dimarts, de maig 19, 2015

UNA APROXIMACIÓN AL FENÓMENO DE LA BRUJERIA 2/4

Psicología del torturador.






El torturador es un enfermo cuya peligrosidad radica en hacer del descuartizamiento, la secesión de los miembros, la sangre destilada en porciones o inmensamente o el tiempo mismo, su forma de vida oculta. Es un problema mental ya que el sadismo, hacer sufrir, se integra a su masoquismo, gozar sintiendo pesar, lo que en la cotidianidad los hace ser excesivamente débiles cuando no poseen el dominio sobre el otro a través del arma, el garrote, las esposas o ataduras, e incluso la máscara que les permite el anonimato brutal. Son valientes sólo cuando están protegidos.
La capacidad que un ser tenga para torturar a otro no puede ser concebida dentro de los límites de la normalidad. Cuando uno se plantea el análisis de este tema naturalmente desemboca, en materia psicología, en el análisis del sadismo.
Ciertamente podemos concebir la existencia de un potencial básico de agresión en el ser humano; lo vemos claramente en la conducta de todo niño.
Pero dicho potencial agresivo y destructor pasa por todo un proceso de elaboración y canalización que forma parte del curso normal de crecimiento y desarrollo personal.
Cuando el hombre adulto y normal ingresa a formar parte de la vida en comunidad, la educación y su propio potencial madurativo lo han transformado en un ser capaz de convivir con sus semejantes en un nivel de relación digna, decorosa y respetuosa de los demás.
Esto se ha logrado en un contacto ineludible con el mundo que lo rodea, el cual lo aporta al sujeto un campo de desarrollo de su existencia.






Dicho campo tiene su propia estructura constituida por la tradición histórica, legal, moral, etc. Este campo se puede modificar en un momento de la historia y no por ello los hombres normales se ven obligados a hacer una regresión a los estratos más primitivos de su ser. Ellos han de buscar los canales adecuados para emprender el mundo nuevo, por si o por no. No se justificara jamás, ni siquiera en nombre de los más altos ideales, la adopción de conductas que correspondan, aun distorsionadas, a los niveles más primarios de la constitución humana.
Porque el hombre en su crecimiento normal no va superponiendo capas más arriba de las otras, sino que se va trasformando y modelando en una constante relación dialéctica con el contexto que lo rodea.
Esto hace que el hombre adulto no sea niño envuelto por sucesivos estadios de socialización sino una persona diferente al niño. Posee, como ser adulto, sus propios y característicos mecanismos para la regulación y orientación de su conducta. Cuando un individuo exhibe caracteres de conducta que son propios de muy anteriores estadios de su existencia es porque no ha completado de una manera armónica y acabada su desarrollo normal. Esto es en último termino  lo que diferencia al hombre normal del anormal. Lo vemos todos los días en los enfermos de los hospitales psiquiátricos y en las escuelas de recuperación psíquica. 






El ser afectado por muy diversas causas en su desarrollo intelectual exhibe una conducta agresiva y destructiva, castigadora y a veces brutal hacia sus semejantes. Se trata aquí de un atraso en el desarrollo de su inteligencia y de otros aspectos de su personalidad. No ha podido incorporar los datos inmediatos de su contexto social, carece de la permeabilidad suficiente para observar y elaborar internamente las pautas culturales y en consecuencia brota de él la violencia en sus formas más primarias. La oligofrenia no es la única razón por la cual se puede producir una carencia evolutiva. Los déficit en los desarrollos emocionales y sexuales determinan también alteraciones en la conducta que se manifiesta por las formas más variadas de la agresión, a menudo altamente refinadas.
Las características de las circunstancias, como decía en párrafos anteriores, enfrentan a los individuos a la necesidad de adoptar estilos de vida. Pero, no hay ninguna circunstancias que obligue a tomar un estilo de vida anormal cuando no se es normal con anterioridad.





Resulta claro que el psicopatólogo que ningún sujeto puede realizar un acto de violación sexual, bajo cualquier circunstancia, si no es un violador. Nadie puede consumar un acto de vejación homosexual si no es un homosexual por lo menos en potencia.
Esto ha sido dicho por todos los autores que mundialmente, se han ocupado del tema. La tortura institucionalizada se realiza en el curso de una situación en la cual el acto pasional no tiene lugar. Es el producto de una planificación perfectamente deliberada, a través de la cual el planificador es responsable de lo que hace.
De este modo, el acto de la tortura, si bien implica para su realizador una estructura de personalidad enferma, es el fruto de una opción de estilo de vida y en cuya opción la enfermedad juega una parte de la cosa.






El sadomasoquista padece de un infantilismo psicosexual; no ha podido desarrollarse, su maduración es lenta y lleva en si una carga exagerada de agresividad y dependencia.
Diríamos que su vinculación con los demás es muy similar a la del niño con sus padres. Necesita dominar a alguien pero ser dominado por el, logrando así al mismo tiempo, libertad y seguridad. Se trata de un sentimiento paradójico, ambivalente; de ahí que no hablemos de sadismo y masoquismo separadamente sino de sadomasoquismo. Aparece como una forma compleja que asume la afectividad y que en ultima instancia, en forma, en forma simplista, podríamos reducir a la formula libertad-sumisión.
Para el sadomasoquista el someterse a la fuerza es ser casi tan fuerte como aquel que la ejerce. El placer que produce ser flagelado o promover dolor a otro nos parece un carácter secundario del sadomasoquismo; lo más importante es la relación afectiva de naturaleza ambivalente que se genera.




Entendemos que este análisis se ajusta cabalmente a la personalidad del torturador. En efecto, el torturador satisface su necesidad de dependencia ejecutando la orden de quien lo utiliza como instrumento y colma de aspiraciones de dominio convirtiéndose en el dispensador de la vida o de la muerte.
En este último aspecto, sádico propiamente dicho, asume su papel más despreciable socialmente. No pretende solazarse solamente con el dolor del otro, sino destruirlo como persona. Su principal deseo no es lastimar sino establecer su superioridad.
Por lo general el torturado es visto como un individuo fuerte, independiente, libre, con una ideología propia, capaz de establecer y romper relaciones interpersonales.
Es contra esto que no puede el torturador, el sadomasoquista, y de la única manera como logra imponerse al otro es destruyéndolo en su univoca personalidad.





De ahí que sean validos para el todos los procedimientos de tortura, físicos o morales. Tiene que sentir que posee al otro ya que no se posee a si mismo.
Y cuando cree que lo ha logrado o que esta a punto de hacerlo, se torna humanista, contemporizador, bueno, asume el rol de la figura paterna.
Pero si no es escuchado, si no obtiene los fines objetivos que se ha propuesto (declaración o delación) tampoco logra sus fines subjetivos (dominación, dependencia del otro). Como por su particular organización psíquica no puede resolver su conflicto básico de relación afectiva, cierra su problema circular tornando a la tortura o a la amenaza. Llega a liberar al torturado pero bajo amenaza, forma de dominio a la distancia, única manera de no romper una relación que no puede establecer de otro modo. El torturador, el sadomasoquista esta terriblemente solo, porque está gravemente enfermo.




Ni con su mandante ni con su torturado logra establecer una relación definitiva, segura y con ella alimenta la causa de su enfermedad; la carencia afectiva.
Desde un punto de vista psicológico, quiero dejar bien aclarado mi opinión acerca de la personalidad sadomasoquista del torturador, reiterando su condición de enfermo resultante de una organización familiar o social igualmente enferma.
El sadomasoquista puede ser responsable de sus actos en última instancia, pero es un producto de una forma particular de relaciones interpersonales.
El hecho de que su escala de valores sea repudiable no significa que el único responsable de su ejercicio sea él.  Lo son: por un lado, quienes participaron en su desarrollo y, por otro lado la sociedad que a la vez de haber generado las causas de la enfermedad familiar, mantiene y utiliza al enfermo para sus designios igualmente patológicos.





La tortura es abyecta porque tiene el sentido de un ataque moral. Este ataque a la norma moral o al principio ideológico se dirige a romper el eslabón que la sustenta, y así provocar la claudicación moral del torturado. Se pretende con esto que lo que se defiende en el plano moral o ideológico pierda valor con esta claudicación. Todos lo que participan en la misma ideología sufren las peripecias del torturado y se debilitan o fortalecen según este fracase o triunfe sobre los torturadores.
Por esta razón hay un real e importante empecinamiento para que el torturado fracase, porque no solamente lo debilita transitoriamente, sino que lo anula definitivamente como persona pensante, y todo esto tiene repercusión en la propia ideología por la que es sometido a la tortura.
La repulsa universal de la tortura deriva del contexto en el que la agresión se realiza: un sujeto torturador, actúa sin la atenuante del arrebato emociona y arremete, por mandato, a un sujeto inerme, siguiendo un plan quesee desarrolla en el tiempo y usufructuando el privilegio de la impunidad circunstancial – ya que el torturado está indefenso – y de la impunidad residual, ya que el torturador está protegido por quienes ordenan la tortura.






La agresión se lleva a cabo por la doble vía del ataque corporal y de los más variados procedimientos con los que se obliga al sujeto a someterse a las condiciones más humillantes. Todos los relatos de las torturas tienen caracteres semejantes.: celda con excrementos, golpes, interrogatorios confusos, insultos, amenazas y ataques sexuales.
Todos estos procedimientos están orientados hacia la claudicación de la escala de valores del torturado, exigiéndole que abandone sus principios en defensa de su vida severamente amenazada.
El ataque sexual, que es una forma constante de tortura, requiere un amplio margen sádico para poder ser realizado, así como un alto coeficiente de resentimiento social. La mayor parte de los torturados son personas severamente perturbadas del punto de vista psicológico, correspondiendo la mayoría de ellos a personalidades psicopaticas y a sujetos intelectualmente marginales.
Las características personales del torturador hacen que sean tratados por sus mandantes como meros instrumentos despreciados.





La existencia de torturas es un índice de crisis social. Cuando aparecen estos métodos de represión, es porque un sistema de valores caducos pretende subsistir sobre los principios emergentes, a los que solo puede oponer la fuerza del poder arbitrario.
Por eso la tortura tiene algo de gran teatro del horror. Una mascarada tenebrosa dirigida a la víctima y al público implícito…
Esta mascarada da sentido del exhibicionismo del esbirro, de su preparación de la escena.
¿Y que es la escena? ¿Como es la escena? Un festival de sangre. La victima esta presa; es esencial hacerle sentir que está totalmente en manos de sus torturadores, bajo su dominio omnipotente. Partiendo del hecho de que aquella no puede responder directamente a la agresión, se trata de crear la atmósfera de anonadamiento y terror en que siente que le pueden hacer cualquier cosa: “ te vamos a romper el culo” “ te vamos a destrozar los huevos”, “ te vamos a violar”, “te vamos a cortar las tetas”, “ a tus hijos les vamos a decir lo que te estamos haciendo”, “ a tu marido y a tu mujer los vamos a dejar espantosos”, “ no vas a poder caminar ni respirar, te vamos a ahogar”. Es tan importante como lo que efectivamente se le hace al prisionero, el clima de amenaza. Amenaza terrorífica que es el agente psíquico de la promesa de disolución de la persona del detenido.





Festival de la mugre, si. Actuación desenfrenada de los núcleos perversos del, en este momento del suplicio, agente policial. Revancha de la impotencia de su niño sádico y envidioso contra el goce y la creatividad de sus padres. Allí está el otro o la otra, no ya una persona sino, desde ahora, simple objeto para ejercicio del, aquí en esta cámara, torturador. La idea final del torturador es algo parecido a : “mosca, te voy a aplastar, pero antes te voy a hacer sufrir un poco, vas a sentir como estallan tus partes como brota tu sangre”. 
A propósito del tema de los torturadores podemos recordar lo que sucedió en la última guerra mundial. Las autoridades del ejército aliado denunciaron primero, juzgaron y castigaron después, a los que fueron llamados criminales de guerra. Entre estos estaban los torturadores de los campos de concentración alemanes.
Todos los pensadores y científicos demócratas estudiaron y criticaron severamente, y así lo hicieron público a través de una fuerte promoción publicitaria, las monstruosidades practicadas por la gestapo.
Es decir que no se justifico la tortura ni aun en circunstancias de guerra ni por razones de seguridad de estado.
En los documentos del ejército norteamericano a propósito del juicio de Nuremberg se ve discriminar claramente aquellos individuos que lucharon frontalmente por una ideología, aun equivocada, de aquellos otros que cometieron actos de verdadero salvajismo en las cámaras de tortura. 




Estos últimos fueron considerados como psicópatas, perversos, todos ellos fueron fuertemente distorsionados en su estructura intelectual, emocional y sexual. Y en ellos recayeron las penas más importantes.



Las funciones de las brujas


Pero entonces, cuales eran los motivos que sirvieron para llevar a las brujas al cadalso?.
Podríamos determinar dos tipos de funciones que podían llevar a una persona a tener que soportar la acusación de brujería. Unas las reales, las podríamos definir como funciones terapéuticas. En las zonas rurales, entre las clases populares, la curandera, conocida como “domina herbarum” –la señora de las plantas- y más corrientemente como Belladona –buena o bella señora-, recibía el mismo nombre que se daba a las hadas, y a la planta de gran poder curativo, muy utilizada en la farmacopea medieval. Como ya dijimos en el post anterior, siguiendo el ejemplo de nobles, obispos y reyes, se produjo un cambio en la mentalidad con que el pueblo se enfrentaba al dolor y la enfermedad.
Los ricos iban al médico, la gente del pueblo a la curandera.









Solía ofrecer remedios naturales que se enfrentaban con éxito a la mayoría de las enfermedades, ayudaba en los partos, curaba en los casos de heridas, contusiones, roturas de huesos, infecciones. Por lo que hemos podido comprobar con los brujos sanadores de muchos pueblos indígenas de la actualidad, disponían de unos conocimientos amplísimos y una gran pericia sanatorial.
La transmisión de esos conocimientos -que se daban en un medio que no conocía apenas la escritura- se producía directamente de maestra a discípula, a lo largo de muchos años de aprendizaje. A menudo dicho aprendizaje se veía complementado con el intercambio de conocimientos con otras curanderas, en los llamados “esbats”, que a menudo los Tribunales transformaron en Sabbats o Akelarres. Como és lógico la mayoría de esas curanderas eran gente de avanzada edad, pues en la juventud y madurez, las mujeres debían atender a las funciones domésticas y al trabajo en los campos y normalmente viudas, que malvivían con lo que los pacientes –igual de pobres y miserables que ella- le podrían dar. Solían vivir en cabañas, o en refugios en medio del bosque alejadas de los pueblos, porque evidentemente no tenían recursos económicos, tras la pérdida del marido y la emancipación de sus hijos/as.





Y aquí traigo a colación una anécdota personal, vivida en mi peregrinación a Santiago a mediados de los 80, en la parte más interior de la ría de Noya. Alquilamos una barquita de pescadores para que nos diese un vuelta por la ría para observar los maravillosos paisajes de alta montaña, a la orilla del mar, con las vacas pastando, con los cuartos traseros y la cola en el agua...Lógicamente surgió el tema del “haberlas haylas”, de una cosa pasamos a la otra y finalmente me hice con la dirección de una de ellas...Fuimos a verla, yo cargado de máquina de afotos, papel y boli y unas cuantas preguntas “interesantísimas” sobre la brujería, etc., etc., etc.,...apenas me respondió claro!, me cobró unos cuantos duros por nada y en menos de diez minutos me ventiló...pero ni el lugar, ni ella, ni las pocas cosas que me dijo valían mucho la pena, apenas las recuerdo, lo que sí me quedó grabado fue como enseñaba a su nieta, una niña de 7 u 8 años a romper hechizos, con unas tijeras y unos trozos de papel de periódico, auténtica lección de antropología, inolvidable.





Cuando la curandera conseguía tener éxito, era la “Domina herbarum”, la Belladona, todos la apreciaban y respetaban... Sino...Que pasa hoy cuando un médico no nos cura?, o cuando se equivoca?, pues que le metemos un pleito - si tenemos las ganas y el suficiente tiempo y dinero para ello-, que creéis que harían en aquellas circunstancias?, pues sencillamente llamarla bruja...Una joven madre que pierde a su hijo de pocos días, en su desesperación a quien culpará de esa muerte? Alguien ha de tener la culpa, no?, pues claro, la curandera, que ahora pasa a ser la “bruja esa”, y ya está!. En ambos caso, tanto la Belladona, como la bruja eran temidas, por su poder sobre la vida y la muerte.
Cualquier mujer que gozara de cualquier tipo de independencia era proclive a ser considerada bruja. Los inquisidores creían que las mujeres que quedaban fuera del control masculino, al margen de su tutela a través de la familia, o que se mantenían fuera o en los bordes de los roles femeninos prescritos para ellas, eran elementos perturbadores del orden social establecido. Mujeres solas, solteras o viudas, pobres, viejas, extranjeras, melancólicas, sanadoras, el espectro podía ser variado.
Las mujeres sin hombres, solteras y viudas, mayores de cuarenta años, podían fácilmente ser consideradas brujas, pero muchas también eran casadas, jóvenes... Las extranjeras también podían ser un objetivo fácil, ya que por ser mujeres y recién llegadas, eran objeto de desconfianza. Muchas brujas eran mujeres que tenían o actuaban con independencia, que estaban dispuestas a replicar y a defenderse. En Inglaterra las mujeres que sabían nadar eran consideradas brujas, ya que si sabían nadar era porque el agua las rechazaba.




Las brujas eran en muchos casos mujeres de extracción campesina y pobre. Esto es cierto para la mayoría de las sanadoras, aunque también las había con una situación social acomodada. Las sanadoras de extracción pobre y campesina trabajaban para la comunidad, para las clases populares. En general eran las únicas que asistían a los pobres.
Por otra parte, otro sector que padeció la persecución durante la caza de brujas fueron las comadronas. Muchas de las mujeres acusadas de brujería fueron comadronas. Esto se explica por el hecho que durante la Edad Media y Moderna, existía la idea generalizada de que el nacimiento tenía cualidades mágicas y que por esta causa, las comadronas, al conocer los misterios del nacimiento, tenían poderes especiales.
Las mujeres habían ejercido como sanadoras desde hacía siglos, existiendo una larga genealogía de mujeres sanadoras. En Europa fueron las responsables de la salud de la comunidad hasta que se inició la caza de brujas, siendo conocedoras, transmisoras y revisoras de una sabiduría ancestral popular que se transmitía de madres a hijas. De hecho, para diversos estudiosos y estudiosas son consideradas las primeras médicas y anatomistas de la historia de occidente, además de las primeras farmacólogas, con sus cultivos y recolección de plantas medicinales. Eran las conocedoras de los secretos de la medicina empírica.
Por esta causa eran conocidas por la comunidad como “mujeres sabias”. Sin embargo, las instituciones, temerosas de su influencia las llamaron “chafarderas”, antes de llamarlas brujas.




Las mujeres conocían las aplicaciones medicinales de muchas hierbas y plantas y el conocimiento sobre muchas de ellas se aprendían de generación en generación desde tiempos anteriores a la institucionalización del cristianismo. Al mismo tiempo descubrieron nuevas fórmulas y aplicaciones a través de la experimentación. La gente consideró este conocimiento como un cierto tipo de magia, al igual que lo creyeron los jerarcas de las iglesias cristianas y los gobernadores de los estados. Parece ser que estas mujeres mezclaban sus prácticas curativas con viejos ritos paganos anteriores al cristianismo. Esta pátina mágica que arropaba el conocimiento de las plantas y la elaboración de cremas y ungüentos parece derivar de estos viejos ritos religiosos. Éste fue uno de los factores que contribuyó a considerar la existencia de una especial relación entre estas mujeres y el cuerpo, con el sanar del cuerpo pero también con la relación entre cuerpo y mente.





Las brujas-sanadoras usaban analgésicos, calmantes y medicinas digestivas, así como otros preparados para aminorar los dolores de parto, a pesar de la postura contraria de la Iglesia, por la cual a causa del pecado original las mujeres debían parir con dolor. Usaron la belladona para parar las contracciones de la matriz en caso de posible aborto y algunas fuentes apuntan a una bruja inglesa como descubridora de la digitalina, que se utiliza actualmente para tratar las enfermedades coronarias. Estas mujeres sabias también aconsejaban a mujeres sobre métodos anticonceptivos y practicaban abortos. De hecho, Paracelso, considerado el “padre de la medicina moderna”, afirmó en el siglo XVI que todo lo que sabía lo había aprendido de las brujas. Con la caza de brujas, parte de este conocimiento se perdió.
Los profesionales hombres, procedentes de familias acaudaladas, presionaron contra la posible competencia de las mujeres sanadoras recibiendo el apoyo de los estamentos privilegiados, que se dieron cuenta de la importancia de controlar las fuentes del saber, siendo la medicina una de las primeras disciplinas que la Iglesia y el estado tenían un especial interés en controlar. La organización institucional de la medicina era importante en este proceso de control de las fuentes del saber, debido al prestigio y la reputación que conllevaba, pero, sobre todo, porque implicaba controlar decisiones sobre la vida y la muerte, sobre locura y no locura, etc. Las mujeres estaban por supuesto excluidas de este círculo elitista.
Las primeras mujeres sanadoras acusadas fueron mujeres instruidas que trabajaban para clientes de la misma extracción social, es decir, para los estamentos privilegiados. En el siglo XIII la Universidad de París acusó a Jacqueline Felicie de practicar la medicina ilegalmente. 




Nadie dudaba de su capacidad o profesionalidad sino al contrario, fue usada en su contra, porque se atrevió a sanar a otros siendo mujer, cuestionando la competencia de los médicos y demostrando que podía curar en casos en que los médicos habían renunciado.





Por otra parte, las fuentes que se han estudiado hasta ahora apuntan a que establecieron redes y se reunían para intercambiar conocimientos sobre hierbas medicinales a la vez que se constituían en mediadoras para la divulgación de diversos tipos de noticias, alimentando las relaciones entre mujeres. Es posible que estas redes estuvieran relacionadas con las rebeliones campesinas de la época, ayudando por ejemplo a su difusión.


Imaginarias




El primer significado que daban los europeos a la brujería era el de una práctica de la magia nociva, negra o maligna. Creían en la magia simpática y estaban convencidos de que se podía asesinar una persona clavando agujas en un muñeco realizado a imitación de la  víctima, estaban convencidos de que había personas que provocaban granizadas sobre las cosechas, la impotencia de un recién casado...
Así pues, la brujería tendría algo que ver con las primitivas creencias mágicas y en la afirmación en los maleficia(maleficios). Además, aquí podemos encontrar el mayor parecido entre la brujería europea y la práctica actual de la brujería en sociedades primitivas no europeas o en culturas modernas como el vudú.





La primera característica de los maleficia consiste en ser actos mágicos, más que religiosos. La segunda es que son actos nocivos, más que benéficos. En la práctica de la religión los hombres se limitan a suplicar a los espíritus o deidades de quienes esperan o confían que provoquen los resultados deseados. Si la petición fracasa es porque dios no se ha dignado a satisfacer su demanda. Otra de las características de la religión es que se trata de una actividad comunitaria y organizada, al contrario que la magia. La religión se sirve de las artes de la persuasión, tratando a los seres superiores con un sentimiento referencial. Muchas religiones han evolucionado progresivamente a partir de la magia, mientras que otras han degenerado en magia. Los efectos de la actividad religiosa son muy a menudo beneficios empíricos y profanos, exactamente iguales a los de la magia, lo  que provoca la confusión entre religión y magia. En la magia, los dioses no intervendrían y los objetivos serían inmediatos, profanos y empíricos, mientras que la religión tendría un carácter organizado, público, suplicatorio y teológico: sus objetivos no serían empíricos ni mundanos, buscando  la inmortalidad, en el más allá. También existiría una magia que tendría carácter público, como la practicada en Roma y supondría la intervención de dioses y otros espíritus; pero también existen diferentes formas de religión que presentarían características mágicas, con actividades  en las que el ser humano domina o manipula fuerzas misteriosas y sobrenaturales. Las actividades en las que se suplica y se deja el poder en manos del espíritu o la divinidad serían fundamentalmente religiosas.





La segunda característica esencial de los maleficia es que por definición son nocivos. Existe una magia blanca cuyo propósito es generar algún beneficio para uno mismo o para otro. Se trata de una magia productiva que quiere estimular el crecimiento de las cosechas o ayudar a las mujeres a engendrar hijos. También es curativa, pues pretende sanar las dolencias de las personas. Los actos de magia amorosa caen a menudo dentro de la llamada magia gris, pues las ganancias amorosas de uno pueden muy bien significar pérdidas para otros.
También existen los llamados hechizos, como la destrucción de la imagen de una persona para ocasionarle una enfermedad o la muerte, la pronunciación de maleficios y la utilización de brebajes. La hechicería se puede distinguir del maleficium por dos principales razones. La primera es que el hechizo puede ser tanto benéfico como nocivo. La segunda consiste en que algunos actos maleficios no suponen la utilización de ninguna técnica, sustancia o parafernalias particulares para producir sus efectos, como el aojamiento o “mal de ojo”, que supone una actitud interna del brujo o la bruja, destinada a desear la muerte de una persona. Estos actos son esencialmente maleficia,  y no constituyen actos de hechicería. 





La magia baja se difunde por transmisión oral. Adopta la forma de encantamiento y ensalmos sencillos. Casi todos los maleficia atribuidos a las brujas en la Edad Moderna entran dentro de esta categoría. La mayoría de brujos y brujas procedía de los estratos bajos de la sociedad. La mayor parte de la alta magia es magia blanca, mientras que la magia baja utilizaba los hechizos y maleficios con la pretensión de ocasionar daños a los demás.
El desarrollo de la creencia en las brujas en la Europa medieval resultó notablemente influido por un tipo particular de magia erudita o semierudita: el arte ceremonial de evocar a los demonios. La práctica del maleficium como un poder obtenido por el pacto de una bruja con el demonio fue creación de los demonólogos, conocedores de esta magia erudita. Así en la definición de brujería intervendría el maleficium y el pacto con el diablo. La brujería era demonismo, adoración del diablo. La bruja adquiría sus poderes con un pacto con el diablo. La supuesta vinculación entre magia y demonismo data desde el siglo IV, fecha en la que se creía que los magos, al igual que otros herejes, rendían culto al diablo como dios suyo, en concurridas asambleas nocturnas a las que solían acudir volando. En estos aquelarres o sabbats, rendían homenaje al diablo, practicaban la glotonería, realizaban bailes impúdicos, practicaban infanticidios y canibalismo infantil... es decir, todos los actos que representaban una inversión de las normas morales de la sociedad. Tomado de la Velleta Verda.
Por ejemplo, la famosa acusación que se hacía a las brujas de salir volando montadas en una escoba, por el agujero de la chimenea para acudir a los akelarres... Supongo que por muy crédulos que seáis ninguno de vosotros podrá ni suponer que una tontería así pueda ser cierta...Bueno, por lo menos esa opinión era la habitual en toda Europa hasta el siglo XIV, así cuando en el S.XIII una mujer alemana confesó a un sacerdote que ella lo hacía, el sacerdote le recomendó que se tomase unas infusiones y se tranquilizase, en otras palabras le insinuó que estaba mal de la cabezota...Pero con el cambio de coyuntura, esa tontería se convirtió en una de las principales acusaciones y llevó a la hoguera o a la horca a multitud de mujeres... 







Claro que no todos los encargados de juzgar eran igual de cazurros.
En pleno período de represión de la brujería, el médico de cabecera del Papa, estaba de vacaciones por la Selva Negra...Hubo una detención de una pareja de ancianos acusados de brujería...La mujer declaró repetidas veces que ella era de las que salía volando por la chimenea, pero el médico – que no podía creerlo- decidió comprobarlo. Se trasladó hasta el pueblo y pidió al Tribunal que le permitiera investigar...La mujer le reiteró sus palabras pero añadió que sólo podía hacerlo en su casa.
Imaginaos la movida, el médico, el tribunal, los gendarmes, el verdugo, too diooos pa casa la bruja... La mujer puso un barreño en el suelo, cogió un pote con una pomada que vertió en el barreño, añadió agua y procedió a untarse sus partes íntimas con dicho mejunje...Al cabo de unos momentos empezó a temblar y sufrir espasmos, hasta que cayó sin sentido en el suelo. Permaneció durante varios días inconsciente, aunque el médico utilizó todos sus conocimientos para despertarla, sin éxito... Cuando finalmente despertó, explicó con todo lujo de detalles su participación en un akelarre, evidentemente todos los presentes habían podido verificar que no había salido de la habitación, cuando su marido ya harto de toda esa historia le dijo que dejara de mentir, ella le respondió que le había puesto los cuernos con el diablo, bajo la apariencia de un hermoso joven...




El médico intrigado investigó la pomada y descubrió que estaba formada por diversas plantas solanáceas: Datura, Mandrágora, Beleño, Belladona, junto con grasa y aceite, esas plantas contienen una gran cantidad de atropina, una sustancia alucinógena muy poderosa que actúa en contacto con los vasos sanguíneos de los genitales con gran fuerza. Pero a pesar de lo que la razón demostró sobradamente, los inquisidores siguieron asesinando a gentes inocentes, o como mucho a drogatas y alelados.
Otro de los “crímenes” habituales, era el de mantener relaciones sexuales con el demonio...las que más morbo tenían eran las “nefandas”, o contra natura...La verdad oficial de la iglesia era que el diablo, un ángel caído, pero un ángel al fin y al cabo, o sea un espíritu, no tenía órganos sexuales. Si no tenía órganos sexuales como podía mantener relaciones con nadie?, no obstante, eso lo confesaron casi todas las inculpadas...y se aceptó como verdad indiscutible...
Muchos investigadores de la brujería han evidenciado que las confesiones de las acusadas tienen demasiados puntos en común como para considerarlas pura casualidad. O los fenómenos confesados son ciertos, o debe haber otras causas para explicar tantas coincidencias. Recordemos que después de los procesos de brujeria, solía haber un Gran Acto de Fe, como veremos cuando hablemos de los procedimientos. En él, la parte más significativa era el Sermo Generalis y la lectura de las condenas. En ellas se explicaban detalladamente los crímenes cometidos por las procesadas. Éstos actos de fe, eran públicos y a ellos acudían casi todos los vecinos de todas las edades. Así, se acumulaban en la memoria colectiva, pretendían ser un ejemplo para el conjunto de la población, pero acababan convirtiéndose en imágenes que se transmitían de generación en generación.




Por las declaraciones de las acusadas lo de los Akelarres debía de ser algo guay, pero guay de verdad, una mezcla de fiestorra por todo lo alto, comilona hasta reventar, bailoteo frenético hasta altas horas de la madrugada y mucho, mucho, mucho sexo del duro, duro. Precisamente todo aquello que en la vida ordinaria las gentes de las clases bajas no podían tener nunca.
Predominan las afirmaciones de que los diablos eran supereducados, cariñosos y las trataban con sumo respeto –como nadie -, los manjares eran exquisitos y superabundantes, “los dulces se cogían a paletadas”, las vajillas y cubiertos eran de oro y plata, las mantelerías de sedas con brocados, las relaciones sexuales con jóvenes bellos y delicados...y si a cambio de todo eso, tenían que renunciar a Cristo, hacer hechizos, dar un beso en el culo a un macho cabrío y cocinar y comerse a algún niñito...pues bueno... No hay que ser muy listo para comprenderlo...el hambre, unas infames condiciones de vida, la represión sexual, una situación social convulsa que explicaremos en el siguiente post, si a todo ello además, le añadimos unos cuantos gramos de alguna sustancia psicoactiva...Tenemos pues ya listo, el explosivo cóctel necesario para explicar este triste fenómeno.






Pero sin duda, las causas más frecuentes de las acusaciones se encuentran en lo que podríamos llamar las funciones imaginarias, o fantasiosas. Institor y Sprenger, los famosos autores del no menos conocido “Malleus Maleficarum” del que hablamos en el post anterior, eran sin lugar a dudas unos obsesos. La palabra maleficarum, deriva de maleficiendo, que podría significar algo así como: male de fide sentiendo, es decir, tener malas opiniones, las que se apartan de la rectitud o dogma, por lo tanto, las brujas se convertían inmediatamente en herejes; como todo aquel que no creía y acataba la verdad revelada por las escrituras y defendida por la Santa Madre Católica y Apostólica Iglesia, piensa mal, luego está equivocado, es un hereje y por lo tanto susceptible de ser quemado en la hoguera. Creo que más o menos es el mismo argumento que utilizaba Stalin para enviar a Siberia a los disientes: Quien puede estar en contra de la patria de los obreros, del socialismo?. Sólo los enfermos mentales...pues ala, al Gulap!.
Sin lugar a dudas nos explican lo que es una bruja, por sus acciones: Renegar de Dios; volar por los aires; hacer encantamientos amatorios –pensad una cosa, el adulterio se castigaba con la pena de muerte, si un hombre era pescado en flagrante idem, con bastante seguridad sería ajusticiado, excepto si se defendía diciendo que lo habían hechizado, esta claro, no?-; 






convertirse o convertir a los hombres en animales, principalmente en gatos negros, pero en casi cualquier otro animal, lobos –el famosísimo hombre lobo-, en oso, etc.; envenenar a los hombres, a los animales y a las cosechas; provocar granizadas y tempestades, etc. No puedo resistirme a la tentación de explicaros una anécdota. Una de nuestras inculpadas fue condenada a la horca, por el testimonio de unos pastores que la vieron acudir volando a la cima de una montaña, orinar en un agujero del suelo y posteriormente remover la orina con un dedo. Al instante, el demonio? Hizo salir una negra nube que descargó una violenta tormenta de granizo sobre los invitados a una boda a la que la bruja no había sido invitada. Toma ya!;otras acusaciones fueron las de raptar y asesinar a niños, para ofrecerlos a Satanás; acudir a los akelarres; y otras lindezas por el estilo. Entre las pruebas concluyentes de que una era bruja cabe destacar: el testimonio de un solo testigo, ver al sospechoso reunido con personas reconocidas como brujas, ser pariente aunque sea algo lejano con una bruja, manifestación de maleficios después de una amenaza por parte del sospechoso, o sea cuando decimos aquello de que “ojala te partas una pata” cuidadin..., temor a ser interrogado! –anda que no!-, decir malas palabras –tacos-, o blasfemias –me c*** en tos los santos!-, Fealdad –yo no me libraría y vosotros?- o belleza excesivas, una de las acusadas en el juicio del Brull era conocida por el sobrenombre de Belleza de les Aigües, lo tuvo claro! La tuvieron en pilinguis durante semanas; ausencia o irregularidades en la menstruación, olor corporal desagradable –si allí no se lavaba ni dios!- , señales en el cuerpo, berrugas, manchas de pigmentación, deformaciones congénitas o no, cicatrices.






Otra de las brujas después de haber confesado todos los crímenes de los que se la acusaba, reconoció que el demonio la había marcado indeleblemente, arrancándole tres dedos del pié izquierdo...El presidente del Tribunal, la hizo descalzar...y el pié de la confesante estaba intacto, para su gran sorpresa y la de todo el Tribunal...
Pero vayamos por partes. Los maleficios podían ser de tres clases: El hechizamiento que se parece bastante a lo que conocemos del vudú centro y suramericano, se realizaba sobre una efigie en cera, barro, madera, ropa o cualquier otro material, que representaba a la persona a la que se quería hacer daño. Para que fuera más eficaz, solía añadírsele alguna parte de su cuerpo –pelos, trozos de uña, pero también, orina, excrementos o sangre-. Se clavaban agujas en la parte del muñeco que representaba al cuerpo que se quería perjudicar.





Podría hablaros mucho de éste tipo de hechizos, dejadme solamente que os comente que dispongo de una Tesis Doctoral de la Universidad de Málaga, realizada por un médico que fue a Tahití a estudiar las “muertes por Vudú”, quedaríais alucinados...en ese medio concreto, en un determinado ámbito cultural, funciona, el brujo/a mata a sus víctimas... de miedo.
Otro tipo de maleficio es la Ligadura, orientado a paralizar determinadas partes del cuerpo de la víctima, solía realizarse utilizando en vez de un muñeco, los órganos sexuales de un animal.
El más conocido y frecuente de los maleficios es el conocido como “fascinación” o “mal de ojo”...todos conocéis casos, así que no me extenderé sobre ésta forma rudimentaria de hipnotismo...Yo mismo como tutor en algún centro de secundaria, me he enfrentado a alumnas y a sus familias, convencidas de que sufrían de “mal de ojo”, en pleno S.XX!!!.





Y finalmente los filtros de amor... que fueron los brebajes que más popularidad alcanzaron. Dichos filtros, solían componerse de ingredientes tan repugnantes, como poco saludables, Pierre d’Hattam recomendaba el siguiente: “Pondrás en un mortero nuevo un sábado –Sabbat- el hueso izquierdo del cráneo de un sapo, el cráneo y los sesos disecados de una gata negra que matarás cuando esté en celo, y los de un lagarto; la matriz disecada de una perra que esté salida y semen humano o sangre menstrual de la persona que dé el filtro a la otra, para apoderarse de su voluntad...”


El Sabbat o Aquelarre.



Sin lugar a dudas, el acontecimiento capital en la vida de las brujas era acudir al Sabbat. Existen dudas más que razonables sobre si el Sabbat es una pura invención de los inquisidores. En todo caso, la mayoría de las confesiones de haber asistido a un aquelarre se producen bajo tortura, o se reconoce haber ido bajo los efectos alucinógenos de determinadas plantas solanáceas como la Datura, el Beleño, la Belladona y la Mandrágora y, ya hemos visto que las experiencias de los intoxicados por las mismas son por lo menos dudosas. Las reuniones campestres de la coven en que rendian culto al diablo se denominaban Sabbat, derivada del nombre que recibía la asamblea de los cabalistas judíos en la noche del Sábado-Sabbat. No obstante, se utilizó más la palabra vasca aquelarre ( akel = prado, arre= del macho cabrio), lo que evidencía cuanta importancia alcanzó la brujeria en el pais Vasco.





Además de los aquelarres semanales, los más importantes tenían lugar la noche de Walpurguis el 30 de abril y  la de Hallowen el 31 de octubre. Probablemente se celebraran tambien otros muy importantes por Carnaval y durante los solstícios -sobre todo el de verano, el 24 de junio-, así como en  las vísperas de las festividades religiosas más importantes.
A éstas reuniones especiales, acudian además de las adeptas e iniciadas, multitud de simpatizantes, se habla de centenares o de miles de “alegres” en determinados aquelarre. El más famoso fué el que se celebraba en el Broocken, el pico más alto de las montañas de Harz en Alemania, tambien eran conocidos por toda Europa los Aquelarres que se celebraban en Biterna en Italia, al que acudían tambien nuestras brujas catalanas; y según puede deducirse de las actas del proceso de Logroño contra las brujas de Zugarramurdi en el S.XVII, en Hendaya se celebró un aquelarre con 12.000 asistentes.









Hemos visto que las brujas acudían a los aquelarres montadas a lomos de sus escobas, en algunos casos, después de salir por el agujero de la chimenea, o volando por las ventanas. En ocasiones, lo hacían a lomos de animales, casi siempre negros, un rocín, un puerco, un gallo, etc. Por el camino iban murmurando conjuros y en ocasiones invocando al diablo. Nuestra Gostanza -de la que hablaremos más adelante- le llamaba: ¡Gallito! y el demonio la trasladaba al Sabbat.
El acto previo de recepción consistía en la presentación de los brujos y brujas con un cirio -también negro- en las manos, ante Satanás, el cual acudía normalmente en la forma de un macho cabrio. Postrándose ante él le besaban el culo, acompañando el ósculo con una blasfemia.




La abertura del aquelarre siempre tenía lugar con la iniciación de nuevos miembros, los que supuestamente debían hacer el juramento de obediencia al diablo, firmando contratos con sangre, profanando crucifijos y otros objetos sagrados   -particularmente las hostias de la misa-. 





Seguidamente el diablo les asignaba un “familiar”, un animal -gato negro, ratón, comadreja o un sapo- quue les serviría de ayuda para llevar a cabo algunos de los mandatos de las brujas, siempre y cuando lo alimentasen bien.
La iniciación era seguida de una adoración o culto general, el qual incluía frecuentemente un informe de las actividades realizadas durante la semana y se hacían planes para la semana siguiente. Las brujas que no habían sido “malas” podían ser severamente castigadas, por ejemplo yendo a formar parte del banquete, o lo peor, no siendo admitida su pleitesía por el demonio.




La parte central del Aquelarre consistía en un gran banquete. La tradición sostiene que las neófitas debían presentarse con un niño pequeño -no bautizado- en brazos para ofrecérselo a Satanás y que en el caso de no encontrar a ninguno, debían incluso, ofrecer a sus propios hijos,  en ocasiones, se realizaba la celebración de la parodia de una misa -la misa negra- que en el caso de que implicase una petición al diablo, debia comportar el aditivo de sacrificios humanos, preferentemente los niños no bautizados.
La parte final del Aquelarre consistía en la elección de la Reina del Aquelarre -que después debía unirse carnalmente al diablo-, seguía una gran danza entorno a la hoguera -normalmente acompañada con la música de instrumentos de viento y de percusión- la cual iba creciendo en intensidad hasta convertirse en más salvaje e indecente, a menudo todo acababa en una gran orgia sexual.





Después se producía el regreso a casa, por procedimientos semejantes a los del viaje de ida, pero mucho más rápidos.
Puede ser interesante recoger aquí el testimonio del médico del Papa Julio III, Andrés Laguna. 





En el 1545, se encontraba trabajando en la región francesa de Lorena, cuando un matrimonio fue apresado, acusádoseles de ser brujos, de quemar trigo, de matar ganado y de chupar la sangre a los niños. Al ser torturados, confesaron -¡como no!- ser culpables. Laguna nos cuenta: “Entre las cosas encontradas en la ermita de los brujos, había una jarra medio llena de un determinado ungüento, con el que se untaban, cuyo olor era tan fuerte y desagradable que se veía que estaba hecho con hierbas frías y de efectos soporíferos hasta el máximo grado, como la cicuta, la belladona, el beleño y la mandrágora. De éste ungüento, por medio de un condestable amigo mío, pude obtener una caja llena que más tarde, en la ciudad de Metz, utilizé para untar de los pies a la cabeza a la mujer del verdugo, quien a causa de sospechas abrigadas sobre el marido era totalmente incapaz de dormir y daba vueltas y más vueltas en la cama medio enloquecida. Y éste me pareció un sujeto adecuado sobre el que se podrían hacer algunas pruebas, puesto que se habían probado en vano un número infinito de remedios, y puesto que a mí me pareció que el ungüento en cuestión era muy apropiado y sólo podía resultar de utilidad. Al ser untada, ella cayó de súbito en un sueño profundo, con los ojos abiertos como los de un conejo y no me imaginaba como podría despertarla. Por todos los medios posibles y frotando sus extremidades, con infusiones de aceite de raíz de cortus y euforbio oficinal, con vapores y humos en la  nariz y finalmente con sanguijuelas, la acucié tanto, que al cabo de treinta y seis horas, recobró sus sentidos y la memoria. 






Sus primeras palabras fueron:¿Por qué me despertais a horas tan inoportunas? Estaba rodeada de todos los placeres y delicias del mundo. Y clavando los ojos sobre su marido -que allí estaba oliendo a hombres ahorcados- le dijo sonriendo: “Rufián, has de saber que te he puesto cuernos con un amante más joven y mejor que tú”; y dijo muchas otras cosas muy extrañas...
De todo ello podemos deducir que lo que hacen las malditas brujas es ilusorio, debido a pócimas y ungüentos muy fríos: que son de tal naturaleza que corrompen la memoria y la imaginación, de modo que las desgraciadas se imaginan, e incluso creen muy firmemente, que todo lo que han soñado mientras dormían lo hicieron despiertas”.
Uno de los aspectos más interesantes que se ponen de manifiesto en las actas de todos los Juicios es el del famoso “pacto con el diablo”, o “venta del alma” que prácticamente todos los acusados/as no dudaron en reconocer.




En la Biblioteque Nationale de París, existe una entrada de un documento manuscrito atribuido directamente a Satanás. Forma parte de la documentación de un famosísimo proceso de brujería que se produjo en un monasterio de monjas en la ciudad de Loudin y que el gran director de cine Ken Rusell llevó a la gran pantalla, en su memorable: “Los Diablos de Loudin”, película de culto, como casi todas las del gran cineasta británico. Pacto que fuera inmortalizado, en su versión más elegante, estilizada y romántica, por Goethe en su famoso “Fausto”...
La mayoría de nuestras brujas aceptan la existencia de ese pacto y de su aceptación...a cambio de su alma, que era retirada del Libro de la Vida en el que Dios va apuntando los pecados y las buenas obras de todos nosotros, a la espera del Juicio Final donde se nos pasará cumplida cuenta de todas ellas –temblad malditos/as!-, renunciando con ello a la posibilidad de la salvación, para convertirse en servidoras del Diablo – renunciando a Dios y a la Virgen y comprometiéndose a hacer malas obras - y asegurándose con ello, un lugar de privilegio en el infierno, tras la muerte...Normalmente, ese pacto escrito con la sangre de la candidata a bruja por un demonio, tenía que ser firmado, también con sangre por la novicia...




Una vez cumplido éste pequeño tramite, el nombre de la bruja quedaba registrado en el Libro Negro y el diablo se comprometía a otorgar unos cuantos poderes: “causar o curar enfermedades, provocar tormentas o sequías, provocar impotencia a los hombres y esterilidad a las mujeres, arruinar las cosechas y los ganados, a tener “comercio carnal” con los demonios – con “incubos” diablos con atributos masculinos para ellas, o con “súcubos”, con atributos femeninos para ellos - , predecir el futuro –“adivinos”?-, dar vida a objetos inanimados –telequinésia?-, dar vida a los muertos –zombies?-, utilizar a voluntad a los espíritus, estar en dos o más lugares a la vez –ubiquidad?-, hacerse invisibles, convertirse en animales...”, cuando no sencillamente, riquezas y tesoros... además, el diablo les entregaba un animal al que debían cuidar con esmero 




y les asignaba una especie de “demonio de la guardia”, que actuarían como servidores de las brujas e intermediarios entre ellas y el diablo...


Creo que las conclusiones saltan a la vista. Aplastados por la nobleza, sumidos en la miseria, el hambre y la enfermedad, abandonados por la Iglesia, olvidados por la Monarquía, el pueblo se alejó de sus guías tradicionales, bajo presión, necesitaba encontrar en sus sueños algo/o a alguien que les aliviara en su dramática situación, quien les permitía tener unos poderes capaces de enfrentarse a la nobleza, con sus maleficios, supuestos envenenamientos, filtros de amor, etc.? quien les daba riquezas, comida a espuertas, trato delicado, fiestas, bailes y libertad sexual, frente a una Iglesia oscurantista y represora?...si el camino a la santidad era imposible, si el infierno estaba asegurado para todos, si la misma vida era ya un infierno, quien...quien podía ayudarles...a quien podían recurrir para escapar a ese infierno en la tierra que era su vida diaria, pues nadie mejor que el propio Satanás, el Ángel caído, el Príncipe de la Oscuridad, que enfrentado a Dios y a la Iglesia, les ayudaría en la satisfacción de sus deseos...



En la entrada siguiente veremos los procedimientos que seguía la Santa Inquisición y los tribunales civiles.