
artes decorativas en los cementerios
del norte de
Italia y en
algunas ocasiones en
la escultura.
Se trata de
una mujer joven
(doliente) abatida por
la pena y el
desconsuelo. Se encuentra
sentada desnuda, cubriéndose
el rostro con
las manos, seguramente
llorando la ausencia
del ser querido.
Doblada sobre sus
rodillas cae su
abundante cabellera, casi
hasta sus pies.
El largo y
ondulado Cabello, -
elemento propio del
estilo Liberty o Nouveau - es
ahora recortado en
las puntas, de
forma simétrica. El volumen
de la escultura
está marcada por
una incipiente geometrización que
señala el advenimiento de
nuevos estilos: “...
a un paso
del Expresionismo puede
observarse a esta
joven doliente (monumento
Ammirato) hecha de mármol...”
El efecto visual
es de un
total desconsuelo. La pena
abate al ser humano,
en donde su
cuerpo apenas se
sostiene ante semejante
desolación. El abandono hacia la persona de la doliente es evidente.
Cada parte del “cuerpo” de la escultura así lo dice: sin afectación alguna, se
rinde ante la muerte.
Subyace en esta bella muestra, un
predominio de la sobriedad formal e
incluso cierta severidad
propia del movimiento
del Secessionsstil o Secesión
Vienesa; hay que
recordar que aunque
dicho estilo buscara
la elegancia, en
ciertos casos transgrede
la sobriedad, permitiendo
con ello salir a la luz, un evidente
Expresionismo.
La decoración en
la tumba Ammirato es estilizada
y abstracta, junto
con la tensión y el erotismo expresados, son típicas de la Secesión
vienesa elementos que dicho movimiento compartiría más adelante con el estilo
Art Déco.
Continua en la siguiente entrada
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada